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RESOLES ÁRIDOS (1950)

VÉRTIGO

No toquéis esta tierra si no tenéis la sangre

dispuesta a ser después antorcha viva,

quemazón de parte a parte.

Mapa descolorido (sol, paisaje),

entre golpes arado por terribles

y secas soledades.

De Norte a Sur, resolanas que salen

por la epidermis como un tufo denso

que al viento se deshace.

El Sur, callado, una corona que abre

como una mano antigua su silencio,

su dolor, por el aire.

Un hedor calcinado de yerbales.

Un verano que acecha entre las ramas

y en el sudor se expande.

El Norte, duro, un combatiente sable

de abierto cortezón y de tanino;

furor de quebrachales.

Lúbricos mediodías que se esparcen

por las grietas escuálidas, sedientas,

que encandilan la sangre.

Y el Centro, un corazón quemante,

latido potencial, alforja verde,

crisol de mandiocales.

Encendidos terraplenes, hondos valles

paren niños con ojos dilatados

y estómagos con hambre.

Desde antiguo esta tierra tiene arranques

de furor que le arañan los raigones

como rayos brutales.

A martillazos forja este linaje

de hombres que tienen la corteza dura,

que en las cortezas laten.

Bordado a lento fuego, su ropaje

nos cubre con su seca virulencia

de calor sofocante.

No la toquéis si no queréis que os claven

su espina roja, su ademán terroso,

su vértigo implacable.

Callada es esta tierra. ¡No la toquéis!

Sus polvaredas arden.

CANTO EN EL SUR

Esta noche, en el Sur,

me he mirado en tus ojos.

Soy como tú,

de piel morena, oscura, oscura,

con estrellas heridas por adentro

y por fuera sudor, cáscara ruda.

Tengo la sangre hirviendo

como un sinuoso trueno derramado,

tengo las manos ásperas

como herramientas duras y soleadas;

tengo los ojos lúbricos

como lúbricas raíces.

Esta noche, en el Sur,

me he mirado en tus ojos.

Te vi ayer en el Norte;

vi en el Norte lo mismo, el mismo

y primario dolor sobre los cuerpos,

el aguardiente galopando a sorbos

y lo demás lo mismo: el mismo

brazo sudando a contraluz sangrienta,

el mayoral que brama entre los árboles,

los mismos ojos sin calor, la misma

temblorosa epilepsia del sudor,

los mismos exprimidos,

¡los mismos coronados!

Esta noche, en el Sur,

me he mirado en tus ojos.

Soy como tú,

la misma turbulencia contra el mismo espejismo,

idéntico remanso bajo la misma noche.

Conservo el sortilegio

de estas zonas arbóreas que me cercan.

Tengo la risa ronca

y estas anchas tristezas.

De piel morena, oscura,

pisando en el calor exasperado.

Contra la vida quieta

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