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Capítulo 2 El deber de alertar a las personas

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En el verano de 1886, varios de nuestros hermanos fueron arrestados en los Estados sureños por trabajar en domingo. En Maryland y Massachusetts, además, las leyes dominicales fueron aplicadas en contra de los adventistas del séptimo día. El pastor G. I. Butler, en ese tiempo presidente de la Asociación General, escribió a Elena de White pidiendo su consejo con respecto al deber de nuestro pueblo frente a la crisis que parecía estar acaeciendo, en ese entonces, sobre ellos. Elena de White escribió la siguiente respuesta:

“Usted pregunta con respecto a la conducta que debe seguirse para asegurar los derechos de nuestro pueblo a adorar de acuerdo con los dictados de su conciencia. Esta ha sido una carga que he tenido sobre mi alma por algún tiempo, pues me preguntaba si se produciría una negación de nuestra fe y habría evidencias de que nuestra confianza no estaba plenamente en Dios. Pero recuerdo muchas cosas que Dios me ha mostrado en lo pasado en cuanto a situaciones de una naturaleza similar, como la conscripción y otras cosas similares.

“Puedo hablar en el temor de Dios y decir: es correcto que utilicemos todo el poder que esté a nuestro alcance para aliviar la presión que ha de ponerse sobre nuestro pueblo. Si nuestro pueblo estuviera espiritualizado por la verdad, ejercería amor hacia todas las personas y sumo cuidado para no provocar a aquellos que han aceptado el falso día de descanso, una institución del Papado, en lugar del santo sábado de Dios. Su falta de argumentos bíblicos a su favor los encoleriza más, y los hace más determinados a suplir con el poder de su fuerza los argumentos que faltan en la Palabra de Dios.

“Todas las cosas que hay en el mundo, tanto los hombres como las doctrinas y la naturaleza misma, están cumpliendo la segura palabra profética, y realizando su obra grandiosa y final en la historia de este mundo. Debemos estar listos y a la espera de las órdenes de Dios. Las naciones serán conmovidas hasta sus mismas bases. Se quitará el apoyo a los que proclaman la única norma de justicia de Dios y la única prueba segura del carácter. Y todos los que no se sometan a los decretos de los concilios nacionales y no obedezcan las leyes nacionales que ordenan exaltar el día de reposo instituido por el hombre de pecado, por encima del día santo de Dios, sentirán no solamente el poder opresivo del Papado, sino también el del mundo protestante, que buscará forzar la adoración a la imagen de la bestia” (publicado en parte en Mensajes selectos, t. 2, pp. 436-439).

De otro manuscrito, escrito en Europa en torno a la misma época, tomamos la siguiente instrucción, que señala nuestro deber de iluminar las mentes de las personas, y habla de las oportunidades especiales para hacer esto cuando la cuestión del domingo es traída ante el público:

“Mientras Satanás ha estado llevando adelante sus planes con éxito, el pueblo de Dios no ha cumplido con su deber. Dios tenía una obra importante que ellos debían realizar, puesto que el honor de la Ley divina y la libertad religiosa del pueblo están en juego. Sin embargo, los atalayas no discernieron los engaños del enemigo, y no dieron a la trompeta un sonido certero y a tiempo para ejercer una influencia decisiva [...].

“Hay muchos que están tranquilos, como si estuvieran durmiendo. Dicen: ‘Si la profecía ha predicho la imposición de la observancia dominical, con toda seguridad la ley será promulgada’, y habiendo arribado a esta conclusión se sientan a esperar el cumplimiento de la profecía, consolándose con la idea de que Dios protegerá a su pueblo en el día de la angustia.

“Pero el Señor no nos salvará si no hacemos el menor esfuerzo para llevar a cabo la obra que nos ha encomendado. Debemos ser hallados como soldados vigilantes, cumpliendo fielmente con nuestro deber, no sea que Satanás obtenga la ventaja; algo que es nuestro deber impedir. Deberíamos estudiar diligentemente la Palabra de Dios y orar con fe para que Dios refrene a los poderes de las tinieblas, porque hasta ahora el mensaje ha llegado relativamente a pocas personas y el mundo debe ser iluminado con la gloria del Señor. La verdad presente, los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús todavía no han resonando como deberían haberlo hecho. Hay muchos prácticamente a la sombra de nuestras puertas por cuya salvación no se ha hecho ningún esfuerzo personal.

“No estamos preparados para cuando llegue el tiempo en que nuestra obra habrá de finalizar. Debemos asumir la firme resolución de no santificar el primer día de la semana como día de reposo, porque no es el día que fue bendecido y santificado por el Señor. Al reverenciar el domingo, nos colocamos del lado del gran engañador. El conflicto en torno al sábado quedará al descubierto ante la gente, y se tendrá la oportunidad de presentar los argumentos en favor del genuino día de reposo [...].

“Hay muchos que, si comprendieran el espíritu y el resultado de los proyectos de leyes de índole religiosa, no harían nada que propiciara en lo más mínimo el movimiento que promueve la imposición del domingo. El mundo está abrumado con la falsedad y la iniquidad. Aquellos a quienes Dios ha hecho depositarios de su Ley y de la religión pura de Jesús deben estar decididos a permitir que brille su luz. Si no hacen nada para abrir los ojos de la gente y, por ignorancia de la verdad, nuestros legisladores reniegan de los principios del protestantismo, y aprueban y apoyan el sofisma romano, el falso día de reposo, Dios pedirá cuenta a su pueblo por su falta de diligencia y fidelidad, a aquellos que han tenido una gran luz. Sin embargo, habremos cumplido con nuestro deber si el tema de la legislación religiosa es presentado ante el pueblo en forma juiciosa e inteligente, para que vean que mediante la imposición del domingo será restablecida la apostasía romana por el mundo cristiano, y que de esa forma se repetiría la tiranía de los siglos pasados.

“El hombre de pecado pretende cambiar los tiempos y la Ley. Al tratar de dominar la conciencia de los seres humanos, se exalta a sí mismo por encima de Dios. Pero, el pueblo de Dios debería trabajar con vigor y perseverancia para que, en lo que respecte a la Ley, su luz brille sobre el mundo, y así resista a los enemigos de Dios y de su verdad. Cuando la Ley de Dios haya sido invalidada y la apostasía llegue a ser un pecado nacional, el Señor obrará en favor de su pueblo. La situación extrema de sus hijos será la oportunidad de Dios. Él manifestará su poder en favor de su iglesia [...].

“Como fieles atalayas, hemos de ver la espada que se aproxima, y hemos de dar la advertencia para que hombres y mujeres no prosigan, por ignorancia, un curso de acción que evitarían si conociesen la verdad. Hemos recibido la luz del Señor con respecto a lo que ha de venir sobre la Tierra para que iluminemos a otros, y no seremos tenidos por inocentes si nos conformamos con permanecer inactivos y de brazos cruzados mientras discutimos por asuntos que tienen poca importancia [...].

“No debe dejarse a las personas tropezar en la oscuridad, sin saber lo que está delante y sin estar preparadas para los graves problemas que se avecinan. Hay una obra que debe hacerse en este tiempo, con el objetivo de preparar a un pueblo que esté listo para permanecer firme en el día de la angustia. Todos tienen que hacer su parte en esta obra. Deben estar revestidos de la justicia de Cristo y estar bien fortificados con la verdad, para que no acepten los engaños de Satanás como si fueran manifestaciones genuinas del poder de Dios” (publicado parcialmente en Sermones escogidos, t. 1, pp. 89-96).

Cómo actuar ante las leyes dominicales

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