Читать книгу Conversaciones Con Mi Abuela Materna - Juan Moisés De La Serna, Dr. Juan Moisés De La Serna, Paul Valent - Страница 7

CAPÍTULO II. HISTORIA DE LA ABUELA

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>>>>>>>LA ABUELA<<<<<<<

Es ya tarde, todos en la casa se han ido a acostar y no puedo conciliar el sueño. El día de hoy ha sido especialmente intenso, pues se han reunido alrededor de mi mesa toda la familia, mis dos hijos, con sus mujeres y sus hijos, mis nietos, y los hijos de estos, mis biznietos.

A pesar de conservarme muy bien, pues mis amistades no me echaban más de setenta años, la realidad es bien diferente. Mis huesos han tenido que soportar muchos años de trabajo, tanto en el campo como en la casa.

Desde que puedo recordar, he tenido que ayudar en las distintas labores del hogar. Al principio era como un juego y luego, poco a poco se fue convirtiendo en obligación, para pasar al final a ser una gran losa para mí, pues me ha limitado mucho en la vida, impidiéndome realizar aquello que quería.

Cuando era joven tuve muchas aspiraciones, pero un matrimonio a muy temprana edad dio al traste con todos mis planes, pues a partir de ese momento la cocina y yo fuimos uno.

Además pronto empecé a tener mis hijos lo que hizo imposible pensar en otro asunto que no fuese su cuidado y crianza. Éstos a pesar de ser mis mayores alegrías también me dieron los mayores quebraderos de cabeza.

Las tareas que conllevaba el cuidarlos y atenderlos eran numerosas, procurando siempre que estuviesen bien arreglados para ir a clase, tener la comida hecha para cuando volviesen o realizar la limpieza de la ropa para que estuviese preparada de un día para otro.

Todo ello se convirtió, en su momento, en la más pesada de mis cargas, ya que escasamente me dejaba tiempo para mí, en cambio ahora… tengo todo el tiempo libre del mundo.

Con una asistente que se encarga de todas las labores de la casa, prácticamente me lo hace ella todo, salvo limpiar el polvo de los portafotos de lo que me encargo personalmente.

Ésta es una labor muy simple pero me gusta mirar las fotos y ver en ellas a mi familia, mi gran familia. Por la que me he desvivido y a la cual he entregado todo mi tiempo, mi esfuerzo y mi amor.

También de ella he recibido mucho, tanto en aspectos positivos y memorables, como en desgracias que quisiera poder olvidar.

Entre los acontecimientos más dolorosos que he vivido han sido la pérdida de dos de mis hijos, uno al poco de nacer y otro a los tres años, y por supuesto, la pérdida de mi hijo mayor.

Pero éste último, gracias al Cielo, tuvo la dicha de haber podido disfrutar de una vida plena, por lo menos durante los cuarenta años que vivió, antes de que un cáncer de páncreas le arrebatase la vida.

Es su ausencia la que he echado especialmente en falta en el día de hoy. Bueno y también la de su mujer, de la cual no he tenido noticias desde que falleció mi hijo, de cuya relación no había tenido descendencia.

En total nos hemos reunido nueve personas, sin contarme a mí. Siete adultos, entre hijos, nueras, nietos y esposas de mis nietos, y dos bisnietos aún pequeños.

Mi marido, por desgracia, ya hace años que dejó de estar a mi lado, aunque sé, y así le siento, que siempre está conmigo, y es quien me consuela y apoya cuando me encuentro sola en casa.

Aquí han estado mis dos hijos, los que han sobrevivido al paso de los años con sus mujeres y mis tres nietos.

Uno del segundo, que ahora es el mayor, y dos del siguiente, un chico y una chica, de ella son mis dos revoltosos bisnietos, que no han parado quietos en todo el día, comprensible para su corta edad, de uno y tres años.

Mi nieta, es mi preferida, entre todos ya que es con quien mejor me llevo, aunque apenas nos podemos ver, pues vive en otra ciudad.

Todos se han reunido hoy alrededor de mi mesa para celebrar mi cumpleaños, ese momento, que a pesar de ser insignificante, pues el sol sale y se pone como en el resto de los días, en éste se celebra la conmemoración de mi nacimiento; la venida a éste mundo, hace ya más de noventa años.

Estaba pensando en la suerte que había tenido al poderlos tener a todos reunidos a pesar de sus muchas y múltiples obligaciones, mientras me levanté para ir a la cocina a por un vaso de agua.

A pesar de mi gran familia, estoy acostumbrada a vivir sola en casa, pues la muchacha que me asiste únicamente viene unas horas para fregar, barrer y limpiar.

Aunque a medio día siempre suele aparecer uno de mis hijos que a veces trae comida preparada, y tras comer conmigo se va para atender sus múltiples ocupaciones.

Por la tarde, suelo quedar con alguna amiga, a la que voy a visitar a su casa o viene a la mía para charlar y tomar café.

Así van sucediéndose los días sin que se produzca ningún sobresalto en mi vida, pero tampoco lo necesito.

Ya tuve quince años y también treinta, y los viví y disfruté intensamente, y ahora tengo que adecuar mi modo de vida a mis posibilidades y a mi edad.

Por suerte la memoria no me ha fallado todavía, es cierto, que a veces se me olvida en qué día vivo, incluso puede que en alguna ocasión no recuerde si he desayunado o no por la mañana, pero estos son aspectos sin trascendencia.

Lo que de verdad es importante está intacto, los recuerdos de la vida, mi familia y las amistades que he tenido, aquellos lugares en los que he vivido o visitado, tantas y tantas actividades que he realizado, eso permanece y me hace sentir que he disfrutado de una vida plena.

Las tardes lluviosas, en que no me decido a salir y cuando sé que mis amigas no van a poder venir, me gusta coger los portarretratos y mirar las fotos, repasando cada una de ellas, cerrando los ojos para volver a vivir lo que me sucedió en ese momento, recordando con quién estaba, cómo me sentía,… reviviendo las muchas experiencias positivas que me regalaron mis hijos, desde sus primeros pasos, pasando por sus juegos en la calle y sus nervios con las primeras parejas,… hasta ahora, en que cada uno vive en su casa con su familia.

Todos y cada uno de esos insignificantes detalles que una madre va guardando en su corazón cual preciado tesoro y que, aunque parezcan una tontería, me alegran el día.

Soy consciente que cada uno ya es mayor con sus ocupaciones y su vida, pero en el fondo quisiera que compartiesen más tiempo conmigo, aunque fuese sólo permaneciendo sentado junto a mí viendo la televisión.

No creo que sea mucho pedir por tanto y tanto como que les he dado en esfuerzo y cariño. No es que me queje, pues sería muy egoísta por mi parte pedírselo, pero creo que de ésta forma las tardes se me harían menos largas.

De entre todas aquellas fotos de familia, la que más me gusta mirar es el retrato de mi marido, el cual falleció hace más de quince años.

Al principio no quise ni verlo en foto, por lo que destruí todas las que había en que apareciésemos juntos, pues tal era el dolor de su pérdida que no quería ni recordarle.

Con el tiempo ese dolor se fue mitigando, cual rescoldos de una hoguera que se deja apagar, aunque no ha llegado a cicatrizar del todo, pues en algunos momentos, sobre todo cuando me encuentro a solas, a veces me entra una gran pena que me dan ganas de meterme en la cama y llorar durante horas.

Las pocas fotos que sobrevivieron de aquellos primeros momentos de rabia y tristeza las guardé en un cajón que no abrí durante años, trascurrido los cuales, y a pesar de lo deteriorada que estaban algunas por el paso del tiempo, las coloqué en los portarretratos junto con el resto de mis recuerdos familiares.

Una de ellas, en que aparecía mi marido sonriente, la enmarqué y la puse en la mesilla de noche, de ésta manera le tendría a mi lado cuando me fuese a acostar y así su recuerdo siempre permanecería conmigo.

Pero de forma incomprensible para mí, poco a poco las fotos se convirtieron solamente en eso, en fotos, cual postal que recibes sobre lugares que no has visitado.

Ellas ahora sólo contenían imágenes estáticas de un pasado, al cual podía acceder, cada vez con mayor dificultad, cerrando los ojos tratando de recuperar unos recuerdos que creía grabados a fuego en mi memoria, pero de ello ahora ni quedaba rastro de aquel calor.

Era mucho lo vivido y me disgustaba pensar que llegaría un día en que no recordase aquello que había acumulado durante tantísimos años y que con tanto mimo y esfuerzo había mantenido en mi memoria.

A veces me entraban ganas de empezar a hablar y hablar, contándole toda mi vida a alguien, para compartir mis experiencias con todos los matices que todavía alcanzaba a recordar, para que no se perdiese en el olvido, para que hubiese quien conociese aquello que había sido mi existencia pero tenía reparos en hacerlo, pues no quería que nadie cargase con mis penas, ya que cada cual ya tiene suficiente con su propia vida como para que además alguien tuviese que cargar con la de otro.

Todo eso lo pensé de camino a la cocina desde el dormitorio, cuando llegué a la nevera, cogí la botella de agua y me dispuse a beberme un vaso, a pesar de que contravenía las recomendaciones de mi médico, el cual me había indicado en numerosas ocasiones que no tomase comidas ni bebidas frías, pero ¿quién me lo iba a impedir dentro de mi casa?, además para mí era una costumbre, ya eran muchos años haciéndolo, y si hasta este momento no me ha sentado mal no creo que me vaya a perjudicar ahora.

Me serví un vaso y dejé de nuevo la botella en la nevera. Tras bebérmelo lentamente, dejé el vaso sobre la encimera e inicié mi camino de regreso a la cama, tanteando aquellas silenciosas paredes que habían sido testigos de mi vida entera desde que nos vinimos a vivir aquí mi marido y yo.

Ha sido mi primera y única casa, desde que salí de vivir con mis padres y me casé. Aquí he tenido a uno de mis hijos en un improvisado paritorio, cuando por efectos de una reacción al estrés, de los problemas económicos que por aquel entonces sufríamos, se me adelantó el momento del alumbramiento.

Aquí se produjo la pedida de mano de mi segundo hijo, cuando estábamos celebrando su cumpleaños y para sorpresa de todos se arrodilló y se lo pidió a la que era su novia desde hacía tres años.

Habré pasado por este mismo pasillo tantas y tantas veces, cada día de mi vida, por lo menos un par, lo que me permite no chocar con el mobiliario el cual ha ido cambiando poco, a medida que el tiempo hacía mella en ellos.

Llegando a la cama, me senté en el borde recordando lo emotivo que ha sido el día de hoy para mí, no sólo por haberse reunido toda la familia, pues hacía años que no lo conseguía, sino porque por fin he conocido a la última incorporación, mi nuevo bisnieto.

Debido a su corta edad la madre, mi nieta, había decidido que no realizase ningún desplazamiento hasta ese día. Era su primer viaje y también la primera vez que le veía, era una cosita tan pequeña, tal y como mis hijos habían sido y míralos ahora, estaban hechos hombres de provecho.

Además, y en ésta ocasión, había vuelto a comer pastel, eran ya algunos años que llevaba sin probarlo, desde aquella vez que tuve una subida de azúcar y me prohibieron que lo comiese.

Pero era un día especial y todo era alegría y jolgorio entre mis hijos, sus esposas, mis nietos y bisnietos.

Todos habían traído un regalo, por pequeño que fuese, eran objetos sin ninguna importancia para mí, pues tenía todo lo que necesitaba, que cada vez era menos.

Lo que era realmente importante para mí es que se hubiesen acordado de la fecha de mi cumpleaños y que hubiesen decidido dejar de lado sus obligaciones diarias para hacer un hueco y compartir éste momento conmigo.

Era mucha la emoción que había vivido ese día, extrañamente me sentía bien, aunque muy cansada.

Estaba como nerviosa por todo el jolgorio que se había montado en mi pequeño pero acogedor salón, ahora todos estaban acostados, ya que se habían quedado en la casa porque habíamos estado hasta tarde celebrando mi cumpleaños.

Llegando a la cama y a pesar de que había tenido antes dificultades en dormir, me acosté, cerré los ojos y me quedé dormida.

>>>>>>>LA CONFERENCIA<<<<<<<

En ese momento el conferenciante se quedó en silencio y así permaneció por un momento, mirando a mi alrededor pude observar cómo a alguno de los asistentes se le soltó una lágrima, supongo que habría conocido un caso similar y de ahí que hubiese empatizado con la situación descrita.

El conferenciante que durante el tiempo que había permanecido callado se había sentado, se levantó y continuó con aquella emotiva charla:

―Hasta aquí el que puede ser el relato de los últimos tiempos de una persona, pero ¿qué hay más allá? ¿qué sucede después? ¿y si algún familiar que ha dejado el cuerpo físico pudiese regresar a comunicarse con nosotros? ¿y si nuestra abuela materna quisiese ayudarnos?

Otra vez hizo un silencio forzado, como esperando a ver la reacción del público el cual permanecía inmóvil atento a cada gesto del conferenciante, casi hipnotizado por sus palabras.

―Esto es posible y en el curso de fin de semana se te va a enseñar cómo hacerlo, si éstas dispuesto para ello, únicamente debes de creer.

>>>>>>>LA NIETA<<<<<<<

Ahora me dicen que puedo comunicarme con mi abuela materna, la verdad es que no sé cómo hacerlo ni si será útil para mí. Ella era de otra época, en la que no había todos los avances tecnológicos de ahora. Además, vivía con sus tiempos, con la mentalidad de aquellos años, muy alejados de los míos actuales, ¿cómo me va a aconsejar? ¿y sobre qué?, todo lo que me puede decir estará anticuado. Sólo pensar que le pida consejo para elegir vestuario me produce risa, no me imagino volviendo a vestir aquellos trajes anticuados y pasados de moda que se usaban entonces, además, tuvimos nuestras diferencias, pues era muy exigente con mi madre y eso lo he vivido desde pequeña.

Al principio no le daba importancia y lo veía normal, pero a medida que fui creciendo iba viendo que no era bueno para mi madre y hasta tuve que enfrentarme varias veces con ella para frenar ese trato que consideraba inapropiado entre adultos.

Nuestra relación no ha sido siempre buena, es más, tal es así que me enteré de su muerte a las pocas semanas de producirse, pues estaba de viaje de trabajo y hasta que no regresé nadie me dijo nada.

Ni siquiera me dio tiempo a despedirme para decirla cuánto la quería y sobre todo para pedirla disculpas.

Con el tiempo me he dado cuenta que las personas van cambiando a medida que pasan los años, así van adoptando posturas más inflexibles que les da seguridad a ellas y así hablan desde la experiencia de los años y corrigen sobre todo a sus hijos como si estos no supiesen suficientemente lo que han de hacer con su vida en cada momento.

Esto es lo que pienso ante aquella posibilidad de hablar con mi abuela materna que comenta el conferencista y además, ¿por qué con ella? ¿por qué no lo puedo hacer con mi abuela paterna?, con la que sí que me llevaba bien.

Aún me acuerdo cuando iban mis hermanos y yo misma a verla a su casa en que todo era una fiesta llena de risas, es con la que me he llevado mejor de las dos, ¿por qué no puedo hablar con ella? ¿o por qué no con alguno de mis dos abuelos?

No lo veo justo, quizás me puede proporcionar igual o más información alguno de mis dos abuelos que mi abuela materna, al fin y al cabo ellos han sido los que han tenido que resolver los problemas de trabajo y de dinero cuando se han presentado, ¿y quién mejor para ayudarme y aconsejarme que alguien que durante su vida ha resuelto muchos problemas?

Además, parto de la posibilidad de que puedo hablar con mi abuela materna, tal y como indica el conferenciante, pero ¿cómo va a ser eso?, ella está muerta y enterrada, tal y como fue su voluntad.

Ahora no sabría casi cómo era su rostro, apenas la recuerdo vagamente, quizás si la viese en fotos me sería más fácil visualizarla.

Pero ¿cómo era? ¿qué decía? ¿cómo se expresaba?, todo eso ya pertenece al pasado, apenas puedo recuperar trazos de memoria de episodios compartidos con ella, pero lo que sí recuerdo bien, son aquellos momentos de felicidad mutua y otros en que reñimos.

Recuerdo sobre todo las sensaciones de esos momentos, aunque no tengo tan claro el motivo por el que se produjeron, y por cierto, ¿para qué necesito ayuda? ¿y en qué?

Mi vida está bien, cierto que no es perfecta y que podría ser mejor, pero ahora mismo no tengo grandes problemas para necesitar que alguien me venga a ayudar.

Quizás pueda comunicarme, no lo sé, pero ahora no tengo necesidad. Además, no sé qué sacaría con ello, quizás se trate de un esfuerzo por mi parte del que no obtendré ningún beneficio o si lo hay no sé si será bueno o no para mí.

Todas estas y otras cuestiones más me estaba planteando a medida que el conferenciante hablaba sobre esa posibilidad de que el nieto puede comunicarse con su abuela materna, pero ¿cómo podría ser posible?

Conversaciones Con Mi Abuela Materna

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