Читать книгу Biblioteca histórica. Libros IX-XII. - Diodoro de Sicilia - Страница 9
ОглавлениеSINOPSIS
Excelencia de Pitágoras. Cuida al viejo Ferecides. Solidaridad de los pitagóricos.
Ejemplos de la solidaridad pitagórica. La amistad de Fintias y Damón.
Prácticas pitagóricas: ejercicios de memoria, examen de conciencia y autocontrol.
Pitágoras y la metempsicosis. El escudo de Euforbo. La geometría pitagórica.
La moralidad pitagórica. Reacción de Arquitas de Tarento.
Philosophía , no sophía. La envidia alcanza a los pitagóricos.
Cilón y los pitagóricos. Lisis y Epaminondas.
La utilidad pedagógica de la historia.
Cambises y Egipto. La momia de Amasis. Expedición contra los amonios.
Rendición de libios y cireneos.
Los hijos de Pisístrato. Valor de Aristogitón.
Violación y muerte de Lucrecia.
El heroísmo de Lucrecia. Consecuencias de su violación.
Tarquinio el Soberbio y su sobrino L. Junio Bruto.
Lecciones de la fortuna. La ruina de los sibaritas.
La sublevación jonia y la derrota de Lade. Papel de Hecateo de Mileto.
Exigencias de Datis y respuesta de Milcíades.
Hipócrates de Gela y Terón de Acragante.
Anécdotas sobre Gelón de Siracusa.
Temístocles prefiere el hombre a la riqueza.
Los griegos piden ayuda a Gelón.
Reflexiones de los griegos ante el encuentro con los persas.
FRAGMENTOS DEL LIBRO X
El final de Servio Tulio
Cuando tuvo lugar la sublevación [1 ] de Tarquinio 1 , Servio Tulio se presentó en el Senado y, al darse cuenta de la conspiración que se gestaba contra él, dijo tan sólo esto: «¿Qué significa esta audacia, Tarquinio?» A ello Tarquinio replicó: «¿Y qué audacia es la tuya? ¿No eres tú quien, pese a ser esclavo e hijo de esclavo, te has atrevido a reinar sobre los romanos y que, pese a pertenecerme el reino de mi padre, me has arrebatado ilegalmente el poder que de ningún modo te estaba destinado?» Al mismo tiempo que pronunciaba estas palabras, se lanzó contra Tulio y, cogiéndolo por un brazo, lo tiró escaleras abajo 2 . Servio Tulio se levantó y, cojeando a consecuencia de la caída, trató de huir, pero fue asesinado 3 . [Constantini Excerpta IV (de Sententiis) , págs. 293, ed. BOISSEVAIN .]
Reinado de Servio Tulio
[2 ] Servio Tulio, el rey de los romanos, reinó durante cuarenta y cuatro años 4 y, gracias a sus cualidades, alcanzó numerosos logros en beneficio de la comunidad 5 .
Excelencia de Pitágoras. Cuida al viejo Ferecides. Solidaridad de los pitagóricos
[3 ] Cuando Tericles era arconte en Atenas, en la Olimpíada sexagesimoprimera 6 , el filósofo Pitágoras era bien conocido 7 , dado que ya había realizado importantes progresos en el aspecto cultural; si alguno de los que se han ejercitado en el mundo de la cultura merece un sitio en la historia, éste desde luego es él. Era natural de Samos, aunque algunos dicen que era tirreno 8 . Tan grande [2] era la fuerza de persuasión y la fascinación de sus palabras que todos los días prácticamente la ciudad entera se dirigía hacia él como si se tratara de la presencia de un dios y todos se reunían para escucharle. Se le consideraba un hombre extraordinario [3] no sólo por su elocuencia, sino también porque mostraba un carácter tranquilo y constituía para los jóvenes un ejemplo admirable de vida moderada que movía a la imitación 9 . A quienes trataban con él los apartaba del lujo y de la molicie, mientras que todos los hombres, debido a su abundancia de recursos, se entregaban sin ningún cuidado a una vida desenfrenada y a una innoble corrupción del cuerpo y del alma 10 .
Tan pronto como se enteró de que su viejo maestro Ferecides [4] se encontraba enfermo en Delos y afrontaba el fin de sus días, Pitágoras zarpó de Italia rumbo a Delos. Allí cuidó del viejo durante bastante tiempo y puso todo su empeño en que el anciano se restableciera de su enfermedad. Y cuando Ferecides fue vencido por la vejez y por la gravedad de su enfermedad, Pitágoras se ocupó con solicitud de su sepultura y, después de honrarle con los ritos acostumbrados, como un hijo a su padre, regresó a Italia 11 .
[5] Cuando alguno de sus seguidores perdía su fortuna, los restantes compartían con él sus bienes como si fueran hermanos. Tenían esta disposición no sólo con los conocidos con los que convivían cotidianamente, sino también de un modo general con todos los que participaban en su modo de obrar.
Ejemplos de la solidaridad pitagórica. La amistad de Fintias y Damón
[4 ] Clinias de Tarento, uno de los miembros de la escuela de la que hemos hablado 12 , al enterarse de que Proro de Cirene, a causa de un cambio político, había perdido su fortuna y se veía reducido a la absoluta miseria, partió de Italia rumbo a Cirene con una considerable cantidad de dinero y restableció la fortuna del mencionado al que no había visto anteriormente [2] y del que sólo sabía que era un pitagórico. También se conserva el recuerdo de otras muchas iniciativas semejantes a ésta. Y no sólo se mostraban tan bien dispuestos con sus amigos en las contribuciones de dinero, sino que también afrontaban peligros con ellos en las situaciones más [3] comprometidas. Así, durante la tiranía de Dionisio 13 , un cierto Fintias, un pitagórico, el cual por haber conspirado contra el tirano estaba a punto de sufrir el castigo, suplicó a Dionisio que le concediera el tiempo para poder tomar las disposiciones sobre sus asuntos particulares de acuerdo con sus deseos, afirmando que le presentaría a uno de sus amigos como garante de su muerte. Al maravillarse el déspota [4] de que pudiese existir un amigo tal que estuviera dispuesto a entrar en prisión en su lugar, Fintias llamó a uno de sus conocidos, un filósofo pitagórico llamado Damón, que sin vacilación se ofreció inmediatamente como fiador de aquella muerte.
Algunos ciertamente alababan el excepcional afecto entre [5] los amigos, mientras que otros criticaban la temeridad y la locura del garante. A la hora determinada todo el mundo acudió aguardando con ansia para ver si el que había presentado al amigo cumpliría su palabra. Cuando ya se terminaba [6] el plazo y todos desesperaban, Fintias inesperadamente llegó a la carrera en el último momento, en el mismo instante en que Damón era llevado al suplicio. Al aparecer ante los ojos de todos aquella admirable amistad, Dionisio suspendió el castigo del condenado y pidió a los dos hombres que le acogieran como tercero en su amistad 14 .
Prácticas pitagóricas: ejercicios de memoria, examen de conciencia y autocontrol
Los pitagóricos también ejercitaban [5 ] extraordinariamente la memoria, sometiéndose a este ejercicio del modo siguiente. No se levantaban del lecho antes de haber sacado cuentas consigo mismos respecto a las acciones realizadas el día anterior, desde la mañana hasta la noche 15 . Si tenían tiempo y gozaban de un mayor sosiego, trataban de añadir a su cuenta lo que habían hecho el segundo y el tercer día antes e incluso los anteriores. Efectuaban esta práctica no sólo con vistas al conocimiento y enjuiciamiento de todo, sino también para adquirir una experiencia en la capacidad de traer muchas cosas a la memoria.
[2] Los pitagóricos ejercitaban el autocontrol del modo siguiente. Después de haberse preparado todas las exquisiteces que se sirven en los banquetes más espléndidos, tenían la mirada puesta en ellas durante un buen tiempo; a continuación, cuando la vista de las viandas excitaba sus naturales deseos a fin de darles satisfacción, ordenaban a sus siervos que retiraran las mesas y se alejaban al instante sin haber probado nada de lo servido. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis) , 1, págs. 220-223, BÜTTNER -WOBST .]
Pitágoras y la metempsicosis. El escudo de Euforbo. La geometría pitagórica
[6 ] Pitágoras creía en la metempsicosis 16 y consideraba abominable el consumo de carne 17 , argumentando que las almas de todos los seres vivientes se trasladan después de la muerte a otros seres vivos. Respecto a sí mismo, solía afirmar que recordaba que en tiempos de la guerra de Troya había sido Euforbo 18 , el hijo de Panto, matado por Menelao 19 .
Cuentan que en cierta ocasión, durante su estancia en [2] Argos, Pitágoras vio entre los despojos de Troya un escudo colgado de un muro y estalló en llanto. Al preguntarle los argivos por la causa de su dolor, contestó que él había tenido aquel escudo en Troya cuando era Euforbo. Y dado que [3] los argivos se mostraban incrédulos y juzgaban que estaba loco, Pitágoras les replicó que podía darles una prueba convincente de que sus afirmaciones eran ciertas; en la parte interior del escudo, en efecto, había una inscripción con el nombre de «EUFORBO» escrito en caracteres arcaicos. Ante esta sorprendente respuesta todos los argivos pidieron que se descolgara el escudo y en la parte interior efectivamente fue encontrada la inscripción 20 .
Que Pitágoras resolvió algunos de los problemas de [4] geometría y que fue el primero que llevó a los griegos otros desde Egipto 21 lo afirmó Calímaco en aquellos versos donde dice:
Lo descubrió el frigio Euforbo 22 , el que a los hombres mostró
los triángulos y los escalenos y el círculo de siete espacios
y enseñó a abstenerse del consumo de seres vivos;
pero no todos le hicieron caso 23 .
La moralidad pitagórica. Reacción de Arquitas de Tarento
[7 ] Pitágoras exhortaba a buscar con ardor la sencillez de costumbres, puesto que la vida opulenta, decía, destruye no sólo las fortunas de los hombres, sino también su cuerpo. En efecto, la mayor parte de las enfermedades provienen de una mala digestión 24 , [2] que a su vez está ligada a una vida opulenta. Persuadió a muchos a comer alimentos no cocidos y a beber sólo agua durante toda su vida a fin de alcanzar lo que de verdad es un bien. Los hombres de nuestros días, sin embargo, si alguno sugiriera abstenerse durante pocos días de uno o dos de los bienes que se consideran placenteros, renunciarían a la filosofía, afirmando que sería de ingenuos ir en pos de un bien invisible y no hacer caso del que está claramente [3] a la vista. Y si es necesario granjearse el favor popular por cualquier medio o inmiscuirse en asuntos ajenos, tienen tiempo para ello y no encuentran ningún impedimento; pero si es necesario ocuparse de la cultura y del mantenimiento de la moralidad, dicen que no es el momento oportuno, de modo que están ocupados cuando tienen tiempo libre mientras que están ociosos cuando no es tiempo de ocio.
[4] Dicen que Arquitas de Tarento 25 , uno de los discípulos de Pitágoras, se irritó con sus siervos debido a unas importantes faltas; pero, reaccionando contra su cólera, les dijo: «No habríais salido indemnes de tales fechorías si yo no me hubiera irritado» 26 .
Lealtad pitagórica
Los pitagóricos mostraban la mayor [8 ] preocupación por mantener un constante afecto hacia los amigos, convencidos de que la lealtad de los amigos es el bien más precioso en la vida de un hombre. Podría considerarse la causa de su lealtad hacia [2] los amigos como el hecho más extraordinario y digno de la mayor admiración. ¿Cuáles eran, en efecto, sus costumbres, cuál su manera de obrar o cuál la fuerza de sus argumentos con los que conseguían inculcar una tal disposición en aquellos que se unían a su común modo de vida? Muchos observadores [3] externos ciertamente, deseosos de conocer tal causa, pusieron gran empeño en ello, pero ninguno fue capaz de descubrirla. La razón de que sus instrucciones a este respecto se mantuvieran invioladas fue el hecho de que los pitagóricos establecieron como principio fundamental no dejar nada sobre ello por escrito, pero guardar los preceptos en la memoria.
Respeto a los juramentos. Moral sexual. Edades y estaciones. Plegarias y actitud ante los dioses. Sobriedad. Crotón honra a Pitágoras
Pitágoras, entre otras regulas, ordenaba [9 ] a sus discípulos que juraran raramente, pero que, una vez que hubieran prestado un juramento, se mantuvieran absolutamente fieles a él y llevaran a término las acciones respecto a las que habían empeñado su palabra, evitando hacer declaraciones semejantes a las del laconio Lisandro y del ateniense Démades 27 ; el primero afirmaba que había que engañar a los niños con las tabas y a los hombres con juramentos 28 , y Démades aseguraba que en el caso de los juramentos, como en cualquier otro asunto, era preciso optar por lo más ventajoso; observaba que el perjuro conservaba a continuación aquellas cosas respecto a las que había jurado, mientras que quien permanecía fiel a su juramento perdía visiblemente lo que poseía 29 . Ninguno de estos hombres, en efecto, sostenía, como hacía Pitágoras, que el juramento constituía una garantía segura de fidelidad, sino que lo contemplaban como señuelo para obtener vergonzosas ganancias y para inducir al engaño. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis) , págs. 293-295, ed. BOISSEVAIN .]
[2] Pitágoras ordenaba a sus discípulos que juraran raramente, pero que, una vez que hubieran prestado un juramento, se mantuvieran absolutamente fieles a él.
[3] El mismo Pitágoras, en relación a los placeres sexuales, reflexionaba sobre su conveniencia y exhortaba a no tener trato carnal con las mujeres durante el verano y a limitar su frecuencia durante el invierno. En general pensaba que todo tipo de placeres amorosos resultan dañinos y consideraba que su disfrute frecuente era un factor determinante de debilitamiento y de ruina física 30 . [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis) , 1, pág. 423, BÜTTNER -WOBST .]
Se dice que Pitágoras a alguien que le preguntó cuándo [4] debía satisfacer sus deseos sexuales le contestó: «Cuando quieras ser esclavo de ti mismo» 31 .
Los pitagóricos dividían la vida del hombre en cuatro [5] edades, la niñez, la juventud, la madurez y la vejez, y afirmaban que cada una de ellas tenía su paralelo en las estaciones que se suceden a lo largo del año, asimilando la primavera a la niñez, el otoño a la madurez, el invierno a la vejez y el verano a la juventud. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis) , pág. 295, ed. BOISSEVAIN .]
El mismo Pitágoras a aquellos que se acercaban a los altares [6] de los dioses para ofrecer un sacrificio les aconsejaba que no llevaran ropa lujosa, sino sólo vestidos relucientes y limpios, y que igualmente se presentaran ante los dioses no sólo con un cuerpo limpio de cualquier acción injusta, sino también con un alma pura. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis) , 1, pág. 223, BÜTTNER -WOBST .]
Él mismo solía declarar que los hombres sensatos debían [7] rogar a los dioses en beneficio de los imprudentes, puesto que los alocados ignoran lo que en la vida constituye el verdadero bien.
Solía decir además que en sus súplicas debían pedir simplemente [8] lo que era bueno, sin especificar el nombre de bienes singulares como el poder, la fuerza, la hermosura, la riqueza y otros semejantes; muchas veces, en efecto, ocurre que cada uno de estos bienes arrastra a la extrema perdición a los hombres que, dominados por el deseo, los han alcanzado. Esto puede verlo cualquiera que fije su atención en los versos de las Fenicias de Eurípides 32 que contienen la plegaria de Polinices a los dioses. Comienzan con estas palabras:
Dirigiendo la mirada hacia Argos...
y terminan:
¡Que con el impulso de mi brazo pueda golpear el pecho de mi hermano ! 33
Aquéllos 34 , en efecto, creían que con sus plegarias obtendrían lo mejor para sí mismos, pero en realidad se atrajeron la propia ruina. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis) , pág. 295, ed. BOISSEVAIN .]
[9] Durante el tiempo en que Pitágoras pronunció otros muchos discursos para inculcar el deseo de una vida sobria, fortaleza y constancia, en unión a las demás virtudes, fue honrado por los crotoniatas con honores semejantes a los tributados a los dioses 35 . [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis) , 1, pág. 223, BÜTTNER -WOBST .]
«Philosophía», no «sophía». La envidia alcanza a los pitagóricos
Pitágoras definía su sistema como [10 ] philosophía y no como sophía 36 . Criticaba, en efecto, a los llamados Siete Sabios, que habían vivido antes que él, afirmando que, por el mero hecho de ser hombre, nadie es sabio, y porque muchas veces, debido a la debilidad de su naturaleza, no puede tener un éxito completo; pero quien se esfuerza por emular las costumbres y el modo de vida del sabio puede ser llamado acertadamente «amante de la sabiduría».
Sin embargo, a pesar de ser tan extraordinarios los logros [2] del propio Pitágoras y de los posteriores pitagóricos y de deberse a ellos tan importantes beneficios para las ciudades, no consiguieron evitar la envidia que arruina todo lo noble; entre los hombres, en efecto, no existe, creo, ninguna noble empresa tan sólida que después de mucho tiempo consiga eludir la ruina y la destrucción. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis) , pág. 296, ed. BOISSEVAIN .]
Cilón y los pitagóricos. Lisis y Epaminondas
Un crotoniata llamado Cilón, el [11 ] primero entre sus conciudadanos por su riqueza y reputación, estaba deseoso de ser uno de los pitagóricos. Pero fue rechazado puesto que era intratable y de carácter violento, sedicioso y despótico. Por ello, irritado con la escuela de los pitagóricos, organizó una facción numerosa y no dejó de enfrentarse a ellos por todos los medios, de palabra y de obra 37 .
[2] Lisis, uno de los pitagóricos, marchó a Tebas de Beocia y fue maestro de Epaminondas 38 , e hizo de él un hombre perfecto en la práctica de las virtudes, convirtiéndose en su padre adoptivo debido al afecto que sentía por él. Y Epaminondas, incitado por los estímulos hacia la fortaleza y simplicidad y las demás virtudes a las que le conducía la filosofía pitagórica, se distinguió no sólo entre los tebanos, sino también entre todos los griegos de su tiempo 39 .
La utilidad pedagógica de la historia
[12 ] El relato de las vidas de los hombres del pasado constituye una tarea dificultosa para los escritores, pero es de extraordinaria utilidad para el común de las gentes. Este relato, en efecto, al mostrar con toda libertad la nobleza o la vileza de las acciones humanas, honra a los buenos y humilla a los malos por medio de los elogios y los reproches que dirige respectivamente a unos y a otros. La alabanza es, podría decirse, un premio de la virtud sin costo alguno y el reproche constituye un castigo de la bajeza humana que no comporta violencia física. Es hermoso además que las generaciones futuras [2] tengan como principio fundamental que cada hombre, cualquiera que sea el modo de vida que haya elegido vivir, merecerá después de su muerte un recuerdo en consonancia con su conducta, y ello a fin de que estas generaciones no se afanen en la construcción de monumentos conmemorativos de piedra, que están limitados a un único lugar y se ven expuestos a una rápida ruina, sino en alcanzar la inteligencia y las demás virtudes que mediante la fama llegan a todos los lugares 40 . El tiempo ciertamente, que lo aniquila todo, conserva de estas virtudes un recuerdo imperecedero y, pese a su propio transcurrir, las hace siempre más vivas. Lo que [3] acabamos de decir encuentra un claro ejemplo en el caso de los hombres mencionados 41 , puesto que, pese a pertenecer al pasado, todo el mundo habla de ellos como si todavía estuvieran entre nosotros 42 . [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis) , 1, págs. 223-224, BÜTTNER -WOBST .]
Ambición de Ciro
Ciro, el rey de los persas, después [13 ] de haber sometido el territorio de los babilonios y el de los medos 43 , alimentaba la esperanza de conquistar todo el mundo habitado. En efecto, una vez que estuvieron sometidos estos dos poderosos y grandes pueblos, pensaba que no habría ni rey ni pueblo que fueran capaces de resistir a su fuerza; porque entre aquellos que gozan de poderes ilimitados, algunos suelen no saber llevar el peso de su buena suerte como debe hacer cada hombre. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis) , pág. 296, ed. BOISSEVAIN .]
Cambises y Egipto. La momia de Amasis. Expedición contra los amonios
[14 ] Cambises 44 era de un natural alocado y en sus razonamientos evidenciaba su trastorno mental, y la magnitud de su reino lo hacía mucho más cruel y arrogante.
[2] Cambises el persa, después de la conquista de Menfis y de Pelusio 45 , incapaz de llevar el peso de su buena suerte con humanidad, hizo excavar la tumba de Amasis, el anterior rey de los egipcios. Al hallar en el sepulcro el cadáver embalsamado, ultrajó el cuerpo del muerto y, tras descargar toda su insolencia en aquel cuerpo privado de sensibilidad, finalmente dio orden de que fuera quemado. Y dado que no era costumbre de los habitantes de aquel país entregar los cuerpos de sus muertos a las llamas 46 , pensó que de este modo ofendería aún más a aquél que había muerto hacía algún tiempo 47 .
Cuando iba a emprender una expedición contra Etiopía, [3] Cambises envió una parte de sus fuerzas contra los amonios 48 , ordenando a sus generales que saquearan e incendiaran el oráculo y que redujeran a la esclavitud a todos los que habitaban en los alrededores del templo 49 . [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis) , 1, págs. 224-225, BÜTTNER -WOBST .]
Rendición de libios y cireneos
[15 ] Una vez que Cambises, el rey de los persas, se hubo convertido en señor de todo el Egipto, los libios y los cireneos, aliados de los egipcios, le enviaron presentes y declararon que obedecerían sus órdenes 50 . [Constantini Excerpta I (de Legationibus) , pág. 397, C. DE BOOR .]
Polícrates de Samos
[16 ] Polícrates, el tirano de los samios 51 , enviaba trirremes a los sitios más oportunos para asaltar a todos los que se encontraban en el mar, y sólo restituía el botín a aquellos que eran sus aliados 52 . A quienes le reprochaban esta práctica solía responderles que todos sus amigos, recuperando lo que habían perdido, le estarían más agradecidos que si no hubieran perdido nada en un principio 53 .
A las acciones injustas, por lo general, les sigue una [2] venganza que comporta castigos apropiados para los responsables de la injusticia 54 .
Cualquier muestra de benevolencia, libre de arrepentimiento, [3] produce el excelente fruto del elogio de los que han recibido el beneficio; ocurre, en efecto, que, si no todos, al menos alguno de los que han sido objeto de la buena acción corresponde a ella en nombre de todos. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis ), pág. 296, ed. BOISSEVAIN .]
Unos lidios, para huir de la tiranía del sátrapa Oretes, [4] desembarcaron en Samos con muchas riquezas y se presentaron ante Polícrates como suplicantes. Éste los acogió primero con benevolencia, pero poco tiempo después los hizo degollar para apoderarse de sus riquezas.
Los hijos de Pisístrato. Valor de Aristogitón
Tésalo, el hijo de Pisístrato 55 , fue [17 ] lo bastante sabio para renunciar a la tiranía y, al pugnar en defensa de la igualdad, se granjeó grandes simpatías entre sus conciudadanos; pero los otros hijos, Hiparco e Hipias 56 , hombres violentos y crueles, tuvieron la ciudad bajo el yugo de su tiranía. Cometieron muchas ilegalidades contra los atenienses, e Hiparco, al enamorarse de un joven de extraordinaria presencia, se vio envuelto por este motivo [2] en una situación peligrosa... 57 . Ciertamente el ataque contra los tiranos 58 y el afán de conseguir la libertad para su patria fue común empeño de estos hombres que hemos mencionado 59 ; pero la presencia de ánimo ante las torturas y la fortaleza de su resistencia a terribles dolores fueron mérito exclusivo de Aristogitón, que en los momentos más difíciles conservó dos virtudes: la confianza hacia los amigos y el deseo de venganza respecto a los enemigos. [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis) , 1, pág. 225, BÜTTNER-WOBST .]
Aristogitón demostró a todo el mundo que la nobleza de [3] ánimo prevalece ante los mayores sufrimientos del cuerpo.
Zenón y el tirano Nearco
Cuando el filósofo Zenón estaba [18 ] sufriendo los padecimientos de la tortura por la conspiración contra el tirano Nearco 60 , interrogado por el propio Nearco respecto a quiénes eran sus cómplices, exclamó: «¡Ojalá fuera señor de mi cuerpo como lo soy de mi lengua!». [Constantini Excerpta IV (de Sententiis) , págs. 296-297, ed. BOISSEVAIN .]
Cuando su ciudad natal se vio duramente reprimida por [2] la tiranía de Nearco, Zenón organizó una conspiración contra el tirano. Descubierto y sometido a los padecimientos de la tortura, al ser interrogado por el propio Nearco respecto a quiénes eran sus cómplices, exclamó: «¡Ojalá fuera señor de [3] mi cuerpo como lo soy de mi lengua!». Cuando el tirano intensificó la dureza del tormento, Zenón resistió todavía durante un tiempo; pero después, ansioso de liberarse al fin de aquel padecimiento y de vengarse al mismo tiempo de [4] Nearco, ideó el siguiente plan. En un momento de máxima intensidad de la tortura, fingiendo que su ánimo ya no soportaba el dolor, gritó: «¡Soltadme. Diré toda la verdad!». Tan pronto como le soltaron, pidió a Nearco que se le acercara y le escuchara en privado, puesto que muchas de las revelaciones que iba a hacerle convenía mantenerlas en secreto. [5] Y cuando el tirano estuvo bien dispuesto a su lado y arrimó el oído a la boca de Zenón, éste agarró con su boca la oreja del señor y la sujetó fuertemente con sus dientes. Aunque los siervos acudieron al momento e infligieron todo tipo de torturas al que estaba sometido a tormento a fin de que soltara la presa, Zenón siguió apretando con mucha más [6] fuerza. Finalmente, no pudiendo domeñar el valor de aquel hombre, comenzaron a apuñalarlo para que separara los dientes. Con esta astucia Zenón logró librarse de sus padecimientos y vengarse del tirano del único modo posible 61 . [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis) , 1, págs. 225-226, BÜTTNER -WOBST .]
[En efecto, muchas generaciones después, Dorieo, el Lacedemonio 62 , llegó a Sicilia, se hizo cargo de la región y fundó la ciudad de Heraclea. Debido a su rápido crecimiento, los cartagineses, que estaban recelosos respecto a la ciudad y a la vez temían que un día llegara a ser más fuerte que Cartago y arrebatara la hegemonía a los fenicios, emprendieron una expedición contra ella con numerosas fuerzas y, tras tomarla al asalto, la arrasaron completamente. Pero sobre estos hechos ya haremos una exposición detallada en el momento oportuno. (DIODORO , IV 23, 3.)]
Fatalidad y naturaleza humana. Megabizo y la toma de Babilonia. Ambición de Darío. Los tirrenos abandonan Lemnos
Cuando algunos se pronuncian [19 ] respecto a ciertos hechos afirmando que nunca se producirán, parece que su declaración va seguida de una especie de castigo fatal que pone en evidencia la insignificancia de la naturaleza humana 63 .
Cuando Megabizo, llamado también Zópiro, amigo del [2] rey Darío, se dio de latigazos y se mutiló el rostro 64 porque quería convertirse en desertor y entregar Babilonia a los persas 65 , Darío, dicen, se apenó por ello y declaró que preferiría tener a Megabizo entero, en caso de que ello fuera posible, a tener diez Babilonias bajo su poder 66 , aunque aquel deseo no fuera alcanzable.
[3] Los babilonios nombraron a Megabizo general, ignorando que el beneficio que les ofrecía era como un cebo que daría paso a la destrucción que iba a seguir 67 .
[4] El cumplimiento satisfactorio de los hechos constituye una prueba suficiente de las predicciones 68 .
[5] Una vez que Darío se hubo convertido en señor de casi toda Asia, deseó someter Europa. Dado que aspiraba a poseer siempre más y estaba convencido de la gran potencia de Persia, trataba de tener bajo su dominio toda la tierra habitada, considerando vergonzoso que los reyes que le habían precedido, pese a contar con recursos inferiores, habían conseguido vencer en el campo de batalla a pueblos más poderosos, mientras que él, que disponía de fuerzas más importantes que las de ninguno de sus predecesores, no había llevado a cabo ninguna empresa digna de mención.
[6] Después de abandonar Lemnos por miedo a los persas, los tirrenos fueron diciendo que habían hecho esto a raíz de ciertas respuestas del oráculo y dejaron la isla a disposición de Milcíades 69 . Y dado que esta entrega fue obra de Hermón, el jefe de los tirrenos, ha ocurrido que los presentes de este género desde aquel tiempo han sido llamados «regalos de Hermón» 70 . [Constantini Excerpta IV (de Sententiis) , págs. 297-298, ed. BOISSEVAIN .]
Violación y muerte de Lucrecia
Sexto, el hijo de Lucio Tarquinio, [20 ] el rey de los romanos 71 , salió 72 y se dirigió a la ciudad llamada Colacia 73 , donde fue a alojarse a casa de Lucio Tarquinio 74 , un primo del rey, cuya esposa era Lucrecia, una mujer de gran belleza y de natural virtuoso 75 . Dado que el marido se encontraba en el campamento 76 , el huésped se levantó de noche y, saliendo de su dormitorio, fue en busca de la mujer, que estaba acostada en una alcoba 77 . De pronto se detuvo en la puerta con la espada [2] desenvainada y le dijo que había preparado un esclavo destinado a morir y que la mataría a ella junto al esclavo como si hubiera sido sorprendida en flagrante adulterio y hubiera recibido el castigo merecido a manos de un pariente muy cercano de su marido. En consecuencia, añadió, era preferible que cediera a sus deseos y guardara silencio, asegurándole que no sólo recibiría espléndidos regalos como recompensa de sus favores, sino que podría vivir con él y convertirse en reina cambiando el hogar de un ciudadano privado por un [3] puesto de soberana. Lucrecia, aterrada por el hecho inesperado y temiendo que realmente se pudiera creer que había recibido la muerte a causa de un adulterio, mantuvo de momento la calma; pero, al llegar el día, una vez que Sexto hubo marchado, llamó a sus parientes 78 y les rogó que no dejaran sin castigo a aquel hombre que había profanado las leyes de la hospitalidad y los vínculos del parentesco. Y después de declarar que para ella, víctima de un ultraje de aquella magnitud, no era decoroso contemplar la luz del sol, se hundió un puñal en el pecho y murió 79 . [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis) , 1, págs. 226-227, BÜTTNER -WOBST .]
El heroísmo de Lucrecia. Consecuencias de su violación
[21 ] A propósito de la violación de Lucrecia por Sexto y al suicidio motivado por la ofensa sufrida, pensamos que sería injusto dejar de señalar la nobleza de su decisión. A esta mujer, en efecto, que voluntariamente ofreció su vida a las generaciones futuras como hermoso ejemplo a seguir deberíamos considerarla con justicia digna de honores inmortales, a fin de que las mujeres que eligen mantener la pureza de su cuerpo completamente libre de censura puedan invocar como ejemplo un modelo válido. Otras mujeres ciertamente, aun cometiendo [2] abiertamente alguna acción como la que nos ocupa, tratan de ocultar lo realizado, a fin de evitar el castigo que sus faltas merecen. Lucrecia, en cambio, después de dar a conocer lo que le había ocurrido en secreto, se dio la muerte, dejando el testimonio del fin de su vida como la más brillante defensa de su conducta. Y si otras mujeres solicitan el perdón [3] por actos cometidos contra su voluntad, Lucrecia se impuso a si misma la pena de muerte por el ultraje sufrido por la fuerza, a fin de que, aunque se la quisiera cubrir de oprobio, nadie tuviera la posibilidad de vituperar la resolución al ser fruto de su libre voluntad. Dado que los hombres por naturaleza prefieren [4] las censuras a los elogios, la mujer cortó por lo sano con las acusaciones de los amigos del reproche, puesto que consideraba vergonzoso que cualquiera pudiera decir que, mientras vivía el hombre al que estaba unida por la ley, ella tenía relaciones con otro hombre en contra de las leyes; y consideraba igualmente vergonzoso que ella, al estar implicada en un acto por el cual las leyes imponen a los culpables la pena de muerte, siguiera aferrándose más tiempo a la vida, porque anticipando un poco la muerte, una deuda que en todo caso debía pagar a la naturaleza, podría cambiar el oprobio por los mayores elogios. Así pues, con este acto heroico, no [5] sólo se granjeó una gloria inmortal a cambio de una vida mortal, sino que impulsó a sus parientes y a todos sus conciudadanos a infligir un inexorable castigo a quienes habían obrado contra ella pisoteando las leyes 80 .
Tarquinio el Soberbio y su sobrino Lucio Junio Bruto
[22 ] El rey Lucio Tarquinio gobernó de un modo despótico y violento; solía condenar a muerte a los ciudadanos romanos más ricos, aduciendo falsas imputaciones contra ellos, con el objeto de apropiarse de sus bienes 81 . Por esta razón Lucio Junio 82 , al ser huérfano y el más rico de todos los romanos, por ambas razones recelaba de la arrogante ambición de Tarquinio y dado que, como sobrino suyo, solía vivir continuamente con el tirano, comenzó a fingirse loco, ya porque quería evitar que cualquier habilidad suya fuera objeto de malevolencia, ya porque deseaba observar atentamente, sin suscitar sospecha, todo lo que sucedía y esperar el momento oportuno para derribar la monarquía.
Lecciones de la fortuna. La ruina de los sibaritas
[23 ] Los sibaritas marcharon contra los crotoniatas con un ejército de trescientos mil hombres, dando comienzo a una guerra injusta, pero su fracaso fue completo 83 , y al no conseguir mantener felizmente su prosperidad, con su propia ruina dejaron un ejemplo bastante claro de que en los tiempos en que se disfruta de buena suerte es preciso estar en guardia con una atención mucho mayor que en los momentos de desgracia.
Comentario de Diodoro sobre Heródoto. El carro de bronce, exvoto ateniense por la victoria sobre los beocios
Diodoro dice lo siguiente respecto [24 ] a Heródoto: «Hemos hecho esta digresión no tanto movidos por el deseo de criticar a Heródoto como para demostrar que los relatos que contienen elementos maravillosos suelen prevalecer sobre aquellos que se ciñen a la realidad» 84 .
Es de justicia que se honre el valor, incluso cuando se [2] manifiesta en las mujeres.
Los atenienses obtuvieron provecho de su victoria y, [3] tras derrotar a los beocios y los calcideos, inmediatamente después de la batalla se apoderaron de Calcis 85 . Con la décima parte del botín capturado a los beocios dedicaron en la Acrópolis un carro de bronce en el que inscribieron estos versos elegíacos:
A los pueblos beocio y calcideo domeñaron
los hijos de Atenas en acciones de guerra
y entre negras cadenas de hierro su insolencia extinguieron.
A Palas consagraron estas yeguas, diezmo de su rescate 86 .
La sublevación jonia y la derrota de Lade. Papel de Hecateo de Mileto
[25 ] Los persas aprendieron de los griegos a incendiar los templos, respondiendo con la misma insolencia a quienes habían sido los primeros en cometer injusticia 87 .
[2] Los carios, oprimidos por los persas 88 , consultaron al oráculo respecto a las alianzas, para saber si debían acoger a los milesios como aliados. Y el oráculo respondió:
Antiguamente los milesios eran hombres valerosos.
[3] Pero el terror que se había apoderado de sus ánimos hizo que se olvidaran de su antigua rivalidad, obligándoles a equipar las trirremes a toda prisa 89 .
Hecateo de Mileto 90 , enviado por los jonios como embajador 91 , [4] preguntó a Artafernes cuál era la causa por la que desconfiaba de ellos. Y cuando Artafernes le contestó que recelaba que pudieran guardar rencor por los males sufridos en su derrota 92 , Hecateo replicó: «Bien, si ser objeto de un trato vejatorio engendra desconfianza, un trato favorable hará que nuestras ciudades estén bien dispuestas hacia los persas». Entonces Artafernes aprobó estas palabras, aceptó que las ciudades restablecieran sus leyes y les impuso un tributo fijado de acuerdo con la capacidad de cada una.
Ciudadanos y esclavos
Ciertamente el odio de los ciudadanos [26 ] hacia la plebe, que en el pasado había permanecido oculto, al encontrar el momento oportuno, estalló con toda la rabia acumulada. Por esta rivalidad liberaron a los esclavos, prefiriendo conceder la libertad a sus siervos que la ciudadanía a hombres libres 93 .
Exigencias de Datis y respuesta de Milcíades
[27 ] Datis, el general de los persas, que era de origen medo y había recibido de sus antepasados la tradición de que los atenienses eran descendientes de Medo, el que había fundado el reino de Media, envió unos mensajeros a los atenienses con el anuncio de que iba a llegar al frente de un ejécito para reclamarles la soberanía que había pertenecido a sus antepasados; según él, en efecto, Medo, que era el más antiguo de sus antepasados, había sido desposeído del reino por los atenienses y, tras arribar a Asia, había fundado el reino de [2] Media 94 . En consecuencia, les dijo, si le restituían la soberanía, se olvidaría de aquella primera culpa 95 y de la expedición que habían efectuado contra Sardes 96 ; pero si se le enfrentaban, sufrirían una suerte mucho más terrible que la de los eretrieos 97 . Milcíades, en desacuerdo con el parecer de [3] los diez estrategos 98 , contestó que, en consonancia con la declaración de los mensajeros, era más adecuado el dominio de los atenienses sobre el imperio de los persas que el de Datis sobre la ciudad de los atenienses, puesto que había sido un ateniense quien había fundado el reino de los medos, mientras que ningún hombre de estirpe meda jamás se había apoderado de Atenas. Datis, al oír esta respuesta, se preparó para la batalla 99 . [Constantini Excerpta IV (de Sententiis) , págs. 298-301, ed. BOISSEVAIN .]
Hipócrates de Gela y Terón de Acragante
[28 ] Hipócrates, el tirano de Gela 100 , después de haber vencido a los siracusanos 101 , estableció su campamento en las cercanías del templo de Zeus. Sorprendiendo al propio sacerdote y a unos siracusanos que estaban descolgando las ofrendas de oro y en especial sacando el manto de la estatua de Zeus que [2] había sido confeccionado con una gran cantidad de oro, los increpó acusándolos de sacrilegio y les ordenó regresar a la ciudad. Pero él se abstuvo de tocar las ofrendas porque quería granjearse una buena fama y creía que, al haber emprendido una guerra de tal envergadura, era preciso no cometer ninguna falta hacia la divinidad y al mismo tiempo desacreditar ante las masas a quienes administraban los asuntos de Siracusa, al cundir la sospecha de que gobernaban con afán de lucro, y no en beneficio del pueblo y con espíritu de equidad.
[3] Terón de Acragante, tanto por su linaje y por su riqueza como por la humanidad mostrada en su trato con el pueblo, superó con mucho no sólo a sus conciudadanos, sino también a todos los siciliotas 102 . [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis) , 1, pág. 227, BÜTTNER -WOBST .]
Anécdotas sobre Gelón de Siracusa
Gelón de Siracusa 103 se puso a [29 ] gritar en sueños, porque soñaba que había sido alcanzado por un rayo, y su perro, cuando se dio cuenta de que su amo estaba desmesuradamente turbado, no paró de ladrar hasta que lo despertó. Gelón asimismo en cierta ocasión fue salvado de la muerte por un lobo. Cuando todavía era un niño, estaba sentado en una escuela y se le acercó un lobo, que le arrebató la tablilla; y mientras corría detrás del lobo y de su tablilla, he aquí que la escuela sufrió una sacudida sísmica y se derrumbó desde los cimientos, causando la muerte de todos los niños juntamente con su maestro. Algunos escritores como Timeo, Dionisio, Diodoro y Dion nos dan el número de los niños, que eran más de cien. Pero la cifra exacta no la conozco. [TZETZES , Chiliades , 4, 266-278.]
Excelencia de Cimón
[30 ] Cimón 104 , hijo de Milcíades, al morir su padre en la prisión del Estado por no poder pagar enteramente la multa 105 , se dispuso a ingresar en prisión y asumió la deuda para poder hacerse cargo del cuerpo del padre y darle sepultura.
[2] Cimón, que deseaba distinguirse en la dirección de la política de su ciudad, posteriormente fue un excelente estratego y gracias a su propio valor realizó empresas gloriosas 106 . [Constantini Excerpta II (de Virtutibus et Vitiis) , 1, págs. 227-228, BÜTTNER -WOBST .]
Cimón y Elpinice
Cimón, según afirman algunos escritores, [31 ] era hijo de Milcíades, pero según otros su padre se llamaba Esteságoras 107 . De Isódice tuvo un hijo, Calias 108 . Este Cimón se casó con su propia hermana Elpinice 109 como posteriormente hizo Tolomeo con Berenice 110 y antes de ellos había hecho Zeus con Hera 111 , y como en nuestros días es costumbre de los persas. Calias tuvo que pagar una multa de cincuenta talentos, para evitar que su padre Cimón sufriera un castigo indigno a causa del reprobable matrimonio de un hermano con su hermana. Resultaría largo para mí citar todos los escritores que se han referido a este hecho, porque es infinito el número de los que han escrito sobre ello, poetas cómicos y oradores, Diodoro y otros. [TZETZES , Chiliades I 582-593.]
Temístocles prefiere el hombre a la riqueza
[32 ] Temístocles, el hijo de Neocles 112 , a un hombre rico 113 que se acercó a él porque trataba de hallar un yerno rico, le recomendó que no buscara riquezas a las que faltara un hombre, sino más bien un verdadero hombre falto de riquezas 114 . Y dado que aquel hombre estuvo de acuerdo con lo que le decía, Temístocles le aconsejó que diera a su hija en matrimonio a Cimón. Ésta fue la razón por la que Cimón, al contar con grandes sumas de dinero, salió de la cárcel y, tras incoarles un proceso, logró la condena de los magistrados que le habían encerrado 115 . [Constantini Excerpta IV (de Sententiis) , pág. 301, ed. BOISSEVAIN .]
[El libro precedente, el décimo de nuestra obra, ha concluido con los sucesos del año anterior 116 al paso de Jerjes a Europa y al debate que tuvo lugar en la asamblea general de los griegos en Corinto para discutir sobre la alianza entre Gelón y los griegos. (DIODORO , XI 1, 1.)]
Los griegos piden ayuda a Gelón
Cuando Jerjes estaba a punto de [33 ] pasar a Europa 117 , todos los griegos enviaron una embajada a Gelón para tratar sobre una alianza, y éste respondió que se aliaría para combatir a su lado y que se cuidaría del aprovisionamiento sólo en el caso de que le ofrecieran el mando supremo tanto de las fuerzas de tierra como de las navales; así el deseo de fama del tirano al exigir el mando supremo obstaculizaba la alianza, pero la importancia de la ayuda y el temor de los enemigos impulsaban a los griegos a compartir la fama con Gelón 118 .
Reflexiones de los griegos ante el encuentro con los persas
En efecto, si la superioridad de los [34 ] persas impone dones para satisfacer su deseo, la codicia del tirano no desprecia ni una mínima ganancia 119 .
La desconfianza, ciertamente, es [2] la garantía más segura de la salvación.
Como los niños, cuando sufren un maltrato, buscan la [3] protección de sus padres, del mismo modo las ciudades acuden a los pueblos que las han fundado.
[4] La codicia del tirano no encuentra satisfacción con lo que posee, sino que ambiciona lo que pertenece a otros, y nunca está satisfecho.
[5] A aquellos cuya naturaleza les inclina a oponerse a su poder, cuando se les presente la ocasión oportuna, no les permitirá que se vuelvan poderosos.
[6] Sois, en efecto, descendientes de aquellos hombres que han legado a la gloria sus virtudes, inmortales después de su muerte.
[7] El premio por la alianza no pretende dinero, que frecuentemente, como podemos observar, es despreciado incluso por los hombres del pueblo más humildes una vez que han alcanzado una buena posición, sino el elogio y la gloria, por la que los hombres valerosos no vacilan ante la muerte; la gloria, en efecto, es una recompensa más valiosa que el dinero.
[8] La herencia que los espartiatas reciben de sus padres no es la riqueza, como es el caso de los demás hombres, sino la disposición entusiasta a morir por la libertad, de modo que todos los bienes que la vida puede ofrecer pasan a segundo plano detrás de la gloria.
[9] En nuestro anhelo de tropas mercenarias no descuidemos las propias fuerzas de la ciudad, no sea que, tratando de alcanzar lo que no está a la vista, perdamos el control de lo que tenemos ante nuestros ojos.
[10] Niego que esté espantado por la magnitud del ejército de los persas, porque la guerra se decide por el valor, no por el número.
[11] La herencia que han recibido de sus padres es vivir sus propias vidas, y morir cuando lo requiere la necesidad de su patria.
[12] ¿Por qué deberíamos temer el oro con el que se engalanan para ir a la batalla, como se acicalan las mujeres para la boda, si, a raíz de ello, el premio de nuestra victoria será no sólo la gloria, sino también la riqueza? El valor ciertamente no teme al oro, que suele caer prisionero del hierro, sino a la habilidad militar de quienes tienen el mando.
Todo ejército que supera las justas proporciones en la [13] mayor parte de los casos se lleva a sí mismo a la ruina. En efecto, antes de que las hileras de los enemigos puedan recibir las órdenes, nosotros nos anticiparemos a su acción y alcanzaremos nuestros objetivos. [Constantini Excerpta IV (de Sententiis) , págs. 301-302, ed. BOISSEVAIN .]