Читать книгу Las venas abiertas de América Latina - Eduardo Galeano - Страница 2
ОглавлениеÍndice
Introducción. Ciento veinte millones de niños en el centro de la tormenta
Primera Parte. La pobreza del hombre como resultado de la riqueza de la tierra
Fiebre del oro, fiebre de la plata
El signo de la cruz en las empuñaduras de las espadas
Retornaban los dioses con las armas secretas
«Como unos puercos hambrientos ansían el oro»
Esplendores del Potosí: el ciclo de la plata
España tenía la vaca, pero otros tomaban la leche
La distribución de funciones entre el caballo y el jinete
Ruinas de Potosí: el ciclo de la plata
La nostalgia peleadora de Túpac Amaru
La Semana Santa de los indios termina sin resurrección
Villa Rica de Ouro Preto: la Potosí de oro
Contribución del oro de Brasil al progreso de Inglaterra
El rey azúcar y otros monarcas agrícolas
Las plantaciones, los latifundios y el destino
El asesinato de la tierra en el nordeste de Brasil
Castillos de azúcar sobre los suelos quemados de Cuba
La revolución ante la estructura de la impotencia
El azúcar era el cuchillo y el Imperio el asesino
Gracias al sacrificio de los esclavos en el Caribe, nacieron la máquina de James Watt y los cañones de Washington
El arco iris es la ruta del retorno a Guinea
La venta de campesinos
El ciclo del caucho: Caruso inaugura un teatro monumental en medio de la selva
Los plantadores de cacao encendían sus cigarros con billetes de quinientos mil reais
Brazos baratos para el algodón
Brazos baratos para el café
La cotización del café arroja al fuego las cosechas y marca el ritmo de los casamientos
Diez años que desangraron a Colombia
La varita mágica del mercado mundial despierta a Centroamérica
Los filibusteros al abordaje
La crisis de los años treinta: «es un crimen más grande matar a una hormiga que a un hombre»
¿Quién desató la violencia en Guatemala?
La primera reforma agraria de América Latina: un siglo y medio de derrotas para José Artigas
Artemio Cruz y la segunda muerte de Emiliano Zapata
El latifundio multiplica las bocas pero no los panes
Las trece colonias del norte y la importancia de no nacer importante
Las fuentes subterráneas del poder
La economía norteamericana necesita los minerales de América Latina como los pulmones necesitan el aire
El subsuelo también produce golpes de Estado, revoluciones, historias de espías y aventuras en la selva amazónica
Un químico alemán derrotó a los vencedores de la guerra del Pacífico
Dientes de cobre sobre Chile
Los mineros del estaño, por debajo y por encima de la tierra
Dientes de hierro sobre Brasil
El petróleo, las maldiciones y las hazañas
El lago de Maracaibo en el buche de los grandes buitres de metal
Segunda Parte. El desarrollo es un viaje con más náufragos que navegantes
Historia de la muerte temprana
Los barcos británicos de guerra saludaban la independencia desde el río
Las dimensiones del infanticidio industrial
Proteccionismo y librecambio en América Latina: el breve vuelo de Lucas Alamán
Las lanzas montoneras y el odio que sobrevivió a Juan Manuel de Rosas
La Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay aniquiló la única experiencia exitosa de desarrollo independiente
Los empréstitos y los ferrocarriles en la deformación económica de América Latina
Proteccionismo y librecambio en los Estados Unidos: el éxito no fue la obra de una mano invisible
La estructura contemporánea del despojo
Un talismán vacío de poderes
Son los centinelas quienes abren las puertas: la esterilidad culpable de la burguesía nacional
¿Qué bandera flamea sobre las máquinas?
El bombardeo del Fondo Monetario Internacional facilita el desembarco de los conquistadores
Los Estados Unidos cuidan su ahorro interno, pero disponen del ajeno: la invasión de los bancos
Un imperio que importa capitales
Los tecnócratas exigen la bolsa o la vida con más eficacia que los marines
La industrialización no altera la organización de la desigualdad en el mercado mundial
La diosa tecnología no habla español
La marginación de los hombres y las regiones
La integración de América Latina bajo la bandera de las barras y las estrellas
«Nunca seremos dichosos, ¡nunca!», había profetizado Simón Bolívar
Siete años después