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INTRODUCCIÓN

Dionisio, hijo de Alejandro, nació en Halicarnaso, muy probablemente entre los años 60 y 55 a. C. Marchó a Roma el año 30 ó 29, donde fue profesor de retórica, aprendió la lengua de los romanos y estuvo en contacto con las letras latinas, y así reunió los materiales para escribir su historia. Estuvo en relación con personajes de ilustres familias romanas, entre quienes destaca Quinto Elio Tuberón, probablemente el cónsul del año 11 a. C., a quien dedicó su ensayo sobre Tucídides. Su actividad retórica se tradujo también en una serie de escritos sobre oradores griegos (Lisias, Isócrates, Iseo, Demóstenes), y sobre Tucídides, especialmente importante desde el punto de vista de su concepción de la historia, y en otros tratados, algunos de ellos en forma de carta. En este terreno se muestra contrario al estilo asiático y favorable al neoaticismo, tendencia impulsada por la aristocracia romana 1 . Frente a actitudes negativas como la de Séneca el Viejo 2 , que añora los oradores nacidos en época de Cicerón, Dionisio de Halicarnaso espera que, gracias a los romanos, se rechace el nuevo estilo asiático y se vuelva al viejo (De rhet. vet . 2-3) 3 . Se trata del optimismo propio de quienes ponían sus esperanzas en el renacimiento de la época de Augusto 4 , plasmado, en el terreno artístico y literario, en el clasicismo augusteo 5 .

Con respecto a la Historia Antigua de Roma 5bis , uno de los problemas que más ha atraído la atención es el de la determinación de las fuentes. Veremos sólo algunos ejemplos significativos. Destacan los estudios de E. Gabba 6 . Según él, aunque la fuente principal es la Segunda Analística, sin embargo, para la época regia y de los orígenes, la Primera se encontraba ya incorporada en ella sin grandes variaciones 7 . Por ello hay que tener en cuenta que, de forma indirecta, se han utilizado fuentes remotas variadas. Por ejemplo, unos Kymaiká , conocidos a través de Timeo, para VII 3-11 8 , e incluso los Anales de los Pontífices 9 . El libro I sería el más fiel a las fuentes originales; posteriormente, Dionisio se hace más autónomo 10 . Por ejemplo, el libro II se inicia con espíritu augusteo 11 , pero el programa político de Rómulo, cuyo centro está en II 14, sería el reflejo de un opúsculo político de época silana 12 . La «tendencia» de este posible escrito es, sin embargo, objeto de controversia y, además de ésta, se han hecho otras atribuciones: cesariano, octaviano del año 27... 13 .

También Momigliano considera que la base principal de todo se encuentra en el siglo I a. C. 14 , pero la figura de Camilo, tal como aparece en XII 14-16, corresponde a una tradición formada entre los Escipión y los Graco 15 .

La utilización de Fabio Píctor también ha sido objeto de estudios concretos. Dado que hay discrepancias entre su uso por Plutarco y por Dionisio, Verbrugghe 16 se inclina a pensar que, en estos casos, el más próximo a la fuente es el primero. Sin embargo, es posible estudiar la tradición de forma más compleja: Fabio Píctor es sólo el inicio de una tradición que sufre un proceso de elaboración largo, y es el resultado de ésta, ya a finales de la república, el que utiliza Dionisio de Halicarnaso 17 .

El estudio exclusivo de las fuentes ha estado unido a un criterio estimativo de la obra histórica de Dionisio de Halicarnaso. Prácticamente se consideraba un recopilador de fuentes sin ningún criterio unificador 18 . El proceso por el que ha cambiado este criterio puede verse en H. Verdin, «La fonction de l’histoire selon Denys d’Halicarnasse» (1974); por él se ha llegado a observar una determinada unidad en la obra de Dionisio de Halicarnaso. Ahora bien, también se ha atribuido la unicidad a la propia fuente y se ha intentado buscar una fuente, no varias, que sirviera de inspiración a Dionisio de Halicarnaso. Por ejemplo, Valvo, tanto en su reseña a Noé 19 como en su trabajo «Il praenomen Imperatoris di Cesare in un passo di Dionigi di Alicarnasso» 20 , aquí referido concretamente a XII 1, y sigs., ve una fuente unitaria filooptimate, anticesariana y antioctaviana, tal vez el propio Quinto Elio Tuberón, que trataría de justificar el asesinato de César.

En general, la tendencia es a considerar que las fuentes utilizadas son las más próximas a él, dado que la Segunda Analística está más interesada en las cuestiones internas que la Primera 21 , y esto se nota en Dionisio de Halicarnaso. La ideología dominante es, desde luego, la del siglo I a. C. 22 . Queda la cuestión de si Dionisio reelabora o simplemente recoge fuentes de su propia época. También en esto hay variaciones: Gabba cree en la reelaboración y en la incorporación del ambiente augusteo, pero en concreto lo propio de Dionisio son los discursos 23 . Para Balsdon, junto a la «composición» general de la obra, plasmada en la «programación» que expone en el libro I 24 , también hay aspectos concretos: comparaciones con el mundo griego y rechazo del papel de τύκη en el destino de Roma 25 , procedentes de su origen griego. Hill 26 fue uno de los autores que primero vio una intención unitaria antiaugustea, contraria a la propaganda italiana preconizada por Augusto y materializada en la obra virgiliana; sería la alternativa al antihelenismo de la Eneida . Su público sería el romano: se trataría del griego que defiende su tradición frente a los romanos que desprecian al griego. Noé, en cambio 27 , cree que la reelaboración de Dionisio de Halicarnaso se hace para llevar la realidad romana a los lectores griegos.

La obra de Dionisio fue escrita por un griego en una época determinada, y a ella, como obra hecha, dedicaremos las siguientes líneas, dado que, sean cuales fueren las fuentes y la forma de utilizarlas, lo que hoy todo el mundo admite es que, tras las reelaboraciones que haya que tener en cuenta, la Historia Antigua de Roma tiene la suficiente entidad para llamar la atención de quien se interese por la historia de Roma y por la posición de los griegos de la época del nacimiento del imperio romano.

Dionisio de Halicarnaso se muestra preocupado por la cronología. En Tucídides , 9, critica al historiador ático por usar un método de exposición cronológica por estaciones, lo que, a su manera de ver, no permite la claridad en la exposición 28 . Por otro lado, hay datos de que escribió un Perì chrónōn , cuyos fragmentos están recogidos por F. Jacoby, F. Gr. Hist ., 251. Dedica los capítulos I 74 y 75 a explicar el sistema por el que fija la fundación de Roma en 751, dos años más tarde que Varrón, y establece constantemente la sincronía entre los cónsules, los arcontes y las Olimpiadas. Como no hay coincidencia en el comienzo de los años, hace el paralelo de los cónsules con el año griego que había comenzado el verano anterior, lo que en algunos casos le obliga a hacer precisiones estacionales con vistas al entendimiento del público griego (I 32, 5, y com. ad l . de Cary). Este método pone de relieve la intención de unificar el proceso histórico. Tal intención está más clara en la exposición de la teoría de los cuatro imperios, cuya culminación es, naturalmente, el romano (I 2, 1-3) 29 . Hay por tanto un criterio unificador expreso, informado por la idea dominante 30 de que Roma supera la diversidad del mundo y el particularismo de la propia ciudad, por lo que su obra es al tiempo superación de los contrastes presentes en la historiografía griega anterior (Polibio y Posidonio) y fusión de historia local e historia general, tal como se expone en Tucídides , 5 31 . Con ello, comenta Gabba, se concluye la polémica sobre el imperialismo romano y se ponen las bases para la coexistencia del mundo griego con el mundo romano.

El criterio unificador se realiza por tanto a partir de la mentalidad de los griegos de la época de Augusto 32 . De algún modo, continúa a Polibio 33 , pero también de algún modo lo supera 34 , al atender a un público más amplio y utilizar un concepto de causa también más amplio. El propio Dionisio (V 56, 1) declara la necesidad del conocimiento de las circunstancias, de las personas y de los discursos (XI 1, 3); así la historia es útil para los políticos y para los filósofos (XI 1, 4-5). El proceso de recuperación que se inicia tiene que fijarse un modelo que se encuentra en el pasado de Roma, cuya decadencia sirve precisamente para mostrar la necesidad de resurgimiento de lo antiguo 35 . La retórica es un modelo de actuación de los hombres políticos, pero también un modo de exponer el proceso histórico. Habida cuenta de la complejidad del mundo real, sólo puede comprenderse a base de la exposición de posturas contrapuestas 36 , del mismo modo que en determinados casos tiene que exponer diversas versiones de un mismo hecho. La exposición histórica de Dionisio carece de carácter monolítico: lo malo siempre va unido a lo bueno (V 77, 6). Por ello es retórica y dramática 37 la historia de Dionisio de Halicarnaso, porque es precisa la penetración constante en los matices y los detalles. Con esto, a Polibio y la tradición histórica griega se le añade el papel de la retórica, de que era profesional 38 . Dionisio de Halicarnaso cree en la eficacia de la palabra: V 40, 1, es sólo uno de los ejemplos de cómo se mueven las masas por efecto del discurso, ya que éste es capaz de solucionar los acontecimientos concretos 39 , pero también de marcar el proceso de la historia de Roma, definida por Noé 40 como la lucha pacífica del pueblo romano por su libertad. Gracias a ella se consigue una democracia más pacífica que la griega. El discurso se expone como modelo para el presente, pero con ello el autor no puede dejar de utilizar también el presente como modelo, y así, los discursos útiles para el presente son también los debates del presente 41 . Todo ello en la sucesión concreta de los hechos que están por debajo de la explicación de la superioridad romana, con quien nadie puede competir (I 3, 5) y que nunca soportó estar bajo otros (VII 70, 4), pues lo propio de los romanos es mandar sobre los demás (X 28, 8).

El planteamiento es polémico (I 4, 2) contra historiadores esclavos de reyes que odian la hegemonía romana. Espíritu polémico que se manifiesta en diversos pasajes que ponen de relieve la pervivencia de corrientes de oposición a Roma, que no comparten la complacencia de Dionisio 42 . Uno de los aspectos polémicos es el de la týchē . La mayoría de los griegos atribuyen a ésta el éxito de Roma, para arrebatarle el mérito a su virtud. Es una polémica que subsistía en Grecia. A la týchē opone Dionisio la virtud (I 5, 2), pero también el número de soldados (II 17, 3) 43 , como motivo de los éxitos. Es curioso el conglomerado de týchē , providencia divina e intereses en III, 5, 1. En ocasiones es la visión providencialista la que predomina: la providencia divina salvadora de Roma (V 54, 1; VII 12, 4), los dioses guardianes de la hegemonía de los romanos (VIII 53, 3).

Desde el principio (I 4, 1) se define como digno de preocupación el tema de los orígenes. Es una exaltación de los primeros momentos de la ciudad, y una valoración de las ceremonias primitivas ligadas a ellos. Pero tales cultos primitivos (I 33, 2) se diferencian de los que poseen rasgos bárbaros (II 18, 3; 19) y de los mistéricos (II 19, 2). Con ello exalta la teología romana frente a los mitos griegos (II 20, 2). Todo es parte de la propaganda augustea de restauración de los orígenes 44 y de enaltecimiento de la tierra itálica (I 36, 1; 38, 1), y de los Saturnia regna , lo propio del tema de la Eneida despojado de sus connotaciones antihelénicas. Venus (I 53, 1), Eneas (I 56, 4), el Pontificado de los sucesores de Julo (I 70, 4; 71, 1-2), los Parilia (I 88, 3), la ceremonia del triunfo primitivo con la sencillez propia del culto de Júpiter Feretrio (II 34, 4), las Vestales (III 67, 2), todo lo que de un modo u otro se encuentra en relación con el poder de Augusto, sus familiares, o con su restauración religiosa. En este sentido se ha estudiado en concreto la figura de Heracles como símbolo de dos aspectos de la figura de Augusto: el panhelenismo y la personalidad misma del imperator 45 .

El motivo expuesto es el de la necesidad de que Roma sea conocida por los griegos (I 5, 4), precisamente como modelo, de acuerdo con lo ya expuesto. Las leyes romanas, por ejemplo, son superiores a las griegas (XI 44, 6); pero al mismo tiempo se complace la aspiración de la Roma augustea como centro de la civilización helénica 46 .

El modo de reconocer la superioridad romana sin sentirse oprimidos por el bárbaro es la aceptación de la tesis ya sostenida por Heráclides del Ponto de que Roma es una ciudad griega; los troyanos no son más que griegos (I 57, 3; 62, 2; 90, 1), y lo mismo serán los albanos (III 10, 3). La escritura es la misma que la antigua griega (IV 26, 5) 47 . Los romanos, rodeados de bárbaros, se identifican con los problemas de las colonias griegas, como Cumas (VII 3, 1). Rechaza Dionisio la interpretación de que los romanos hayan sido helenizados. Los caracteres griegos son anteriores a los contactos recientes. De no ser así, como los romanos han resultado vencedores, el proceso habría sido el inverso: los romanos habrían barbarizado a los griegos (VII 70, 5). Por ello se distingue siempre entre helenos —civilizados— y bárbaros, y entre estos helenos están los romanos. La historia de Dionisio de Halicarnaso se convierte así en el mayor esfuerzo para reconciliar a griegos y romanos 48 . Esta actitud se defiende frente a la otra, tradicional, de la Roma etrusca (I 29, 2), a pesar de que había familias etruscas en la nueva clase dominante romana 49 . Sin duda, esto traía consigo consecuencias más o menos contradictorias. Musti 50 opina que la postura de Dionisio pertenecía más al ambiente de Elio Tuberón que al de Mecenas; Hill 51 , que la búsqueda del origen griego se oponía a la política itálica de Augusto; Martin 52 , que la autoctonía es una solución valorativa que partiría precisamente de su contacto con familias etruscas. No es suficiente la solución de que el antietrusquismo sea un elemento translaticio, pues hay elementos propios 53 , y está claro que Dionisio deja de lado deliberadamente datos que podrían interpretarse como etruscos en los primeros siglos de Roma 54 . El interés de Dionisio son los griegos. Si a ellos va dirigido el escrito, lo que lo conduce es su intención de colocar a los romanos a su frente sin violencia y hacerlos aceptables para aquéllos. Para ello toma una tradición y deja de lado el elemento etrusco que podría estorbar la exposición de su tesis. Una Roma «griega» es admisible, y no se contradice con la línea general de la política de Augusto ante los griegos. Ni el planteamiento de Dionisio, ni la propia política de Augusto, están, desde luego, libres de contradicciones.

Más difíciles son los equilibrios para justificar la superioridad romana y al tiempo alejar toda acusación de violencia imperialista. Por una parte tenemos la insistencia constante en que Roma siempre emprende la guerra por motivos defensivos (III 2, 3; 4, 3; 6, 4; 7, 7; 9, 2; 33, 1; etc.), hasta el punto de que la iniciativa romana se explica porque han sido engañados a propósito por el enemigo para obligarlos a ello (VIII 2, 3; 10, 3). Pero todo se encuentra en un contexto en que Roma esclavizó a sus rivales (I 3, 4), y en que es natural que el fuerte mande sobre el débil (I 5, 2), y en que la libertad consiste en someter a otros (VIII 70, 5). La solución se encuentra en la dominación moderada (IX 17, 3; 59, 5): es mejor la aceptación voluntaria de la hegemonía (III 60, 3); los romanos procuran ser gratos a los sometidos (VIII 36, 4); los volscos se sometieron en situación de igualdad (VIII 68, 2). Parece tratarse de un conjunto de consejos a los griegos sobre la conveniencia de admitir el poder romano y la inutilidad de todo tipo de resistencia. Los argumentos rebeldes podrían ser los de Fufecio en III 23; el objetivo de Dionisio de Halicarnaso sería demostrar su falsedad e inutilidad a través de los hechos históricos. Los romanos proponen la verdadera solución: una sola patria para todos (III 29, 4). El concepto dominante es el de hegemonía (III 9, 7). Frente a la esclavización, los romanos practican la concesión de la ciudadanía y la fundación de colonias (I 9, 4; III 11, 4, 6: VI 19, 4; XIV 3, 4), en lo que también fueron mejores que los griegos. En ello se encuentra de hecho la formación del poder de la clase dominante del imperio: formación de clientelas exteriores por medio de la concesión de la ciudadanía 55 , base de la ampliación de la clase dirigente imperial 56 , junto a la colonia como elemento importante de la propaganda de Augusto 57 .

El tema de la esclavitud se trata sobre todo en el Libro IV 23 y sigs., a propósito de Servio Tulio, sobre la concesión de la ciudadanía a los libertos: los esclavos no lo son por naturaleza, serán mejores si esperan la libertad. Hay sin duda una polémica propia de la época de Augusto sobre las manumisiones y sus problemas al final de la República 58 . Una de las ventajas, según Servio Tulio, era el aumento del número de las clientelas. Dionisio de Halicarnaso parece aprobar la práctica de la manumisión, pero considera que sería conveniente establecer correcciones con respecto a la politeía , a la concesión de la ciudadanía (IV 24, 7, 8). Con ello, Dionisio no hace más que proponer lo que de algún modo se está llevando a la práctica en el mundo helenístico. La ampliación de la libertad, pero, de acuerdo con la tradición griega, el mantenimiento de una situación de libertad sin derechos políticos. La ciudadanía quedaría sólo para casos de especial colaboración (V 13, 1).

Por otro lado, Dionisio trata el tema de los plebeyos como si fuera simplemente una división entre pobres y ricos 59 , y a aquéllos se refiere con frecuencia como «demóticos», que desde luego deben estar apartados de la vida política (II 9, 1-2), que debe quedar exclusivamente reservada para los ricos (IV 20, 1). Los demóticos, convertidos en clientes, se comparan a los penestes tesalios y a los thetes atenienses (II, 8, 1, 2), sometidos los primeros y los segundos libres, pero sin derechos, salvo en las etapas desarrolladas de la democracia ateniense. El demos se encuentra con frecuencia próximo a la esclavitud (VI 76, 1; 79, 2; 82, 3). La parte thetikón de los campesinos se unía a los demóticos (VII 1, 1), y Apio Herdonio quiere aprovecharse de la situación de los clientes y siervos (X 14, 1). Las clientelas son parecidas a las del siglo I 60 : las masas de población desposeídas, que forman los ejércitos privados proletarizados y a las que el imperio terminará por dejar privadas de derechos y a merced de sus patronos, a quienes, según Dionisio, los entregó Rómulo (II 9, 2).

En íntima relación con esto está el problema de la tierra. Desde Tulo Hostilio tenemos presentes las reivindicaciones, por parte de los demóticos, de las tierras públicas que han sido apropiadas (III 1, 4-5); por ellas surge la stasis , o conflicto social interno, a la que se pueden sumar conspiraciones por intereses personales (VI 46, 3). El episodio más interesante a este respecto es el de la petición de reparto de tierras por Espurio Casio y la respuesta dada por Apio Claudio (VIII 68-76). Para Gabba, ahí se refleja la problemática de la época de los Graco, y a ella pueden aplicarse los argumentos contrarios de Apio Claudio 61 . Pero quizás merezca destacarse la propuesta de Apio Claudio de entrega de tierras en sistema de colectividad controlada, que se asemeja más a las colonizaciones (VIII 73, 4) de época de Augusto y que fue lo que hizo cesar la demagogia (VIII 76, 2).

En relación con esto, es frecuente, sobre todo en el Libro IX, la polémica sobre los poderes de los tribunos, a quienes suele calificarse de demagogos. El demos es más moderado que los tribunos (X 28, 6). En cualquier caso, responde fundamentalmente a los intereses de finales de la República, en relación con las leyes agrarias, y a las supresiones y restauraciones del poder tribunicio 62 .

Con ello llegamos a un elemento sintético importante, el que une la historia interna de la ciudad con la historia externa, la historia de las guerras y conquistas. La hegemonía no puede separarse de las luchas internas. La concordia favorece la expansión (II 3, 4), en que todos los ciudadanos tienen enemigos comunes (III 8, 2). En cambio, la discordia interna dificulta la expansión: los pobres quieren que se les premie con la libertad por su colaboración (V 64, 2), y sin la ayuda plebeya no es posible el crecimiento. Si hay stasis , los romanos son más vulnerables (VIII 8, 5). Pero, al mismo tiempo, se da la argumentación contraria, la de que se utiliza la guerra para calmar los problemas internos (VI 23, 1) y acabar con la stasis (VIII 83, 1-2). La tensión, con todo, es constante, porque esas guerras, al necesitar el reclutamiento forzoso (VIII 81, 3), pueden producir odio contra el jefe y, por tanto, el fracaso militar (IX 3, 4). De manera compleja, sin embargo, la ecuación se repite: abundancia en la guerra, stasis en la paz (IX 26, 27); concordia en la guerra, stasis en la paz (X 33, 2); ataques externos aprovechando la guerra interna (XI 7, 2). La conclusión es que sin el demos no es posible la hegemonía (XI 59, 2). La cuestión está en el modo de ganarse la adhesión del demos .

En torno a esto está el constante problema del crecimiento del poder personal, también reflejo de los conflictos del final de la República. Coriolano es un caso extremado: su poder procede de sus triunfos militares (VIII 29, 4-5) que le permiten el reparto del botín (VIII 32, 2; 32, 4; IX 55, 2) y el aumento de la adhesión y la fuerza. Prueba de su Piedad es la buena suerte (VIII 33, 2) que le permite la victoria y la consiguiente adquisición de poder. Para Dionisio, este personaje no era injusto (VIII 60, 1), pero le faltaba moderación (VIII 61, 1-3). La base de este poder es la capacidad «benefactora», la evergesia (VIII 69, 3, 4), pero tal capacidad atractiva provoca la stasis , en que el personaje se siente apoyado porque promete philíen kaí sṓ zein , con lo que se revela como «salvador», y de ahí que su fuerza venga de los pobres (VIII 71, 6). De este modo Casio pretendía la tiranía (VIII 77, 1). Frente a ello, Apio Claudio se apoya en hetairos y clientes (VIII 90, 1) y como dictador se opone a la stasis . Ambos caminos llevan al poder personal. La alternativa legal es el interregnum . De un modo o de otro, la jefatura militar lleva a la tiranía. También Apio Claudio es calificado de misodemo y tirano (IX 47, 2). Del salvador bienaventurado (como Sila Félix), que se procura hetairos y clientes «dando» (XII 1, 2), se pasa a la tiranía (XII 11), por medio de calificativos como padre, fundador, etc. (XII 1, 18).

Sin embargo, Dionisio de Halicarnaso, de algún modo, pone la monarquía como modelo (II 4, 1) en la figura de Rómulo, pero basada en la concordia, y tras haber puesto el cargo, e incluso la forma de gobierno, a la disposición de todos (II 3, 7, 8). En esta monarquía destaca la regulación de la vida privada (II 24, 2) y del matrimonio (II, 25, 2), en un claro paralelo con la política de Augusto 63 . El problema para los senadores era el modo de sucesión (II 57, 4). El rey fue, además, quien acabó con la stasis (II 58, 1). La realeza se hace peligrosa con Lucumón (III 47, 4), que tenía demasiada fortuna (III 48, 1), y se gana el apoyo de la multitud, entre otras cosas, con la donación de dinero (III 48, 4).

La instauración de la República se caracteriza, principalmente, por la concordia que representó la asimilación al patriciado de los plebeyos más poderosos (V 13, 2), y porque los hegemones permanecían alejados de toda aspiración tiránica (V 60, 2), lo que le ocurre incluso al dictador (V 71, 1). De acuerdo con su planteamiento de que todo lo bueno lleva mezcla de malo, estos poderes pueden siempre caer en riesgos de tiranía, o en la dynasteía: tiranía, adulación del demos , esclavización de la ciudad, son los elementos determinantes. La tensión existe con respecto a las necesidades de hegemonía de que, según dice (VI 85, 1), siempre está necesitada la multitud. Hacen falta hombres de mando (VI 64, 2), pero todo poder contiene en sí el riesgo de tiranía. Aquí está la situación conflictiva. La solución está eis méson (VII 15, 1), tal vez en las relaciones entre senado, monarca y pueblo del programa de Rómulo, con monarquía, pero bajo control (II 14; 15), como manifiesto de la moderación 64 . Sería la plasmación de la monarquía de Augusto, precisamente apoyada en la teoría «no monárquica» del mismo 65 . Martin considera el Libro I como una especie de himno a la concordia. Ésta se rompe, pero la gran lección de la historia de Roma sería precisamente la capacidad para llegar siempre a la convergencia pacífica, a la solución dialogada del conflicto 66 : frente a tiranía, hegemonía y prostasía. No hay personajes monolíticos, dada la concepción de la historia de Dionisio, pero hay aproximaciones a la figura del personaje conciliador: Agripa (IX 27, 2); Cincinato (X 18, 1; 24, 3); y hay personajes claramente opuestos a esta figura, como los decenviros, contra quienes estaban todos (XI 1, 6; 2, 1, 3; 3, 1; 22, 6). Posiblemente no hay personajes monolíticos porque no hay tampoco solución monolítica, sino la solución representada por la historia de Roma misma, en que el conflicto se arregla pacíficamente. En Roma nunca se llegó a lo anḗkeston («lo irremediable») 67 .

Dionisio de Halicarnaso escribió su Historia Antigua de Roma sin duda sobre fuentes más o menos unificadas, pero escribió una obra unitaria, con sistemas retóricos adaptados a la interpretación histórica, con lo que consigue darle una nueva profundidad; pero también con una concepción unitaria del proceso histórico, centrado en el papel de Roma como culminación del mismo.

En este conjunto, desempeña un papel importante la consideración de Roma como heredera y superadora de la diversidad del mundo griego. Pero el papel de Roma también está asentado en los presupuestos que le da el propio Augusto: remontarse a los orígenes donde se encuentran los elementos que justifican el nuevo ordenamiento político y jurídico; y en él, la estructuración social que para Dionisio necesita de un reforzamiento, la propia del mundo helenístico en que se ha aminorado el papel de la esclavitud en paralelo con la pérdida de derechos de la masa libre de la población pobre. Tal masa desempeña un papel importante en las guerras que justifican la hegemonía romana. Guerra y conflicto interno se condicionan mutuamente. El control del demos y la vida de conquistas favorecen el desarrollo del poder personal y de la tiranía. La conflictividad requiere una autoridad, pero que evite la tiranía por medio de la moderación. Dionisio de Halicarnaso no da una fórmula, no es un teórico de la política, sino que escribe una obra histórica que quiere ser útil al político. El modo de hacerlo es por medio de la descripción de un mundo en que nunca lo bueno o lo malo están en estado de pureza, pero donde es posible adoptar posturas capaces de control autoritario sin necesidad de la tiranía, con monarquía o sin monarquía, pero con hegemonía personal y moderación y concordia. Roma es en su historia el modelo que deben seguir los griegos, sometiéndose voluntariamente a su hegemonía, en un momento en que parece evidente que tal modelo está en una de sus fases más próximas a su realización perfecta.

DOMINGO PLÁCIDO


1 BOWERSOCK , pág. 75.

2 FAIRWEATHER , págs. 301-2.

3 FORTE , pág. 201.

4 BONNER , pág. 10.

5 MAZZARINO , I, págs. 499-500.

5bis Esta obra aparece citada normalmente con el nombre de Antigüedades Romanas .

6 Véase bibliografía.

7 «Considerazioni…», págs. 138-9.

8 Pág. 145.

9 Pág. 153.

10 «Dionigi…», pág. 225.

11 «Studi…I…», pág. 224

12 ID ., págs. 200-216.

13 BALSDON , pág. 24.

14 «An Interim…», pág. 547.

15 «Camillus…», pág. 92.

16 Pág. 238.

17 POUCET , «Fabius…», pág. 216. Cf. «L’amplification…».

18 SCHWARTZ , en PW, RE , V (1903), 934-961.

19 Pág. 297.

20 Págs. 336-9.

21 NOÉ , pág. 30.

22 MUSTI , «Etruschi…», pág. 43.

23 «Dionigi…», pág. 228.

24 Pág. 25.

25 Pág. 26.

26 Págs. 88 y sigs.

27 Págs. 22-23.

28 CARY , p. XXXI, MAZZARINO , I, pág. 495.

29 MOMIGLIANO , «The origins…», pág. 549; GASCÓ , págs. 187 y sigs.

30 MARTIN , «Le dessein…», pág. 206.

31 GABBA , «Storiografia…», págs. 641-2.

32 GABBA , «Dionigi…», pág. 229.

33 MARTIN , «Dessein…», pág. 201.

34 GOZZOLI , págs. 164 y sigs.

35 BOWERSOCK , pág. 131.

36 CARY , pág. XVI.

37 GABBA , «Dionigi…», pág. 221.

38 VERDIN , págs. 297-306.

39 GOZZOLI , pág. 172.

40 Págs. 114-5.

41 NOÉ , pág. 38.

42 FORTE , págs. 194-5; GABBA , «Storici…», pág. 365; «Storiografia…», pág. 633.

43 GABBA , «Studi…I.», pág. 188.

44 MARTIN , «La propagande…», págs. 162-8; «Le dessein…», pág. 204.

45 MARTIN , «Herakles…», págs. 262 y sigs.; 266 y sigs.

46 MARTIN , «Dessein…», pág. 198.

47 GABBA , «Il latino…», pág. 188.

48 FORTE , pág. 195.

49 GABBA , «Dionigi…», pág. 224.

50 «Etruschi…», pág. 31, n. 8.

51 Ob cit .

52 «Le dessein…», pág. 198.

53 MUSTI , Tendenze …, pág. 152.

54 THUILLIER , pág. 581.

55 BALSDON ; POMA , pág. 71.

56 GABBA , «Dionigi…», pág. 219.

57 MARTIN , «La propagande…», pág. 174.

58 GABBA , «Studi… II», pág. 113, y reseña a FINLEY , pág. 279, n. 2.

59 NOÉ , pág. 63.

60 NOÉ , pág. 93.

61 «Studi… III». pág. 32, 36.

62 GABBA , «Dionigi…», pág. 227, NOÉ , pág. 96.

63 MARTIN , «Dessein…», pág. 205.

64 La Penna, pág. 118.

65 MARTIN , «La propagande…», págs. 174-5.

66 NOÉ , pág. 37; 48.

67 NOÉ , pág. 79.

Historia antigua de Roma. Libros I-III

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