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BORISTÉNICO, QUE DIÓN PRONUNCIÓ EN SU PATRIA

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Me encontraba casualmente de visita en Borístenes 1 durante [1] aquel verano en que llegué por mar después de mi destierro para dirigirme, si podía, hasta el territorio de los getas a través de Escitia, con la intención de observar cómo eran allí las cosas. Y me estaba dando un paseo a lo largo del Hipanis 2 hacia la hora en que el ágora está llena 3 . Pues aunque la ciudad ha tomado el nombre del Borístenes por la belleza y grandiosidad del río, sin embargo, está situada a orillas del Hipanis. Tanto la ciudad moderna como la anterior están en esa posición, no mucho más arriba del denominado promontorio Hipolao en la ribera de enfrente 4 .

[2] Esta parte del territorio, por donde confluyen los ríos, es afilada y firme como el espolón de un navío. Pero a partir de aquí forman ya los ríos una especie de laguna hasta el mar en una extensión de cerca de doscientos estadios. No es menor la anchura de los ríos por esa zona. La mayor parte es terreno pantanoso, y en el buen tiempo suele haber calma constante como en una laguna. Por su parte derecha, se nota que es un río, y los que navegan por él calculan su profundidad por la corriente. De ahí que, gracias a la fuerza de su corriente, puede desembocar en el mar. Pues por el contrario, cuando sopla el viento del sur contra la desembocadura, se podrían formar [3] fácilmente bancos. Por lo demás, las orillas son pantanosas y están cubiertas de cañaverales y de árboles. Muchos de los árboles surgen también en medio del agua, de forma que parecen mástiles. Y ya se han equivocado algunos inexpertos al pretender dirigirse a ellos como si fueran naves. Por esa zona, existe gran cantidad de salinas 5 , en donde compran sal la mayor parte de los bárbaros, así como los griegos y los escitas que habitan el Quersoneso Táurico 6 . Estos ríos desembocan en el mar junto a la fortaleza de Alector 7 , que pertenece, según se dice, a la mujer del rey de los saurómatas 8 .

La ciudad de Borístenes, por lo que al tamaño se refiere, [4] no se corresponde con su antigua fama a causa de los continuos asedios y las guerras. Pues por estar situada desde hace ya tanto tiempo en medio de los bárbaros, y posiblemente de los bárbaros más belicosos de todos, siempre está sufriendo guerras, y muchas veces hasta ha sido conquistada. La última conquista y la más importante sucedió no hace más de ciento cincuenta años. Los getas la tomaron también en una ocasión junto con las otras ciudades situadas en la orilla izquierda del Ponto hasta Apolonia 9 . Por ello, los intereses [5] de los griegos de esta zona quedaron muy menguados, porque las ciudades o no se constituyeron o no lo hicieron de forma correcta. Además, muchísimos bárbaros se congregaron en ellas. En realidad, se dieron muchas conquistas de ciudades en otras muchas partes de Grecia, ya que Grecia estaba diseminada por varias regiones 10 . Los boristenitas, después de verse conquistados entonces, volvieron a reconstruir la ciudad, pues se lo permitieron los escitas, al parecer, ya que tenían necesidad del comercio y de que los griegos pudieran arribar hasta allí. Pues, en efecto, habían cesado de llegar por barco mientras la ciudad estaba devastada, porque no encontraban gente de su lengua que los acogiera y porque los escitas o no consideraban importante o no sabían organizar su propio comercio a la manera griega.

[6] Señal de aquella devastación es la mala calidad de las edificaciones y el que la ciudad quedara reducida a pequeño tamaño. Pues está construida junto a una parte del antiguo recinto, en donde permanecen algunas torres, no muchas, que no guardan proporción con el tamaño y el poder de la ciudad. La zona interior queda encerrada por aquel lugar con las casas que no dejan espacio libre. A lo largo se ha construido una pequeña muralla muy baja y frágil. Algunas de las torres están muy alejadas de la parte habitada ahora, de modo que no es posible siquiera imaginarse que formaron parte de aquella única ciudad. Éstas son señales evidentes de aquella devastación, pero también lo es el que ninguna de las estatuas que había en los templos haya permanecido intacta, sino que todas han sido dañadas, como también las de los monumentos sepulcrales.

[7] Pues, como decía, me encontraba casualmente paseando delante de la ciudad, cuando algunos de los boristenitas salían a verme según su costumbre. Luego, pasó en primer lugar a mi lado Calístrato, jinete sobre su caballo, como quien llega de fuera. Y pasando un poco adelante, se bajó, entregó el caballo a su criado, y él se acercó muy gentilmente con las manos ocultas bajo el manto 11 . Llevaba ceñida una gran espada de las de los caballeros, y vestía unos pantalones anchos 12 y el resto de la vestimenta de los escitas. De sus hombros colgaba un pequeño manto negro, muy fino, como es costumbre entre los boristenitas. Los otros vestidos que éstos usan son generalmente negros por influjo, creo yo, de un grupo de escitas llamados por los griegos «Túnicas Negras» 13 .

Calístrato tenía unos dieciocho años, era hermoso y alto, [8] con mucho de jonio en su aspecto. Se contaba que era un valiente en asuntos de guerra, y que había matado a muchos saurómatas, y a otros los había hecho prisioneros. Se había interesado también por la retórica y la filosofía, de tal manera que tenía deseos de hacerse a la mar conmigo. Por todas estas cosas, gozaba de prestigio ante sus conciudadanos, particularmente por su belleza, con lo que tenía muchos enamorados. Esta costumbre, la de los amores entre varones, les ha quedado como heredada de su ciudad de origen 14 . Tanto que corren el riesgo de arrastrar incluso a algunos bárbaros, y no con buen fin, sino como adoptarían aquéllos tales prácticas, de forma bárbara y no sin insolencia.

Sabiendo, pues, que era aficionado a Homero, traté de [9] informarme inmediatamente sobre el tema. Pues prácticamente todos los boristenitas están interesados por el poeta 15 , quizá porque siguen siendo aun ahora belicosos, aunque también posiblemente por su buena disposición para con Aquiles. Pues lo aprecian sobremanera, y le han erigido un templo en la isla que llaman de Aquiles, y otro en la ciudad. Hasta el punto de que no quieren oír hablar de nadie más que de Homero. Por lo demás, aunque no hablan el griego correctamente por habitar en medio de bárbaros, sin embargo, casi todos se saben la Ilíada de memoria.

[10] Le dije, pues, bromeando: «Calístrato, ¿cuál te parece a ti mejor poeta, Homero o Focílides?» 16 . Y él, sonriendo, respondió: «Pero, si no conozco ni siquiera el nombre del otro poeta; y pienso que tampoco ninguno de éstos. Además, nosotros no consideramos poeta a nadie más que a Homero, y no hay persona que no lo conozca. Sólo de Homero se acuerdan nuestros poetas en sus composiciones, y acostumbran a recitarlo en cualquier ocasión. Siempre, cuando las tropas se disponen a entrar en batalla, las exhortan con sus poemas, como cuentan que ocurría en Lacedemonia con los de Tirteo 17 . Pues todos ellos están ciegos, y no creen simplemente que se pueda ser poeta de otra manera».

[11] Yo respondí: «Entonces, es que sus poetas disfrutan de Homero como si tuvieran inflamados los ojos 18 . En cuanto a Focílides, vosotros no lo conocéis, según tú dices, pero se ha convertido en uno de los más famosos poetas. Pasa lo mismo que cuando algún comerciante arriba a vuestro puerto por primera vez; no lo despreciáis en seguida, sino que después de gustar su vino o de tomar pruebas de cualquiera otra carga que transporta, si os agrada, la compráis, y si no, la dejáis. Del mismo modo, añadí, tú puedes tomar una prueba de la poesía de Focílides en un momento. Pues no es [12] de aquellos que construyen poemas largos e interminables, como vuestro poeta, que describe una sola batalla con más de cinco mil versos 19 . En cambio, Focílides, con dos o tres versos, da principio y fin a un poema. Hasta el punto de que añade su propio nombre junto a cada pensamiento, como quien piensa que se trata de algo interesante y muy importante. No como Homero, que en ningún lugar de su poesía se nombra a sí mismo. O ¿no te parece que Focílides añade con razón a [13] esta opinión y sentencia aquello de

Así dice Focílides: Una ciudad bien ordenada, sobre una roca

situada, aunque pequeña, es más grande que la insensata Nínive 20 .

¿No son estos versos preciosos en comparación con la Ilíada y la Odisea enteras para los que escuchan con atención? ¿O más bien os interesa oír sobre los saltos de Aquiles, sus ataques y su voz, porque con sólo sus gritos hacía huir a los troyanos? ¿Es que es más provechoso para vosotros aprender estas cosas que no aquello de que una pequeña ciudad situada sobre una roca escarpada es mejor y más feliz, si está bien organizada, que una ciudad grande edificada en una llanura lisa y abierta, si está gobernada sin orden ni concierto por hombres insensatos?».

[14] Calístrato, aceptando no de buen grado mis apreciaciones, dijo: «Extranjero, nosotros te apreciamos y te respetamos en gran manera; de lo contrario, ningún boristenita hubiera permitido que dijeras tales cosas de Homero y de Aquiles. Pues Aquiles, como ves, es nuestro dios; y a Homero, lo honramos prácticamente a continuación de los dioses». Entonces yo, tratando de tranquilizarlo y de llevarlo a la vez hacia un tema de utilidad, le dije: «Te ruego que me disculpes según aquello de Homero,

si he dicho ahora alguna inconveniencia 21 .

En otro momento, pronunciaremos el elogio de Aquiles y de Homero en la medida en que creemos que habló correctamente. [15] Pero por ahora deberíamos abordar el caso de Focílides, que, según mi opinión, habla muy hermosamente sobre la ciudad». «Pues hazlo», dijo, «ya que ves a todos éstos que desean escucharte, y, por eso, se han congregado aquí junto al río, aunque no en actitud muy tranquila. Pues seguramente sabes que ayer los escitas hicieron una incursión hacia el mediodía y mataron a algunos guardas que estaban distraídos, y a otros igualmente los hicieron prisioneros. Pero no tenemos ideas muy claras de lo sucedido, porque cuando huyeron se encontraban lejos, ya que no huyeron en dirección a la ciudad».

[16] Esto sucedió en realidad así. Las puertas de la ciudad estaban cerradas, y se había colgado sobre la muralla la señal de guerra. Sin embargo, estaban tan ávidos de escuchar a la manera de los griegos, que casi todos se presentaron con las armas, deseosos de oírme. Yo, alabando su disposición, les dije: «¿Queréis que vayamos a sentarnos a algún lugar de la ciudad? Pues posiblemente no todos pueden oírme ahora por igual cuando andan paseando; además, los de atrás tienen dificultades y molestan a los que están delante de ellos al apresurarse para acercarse más 22 ». Cuando esto [17] dije, se lanzaron todos al punto en dirección al templo de Zeus, en donde acostumbran a reunirse en consejo. Los más ancianos, los más conocidos y las autoridades se sentaron en círculo en asientos, mientras el resto de la gente asistía de pie. Pues había un gran espacio abierto delante del templo. Cualquier filósofo hubiera disfrutado grandemente con esta vista, porque todos estaban a la manera antigua, como dice Homero de los griegos, con largas cabelleras y luengas barbas; solamente uno de ellos estaba afeitado, y todos le ultrajaban y aborrecían. Se contaba que lo hacía no por otra cosa sino por adular a los romanos y por demostrar su amistad con ellos. Por ello, cualquiera podría ver en este caso lo vergonzoso de este comportamiento y cómo no es en modo alguno decente en los hombres.

Cuando se hizo la tranquilidad, dije que me parecía que [18] obraban correctamente poque, habitando en una ciudad antigua y griega, deseaban oír hablar de lo que es una ciudad. «Lo primero, dije, es conocer con claridad de qué va a tratar mi discurso. Porque así os daréis cuenta a la vez de cómo va a ser. Pues muchos hombres, añadí, conocen y usan el nombre de las cosas, pero desconocen la cosa misma. En cambio, las personas instruidas se preocupan de saber el significado de todo lo que dicen. Por ejemplo, todos los que hablan griego usan el nombre ánthrōpos 23 , pero si se les pregunta lo que es, quiero decir su contenido por el que significa eso y no otra cosa, no sabrían qué decir, sino que se señalarían a sí mismos o a otro, como hacen los bárbaros. Pero si se pregunta a un hombre experimentado qué es un ánthrōpos , responde que es un ser vivo mortal dotado de razón. Pues esto [20] es propio sólo del hombre y de ningún otro ser. De la misma manera, se dice que la ciudad es un grupo de hombres que habitan juntos y están gobernados por una ley. En seguida se ve que esta denominación no vale para ninguna de esas llamadas ciudades de gente sin razón y sin ley. Por lo tanto, tampoco el poeta hubiera podido hablar de Nínive como si fuera una ciudad, ya que está sumida en la locura. Pues del mismo modo que no es hombre aquel que carece de razón, así tampoco es ciudad aquella en la que no impera la ley. Pues no podría ser legal una ciudad insensata y desordenada.

[21] Quizás alguien podría entonces preguntar si, cuando los gobernantes y los jefes son sensatos y sabios, y el resto del pueblo es gobernado según el criterio de los jefes, conforme a las normas de la legalidad y la prudencia, debemos llamar a tal ciudad prudente y legal, y tenerla como una auténtica ciudad gracias a sus gobernantes. De la misma manera podríamos llamar musical a un coro porque su director tiene sentido musical, cuando los demás le siguen sin emitir ningún sonido al margen de la melodía, o si acaso, pequeñas [22] cosas imperceptibles. Pues lo que es una ciudad buena, formada enteramente de buenos elementos, nadie sabe ni que haya existido antes siendo perecedera, ni que sea posible imaginar que pueda existir en el futuro; a no ser una ciudad de dioses felices en el cielo, en modo alguno inerte y ociosa, sino vigorosa y en continuo progreso, bajo la guía y el mandato de los dioses, lejos de rencillas y fracasos. Pues no es de ley que los dioses tengan pendencias ni sufran derrotas, ni entre ellos mismos, ya que son amigos, ni frente a otros que sean superiores. Lo natural es que realicen sus obras con entera amistad y siempre en armonía unos con otros. Los más ilustres actúan con independencia, pero sin andar errantes de forma insensata por otros derroteros, sino danzando una danza feliz con inteligencia y perfecta prudencia 24 . El resto de los dioses se deja llevar por un movimiento común con una misma finalidad y un único impulso de todo el cielo.

Es ésta la única forma de gobierno o la única ciudad que [23] puede llamarse realmente feliz, la que está formada por la comunión de los dioses entre sí. Pero si uno se refiere a todo el mundo racional, puede incluir a los hombres con los dioses, del mismo modo que se dice que los niños forman parte de la ciudad junto con los varones, ya que son ciudadanos por naturaleza, y no porque comprendan y practiquen las funciones de los ciudadanos, ni entiendan de leyes, siendo como son ignorantes en la materia. Pero si partimos de las demás ciudades de cualquier lugar, que, prácticamente todas, están desorientadas y desordenadas en comparación con la perfecta rectitud de la bendita ley divina y de su correcta organización, tendremos abundancia de ejemplos 25 , para nuestro tema actual, de la ciudad que goza de un estado razonable en comparación con la que está totalmente corrompida. Es lo mismo que entre todos los enfermos, si comparamos al que tiene una ligera indisposición con el que se encuentra en una situación extrema.

Pues bien, yo me disponía a abordar un tema así en mi [24] discurso. Pero uno de los presentes, que era el más anciano y el de mayor dignidad, tomó la palabra en pleno discurso y dijo muy respetuosamente: «Extranjero, no consideres mi conducta como propia de un hombre maleducado o bárbaro, porque te he interrumpido mientras hablabas. Entre vosotros, no es costumbre hacerlo, porque hay una gran abundancia de discursos sobre filosofía, y cualquiera puede escuchar a muchos oradores hablar sobre cualquier tema que desee. Pero entre nosotros, ha sido como un milagro el que [25] tú hayas venido a nuestra ciudad. Pues llegan aquí generalmente griegos de nombre, pero que, en realidad, son más bárbaros que nosotros, comerciantes y traficantes, que importan telas de mala calidad y vino malo, y se llevan de aquí productos en nada mejores. Parece como si el mismo Aquiles te hubiera enviado hasta nosotros desde su isla 26 . Por eso, te vemos con todo agrado, y con todo agrado escuchamos lo que nos digas. No pensamos, sin embargo, que te vayas a quedar mucho tiempo, ni lo queremos, sino que deseamos que vuelvas a tu casa en buen estado y lo más [26] pronto posible. Pero ahora, puesto que has abordado en tu discurso el gobierno de los dioses, me encuentro extraordinariamente entusiasmado, y veo que todos éstos están igualmente excitados con el tema. Pues tenemos la impresión de que lo que has hablado sobre el asunto ha estado magnífico, lleno de dignidad y tal como a nosotros más nos gustaba escuchar. Porque no somos expertos en esta refinada filosofía; en cambio, como sabes, somos muy aficionados a Homero, y algunos, aunque no muchos, a Platón. Entre éstos, como ves, me encuentro yo; y me dedico a la lectura de sus obras siempre y en la medida en que puedo. Sin embargo, quizás parezca extraño que el más bárbaro de los ciudadanos se goce con la presencia del hombre más griego y más sabio. Como si alguien que estuviera casi ciego apartara la vista de cualquier luz, y dirigiera la mirada hacia el mismo sol.»

«Eso nos pasa a nosotros. Pero tú, si quieres hacernos a [27] todos un favor, deja a un lado el discurso acerca de la ciudad mortal, a ver si nuestros vecinos nos dejan tranquilos mañana y no tenemos que enfrentarnos a ellos, como ya hace mucho tiempo tenemos por costumbre. Y dinos dónde está y cómo es la ciudad o la organización, como prefieras llamarla, de los dioses utilizando un lenguaje lo más cerca posible de la nobleza de expresión de Platón, tal como hace un momento nos pareció que hacías. Pues aunque no entendamos de otra cosa, entendemos al menos por la práctica que tu lenguaje suena bastante cercano al de Homero.»

Yo me alegré grandemente de la sencillez del anciano, y [28] sonriendo le dije: «Querido Hierosón 27 , si ayer, cuando los enemigos os atacaban, me hubierais recomendado que, tomando las armas, luchara como un Aquiles, os hubiera obedecido en una de las dos cosas, pues hubiera intentado combatir a favor de unos hombres amigos; pero en lo segundo, lo de luchar como Aquiles, creo que no hubiera podido por más que lo hubiera deseado ardientemente. Pues ahora, de las dos cosas que me pides, haré una: intentaré pronunciar mi discurso a mi manera del mejor modo que yo pueda:

No intentaré rivalizar con hombres próceres 28 ,

ni con Platón ni con Homero. Pues tampoco, según dice el poeta, fue provechoso para Eurito el hecho de rivalizar con superiores 29 . A pesar de todo, añadí, no ahorraré esfuerzos». [29] Una vez que terminé de decir estas cosas a aquel hombre, no me volvieron a molestar, y yo proseguí con la mente puesta de modo especial en Platón y en Homero.

Hay que escuchar, añadí, el tema de la ciudad entendiendo que los nuestros no definen abiertamente el mundo como una ciudad 30 . Pues esta opinión estaría en contra de nuestro discurso sobre la ciudad, ya que, como he dicho, ellos definen la ciudad como un conjunto de hombres. Y posiblemente no sería ni conveniente ni verosímil decir que el mundo es a la vez básicamente un ser vivo, y luego andar [30] diciendo que es una ciudad. Porque nadie, creo yo, podría aceptar que lo mismo es a la vez una ciudad y un ser vivo. Pero, dado que el universo está repartido y dividido en muchas formas de plantas y seres vivos tanto mortales como inmortales, y también de aire, tierra, agua y fuego, habiendo no obstante algo común a todas las cosas y estando todo gobernado por un mismo espíritu y fuerza, los estoicos comparan en cierto modo la organización actual del mundo a una ciudad por la cantidad de seres que en ella nacen y desaparecen, e incluso, por el orden y la buena marcha de su administración.

[31] Este discurso, para decirlo con brevedad, se ha esforzado en armonizar la raza humana con la divina, y en comprender bajo un mismo tratado todo el mundo racional, pues encuentra que este principio de comunión y justicia es el único firme e indisoluble. Pues según esto, por Zeus, no podría llamarse ciudad la que se encuentra con dirigentes malos y mezquinos, ni la que está esquilmada por tiranías, democracias, decarquías, oligarquías y otras semejantes calamidades, ni la que está metida en revoluciones a todas horas, sino la que está gobernada por la más prudente y la mejor de las monarquías, y administrada según la ley con toda amistad y concordia. Eso es lo que el más sabio y anciano [32] arconte y legislador asigna a los mortales y a los inmortales. Él, que es el gobernador de todo el cielo, dueño y señor de todos los seres, lo expone de este modo y ofrece como ejemplo su propia administración de una situación feliz y dichosa. Los divinos poetas, alumnos de las Musas, le cantan himnos a la vez que lo denominan padre de los dioses y de los hombres.

Pues la raza de los poetas corre el riesgo de no estar [33] demasiado acertada acerca de las doctrinas sagradas, ni de expresar muchas veces con acierto estos temas. Más aún, tampoco están genuinamente iniciados según las normas y la ley de los iniciados, ni saben nada con claridad, por así decirlo, de la realidad del universo. Se parecen, sencillamente, a los servidores de los misterios que están fuera, en la puerta, adornan el vestíbulo y los altares que quedan a la vista, y preparan otras cosas por el estilo, pero nunca entran dentro. Por esta razón, se dan a sí mismos la denominación de «servidores de las Musas» 31 , no la de iniciados o la de cualquier otro nombre solemne. Por consiguiente, como ya [34] he dicho, es natural que los que están ocupados cerca de alguna ceremonia de iniciación, delante de las puertas, perciban algo de lo que pasa dentro, bien porque se oiga fuera alguna simple expresión secreta o porque se vea aparecer algún fuego. Y algunas veces a los poetas, me refiero a los muy antiguos, les llegaba una ligera voz de las Musas y un cierto soplo de naturaleza divina y de verdad 32 , algo así como un rayo de fuego que surgía de la oscuridad. Eso es lo que experimentaron Homero y Hesíodo cuando fueron poseídos [35] por las Musas. Más adelante, los que vinieron después sacaron a los escenarios y a los teatros su propia sabiduría y expusieron modelos imperfectos de ceremonias como hombres no iniciados para otros no iniciados. Pero, al ser objeto de admiración por parte de la mayoría, intentaron iniciar a la muchedumbre y levantaron de hecho tiendas públicas para los ritos báquicos en algunas representaciones trágicas de barrio 33 .

Todos estos poetas, al dios primero y más importante, lo llaman por igual padre y rey de todos los seres racionales. [36] Fiándose de ellos, los hombres edifican altares a Zeus rey, e incluso no dudan algunos en dedicarle el apelativo de padre en sus oraciones, ya que piensan que existe un principio así y una organización del universo. De modo que me parece que, por esa razón, no titubean en señalar el mundo entero como casa de Zeus 34 , si es el padre de todos los que lo habitan y ¡por Zeus!, también su ciudad, como nosotros la hemos designado por ser él quien tiene la autoridad principal. [37] Pues el nombre de reino se aplica con más propiedad a una ciudad que a una casa. Ahora bien, los que no llaman rey al que está por encima de todos los seres, tampoco podrían conceder que el universo está gobernado por un rey; ni los que admiten que está gobernado por un rey, podrían negar que forman parte de una comunidad política ni de que existe un gobierno monárquico del universo. Más aún, al conceder que es un gobierno, no tendrían problema en admitir que es una ciudad o algo semejante organizado políticamente.

Éste es el razonamiento de los filósofos, que pone de [38] manifiesto una positiva y benévola solidaridad entre los dioses y los hombres, y que hace partícipes de la ley y la política no a cualesquiera de los seres, sino a aquellos que están dotados de razón y sensatez. Introduce así una legislación mejor y más justa que la de Esparta, según la cual los ilotas no tienen ni siquiera la posibilidad de hacerse espartanos. Por eso, se pasan la vida conspirando contra Esparta 35 .

Hay otro mito que cantan los magos en las ceremonias [39] secretas de iniciación y que es motivo de admiración. Dedican, en efecto, himnos a este dios como el perfecto y principal auriga del más perfecto de los carros. Pues dicen que el carro del Sol es más reciente en comparación con aquél, y que es manifiesto a todos por cuanto su carrera se hace a la vista de todos. De ahí que haya conseguido fama universal, porque, al parecer, los poetas, empezando por los primeros, están hablando a todas horas de las salidas y las puestas de sol y explicando de la misma manera que los caballos están uncidos y que el Sol sube sobre su carro 36 .

En cambio, ninguno de los poetas de esta tierra ha cantado [40] himnos al carro fuerte y perfecto de Zeus, ni siquiera Homero o Hesíodo 37 , sino que se lo canta Zoroastro y los discípulos de los magos, que han aprendido con él. De Zoroastro, cuentan los persas que, por amor a la sabiduría y a la justicia, se apartó de la gente y vivió a solas en un monte; que ese monte se incendió al caer del cielo un gran fuego, y que estaba ardiendo sin cesar; que el rey en compañía de los más ilustres de los persas se acercaba con intención de orar al dios; y que aquel varón salió del fuego indemne, y se les mostró propicio mandándoles que tuvieran confianza y ofrecieran ciertos sacrificios por haberse dignado el dios venir a [41] aquel lugar. Después de estos sucesos, no solía relacionarse con todos, sino con los que estaban mejor dotados para entender la verdad y podían comprender al dios. Éstos son aquellos a quienes los persas llamaron magos, porque sabían cómo tratar a la divinidad; no como los griegos, que, por ignorancia del nombre, denominan así a hombres charlatanes 38 . Aquéllos, entre otras cosas que hacen, según los relatos sagrados, mantienen para Zeus un carro de caballos niseos 39 , que son los más hermosos y grandes que hay en Asia, y para el Sol, únicamente un caballo.

[42] Exponen el mito, pero no como nuestros profetas de las Musas, que explican cada detalle con mucho poder de persuasión, sino de manera muy presuntuosa. Pues dicen que hay un único conductor y auriga del universo, que actúa siempre con experiencia y poderío extremos, en movimiento incesante y en incesantes períodos de tiempo. Los recorridos de Helios y Selene, según dijeron, son movimientos de partes del universo; por eso, los hombres las perciben con mayor claridad. En cambio, la mayoría no comprende el movimiento y la marcha del universo, sino que ignoran la magnitud de la competición 40 .

Después de estos detalles, siento vergüenza de seguir [43] hablando sobre los caballos y la forma de llevarlos con las riendas, tal como ellos lo explican, pues no se preocupan en absoluto de mantener en todos los pasajes la coherencia de la imagen. Pues posiblemente, yo podría parecer absurdo si, en comparación con la forma griega y graciosa de cantar, me pongo a cantar una canción al estilo bárbaro. Y sin embargo, habrá que intentarlo.

Cuentan que el primero de los caballos, el más alto, sobresale infinitamente en hermosura, tamaño y rapidez, ya que, al ir por la parte de fuera, recorre la parte más larga de la carrera; es el que está consagrado al mismo Zeus. Es, incluso, un ser alado, de piel brillante, del más puro resplandor. En él se pueden ver claramente las marcas de Helios y Selene, unas en forma de media luna, otras de forma distinta, lo mismo que pasa, creo yo, con las marcas de nuestros caballos. Nosotros las vemos agrupadas como poderosas [44] centellas de fuego que se trasladan con brillante resplandor, pero todas con su movimiento particular. Los demás astros, que aparecen gracias al caballo de Zeus, todos como partes naturales suyas, unos se mueven con él en un mismo movimiento, y otros siguen otras órbitas. Y sucede que, entre los hombres, estos astros tienen cada uno su propio nombre 41 , mientras que los demás, considerados en conjunto, son agrupados en ciertas figuras y formas 42 .

[45] Ahora bien, el caballo más brillante y más adornado, el más querido de Zeus, celebrado así con himnos por los Magos, al ser el primero, recibió lógicamente los primeros sacrificios y honores. El siguiente después de él, y en estrecho contacto con él, es el denominado de Hera, de rienda dócil, manso y muy inferior en fuerza y rapidez. Es por su naturaleza de piel negra, pero la parte iluminada por la luz de Helios está radiante, mientras que la parte de sombra vuelve a [46] tomar el aspecto propio de su piel 43 . El tercer caballo, consagrado a Poseidón, es más lento que el segundo. De este caballo mitologizan los poetas diciendo que su imagen apareció entre los hombres, y es, según creo, el que llaman Pegaso, y añaden que hizo brotar una fuente en Corinto golpeando la tierra con el casco 44 . El cuarto caballo parece ser el más extraño de todos, sólido e inmóvil, no precisamente alado, de nombre Hestia 45 . Sin embargo, los magos no se apartan de la imagen, sino que aseguran que está uncido también al carro, aunque permanece en el mismo sitio mordiendo [47] su freno de acero. Por todas partes, le están oprimiendo, y los dos caballos que están más cerca se inclinan sobre él, dejándose caer simplemente y empujándole. El que está más hacia fuera va siempre el primero rodeando al que está inmóvil como el poste de giro en el hipódromo.

Generalmente, prosiguen en paz y amistad sin sufrir ningún daño unos de otros. Pero en una ocasión, después de tan gran lapso de tiempo y tan numerosos ciclos, cayó de lo alto un fuerte resoplido del primer caballo, particularmente fogoso, que calentó a los demás, y de manera más violenta, al último. El fuego quemó no sólo sus propias crines, de las que se sentía especialmente orgulloso, sino también el mundo entero 46 . Y cuentan que los griegos, recordando este suceso [48] como excepcional, lo relacionan con Faetonte, al no poder censurar la forma de conducir de Zeus, ni querer reprender la marcha de Helios. Por eso, cuentan que el auriga más joven, hijo mortal de Helios, deseando practicar un juego difícil y perjudicial para todos los mortales, pidió a su padre que le permitiera conducir su carro, y, dejándose llevar de forma desordenada, prendió fuego a todas las cosas, animales y plantas, y al final, se destruyó a sí mismo, alcanzado por un fuego todavía mayor 47 .

En otra ocasión, cuando en el correr de los años el potro [49] sagrado de las Ninfas y de Poseidón se encabritó, espantado y agitado más de lo acostumbrado, inundó de sudor a este mismo corcel, ya que lo tenía como compañero de yugo. Además, se enfrentó a una destrucción contraria a la anterior, al ser arrastrado por una gran inundación. Los Magos siguen diciendo que los griegos narran esta inundación, como si fuera la única, por su juventud y la debilidad de su memoria, y afirman que Deucalión 48 , que entonces era rey, los protegió para que no perecieran completamente.

[50] A los hombres, les parece que estos raros sucesos ocurren para su propia perdición, y no según la razón ni como parte del orden del universo. Pero se les oculta que estas cosas suceden por disposición del que cuida y gobierna el universo. Pues es lo mismo que cuando un cochero castiga a alguno de los caballos tirando de las riendas o picándole con el aguijón. El caballo se encabrita y se espanta, pero en seguida se porta como es debido.

Dicen que ésta es una forma de llevar las riendas que, aunque violenta, no produce la destrucción del universo [51] entero. También dicen que hay otra forma de movimiento y de cambio de los cuatro caballos, que se transforman e intercambian sus apariencias hasta que todos convergen en una única naturaleza, dominados por el que es superior. Sin embargo, también se atreven a compararla con la forma de llevar las riendas y de conducir un carro, para lo cual necesitan una imagen más extraña. Es como si un prestidigitador modelara unos caballos con cera, y luego quitara y raspara cera de cada uno de ellos y se la añadiera unas veces a uno y otras a otro, hasta que el final, habiendo gastado la cera de todos en uno, labrara una forma con toda la materia. [52] Sin embargo, este proceso no es como el del artesano que trabaja y transforma la materia de objetos inanimados como desde fuera, mientras que el cambio lo experimentan aquellos caballos mismos como si lucharan por la victoria en un combate grande y auténtico. La victoria y la corona pertenecen por necesidad al primero y mejor en velocidad, en valentía y en toda clase de virtud, aquel que llamamos al principio de estas palabras el extraordinario caballo de Zeus. Pues éste, por ser el más valiente de todos y fogoso por naturaleza, [53] agota rápidamente a los otros, como si realmente, digo yo, fueran de cera, en un tiempo no muy grande, pero que a nosotros se nos antoja infinito para nuestros cálculos. Y cuentan los Magos que, después de haber tomado la sustancia de todos para sí mismo, aparece mejor y más brillante que antes, y no por la ayuda de ninguno ni mortal ni inmortal, sino que él por sí mismo llegó a ser vencedor en la más importante competición. Y como era altivo y orgulloso, alegre con la victoria, ocupó el mayor espacio posible y tuvo entonces necesidad de una zona más amplia como consecuencia de su fuerza y de su ardor.

Llegados a este punto de su relato, los Magos andan [54] confusos sin saber qué nombre dar a la naturaleza de ese animal, criatura suya. Pues en este momento, es simplemente el alma de su auriga y amo, aunque más bien es el mismo entendimiento de esa alma y su capacidad de dirigir. Y así lo decimos también nosotros cuando honramos y veneramos al dios más grande con obras buenas y palabras devotas. Porque la inteligencia, abandonada a sí misma, llenó de sí [55] misma un lugar inmenso, por estar derramada en todas partes por igual, y no quedar en ella nada denso, sino totalmente sutil. Es entonces cuando se hizo más hermosa, y después de tomar la más pura naturaleza de una luz incontaminada, añoró su vida del principio. En efecto, enamorada de aquella función de llevar las riendas, el mando y la concordia no sólo de las tres naturalezas del sol, la luna y los astros, sino también sencillamente de los animales y las plantas, se sintió inclinada a engendrar, a distribuirlo todo y a fabricar el mundo actual haciéndolo desde el principio mucho mejor y [56] brillante, como nuevo que era. Y emitiendo un gran relámpago, no confuso ni sucio, como el que en invierno traspasa las nubes que avanzan con inusitada violencia, sino puro y sin mezcla alguna de oscuridad, realizó una fácil transformación con la velocidad del pensamiento. Acordándose de Afrodita y de la procreación, se tranquilizó y se relajó, y apagando mucho de su luz, se convirtió en aire inflamado de suave calor. Se unió con Hera y disfrutó del más perfecto amor. Y habiéndose reposado, emitió la semilla toda del universo. Éste es el feliz matrimonio de Hera y Zeus 49 , que celebran los hijos de los sabios en sus ceremonias secretas. [57] Y después de hacer fluida toda su esencia, como una sola semilla de todo el universo, se mueve por él como el espíritu que modela y labra en la generación. Entonces precisamente, se asemeja a la composición de los demás seres, en cuanto que no sin razón se podría decir que están compuestos de alma y cuerpo; y moldea y configura con facilidad las restantes cosas derramando a su alrededor su esencia de forma lisa y suave y emitiéndola toda con facilidad.

[58] Después de realizar y completar su tarea, dio a conocer desde el principio el mundo llegado a la existencia, agradable de ver y extraordinariamente hermoso, mucho más brillante de lo que actualmente se ve. Pues también todas las demás obras de los artesanos, cuando acaban de salir del arte y de las manos del que las ha hecho, son mejores y más brillantes; y las plantas más jóvenes son más lozanas que las antiguas, y parecen totalmente retoños nuevos. Igualmente, los animales son graciosos y agradables de ver después de su nacimiento. Y no sólo los más hermosos, como los potros, los terneros y los perros, sino también los cachorros de las fieras más salvajes. Porque la [59] naturaleza del hombre es indefensa y débil como la inmadura hierba de Deméter, la cual, cuando llega a la sazón del tiempo y de la madurez, es sencillamente un retoño mejor y más distinguido que el de cualquier otra planta. En cambio, cuando el cielo entero, —y lo mismo el mundo—, fue terminado en el principio, adornado por el arte más sabio y más noble, apenas salido de las manos de su hacedor, brillante y luminoso, resplandeciente en todas sus partes, no estuvo en momento alguno indefenso ni débil según la debilidad de la naturaleza de los hombres y de otros mortales, sino joven y lozano ya desde su mismo principio. Así, cuando su creador y padre lo vio, no se [60] alegró simplemente, pues ésta es una sensación humilde que se da entre seres humildes; se regocijó y se deleitó extraordinariamente

sentado sobre el Olimpo, se rió su corazón de gozo, cuando vio a los dioses 50

que ya existían y estaban presentes.

La forma que entonces tenía el mundo, me refiero a la lozanía y belleza de un mundo que siempre es extraordinariamente hermoso, no hay hombre que la pueda imaginar ni expresar dignamente, ni de los actuales ni de los antepasados, a no ser las Musas y Apolo con el ritmo divino de su [61] clara y suprema armonía. Por ello, dejémoslo también nosotros por el momento, ya que no hemos tenido pereza de ensalzar el mito en la medida de nuestras posibilidades. Pero si se esfuma la silueta del mito por ser un tema sencillamente elevado y evanescente, como los expertos en pájaros dicen que, cuando uno se eleva muy alto y se oculta entre las nubes deja la adivinación incompleta, no es justo que se me acuse a mí, sino a la pretensión de los habitantes de Borístenes, porque fueron ellos los que entonces me ordenaron hablar.


1 Borístenes, nombre tomado del río más importante de la región en la que se asienta la ciudad, recibe también el nombre de Olbia. HERÓDOTO , en IV 17-18, habla de su emplazamiento y de las tribus que habitaban aquella región.

2 El Hipanis es el actual río Bug, que baja de Ucrania para desembocar en el Mar Negro. HERÓDOTO (op. cit .) nos da noticias del río y de sus circunstancias. Allí, en efecto, los escitas cultivan trigo, pero no para comerlo sino para venderlo. Es la zona habitada por los escitas agricultores, con los que los griegos mantuvieron un activo comercio a través del Borístenes (Dniéper).

3 La expresión griega perí agoràn plḗthousan (cuando el ágora está llena) quiere decir «hacia media mañana». Los pueblos antiguos definían el tiempo con referencias a circunstancias de la vida diaria.

4 Según HERÓDOTO , el promontorio Hipolao es «la parte situada entre los dos ríos, por donde la tierra avanza como un espolón» (IV 53).

5 El Borístenes es, para HERÓDOTO (IV 53), el más útil de todos los ríos, excepción hecha del Danubio y del Nilo. Proporciona excelentes pastos para el ganado, cría abundantes y sabrosos pescados, Y junto a su desembocadura, la sal cristaliza espontáneamente en grandes cantidades.

6 Así se llamaba en la antigüedad la península de Crimea.

7 Lugar desconocido, pero que, por su significado, debía de ser un puesto fortificado de gran valor defensivo.

8 Habitaban los saurómatas, según HERÓDOTO (IV 21), junto al «ángulo interior de la Laguna Meótide (Mar de Azof) hacia el norte hasta 15 días de camino».

9 La orilla izquierda del Ponto (Mar Negro) es la occidental, y en ella estaba Apolonia, mucho más cerca ya del Bósforo, a unos 200 kms. de Bizancio (cf. HERÓDOTO , IV 90).

10 Dión refleja la opinión de los griegos, que consideraban a Grecia, más que como una unidad geográfica, el conjunto de los hombres que compartían la cultura griega.

11 No estaba bien visto entre los griegos llevar armas en público. En son de elogio, dice PLUTARCO que nadie vio a Foción con las manos fuera de la capa (Foción 4).

12 Esta forma de vestir era extraña a las modas griegas; sin embargo, es la que está reflejada en vestiduras usadas todavía por los hombres de la región.

13 Los «Túnicas Negras», según HERÓDOTO , no eran escitas, pero seguían sus costumbres (IV 107).

14 Dión se refiere a Mileto.

15 Los griegos son muy dados a distinguir a ciertos personajes con la etiqueta de que son los mejores. Así, se refieren a Homero llamándolo simplemente «el poeta».

16 Focílides es un autor de poesía gnómica, cuyas sentencias solían ir precedidas de la referencia: «También éste es un dicho de Focílides». Aunque la tradición situaba su florecimiento hacia el 544, todo indica que es anterior. Su pensamiento es cercano al de Solón y su obra parece aludir a la destrucción de Nínive, ocurrida en el 612 a. C.

17 Legendario poeta griego (s. VII a. C.), quien con sus cantos enardeció a los espartanos para lanzarse con ardor a la batalla durante la segunda guerra mesenia.

18 Es conocida la tradición de que Homero era ciego. Así suele interpretarse la descripción que el poeta hace de Demódoco en la Odisea VIII 62-64.

19 Los relatos de batallas son, en Homero, prolijos y por demás detallados. Pueden verse, por ejemplo, los cantos XI y XXI.

20 «Ciudad grande», según la profecía de Jonás (1, 2) y paradigma de impiedad. Estaba situada en la orilla oriental del Tigris, frente a la moderna Mossul.

21 Ilíada IV 362-363.

22 La descripción no puede ser más plástica. Al parecer, la reunión era un tanto informal y no era, lo que se dice, modelo de organización.

23 Ánthrōpos significa en griego «hombre», «ser humano».

24 Dión está hablando de los dioses identificándolos con las estrellas, cuya danza es una idea corriente entre los griegos, particularmente en PLATÓN (Epinomis 982e y Timeo 40c).

25 Una de las características del estilo de Dión es su costumbre de ilustrar sus enseñanzas con ejemplos. En este mismo contexto, habla del coro de música, de los niños y de los enfermos.

26 Se trata de la isla que llevaba el nombre de Aquiles y a la que alude Dión en el § 9 de este mismo discurso.

27 No sabemos quién pueda ser este personaje. Sólo sabemos que en una inscripción que habla de Borístenes, se hace mención de un tal Hierosón (Corp. Inscr. Graec ., 2, 2077).

28 Odisea VIII 223.

29 En los versos 224-228 del mismo canto de la Odisea , cuenta el poeta cómo el gran Eurito murió por haber rivalizado con Apolo en el disparo con arco.

30 Dión profesaba, en términos generales, la doctrina de los estoicos. Es, pues, a los estoicos a los que se refiere cuando habla de «los nuestros».

31 HESÍODO , Teogonía 99-101.

32 Es bien conocido el pasaje de PLATÓN , en el que explica el carácter de la inspiración poética como una especie de posesión divina. El poeta compone no por arte, sino por participación divina (Ión 533e-534e)

33 Dión contrapone el secreto con que se realizan los misterios de iniciación a la falsa publicidad de algunos poetas. La expresión usada por Dión, «en triódois» se suele interpretar como algo vulgar, expuesto a la vista de todo el mundo, como nuestras comedias de barrio.

34 Para Eurípides, por ejemplo, el éter es la morada de Zeus. Cf. ARISTÓFANES , Ranas 100.

35 Como es sabido, los ilotas eran la ínfima clase de los habitantes de Esparta, siervos de la gleba de por vida. La vida de los espartanos, los denominados «iguales», venía a ser una guerra contra el ilota. Ello fue fuente y raíz de numerosas revueltas.

36 La más antigua alusión al carro del Sol aparece en el Himno a Hermes 68-69.

37 Homero y Hesíodo son para Dión, como ya lo reconocía HERÓDOTO (II 53), los que sientan las bases de las creencias religiosas de los griegos.

38 Como en el discurso XLIX 7, Dión recuerda que los griegos asociaban a los Magos con las prácticas de magia.

39 Cuando Heródoto describe el desfile del ejército de Jerjes, menciona un grupo de diez «caballos sagrados, llamados niseos». Su nombre les viene de su lugar de origen, una llanura de la Media, llamada precisamente Nisea. Detrás de ellos, iba «el carro sagrado de Zeus, tirado por ocho caballos blancos» (HERÓDOTO , VII 40).

40 El autor está considerando la marcha del universo bajo la imagen de una carrera de competición. Los movimientos del sol y de la luna son fácilmente perceptibles por los hombres. No así, el movimiento del universo, por la falta de perspectiva.

41 Se trata de los planetas, conocidos cada uno por su nombre y seguidos en su movimiento particular, que es el que hace que se llamen «planetas» o estrellas errantes.

42 Las estrellas fijas están, en efecto, agrupadas en constelaciones.

43 Dión parece referirse a las fases de la luna.

44 Junto a los Propileos del ágora de Corinto, estaba la fuente de Pirene. Pero PAUSANIAS (Descripción de Grecia II 3) refiere que la fuente brotó por las lágrimas derramadas por una mujer que lloraba a su hijo Cencreas, muerto por Ártemis sin intención. Pero sobre los Propileos había dos carros dorados, uno de Helios, y otro de su hijo Faetón. No obstante, otros autores, J. W. Cohoon y H. Lamar Crosby, piensan que Dión se refiere a una fuente homónima situada en Acrocorinto.

45 Figuradamente, la tierra.

46 Los estoicos, al creer en destrucciones cíclicas del universo, recogían la doctrina de PLATÓN en el Timeo 22c: «Ha habido frecuentemente muchas destrucciones de los hombres, y las habrá. Pero las mayores lo han sido por el agua y el fuego».

47 El mito de Faetón ha sido narrado por autores tan diversos como Hesíodo, Esquilo o Eurípides. Pero PLATÓN (Timeo 22c-d), después de referir lo esencial del mito, trata de dar una explicación racional. Con el correr de los tiempos, los astros sufren una desviación, que es la que provoca esas catástrofes periódicas. Cf. OVIDIO , Metamorfosis I 750-II 400.

48 Deucalión es el Noé pagano. Cuando Zeus aniquiló con un diluvio a los seres humanos, aquél construyó un barco por consejo de Prometeo, en el que se salvó con su mujer Pirra. Cf. OVIDIO , Metam . I 318-1329.

49 Es una más que probable alusión a la escena descrita en la Ilíada XIV 294-296. Por lo demás, Hera es la diosa que preside los ritos matrimoniales.

50 Zeus, en efecto, sentado en las cimas del Olimpo, se ríe al ver a los dioses que riñen (Ilíada XXI 389-390). El contexto de Dión nos hace recordar el estribillo repetido por el autor del libro del Génesis : «Vio Dios todo lo que había hecho; y era todo muy bueno» (Gén . I 31).

Discursos XXXVI-LX

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