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CAPÍTULO 2

EL FIN DEL MUNDO CONOCIDO

La vida de los “niños”, como la de cualquiera, incluía la expectativa básica de que todo trascurriría con normalidad. Aun cuando el clima prenunciaba para muchos que las cosas no estaban bien, fue siempre sorpresivo el comienzo efectivo de la persecución. El ser humano se aferra hasta el final a la idea de “a mí no me va a pasar”, “esto no puede ser posible” u otras formulaciones acerca de la imposibilidad del Mal.

Según el país o la zona, este comienzo se dio en distintos momentos y de diferente manera. Pero en todos los casos hubo alertas que indicaban que los tiempos cambiarían atrozmente.

Estos son los recuerdos de los “niños” de esos días en los que estaban por caer en el temido precipicio de abandono, incertidumbre y miedo, cuando la vida cotidiana dejó de ser una vía segura y se volvió una carrera de obstáculos en el intento de seguir vivos.

POLONIA

El 1o de septiembre de 1939, las tropas alemanas invadieron Polonia y la ocuparon militarmente. Fue el primer acto de la Segunda Guerra Mundial. La resistencia duró un mes, hasta que Polonia se rindió. Los alemanes se retiraron del este de Polonia y el país fue repartido entre Alemania y la Unión Soviética según un protocolo secreto, el pacto RibbentropMolotov que había sido firmado en Moscú el 23 de agosto de aquel mismo año. Polonia quedó ocupada, hasta junio del 41, en el Oeste por los nazis y en el Este por los soviéticos.

Varsovia

Cuando los alemanes entraron en Varsovia, sus habitantes organizaron la defensa de la ciudad. Católicos y judíos, hombro con hombro, cavaron trincheras y pelearon juntos, inermes, contra el invasor alemán, dueño de la maquinaria de guerra más poderosa de Europa. Durante casi un mes resistieron los bombardeos constantes sobre la ciudad. Tres mil civiles judíos, además de varios miles de polacos católicos, murieron en los bombardeos de Varsovia.

Abraham (7 AÑOS)

EL DÍA DEL ATAQUE. Recuerdo que de golpe una noche empezaron unas explosiones tremendas. Yo estaba durmiendo y pegué un salto en la cama. Empezamos a oír ruido de aviones, explosiones. Había mucha confusión, mucho miedo. Al día o dos se supo que sería una rutina sin previo aviso, que podía ser de día o de noche. Había que organizar un equipo de emergencia. La gente compró máscaras de gas porque se temía que los alemanes usaran gases letales como habían hecho en la Primera Guerra. Enseguida se orga nizó una resistencia civil. Oíamos los infor mativos de radio que anunciaban a toda hora las novedades. Varsovia resistió un mes, el resto de Polonia fue ocupada en una semana.

LA BOLSITA AL CUELLO. Los chicos teníamos una bolsita al cuello con un papel con nuestro nombre y la dirección de los parientes, por si uno se quedaba solo en medio de un bombardeo. También llevábamos dinero y documentos.

PROVISIONES. Lo primero que hizo mi padre fue salir a comprar provisiones, alimentos no perecederos y de alto valor nutritivo. Y lo bien que hizo porque en tres días la ciudad quedó sin luz eléctrica ni agua potable, sin gas para cocinar ni transporte. Gracias a la previsión de mi papá, no padecimos lo que otros, al menos en los primeros tiempos. Salir a comprar algo era exponerse porque la lucha era continuada y calle a calle. Había mucha gente que salía y no volvía.

LA BAÑERA. En mi casa no tuvimos el problema del agua porque como éramos un poco más pudientes que la media, teníamos algunos “lujos”, entre ellos, una bañera que nos permitía evitar bañarnos en los baños públicos. En casa, en esa bañera nos bañábamos todos, con la misma agua porque era muy difícil llenarla. Primero nos bañábamos los chicos y después mis padres. La noche del primer bombardeo justo nos habíamos bañado y quedó la bañera sin desagotar; esa agua, bien filtrada y hervida, nos sirvió para no tener que ir a buscar agua afuera y arriesgarnos.

EL SÓTANO Y EL MIEDO. No había escuela. Durante los bombardeos pasábamos la mayor parte del tiempo en el sótano donde había una fábrica de espejos. Tenía unas mesas muy largas porque los espejos se fabricaban con cristal y se trabajaban en mesas. Entonces llevábamos unas cobijas y pasábamos la noche ahí. Lo único que se podía hacer era tener miedo, temblar e ir de la mano de un grande adonde a uno lo llevaran. Yo no tenía ningún acto autónomo, absorbía todo lo que pasaba alrededor. Me acuerdo del pánico y, mientras media ciudad ardía, escuchaba con atención lo que decían los grandes.

LAS BOMBAS. Hablaban de los bombardeos que sucedían de día y de noche, continuamente, y mencionaban dos clases de bombas: las incendiarias y las de demolición, que donde caían deshacían lo que había abajo. Eran tan pesadas que un edificio se podía derrumbar entero. Las incendiarias eran más chiquitas pero donde caían desparramaban un líquido que se inflamaba al entrar en contacto con el aire. Los hombres hacían guardias nocturnas sobre los techos y tenían barriles con arena y unas pinzas por si caían las bombas incendiarias. Si eran de explosión, volaba todo, pero si eran incendiarias, tenían unos segundos para agarrarlas con las pinzas y meterlas en el barril con arena antes de que explotaran. Mi padre llegó a coleccionar tres de esas bombas ya descargadas que no habían producido incendios. Las tenía en el techo de mi casa. Creo que yo escuchaba estas historias como cuando se escuchaban aventuras por la radio. Sobre nuestra casa no cayó ninguna bomba, sobre la de mis abuelos sí; una noche, una bomba cayó de forma tal que mis abuelos se quedaron sin el piso. Cuando nosotros nos fuimos de Polonia ellos ocuparon nuestra casa porque no tenían donde estar.

SALIDAS PELIGROSAS. Rápidamente nos adaptamos a esa realidad. Cuando los ataques cesaban, a veces salíamos a ver qué había pasado. Pero los ataques no se podían prever. Una vez mi padre salió a buscar algo y no pudo regresar. Estaba enfrente, pero como empezó el bombardeo, tuvo que protegerse debajo de un portón. Volvió todo lastimado por las esquirlas, pudo haber muerto. Después de los bombardeos salíamos a visitar a mis abuelos paternos y por la calle veía caballos muertos, perros comiéndoles las entrañas. Frente a esas escenas yo era más insensible que los adultos.

HOMBRES DIFERENTES POR LA CALLE. Empecé a ver esos hombres diferentes por la calle, los alemanes, con sus uniformes. Por suerte nunca presencié una escena de agresión, pero sí escuché a mi padre llegar muy impresionado porque había visto cómo golpeaban y humillaban a un religioso. Esto se sumó a la obligación de llevar el parche amarillo, como llamábamos con rabia a la estrella que debíamos usar. Entonces mi padre dijo: “Esto no da para más”. Tomó en serio la agresión de los alemanes y sus burlas sobre el religioso, como si hubiera comprendido que el mensaje era que los judíos tenían que morir. Entonces empezó a organizar nuestro traslado. Yo absorbía todo eso con un miedo terrible. El único episodio personal que tuve con un alemán fue una vez que estábamos en la casa con otro chico vecino jugando y de golpe se abrió la puerta de una patada y entró un oficial enorme, que a mí me pareció de treinta metros de alto, gritando en alemán y con un revólver en la mano. No sé por qué, quizás fue porque nos vio tan asustados, pero se fue. Fue la primera vez en mi vida que alguien me apuntó con un arma. Son cosas que no se olvidan.

LA APUESTA. A mis siete años no entendía la trascendencia de las cosas. Escuchaba lo que comentaban los adultos. Percibía un clima de gran inquietud y preocupación. A pesar de lo que decían a nuestro alrededor, mi padre aseguraba que la guerra iba a durar mucho. Él estaba informado de las noticias internacionales, había leído periódicos y creía, a diferencia del resto, que esta guerra no iba a ser igual que la Primera Guerra Mundial.

Tanto era así que hizo una apuesta con un vecino, el padre de mi novia de invierno. El vecino decía que la guerra no iba a durar más de seis meses y mi padre decía que iba a durar años, que se trataba de un plan. Apostaron una botella de cerveza que, claro, ganó mi padre porque a los seis meses se veía que la cosa venía para largo. Gracias a esa actitud de mi padre nos salvamos porque en el año 40, cuando ya se hablaba de que se iba a formar el gueto, mis padres decidieron que nos mandáramos a mudar. En la primavera de ese año, pocos meses después de que Alemania invadiera Polonia, fuimos a lo de mis abuelos maternos en Sokolow.

Lublin

La ciudad de Lublin tenía una importante comunidad judía, 40 mil personas, lo que representaba un tercio de la población total. La población judía tenía a su disposición doce sinagogas, tres cementerios, un hospital, dos diarios, un orfanato y un asilo para ancianos. El 18 de septiembre de 1939, las tropas alemanas entraron en la ciudad luego de una breve batalla en los suburbios y varios días de bombardeos. En marzo de 1941 se estableció el gueto de Lublin. Hanka estuvo muy cerca de allí, en el gueto de Piaski, que había sido creado dos años antes.

Hanka (8 AÑOS)

LAS PATAS DE LOS CABALLOS. Me acuerdo cuando los alemanes entraron a la ciudad, nosotros vivíamos en un segundo piso, en la calle Lubertowska, en Piaski, cerca de Lublin. Yo estaba sentada con una amiguita en la puerta del edificio, y me impresionaron mucho las patas de los caballos, porque eran muy anchas y grandes, esto me dio mucho miedo.

RUSOS Y ALEMANES. Tenía mucho miedo por los bombardeos. Vivía en un clima de miedo, las huidas, los apuros, ver a mis padres asustados, todo me asustaba. Después se fueron los alemanes y entraron los rusos. Por esa época mi papá quería convencer a mi mamá de que nos fuéramos, pero mi madre no quería. Mi papá quería ir a Rusia con la idea de buscar un lugar para después llevarnos, pero mi mamá me mandó a pedirle que no fuera. Los rusos se quedaron unos pocos meses, volvieron los alemanes y ya era demasiado tarde.

EL GUETO. En el año 39 se formó el gueto donde tuvimos que ir, aunque nosotros fuimos de los últimos. Me acuerdo que venía al gueto gente de todas partes, de Checoslovaquia, de Rumania, y cada uno tenía que recibir a alguien porque no había lugar para todos.

Lodz

El 8 de septiembre de 1939, los alemanes ocuparon Lodz, Radom y Tarnow en Polonia. Lodz era el centro industrial de la preguerra. Más de un tercio de la población de 665 mil habitantes era judía. Cuando empezó la ocupación, muchos judíos, creyendo que la situación era más segura en Varsovia, decidieron trasladarse hacia allí.

Judith (12 AÑOS)

EL PILOTO BLANCO. El 3 de septiembre de 1939, Francia e Inglaterra entraron en guerra y todos decían que si ellos entraban, la guerra terminaba en tres meses. El 5 de septiembre del 39, los hombres de la casa decidieron ir a defender a Varsovia, que había sido ocupada el primero de ese mes. También se hablaba de ir a Rusia. Era un momento de gran confusión. Los hombres se iban caminando a Varsovia. Entonces mi mamá decidió que fuéramos detrás de ellos. En un punto había dos caminos posibles y como no sabíamos por cuál habían tomado ellos, temimos no encontrarlos. Al mismo tiempo ya nos sobrevolaban los aviones alemanes y bombardeaban los caminos. Me acuerdo que iba vestida con un piloto blanco. Un señor gritó: “¡La del piloto, que se lo saque, es un blanco para los alemanes!”. Al final volvimos a Lodz y fuimos a lo de los abuelos y ahí esperamos el regreso de los hombres. Recién cuatro días después, en mi cumpleaños número doce, como un regalo impensado, apareció mi papá. Volvimos a casa entonces.

TANQUES. Los alemanes habían entrado dos días antes. Los miré desde el balcón de la casa de la abuela que estaba en la calle principal. Cuando los escuchamos entrar, salimos al balcón. El ruido de los tanques era impresionante, entraba toda la tropa alemana. Había ruido de metales sobre el empedrado. Estábamos asustadísimos.

POLYANA. Cuando entraron los alemanes, nos hicieron poner la estrella de David. Me sentía muy orgullosa de llevarla, era como una medalla, yo me inventé eso. Lo que me molestaba era la estrella que había que ponerse en la espalda, porque no la veía y, fundamentalmente, sabía que las medallas de honor no se llevan atrás. Este fue el comienzo de un juego que jugué toda la guerra. Resulta que cuando era chica había leído un libro, Polyana, de Louisa May Alcott, la autora de Mujercitas. La protagonista era una nena a la que le pasaban muchas cosas y no se hacía problemas porque había inventado un juego. Era un juego mental que consistía en buscar siempre el lado positivo de las cosas. Yo me sentía como la heroína de Polyana y la tuve presente toda la guerra, creo que me sirvió para salvarme.

Freda (14 AÑOS)

MADUREZ. De un día al otro maduramos. En casa sabíamos lo que pasaba porque teníamos radio con onda corta, así que escuchábamos las noticias. Además mi papá tenía una hermana con dos hijos que era separada y vivía en Berlín. Aunque de su separación mucho no se hablaba porque el tema era tabú, sí se hablaba de lo que pasaba en Alemania.

EL FIN DEL VERANEO. El 1o de septiembre estábamos veraneando. Escuchamos por radio que las tropas entraban y mi papá buscó un hombre con un carro y volvimos así a Lodz. En el camino veía pasar aviones pero no estaba asustada, al contrario, sentía mucha seguridad por el hecho de estar con mis padres, era como estar viviendo una aventura. Empezó el colegio de manera normal. Los primeros meses de la ocupación seguimos viviendo en casa, hasta invité a comer a los chicos del grupo del lugar de veraneo. Vivíamos en una zona muy linda que se llamaba Narutowicz, que era el nombre de un ex presidente de Polonia.

LA HUIDA A VARSOVIA. A fines del 39 tuvimos que dejar nuestra casa e ir a lo de mi tía, éramos muchos viviendo ahí. Fue antes de entrar al gueto, nos tuvimos que poner la estrella amarilla. Después mis tíos se mudaron a Varsovia, que parecía más seguro que Lodz, entonces nosotros tuvimos que alquilar un departamento. Estaba más cerca del gueto. Mi papá se había ido junto con otros hombres a Varsovia. Al principio, papá mandaba cartas y plata, a mí me mandó una tarjeta para mis quince años. En abril del 41, nos llegó una carta de la Gestapo convocando a mamá. Ella quería ir pero estaba enferma, entonces fui yo en su lugar. Cuando llegué presenté ese papel y un hombre me mostró una carta de mi papá que decía que él había pagado de contrabando para que nos llevaran a Varsovia. También pedía que nos preparáramos porque nos iban a ir a buscar. Parece que papá había sobornado a un hombre de la Gestapo para que pudiéramos ir. Cuando llegué a casa y le conté a mamá que papá nos esperaba y que tenía todo preparado, se puso contentísima. Al final nunca fuimos, nos quedamos en Lodz, no sé por qué. Pero igual, si hubiéramos ido, hoy sabemos cómo fueron las cosas en el gueto de Varsovia. No había salida.

Lwow

El 17 de septiembre de 1939, Alemania invadió Polonia Oriental. Lwow y Bialystok estaban en esa zona. Al poco tiempo, los alemanes se retiraron e ingresaron los rusos. En junio de 1941, los nazis rompieron el pacto con la Unión Soviética e invadieron todos los territorios polacos.

Había 110 mil judíos viviendo en la hermosa ciudad de Lwow, también llamada Lemberg, capital de uno de los reinos antiguos de Polonia (la otra capital era Cracovia). Lwow era la tercera comunidad judía en número de miembros, una ciudad cosmopolita que competía con Varsovia y Cracovia en el desarrollo y la vida cultural y profesional de los judíos.

Ania (11 AÑOS)

VACACIONES. Yo no tenía ni la menor idea de lo que era la guerra. Me acuerdo que era el último día de vacaciones de verano y a mí no me importaba que hubiera empezado la guerra porque sabía que el lunes ya no iba a ir al colegio, seguían las vacaciones.

LA ESTRELLA. Cuando después de casi dos años los rusos se retiraron porque atacaron los alemanes, se llevaron a muchachos jóvenes para que lucharan con ellos, entre los cuales estaba mi hermano. Enseguida empezaron las persecuciones y nos pusieron un brazalete con el maguén David,1 que tenía que estar bien visible, de ocho centímetros con fondo blanco y la estrella en color celeste. Todos estábamos señalados. Los ucranianos violaban a chicas judías de 15 ó 16 años. También cada vez había que entregarles cosas, por ejemplo, radios. Los judíos no podíamos tener radios ni pieles ni joyas. Si encontraban a alguien que tenía algo que no había entregado, lo mataban. Yo quería seguir yendo al colegio, pero la maestra me dijo que no podía asistir a clases porque era judía.

El fin del verano*

El coche trotaba

por las calles de Varsovia,

dos tablas anchas,

dos troncos a los costados.

El trote golpeando

los adoquines

de la calle Twarda.

Los bártulos cargados

del veraneo

que se terminaba

(bártulos atados con apuro:

había que volver

rápidamente,

los vientos de la guerra

estallaban).

Las paredes de siempre desfilaban

frente a las pupilas de la niña,

que las veía ahora

con otros ojos.

* Poema escrito por Zosia sobre recuerdos de sus once años.

Bialystok

En la primera ocupación, en septiembre de 1939, los alemanes prendieron fuego a la sinagoga de Bialystok con mil judíos adentro en lo que se llamó el “Viernes Rojo”. Los nazis siguieron llevando a cabo varias matanzas masivas de judíos hasta que los soviéticos ocuparon la ciudad. El 22 de junio de 1941, los nazis invadieron Rusia y el 27 de junio Bialystok fue anexada al Reich.

Dina (7 AÑOS)

UNIFORMES. Me acuerdo de los alemanes, de los tanques, los uniformes. Se quedaron como unos diez días. De ahí recuerdo algún comentario de mi mamá, por ejemplo, contó que a un hombre que caminaba por la calle con las manos en los bolsillos, unos alemanes le gritaron que las sacara y como no les entendió porque no sabía alemán, lo mataron ahí mismo.

El 20 de septiembre los alemanes ocuparon Bialystok con su infantería, camiones, blindados y aviones que sobrevolaban la ciudad. El mismo día mamá llevó a papá a la estación de tren para que viajara a Vilna, Lituania. El temor de mamá era que los alemanes se lo llevaran a los campos de trabajo, como había sucedido con los hombres durante la Primera Guerra Mundial. Inmediatamente pasamos a vivir a la casa de mi tía Sonia, con su familia. Mamá vendió todas nuestras pertenencias.

BAJO DOMINIO SOVIÉTICO. El 30 de septiembre, a raíz del tratado RibbentropMolotov, se produjo la partición de Polonia. Bialystok quedó bajo dominio soviético. Recuerdo que salimos a la calle para ver la retirada alemana y la llegada de las tropas soviéticas.

Mamá comenzó a planificar y ejecutar la estrategia para reunirnos con papá en Vilna.

Mira (11 AÑOS)

¡LA GUERRA! Los bombardeos empezaron cuando tenían que comenzar las clases. Fue por la mañana. Papá trabajaba, mamá estaba pegada a la radio y de repente gritó: “¡La guerra! ¡Alemania atacó Polonia!”.

El hospital, del que papá era director, tenía un sótano muy grande donde habían puesto una alarma por los bombardeos y se había preparado el bunker.2 Era terrible estar allí escuchando el ruido de los aviones y de las bombas. Tenía miedo de quedar enterrada viva. Aunque después me pasaron cosas peores, creo que lo de los bombardeos fue lo que más me quedó, tal vez porque fue lo primero.

LOS PRIMEROS ALEMANES. Aparecieron las tropas alemanas, la Wehrmacht, los soldados regulares, todavía no eran los SS.3 Igual me impresionaron mucho, como papá hablaba alemán a veces charlaba con ellos. No eran violentos, entraban en el hospital, conversaban con el personal. Un soldado joven me preguntaba con insistencia si yo sabía alemán, si era volksdeutsche, polaca de origen alemán. Me aconsejó que así me presentara. Que era mejor que no dijera que era judía.

LA ENTRADA DE LOS RUSOS. A la semana de haber entrado, los alemanes se retiraron y llegó el Ejército Rojo. Para nosotros, además de la liberación de los alemanes, representaba la posibilidad de volver a ver a mi hermano que estaba estudiando en Moscú. Los judíos y los polacos comunistas salieron a recibirlos porque eran los salvadores. Yo tenía una bata roja y me paré en la ventana del hospital haciéndola flamear y gritando de alegría.

LA VIDA FUE MEJOR. La vida en Bialystok volvió a la normalidad, se reabrieron los colegios. Mi Gymnazium hebreo se transformó en una escuela de diez grados. Los profesores tuvieron que hacer cursos acelerados de ruso. ¡Yo estaba en la gloria! Volvería a ver a Lonia, mi hermano que estaba en Rusia, dominaba el idioma y a veces tenía que sacar de apuros a algún profesor que no lo sabía tan bien como yo. Muchos chicos judíos pobres pudieron empezar a ir de veraneo, había mucha preocupación por la juventud. En esos dos años no sentí antisemitismo. Desapareció la persecución a los judíos aunque ya se veía que no todo estaba bien. Mandaban a alguna gente a Siberia, faltaban algunos alimentos y había que hacer largas colas para conseguirlos. Empezaron a llegar refugiados contando horrores de la zona ocupada por los alemanes. Se empezó a sentir la falta de espacio en las viviendas porque había que alojar a la gente que llegaba. Nosotros alojamos a la cocinera del hospital en mi cuarto, yo volví a la pieza de mis padres pero no me afectó porque la cocinera tenía una bebita de meses que yo quería mucho, Basiunia.

Lea (13 AÑOS)

LOS RUSOS. La vida durante la ocupación rusa fue para mejor. Para mí se terminó el antisemitismo. En el colegio polaco siempre fui la mejor. En ese colegio, para las representaciones de fin de año, me elegían a mí para cantar y actuar. Cuando vinieron los rusos hicieron un colegio donde todas las materias se daban en ruso. En seis meses aprendí ruso perfecto. Fue una buena época para mí. Se terminó cuando entraron los alemanes en el 41.

EL MIEDO. La palabra Hitler ya estaba en todas las bocas. Aunque los judíos no éramos queridos, había algo más que todavía no alcanzaba a comprender, no me entraba en la cabeza. Creo que todavía hoy no me ha entrado. Había mucho miedo. Los temores hicieron que muchos se fueran de Polonia. Se decía que nos iban a llevar a un gueto o a un campo de trabajo como habían hecho en otros lugares. Preparé un portafolio con cosas de primera necesidad, por las dudas. Mi mamá había preparado un bolsito para cada uno de la familia.

EL MAESTRO DE HISTORIA. Llamaron a todos los judíos para registrarse. Porque eran muy ordenados, no querían que nadie quedara afuera y todo debía quedar prolijamente escrito. Fuimos todos, claro, no había otra manera. Hice la cola y vi que uno de los que escribía nuestros nombres era mi admirado maestro de Historia. Fue él quien anotó mi nombre. Lo hizo sin levantar la mirada, como avergonzado. No sé si fue así o si yo lo pensé tal vez para disculparlo.

OTRO CÍRCULO DEL INFIERNO. Las cosas fueron graduales. Todo pasó en quince días. Cuando llegaron los primeros soldados uno de ellos una vez vio a mi hermanito, que tenía cinco años, y le dio un pan. Eran los primeros soldados que llegaban, eran del Ejército, tal vez ni siquiera eran nazis, no nos preguntaban si éramos judíos. Los que vinieron después eran muy diferentes, tenían bien claro lo que tenían que hacer. Es increíble pensarlo desde hoy, pero todos ya estábamos preparados, sabíamos que nos iban a llevar y flotaba la sensación de lo inevitable. Un día, sin avisar, vinieron a la madrugada y nos sacaron. Nos dijeron que nos iban a matar. Nos llevaron a mujeres, niños y ancianos a un lugar. A los hombres los llevaron a otro lado. Nos subieron a camiones y viajamos cinco o seis horas hasta una ciudad muy grande que se llamaba Pruzany. Fue mi entrada a otro círculo del infierno: el gueto.

EL OCCIDENTE DE EUROPA

El 10 de mayo de 1940, los alemanes invadieron el occidente de Europa: Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia.

Holanda

Había 140 mil judíos viviendo en Holanda cuando los nazis ocuparon este país. Entre 1942 y 1944, 110 mil judíos fueron deportados. De todos ellos, sobrevivió menos de un 5 por ciento. A pesar de los esfuerzos de grupos políticos y religiosos por ocultar a los judíos, hacia 1945, tres de cada cuatro judíos holandeses habían muerto.

Numerosos ciudadanos holandeses defendieron a los 140 mil judíos que vivían en ese país. El 25 de febrero de 1941 hubo una huelga en protesta contra la deportación de judíos. Muchos otros holandeses del Gobierno y de la Policía colaboraron con los alemanes.

Frida (8 AÑOS)

LA ARGENTINA. Gracias a la aventura de mi papá en la Argentina, de la que había regresado con documentos argentinos, estábamos anotados en el consulado como argentinos. Cuando comenzó la ocupación, mi papá fue a hablar con el cónsul para ver si podíamos irnos de Holanda. El cónsul le dijo que no había ningún problema en ese país, y que además era peligroso intentar alguna huida porque todas las fronteras estaban cerradas. En fin, le dijo que se quedara tranquilo, pero que cualquier cosa, como ciudadano argentino no lo podían tocar. Papá no se conformó del todo, pero la idea de cruzar las fronteras de contrabando con dos chicos era peligrosa, además mi mamá tenía toda su familia en Holanda, por lo tanto nos quedamos.

ESCUELAS IMPROVISADAS. Al principio íbamos a la escuela normalmente, porque durante los primeros dos años no ocurrieron muchos cambios. Fui hasta tercer grado, esto fue hasta el año 42. Después los chicos judíos no podían estar en colegios comunes y en el lugar donde vivía no había colegios judíos. Se formó entonces una escuela improvisada en un centro comunitario judío donde enseñaban profesores judíos y venían chicos de toda la zona.

DOCUMENTOS ARGENTINOS. Mis padres aprovecharon la ventaja de su documentación argentina para ayudar a mucha gente. Papá estaba conectado con la Resistencia y pudo conseguir escondites para varios parientes.

Recuerdo momentos de peligro con mi mamá, que repartía tickets de racionamiento. Iba con su bicicleta visitando a los que estaban escondidos, les llevaba dinero escondido en el asiento de la bicicleta. Una vez se hacía tarde y ella no venía, entonces con mi hermano nos asustamos mucho. Otro día, ella no regresaba después del toque de queda, y yo tuve que atravesar un bosque para buscarla. Cuando llegó a casa nos contó que le habían disparado con un arma.

Bélgica

Bélgica capituló frente a Alemania el 28 de mayo de 1940 y dejó en manos de los nazis unos 65 mil judíos, muchos de los cuales habían huido previamente de los países ocupados y creían estar en un lugar seguro. Solo un 10 por ciento era ciudadano belga, el resto era inmigrante y refugiado. Al principio de la ocupación, se hizo un registro escrito de todos los judíos y de sus empresas y negocios. Cuando se les ordenó (a los judíos) que llevaran insignias amarillas, en mayo de 1942, la falta de colaboración de las autoridades belgas permitió que muchos se escondieran. Para los que no lo consiguieron comenzó la deportación, a pesar de la oposición y las protestas públicas, incluso de la Reina Madre. La implementación de las medidas anti judías fue similar a la de otros territorios ocupados y casi la mitad de los judíos que vivían en Bélgica fueron asesinados. Desde el verano de 1942 hasta mediados de 1944, 26.500 judíos fueron deportados a Auschwitz.

Herty (12 AÑOS)

DE UN DÍA PARA EL OTRO. Cuando mis padres decidieron que nos fuéramos de Bratislava fue muy angustiante, me sacaron del colegio, de mis amistades. Antes se hablaba de la ola de antisemitismo, de lo que estaba pasando, pero yo no le daba importancia. En la zona no eran para nada antisemitas pero después, cuando entró Hitler, algunos se transformaron. El tema de irnos fue de un día para el otro,4 mi papá la llamó a mi mamá y le dijo que nos teníamos que ir adonde estaba él, en Bruselas. Era otoño, creo que mamá y yo llegamos en noviembre del 39. El resto de la familia se quedó porque nadie imaginó lo que iba a venir. A pesar de la amenaza y del miedo, no era tan fácil irse. Mis abuelos se quedaron, el abuelo falleció un mes después de que nos fuimos y quedó la abuela, que fue deportada unos meses antes de que acabara la guerra.

EL VIAJE EN TREN. Ya había empezado el miedo en el tren que tomamos en Achen, Alemania, para ir a Bruselas. Mi mamá me decía que no le dijera a nadie quiénes éramos. Mamá no tenía aspecto de judía, era rubia. Yo tenía el pelo más oscuro, pero tampoco tenía aspecto de judía.5 Llevamos muy pocas cosas porque papá nos recomendó que armáramos una sola valija y saliéramos rápido para no llamar la atención. No tenía que notarse que nos escapábamos. El viaje de Bratislava a Bruselas fue en el día. En los momentos de revisión de los documentos me daba miedo, me latía fuerte el corazón. No teníamos un nombre judío, ya que Karniol es un apellido moro, es el nombre de una piedra preciosa. A mamá le hicieron preguntas, a mí me preguntaron a qué grado iba y yo contesté en eslovaco. No teníamos que hablar alemán, ni mamá ni yo, era más seguro si solo hablábamos en eslovaco. Dije que íbamos a visitar a papá a Bruselas.

OTRA VIDA, OTRA IDENTIDAD. Cuando llegamos sufrí horrores porque era un cambio enorme. Estábamos en una habitación que papá alquilaba con un baño, no tenía cocina, y papá comía en un restaurante. Ahí dormíamos todos juntos. Al principio teníamos plata, pero cuando entraron los nazis en Bruselas, papá no podía salir a la calle.

Empecé a ir a la escuela, dos grados atrasada por el tema del idioma, pero terminé la primaria con éxito. A los pocos meses ya hablaba francés. Después me pasaron a la escuela France Fisher, que era un colegio secundario de señoritas.

A pesar de que los judíos debían usar la estrella de David, nosotros no la llevábamos porque papá decía que no valía la pena declararse como judío. Papá tampoco se presentó como hicieron otros judíos cuando fueron llamados para ser registrados. Teníamos documentos falsos. Iba al colegio con otro nombre: Lilianne De Trez. Un día me dieron la cédula y me dijeron que ese sería mi nombre. Nadie sabía que era judía.

Mientras fui a ese colegio mi vida fue normal, bueno, lo que entonces se entendía por normal, mi papá me esperaba en casa para jugar al rummy porque no tenía nada que hacer. Mis papás no salían a la calle porque tenían miedo de que alguien los reconociera. La única que hacía compras era yo, iba a la verdulería de la esquina, me mandaban al mercado negro a comprar huevos. En el barrio creían que papá era un gendarme nazi y que estaba enfermo y por eso no salía de la casa. En realidad no salía por el temor a ser detenido.

TRAICIÓN. Había un señor conocido de Bratislava que venía una vez al mes a casa y a mi mamá no le gustaba, papá no sabía dónde meterse pero no lo podía echar. Resultó que trabajaba con la Gestapo y para salvar su vida les daba nombres de los judíos que se escondían. Él nos denunció. Cuando la Gestapo fue a buscar a mis padres yo estaba en la escuela, pero vieron mi cama y lo torturaron a mi papá para que dijera dónde estaba la persona que dormía allí.

SALVACIÓN. Todos los vecinos se preguntaban a quiénes buscaban, porque estaba el coche de la Gestapo en la calle, hasta que vieron bajar a mis padres y a un matrimonio de judíos que también se escondía en casa. Una vecina de la cuadra, la señora Lopes Días, sabía que yo estaba en el colegio y fue corriendo para salvarme.

Elsa (17 AÑOS)

VERGÜENZA E INDIGNACIÓN. Ponerme la estrella fue por un lado indignante pero también era empezar a sentirse como algo repudiable. En el colegio se escuchaba decir sale juif, judío sucio, cosa que nunca había escuchado, así que prácticamente los únicos amigos que tenía eran judíos. Además creo que sentía un poco de vergüenza de tener que ponerme algo para decir quién era, era una mezcla de vergüenza e indignación. Pronto empezó a haber para los judíos un toque de queda, entonces nos quedábamos en la casa de compañeras o en mi casa, ya a la noche no podíamos salir.

MI PRIMER NOVIO. Mi hermano se había ido al sur de Francia y en el grupo de amigos con los que salía había un chico que se interesó en mí y yo en él. Se llamaba Georges, fue mi primer novio, nos amábamos. Yo iba a su casa, siempre estaban sus padres y su hermano mayor, que también estaba de novio. Él también venía a casa, o sea que las familias nos conocíamos.

Francia

Francia fue invadida el 10 de mayo de 1940. París fue ocupada el 14 de junio y el 22 de ese mes se rindió Francia y se firmó un armisticio por el cual se dividió el territorio en zona ocupada, al Norte, y zona “libre” al Sur, llamada la República de Vichy. De los 350 mil judíos que vivían en Francia, la mitad era inmigrante reciente, refugiada de países vecinos. La mitad de los judíos franceses vivía en París. Las fuerzas alemanas no eran numerosas –solo tres batallones, unos 3 mil hombres– y precisaban de la cooperación de los franceses para llevar a cabo los planes anti judíos. Tuvieron pocos problemas para conseguirla. Durante los dos primeros años, el gobierno títere de Vichy implementó legislaciones anti judías agresivas. Las deportaciones fueron masivas y las cacerías –rafles– contaron con la activa colaboración de la Policía francesa. Los judíos “cazados” eran enviados a Drancy, un campo de tránsito desde donde eran deportados. En 1942, durante la redada conocida como Grande Rafle, fueron atrapados 13 mil judíos, entre ellos 4 mil niños. Una semana más tarde, los niños fueron trasladados en transportes de ganado a Auschwitz. En seis meses, 42.500 judíos fueron deportados a Auschwitz desde el campo de Drancy. El 20 por ciento de los judíos franceses, 77 mil personas, pereció en los campos de exterminio nazis.

Enrique (8 AÑOS)

VOLUNTARIO. Mi padre se había enrolado como soldado voluntario en un regimiento francés de extranjeros. Pero no lo llamaron hasta el 10 de mayo del 40, el día que los alemanes arrasaron Francia y lo mandaron al Sur. Como no tenían experiencia militar tuvo que hacer una instrucción.

EL ÚLTIMO TREN. Como el avance de los alemanes era irrefrenable, mamá y yo nos fuimos con unos vecinos hacia el Sur. Tomamos el último tren que salió de París el 13 de julio del 40. Al día siguiente entraron los alemanes en París. Este tren salió de la Gare d’Austerlitz hacia Bordeaux. Era un tren enorme, estaban todos los vagones ocupados y nos fuimos yendo más adelante con los bártulos hasta que nos instalamos. No sé bien qué pasó pero tengo un recuerdo vago de que al tren lo dividieron en dos –iba con tres locomotoras– para que no fuera tan largo y tengo entendido que la parte de atrás fue bombardeada. Nosotros llegamos sanos y salvos.

¿A ESPAÑA O A PARÍS? Nos quedamos tres o cuatro días en Bordeaux y antes de que llegaran los alemanes nos fuimos adonde estaba mi papá. Era un pueblito: Sept Fonds, al norte de Toulouse. Ahí mamá consiguió un departamento y mi papá venía a visitarnos. El 22 de junio se hizo el armisticio y ese pueblo quedó en la zona “libre”. Mi mamá pensó que estando los alemanes en París, no estábamos seguros y lo mejor sería escaparnos a España que nos quedaba cerca. Mamá lo tenía claro, papá no. No quiso ir a España, quería volver a París porque ahí teníamos el departamento, nuestras costumbres, vivíamos bien. Además, las noticias que teníamos indicaban que no iba a pasar nada. Mamá quería quedarse en el pueblito y la dueña de la casa que alquilábamos dijo que podíamos quedarnos a trabajar. Pero volvimos a París.

EL PIS. En Sept Fonds recuerdo que me decían que hiciera pis solo, ahí o en cualquier lado. Yo tenía mucho cuidado en hacerlo así. Cuando estaba con otros chicos me tapaba con la mano, disimuladamente. En ese momento, no tuve problemas con nadie, nadie me descubrió, después sí.

Micheline (14 AÑOS)

LA COLONIA DE VACACIONES. En septiembre del 39 estaba en una colonia de vacaciones judía como se acostumbraba. Cuando se declaró la guerra, salió una ley que ordenaba que todos en la colonia tendrían que quedarse donde estaban y que ninguno de los chicos podría volver a París. Pensaban que las ciudades grandes serían bombardeadas y que era más seguro quedarse allí. Nos mudamos de la colonia a la alcaldía, me acuerdo que hacía frío y no había carbón para calentarnos. Teníamos una maestra que era una mujer austriaca. Me parecía lindo el hecho de quedarme más tiempo. Nos dijeron que íbamos a tener que ayudar un poco a lavar los platos y con la limpieza. No lo recuerdo como algo angustiante, más bien como un juego. Cerca de la alcaldía había una fuente, entonces la gente que no tenía agua en la casa la iba a buscar con un balde. Íbamos a buscar el agua y la llevábamos con una palangana. Era toda una diversión.

Me acuerdo que en las calles había alto parlantes que reproducían el discurso de Hitler, esa manera de gritar que tenía te daba miedo, te ponía la piel de gallina. Cuando se entregó una parte de Francia, la gente decía que con tal de que no hubiera guerra no importaba nada.

DE VUELTA EN PARÍS. Volví a París en diciembre. Cuando llegué a mi casa con la señora que me acompañaba, mi madre no me reconoció, con el pañuelo que tenía en la cabeza y unos zuecos de madera que me había traído del campo. Fui al colegio de vuelta, empezamos a tejer cuadraditos de lana para los soldados de las colonias de África, que estaban en el frente, los voluntarios. Cada clase tenía apadrinado a uno o dos soldados. Hasta que entraron los alemanes no nos faltaba nada. Mi papá se fue de voluntario a la guerra. Como era muy flaco lo mandaron de vuelta a casa en tres semanas.

La República de Vichy, la Francia “libre”

Desde 1940 a 1944, casi todo el territorio francés estaba ocupado por los nazis. Solo una franja en el sur del país, Vichy, quedó libre del dominio alemán. Sin embargo, el gobierno de lo que se conoció como la República de Vichy, o la “Francia libre”, liderado por el mariscal Philippe Pétain, era igualmente antisemita. Aprobó el Estatuto del Judío que definía al judaísmo como una raza y apar taba a los judíos de los puestos con autoridad. Además, se los registró con sus direcciones, trabajos y bienes. La palabra juif diferenciaba a sus car tillas de racionamiento y a sus documentos de identidad. Sus propiedades les fueron expropiadas por la obligada “arianización”. Treinta mil judíos fueron llevados a campos especiales franceses donde murieron 3 mil en las condiciones más deplorables. Una tercera par te de los 84 mil judíos depor tados de Francia durante la guerra procedían de la zona “libre”.

Francis (15 AÑOS)

CAMINO AL SUR. Cuando los alemanes invadieron Bélgica el 10 de mayo del 40, mi padre se dio cuenta enseguida de que estábamos en una ratonera: teníamos a Alemania de un lado y del otro, los alemanes avanzaban sobre Francia por el lado de Bélgica. Por lo tanto decidió que nos escapáramos. Alquiló un vagón y lo llenamos de muebles y de mercaderías y lo enviamos hacia el Sur. Pero hubo un error de cálculo porque los alemanes llegaron hasta ese lugar, con lo cual cargamos todo lo que pudimos en el auto para avanzar más hacia el Sur, hacia España, y tuvimos que dejar nuestras pertenencias. O sea que, cuando se firmó el armisticio el 25 de junio del 40, estábamos en zona “libre”, pero nuestros bienes en zona ocupada.

ROANNE. Estábamos cerca de Toulouse, a 200 kilómetros de la frontera española. Era una zona muy pobre, de pocos recursos, mis padres eran gente que vivía de su trabajo, no teníamos reservas. La cosa se alargaba, así que volvimos a Roanne cerca de Lyon, una zona más cercana adonde habían quedado nuestras cosas y donde papá conocía más gente. Era octubre del 40, yo ya tenía 16 años.

LA ESCUELA. Establecidos allí, mi hermana, de doce años, empezó a ir al colegio y yo a una escuela comercial. Nunca sufrimos discriminación, en la escuela comercial la directora sabía mi apellido y nunca tuve problemas. Por el contrario, me conseguía pequeños trabajos que me ayudaban a sobrevivir.

LA PUERTA. En casa la situación económica era difícil así que cuando terminé primer año entré como cadete en un centro de distribución. Me presenté al dueño y me tomó quince días a prueba y después me dijo que me podía quedar. También me dijo que cualquier problema que surgiera ahí, tenía que pasar por una puerta que daba a su departamento. O sea que me indicaba un camino de salvación por si surgía algún peligro, cosa que después efectivamente sucedió y gracias a esa puerta logré escapar.

Maurice (1 AÑO)

SENTIRSE FRANCÉS. Salimos de Sedan, que estaba en territorio ocupado por los nazis, y llegamos a Niort en el 39, al sudoeste, ya en la zona “libre”. No guardo ningún recuerdo de los preparativos, ni del viaje, ni de la llegada, ni nada. Mi hermano, que era mayor, recuerda que había una gran plaza que se llamaba Jardin L’Abreche, donde mi papá iba con él a pasear y hablaba con los alemanes. Mi papá jugaba a la beulotte con sus amigos en un café, que es un juego francés de cartas. Mi padre se sentía francés, por eso no se fue de Niort cuando tendría que haberlo hecho. Se ve que la amenaza era vivida todavía como un asunto controlable.

VECINOS SOLIDARIOS. En el 42 se empiezan a llevar a los judíos en Niort. Apenas vinieron los alemanes a arrestarlos, mi mamá nos dejó en lo de unos vecinos. No sé si les dijo que nos íbamos a quedar solos. Ellos nos llevaron a su casa, que era un primer piso, y tenían un negocio de droguería abajo.

EL CERTIFICADO MÉDICO. A mis padres los arrestaron, pero no fueron deportados en ese momento. Mamá perdió la razón, se volvió loca y estuvo unos días en lo de unos vecinos. Papá fue hospitalizado para un tratamiento gracias al médico que se presentó a la jefatura ni bien supo de su detención. Le dio un certificado que decía que no era apto para deportación, que fue lo mismo que se hizo con nosotros. Mi mamá quedó internada durante toda la guerra en un centro psiquiátrico.

LOS BALCANES

Más de 550 mil judíos de Rumania, Yugoslavia, Grecia y Bulgaria murieron durante la Segunda Guerra Mundial, aunque las circunstancias fueron diferentes en cada uno de los países.

Rumania

Las matanzas en Rumania fueron especialmente bárbaras. Los soldados alemanes, rumanos y ucranianos barrieron los territorios rumanos de Bucovina, Besarabia y Transnistria. Se estima que murieron 420 mil judíos rumanos.

Anushka (10 AÑOS)

LA INVASIÓN RUSA. Tuvimos que alojar a los rusos en nuestra casa. Mamá, a costa de su salud ya precaria, procuraba que tuviéramos una relación fluida con ellos, no los trataba como ocupantes ni como invasores solo para facilitar nuestra convivencia y para que ellos fueran cordiales. Se hacían su comida en nuestra cocina y en esos breves momentos se mostraban amigables.

Durante los primeros días de la ocupación no salíamos. Todos vivíamos con muchísimo miedo de ser incluidos en alguna lista negra y deportados a la temida Siberia. Se hablaba de Siberia como del infierno. Sabíamos que hacía un frío insoportable y que era un lugar de castigo para los propios rusos que no habían adherido al régimen comunista. Sabíamos que allí se podía morir durante los inviernos.

ANTICIPOS. Pronto comenzaron a escasear la comida y la ropa. Como todavía no sabíamos lo que era tener hambre de verdad, en aquel momento nos pareció insoportable. Durante las madrugadas algún fantasma rumano escribía en las paredes céntricas una leyenda fatídica: “Jidani a Palestina”, judíos a Palestina. Jidani era entonces un término peyorativo e injurioso, como lo es judiada en español.

Yugoslavia

Yugoslavia fue dividida en abril de 1941. Los judíos del territorio se repartieron entre Hungría, Italia, Alema nia, Bulga ria y el estado independiente de Croacia, diri gido por el fascista Ante Pavelic. Allí, el movimiento naciona lista Ustasha adquirió mucho poder y los croatas masa craron a medio millón de serbios y judíos. El anuncio oficial publicado en serbocroata y alemán fue: “Todos los judíos deben registrarse ante la Policía de la ciudad el 19 de abril antes de las ocho de la mañana. Los judíos que no cumplan con este mandato serán fusilados”. Más del 80 por ciento de los 80 mil judíos de Yugoslavia fue asesinado por los nazis y el Ustasha.

Alberto (5 AÑOS)

PAPÁ BORRACHO. Cuando empezó la guerra mi papá estaba en una cantina y mi mamá me mandó a buscarlo, porque a ella no le gustaba que tomara alcohol. Estaban tomando vino, slibovitsa, cantaban y gritaban porque estaban de acuerdo en pelear contra los alemanes. Cuando vi a mi papá quedé impresionado. Lo quería llevar para afuera porque no quería verlo así. Él se dejó y fuimos a casa, esto me dejó muy mal porque no lo había visto nunca en este estado. Al poco tiempo fue a pelear como voluntario, pero Yugoslavia perdió.

BIELINA OCUPADA. Papá quedó no sé dónde y mamá se comunicó con él para que no volviera porque Bielina estaba llena de alemanes, la situación era mala porque ya se llevaban a los judíos. En todas las casas había un maguén David o una “J” que indicaba que era una casa de judíos.

Estas marcas las habían puesto los croatas, ellos marcaban las casas. Cuando entraron los alemanes desapareció Yugoslavia y pasó a ser la República Independiente de Croacia, un gobierno títere de los alemanes. Todos estábamos obligados a llevar un brazalete con un maguén David de fondo amarillo y la estrella negra. También se llevaba un círculo de chapa que se ponía en el pecho con la “J” que significaba judío. Todos ya estábamos marcados. Entonces mamá le dijo a papá que no volviera porque ya habían empezado a saquear el negocio y la casa.

MAMÁ VIOLADA. Yo estaba todo el tiempo con mi mamá. Incluso cuando la violaron. La primera vez, cuando la violó el jefe de la Gestapo. Entraron a la noche en la casa, la llevaron a un cuarto. Yo ahí todavía no entendía bien qué pasaba. Tenía cinco años. Después cuando volvió mi papá, una noche estábamos durmiendo –yo como era chiquito dormía entre ellos– y entró la Gestapo a los gritos. Mi mamá le dijo algo en dyudeo a mi papá, pero entraron estos delincuentes y le pusieron un revólver en la cabeza a mi papá y a mi mamá la violaron todos. He visto muchas veces las violaciones de mi pobre madre. No entendía que mi mamá hacía eso para salvarnos y le decía que era una puta. Yo le contaba a mi papá lo que pasaba, pero él no podía hacer nada.

VOLVÍ A LLORAR. Nosotros estábamos prisioneros a puertas abiertas. Pero era común que mataran a los judíos en las puertas de las casas. Sé del caso de una mujer embarazada que tenía un nene chiquito y que los mataron a los dos con la punta de la bayoneta. También era común que matasen a los campesinos serbios.

Muchas veces al recordarlo lloraba, pero después ya no hasta que pasaron muchos años. Una vez que mi hijo se descompuso, muchos años después, lloré con la misma desesperación.

LA MUERTE ERA HABITUAL. Yo me sentía más o menos a salvo pero los demás no. Yo no tenía miedo, me parecía que algo malo pasaba, le tenía odio a todo ser humano. A lo único que le podía tener confianza era a un animal, no a las personas. Era solo muerte, el día no se terminaba sin ver muertos. Habrá durado un año y medio, desde mediados del 41 hasta fines del 42. Sufrimos muy bajas temperaturas de 20 grados bajo cero, no teníamos cómo calentarnos, ni podíamos comprar comida porque a los judíos no se les permitía.

PAPÁ SE PRESENTÓ. Cuando volvió del frente mi papá trabajaba de barrendero mientras mi mamá iba a lavar la central de la Gestapo. Yo siempre a la mañana estaba con mi papá. A los mayores y a los chicos los mataban en la puerta. No eran siempre los alemanes, también los croatas, que en algunos tiempos fueron más sanguinarios. Todo esto eran ajustes de cuentas entre serbios y croatas. Dieron la orden de que los hombres se presentaran para deportarlos a los campos. Mi papá fue voluntariamente con mi tío a pesar de que mi mamá le dijo que se escapara. Pero no quiso. Fue, besó la mezuzá6 y dijo que con sus hermanos habían decidido que no se iban a humillar huyendo. Tenían que llevar el brazalete con el maguén David amarillo, y ellos lo bordaban con viruta de oro, como una señal de orgullo. Era tal la locura, creían que se desquitaban con esto.

El día que fue al campo yo lo acompañé. En el camino un tipo nos orinó y nos escupió, pero mi papá dijo que lo dejara y seguimos. Esto me dejó muy marcado.

Hungría

Todavía a comienzos de 1944, los 725 mil judíos de Hungría parecían estar a salvo. No creían que lo sucedido a los judíos de Alemania, Francia y Europa Oriental les pasaría también a ellos.

El 19 de marzo de 1944 las fuerzas alemanas invadieron y ocuparon Hungría. Antes de que se confiscaran todas las radios, era este el medio por el que se recibía la información. Junto con los anuncios sobre los lugares que serían bombardeados, para que la gente pudiera protegerse adecuadamente, comenzaron a difundirse proclamas anti judías cada vez más abiertas y hostiles, contrariando el clima aparentemente amigable que había reinado hasta ese momento. Se pusieron en marcha los planes para la aniquilación de los 725 mil judíos que en su mayoría no habían sido combatidos hasta ese momento. Desde el 15 de mayo hasta el 9 de julio, más de 430 mil judíos húngaros fueron deportados a las cámaras de gas de Auschwitz.

Kati (9 AÑOS)

SOLO ME ACUERDO DEL MIEDO. La cosa empezó para mí cuando Hitler hizo volver a la Freulein, mi niñera, a Alemania, en el 39 más o menos, todo empezó a cambiar. Pero lo más serio fue en el 42, cuando a mi papá lo convocaron. A mi tío, el joyero, lo llevaron a Rusia con el ejército húngaro, que estaba aliado con el alemán. A mi papá lo mandaron a un campo de trabajo en la frontera con Rusia. Tenía muchísimo miedo, no sabía qué iba a pasar con mi papá si los rusos entraban, eran muy temidos, se contaban horrores de lo que hacían. Mi primera imagen de temor es de los rusos. A mamá le dieron un permiso especial para ir a visitarlo y me quedé con mi abuelo.

En el 42, tenía nueve años. No me acuerdo mucho, papá volvió pero no me acuerdo de eso. De esa época solo me acuerdo del miedo.

Tommy (17 AÑOS)

LOS QUE TRABAJABAN ESTABAN A SALVO. Cuando llegaron los alemanes a papá lo mandaron a un campo de trabajo. Nuestro hotel todavía funcionaba manejado por mi madre. Se decía que a los que trabajaban no les iba a pasar nada. Un amigo mío tenía un tío arquitecto que nos consiguió trabajo a mí, a mi amigo y a su hermano en una fábrica en construcción. Yo lo disfrutaba, una vez que terminaba el horario de trabajo íbamos a conciertos y salíamos.

EL PRIMER BOMBARDEO. Después vino el primer bombardeo que nos agarró en la fábrica. Fuimos al bunker bajo tierra pero al lado de la entrada había un tanque de petróleo y pensamos que si caía una bomba ahí se inundaba el sótano y nos ahogábamos. Entonces no entramos, saltamos el cerco y nos quedamos afuera. Desde ahí vimos venir los aviones y cómo cayó una bomba que hizo estallar los tanques de petróleo. Mis padres escucharon por radio que yo estaba en la fábrica y se asustaron. Volvimos a casa a pie porque estaba todo bombardeado. Desde ese momento mis padres no me permitieron ir más a la fábrica.

EL LENTO TOBOGÁN. Unos meses después vino lo de la estrella. Como se prohibió a los judíos tener servidumbre cristiana, tuvimos que dejar el hotel porque no se podía atender. Dejamos a una persona de confianza y nos fuimos a vivir a otro lado. Yo ayudaba con las mudanzas. Fuimos al edificio donde vivía la prima de mi madre con la abuela y mis dos primas mellizas. Era una zona en donde vivían muchos judíos de buena posición y conseguimos dos habitaciones. Teníamos una habitación para mis padres y yo dormía en el living. Una señora refugiada que vivía en el hotel vino también a vivir con nosotros.

Ya no había escuela para nadie. A pesar de todo la pasamos relativamente bien, se formó un grupo de jóvenes y teníamos un tocadiscos en el que escuchábamos el único disco que teníamos, que era de Mozart. En el edificio vivía una chica nadadora que se entrenaba subiendo y bajando por las escaleras; sobrevivió y llegó a campeona mundial de natación.

Pasamos así un año, desde mayo del 44 hasta el 20 de octubre, cuando cambió el gobierno y la situación de los judíos. En octubre nos llamaron a los judíos de entre 16 y 60 años para ir a los campos de trabajo. Ahí empezó otra historia.

1 Estrella o escudo de David.

2 Refugio subterráneo contra bombardeos.

3 Grupo de elite militar nazi comandado por Heinrich Himmler. Comenzó como guardia personal de Adolf Hitler y terminó siendo la fuerza encargada de instrumentar la “solución final” al “problema judío”.

4 Herty era chica para saberlo pero el 8 de octubre se produjo un pogrom en Bratislava donde habitaban alrededor de 17 mil judíos.

5 Algunos chicos tenían la gran contra de tener un aspecto físico que los denunciaba como judíos. Especialmente en Polonia, pero no solo allí, las características físicas atribuidas a los judíos (morochos, ojos oscuros, pelo enrulado, narices ganchudas, orejas paradas, baja estatura, miopía) hacían imposible que pasaran inadvertidos aquellos que lo parecían. Para asumir una nueva identidad y no ser descubierto, era una condición necesaria la apariencia física. Quienes tenían las mayores oportunidades eran las nenas (los varones judíos son circuncidados a la semana de nacer) de pelo rubio y lacio, de ojos claros y de nariz y orejas pequeñas.

6 Pequeña cajita que contiene un rollo de papel en el que figuran dos pasajes bíblicos. Se coloca en el marco de la puerta de entrada y en los de las puertas interiores de los hogares judíos.

Los niños escondidos

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