Читать книгу Venciendo el Temor, la Preocupación y la Ansiedad - Elyse Fitzpatrick - Страница 7
Capítulo 1 EntendiendoCómo Funciona el Temor
Оглавление“Somos criaturas tan extrañas que es probable quenos dolamos más con los golpes que nunca caen sobre nosotrosque con aquéllos que realmente caen.”1— Carlos H. Spurgeon Autor y predicador británico del siglo diecinueve
Había conocido a Kathryn por varios años antes de que viniera a hablar conmigo. Kathryn parecía una mujer confiable y trabajadora con una fe firme. Aunque era tímida, obviamente hacía verdaderos esfuerzos por mantener amistades en nuestra iglesia y en la comunidad.
Al comenzar nuestro tiempo juntas, me enteré de problemas en su vida que nunca antes había sospechado. Kathryn me dijo que se estaba volviendo cada vez más temerosa y que le preocupaba estar desarrollando agorafobia. Agorafobia es el nombre que comúnmente se le da a una manera de responder a la vida que lleva a evitar ciertas actividades o situaciones. Un agorafóbico busca evitar cosas como manejar, hacer cola, comprar o asistir a mítines o reuniones sociales y hasta negarse a salir de casa.
Mientras Kathryn seguía compartiendo su historia conmigo, vi qué doloroso era para ella admitir que le daba miedo ir de compras a nuestro centro comercial techado. ¿La razón de su temor? Temía quedar atrapada muy lejos de una salida y que esto le produciría náuseas y vómitos. El temor de Kathryn se había vuelto una soga alrededor de su cuello que diariamente la apretaba y la mantenía atada más y más cerca de casa. Kathryn estaba experimentando la verdad de las palabras de Spurgeon: “nuestros temores infundados son nuestros principales verdugos.”2
Kathryn sabía que su temor era irracional, sobre todo porque lo que ella temía—vomitar en el centro comercial—realmente nunca le había pasado. La culpa empeoraba su confusión porque sentía que le estaba ocasionando problemas a la familia y, en particular, a su esposo. También creía que sus temores irracionales eran pecaminosos, así que estaba preocupada por su salvación y pensaba que era una decepción para el Señor.
¿Qué estaba pasando en la vida de Kathryn? ¿Tenía acaso algún extraño problema místico? ¿Sólo necesitaba orar y leer más su Biblia? ¿Podía incluso encontrar en la Biblia respuestas concretas a su problema? ¿Cuál era exactamente esta emoción que parecía dominarla y de donde provenían estos sentimientos?
Entendiendo el Lado Físico del Temor
En los próximos capítulos vamos a examinar con detenimiento el temor, sus causas y sus consecuencias. Vamos a considerar lo que la Biblia dice de porqué nos volvemos temerosas y cómo superar nuestros temores. Pero primero comencemos dando un vistazo al lado físico de esta emoción.3 Como todas nuestras emociones, el temor se experimenta tanto en nuestra mente como en nuestro cuerpo, provocando intensas respuestas físicas.
Físicamente el temor es una reacción que sentimos al percibir el peligro. Porque Dios nos ama, nos creó con la habilidad de responder rápidamente al peligro. Aquí está un ejemplo: Imagina que tu auto se apagó en una vía del tren. Escuchas un silbido y alzas la vista y ves que un tren se dirige justo hacia ti. Tan pronto como estos hechos se registran en tu cerebro, tu cuerpo automáticamente se pone en “hiperactividad.” Tu cerebro recibe la advertencia de que el peligro es inminente y le ordena a tu cuerpo que rápidamente libere varias hormonas, incluyendo adrenalina. Una vez que estas hormonas son liberadas en el torrente sanguíneo, de inmediato sucederán ciertos cambios físicos. Tus músculos se tensarán para prepararte para la acción. Tu ritmo cardiaco y tu respiración se acelerarán para darte oxígeno y fuerza extras. Incluso tu visión y tu audición se agudizarán. Tu pie pisará el pedal del acelerador hasta el fondo y te moverás más rápido de lo que pensaste que fuera posible. Todos estos cambios ocurrirán instantáneamente, en una fracción de segundo.
Siempre que nos enfrentamos al peligro es fácil ver cómo la gracia de Dios alcanza hasta la forma como fuimos creadas. Los atributos físicos que nos ayudan a protegernos del peligro son realmente un buen regalo, ¿o no? El diseño de Dios de nuestro cuerpo es impresionante, como lo dice el Salmo 139:14, “porque formidables, maravillosas son tus obras”. Dios nos ha dotado con estas habilidades físicas para que podemos sobrevivir en lo que a veces es un mundo peligroso.
Te habrás dado cuenta que dije que el temor es una reacción que sentimos al percibir el peligro. A propósito definí el temor de esa manera porque algunas veces nuestras mentes perciben o imaginan un peligro que realmente no está ahí. Todo el mundo ha experimentado la sensación de despertar de una pesadilla con el corazón latiendo rápido y respirando aceleradamente. En estos momentos, el peligro al que nuestro cuerpo está reaccionando está completamente en nuestra mente. A pesar de esto, nuestro cuerpo responde como si enfrentáramos una amenaza real. Como puedes ver, nuestras mentes sí afectan nuestros cuerpos de maneras muy poderosas— y Kathryn admitía esto.
El temor de Kathryn de vomitar en el centro comercial era irracional. Aunque su temor era infundado, su cuerpo no podía diferenciar entre las alarmas verdaderas y las falsas. Sólo respondía de la manera en que se suponía que debía hacerlo. No importaba que el peligro no se justificara. Siempre que iba al centro comercial tenía miedo de experimentar todos los cambios físicos a los que les tenía temor y esto la hacía sentir náuseas y la convencía de que probablemente perdería el control y se sentiría avergonzada. Como ves, realmente tenía miedo de tener temor.
Nuestros cuerpos no sólo responden al miedo equipándonos para evitar o atacar el peligro; también hay ocasiones en que los químicos de nuestro cuerpo actúan en nosotras de maneras más sutiles. Si estamos ocupadas atendiendo otro asunto o si estamos acostumbradas a movernos en altos niveles de estrés, a veces no nos daremos cuenta de lo cambios que se dan. No sabremos lo que está pasando en nuestros cuerpos hasta que pase algún incidente que los haga evidentes.
Disculpe, Mis Ansiedades Se Están Manifestando
Mi esposo Phil y yo vivimos en San Diego, California, una ciudad en la frontera de Estados Unidos y México. Hemos hecho muchos viajes a México y siempre me da miedo cruzar la frontera de México de regreso a Estados Unidos. En este punto fronterizo, tan cruzado en el mundo, las filas casi siempre son largas y la espera para llegar al punto de control es tanto tediosa como angustiosa.
En una ocasión en particular, cuando mi esposo y yo cruzábamos la frontera de vuelta a los Estados, ambos recibimos toda una sorpresa. Parte de la rutina que los oficiales de la Patrulla Fronteriza practican es preguntarles a los viajeros dos cosas: ¿Cuál es su nacionalidad? y ¿Qué trae de México? Ambos Phil y yo respondimos “Norteamericana” a la primera pregunta y entonces yo respondí “Fruta” a la segunda. ¡No se pueden imaginar nuestro susto a mi respuesta! La razón era porque no llevábamos ninguna fruta de México y sabíamos que cruzar fruta por la frontera era ilegal. Ambos sólo nos quedamos sentados ahí, horrorizados y sorprendidos, con nuestras bocas abiertas. Finalmente recuperé mi compostura y dije, “Quiero decir, nada.” Afortunadamente el oficial simplemente me miró como si estuviera loca y nos dio la señal para que pasáramos. Todo el camino a casa Phil me siguió observando de reojo— ¡creo que pensaba que él sabía dónde estaba la verdadera fruta!
En este incidente ligeramente divertido, no sabía qué tan miedosa y estresada me ponía al cruzar la frontera hasta que mis acciones me hicieron consciente de ello. Este incidente me abrió los ojos a mi nerviosismo innecesario en la frontera y también a mi ceguera hacia mi verdadero estado emocional.
El Círculo Vicioso
El temor no sólo afecta tu cuerpo y tu comportamiento, lo contrario también es cierto. Si eres una persona con una predisposición a reaccionar de forma temerosa, será más probable que experimentes los síntomas físicos del temor si bebes demasiada cafeína, consumes demasiada azúcar o no descansas o te ejercitas lo suficiente.4
Si por lo general te sientes estresada por tus responsabilidades o temerosa por tu vida, no te sentirás cómoda descansando y probablemente no te darás el tiempo para comer correctamente o ejercitarte. La incapacidad de relajarte o de dormir profundamente agudizará tu sensibilidad a la aprensión y al peligro provocando que se libere más adrenalina en tu cuerpo que, a su vez, puede causar incluso más problemas de sueño. Tomar cafeína para vencer la sensación de cansancio y pereza causada por la falta de sueño simplemente empeorará el problema.
Desde esta breve perspectiva general, puedes ver con qué facilidad el temor puede empezar un círculo vicioso de pensamientos fuera de control, respuestas físicas, imaginaciones y atención descuidada del cuerpo que sirven para traer más temor y agudizar las respuestas físicas. Es fácil ver cómo los resultados del temor pueden crear mayor temor, llevando a una total esclavitud.
El Temor Es Crónico
Juana, una mujer que luchaba con el miedo crónico, trabajaba como asistente de enfermera certificada en una casa de reposo de la zona. Como Kathryn, tenía una fe sólida en Dios y quería agradarlo. Vino para platicar conmigo porque estaba teniendo problemas en su trabajo. Se dio cuenta que cada vez que entraba al cuarto de un paciente gravemente enfermo, se sentía abrumada por el terror. Su cuerpo reaccionaba con síntomas como fuertes latidos, dolor de pecho, falta de aire y debilidad. Le aterraba desmayarse o atemorizar a su paciente o de alguna manera lastimarlo. Sentía que estaba fuera de control y pensaba que podía estarse volviendo loca. Podía decir que realmente disfrutaba su trabajo pero le daba miedo tener que cambiar de carrera. De hecho, sus problemas con algunos pacientes se habían vuelto tan graves que habían provocado resentimientos con otras enfermeras asistentes y conflictos con su supervisora.
Mientras analizábamos sus dificultades, dijo que había tratado de superar sus temores orando cada mañana y pidiéndole a Dios que la ayudara a no pensar en su miedo. No estaba consciente de ningún pensamiento de temor que desencadenara sus sentimientos de pánico; parecía que sólo salían de la nada.
El temor, como todo lo demás en la vida, puede volverse crónico. De hecho, se puede convertir en un hábito tan arraigado que realmente parece que sale de la nada. Las personas que han experimentado lo que comúnmente se conoce como ataques de pánico reportan sucesos repentinos de intensa ansiedad que parecen no tener ninguna base en sus pensamientos. Esta intensa experiencia puede parecer tan misteriosa y desconcertante que el temor a ella fácilmente se puede volver un factor que controle la vida de quien la padece.
Déjame ilustrarte cómo las respuestas emocionales pueden volverse crónicas.5 Piensa en el proceso de bajar las escaleras. Cuando usas las escaleras por primera vez estás consciente de cada escalón y miras con cuidado a dónde vas para no caerte. Pero si las escaleras se vuelven parte de tu rutina diaria, rápidamente desarrollarás el hábito de bajarlas sin pensar. Incluso puedes tener una conversación o llamar a alguien por tu celular mientras vas de un lado a otro por los escalones en los cuales una vez tuviste que concentrarte. Con el tiempo ni siquiera estarás consciente de ellos. De hecho, si eres deportista, los tomarás de dos en dos o de tres en tres al mismo tiempo. O incluso podrías sentarte en el barandal y deslizarte sólo por diversión.
Ahora, si en tu primer intento de bajar las escaleras hubieras imaginado lo que hubiera sido brincar desde arriba hasta abajo de un salto, entonces probablemente hubieras sentido temor y habrías desarrollado sentimientos de nerviosismo mientras realmente bajabas. Si tu temor hubiera persistido, podría haberse vuelto crónico. Aunque en tu mente sabes que tu temor es irracional, aun así, tendrá un efecto en ti por la manera en que has dejado que tu imaginación influencie tu percepción.
Ahora, en nuestro proceso de pensamiento, un ataque de pánico es como brincar del escalón de arriba al de abajo. En vez de considerar una situación paso por paso (como lo deberíamos hacer al bajar por las escaleras) rápidamente saltamos de nuestro pensamiento inicial al pánico descomunal.
Por ejemplo, Juana se sorprendió cuando recordó que la primera vez que había experimentado un sentimiento de pánico había sido cuando trataba de cuidar a su padre que estaba crónicamente enfermo y era demasiado demandante. Lo amaba y tenía miedo de desagradarlo o hacerle daño al darle la medicina equivocada. De joven respondía con miedo a las situaciones en las que tenía que cuidar a alguien. Al meditar en su niñez se percató de que había escogido la enfermería porque disfrutaba ayudar a otros y todavía albergaba inquietudes por cometer un error o que los demás la desaprobaran. No estuvo consciente de sus temores durante sus años de adolescente o universitaria, pero cuando regresó a cuidar a personas gravemente enfermas, respondió justo como lo había hecho de niña. Puedes ver cómo el temor de Juana, aunque irracional en su situación, tenía su origen en el pensamiento racional y la experiencia.
Mientras hablábamos, Juana recordó otra situación que parecía pertinente. Cuando por primera vez fue a trabajar a la casa de reposo donde le dieron empleo, de repente a uno de sus pacientes le dio un paro cardíaco. Juana respondió correctamente y le avisó a su supervisor, pero después recreó el incidente una y otra vez en su mente. La perseguían pensamientos como, ¿Y si el hombre hubiera muerto? ¿Y si el supervisor no lo hubiera podido ayudar? ¿Era yo la responsable de su problema? ¿Cómo podría alguna vez enfrentar a la familia de un paciente o a mí misma si el paciente moría? Estas preguntas, y otras como esas, plagaron sus pensamientos por varios días hasta que el incidente desapareció de su memoria. No fue sino hasta que comenzó a luchar con los ataques de pánico junto a la cama de sus pacientes que fue consciente del poderoso efecto que esta prematura experiencia había tenido en ella.
Las personas que sufren de ataques de pánico muchas veces reportan sensaciones similares. Parece que sin ninguna premeditación o advertencia el cuerpo comienza a bombear adrenalina. Eso hace que los ataques de pánico y ciertos tipos de fobias, como el miedo a las alturas o a los espacios cerrados, sean tan difíciles de entender. La mayoría de las víctimas no están conscientes de los pensamientos de predisposición que originan la sensación de temor. Sólo parecen venir de la nada. Sin embargo, en vez de ser terriblemente misteriosos, la verdad sobre los ataques de pánico y los temores es realmente fácil de entender. Las personas los experimentan porque han desarrollado un hábito. Cuando se encuentran en una situación dada, ni siquiera tienen que pensar en sus temores—sólo reaccionan. La mente trabaja tan rápida y habitualmente que mentalmente saltan del escalón más alto hasta el más bajo sin ningún esfuerzo. Esto, a su vez, los hace pensar que sus emociones están fuera de control o que se están volviendo locos. Entonces comienzan a tratar de evitar estas situaciones “fuera de control,” lo que permite que el hábito se vuelva más y más paralizador.
Algunas personas luchan con los temores en situaciones sociales. Temen que dirán o harán algo que parecerá tonto y por eso las evitan. Otros tienen temores a la enfermedad o a la muerte, mientras que otros tienen el temor de hablar con extraños o frente a grandes audiencias. Algunas personas evitan las relaciones íntimas, a pesar de que están solas y desean estar casadas, sólo porque tienen miedo de cometer un error o sentirse decepcionados. Existen tantas formas de temor como situaciones en la vida.
Los Rostros de Nuestros Temores
Como puedes ver, la predisposición de una persona para ser temerosa puede estar motivada por una combinación de factores. Primero, parece que algunas personas, por su personalidad básica, están más inclinadas en esta dirección que otras. En los próximos capítulos analizaremos con más detenimiento los factores de nuestra personalidad que nos hacen temerosas. Algunas personas parecen tener cuerpos sensibles que reaccionan de manera más extrema al temor o que están más conscientes de los cambios que ocurren en sus cuerpos.
La historia personal también juega un papel importante en la habilidad que una persona tiene para manejar los problemas de la vida. Si creciste con padres temerosos—una madre que siempre huía de las dificultades de la vida o un padre que se ocultaba— entonces probablemente seas más temerosa. Si creciste en un hogar donde existía un alto nivel de abuso o deshonra o donde sentías que nunca podías complacer a nadie, probablemente lucharás. Pero la historia de tu niñez no es la única historia importante que tienes. También tienes tus experiencias como adulto, que en algunos casos son más importantes que las que tuviste de joven. Por ejemplo, si te costó trabajo conseguir un empleo, entre más entrevistas sin éxito hayas tenido, más temerosa te volverás de conocer personas o intentar vender tus habilidades y, por lo tanto, tendrás más problemas para conseguir trabajo.
Finalmente, todas somos producto de cómo hemos respondido a la vida que Dios ha marcado para nosotras. Algunas de nuestras respuestas pueden haberse dado en un espíritu de fe, mientras que otras brotaron de la incredulidad. Como analizaremos en los próximos capítulos, nuestra relación con el Señor, particularmente nuestro entendimiento de quién es Él y lo que significa Su Palabra, harán la diferencia en cómo manejemos las situaciones de la vida y nuestros temores.
Nuestra Herencia Común
La experiencia humana del temor no es nada nuevo. Aunque probablemente se discuta más hoy porque vivimos en la era de la información, el temor ha andado por ahí desde el principio de los tiempos. A medida que avancemos en este libro, vamos a examinar a fondo las perspectivas bíblicas del temor, pero por ahora echemos un vistazo rápido al primer registro del temor en la Palabra de Dios.
Cuando Dios creó la tierra, la clase de temor del que hemos estado hablando no existía. En el jardín del Edén, Adán y Eva estaban completamente seguros y libres de cualquier daño. No tenían miedo a los depredadores o a las enfermedades. Todas sus necesidades físicas estaban satisfechas. Amaban a su Creador y el trabajo que Él les había dado. Probablemente ni siquiera sabían que fuera posible tal cosa como el fin de la vida. No se preocupaban de lo que traería el mañana. Estaban completamente seguros, gozosos y llenos de alabanzas para su Señor.
Entonces pasó lo inconcebible: pecaron. Primero Eva y después Adán cayeron en la trampa de Satanás y desobedecieron a Dios. El resultado inmediato de su desobediencia fue el temor y la vergüenza. A continuación lee cómo describe la Biblia las secuelas de este terrible acontecimiento:
Y oyeron [Adán y Eva] la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. —Génesis 3:8-10
La respuesta inicial de Adán y Eva fue el temor, ¿no es cierto? Estaban avergonzados y con miedo, así que se escondieron. Se sintieron vulnerables e incómodos de ser vistos como estaban: desnudos. Ya no disfrutaban la libertad y la abierta comunión que habían tenido con Dios. No querían que Dios los viera. Temían Su desagrado y con razón. Lo habían desobedecido y su desobediencia los llevaría siempre a esconderse, taparse y asustarse de miedo servil ante Él. Nosotras no podemos ni imaginar la inmensa tragedia de su pérdida porque nuestras vidas constantemente se caracterizan por el miedo; su relación con su Creador y el uno con el otro nunca sería la misma. El pecado los devastó por completo... y esta devastación continúa hoy.
La Clave Que Nos Libera del Temor
Conforme se vaya desarrollando este libro verás cómo el pecado es un factor importante en nuestros temores. Imagina que éste puede ser un concepto nuevo o hasta incómodo para ti. Quizá pienses que hablar de pecado es condenatorio o cruel. Es cierto que el pecado, especialmente nuestro propio pecado, es difícil de mirar. Yo sé que eso es verdad para mí.
Sin embargo, no voy a dirigir tus pensamientos a tu pecado porque quiera castigarte, condenarte o rechazarte. Voy a dirigirte ahí porque es ahí, y solamente ahí, donde descubrirás la verdad que te hará libre. Confío en que el Espíritu Santo gentilmente te convenza de tu necesidad de acercarte a tu Salvador y que cuando lo haga, encuentres el descanso y la ayuda que anhelas.
Mi deseo sincero es que este libro te sirva como una herramienta para acercarte al que te ama y sólo puede perdonarte, transformarte y restaurarte. Así que, no tengas miedo de salir de ese arbusto y examinar profundamente tu corazón. Puede que sea doloroso por un tiempo, pero por la gracia de Dios y Su misericordia, valdrá la pena. También examina profundamente el corazón de Aquél que te ha amado tanto que caminó hacia las fauces de la muerte y a las garras de Su enemigo por amor a ti. Amor como ese sólo exige que confíes en Él. Así que ya sea que tus temores sean reales o imaginarios—si apenas estás empezando a entenderlos o estás muy familiarizada con ellos—te puedes arrojar a la misericordia de Dios, Quien te ama más de lo que quizá sepas.
Para Una Reflexión Más Profunda
1. ¿Cómo describirías los tipos de temores que enfrentas?
2. ¿Qué tanta influencia tiene en tu vida el “miedo al temor”?
3. ¿Cómo ha influido en tu historia (como niña y adulta) tu predisposición a ser temerosa?
4. ¿Puedes pensar en algunos cambios que tengas que hacer a la forma en que cuidas tu cuerpo? ¿Cuáles son algunas medidas específicas que puedes tomar?
5. Escribe una oración pidiéndole a Dios que te muestre tu necesidad de Él y que te conceda la esperanza de que realmente puedas ser libre.