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PRÓLOGO

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Hace unas horas me llegó el original de Peritos de una fuga. Abrí y encontré cientos de páginas. En los últimos años, lo único que pude leer que tuviera más de dos páginas era de marketing o economía. Lamentablemente, perdí el hábito de leer y ya no puedo hacerlo. Leo las noticias y, por mi ansiedad, leo el primer párrafo y ya necesito pasar al siguiente.

Así que, mi querida hermanita, con este honor que tengo de ser parte de tu libro, creo que este prólogo va a ser diferente al de los demás libros (bueno, justo vos y yo siempre fuimos un poco los “diferentes” de la familia, ¿no? Aunque al final la oveja negra sos vos, claramente, y por eso dudo que te moleste que desafíe un poco las leyes literarias).

Obviamente, tenés toda la libertad de no usarlo si no te gusta o no encaja. Pero, bueno, al menos sirve para hacer lo que tengo ganas de hacer, que es escribirte a vos. La última vez que lo hice estabas en un retiro y bromeé en lo que escribí, acerca de todo. Esta es una buena oportunidad de madurar mis emociones hacia vos.

Me fijé en Google de qué se trataba esto de hacer un prólogo y, según el buscador, tengo que preparar al lector para lo que viene. Perdón, pero no puedo hacer eso, yo quiero hablarte a vos.

Si bien siempre nos catalogaron como los “diferentes” de la familia por romper un poco con las tradiciones que nos fueron inculcando, vos y yo no somos para nada iguales. Yo torcí un poco las reglas, vos, directamente, las rompiste todas.

Y debe ser por eso que nunca nos llevamos tan bien. Te cansaste de alterarles la vida a mamá y a papá. Desde que tengo uso de razón, los problemas familiares te tuvieron a vos de protagonista. Siempre estabas en el centro de cada problema.

Pero no me preguntes cómo ni por qué, si es la sangre, si es el destino, Yemanyá, el alma, tu espíritu o esas cosas raras tuyas, siempre terminábamos unidos en algún circunstancial abrazo, donde sin hablarnos nos decíamos que, a pesar de todo, nos elegíamos, nos queríamos y nos íbamos a bancar, a acompañar y a cubrir la espalda en todas.

Yo casi no entiendo lo que escribís, no me gusta como pensás, no comparto tu filosofía de vida, no coincido en el 99% de las cosas que expresás, nunca estamos de acuerdo. Ideológicamente estamos en veredas enfrentadas la mayoría de las veces… pero te apoyo en todo lo que elijas y hagas.

¿Podés creer que llegué a pensar que nuestra familia sería perfecta sin vos? Ufff… duro leer esto, ¿no? ¡Perdón! Pero se me ha cruzado por la cabeza caliente cada vez que la he visto llorar a mamá por tus anecdóticos momentos.

Ahora decidiste, sin saber cómo, enfrentar todas esas circunstancias que viviste y que todos vivimos a tu lado, y romper con las cadenas que te tenían encerrada… y te fugaste (wow, escribo como vos creo, quizás soy bueno, ¡ja!).

Siempre sostuve que no debe existir dolor más grande para el ser humano que perder a un hijo… por vos aprendí que existe algo semejante… el abuso infantil. Me dediqué a investigar mucho sobre el tema, y aunque no sé bien cómo hacerlo, yo estoy con vos. Y estar con vos significa arrepentirme de todo lo que escribí antes. Sos mi familia, siempre lo fuiste.

Te esforzaste por ser vos, y para eso tuviste que volver a nacer… soltaste todo, te animaste, te inmolaste y con eso hasta pudiste curar tus enfermedades físicas y las del corazón.

Te robaron tu infancia, tu adolescencia y una partecita de tu adultez…pero, hermanita querida, tenés ahora la oportunidad y el desafío de darles a cuantos niños y niñas puedas lo que a vos te sacaron… libertad.

Por último, lo que más orgullo, admiración y ansiedad me da de este libro es que imagino la cantidad de mujeres u hombres que a través tuyo van a poder volver a nacer, que se van a animar a hablar, a recordar, a romper con todo… y a ser felices. Ser felices… suena a frase trillada ¿no? Pero si tan solo pudieran detenerse veinte segundos a darse cuenta de que, al final, es lo único que importa, que realmente estamos de paso, entenderían que lo escribo sintiéndolo y pidiéndolo para vos. Si tan solo pudieras detenerte veinte segundos a darte cuenta de que, al final, es lo único que me importa, que estás de paso, entenderías… que quiero que lo seas… como lo sos, y más.

Escribí de corrido, solo corrigiendo ortografía y no pienso volver a leerlo, así que si estás leyendo esto en el libro, significa que mi hermana aceptó publicarlo. Pido, en tal caso, disculpas por no escribir el prólogo que esperaban, pero necesitaba un lugar más para decirle a mi hermana que estoy con ella, que la acompaño, que le doy la mano como cuando éramos dos bandidos recibiendo algún regaño, enfrentando unidos en lo que venga y… que la admiro. Profundamente.

El tercero de los cuatro hermanos,

BETO

Peritos de una fuga

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