Читать книгу Tu hijo a un clic de la pornografía - Elena Laguarda Ruiz - Страница 10

Algunos datos sobre la pornografía

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La historia de la pornografía es un registro fidedigno de las actitudes que tiene la sociedad ante la sexualidad, el cuerpo humano, las diferentes prácticas eróticas y sus representaciones.1

Pornografía tiene su origen en dos palabras griegas: porn, (prostituta) y graphein, (grabar, escribir e ilustrar) al que se agrega el sufijo ía (estado de, propiedad de, lugar de). Con base en esto, su significado “original” podría ser: “descripción o ilustración de las prostitutas o de la prostitución”, y ha estado presente a lo largo de la historia desde tiempos inmemorables en escritos, códices, pinturas, que buscaban transgredir tabúes y provocar al espectador.

Sin embargo, pornografía es un término de aparición más reciente. Fue empleado por primera vez en 1769 por el novelista francés Nicolas Edme Restif y hasta 1819 comenzó a ser utilizado popularmente. En 1899 el término fue incorporado en el diccionario de la Real Academia Española.

Existen múltiples definiciones de pornografía, todas escritas desde una ideología, que o bien la enaltece o la sataniza, sin poder dejar de lado la inevitable discusión sobre si debe o no ser tolerada. Aunque de forma concreta aquí la definiremos como todos aquellos materiales, escritos, imágenes o reproducciones que representan desnudos o actos sexuales con el fin de provocar la excitación sexual en quien la ve. Sin embargo, en un análisis más profundo coincidimos con lo que dice de ella Peter Wagner, uno de los primeros historiadores de la pornografía, quien sostiene que es la presentación escrita o visual en una forma realista de cualquier comportamiento sexual o genital con la deliberada intención de violar los tabúes sociales y morales existentes y ampliamente aceptados.2

Desde su origen más antiguo, la función de la pornografía era y sigue siendo la de romper con los convencionalismos sociales, siempre en un espacio de disidencia del orden establecido. Así como se comenzó a distribuir biblias y textos religiosos en el año 1450, con el nacimiento de la imprenta, también inició la circulación de textos, grabados y libros con contenido sexual. A partir del siglo diecinueve, con la invención de la fotografía y posteriormente del cinematógrafo, las imágenes provocadoras de deseo empezaron a difundirse a un número cada vez mayor de espectadores. La pornografía representaba un acercamiento radical y transgresor al cuerpo y a la sexualidad, pues echaba mano de los progresos de la ciencia y la tecnología. Cuestionaba las reglas morales y los dogmas religiosos de su época, desmitificando el cuerpo, las relaciones sexuales, y reconociendo la existencia del deseo femenino y masculino. La pornografía fue un estandarte del libre pensador o revolucionario. Paradójicamente, a lo largo de la historia, también ha representado los modelos establecidos de la conducta sexual y los roles de género, anteponiendo a la mujer como sumisa y pasiva y al hombre como dominante y agresivo; incluso, mucha de ella refleja la explotación implícita de la mujer sin ni siquiera cuestionarla, porque en los dominios sociales esta explotación tampoco es puesta en tela de juicio.

A lo largo de la historia, muchos personajes políticos y religiosos se han postulado como defensores de la moral pública y en contra de la pornografía, a la que le han adjudicado todos los males sociales, volviéndola legal o ilegal de acuerdo con la ideología en el poder. Así, en alguna época era ilegal, por ejemplo, que hombres negros pudieran observar pornografía en la que salieran mujeres blancas o se prohibía la pornografía que permitiera que las mujeres enseñaran los pezones. Hoy en día, la visión de lo que es permitido mostrar varía de país en país. Por ejemplo, en Cuba, Islandia, Turquía y Corea del Norte, la pornografía de cualquier tipo, es ilegal. Hay países de Europa y América, como México, en donde se considera legal, excepto aquella que se basa en actos violentos y sin consentimiento mutuo, la que está relacionada con trata de personas y la que involucra a menores de edad. Estas últimas están prohibidas en todo el mundo. Pero pareciera que la pornografía se alimenta de la prohibición y del tabú, pues es ahí en donde ancla su ímpetu de romper el límite. Donde exista una prohibición, la pornografía hará lo necesario para romperla y seguir con un cuestionamiento vertiginoso de la moral, buscando la puesta en escena de las fantasías más íntimas.

Los defensores de la “moral” creen que los deseos perversos que llevan a violencia y violaciones pueden ser erradicados si se aniquila la fuente que los origina: la pornografía, a la que consideran como legitimadora de la violencia contra la mujer, y como un crimen en sí misma, pues es incitadora de delitos. Como contraparte, existen también los defensores de la libertad de las expresiones sexuales, que sostienen que el tratar de evitar la existencia de la pornografía habla de una sociedad represora incapaz de ser tolerante ante las diferencias. Actualmente hay una corriente que pretende entablar un diálogo con la industria de la pornografía existente para tratar de generar contenidos de mejor calidad, en donde no haya presencia de sexismo, racismo, violencia o coerción, para utilizarla como parte de un programa de educación sexual. Incluso, sitios como Pornhub —el sitio más grande de pornografía, nacido en Montreal, Canadá y que comparte con especialistas en temas de sexualidad estadísticas para análisis e investigación— creó el portal Pornhub Sexual Health Center con diversos expertos, con el fin de brindar información sobre numerosos temas de sexualidad, que van desde cómo evitar contraer infecciones de transmisión sexual hasta el compromiso que se adquiere al iniciar la vida sexual. Por supuesto, un tema ausente en su plataforma es el impacto que tiene la pornografía en la vida sexual.

También hay estudios que se centran en tratar de encontrar los efectos reales que tiene la pornografía en la vivencia de los adultos. Por ejemplo, el que realizó, en junio del 2019, la Universitat de les Illes Balears y la red Jóvenes e Inclusión de Madrid, que recogió casi dos mil quinientas entrevistas de adolescentes de entre 16 y 19 años y analizó el impacto de la pornografía en su vivencia erótica, en su autoerotismo, en sus prácticas sexuales y en su relación con la violencia. Varias de estas investigaciones sostienen que la pornografía es un reflejo de la visión sexual de la sociedad actual más que la causante de una desgracia posmoderna.

A principios de los años 80 del siglo pasado, con el avance de la tecnología y cada vez con mayor poder adquisitivo de los consumidores, la pornografía sufrió una transformación. La industria dejó de tener la exclusiva en cuanto a su producción, y se abrió la posibilidad de que cualquier individuo pudiera realizarla, reproducirla y distribuirla.

En esa misma década, con el invento de Internet y su popularización a finales de los años 90, se produjo un cambio aún más vertiginoso en la forma de producir, vender y distribuir la pornografía. Ya no era una gran empresa la que tenía el poder de la censura, sino que el espectador podía tomar ahora el rol de productor y distribuidor, según sus propios deseos e ideologías. La censura ejercida por la hegemonía en el poder durante tantos años comenzó a diluirse y lo que dictó las reglas de aquí en adelante fue la fantasía o la perversión de cada individuo. Cualquiera podía ahora, como dice Naief:

“Mostrar al mundo a través de una cámara lo que se hace en privado, exponer el propio placer. Estableciendo la abolición de la frontera entre el espacio privado transformándolo en el escenario para la representación sexual”.3

Lo anterior generó un cambio de visión frente a la pornografía. Lo público se traslapó con lo privado, el pudor se esfumó y surgieron otros tipos de categorías pornográficas que rebasaron la imagen de modelos lejanos, de actores que posan frente a una cámara pero que son inalcanzables. El espectador se convierte ahora en actor y director de su propia fantasía. Surge y cobra fuerza la pornografía amateur, que es:

“un territorio pornográfico donde las normas de lo mostrable no se respetan, donde a veces puede verse la experimentación honesta de los protagonistas y no las colecciones de clichés en que se sostiene la pornografía comercial. Así, la pornografía amateur encontró en Internet su espacio natural, un gigantesco lienzo donde la gente común podía expresar sus confesiones corporales y documentar sus fantasías eróticas para compartirlas con miles o millones de cibernautas desconocidos en prácticamente cualquier rincón del planeta”.4

La red, diversa y con contenidos importantes de todo tipo, también es hoy una fuente inagotable de pornografía en donde el espectador puede pasar horas interactuando con una infinita variedad de contenidos sexuales a los cuales incluso se puede volver adicto.

“No hay duda de que la proliferación de la pornografía y su facilidad de acceso ha transformado las fantasías de millones de personas en el mundo, en algunos casos abriendo sus horizontes y en otros esclavizándolos a la obsesión de materializar sus fantasías”.5

No hay fin, siempre puede venir una imagen después de otra para continuar con algo que provoque más el deseo dormido por lo visto. Para muchos, hoy la pornografía invade todo su mundo: sus pensamientos, y sus obsesiones. Llega incluso a estorbar a la hora de relacionarse con otros. Hay sociólogos que sostienen que la generación que nació a partir de los años 90 podría considerarse una generación pornonativa, es decir que descubrió el porno antes que su propia sexualidad. Las generaciones anteriores, para tener acceso a la pornografía tenían que pagar y esperar semanas por la llegada de una revista, una película o un video; hoy en día, los jóvenes tienen a un clic de distancia toneladas de bytes de pornografía a libre demanda.

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