Читать книгу ¿Y mis estrellas? - Diana Salazar Santamaría - Страница 7

CAPÍTULO II BUSCANDO ESTRELLAS

Оглавление

Pasó un largo rato sin que pasara nada, pero Nolo no se daba por vencido y esperaba sobre Algodona con los ojos casi tan abiertos como los de Bubo. De repente, del interior de Monacha, la estrella más grande y bonita, salió, soñoliento, algo que Nolo nunca había visto. Era pequeño, un poco regordete, con la piel rosa, el pelo de color oro y los ojos del tono del agua de mar. Una vez se hubo desperezado, dio un pequeño salto hacia la estrella más cercana que tenía una forma rara y, para gran sorpresa de Nolo, comenzó a mordisquearla con mucho entusiasmo.

Nolo observaba atónito cómo, a base de grandes y ruidosos bocados, esa cosa se estaba comiendo, tan a gusto, una de sus estrellas, hasta que por fin logró gritar:

—Pero ¿qué haces?, ¿qué eres?, ¿de dónde vienes?

Al verse interrumpida en su comilona, la criatura, también algo sorprendida, entre mordisco y mordisco comenzó a contestarle:

—¿Como que qué soy? Eso es muy fácil, soy un pequeño y precioso niño, me llamo Bayi y, si me alimento bien, algún día seré un niño tan grande como tú, así que por favor no me interrumpas.

—¿Un precioso niño? Nunca había visto a nadie como tú, y mira que mi mundo es grande y lleno de criaturas diferentes —contestó Nolo.

—¿Qué pasa?, ¿es que no tienes hermanos ni amigos como yo? —le preguntó el extraño pequeñín.

—Claro que tengo amigos, los animales de mi mundo son mis amigos —aseguró Nolo—, pero no tengo la menor idea de lo que es un hermano.

—¡Qué raro eres! Un hermano es el que salió de la misma barriga que tú, —contestó Bayi—. Yo tengo uno y se llama Guigo.

—¡La barriga! ¿La barriga de quién? —preguntó Nolo cada vez más asombrado.

—¡Pues la de la mamá, tonto! —exclamó Bayi.

—¡No me llames tonto! Eso no se le debe decir a nadie. Mi nombre es Nolo. Dime, ¿qué es una mamá? —preguntó nuevamente Nolo.

—¡De verdad que te estás haciendo el …!, bueno no voy a decirlo, pues tienes razón en que no se debe llamar así a nadie. Pero ¡todo el mundo sabe lo que es una mamá, yo lo sé y tú eres mayor, así que deberías saberlo! —opinó Bayi—. En cualquier caso, si quieres saber que es para mí una mamá, es alguien que solo es tuya y de tu hermano, que siempre huele muy bien, que está ahí para mimarte, protegerte y, lo más importante de todo, para repetirte cada día que eres lo más bonito que existe.

—En verdad no sé lo que es, pero lo que describes suena muy bien —dijo entre suspiros Nolo.

—Por lo que dices, parece que no tuvieras una familia. ¿Qué pasa?, ¿vives solito Nolo?

—Tampoco sé lo que es una familia, pero aun así, no vivo solo, ya te dije que los animales son mis amigos —respondió Nolo.

—¡Qué raro eres! Y eso que pareces un niño como cualquier otro. Una familia es lo que uno tiene junto con sus hermanos, su mamá y su papá —aseguró la golosa criatura, mientras seguía saboreando los pedacitos de estrella.

—¡Un papá! ¿Y ahora eso qué es? —preguntó Nolo, desconcertado.

—Casi lo mismo que la mamá, pero más grande, fuerte y menos suave. ¡Ah! Y no huele tan bien —dijo Bayi riendo.

—Cada vez me tienes más confundido, y me pones muy nervioso con esos mordiscos de roedor pequeño pero cruel. ¡Para un momento! ¡Lo único que me interesa saber es por qué te estás comiendo mis estrellas! —exclamó Nolo.

—Porque tengo hambre y están muy buenas. ¿O es que acaso a ti no te gustan?

—¡Pero si son mías! —insistió Nolo—. Todas ellas. ¿Cómo te atreves a tocarlas?

—¿Tus estrellas? No sabía que las estrellas tuvieran dueño. ¿Dónde dice que son tuyas?, ¿están marcadas en algún sitio con tu nombre? Seguro que todavía no las has probado, o me darías la razón de que son irresistibles, yam, yam, yam, tienen un sabor único.

—¡Claro que no las he probado! —contestó Nolo cada vez más disgustado—. Y son mías porque están sobre el mundo donde vivo, que también es mío, así que no te atrevas a seguir destrozándolas.

—¿Crees que todo lo que hay por aquí es tuyo? Entonces, yo también debo de ser tuyo, porque estoy sobre tu mundo y, si soy tuyo, tienes la responsabilidad de alimentarme y cuidarme —aseguró desafiante el glotón—. Así que déjame comer tranquilo o mi barriguita se enfadará, gruñirá y no me dejará dormir con los ruidos que puede hacer; y eso puede ser muy malo, pues si no duermo, no puedo soñar con mi familia y estaré despierto extrañándolos, hasta que no pueda aguantar y empiece a llorar y chillar cada vez más fuerte por lo solito que me siento.

—Claro que no eres mío, no sé de dónde saliste ni por qué estás aquí, pero si echas tanto de menos a tu familia, por qué no regresas con ellos en lugar de estar aquí acabando con mi preciosa colección de estrellas, y todo ¡porque eres un gran tragón!

—Si no he regresado con mi familia, es porque no he podido hacerlo —aseguró Bayi—, y lo que hago para no ponerme muy triste es pasar el tiempo lo mejor posible, y el maravilloso sabor de las estrellas me ayuda. Sé que soy un tragón, pero no hay nada en todo el universo igual a la felicidad de estar en casa con mi familia.

Lo dijo con tal carita de tristeza que Nolo llegó casi a sentir pena por el minimonstruo. Pero entonces, otro terrible crujido lo trajo de vuelta a la realidad, donde vio al comelón abrazado a un trozo de estrella que había logrado desprender con sus pequeños pero infalibles dientecillos, y que pronto desaparecería ante semejante ataque.

—¡Para, por favor! Vamos a hacer un trato —propuso Nolo—. Yo te ayudo a encontrar el camino a casa, y tú dejas en paz a mis estrellas.

—Mmm, eso estaría muy bien, pero no creo que seas tan listo como para lograrlo. De todas maneras, hasta que pase la próxima estrella fugaz eres el único que puede ayudarme, así que acepto tu ayuda, pero eso sí, me tienes que dejar comer estrellas hasta que me marche.

—Puedes seguir comiendo estrellas mientras logro traer comida, pero intenta comer un poquito de cada una, no te zampes una entera de una vez, así, aunque se hagan más pequeñas, no desaparecerán completamente entre tu gigante boca. Espera un momento, ¿a qué te referías cuando dijiste: «Hasta que pase la próxima estrella fugaz?» ¿A que le pedirás el deseo de volver a casa? —preguntó Nolo.

—Bueno…, pues hay un poco de eso, pero también algo que planeo hacer, y es que, en cuanto la estrella fugaz pase lo suficientemente cerca, daré un gran salto y galoparé sobre ella a través del espacio hasta que, algún día, me lleve de regreso a casa.

—¿Galopar sobre ella?, ¡qué dices!, ¡eso es imposible!

—¡¿Como que imposible?! Ya lo hice una vez, y seguro que podré volver a hacerlo.

—O estás mintiendo, o tienes una imaginación tremenda —aseguró Nolo.

—Imaginación tengo, y mucha, pero te aseguro que el estar aquí no es debido a mi imaginación, o ¿es que tú también te estás imaginando que yo me estoy comiendo tus estrellas?

—¡Por supuesto que no! Está clarísimo que a mis estrellas alguien se las está zampando. Lo que no entiendo es qué tiene eso que ver con tu cuento de la estrella fugaz.

—Si a mí me sobra imaginación, a ti te falta. ¿Cómo crees que vine hasta aquí? —dijo Bayi en tono burlón.

—¡¿No me digas que sobre una estrella fugaz?! —exclamó Nolo.

—Claro que sí —respondió Bayi tranquilamente.

—Pero, pero… ¿Cómo lo hiciste?

—Bueno, pues fue muy fácil y difícil a la vez. Si prometes dejarme hablar sin discutir cada cosa que digo, te contaré cómo pasó.

—Está bien, trataré de controlarme, cuéntamelo.


¿Y mis estrellas?

Подняться наверх