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Оглавление7. Infinitas posibilidades
La primera edición de este libro llevaba el subtítulo «Una guía para infinitas posibilidades sexuales». Ahora que somos más mayores y un poco más sabias, una afirmación tan amplia nos parece un poco limitadora: la promiscuidad significa infinitas posibilidades de todos los tipos, no solo sexuales. Si piensas que un «putón célibe» es una contradicción entre términos, tenemos algunas sorpresas reservadas para ti: la promiscuidad reside en el cerebro, no entre las piernas, y puede encajar confortable y alegremente en cualquier relación consensuada y patrón de relación que elijas.
Asexualidad y celibato
La gente que dice «no, gracias» al sexo se está convirtiendo en una minoría cada vez más visible. La asexualidad se refiere a las personas que simplemente no experimentan atracción sexual, y celibato a quienes sienten atracción pero prefieren, por la razón que sea, no actuar en consecuencia. Nosotras pensamos que cualquier clase de libertad sexual debe incluir la libertad de no tener sexo, sin que la persona sea incordiada o patologizada.
La asexualidad se considera una orientación sexual. Algunas personas asexuales pueden tener sensaciones sexuales que prefieren expresar teniendo sexo solo consigo mismas; otras no experimentan sensaciones sexuales en absoluto. Algunas están dispuestas a tener sexo con otra persona simplemente por darle placer; otras prefieren evitarlo totalmente. Algunas disfrutan de relaciones eróticas no genitales como el bdsm, el tantra o los juegos de rol; otras prefieren mantenerse alejadas de la idea por completo.
El celibato, por otro lado, es una opción; una que puede ofrecer una vía para centrarse en asuntos emocionales, intelectuales o espirituales. Las personas a quienes el sexo o las relaciones les han causado problemas pueden elegir tener un período de celibato como un camino hacia el autoexamen: «¿Qué tipo de persona soy cuando estoy a solas conmigo?».
Algunas personas son célibes pero no por elección: las que están en la cárcel, enfermas o discapacitadas, se hallan aisladas geográficamente, son socialmente inhábiles o menores de edad pueden tener problemas para encontrar parejas para el sexo consensuado. Otras son célibes simplemente porque no tienen, por la razón que sea, ganas de ser sociables o sexuales durante una temporada, o quizás para siempre.
No vemos «ser un putón célibe» o «putón asexual» como una contradicción en absoluto. Hay infinitas maneras de relacionarse —románticamente, íntimamente, domésticamente, etc.— y si has abierto tu vida y corazón a tantas de esas maneras como sea posible, estás de nuestro lado.
Relaciones platónicas, también conocidas como amistades
Un amigo nuestro nos vuelve locas quejándose: «¡No tengo una relación... solo todas estas amistades!». Tenemos noticias para él, y para ti; la amistad es una relación, una relación importante que ofrece tremendas oportunidades para lo que más necesitamos en nuestras relaciones: intimidad, compañía, apoyo en los malos momentos, y otras cosas.
Nos divierten las personas escépticas respecto a la promiscuidad, a menudo mujeres heterosexuales, que se sienten horrorizadas por la idea de amar a más de una persona... y quienes de todos modos tienen una amistad del alma, alguien con quien comparten sus secretos más ocultos, que puede ser una parte tan importante de sus vidas como su pareja o amante. Si tienes una pareja y una amistad del alma que no son la misma persona, ya estás poniendo en práctica muchas de las habilidades de la promiscuidad puesto que manejas las necesidades de intimidad, tiempo y cariño de cada una de ellas.
Sexo amistoso
Si una de esas buenas, íntimas amistades se convierte en amante... ¿qué sucede entonces? ¿Estropeará la amistad? ¿Llevará a algo más, algo que amenaza otra parte de tu vida? Estas son las preocupaciones de muchas personas cuando se encuentran con la posibilidad de tener sexo con sus amistades por primera vez.
La prohibición social de tener sexo con nuestras amistades es una derivación inevitable de la creencia de la sociedad de que la única razón aceptable para tener sexo es que conlleve una relación monógama similar al matrimonio. Creemos, por el contrario, que la amistad es una razón excelente para tener sexo y que el sexo es una manera excelente de mantener la amistad.
¿Cómo aprendes a compartir intimidad sin enamorarte? Te propondríamos que nosotras sí amamos a nuestras amistades y, particularmente, aquellas con las que compartimos sexo; esos individuos son nuestra familia, a menudo más permanentes en nuestras vidas que los matrimonios. Con la práctica, podemos desarrollar una intimidad basada en la cordialidad y respeto mutuo mucho más libre que la desesperación, la necesidad o la locura ciega de enamorarse. De ahí que las relaciones entre «amistades con derecho a roce» sean tan inmensamente valiosas. Cuando reconocemos el amor, respeto y aprecio que compartimos con amantes con quienes nunca nos casaríamos, la amistad sexual se convierte no solo en posible sino en la preferida. Así que mientras estás preocupándote de que tu deseo sexual podría costarte tus mejores amistades, un putón más experimentado podría estar preguntándose por qué eres la única amistad a la que no se ha follado.
Dossie, al principio, cuando empezó a ser feminista, hizo votos por mantenerse sin pareja durante cinco años para averiguar quién podía ser ella cuando no estaba intentando ser la «señora» de alguien. Tuvo muchas relaciones maravillosas durante esos años, un abanico de intimidades, incluido el compartir la crianza de los niños, la convivencia, la reparación de coches y, por supuesto, una gran cantidad de sexo maravilloso y mucho cariño. Decidió que si se aseguraba de ser cariñosa, para hacer saber a las personas lo que le gustaba de ellas, la mayoría encontraría la manera de estar cómoda con ella sin necesitad de ser territoriales; y funcionó. Su búsqueda le ayudó a descubrir nuevas maneras de estar en el mundo como mujer, y como ser humano sexual; la base de quien ella es y de lo que enseña hoy en día.
De forma parecida, hay quien limita su intimidad a una o dos personas durante toda su vida, y puede parecer arriesgado incluir a más personas en ese marco de conexión íntima. Nada intensifica más la intimidad que compartir vulnerabilidades, lo cual puede a veces provocar cierto temor. Pero cuando te arriesgas a compartir con alguien esa aprensión, consigues que la conexión sea más profunda y con frecuencia recibes respuestas como «¡Yo también tengo miedo!» o «Lo entiendo, cuéntame más». No existe razón alguna para que cualquier relación de nuestras vidas no pueda disfrutar del milagro de la intimidad.
Cada relación busca su propio nivel, y lo encontrará si le dejas. Como el agua, tú y la persona de la que te has encaprichado podéis fluir en unión mientras permitáis que suceda de la manera que os vaya mejor.
Anarquía relacional
Uno de los nuevos términos del léxico poliamoroso, anarquía relacional, se refiere a la decisión vital de no considerar a una de nuestras relaciones como «principal» y al resto como «secundarias» (o con una jerarquía de cualquier tipo), sino, en su lugar, mantener cada relación de manera independiente y con el menor número de reglas posible.
El anarquismo busca evitar jerarquías en todas las áreas de la vida, un objetivo idealista que puede ser más complicado de lo que parece. Es beneficioso que nos cuestionemos los límites y estructuras que nuestra sociedad da por hechos, por lo que el anarquismo es una fuente rica de exploraciones «fuera de la norma» para ver cómo pueden ser la vida y el amor cuando evitamos imponerles una estructura.
Normalmente, la anarquía relacional valora más la libertad que el compromiso, por lo que quienes la practican prefieren reducir a un mínimo los acuerdos y otras promesas sobre la conducta sexual o romántica. Esto no quiere decir, por supuesto, que todo el mundo tiene carta blanca para ser alguien horrible. Incluso en el anarquismo más libre se necesitarían ciertos conocimientos básicos respecto al sexo seguro, a la ausencia de abuso físico o emocional, y cosas similares, para sentir la seguridad suficiente como para relacionarse con cualquier amante potencial. Y quienes practican la anarquía relacional siguen necesitando mejorar sus habilidades en la intimidad, la conexión y la expresión de cariño. Pero si eres el tipo de persona a quien le irrita la autoridad y piensa que las reglas están para ser rotas, entonces podrías encajar bien como anarquista relacional.
Vivir sin pareja
Para algunos putones, no tener pareja puede ser una situación temporal entre relaciones, un período recomendado para reponerse de una ruptura reciente, o un modo de vida a largo plazo elegido voluntariamente. Estar sin pareja es una buena manera de llegar a conocer quién eres cuando no estás intentando encajar como la otra mitad de alguien; aprender a vivir a solas contigo y disfrutarlo te da mucho para compartir con tu pareja cuando decides tener una. La promiscuidad sin pareja tiene sus propias alegrías y retos, por lo que le dedicaremos mucho más espacio más adelante en este libro.
En nuestras culturas monogamocéntricas, los solteros suelen transitar por la Tierra de los Rollos de una Noche, en la que te vas a casa con un ligue, compartís un rato de sexo ardiente y a la mañana siguiente os miráis el uno al otro y decidís si la relación tiene potencial para toda la vida. Si no lo tiene, te largas con mucha vergüenza y, de conformidad con una regla no escrita, nunca volverás a estar a gusto con esa persona valorada-en-la-balanza-y-que-no-daba-la-talla. El sexo entendido como un casting ocurre porque la mayoría de gente carece de un guion para la intimidad sexual que les guíe en el territorio intermedio entre el trato con una persona completamente desconocida y el compromiso total.
Las personas sin pareja pueden salir con varias personas de diferentes maneras. Una característica distintiva es la distancia a la que mantienes a tus amantes. Por lo que una forma de promiscuidad sin pareja incluye el tener amantes que no tienen interacción, y desde luego nada de información, entre sí. Esto evita complicaciones a costa de limitar ciertos tipos de intimidad, como la oportunidad de apoyo mutuo y el desarrollo de una comunidad.
O puedes elegir el presentar a tus amantes entre sí, quizás almorzando un domingo. Esto puede parecer una locura, o imposible, o una receta para el desastre, pero no lo critiques si no lo has probado. Tus amantes tienen mucho en común —tú, por ejemplo— y podrían gustarse mutuamente.
Si no tienes pareja y tienes un modo de vida sexual abierto, debes prestar atención a cómo estás cubriendo tus necesidades sexuales, emocionales y sociales. Puedes hacerlo de infinitas maneras. Lo importante es darte cuenta de tus necesidades y anhelos, para así poder cubrirlos siendo completamente consciente de ello. Si finges no tener necesidades de sexo, de cariño, de apoyo emocional, te estás mintiendo: terminarás intentando cubrir tus necesidades a través de métodos indirectos que no funcionan muy bien. Las personas que hacen esto suelen ser llamadas manipuladoras o pasivo-agresivas, términos, en nuestra opinión, para personas incapaces de satisfacer sus necesidades de una manera directa.
Cuando comprendas qué es lo que quieres y lo pidas, te sorprenderá lo a menudo que la respuesta es «sí». Piensa el alivio que podrías sentir cuando alguien te pida apoyo, o un abrazo, o te deje saber de otra manera cómo satisfacerle. Piensa en lo competente y maravillosamente bien que te sientes cuando de verdad puedes ayudar a otra persona, sea ofreciendo un hombro sobre el que llorar o esa estimulación precisa que lleva a un orgasmo perfecto. Dale a tus amistades la oportunidad de sentirse bien satisfaciéndote a ti también.
«Casi monogamia»
Acuñado por el periodista especializado en sexo Dan Savage en 2011, el término «monogamish» [casi monógamo] se ha extendido rápidamente, lo que nos hace pensar que quizá se venía necesitando una palabra como esta desde hace tiempo.
La casi monogamia consiste en el acuerdo entre los dos miembros de una pareja de que su vínculo tiene prioridad sobre cualquier conexión externa, pero que las aventuras ocasionales son aceptables y quizá incluso deseables para mantener encendida la llama. Muchas parejas casi monógamas aceptan terceras personas previamente acordadas en su cama de vez en cuando o llegan al acuerdo de tener una velada de «todo vale» para aventuras de una noche. Hemos oído de no pocas parejas que llegan a un acuerdo de excepciones de una noche en el caso de gente famosa a quien se desea: «De acuerdo, si consigues que Dan Savage se quiera acostar contigo, adelante, no lo dudes», lo cual, sospechamos, sería una especie de casi monogamia fantasiosa.
Para muchas parejas a quienes les excita la idea de un devaneo ocasional fuera de su relación, pero que no están preparadas para dar el salto al poliamor, un acuerdo casi monógamo es el pie que pueden meter en el agua para probar a qué temperatura está.
Vida en común
Hay múltiples formas de relaciones abiertas para quienes tienen pareja, incluyendo la monogamia en serie, en la que las parejas que se tienen están separadas en el tiempo, y la tan popular no monogamia no consensuada, conocida también como infidelidad. Nosotras pensamos que estos modos de vida son amor libre inconscientemente, pero tus autoras se sienten más libres y más seguras cuando aman abiertamente.
Es axiomático que las relaciones abiertas funcionan mejor cuando en una pareja se cuidan el uno del otro y de su relación en primer lugar, antes de incluir a otras personas en su dinámica. Por lo que la pareja de putones debe estar dispuesta al trabajo que explicaremos más adelante en este libro para comunicarse bien y lidiar con los celos, inseguridad y territorialidad siendo plenamente conscientes. Las parejas necesitan saber y comunicar sus límites, llegar a acuerdos y mantenerlos, y respetar sus propias y mutuas necesidades. Parejas y grupos necesitan también asegurarse de nutrir su propia conexión para mantenerla feliz, en buen estado y satisfactoria.
Las parejas pueden tener una relación secundaria aparte de la principal, o un cierto número de amantes sin organizar en ninguna jerarquía. Las relaciones varían respecto a lo estrechas o distantes que son emocional y físicamente, y respecto a cuánto contacto hay. Algunas pueden ser a corto plazo, mientras que otras pueden durar varios años o incluso la vida entera; algunas pueden suponer quedar dos veces a la semana, otras dos veces al año.
Las parejas nuevas en la no monogamia tienden a gastar mucha energía en definir sus límites. Normalmente, al principio se centran más en lo que no quieren que haga su pareja —las actividades que les hacen sentir, por alguna razón, inseguras o directamente aterrorizadas— que en sus auténticos deseos. Para muchas parejas marcar esos límites constituye un primer paso necesario al entrar en el desconcertante mundo de la promiscuidad. De todos modos, según las parejas van perfeccionando el manejo de los límites de la relación, tienden a centrarse más en lo que les gustaría disfrutar, y entonces buscan la estrategia para hacerlo más seguro. Cómo crear y seguir esta curva de aprendizaje se aborda con detalle en el capítulo 18, «Cómo abrir una relación ya existente».
Una mujer que conocemos tiene un estilo de vida que consiste en tener dos parejas principales a largo plazo, una de cada género, tejiendo una red inmensa con sus otras parejas y las parejas de sus parejas principales. Sus relaciones han durado muchos años, que han incluido la crianza de hijos y nietos, y sus ex parejas son aún miembros activos de su familia extensa.
En algunas relaciones abiertas, cada miembro de la pareja busca amantes por su cuenta, a menudo llegando a acuerdos sobre quién y cuándo va a ligar a qué discoteca, o teniendo cuidado para evitar encontrarse el uno al otro en internet o en anuncios de contactos. Pueden hablar de sus aventuras entre ellos y, ocasionalmente, presentar sus amantes a la pareja con la que conviven.
Otras parejas buscan parejas similares de manera que puedan jugar juntas, sea como cuarteto o intercambiando parejas, con personas que han conocido y elegido a la vez. Muchas parejas poliamor llevan bien un estilo de vida buscando relaciones con parejas que se parezcan a ellas, que compartan sus principios y límites. Estos emparejamientos de parejas pueden convertirse en relaciones para toda la vida y generar a la vez sexo ardiente y una interconexión auténticamente familiar.
Y otras permiten que sus relaciones se asienten tal como surgen y que cambien con el tiempo. A veces hemos reconectado con amantes años más tarde y hemos encajado como un guante.
Jerarquías y alternativas
Mucha gente poliamorosa emplea terminología jerárquica para definir sus relaciones: las personas con las que conviven en un acuerdo similar al matrimonio son sus relaciones principales, las personas a quienes aman pero con quienes no conviven son sus relaciones secundarias, las personas con quienes pasan tiempo (a menudo sexualmente), quizá no tan a menudo o sin planes a largo plazo, son relaciones terciarias. Otras palabras usadas para las parejas son «relación a largo plazo» o la tierna «compañeros de nido».
Aunque esta terminología está generalizada, y a veces resulta útil como atajo, nos preocupa un sistema que inherentemente jerarquiza la importancia de las personas en nuestras vidas. Janet dice: «E es mi relación a largo plazo y Dossie es mi coautora. Si me voy a comprar una casa, E es más importante; si voy a escribir un libro, lo es Dossie. Cada cual tiene su propio espacio en mi vida ¿por qué tengo que jerarquizarlos?».
Más de dos
Las personas pueden comprometerse con otras en números mayores de dos. El nivel de compromiso puede variar, como cuando una pareja ya existente adquiere un compromiso con una tercera persona, o incluso una cuarta. Las relaciones que suman e inevitablemente pierden miembros con el tiempo tienden a formar estructuras muy complejas, con nuevas configuraciones de roles familiares que generalmente se inventan mediante los aciertos y los errores. Los individuos que se unen como trío o cuarteto pueden encontrar sus roles según la familia se desarrolla, crece y cambia en el tiempo: la persona que se siente como la «madre» del grupo este año puede convertirse en «criatura» o «papá» con el tiempo o según cada una de las relaciones.
Las tríadas permiten a tres amantes, en cualquier combinación de géneros, formar una unidad familiar. Algunas personas crecen en familias triádicas o cuadráticas según se involucran más profundamente con uno o más de los miembros que empezaron como amantes externos. Otras buscan activamente miembros para matrimonios en grupo, para satisfacer su ideal del tipo de familia en el que quieren vivir. Hemos oído de personas que se identifican como «trisexuales» por lo compenetradas que están con la idea de vivir y amar como parte de un trío.
El equilibrar tríadas puede requerir de mucho esfuerzo, como en los ménage à trois, donde hay realmente tres parejas, a y b, b y c, y b y a, y cada una de esas relaciones será diferente. En una tríada, como con la prole de una familia, no todas las relaciones estarán al mismo nivel al mismo tiempo; hemos oído hablar de largas discusiones sobre qué miembro de una tríada debe ir en el asiento de atrás del coche. En todas las formas de la promiscuidad ética, pero quizás especialmente en las tríadas, resulta vital encontrar maneras de trascender las rivalidades: hay suficiente de todo para todo el mundo.
Sexo en público
Putones de cualquier tipo pueden disfrutar del sexo en grupo. En muchas ciudades grandes existe una gran variedad de espacios que prestan servicio a casi todas las preferencias sexuales. Te contaremos todo sobre ellas en el capítulo 24. Un espacio para el sexo en grupo puede resultar un terreno seguro de exploración para una pareja casi monógama. Pueden asistir a fiestas las dos personas juntas o por separado, ligar una de ellas sola o ambas en pareja, conocer a sus amistades mutuas, y jugar con una variedad de personas mientras mantienen entre sí la conexión con la que se sienten a gusto. De esta manera, el sexo fuera de la relación principal se define por el entorno en el que tiene lugar.