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LIBRO LI

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Estos son los acontecimientos que figuran en el libro cincuenta y uno de la Historia romana de Dion:

1.De cómo César, después de haber obtenido la victoria en Accio, organizó los asuntos inmediatos.

2.Sobre Antonio y Cleopatra y lo que hicieron tras la derrota.

3.De cómo Antonio, derrotado en Egipto, se suicidó.

4.De cómo César sometió a Egipto.

5.De cómo César retornó a Roma y celebró el triunfo.

6.De cómo se consagró la Curia Julia.

7.De cómo se conquistó Mesia.

Periodo: el resto del tercer consulado de César y de Marco Valerio Corvino Mesala y otros dos años en los que fueron cónsules las personas que a continuación se enumeran:

Año 30 a. C.: César, cónsul por cuarta vez, y Marco Licinio <Craso> , hijo de Marco.

Año 29 a. C.: César, cónsul por quinta vez, y Sexto Apuleyo, hijo de Sexto.

Aquella batalla naval entre Antonio y Cleopatra tuvo lugar el [2] de septiembre 1 . Y no lo digo —pues no acostumbro a dar fechas precisas 2 — por otra razón salvo porque entonces, por [2] primera vez, César tuvo, él solo, todo el poder 3 . De esta manera el cómputo exacto de los años de su gobierno en solitario parte de este momento. Para honrar aquel día consagró a Apolo Actiaco una triere , una tetraere y otros barcos hasta alcanzar la decere 4 , provenientes de las naves capturadas en la guerra. Construyó un templo más grande 5 e instituyó un certamen sagrado —pues así se llaman los juegos que incorporan la distribución de alimentos— y cuadrienal, con pruebas gimnásticas, musicales e hípicas y se le dio el nombre de Juegos Actiacos 6 . [3] Fundó una ciudad en el lugar donde estaba ubicado su campamento, para lo que reunió a algunos pueblos vecinos y trasladó a otros. Le dio a aquella ciudad el nombre de Nicópolis 7 . En el lugar donde levantó su tienda, cimentó una terraza con sillares y la adornó con los espolones de las naves capturadas. En aquel lugar consagró a Apolo un templo a cielo abierto 8 .

Pero todo esto sucedió más tarde. En aquel entonces despachó [4] una parte de su flota en persecución de Antonio y Cleopatra. Las naves salieron tras ellos pero, cuando vieron que no estaban a su alcance, regresaron. Con el resto de la flota consiguió capturar el campamento naval enemigo sin resistencia alguna, dado el escaso número de defensores. Y después, tras alcanzar al resto del ejército que se retiraba hacia Macedonia 9 , [5] hizo que se rindiera sin entablar batalla. Pero algunos otros ya habían conseguido huir. De estos, los ciudadanos romanos se marcharon con Antonio y los demás aliados, cada uno a su país. No obstante, estos últimos ya no volvieron a hacer la guerra contra César, sino que se mantuvieron en paz. Y todos los pueblos que ya estaban bajo dominio romano, unos antes y otros [2] más tarde, llegaron a acuerdos con César. Este castigó a las ciudades con exacciones de dinero y con la derogación de los restos de poder que en las asambleas les quedaban a sus ciudadanos 10 . A los príncipes y reyes, a todos menos a Amintas 11 y Arquelao 12 , les quitó todos los territorios que habían recibido [2] de Antonio 13 . Desposeyó de sus dominios a Filópatro, hijo de Tarcondimotos 14 ; a Licomedes, que reinaba sobre una parte de la Capadocia Póntica 15 , y a Alejandro, el hermano de Jámblico 16 . A este último, puesto que había conseguido su reino en pago de una denuncia que presentó contra él, lo hizo desfilar [3] en la celebración de su triunfo y después lo mató. El reino de Licomedes se lo entregó a un cierto Medeyo, porque antes de la batalla naval había sublevado contra Antonio a los mesios de Asia y con ellos había combatido contra los partidarios de aquel. Concedió la libertad a los habitantes de Cidonia y Lampa 17 porque le habían prestado cierta ayuda. Ayudó a los habitantes de Lampa a reconstruir su ciudad. De los senadores, caballeros [4] y otros prohombres que habían colaborado con Antonio, a la mayoría los castigó en sus bienes, a otros los hizo matar 18 y, por fin, de algunos otros tuvo compasión. Entre estos últimos se hicieron famosos Sosio —pues aunque este siempre lo había combatido y entonces estaba huido y escondido, algún tiempo después de ser encontrado se le perdonó— y un tal Marco Escauro. Este era hermano de Sexto 19 por parte de madre y, aunque [5] había sido condenado a muerte, más tarde fue perdonado por la intervención de su madre, Mucia 20 . De aquellos que fueron castigados, gozaban de mucho renombre los Aquilio Floro y Curión. Este último era hijo de aquel otro Curión que tiempo atrás, y en múltiples ocasiones, había tomado las armas en defensa del primer César. Los Floro murieron ambos, aunque se [6] había dado la orden de que sólo lo hiciera uno de ellos, al que la suerte designase. Eran padre e hijo. El hijo, antes de que se realizara el sorteo y por propia voluntad, se ofreció al verdugo, y el padre, transido de dolor, se suicidó.

Así sucedió con ellos. El grueso de las tropas de Antonio se [3] incorporó en las filas del ejército de César y, a continuación, envió a Italia, sin ninguna recompensa, a los legionarios de ambos bandos que habían superado la edad de servicio. A los demás [2] los dispersó. Puesto que en Sicilia, tras la victoria allí, se habían convertido en un peligro, temía que ahora también provocaran desórdenes. Y por esta razón se apresuró, antes de que intentaran una rebelión, a apartar a unos completamente del servicio [3] de armas y a dispersar a la mayoría. Y dado que todavía, por aquel entonces, se mostraba receloso con los libertos, les perdonó el cuarto pago que todavía debían de la suma que se les había exigido 21 . Y ya no le guardaron ningún rencor por cuanto les había robado, sino que se mostraron agradecidos como si [4] hubiesen ganado cuanto no habían pagado. Los soldados que todavía entonces permanecieron en filas no intentaron provocar ningún disturbio porque estaban sometidos a la autoridad de sus oficiales y porque, sobre todo, tenían la esperanza puesta en las riquezas egipcias. Por el contrario, quienes habían colaborado en su victoria y habían sido apartados del ejército estaban resentidos porque no habían conseguido botín alguno. Y no mucho [5] después comenzaron las revueltas. César recelaba de ellos y temía que despreciaran a Mecenas, al que se le había encargado el gobierno de Roma y del resto de Italia 22 , porque era un caballero. Y así, como si fuera por otro asunto, envió a Italia a Agripa. Concedía a Agripa y a Mecenas tanta autoridad en todas las materias que incluso les daba a leer con antelación las cartas que pensaba enviar tanto al Senado como a cualquier otro, y en [6] ellas cambiaba todo lo que ellos consideraban. Por esta misma razón recibieron de él su anillo, para que pudieran sellar sus cartas. Había mandado hacer duplicados del sello que por entonces usaba con preferencia, tallando en cada uno la misma imagen. Pues no fue hasta más tarde que, tras hacerse un sello con su propio retrato, con él todo lo sellara 23 . De este último [7] sello se sirvieron todos los emperadores que le sucedieron, excepto Galba. Este utilizaba un sello que había pertenecido a su familia. En él figuraba un perro que se inclinaba hacia delante de la proa de un barco. Y cuando debía comunicarles algún secreto, les escribía, tanto a aquellos dos como a algunos otros amigos íntimos, sustituyendo cada letra de cada palabra por la siguiente en el alfabeto 24 .

Creyendo que no existía ningún peligro con los veteranos ya [4] licenciados, César organizó los asuntos de Grecia y tomó parte en los misterios de las dos diosas 25 . Después se trasladó a la provincia de Asia y la estuvo organizando mientras que aguardaba con ansias noticias sobre Antonio. Todavía no había conseguido [2] ninguna noticia segura de adónde había huido; estaba preparado para hacerse a la mar contra él tan pronto como estuviera seguro. Pero mientras tanto, los veteranos empezaron a demostrar su malestar abiertamente, aprovechando que él estaba muy lejos. Se temía que, si se daban un jefe, cometieran alguna tropelía. Y por esta razón ordenó a otros que siguieran [3] buscando a Antonio mientras que él partió para Italia, aunque era pleno invierno, en el año en que ocupó el consulado junto con Marco Craso. Este, aunque había defendido las causas de Sexto y Antonio, compartía el consulado con él, a pesar de que no había sido pretor 26 . Cuando llegó a Brindisi no continuó viaje 27 . [4] Cuando el Senado conoció su llegada a Italia, todos salvo los tribunos y dos pretores, que permanecieron en la ciudad de acuerdo con lo decretado, partieron a su encuentro. Iban con ellos el orden ecuestre, la mayor parte del pueblo y otros muchos, [5] algunos como legados y otros por propia voluntad. Y ante la llegada de César y las muestras de afecto tan multitudinarias, ya nadie volvió a intentar una revuelta. A Brindisi fueron también los veteranos, unos por miedo, otros con esperanzas y otros porque habían sido llamados. A algunos de ellos César les dio dinero, pero a aquellos que habían prestado servicio con él durante [6] todo el tiempo les repartió, además, tierras 28 . Tras expulsar a las comunidades italianas vinculadas con Antonio, regaló aquellas ciudades y tierras a sus soldados. A la mayoría de los desplazados les entregó Dirraquio, Filipos y algunos otros lugares para que se instalaran allí como colonos 29 . Y al resto les repartió, [7] o les prometió, dinero a cambio de sus tierras 30 . Había conseguido mucho dinero con la victoria, pero ya había gastado mucho más. Por esta razón puso en venta tanto sus bienes como los de sus amigos para que, si alguien quería comprar alguno de ellos o hacerse con él, lo hiciera. Pero nada se vendió ni nada se [8] cambió. ¿Quién se habría atrevido a hacerlo? Por esta razón consiguió una moratoria decorosa para sus promesas y al futuro remitió su cumplimiento, al botín egipcio.

Atendió a estos y a otros asuntos que se presentaron, otorgó [5] a quienes habían recibido el indulto el derecho a residir en Italia —pues no les estaba permitido— y perdonó al pueblo que se había quedado en Roma por no haber salido a su encuentro. Y, después, zarpó inmediatamente hacia Grecia, a los treinta días de su llegada. Hizo cruzar las naves por el istmo del Peloponeso, [2] porque todavía era invierno. Y con tanta rapidez alcanzó de nuevo la provincia de Asia 31 que Antonio y Cleopatra se enteraron a la vez de ambas noticias, tanto de que se había puesto en camino como de que ya había regresado. Al huir de la batalla, [3] se fueron al Peloponeso y tras despedir a algunos de sus compañeros de los que no se fiaban —muchos ya habían desertado contra los deseos de sus jefes—, Cleopatra se marchó hacia Egipto para que sus súbditos, cuando conocieran su derrota, no se sublevaran. Y para hacer más segura su arribada, engalanó [4] las proas de sus barcos como si hubiese obtenido la victoria y ordenó a los flautistas entonar cantos de victoria. Cuando se encontró segura, mandó asesinar a muchos nobles que siempre se habían sentido a disgusto con ella y que en aquel momento estaban exultantes con su derrota. Reunió mucho dinero proveniente [5] de los bienes de aquellos nobles y de otros tanto de carácter profano como sagrado, sin respetar ni los templos más santos 32 . Reorganizó sus fuerzas y revisó sus alianzas. Tras matar al rey de Armenia envió su cabeza al rey medo 33 , creyendo [6] que por este medio les prestaría ayuda. Antonio, por su parte, navegó hacia Libia para presentarse ante Pinario Escarpo 34 y ante el ejército que, bajo sus órdenes, estaba congregado para la defensa de Egipto. Pero Escarpo se negó a recibirlo, mató a quienes Antonio había enviado por delante y, además, hizo ejecutar a algunos de los soldados que estaban a sus órdenes porque habían mostrado su disgusto. Antonio tuvo que volver a Alejandría sin haber conseguido nada.

[6] Entre todos los preparativos que hicieron para una guerra que consideraban inmediata, inscribieron a sus hijos entre los efebos, Cleopatra a Cesarión y Antonio a Antilo, el hijo nacido de Fulvia y que se encontraba con él 35 . Lo hicieron para que los egipcios recobraran el ánimo, pues de alguna forma ya tenían a un varón que los reinaba, y para que los demás, al tenerlos como jefes, continuaran resistiendo aunque a Antonio y a Cleopatra [2] les sucediera alguna calamidad. Aquella decisión fue la causa de la ruina de los muchachos. A ninguno de los dos César les perdonó la vida puesto que de alguna manera ya eran hombres y poseían cierta forma de mando. Antonio y Cleopatra hicieron sus preparativos como si fueran a luchar en Egipto tanto por [3] mar como por tierra. Por esta razón llamaron en su ayuda a las naciones vecinas y a los reyes que eran amigos. Estaban preparados nada menos que para navegar hasta Iberia, si fuera necesario, y poner en pie de guerra a las gentes de aquella región por los más diversos medios, además de por su abundante dinero. También estaban preparados para trasladarse al Mar Rojo. Y [4] con la intención, o bien de ocultar estos preparativos o de engañar a César de algún modo o, incluso, de asesinarlo a traición, le enviaron emisarios con propuestas de paz que, además, llevaban dinero para quienes rodeaban a César. Mientras tanto, y sin [5] que Antonio lo supiera, Cleopatra le envió un cetro y una corona, de oro ambos, y una silla real, con la intención de que pareciera que le estaba entregando su reino por medio de aquellos símbolos, para que, aunque odiara a Antonio, tuviera piedad de ella 36 . César aceptó los regalos puesto que los consideró un presagio, [6] pero no dio ninguna respuesta a Antonio. A Cleopatra, aunque públicamente le contestó con diversas amenazas y le dijo que si renunciaba a las armas y al reino él podría pensar qué debía hacer con ella, en secreto le comunicó que si mataba a Antonio le concedería el perdón y su reino intacto.

Mientras sucedía todo esto, los árabes 37 , instigados por Quinto [7] Didio, el gobernador de Siria, incendiaron las naves que se habían construido en el golfo arábigo para navegar hasta el Mar Rojo. Y todas las naciones y príncipes rechazaron sus peticiones de ayuda. No me deja de causar asombro que todos aquellos, [2] aunque habían recibido muchos bienes de sus manos, los abandonaran, mientras que aquellos entrenados como gladiadores, quienes figuran entre la escoria de la humanidad, dieran tal muestra de fidelidad hacia ellos y lucharan con tanto valor. Estos [3] se habían estado entrenando en Cícico para celebrar los juegos por la victoria —esos juegos que tenían la esperanza de organizar por su victoria sobre César—. Pero tan pronto como se enteraron de lo sucedido, partieron para Egipto con la intención [4] de prestarles ayuda. Y lucharon con valentía contra Amintas en Galacia 38 , contra los hijos de Tarcondimotos en Cilicia, pues aunque habían figurado entre los principales aliados de Antonio y Cleopatra, entonces, ante los nuevos acontecimientos, habían cambiado de bando. También lucharon contra Didio, quien les [5] impedía el paso. Pero no pudieron abrirse camino hasta Egipto. E incluso cuando fueron totalmente rodeados, no aceptaron ninguna propuesta de rendición aunque Didio les había prometido muchas cosas. En su lugar hicieron llamar a Antonio con la idea [6] de que lucharían mejor en Siria bajo su mando. Pero como ni Antonio acudió ni les envió noticia alguna, creyendo que había muerto, llegaron al acuerdo, contra su voluntad, de no servir como gladiadores en ningún lugar. De Didio recibieron Dafne, el suburbio de Antioquía, para que se instalaran allí hasta que se [7] informara de todo a César. Más tarde, engañados por Mesala 39 , cada uno fue enviado a un lugar diferente, bajo la creencia de que iban a ser alistados en el ejército, y fueron eliminados de la manera que pareció más oportuna.

[8] Antonio y Cleopatra, tras escuchar de sus emisarios las propuestas de César, de inmediato le contestaron: ella, prometiendo entregarle mucho dinero; él, recordándole su amistad y sus vínculos familiares, justificándose por su relación con la egipcia y recordando los amores que en otro tiempo habían compartido y las aventuras juveniles que habían vivido juntos. Y finalmente [2] le entregó a Publio Turulio 40 , que era senador y había sido uno de los asesinos de César, y que por aquel entonces compartía amistad con él. También le anunció que él mismo se mataría si con eso conseguía que Cleopatra se salvase. César mandó [3] matar a Turulio. Precisamente había sido él quien había talado, para la flota, los árboles del bosque sagrado de Asclepio en Cos. Y puesto que allí fue ejecutado, se creyó que también se le había hecho justicia al dios. Pero nada respondió a Antonio. [4] Este le despachó una tercera embajada y con ella envió a su hijo Antilo con una gran cantidad de dinero. César tomó el dinero y le devolvió al muchacho con las manos vacías, sin darle respuesta alguna. En cambio, a Cleopatra, tal y como había hecho tanto en la primera embajada como en las dos siguientes, no sólo la amenazó sino que también le hizo muchas promesas. Temía que ellos, renunciando al perdón que él pudiera otorgarles, [5] ofrecieran resistencia y, a pesar de todo, consiguieran salvarse por sus propios medios, zarpasen para Iberia o para Galia, o, incluso, destruyesen sus tesoros que él sabía cuantiosísimos. Cleopatra había reunido todos sus tesoros en el sepulcro que [6] estaba construyendo en el palacio real y amenazaba con quemarlos todos consigo si fracasaba, incluso, en la más insignificante de sus pretensiones. Y por eso César le envió a Tirso, uno de sus libertos, para que le hiciera llegar sus galanterías y le dijera que también estaba enamorado de ella, por si de este [7] modo, ya que ella estaba convencida de resultar irresistible para todos los hombres, se deshacía de Antonio y conservaba intactas tanto sus riquezas como su persona. Y así fue como sucedió.

[9] Pero antes de que eso sucediera, Antonio supo que Cornelio Galo 41 se había apoderado del ejército de Escarpo y que con ellos, y a marchas forzadas, había capturado Paretonio 42 . Por eso no se puso en camino hacia Siria, aunque deseaba partir hacia [2] allí tras la llamada de los gladiadores, sino que avanzó contra Galo con la esperanza de granjearse el favor de sus soldados sin necesidad de luchar. Entre aquellas unidades había quienes le tenían aprecio por haber prestado servicio juntos en otras campañas. Y si de este modo no hubiera podido conseguirlo, los habría sometido por la fuerza pues llevaba consigo un gran ejército, [3] tanto naval como terrestre. No obstante, no pudo hablar con los soldados aunque se acercó a la muralla y gritó. Galo había dado la orden de que se hiciera sonar las trompetas y no dejó que nadie oyera una sola palabra. Además, fracasó en su ataque por sorpresa y, a continuación, con las naves volvió a ser derrotado. [4] Galo, de noche, había extendido unas cadenas bajo el agua a través de la boca del puerto y no puso, visible, guarnición alguna en él, sino que les permitió entrar en el puerto sin encontrar ningún obstáculo y llenos de altanería. Cuando estuvieron dentro, alzó las cadenas con ayuda de unas máquinas y tras aislar de una sola vez las naves de Antonio tanto de tierra, es decir, de su [5] campamento, como del mar, incendió algunas y hundió otras. Mientras tanto, César capturó Pelusio 43 , aparentemente por medio de la fuerza pero, de hecho, traicionada la ciudad por Cleopatra. Esta, como nadie la ayudaba, comprendió que César no tenía rival. Y, lo que es más importante, tras escuchar las palabras que César le transmitía por medio de Tirso, creyó realmente que César la amaba. Creía esto, en primer lugar, porque así deseaba creerlo y, en segundo lugar, porque había conseguido dominar del mismo modo tanto al padre de César como a Antonio 44 . Por esta razón no sólo esperaba conseguir el perdón y [6] mantener su reino de Egipto, sino incluso tener el poder en Roma. Y así, inmediatamente, le entregó Pelusio. Impidió también que los alejandrinos salieran a atacar a César mientras se acercaba a la ciudad. Lo impidió en secreto, puesto que por cuanto decía a gritos y abiertamente, los animaba a hacerlo.

Antonio, ante la noticia de Pelusio, regresó de Paretonio y [10] delante de Alejandría se enfrentó con César. Lo consiguió vencer con su caballería porque cogió a su rival cansado por la marcha. Recobró el ánimo gracias a esta escaramuza y a que, [2] por medio de flechas, había conseguido lanzar unas octavillas al campamento de César en las que prometía mil quinientas dracmas a cada soldado. Y lanzó un nuevo ataque con la infantería, pero fue derrotado. El propio César había leído gustoso [3] aquellas octavillas a sus soldados. Lo hizo para denigrar a Antonio y para colocar a sus soldados entre la vergüenza de la traición y el entusiasmo por su jefe. De esta forma ellos combatieron con empeño, irritados por la estratagema de Antonio y para demostrar que no estaban dispuestos a parecer traidores mostrándose cobardes. Y Antonio, derrotado contra toda expectativa, [4] se inclinó por la flota e inició los preparativos tanto para ofrecer batalla en el mar como para navegar hacia Iberia. Pero cuando Cleopatra vio todos aquellos preparativos, hizo que los marineros desertaran. Y ella se fue corriendo hacia el [5] sepulcro. Lo hizo bajo el pretexto del temor que sentía por César y del deseo de darse muerte de alguna manera pero, en realidad, con la intención de hacer entrar allí también a Antonio. Este sospechó la traición pero no podía darle crédito a sus pensamientos porque estaba enamorado. Pero además, podría decirse [6] que casi sentía más piedad de ella que de él mismo. Cleopatra, que bien lo sabía, esperaba que cuando se enterase de su muerte no soportaría seguir viviendo y se daría muerte inmediatamente. Y por eso entró en el sepulcro acompañada por un eunuco y dos sirvientes y desde allí le envió la noticia de que [7] había muerto. Cuando Antonio se enteró de aquello, no lo dudó más y mostró su deseo de morir tras ella. En un primer momento pidió a uno de los presentes que lo matara. Pero cuando aquel, desenvainando su espada, se suicidó, él se mostró dispuesto a imitarlo y se clavó la espada. Cayó de bruces y esto [8] hizo creer a los presentes que estaba muerto. Se produjo un gran alboroto. Cleopatra lo oyó y bajó desde la parte alta del sepulcro. En efecto, las puertas del sepulcro una vez cerradas ya no podrían volver a abrirse gracias a un ingenioso mecanismo, pero la parte superior, cercana al techo, todavía no había [9] sido completamente terminada. Y cuando algunos la vieron bajar de allí gritaron con tanta fuerza que hasta el propio Antonio lo oyó. Este, cuando comprendió que ella seguía con vida, se levantó como si pudiera seguir viviendo. Pero había perdido mucha sangre y comprendió que no había esperanza de salvación. Rogó a los presentes que lo llevaran a la cámara sepulcral y lo subieran con las cuerdas que se utilizaban para subir las piedras. Y allí, de aquella manera murió en el regazo de Cleopatra.

[11] Cleopatra, de algún modo, confiaba en César. Inmediatamente le informó de lo sucedido, aunque no estaba completamente segura de no sufrir algún perjuicio por eso. Se mantuvo dentro del sepulcro para que, si no podía salvarse por ninguna otra razón, al menos pudiera comprar su inmunidad y su reino con el miedo a que se perdieran sus tesoros. Y aunque se encontraba [2] en una situación tan desgraciada, tan consciente era de su dignidad real que prefería morir bajo el título de reina que vivir como una mujer particular. Naturalmente disponía de fuego para sus tesoros y de un áspid y de algunos otros reptiles para ella. Había hecho con ellos una primera prueba en algunos hombres para ver en qué forma cada uno de ellos mataba. César deseaba convertirse en el dueño de todos aquellos tesoros y [3] capturar a aquella mujer con vida para hacerla desfilar en la celebración de su triunfo. No obstante, no quería asumir la posición de un estafador después de haberle dado alguna confianza, para poder tratarla como prisionera y como quien ha sido sometida, de alguna manera, contra su voluntad. Por esto le envio [4] al caballero Cayo Proculeyo 45 y al liberto Epafrodito, a los que les había dictado todo lo que debían decir y hacer. Aquellos, cuando se reunieron con Cleopatra, estuvieron dialogando con ella con calma pero después, por sorpresa, la hicieron prisionera antes de que pudieran llegar a un acuerdo. A continuación [5] quitaron de en medio todo con lo que pudiera matarse y le permitieron que pasara en aquel lugar algunos días mientras embalsamaba el cadáver de Antonio. Después la llevaron al palacio real sin privarla ni del séquito ni del servicio para que así siguiera conservando, mientras, la esperanza de alcanzar sus propósitos y no se causara ningún daño. Habiendo expresado su [6] intención de reunirse y hablar con César, se vio satisfecha. Y para reforzar el engaño, César prometió que iría a verla.

[12] Ella preparó una estancia espléndida y un lujoso triclinio, y se arregló con estudiado descuido, pues su belleza incluso brillaba en su enlutado vestido. Y se tumbó en el triclinio. Había puesto por todas partes muchas imágenes del padre de César y [2] llevaba en su seno todas las cartas que aquel le había escrito. Cuando, más tarde, entró César, se alzó sonrojada 46 y dijo: «Salve, señor. A ti Dios te ha dado lo que a mí me ha quitado. Pero podrás ver tú mismo, de alguna manera, cómo era tu padre cuando con frecuencia a mí venía. Habrás oído que él me honró [3] de las más diversas maneras y que me hizo reina de Egipto. Y para que comprendas lo que por mí sentía, coge y lee las cartas que me enviaba, escritas de su puño y letra».

Mientras decía estas cosas, leía muchas de las palabras de amor de César. Lloraba y besaba las cartas. Se arrojaba sobre [4] las imágenes y se arrodillaba ante ellas. Volvía los ojos a César y rompía en lamentaciones. Además pronunciaba dulces palabras, llegando una vez a decir: «¿Para qué me sirven tus cartas, César?». Otras veces decía: «Pero tú me vives en ellas». O bien: «Ojalá hubiera muerto antes que tú». Y de nuevo: «Teniéndolo a él te tengo a ti».

[5] Recurría a muy variadas expresiones y poses mientras le dirigía dulces miradas y palabras. César no podía permanecer impasible ante la excitación de aquella mujer que se daba golpes en el pecho pero, no obstante, fingía mantenerse indiferente. Y clavando sus ojos en el suelo le dijo: «Ten confianza, señora; [6] manten el buen ánimo. No sufrirás ningún daño». Cleopatra, dolorida en extremo porque él nunca la miraba ni pronunciaba palabra alguna sobre el reino ni sobre su amor, se arrojó a sus rodillas y, rompiendo a llorar, dijo: «¡César, no quiero ni puedo vivir! Por la memoria de tu padre te pido esta gracia: ya que el destino me entregó a Antonio tras tu padre, haz que muera con él. ¡Ojalá hubiera muerto entonces con César! [7] Pero puesto que el hado ha querido que sufra así, envíame con Antonio y no me niegues compartir con él la sepultura, para que en el Hades pueda vivir con él ya que muero por su causa».

Así habló con la intención de despertar en César la piedad, [13] pero él nada contestó a aquellas palabras. Pero como temía que se suicidara, la exhortó de nuevo a mantener el ánimo. No le quitó su servicio y la mantuvo bajo vigilancia para que su triunfo brillara más. Cleopatra lo sospechaba y, considerando que [2] esto sería peor que mil muertes, realmente deseó morir. Pedía a César, constantemente, que la matara de alguna forma; ella misma, una y otra vez, maquinaba hacerlo. Al no conseguir [3] nada, fingió que había cambiado de parecer, aparentando que ahora sus mayores esperanzas estaban tanto en César como en Livia. Afirmaba que navegaría gustosa y preparó como regalos algunos adornos que tenía atesorados. Su intención era infundir confianza, de alguna forma, en que no se mataría para que se la sometiera a una vigilancia menos estricta y poder acabar así con su vida. Y así fue como sucedió 47 . [4]

Tanto Epafrodito, a quien se le había encomendado, como todos los demás, en la creencia de que realmente decía la verdad, relajaron el rigor de su vigilancia. Y ella pudo hacer sus preparativos para morir de la forma menos dolorosa. Entregó a Epafrodito una carta sellada en la que rogaba a César que diera las órdenes para que la enterraran junto a Antonio. Su intención [5] era que el liberto se apartara de ella con el pretexto de la entrega de una carta que parecía que contenía otra noticia diferente. Y así ella pudo poner en marcha su plan. Vistió sus más bellas ropas y se arregló para estar hermosísima. Asumió un aspecto digno de reyes y se suicidó.

[14] Nadie sabe a ciencia cierta cómo se suicidó, pues sólo se encontraron unas pequeñas picaduras sobre un hombro. Hay quien dice que se las había causado un áspid que estaba oculto [2] dentro de una vasija de agua o escondido entre las flores; otros afirman que fue con una de las agujas con las que sujetaba su cabello y que contenía un veneno tan poderoso que en circunstancias normales no dañaba el cuerpo pero que si llegaba a tocar, aunque fuera de manera muy leve, la sangre, causaba una muerte rápida e indolora. Hasta aquel momento la había llevado en la cabeza como acostumbraba, pero entonces se dio un pinchazo en el hombro y puso el veneno en contacto con la [3] sangre. Y así, o de algún modo muy similar, murió en compañía de dos sirvientas. El eunuco, por su parte, en el momento del arresto de Cleopatra, se había arrojado voluntariamente a las serpientes y, tras recibir sus mordiscos, había saltado dentro del ataúd que estaba preparado para él. Cuando César se enteró de la noticia de la muerte de Cleopatra quedó sobrecogido. Fue a ver su cadáver y ordenó que se recurriera a fármaeos [4] y a psilos 48 por si conseguían devolverle la vida. Los psilos son unos hombres —pues no nacen psilas mujeres— capaces de sorber cualquier veneno de cualquier tipo de serpiente al instante, antes de que la persona muera. Ellos no sufren ningún [5] perjuicio porque no han sido mordidos por ninguna de ellas. Se reproducen entre ellos y los reconocen lanzando a los recién nacidos inmediatamente a las serpientes o, también, arrojándoles sus pañales. Las serpientes no le causan ningún mal al niño [6] o quedan adormecidas entre sus ropas. Esto es así. César, incapaz, de ningún modo, de hacer revivir a Cleopatra, se dejó llevar por la admiración, y también por la piedad, hacia ella. Sintió, asimismo, gran aflicción porque su victoria había sido privada de toda su gloria.

Antonio y Cleopatra, que fueron los causantes de muchos [15] males tanto para los egipcios como para los romanos, así lucharon y así murieron. De la misma forma fueron embalsamados y en la misma tumba fueron enterrados. La naturaleza de sus respectivas almas y la fortuna de sus vidas fueron como sigue. Antonio no tenía rival cuando se trataba de comprender su [2] deber, pero muchas veces actuó como un insensato. En algunas ocasiones destacó por su valor y con frecuencia fracasó como un cobarde. Mostró por igual grandeza y miseria de espíritu. Arrebató a los demás sus bienes y dejó perder los propios. Sintió compasión de muchos sin razón alguna pero castigó injustamente a otros 49 . Por todo esto, después de haberse convertido en [3] un hombre extraordinariamente poderoso, aunque venía de una debilidad extrema, y en riquísimo desde la mayor de las pobrezas, no supo gozar de ninguna de estas circunstancias, sino que acabó provocando su propia muerte con la esperanza de convertirse en el único señor de Roma. Cleopatra tuvo un carácter [4] insaciable en el amor, insaciable en la riqueza. Alimentaba en su interior tanto una enorme ambición, que aspiraba a la gloria, como un enorme y arrogante desprecio. Por amor ganó el reino de Egipto y, con la esperanza de apoderarse de Roma por el mismo medio, no sólo fracasó sino que además destruyó su reino. Fue señora de los dos romanos más grandes de su época y se suicidó por el tercero.

Así vivieron y así murieron. De sus hijos, a Antilo lo mataron [15] inmediatamente, aunque estaba comprometido en matrimonio con la hija de César 50 y se había refugiado en el mausoleo que Cleopatra había mandado construir para su padre. Cesarión, cuando intentaba huir hacia Etiopía, fue capturado por el camino [6] y muerto. Cleopatra se casó con Juba 51 , el hijo de Juba. El joven Juba había sido educado en Italia y combatido al lado de César. Y por eso este le entregó tanto a Cleopatra como el reino de su [7] padre. Y por ellos perdonó a Alejandro y a Ptolomeo 52 . A sus sobrinos, los hijos de Octavia nacidos de Antonio y que ella había criado sola, repartió dinero del patrimonio de su padre. Y ordenó que los libertos de Antonio entregaran inmediatamente a Yulo 53 , el hijo de Antonio y Fulvia, todo lo que debían dejarle en herencia según la ley cuando ellos murieran.

[16] De todos los demás que habían ayudado a Antonio hasta el momento final, a unos los castigó y a otros los dejó libres, ya fuese por propia voluntad o por influencia de sus amigos. En Alejandría encontraron muchos hijos de príncipes y de reyes que allí eran educados, algunos como rehenes y otros por afán de grandeza. A algunos de ellos los envió a sus casas, a otros los [2] desposó entre sí y a otros los continuó reteniendo. Guardaré silencio sobre la mayoría pero quiero recordar a dos de ellos por sus nombres. Por propia voluntad devolvió a Iotape 54 al rey de Media, que tras la derrota había buscado refugio junto a él. Pero a Artaxes, aunque se lo había pedido, no le devolvió a sus hermanos 55 puesto que había matado a los soldados romanos que habían quedado rezagados en Armenia.

Con estos así se hizo. Fue clemente con todos los egipcios y [3] alejandrinos, de tal manera que ninguno murió. La verdad es que no consideraba justo cometer algún acto irreparable contra un pueblo tan numeroso y que en tantas ocasiones había sido de tanta utilidad para los romanos. Sin embargo, adujo como motivos [4] al dios Serapis, a Alejandro, su fundador, y, en tercer lugar, a Areyo 56 , su conciudadano y de cuya filosofía y enseñanzas él había disfrutado 57 . Pronunció en griego el discurso con el que les concedía el perdón para que así pudieran entenderlo. A continuación fue a visitar el cadáver de Alejandro y lo [5] estuvo tocando de tal modo que, según dicen algunos, le rompió la nariz. No quiso ver, por el contrario, los cadáveres de los Ptolomeo aunque los alejandrinos pretendían, con mucho empeño, enseñárselos. Él dijo: «Deseo ver un rey y no unos cadáveres 58 . » Por la misma razón no quiso ir al encuentro de Apis, pues afirmaba que él acostumbraba a postrarse ante los dioses, no ante los bueyes.

[17] A partir de entonces hizo a Egipto tributario 59 y se lo confió a Cornelio Galo. Por el carácter populoso de sus ciudades y sus campos, por el carácter afable y vano de sus costumbres, por el suministro de trigo y sus tesoros, no sólo no se atrevió a poner Egipto en manos de ningún senador sino que no les permitió residir en aquel país, salvo a aquellos a los que expresamente él [2] les diera permiso 60 . Por otra parte, no permitió que los egipcios fueran senadores en Roma. Ordenó también que a los egipcios se les gobernara como correspondía a cada uno; pero que a los alejandrinos, sin consejo cívico 61 . Tan aficionados a las revueltas [3] los consideraba. De aquellas decisiones que entonces se tomaron, casi todas todavía hoy se mantienen estrictamente en vigor, aunque ahora sí hay senadores locales en Alejandría —empezaron con el emperador Severo— y también senadores alejandrinos en Roma, puesto que durante el reinado de Antonino 62 , el hijo de Severo, fueron inscritos en el Senado por primera vez.

Y así fue sometido Egipto. Todos los que durante algún [4] tiempo continuaron ofreciendo resistencia fueron sometidos 63 , tal y como puntualmente había predicho la divinidad. Pues en una región donde nunca llueve no sólo cayeron gotas de agua sino también de sangre. Y mientras de las nubes llovía sangre, también aparecieron en el cielo armas. En otro lugar se oyó el [5] resonar de tambores y címbalos y el sonido de flautas y trompetas. Se pudo también ver, de repente, una serpiente de tamaño descomunal que silbaba de manera indescriptible. Durante la misma época se vieron algunos cometas y aparecieron los fantasmas de algunos muertos. Las estatuas tenían un aire sombrío y Apis mugía lamentándose y lloraba.

Y así fue como sucedió. En el tesoro real se encontraron [6] enormes riquezas pues, tal y como tuve oportunidad de decir, Cleopatra, al retirar incluso las ofrendas de los templos más sagrados, no había hecho otra cosa que aumentar el botín para los romanos sin que estos cometieran sacrilegio. También se reunieron importantes cantidades provenientes de aquellas personas que fueron sometidas a juicio. Y, además, a todos aquellos [7] a los que no se les pudo hacer una acusación concreta, se les exigió las dos terceras partes de sus bienes. Gracias a aquellos recursos todos los soldados recibieron cuanto se les debía. Los soldados que seguían militando bajo los estandartes de César recibieron, además, doscientas cincuenta dracmas, a condición [8] de no saquear la ciudad. Devolvió todo a quienes le habían concedido dinero prestado. A todos los senadores y caballeros que habían tomado parte en la guerra en su bando se les concedieron enormes sumas. En resumen, el Imperio romano se enriqueció y sus templos se embellecieron.

[18] Cuando César terminó de hacer todo lo que acabo de contar, fundó una ciudad en el lugar de la batalla, a la que dio el mismo nombre y donde organizó el mismo tipo de juegos que los de aquella primera ciudad homónima 64 . Hizo que se limpiaran los canales y mandó construir otros de nuevo 65 . Organizó todos los demás asuntos de la manera más conveniente. A continuación se puso en camino hacia la provincia de Asia a través de Siria. Allí pasó el invierno. Ordenó en todos sus detalles los asuntos de sus súbditos así como las relaciones con los partos.

[2] Los partos vivían una guerra civil puesto que un cierto Tiridates se había levantado contra Fraates. En un primer momento, mientras estaba ocupado con la guerra de Antonio, e incluso después de la batalla naval, no pudo prestar atención a sus peticiones de alianza y nunca le contestó otra cosa que la promesa de meditarlo. Esgrimía como motivo sus dificultades en Egipto, aunque en verdad actuaba de esa forma para que, durante el [3] intervalo, agotaran sus fuerzas luchando entre sí. Pero en aquel entonces, después de la muerte de Antonio, Tiridates, derrotado, huyó a Siria, y Fraates, vencedor, le envió embajadores. A estos, César los atendió cordialmente mientras que, sin llegar a prometer ayuda a Tiridates, le permitió que se quedara en Siria. Cuando recibió de manos de Fraates un hijo como muestra de buena voluntad, él lo envió a Roma y lo convirtió en su rehén 66 .

Mientras tanto, e incluso antes, los romanos en su patria le [19] estuvieron decretando continuos honores por su victoria naval. Le concedieron el triunfo por su victoria sobre Cleopatra, un arco triunfal en Brindisi y otro en el foro romano. Decidieron [2] que el podio del templo de Julio fuera adornado con los espolones de las naves capturadas, que se celebrara un festival cada cuatro años en su honor 67 , que se ofrecieran gracias a los dioses tanto en el día de su natalicio como también en el que se dio la noticia de su victoria. También le otorgó el honor de que, cuando llegara a la ciudad, salieran a recibirle las vestales, el Senado y el pueblo, acompañados estos de sus mujeres e hijos. Es innecesario [3] decir que se le decretaron plegarias, estatuas, la presidencia de los espectáculos y otros honores semejantes. Pronto le decretaron aquellos honores pero, mientras, derribaban y anulaban los monumentos y honores en memoria de Antonio. Declararon nefasto el día de su nacimiento y prohibieron que alguno de sus descendientes llevara el nombre de Marco 68 . Por otra parte, cuando supieron que había muerto —la noticia fue [4] comunicada en aquellos meses del año que fue cónsul Cicerón, el hijo de Cicerón— hubo quien consideró que aquello no podía haber ocurrido sin la ayuda de los dioses, puesto que el padre del cónsul había muerto, principalmente, por culpa de Antonio. [5] Y entonces se le volvieron a decretar a César coronas y plegarias de acción de gracias, además de concederle el derecho a celebrar un segundo triunfo por su victoria en Egipto. Pues ni antes, ni tampoco en aquella ocasión, hicieron referencia a Antonio o a los demás romanos que con él habían sido derrotados, porque no parecía oportuno que unos romanos celebrasen su [6] victoria sobre otros. Declararon fasto el día en que se tomó Alejandría 69 y decretaron que aquella fecha fuera el inicio de un nuevo cómputo de los años para los habitantes de aquella ciudad. Decretaron también que César poseyera, de forma vitalicia, la potestad tribunicia 70 y que pudiera prestar su amparo a quienes lo invocaran tanto dentro del pomerio como fuera de él, hasta una distancia de siete estadios y medio, lo que a ningún [7] otro tribuno se le permitía 71 . Ordenaron también que juzgara todas las apelaciones 72 y que en todos los tribunales tuviera el voto de Atenea 73 . Establecieron también que tanto los sacerdotes como las sacerdotisas, durante las plegarias por el pueblo y el Senado, elevaran súplicas por él y que en los banquetes, no sólo en los públicos sino también en los privados, todos le ofrecieran una libación.

Entonces fue cuando se decretó todo esto. Durante su quinto [20] consulado, en compañía de Sexto Apuleyo 74 , en el primero de enero confirmaron por juramento todos sus actos. Y cuando llegó la carta que traía las noticias de los partos 75 , tomaron estas otras decisiones: su nombre se inscribiría en los himnos del mismo modo que los de los dioses 76 ; una de las tribus recibiría [2] el nombre de Julia en su honor 77 ; él podría usar la corona triunfal en todas las fiestas; los senadores que habían colaborado en su victoria desfilarían con él durante la celebración del triunfo, [3] vistiendo sus mantos bordados de púrpura; el día en que entrase en la ciudad debería engrandecerse por todo el pueblo con sacrificios y siempre habría de ser considerado fasto; él podría elegir tantos sacerdotes como quisiera, incluso por encima del número establecido. Desde el momento de aquella concesión el número de sacerdotes ha crecido hasta el infinito, de modo que [4] no es necesario que dé referencia exacta de las cifras 78 . César aceptó todo aquello salvo algunas pocas excepciones, pero rechazó de un modo terminante que entrara en vigor una de las disposiciones: aquella por la que todos los que estaban en la ciudad saldrían a su encuentro. No obstante, los decretos que más le agradaron de todos fueron aquel por el que las puertas del templo de Jano deberían cerrarse 79 , como si todas las guerras hubieran terminado definitivamente para ellos, y aquel otro por el que se debía tomar el «Augurio de la Salud», pues por aquel entonces, y por las razones que ya dije, había sido abandonado 80 . [5] Pero todavía estaban en pie de guerra los tréveros, quienes habían arrastrado a los celtas, y también los cántabros, vaceos y astures. Estos tres últimos pueblos fueron derrotados por Estatilio Tauro 81 ; mientras que los primeros, por Nonio Galo 82 . Pero había también disturbios continuos por todas las zonas. Sin embargo, como de ellos no se derivaban grandes combates ni los hombres de aquel tiempo se consideraban en guerra, no tengo nada notable que escribir sobre los mismos.

César, mientras tanto, además de encargarse del gobierno de [6] tantos asuntos, mandó que se consagrasen santuarios a Roma 83 y a su padre, César, al que se le debería llamar el Héroe Julio, tanto en Éfeso como en Nicea 84 . Por aquel entonces, aquellas ciudades de Asia y Bitinia, respectivamente, eran las que gozaban de mayor reputación. Ordenó a los ciudadanos romanos [7] que habitan en aquellas provincias que les rindieran honores a ambos. A los extranjeros, a los que él denominó griegos, les permitió que levantaran unos santuarios consagrados a su propia persona, a los asiáticos en Pérgamo 85 y a los bitinios en Nicomedia 86 . Esta práctica, que tuvo aquí su comienzo, se siguió dando bajo otros emperadores, y no sólo entre los pueblos griegos sino también entre todos los otros que deben obediencia [8] a Roma. Pues ni en la propia ciudad de Roma ni en el resto de Italia ningún emperador, aunque haya sido digno de todos los honores, se ha atrevido a hacerlo. No obstante, a los emperadores ya fallecidos y que han gobernado bien se les otorgan los demás honores propios de los dioses y se les construye, además, un templo para su culto como héroes 87 .

[9] Todo esto ocurrió durante el invierno. Los pergamenos también obtuvieron el festival sagrado —así lo llaman— en honor [21] del templo de César. Durante el verano, César pasó primero a Grecia y después a Italia. Cuando entró en la ciudad, el cónsul Potito Valerio 88 y todos los demás realizaron sacrificios en su honor. Durante todo aquel año, como en los dos años precedentes, César ocupó uno de los dos consulados, mientras que Potito [2] había sucedido a Sexto. Fue precisamente el cónsul quien, públicamente y en persona, procedió, con motivo del regreso de César, a sacrificar los bueyes en favor del pueblo y del Senado. Esto era algo que nunca antes se había hecho por nadie. Y a continuación César ensalzó y honró, como era su costumbre, a [3] sus lugartenientes. A Agripa lo honró, además de con otras distinciones, con un estandarte azul marino, propio de su dominio del mar 89 . Dio también algunos regalos a sus soldados. Al pueblo le distribuyó cien dracmas por cabeza, primero entre quienes tributaban como adultos pero más tarde incluso se lo dio a los niños en nombre de su nieto Marcelo 90 . Por todo esto y porque [4] no sólo no aceptó de las ciudades italianas el oro de la corona 91 , sino porque también les devolvió todo lo que él mismo debía y no reclamó, en cambio, lo que los demás le debían, como ya se dijo, los romanos olvidaron todas sus desgracias y vieron con placer la celebración de su triunfo, como si los derrotados hubieran sido extranjeros. Corrió tal cantidad de dinero [5] por toda la ciudad, sin distinción, que los precios subieron y los préstamos que antes eran, de manera aceptable, por una dracma ahora se convirtieron en préstamos por un tercio de esta. El primer día celebró el triunfo sobre los panonios y dálmatas 92 , sobre los yápidos y sus vecinos, sobre algunos celtas y galos. Cayo Carrinas 93 sometió a los morinos y a algunos otros [6] pueblos que se habían levantado con ellos, y rechazó a los suevos que habían cruzado el Rin en pie de guerra. Con este motivo no sólo celebró el triunfo Carrinas —aunque su padre había sido condenado a muerte por Sila y él mismo había sido apartado, en el pasado, de las magistraturas, como algunos otros de la misma condición—, sino que también celebró el triunfo César, puesto que la atribución de la victoria corresponde a su mando supremo. Este fue el triunfo que celebró en aquel primer día. Al [7] segundo día se celebró el triunfo por la victoria naval de Accio y al tercero, por la captura de Egipto 94 . Los desfiles fueron magníficos gracias al botín de Egipto —pues tanto se había conseguido reunir que hubiera bastado para todas las celebraciones—, pero el desfile por el triunfo egipcio fue el más caro y [8] majestuoso. Entre otras cosas se hizo desfilar a una representación de Cleopatra, tumbada en el triclinio como si estuviera muerta, de tal modo que incluso Cleopatra, en cierta forma, acompañada por los demás prisioneros y por sus hijos, Alejandro Helios y Cleopatra Selene, pudo ser vista como parte de la [9] procesión. Y finalmente, detrás de todos, entró César. Todo lo hizo según la costumbre aunque permitió que su colega en el consulado y los demás magistrados, contra la norma, fueran tras él, al lado de los demás senadores que habían participado en la victoria. La costumbre era que los magistrados desfilaran delante y los senadores, detrás.

[22] Cuando terminó la celebración del triunfo, consagró el templo de Atenea llamado Calcidíco 95 y la Curia Julia, que había sido construida en honor a su padre. En su interior colocó la estatua de la Victoria que todavía hoy puede verse allí, con la intención de dejar claro que de sus manos había recibido el imperio, [2] como es evidente. Esta imagen había sido propiedad de los tarentinos y, cuando fue traslada a Roma, se colocó en la sede del Senado y se adornó con piezas del botín egipcio. Lo mismo se hizo con el templo heroico de Julio, que entonces fue [3] consagrado 96 . Importantes cantidades de aquel botín se dedicaron en este templo, así como otras partes del mismo se consagraron en el templo de Zeus Capitolino, de Hera y de Atenea. Esto se hizo después de que se purificaran, como si estuvieran contaminadas, todas las ofrendas que se sabía que estaban allí consagradas, o que simplemente allí se encontraban. Y así, incluso Cleopatra, a pesar de haber sido derrotada y convertida en prisionera, fue glorificada puesto que sus ornamentos quedaron expuestos en nuestros templos y ella misma, incluso, aparecía en el templo de Afrodita en forma de una estatua dorada 97 .

Para la consagración del templo heroico de Julio se organizaron [4] competiciones de todas clases. Hijos de patricios sirvieron como jinetes en los Juegos de Troya 98 . Hombres del mismo orden compitieron en carreras de caballos, de bigas y de cuadrigas. E incluso un senador, Quinto Vitelio, luchó como gladiador 99 . [5] Se mataron bestias y animales domésticos de todas clases; entre aquellas hubo incluso un rinoceronte y un hipopótamo, animales que por primera vez se veían en Roma. Cómo es un hipopótamo, es algo que muchos han descrito e incluso visto. El rinoceronte, en cambio, se parece en el cuerpo, bastante, a un elefante, pero lleva sobre el hocico un cuerno, que es la razón de su nombre. [6] Además de la presentación de estos animales, innumerables dacios y suevos lucharon entre sí. Los suevos son celtas, mientras que los dacios, de alguna forma, son escitas. Los primeros, para hablar con exactitud, son los que habitan en el otro lado del Rin, pues en verdad son muchos otros pueblos los que también reivindican el nombre de suevos. Los dacios, en cambio, se distribuyen [7] a ambos lados del Danubio, pero los que habitan al sur del río, cerca de Tribalica, están adscritos a la provincia de Mesia y todos los conocen como mesios, salvo sus vecinos más cercanos. A los que habitan al otro lado del río los llaman dados, ya sean getas o tracios, aquella otra estirpe dácica que en [8] otro tiempo pobló Ródope. Estos dacios, tiempo atrás, habían enviado embajadores a César, pero como no obtuvieron nada de lo que habían pedido, se inclinaron por Antonio. Pero no le fueron de gran utilidad, puesto que se estaban peleando entre ellos. Y a continuación, tras la captura de algunos, se unieron a los suevos.

[9] Todo aquel espectáculo, naturalmente, duró muchos días, y no se suspendió ni cuando César cayó enfermo. Durante su ausencia otros fueron los que presidieron los espectáculos. Durante aquellas celebraciones los senadores ofrecieron, por turnos, un banquete diario a las puertas de sus casas. No sé qué los llevó a hacerlo, puesto que no me ha llegado otra noticia.

[23] Eso fue lo que entonces sucedió. Mientras César desempeñaba su cuarto consulado, Estatilio Tauro terminó, a su costa, un teatro en piedra destinado a los espectáculos de caza en el Campo de Marte 100 . Lo consagró con un combate de gladiadores. Por esta razón recibió del pueblo el derecho a elegir, todos los años, a uno de los pretores. [2] Durante aquellos días en los que tenía lugar todo lo ya dicho, Marco Craso, que había sido enviado a Macedonia y Grecia, luchó contra los dacios y los bastarnos 101 . Ya he tenido ocasión [3] de aclarar quiénes son los primeros y por qué se les combate. Los bastarnos deben ser considerados, con exactitud, escitas. Por aquel entonces habían cruzado el Danubio y se habían apoderado, primero, de la región de Mesia que está al otro lado del río y, a continuación, de los tribalos, que lindaban con aquella comarca, y de los dardanos, que también habitaban la misma zona. Mientras lo hicieron no tuvieron ningún problema con Roma. Pero cuando franquearon el Hemo y realizaron una incursión [4] por la Tracia de los denteletos, que estaban ligados a Roma por medio de un tratado, entonces Craso, ya fuere para prestar ayuda a Sita, el rey ciego de los denteletos, ya fuese —y es lo más seguro— porque temiese por Macedonia, cargó contra ellos. Con su sola presencia los espantó y los expulsó de aquella región sin batallar. Y a continuación, mientras los perseguía [5] cuando huían a su patria, ocupó la región que tiene por nombre Segética y penetró en Mesia 102 . Devastó aquella región y asaltó una sólida fortaleza ante la que fracasó con su vanguardia, puesto que los mesios, al creer que era la única fuerza atacante, realizaron una salida desde la muralla. Pero cuando llegó con el grueso del ejército los hizo retroceder y, tras sitiar la ciudadela, la conquistó. Mientras Craso estaba ocupado en [24] esta empresa, los bastarnos suspendieron su retirada y se instalaron junto al rio Cedro, observando lo que iba a suceder. Y cuando Craso, después de derrotar a los mesios, se puso en movimiento contra ellos, le enviaron una embajada para convencerlo de que no los persiguiera, puesto que ellos no habían cometido ningún desafuero contra los romanos. Craso retuvo a los [2] embajadores con el pretexto de darles la respuesta al día siguiente. Empleó toda su cortesía con ellos y los hizo beber hasta que consiguió averiguar todas sus intenciones. Toda la nación escita abusa, de forma insaciable, del vino y pronto [3] estuvieron aún más borrachos que él. Mientras, Craso, durante la noche, avanzó hasta un bosque, colocó delante del mismo un destacamento de exploradores y detuvo el ejército en él. Los bastarnos, creyendo que los exploradores estaban solos, los atacaron y los persiguieron mientras se retiraban hacia la espesura. Allí mismo, Craso mató a muchos y a otros tantos mientras [4] huían. Los carros que estaban colocados a sus espaldas les impidieron el paso y, puesto que además querían salvar a sus mujeres e hijos, sufrieron una grave derrota. El propio Craso mató a Deldona, su rey. Y hubiese podido dedicar, como opimos, los despojos del rey a Zeus Feretrio, si hubiese sido el general con [5] mando supremo 103 . Así se desarrollaron aquellos acontecimientos. Unos bastarnos huyeron al bosque y los romanos le metieron fuego por todos los lados; otros, que habían conseguido saltar dentro de un fortín, fueron también aniquilados. Algunos otros murieron arrojándose al Danubio o dispersos por la región. [6] Algunos supervivientes consiguieron apoderarse de una plaza fuerte. Craso los sitió en vano durante algunos días. Al [7] final los aniquiló con la ayuda de Roles, rey de algunos getas. Roles, cuando se presentó ante Craso, fue proclamado amigo y aliado. Los prisioneros fueron repartidos entre los soldados.

[25] Tras terminar aquí, Craso se volvió contra los mesios y los sometió, a unos con persuasión, a otros por miedo y a algunos otros por la fuerza, a todos salvo a unos pocos, con mucho esfuerzo y riesgo. Y entonces, puesto que ya era invierno, se retiró [2] a territorio amigo, tras haber sufrido mucho por el frío y aún más por los tracios, por cuyo territorio pasó en la creencia de que eran amigos. Y entonces concibió la idea de darse por satisfecho con todo lo conseguido. Además, no sólo se decretaron sacrificios y triunfos para César, sino también para él. No obstante, no recibió el título de emperador como algunos afirman, sino que fue César únicamente quien lo asumió 104 . Los bastarnos, [3] que estaban avergonzados de sus derrotas y no creían que Craso fuera a atacarlos de nuevo, se dirigieron contra los denteletas y su rey, Sita, a los que consideraban la principal causa de sus desgracias. Y así, en contra de sus deseos, Craso tuvo que volver a atacarlos. Avanzando a marchas forzadas, cayó sobre ellos por sorpresa y, tras derrotarlos, impuso las condiciones de paz que quiso. Puesto que de nuevo se encontraba en pie [4] de guerra, concibió la idea de vengarse de los tracios 105 , quienes le habían estado hostigando durante su regreso desde Mesia. Además, llegaron noticias de que estaban fortificando el país y de que estaban dispuestos a combatir. De aquellos tracios consiguió someter, y no sin esfuerzos, a los medos y a los serdos, a los que derrotó en sendas batallas y a cuyos prisioneros les cortó las manos. Y después estuvo saqueando todas aquellas comarcas salvo la de los odrisos. A estos los trató con consideración [5] porque estaban consagrados a Dioniso y, en aquella ocasión, le salieron al encuentro desarmados. Les donó la región en la que adoraban al dios, tras habérsela quitado a los besos, quienes entonces la tenían.

[26] Mientras estaba ocupado en estos asuntos lo mandó llamar Roles, quien estaba siendo atacado por Dapige, también rey de algunos getas. Fue en su ayuda y, tras empujar la caballería enemiga contra su propia infantería, a la que asustó así, no llegó a entablar una auténtica batalla con ellos sino que causó una [2] enorme matanza entre los que huían. A continuación sometió a asedio a Dapige, que se había refugiado en una fortaleza. Durante las operaciones de sitio, alguien, desde la muralla, lo saludó en griego y entabló conversaciones con él. Y así acordó la traición. Los bárbaros capturados se lanzaron unos contra otros. Dapige murió junto con otros muchos. Craso, tras haber capturado al hermano de Dapige, no le causó ningún daño, sino que lo dejó en libertad.

[3] Tras estas acciones, llevó su ejército hacia una gruta llamada Kiris. Era tan grande y tan segura aquella gruta que las leyendas cuentan que los titanes se habían refugiado en ella tras la derrota sufrida a manos de los dioses. Las gentes del lugar, que en gran número se habían reunido en aquella cueva, habían introducido [4] en ella sus más valiosas pertenencias, además de sus rebaños. Craso buscó todas las entradas de la cueva, por muy recónditas y difíciles de encontrar que fueran, y las cegó con un muro. Así consiguió someterlos por hambre. Así fue como tuvo éxito en esta empresa. No perdonó a los demás getas, aunque no tenían [5] ninguna relación con Dapige. Se dirigió contra Genucla, la fortaleza mejor protegida del reino de Zuraxo, porque había oído que allí se encontraban los estandartes que los bastarnos habían arrebatado a Cayo Antonio junto a la ciudad de los istrianos. La atacó tanto por tierra como desde el río —pues la ciudad había sido levantada junto al Danubio—, y la consiguió tomar en no mucho tiempo aunque sí con mucho esfuerzo. Pero Zuraxo no [6] estaba allí. El rey, tan pronto como supo del ataque de Craso, había partido con todo el tesoro hacia territorio escita para establecer una alianza y no había regresado a tiempo.

Estas fueron las acciones de Craso entre los getas. Por medio de sus lugartenientes volvió a someter a aquellos mesios que, aunque subyugados, se habían vuelto a levantar. Él marchó [27] contra los artacios y algunos otros pueblos que por aquel entonces todavía no habían sido sojuzgados y no estaban dispuestos a mantener buenas relaciones con Roma. Estos pueblos se sentían muy orgullosos de su determinación e infundían en los demás bárbaros cólera y ansias de rebelión. Pero consiguió reducirlos, a unos por la fuerza, aunque viéndose obligado a trabajar mucho, y a otros por miedo de los que habían sido capturados.

Todas estas operaciones exigieron mucho tiempo, pero las [2] estoy narrando, junto con todo lo demás, tal y como se han transmitido, y lo mismo hago con los nombres. Antiguamente los mesios y los getas se distribuían toda la región que está entre los ríos Hemo y Danubio. Con el paso del tiempo algunos de estos pueblos cambiaron de nombre y, así, toda aquella región [3] que el río Sava —río que desemboca en el Danubio— separa de Panonia, aquella región al norte de Dalmacia, de Macedonia y Tracia, tomó el nombre de Mesia. En aquellas regiones viven otros muchos pueblos. Entre ellos figuran aquellos que en otro tiempo se llamaban tribalos, así como los dadanios, que todavía hoy continúan llamándose así.


1 2 de septiembre del 31 a. C.

2 Dion, en su proyecto historiográfico, renuncia voluntariamente a los detalles. también en las fechas, lo que le permite libertad de disposición dentro del relato, ya sea por motivos retóricos, dramáticos o de coherencia temática. Aquí se salta su norma incidiendo en la importancia de aquella batalla para el destino de Roma. F. MILLAR , A Study of Cassius Dio , Oxford, 1966, págs. 43-44.

3 Augusto definió su posición como potitus rerum omnium (Res Gestae Divi Augusti XXXIV 1). Esta posesión total del poder por parte de Augusto es, para el historiador, una realidad pragmática, derivada de los hechos y no de atribuciones institucionales. Por eso, en otras fechas posteriores fijará la instauración de la monarquía: año 29 (LII 1, 1) o año 27 (LIII 17, 1). B. MANUWALD , Cassius Dio und Augustus , Wiesbaden, 1979, págs. 77-102.

4 Los navíos griegos no recibían sus nombres por el número de órdenes de remos que poseían, como generalmente se ha creído, sino por el número de remeros que trabajaban en cada columna de propulsión. En una triere , los tres remeros estaban dispuestos de tal forma que cada uno manejaba un remo en tres niveles diferentes. Es la única realidad cierta. Cómo se organizaban en navios de rango superior es algo desconocido en sus detalles, aunque es seguro que una decere no tenía diez órdenes de remos puesto que varios hombres, sin que sepamos su distribución exacta, trabajaban sobre el mismo remo. En cualquier caso, una decere era un navio de guerra gigantesco. J. S. MORRISON y J. F. COATES , The Athenian Trireme. The History and Reconstruction of an Ancient Greek Warship , Cambridge. 1989.

5 Se trata del antiguo templo de Apolo Actiaco de la Liga Acarnanea. Estaba situado en el lado sur de la desembocadura del golfo de Ambracia. donde Antonio había establecido su campamento.. SUET ., Aug . 18. 2.

6 También aquí Augusto aprovechó los antiguos Juegos Actiacos, que ya poseían carácter sagrado, pero que se celebraban cada dos años. Augusto los equiparó, al hacerlos cuadrienales como los Juegos Olímpicos, a los grandes festivales de Grecia y así se mantuvieron durante todo el imperio. B. T. TIDMAN , «On the Foundation of de Actian Games», Class. Quart . 44 (1950), 123-125.

7 Esta nueva ciudad, fundada siguiendo el ejemplo de los reyes helenísticos, no fue una colonia romana sino una ciudad griega donde se reunieron poblaciones de ambos lados del golfo de Corinto, de Etolia, Acarnania y Ambracia. U. KAHRSTEDT , «Die Territorien von Patrai und Nikopolis in der Kaiserzeit», Historia 1 (1950), 549-561.

8 Los testimonios arqueológicos del imponente conjunto arquitectónico han sido estudiados en W. M. MURRAY y P. M. PETSAS , «Octavian’s Campsite Memorial for the Actian War», Trans. Am. Phil. Ass . 79.4 (1989), 1-172. La inscripción monumental aclara que estaba dedicado a Marte y a Neptuno y fecha la obra en el 29 a. C.

9 PLUT ., Ant . LXVII-LXVIII, cifra en diecinueve legiones y doce mil jinetes los restos del ejército de Antonio que se retiraban a Macedonia guiados por Canidio.

10 No es posible establecer con precisión el alcance de estas decisiones contrarias a las ciudades, de las que escapó Esparta, la única ciudad de la Hélade que apoyó a Augusto antes de Accio. G. W. BOWERSOCK , Augustus and the Greek World , Oxford, 1965, págs. 85-86.

11 Rey de Galacia. Augusto le donó la Cilicia Tráquea.

12 Rey de Capadocia.

13 En general, sobre los reyes aliados de Roma y que formaban parte de su sistema imperial: D. BRAUND , Rome and the Friendly King , Londres, 1984. La política de Augusto, de respeto de la obra de Antonio y de modificación de la misma: G. W. BOWERSOCK , Augustus and the Greek World , págs. 42-61 y 152-158.

14 Rey de Cilicia interior, muerto en Accio como aliado de Antonio. La dinastía se reinstaurará en el 20 a. C. con Tarcondimotos II, D. C., LIV 9, 2.

15 En verdad era rey de la Comana Póntica, una ciudad del Ponto.

16 Rey de Emesa. El reino también se restituyó en el 20 a. C., D. C., LIV 9, 2.

17 Dos ciudades de Creta.

18 Además de los dos citados más abajo, Curión y Floro, sólo se conoce el nombre de otros cuatro partidarios de Antonio ejecutados: P. Canidio Craso, el último comandante de Antonio; P. Turulio (LI 8, 2-3); Casio de Parma, el último asesino de César todavía vivo, y Q. Ovinio, un senador vinculado a Cleopatra. R. SYME , La Revolución romana , Madrid, págs. 377-378.

19 Sexto Pompeyo.

20 Tercera mujer de Pompeyo Magno.

21 D. C., L 10, 4.

22 Posiblemente. Mecenas recibió la responsabilidad del gobierno de Italia antes de Accio, batalla en la que no habría participado.

23 SUET ., Aug . 50 da una información más precisa. Los sellos de Augusto fueron tres: el primero con una esfinge, el segundo con una imagen de Alejandro y el tercero, y definitivo, con un retrato suyo.

24 SUET ., Aug . 88.

25 Augusto participó en los cultos de Deméter y Córe de Eleusis en dos momentos diferentes. En el 31 se hizo iniciar en los misterios y diez años más tarde alcanzó la epoptía , el grado supremo de iniciación. P. GRAINDOR , Athénes sous Auguste , El Cairo, 1927, págs. 19-23.

26 Era el nieto del triunviro Craso. Las irregularidades electorales durante el triunvirato fueron comunes; F. MILLAR , «Triumvirate and Principate», Jour. Rom. Stud . 63 (1973), 51-53.

27 Veintisiete días estuvo en Brindisi. SUET ., Aug . 17, 3.

28 Entre ochenta y noventa mil veteranos fueron desmovilizados tras Accio. De ellos, unos cincuenta mil recibieron tierras en Italia. P. A. BRUNT , Italian Manpower. 225 B. C.-A. D. 14 , Oxford, 1971, págs. 335-342. L. KEPPIE , Colonisation and Veteran Settlement in Italy, 47-14 B.C ., Londres, 1983, págs. 75-82.

29 Los desplazados se asentaron no sólo en Dirraquio y Filipos, sino también en Dion y Casandrea, en Macedonia, en el norte de Italia, Bononia y Brixia, y quizá también en Cartago. P. A. BRUNT , Italian Manpower ..., págs. 322 y 598-599.

30 Res Gestae XVI 1. El pago por las tierras expropiadas fue una gran innovación, pero con seguridad más limitada de lo que el propio Augusto quiso hacer creer en su testamento.

31 Samos era el cuartel general de Augusto en Asia. SUET . Aug . 17, 3.

32 Durante toda la dinastía Lágida se vivió en una situación de tensión entre la tendencia a la autonomía de los templos y la voluntad centralizadora y recaudadora de la monarquía, que quería aprovechar los enormes recursos sagrados de Egipto. W. OTTO , Priester und Tempel im hellenistiches Aegyplen, I-II , Leipzig-Berlin, 1905-1908.

33 Artavasdes de Armenia estaba detenido en Alejandría desde el triunfo de Antonio. D. C., XL 25, 1.

34 Prosop. Imp. Rom ., P. 311. Escarpo era pariente de César. Entregó sus cuatro legiones a Cornelio Galo y Octavio lo mantuvo como gobernador de Cirene.

35 Cesarión era el pretendido hijo de César y Cleopatra, destinado a ser Ptolomeo XV. Tenía entonces dieciséis años. H. HEINEN , «Cäsar und Kaisarion», Historia 18 (1969), 181-203. Antilo deriva de Antonillus, «Antoñito». Tenía catorce años.

36 PLUT ., Ant . 69-77 es la otra fuente que relata en detalle los acontecimientos que condujeron a la muerte de Antonio, coincidiendo con Dion en las líneas principales del relato.

37 Se trata de árabes nabateos que estuvieron al servicio de Egipto como mercenarios proporcionados por los reyes clientes Malichus I y Obodas III. Este último decidió pasarse a Octavio. M. SARTRE , «Rome et les Nabtéens à la fin de la République (60-30 av. J. C.)», Rev. Étud. Ane . 81 (1979).

38 Amintas había recibido el trono de Galacia del propio Antonio hacia el 37 o 36. D. C., XLIX 32, 3.

39 M. Valerio Mésala Corvino, cónsul en el 31. Este personaje fue cambiando de alianzas, de Bruto y Casio pasó a Antonio y, cuando abandonó a este, se pasó a Octavio. Fue gobernador de Siria en el 28 a. C., lo que supone que los gladiadores ocuparon Dafne durante dos años. A. VALVO , «M. Valerio Messalla Corvino negli studi più recenti». Auf. Nied. Rom. Welt II 30, 3, Berlín, 1992, 1.663-1.680

40 Hay un error en la transmisión del nombre, que realmente era Décimo Turulio.

41 C. Cornelio Galo provenía de Forum Iulii, Frejus, en la Galia Narbonense. Hace su aparición en la vida pública como innovador poeta dentro de la corriente helenística a finales de la década de los cuarenta. Tras perderse su rastro aparece en el bando de Octavio como un general de éxito. Será el primer gobernador de Egipto, donde encontrará su perdición. J. P. BOUCHER , Caius Cornelius Gallus , París, 1966.

42 La moderna Misra Matruh. Era un puerto fortificado situado en los ramales occidentales de la desembocadura del Nilo.

43 Era un puerto fortificado situado en los ramales orientales de la desembocadura del Nilo.

44 El término griego utilizado es ededoúloto , «había esclavizado». El tópico de la esclavitud amorosa parece haber sido una invención de Propercío y utilizada por la propaganda de Octaviano. J. GRIFFIN , «Propertius and Antony», Jour. Rom. Stud . 67 (1977), 17-26.

45 Cayo Proculeyo Varrón Murena. Este acaudalado caballero era amigo íntimo de Octaviano. Su medio hermana, Terencia, estaba casada con Mecenas (D.C., LIV 3, 5). Participó en la batalla de Accio. S. J. BASTOMSKY , «Proculeius and Augustus», Latomus 36 (1977), 129-131.

46 El texto está corrupto. Se ha elegido el término que aparece en JIFILINO , erythricisméne , «sonrojada», en lugar de la reconstrucción de BOISSEVAIN , errythmisméne . que vendría a significar algo así como «con elegancia».

47 El suicidio de Cleopatra: PLUT ., Ant . 78-86.

48 SUET ., Aug . 17, 4.

49 Se recogen aquí como bondades de Antonio las virtudes imperiales, pietas, virtus, magnanimitas, liberalitas , y clementia , aunque anuladas por sus vicios. M. P. CHARLESWORTH , «The Virtues of the Roman Emperor. Propaganda and the Creation of Belief», Procc. Brit. Acad . 23 (1937), 105-133.

50 Este compromiso matrimonial con Julia se estableció en el 37 a. C., en el marco de los acuerdos de Tarento.

51 Este matrimonio se celebró en torno al 20 a. C. Cleopatra Selene había nacido hacia el 41-40 a. C.

52 Alejandro Helios, nacido con Cleopatra Selene, y Ptolomeo Filadelfo, el más joven de los hijos de Antonio y Cleopatra, pasaron, junto con su hermana, al cuidado de Octavia y desaparecen del relato histórico.

53 Este niño, el más joven de los hijos de aquel matrimonio, gozó del favor de Augusto. Casó con Marcela, sobrina del emperador, y llegó al consulado en el 10 a. C. No obstante fue obligado al suicidio bajo la acusación de traición. D. C., LV 10, 15.

54 Iotape era la hija del rey Artavasdes de Media Atropatene. Estaba prometida en matrimonio a Alejandro Helios (D. C., XLIX 40, 2 y 44, 2).

55 Artaxes era rey de Armenia. Sus hermanos, Tigranes y Artavasdes, quedaron en manos de Octavio y se trasladaron a Roma. Tigranes recibió el trono de Armenia de manos de Tiberio en el 20 a. C., tras el asesinato de Artaxes. D. C., LIV 9, 4-5 y Res Gestae XXVII 2.

56 Areyo Didimo de Alejandría fue el maestro de Octavio en literatura y filosofía griega. H. BARDON , Les empereurs et les lettres latines d’Auguste à Hadrien , París, 1940, págs. 10-11.

57 Tres razones son las que también se citan en PLUT ., Ant . 80. aunque aquí se sustituye al dios Serapis por la belleza y grandeza de la ciudad. En cualquier caso, Octaviano no sintió especial devoción por los dioses egipcios por lo que, de haberse citado, sólo sería un recurso político. P. LAMBRECHTS , Augustus en de egyptische godsdienst , Bruselas, 1956.

58 SUET ., Aug . 18.1. La costumbre funeraria de los Ptolomeo era la incineración, por lo que pretendían enseñarle sólo las urnas.

59 Sobre el estatuto de Egipto dentro del imperio: A. PIGANIOL , «Le statut augustéen de l’Egypte et sa destruction», ΜH 10 (1953), 193-202. Res Gestae XXVII 1 y Corp. Inscrip. Lat . VI 701-702. G. GERACI , «La concezione augustea del gobernó d’Egitto», Auf. Nied. Rom. Welt II 10. 1, Berlín, 1988, 383-411.

60 M. A. LEVI , «L’esclusione dei senatori romani nell’Egitto augusteo», Aegyptus 5 (1924), 231-235.

61 Con respecto al consejo cívico, la bulé , de Alejandría y la decisión de Augusto se mantienen dos posturas. Algunos sostienen que ya no existía el consejo en tiempos de los Ptolomeo y que Augusto no quiso reinstaurarlo, H. I. BELL , «The Problem of the Alexandrian Senate», Aegyptus 12 (1932), 173-184, mientras que otros sostienen que fue Augusto quien lo suprimió, P. M. FRASER , Ptolemaic Alexandria , Oxford, 1972, págs. 94-95.

62 Caracala. El primer senador egipcio fue Elio Cerano, incluido en la asamblea por Caracala en el 212. D. C., LXXVI 5, 3-5. Él y su hijo homónimo son los dos únicos senadores egipcios atestiguados en el siglo III. M. HAMMOND , «Composition of the Senate A. D. 68-235», Jour. Rom. Stud . 47 (1957), 79-80.

63 Cornelio Galo tuvo que reprimir sublevaciones en Heroonpolis, cerca de Suez, y en la Tebaida. ESTRABÓN , XVII 819. El propio prefecto recuerda sus victorias en una inscripción trilingüe: J. M. CORTÉS (ed.), Epigrafía griega , Madrid, 1999, págs. 377-380.

64 Nicópolis.

65 El cuidado de los canales, que era una de las más antiguas labores del rey de Egipto, se realizó de manera sistemática algunos años más tarde, entre el 27 y el 25 a. C., ya con el segundo prefecto de Egipto. W. L. WESTERMANN . «Aelius Gallus and the Reorganization of the Irrigation System of Egypt under Augustus», Class. Philol . 12 (1917), 237-243.

66 Estos acontecimientos son preludio de aquellos otros que se desarrollan a mediados de la década siguiente. Res Gestae XXXII 1. D. C., LIII 33, 2. JUSTINO , XLII 5, 6-9. A. OLTRAMARE , «Auguste et les Parthes», Rev. Etud. Lat . 16 (1938), 122-131. D. TIMPE , «Zur augusteischen Partherpolitik zwischen 30 und 20 v. Chr.», Würzh. Hist. f. d. Altertumsw . 1 (1975), 155-169.

67 En honor de Octaviano. Se celebraron en el 28 a. C. por primera vez: D. C., LIII 1, 4-5.

68 C. L. BABCOCK , «Dio and Plutarch on the Damnatio of Antony», Class. Philol . 57 (1962), 30-32.

69 El 1 de agosto se convirtió en el día simbólico de la liberación de Roma frente a la amenaza de dominación egipcia. Corp. Inscrip. Lat . I2 págs. 323, 244 (Fasti Amitermini) . OROS ., VI 19, 16. W. F. SNYDER , «Public Anniversaries in the Roman Empire», Yale Class. Stud . 7 (1940), 231-232.

70 En el desarrollo y adquisición de la potestad tribunicia por parte de Octaviano-Augusto se distinguen tres hitos fundamentales. En el 36 recibió la sacrosanctitas y el ius subselli , es decir, el derecho a sentarse entre los tribunos en el Senado (D. C., XLIX 15, 5-6). La segunda fase tendría lugar en el 30. Es posible que se le ofreciera toda la potestad tribunicia pero que él sólo aceptara el ius auxilii que a continuación se explica. El último paso se dio en el 23, con la posesión plena de la potestad ( D. C., Lili 32, 5). Será este el momento en que empiece el cómputo de años de ejercicio de la potestad, que en el caso de sus sucesores coincidirá con los años de reinado. En las Res Gestae X, él sólo recuerda el primer y el tercer momento. A todas luces, las decisiones del año 30 fueron las de menor importancia. H. M. LAST , «On the tribunicia potestas of Augustus», Rend. Ist. Lamb . 84 (1951), 93-110.

71 La noticia de Dion es contradictoria. Una milla romana equivalía a siete estadios y medio. La potestad de los tribunos de la plebe se extendía, ya en época republicana, hasta el primer miliario y no se limitaba al pomerio de la ciudad. T. MOMMSEN , Römisches Staatsrecht I , Leipzig, 1887, págs. 69-70. Quizás el texto presente alguna corrupción y la última cláusula se refiera al derecho de apelación, que se explica a continuación y que los tribunos no poseían. J. M. KELLY , Princeps Iudex , Weimar, 1957, pág. 18.

72 De nuevo el contenido real de esta noticia es incierto: ¿Augusto era el tribunal supremo de apelación o un tribunal de primera instancia universal? P. GARNSEY , «The Lex Julia and Appeal under the Empire». Jour. Rom. Stud . 56 (1966), págs. 185-187.

73 El voto de Atenea era una tradición legal ateniense por la que, cuando empataban los votos de condena y de absolución en un jurado, el conflicto se resolvía con una sentencia absolutoria. ESQUILO , Euménides 735. Más difícil es saber a qué poder pretende referirse Dion con esta expresión proverbial.

74 Año 29.

75 Debe de tratarse de una carta dando noticia de los acontecimientos de los que se informa en LI 18, 2-3.

76 Res Gestae X 1. Se trata del himno de los Salios, que estaba destinado a asegurar la buena fortuna de Roma en las guerras.

77 La asignación de una tribu al gobernante era una tradición ateniense de la época helenística que se mantuvo bajo el imperio. Octaviano no aceptó este honor en Roma.

78 Esta es una noticia imprecisa y generada a luz de los acontecimientos del siglo III más que en los sucesos de época de Augusto. M. W. HOFFMAN -LEWIS , The Official Priests of Rome under the Julio-Claudians , Roma, 1955.

79 Res Gestae XIII 1. Las puertas de Jano debían permanecer abiertas mientras el ejército romano estuviera en campaña: LIV ., I 19, 2. Antes del reinado de Augusto se habían cerrado en dos ocasiones: durante el reinado de Numa y tras la Primera Guerra Púnica. Bajo Augusto se cerraron tres veces, la primera de ellas ahora, en el 29. V. EHRENBERG y A. H. M. JONES , Documents Illustrating the Reings of Augustus and Tiberius , Oxford, 1955, pág. 45.

80 Otro ritual antiguo y vinculado al fin de las guerras en Roma, que había sido abandonado. Debía celebrarse todos los años si se vivía en paz y no se estaba preparando ninguna nueva guerra.

81 Homo novus , fue uno de los jefes principales del partido de Octaviano, tercero en el escalafón, por detrás, únicamente, de Agripa. Participó con Augusto en las campañas de Iliria y en Accio. Cónsul en el 26 a. C., participó en la campaña en Hispania, por la que recibió la aclamación imperial (Corp. lnscrip. Lat . II 3556). Entre el 16 y el 13 a. C. fue prefecto de la ciudad (D. C., LIV 19, 6). R. SYME , La Revolución ..., pág. 411.

82 M. Nonio Galo también recibió una aclamación imperial por su victoria frente a los tréveros a pesar de estar a las órdenes de C. Carrinas, gobernador de la Galia Comata: Corp. lnscrip. Lat ., IX 2642.

83 R. MELLOR , The Worship of the Goddess Roma in the Greek World , Gotinga, 1975.

84 Éfeso era la sede del gobernador provincial. Se ha identificado como el templo doble cercano a la sede del consejo local. Nicea es caracterizada como la metrópolis de su provincia. S. R. F. PRICE , Rituals and Power , Cambrige, 1984, págs. 54-57, 254, 266.

85 Se trataba de un templo y un recinto sagrado consagrados tanto a Roma como a Augusto y conocidos como Sebasteion . S. R. F. PRICE , Rituals ..., pág. 252

86 S. R. F. PRICE , Rituals ..., pág. 266.

87 I. GRADEL , Emperor Worship and Roman Religion , Oxford, 2002, págs. 109-139.

88 Potito Valerio Mesala fue cónsul sufecto posiblemente a partir del 1 de julio del 29. A. E. GORDON , Potitus Valerius Messalla Consul Suffect 29 B. C . University of California Publication in Classical Archaeology 3.2, Berkeley, 1954.

89 Este fue un honor único en la Antigüedad. J.-M. RODDAZ , Marcus Agrippa , Roma, 1984, págs. 185-187.

90 Res Gestae XV. SUET ., Aug . 41, 2.

91 Res Gestae XXI. El aurum coronarium era un impuesto cobrado en forma de regalo al emperador o al general. F. MILLAR , The Emperor in the Roman World (31 B.C.-A.D. 337) , Ithaca, 1977, págs. 140-141.

92 Se celebran las acciones de Octaviano durante los años 35 y 33 a. C., campañas de logros muy limitados que estaban destinadas a mejorar la seguridad del norte de Italia y a mantener protegida la ruta con Oriente. APIANO , ll ir; 14-28 y D. C., XLIX 34-38. 43.8. R. SYME , «Augustus and the South Slav Lands», Danuhian Papers , Bucarest, 1971, págs. 13-39.

93 Procónsul de la Galia Cornata entre el 30 y el 29 a. C. Prosop. Imp. Rom 2 . C 447.

94 Triple triunfo: Res Gestae IV, LIVIO , Per . 133, SUET ., Aug . 22.

95 Se trataba de un pórtico conectado con la Curia Julia. E. NASH , Pictorial Dictionary of Ancient Rome, I , Nueva York, 1961, págs. 230-231 y 301-303.

96 El 18 de Agosto del 29. E. NASH , Pictorial Dictionary ..., págs. 512-514.

97 Esta estatua fue una donación de Julio César. APIANO , Gue. Civ . II 102.

98 Los Juegos de Troya (lusus Troiae) , a partir del 29. tuvieron gran importancia en el proyecto de recuperación moral de Augusto. A través de ellos se asociaba a la juventud con la formación premilitar. VIRG ., En . V 545-603. SUET., Aug . 43,2.

99 Desde el 38 estaba prohibido que los senadores lucharan como gladiadores. D. C., XLVIII 43, 3.

100 Este anfiteatro, el primero en piedra de la ciudad, se terminó un año antes. SUET ., Aug . 29, 5 y D. C., LIX 10, 5.

101 Las fechas fueron los años 30-29 o 29-28 a. C. B. MANUWALD , Cassius Dio ..., págs. 80-81. El valor de las noticias que siguen es grande puesto que son la principal fuente de aquella guerra. A. MÓCSY , «Der vertuschte Dakerkrieg des M. Licinius Crassus», Historia 15 (1966), 511-514. A. MÓCSY , Pannonia and Upper Moesia , Londres, 1974, págs. 31-52.

102 Región de Tracia que corresponde a las modernas Serbia y Bulgaria. Originalmente su nombre era Misia, que es el que recoge Dion, para cambiar posteriormente a Mesia como nombre de la provincia romana y que ha sido el elegido en la traducción para evitar la confusión con la región de Asia Menor.

103 Las razones para negárselo estuvieron en el carácter del mando de Craso, delegado de Octaviano, y la inexistencia de precedentes. Sobre este último aspecto, la tradición fue sometida a abuso. LIVIO , IV 19-20 recordaba el triunfo y los spolia opima de Cornelio Coso, tribuno militar en el 437. Octaviano, en cambio, sostuvo que Coso había sido cónsul. Para J. W. RICH , «Augustus and the spolia opima», Chiron 26 (1996), 85-127. en verdad nunca se le negó el derecho a Craso de ofrecer los spolia opima , aunque él renunció, posiblemente sometido a presión.

104 En verdad sí recibió su aclamación imperial: Inscrip. Lat. Selec . 8810. Pero Octaviano también recibió su séptima aclamación. Inscrip. Lat. Selec . 81.

105 C. M. DANOV , «Die Traker auf dem Ostbalkan». Auf. Nied. Rom. Welt II 7, 1, Berlín, 1979, págs. 123-126.

Historia romana. Libros L-LX

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