Читать книгу Peritos de una fuga - Dolores Campos - Страница 6
PRÓLOGO DE LA AUTORA
ОглавлениеMis emigraciones se repetían tan a menudo que mis amistades variaban constantemente. Notaba que la mayoría conservaba a sus compañeros de preescolar, razón por la que vagaba en mí un sabor amargo, pues las anécdotas con mis amigos tenían, como máximo, una antigüedad de dos años.
Mamá, que se destacaba por sus efectivos recursos nómades, se las ingenió para que expulsara ese sentimiento de ser una despatriada y me hizo descubrir el correo.
Trajo un puñado de crayones, brillantina y otras atracciones infantiles y me preguntó: “¿Y? ¿A cuál de tus amigos parisinos te gustaría escribirle?” Recordé a Timón y a Amélie; y pensé que quería enseñarles mi nuevo paisaje.
Dibujé a Dolly, mi nueva oveja, a la par de Pampita, mi nueva perra, a mi nuevo amigo Fabricio, la nueva escuela y a mi nueva yo.
Olvidé preguntarles si aún conservaban la boina que había decidido obsequiarles para que me recordaran, y fue en aquel despiste que descubrí la posdata, un exquisito anexo que pronto me prohibieron porque agregaba cuantos recuerdos quería apuntar.
La espera era una tortura para mí y para Mr. Postman, pues apenas asomaba su bicicleta, me tiraba encima de él para verificar que hubiera correspondencia francesa.
Mi íntima sureña me obsequió un baúl circular que pintó de celeste y vainilla para que guardara mi almacén de manuscritos. Antes de eso, solía acumularlos en una bolsa que no le hacía justicia a las reliquias afectuosas.
Aún las conservo en aquel cofre y aún las releo. Una de mis favoritas es la de sobre rosa —pues la escribí yo a mis doce—, que al parecer el correo devolvió, en la que le contaba a Eva que había conocido a Shakespeare, un escritor que me costaba deletrear sin espiar, pero que me inspiraba a redactar con mejor calidad mis telegramas. En la posdata le exigí que lo leyera para que pudiéramos representar sus obras cuando nos reencontráramos.
Gracias al sistema de supervivencia de mamá, mis palabras y las de William han estado atravesando océanos desde que tengo recuerdo.
Encomendé mi primer libro 28 Rulemanes —mi diario corazón— a un crucero deseo para lograr alcanzar los mares de Fran, las montañas de Silvia, los inviernos de Cecilia y tus lunas, María.
Los mensajes embotellados el mundo atravesaron. ¿Por qué no habría yo de lograrlo?
Peritos de una fuga y su inexorable mensaje también quieren atravesar los océanos y llegar a las almas a las que deba exponerles mis sentimientos.
Atesoro el día que decidí que efectivamente me esforzaría por lograr que este nuevo libro atravesara los cinco. Los cinco océanos y los cinco candorosos obstáculos: el miedo, el pavor, el temor, el pánico y la maldita culpa.
En uno de esos días en lo que intentaba vencer estas barreras mentales, debatiéndome por dentro sobre si finalmente me animaría a publicar este tesoro, un amigo músico me pidió que me tapara los oídos con las palmas de las manos, tomó el diapasón, aquella barra metálica en forma de U que, al moverla, produce un tono determinado; lo agitó, lo apoyó en mi codo y al instante oí un sorprendente sonido que subió desde mi codo hasta la palma de la mano, con la que me cubría el oído.
Redobló la sorpresa y le pidió a otra persona que apoyara una palma en una parte de mi cuerpo y esta vez, luego de agitar el elemento, lo apoyó en el otro individuo, y aun así, el sonido se escurrió y subió desde la parte del cuerpo del otro hasta mis oídos. Vinculándonos y haciéndonos uno.
A juzgar por mi cara de asombro, demostré precisar una inmediata explicación. La obtuve. “El sonido es vibración”, dijo sin saber que se transformaba con esa expresión en el ante último eslabón para darle rienda suelta a mi próxima publicación, este libro.
“Como el amor”, agregué, romántica como me apodan quienes desconocen lo arisca que soy.
Horas después salí de casa y en el trayecto de aquella visionaria caminata me topé con una muralista, que tampoco sabía que delineando aquella pared estaba actuando como último engranaje de esta invisible cadena de favores.
El dibujo de aquella mariposa le susurró a mi resistencia y animó mi deseo, pues si voy a vivir un instante en esta tierra, como aquel insecto que vive de manera más reducida que nosotros, que valga la cuenta. Y cuando digo “la cuenta” me refiero a la suma de casilleros en la rayuela: de mi tierra al cielo.
Oíme, miedo. Si mi vuelo transformación va a servir de diapasón y va a transmitir sonidos de sanación quien sabe a quién, pues entonces hacete a un maldito lado y dejame aletear mi vibración para que se expanda y revitalice.
Peritos de una fuga es una cirugía sin anestesia, un doloroso pero valiente abandono de cordialidades y protocolos, y le corre el velo a la verdad, para dejar de colaborar con este sistema donde los abusos de poder, las mentiras, los bloqueos, las consecuencias orgánicas y las perpetuidades continúan su fluidez de manera automatizada sin que nadie haga nada al respecto.
Desde la prisión de mi silencio, privada de mi verdad y de mi libertad, describí en Peritos el escape maestro del alma fugitiva que hoy, después de tanto, tanto, vive en celeridad de la transformación de su propia realidad.
Las horas silla de mi obra son en realidad mis horas experiencia que han ido viviendo, recolectando y azuzando mi valor para la realización de este diario íntimo amplificado.
Mi experiencia es subjetiva, es por eso que cada letra, coma, acento, palabra, oración, emoción, sentimiento y pensar de esta novela son subjetivos. Mi personal apreciación e impacto de los acontecimientos itinerantes de mi fuga. Nadie puede contradecir mi sentir porque cada emoción es única e incuestionable. Podrán no sentirse identificados quienes aparezcan en estas páginas, pero yo no he descripto su interior, he relatado únicamente el mío, razón suficiente para que no puedan argumentar sobre mis sentimientos, porque son intocables y personales.
He intentado cuidar los mensajes dados, pero verán, durante la vivencia de cada experiencia, fui tan víctima del patriarcado como cada uno de ustedes, es por eso que los sentimientos y pensamientos, en algunas partes, pueden sonarles arcaicos. Pero así fue como viví mi historia y no quiero fallarle a mi verdad. Mi pensamiento con el pasar del tiempo cambió, pero mi sentimiento fue el que honestamente relato, impuesto y construido dadas las circunstancias en las que el mundo se encontraba en aquel momento. Podría modificar el texto en base a lo que hoy siento y acontece en mí, luego de haberme deconstruido un montón, pero entonces el relato perdería veracidad y absoluto sentido de las razones que le dieron curso y desenlace a cada etapa de mi vida. Y agréguese a esto que, si no hubiera sido genuina en el relato de la historia, el peritaje no hubiera sido limpio. Hubiese estado intervenido por mi yo de hoy, y a quien quise describir es a mi yo de aquel entonces, a mi yo mutante en cada etapa, es por eso que busqué respetar y homenajear cada versión de mi misma con fidelidad.
No me reconozco en algunas partes, pues he evolucionado tanto que me cuesta identificarme con aquel entonces. Pero son parte de mi historia: mi alma no llegó sola hasta aquí. La experiencia la trajo y la hizo. A veces me avergüenzo, pero si no acepto quien fui no puedo festejar en quien me convertí.
Peritos de una fuga relata todos los huecos que cada emoción vivida ha ido haciendo dentro de mí para darle espacio, escapatoria y campo a la fuga de mi alma.
A diferencia de 28 Rulemanes, libro en el que cada capítulo está protagonizado por una persona que ha impulsado o virado el destino de mi vida, Peritos de una fuga está comandado por mis emociones. Si bien en las historias hay personas que tienen un papel, quiero invitarlos a despersonalizar cada relato y hacer hincapié en la emoción que interpela cada capítulo. Más allá de que cada historia tiene protagonistas, quisiera que, además de quitarle el género a las figuras para que no altere las percepciones, para no romantizar tanto los relatos, sino lo que colateralmente ocurría, se acerquen en cada capítulo con la lupa de su pecho a la emoción que trabajó como taladro adentro, agujereando los muros, que trabajó de sierra, cortando los barrotes, y de pala, cavando el sendero para la gran esperada fuga de mi alma hacia mi paraíso poético.
Con ánimos de darles aliento para este profundo viaje hacia la oscuridad, les adelanto que mi alma, finalmente, ha llegado a casa. Hay hendiduras, dolorosas y felices, pero cualesquiera sean sus motivos, han provocado aquel regreso.
Con su permiso, apoyaré mi diapasón corazón en quien me lo permita y haré que mis bandas sonoras de luz, amor y sanación recorran su trayecto. El peritaje de mi fuga no será resuelto más que por ustedes mismos.
Con amor y dolor,
MI NIÑA Y YO