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Capítulo 1
ОглавлениеROXY estaba muy tensa cuando el avión aterrizó en Sidney después de un largo vuelo desde Los Ángeles. Sus emociones oscilaban entre la alegría por ver a su sobrinita por segunda vez en su vida y el temor ante la perspectiva de encontrarse cara a cara con Cam Raeburn de nuevo, el hombre contra el que estaba dispuesta a luchar por la custodia de su sobrina.
Nadie fue a esperarla al aeropuerto, pero no la sorprendió. Nadie excepto su padre sabía que volvía a Australia aquel día y él estaba viviendo en el oeste, con su madrastra, Blanche. Blanche había querido vivir cerca de su propia hija y de su familia, y lo más lejos posible de la familia de su marido.
Y como la hermana de Roxy, Serena, y su cuñado Hamish habían desparecido trágicamente, Blanche estaba intentando por todos los medios cortar los lazos con la hijastra que le quedaba y con la hijita que Hamish y Serena habían dejado.
–Pues claro que la niña no está con nosotros –había gritado Blanche cuando Roxy la había llamado desde el norte de México después de enterarse de la trágica noticia del accidente de barco–. ¿Cómo podría cuidar a un bebé con mi artritis? Y tu padre está enfermo del corazón. No te preocupes, la niña está en buenas manos. El hermano de Hamish, Cam Raeburn, está cuidando de ella.
De todos modos, Roxy no hubiera querido que Blanche cuidara de la niña, aunque fuera temporalmente. Incluso prefería a Cam Raeburn antes que a Blanche. Como tío y padrino de la niña, Cam al menos tendría en cuenta los intereses de su sobrina.
Roxy se desplomó en el asiento del taxi que la llevaba a su apartamento de Sydney. Aún así tendría que hacer ver a Cam que, a partir de entonces, ella era quien mejor podía cuidar de su sobrina. Era la hermana de Serena, la tía de la niña, mientras que él era un soltero, divorciado y mujeriego, que seguramente no quería cargar con un bebé indefinidamente.
Con un poco de suerte ya se le habría pasado la novedad de cuidar de su sobrina de siete meses.
Lo deseaba fervientemente. Sería más fácil y menos traumático para la niña si se la cedía. Cuando tuviera a Emma con ella en Sydney pediría formalmente la custodia.
No tardó mucho en llegar a su apartamento del área residencial de Coogee, al que pronto llevaría a Emma. Al meter las maletas en su dormitorio vio su imagen en el espejo.
Estaba hecha un espantajo. No podía permitir que Cam la viera así.
La camiseta de algodón parecía un trapo. Los pantalones desteñidos tenían manchas del café que había derramado en el avión. Su cabello corto, normalmente aclarado por el sol, parecía falto de brillo y más revuelto de lo normal.
Siempre llevaba el cabello corto con un estilo natural y despeinado que iba bien con su cara pequeña y su complexión menuda, y que era fácil de arreglar. Pero su nuevo corte de pelo tenía mechones que sobresalían por todas partes. La auxiliar de enfermera que se lo había cortado en el hospital de Los Ángeles lo había llamado estilo garçon desaliñado, supuestamente la última moda en los salones de Los Ángeles.
Cuando se miró la cara ojerosa Roxy suspiró. Habitualmente lucía un tono bronceado y saludable, pero después de tres semanas en el hospital estaba delgada y pálida y aquel vuelo tan largo había dejado sus ojos azules sin brillo.
Se tocó el labio inferior. Al menos se le había curado la cicatriz de la boca… gracias a aquel virus que la había hecho quedarse otras dos semanas más en el hospital. De hecho, aquel tiempo de más había sido una bendición por otras razones también. Le había dado tiempo para llorar la muerte de Serena y de Hamish, para recuperarse del dolor y de la impresión antes de regresar a casa para enfrentarse con Cam Raeburn.
Antes de darse una ducha rápida y ponerse una camiseta y unos vaqueros limpios, llamó a su padre para decirle que había vuelto y que pensaba bajar a la costa, a Raeburn Nest, para reclamar a su sobrina.
–He vuelto a casa para cuidar de Emma –aseguró con firmeza.
–Roxy, cariño, ¿cómo vas a cuidar de un bebé?
Su padre sonaba más débil cada vez que hablaba con él. En parte por la pena de perder a una hija, en parte por culpa de Blanche. Su madrastra agotaría a cualquiera.
–Estará mejor conmigo que con Cam Raeburn –insistió.
–Pero tú siempre estás de viaje en algún país lejano, cielo. Emma estaría sola en tu apartamento durante meses y pagar a una canguro te costaría una fortuna. ¿Cómo vas a permitírtelo? Al menos, con Cam Raeburn Emma tendrá un tío y una señora que cuidará de ella todo el tiempo. Y con su fortuna, Cam puede permitirse una asistenta y todos los lujos posibles. Y ahora que Cam es el dueño de Raeburn’s Nest, puede mantener a Emma en su propio hogar, en un ambiente familiar. Con un tío rico como Cam Raeburn, cielo, el bebé no necesitará nada más.
Roxy torció la cara.
–Nada excepto una madre.
–Roxy, cariño, con tus viajes…
–He dejado las excavaciones. Intentaré conseguir más horas de clase en la universidad. Ahora tienen una guardería –explicó. Pero acababan de empezar las vacaciones de verano en la universidad y las clases no comenzarían hasta marzo, cuatro meses más tarde–. Me las arreglaré –aseguró, pero le tembló la voz. Aunque hubiera dejado las excavaciones para quedarse en casa todo el tiempo, ¿cómo podría competir con lo que Cam Raeburn podía ofrecerle a Emma?
–Será mejor que lo arregles con Cam. No creo que esté dispuesto a ceder a la niña.
–Cuando sepa que he vuelto y que estoy dispuesta a…
–Tiene previsto casarse otra vez, cariño. Me lo dijo cuando lo llamé el otro día para preguntar por Emma. Quiere darle una familia como la que tenía con Hamish y Serena.
La sorpresa la dejó muda durante unos segundos. «¿Casarse otra vez? ¿Cam Raeburn?».
–¿Quiere casarse con una de sus chicas bombón? –soltó finalmente. Sintió un arranque súbito e irracional de ira–. ¡Antes lo llevaré a los tribunales!
Su padre soltó una leve carcajada.
–¿Una mujer soltera sin dinero luchando contra un rico industrial con un negocio próspero y contactos poderosos? ¿Y además casado?
–¡Aún no se ha casado! Y arrancaré a la pobre Emma de sus garras antes de que lo haga. Serena quería que me hiciera cargo de Emma. Me dijo una vez que, si les ocurría algo, quería que yo cuidara de su hija.
–Serena no mencionaba la custodia en su testamento, cariño… desgraciadamente. Escucha… será mejor que te hagas amiga de Cam también.
–Lo haré, no te preocupes –afirmó con voz temblorosa. Pero primero tenía que averiguar más cosas sobre la mujer con la que se iba a casar. Una vez casado, tendría todos los triunfos en la mano. Ella no tendría ninguna posibilidad de ganarle. ¿Habría pedido en matrimonio ya a esa mujer o solo lo estaba pensando?
Un recuerdo amargo la sacudió y se estremeció. La noche de bodas de su hermana… Cam Raeburn llevándola al jardín iluminado por la luna… La magia en el aire… Recordó la forma en que la había besado elevándola a alturas que nunca había rozado, el modo en que la había mirado, el modo en que había susurrado con esa voz áspera: «Las cosas pasan cuando menos te lo esperas».
¡Qué proféticas habían resultado sus palabras! Cuando menos lo esperaba, el hechizo se había hecho pedazos. Cuando Cam había descubierto que ella no era solo profesora de historia, sino una arqueóloga que pasaba la mitad del año fuera de Australia removiendo el polvo de ruinas remotas, había perdido el interés por ella. Aún peor, la había dejado por otra. Una morena de ojos oscuros impresionante.
Herida, humillada y furiosa había intentado evitarlo desde entonces. Solo se habían encontrado cara a cara una vez en el último año y medio, hacía cinco meses, en el bautizo de Emma. Cam le había restregado por las narices otra belleza morena, una clónica de la de la boda de su hermana.
No había regresado a Australia desde entonces.
«¿Quién era aquella chica con la que Cam planeaba casarse?».
¿Había encontrado Cam Raeburn al fin una morena de ojos oscuros y piernas largas dispuesta a cuidar de una casa y de un bebé? ¿Estaba tan empeñado en darle a su sobrina un hogar seguro y estable otra vez que había decidido casarse con la niñera de Emma?
¡No! La hija de Serena no iba a crecer con un tío casanova y una mujer deslumbrante que no la quisiera de verdad. «Emma es responsabilidad mía».
–¿Por casualidad la niñera de Emma no será una morena, joven y despampanante? –preguntó a su padre irónicamente.
–¿Joven? ¿Morena? ¿Mary? –replicó su padre. Se rio confundido–. No, cariño, Mary es una abuela viuda, una antigua matrona. Solía cuidar a la niña para Serena y Hamish cuando ellos querían salir, o los fines de semana, cuando iban a naveg… –se le atascó la palabra navegar.
–Bueno, seguro que Cam no querrá quedarse a la niña mucho tiempo. Tampoco tendrá que hacerlo, ahora que he vuelto.
–Roxy… –la voz de Blanche sonó aguda e impaciente como siempre–. Estás fatigando a tu padre. Es la hora de su descanso.
–De todos modos tengo que irme. Dile a papá que se cuide.
Roxy colgó y marcó el teléfono de Raeburn’s Nest.
Sabía el número porque Hamish y Serena habían vivido allí durante su corto pero idílico matrimonio. Después Cam se había mudado a la antigua casa de la familia, que le pertenecía a él.
Solo había hablado con Cam una vez desde la tragedia, hacía seis semanas, cuando lo había llamado desde el norte de México tras hablar con su padre, y solo después de saber que tenía la custodia temporal de la niña.
La línea estaba saturada, llena de electricidad estática y había tenido que gritar.
–¿Cam? Soy Roxy Warren.
–Roxy… –respondió. Ella sintió la frialdad en su voz, a pesar de la comunicación distorsionada–. Ni siquiera viniste para el funeral de tu hermana. Pensamos que una semana de antelación sería suficiente, incluso para ti.
Una interferencia había tapado su réplica indignada.
–Acabo de enterarme. He estado en el norte de México durante las últimas…
Pero Cam hablaba más alto que ella, disparando las palabras como balas de artillería pesada.
–Tu padre hubiera necesitado tu apoyo en el funeral. Blanche no estaba… Escucha, la línea está imposible. Cuelga y llama a tu padre. Ya habrá vuelto a Perth.
–Ya lo he…
Pero ya había colgado.
Incluso en aquel momento la ira le nacía de dentro al recordarlo. Hubiera necesitado una muestra de condolencia, no una descarga de críticas injustas. Ni siquiera había podido preguntarle por su sobrina y mucho menos avisarle de que iba de camino para cuidar del bebé.
Su desafortunado accidente al llegar a Los Ángeles al día siguiente le había impedido hacer más llamadas. Había conseguido mandarle un aviso a su padre a través de una de las enfermeras y había hablado con él antes de salir del hospital.
Pero no había intentado llamar a Cam Raeburn de nuevo. No había querido avisarle de que estaba a punto de dejar el hospital para volver a casa. No confiaba en él.
Tenía buenas razones para no hacerlo.