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INTRODUCCIÓN GENERAL

I. BIOGRAFÍA

Familia e infancia

Magno Félix Ennodio 1 , un gentleman de la Iglesia, como ha sido calificado recientemente 2 , es uno de los autores latinos más prolíficos del s. VI d. C. Santo, obispo, poeta, maestro de gramática y retórica, teólogo y embajador, autor de casi quinientas composiciones, entre las cuales destaca una gran colección de cartas y ciento setenta y dos poemas, merece ser estudiado sobre todo por sus opúsculos, una importante obra miscelánea que comprende diez piezas. Además, nos ha dejado veintiocho discursos de carácter esencialmente retórico, que pueden calificarse de disertaciones, porque la mayor parte de ellas no fueron pronunciadas en público 3 . A través de su obra, sobre todo el quinto de sus opúsculos, que él mismo llama confesión, conocemos muchos detalles de su biografía 4 .

Nació en 473/74 de padres ilustres, altos funcionarios de la Galia; su ciudad de origen fue probablemente Arles, donde continuaron viviendo su hermana Euprepia y otros parientes 5 . Pronto perdió a sus padres y a raíz de esta desgracia pasó a la Italia septentrional, donde una tía, hermana de su padre, se hizo cargo de su educación. No se conoce exactamente el momento en que llegó a Italia, por lo que tampoco es posible precisar si su primera formación tuvo lugar aún en la Galia.

Esta parienta, cuyo nombre nos es desconocido, murió en 489/90, cuando Ennodio tenía sólo dieciséis años, pero ya podía considerar la Liguria como su patria 6 . En cualquier caso, de este cúmulo de desgracias no se puede sacar la conclusión de que quedara desligado de cualquier vínculo familiar. Por el contrario, mantuvo siempre estrecha relación con parientes más o menos próximos. En conjunto, es larga la lista de allegados que aparece en su producción literaria: Euprepia, madre de Lupicino, y la madre de Partenio son hermanas suyas; una viuda a quien se ve impulsado a consolar con tierna solicitud, es probablemente una tercera hermana 7 . Quizá se puede añadir la sobrina cuyo matrimonio planea en una carta a Laconio 8 . Hay al menos otras siete con las que se siente unido por lazos de sangre, para lo cual utiliza expresiones muy variadas: consanguinidad, proximidad, afinidad, parentesco. Todo esto, sin mencionar la gran cantidad de personas con las que siente y cultiva esas afinidades electivas que J. W. Goethe inmortalizaría en sus famosas Wahlverwandschaften .

Carrera eclesiástica

Tanto por la muerte de su tía como por la invasión de Italia —en el verano de 489— por parte de Teodorico, el rey ostrogodo, y el consiguiente enfrentamiento con Odoacro, que sumió a la región en el caos, su situación se hizo difícil 9 . Providencialmente le acogió una familia cristiana de buena posición, con cuya joven hija se prometió en matrimonio poco tiempo después. Ese proyecto, sin embargo, no se llevó a efecto 10 : la situación de la familia empeoró, cosa explicable dadas las invasiones y devastaciones a que estuvo sometido el N. de Italia entre 490 y 494 —los años que duraron los esponsales—, hasta que, por mediación del cónsul Fausto, el obispo Epifanio de Pavía acogió a Ennodio en el estado clerical y le confirió las órdenes sagradas en esa ciudad, mientras su prometida ingresaba en un convento 11 .

Diácono en Milán

Entre 496 y 499 llegó a la diócesis de Milán, a cuyo frente estaba el obispo Lorenzo (490-512), un pariente a quien tuvo mucho que agradecer 12 . Aquí, en calidad de diácono, encontró oportunidad de desarrollar su actividad de escritor, de enseñar retórica a algunos jóvenes alumnos y sobre todo de intervenir en las disputas, ya iniciadas, entre el papa Símaco y Lorenzo, aspirante a la sede de Pedro, que culminarían poco tiempo después en un cisma abierto. Activa, e incluso decisiva, fue su intervención en el sínodo Palmar que tuvo lugar en Roma en el año 502 para dirimir la cuestión. Que su participación en ese sínodo no dejó de tener relieve lo prueba el hecho de que se le encomendó a él la tarea de defender la decisión que allí se había adoptado, favorable al Papa. De resultas de ese encargo, redactó el Libelo a favor del sínodo (M 2).

De vuelta a la capital lombarda desplegó una amplia labor, que podría calificarse de diplomática, siempre por encargo de su obispo. En este tiempo llevó a cabo dos viajes: uno de ellos a Pavía, a lo largo del 503, y a finales del mismo año se desplazó a la corte de Teodorico en Rávena.

En los años siguientes, siempre desde la ciudad ambrosiana, mantuvo contacto con los amigos que había hecho durante su estancia en estas dos ciudades a quienes, como se desprende de su correspondencia, se dirige tanto para recomendar a jóvenes que querían estudiar en Roma, como para presentar a personajes que deseaban hacer carrera en Rávena. Igualmente mantiene relación con los allegados del papa Símaco, con exponentes del clero galo y con parientes del otro lado de los Alpes.

En 506 emprende un viaje a la frontera gala en representación de Lorenzo, con un objetivo desconocido 13 . Al año siguiente desempeña una misión difícil en Rávena con el fin de rehabilitar en el favor del rey Teodorico a Fausto Níger, marido de su pariente Cinegia, y uno de sus amigos y corresponsales más asiduos. Parece que sus gestiones, junto con las de otros amigos, tuvieron éxito. El encargo de redactar el Panegírico del rey (M 1), un triunfo personal para el joven diácono, fue posiblemente una de las consecuencias de este viaje.

En la primavera de 508 desempeña una nueva misión en la región de los Alpes Cotios 14 , que retrasa su segundo viaje a Rávena, a donde sus allegados le pedían insistentemente que acudiera para asegurarse la sucesión de Lorenzo como obispo milanés. El 25 de julio de 508 los milaneses eligieron a Eustorgio 15 . Este fracaso disgustó profundamente a Ennodio, a quien encontramos de nuevo en Rávena en el mismo año para atender a Cinegia, quien murió y fue enterrada en Roma entre finales de 508 y comienzos de 509, con asistencia de nuestro autor.

De nuevo en Milán, a mediados de 509, hace un viaje a los confines de la Galia en el verano del año siguiente 16 . También visita a una hermana suya en la primavera de 511 17 , pero en ese mismo año tiene que renunciar por problemas de salud a una misión para la cual Fausto le había recomendado a Teodorico 18 .

Poco después, escribe el Eucharisticum de vita sua (M 5), en el que, siguiendo la huella de las Confesiones de san Agustín, examina con mirada crítica su propio pasado.

Obispo de Pavía

En 514, fecha imprecisa, recibe el nombramiento de obispo de Pavía. A partir de ese momento falta todo ulterior rastro de producción literaria, aunque es presumible que siguiera escribiendo, sobre todo cartas. Indirectamente conocemos su actividad episcopal, sobre todo la diplomática, a través de la llamada Collectio Avellana —que recoge comunicaciones imperiales, papales y diferentes fuentes de muy diverso tipo— y del capítulo correspondiente al papa Hormisdas en el Liber pontificalis , que da cuenta de los hechos más notables acaecidos en el transcurso de cada papado. En ambas fuentes se encuentran referencias al papel de Ennodio como presidente de dos legaciones enviadas al emperador oriental Anastasio I —en 515 junto con Fortunato, obispo de Catania, y en 517 en compañía de su colega de Miseno, Peregrino—, en las que se debía tratar de la unificación de las iglesias griega y latina, quebrada por el cisma acaciano, pero ningún texto original suyo.

Sólo a través de un epitafio en Pavía sabemos que murió el 17 de julio de 521 19 , día en el que se conmemora su fiesta litúrgica. En él, que consta de nueve dísticos elegíacos, se lee en sustancia que fue «de cuna preclara, generoso con sus allegados... combatió los cismas y devolvió a la Iglesia la fe en Pedro...».

Hoy, con mucha más perspectiva, se puede afirmar de él que prestó una contribución de alcance histórico, al menos en tres aspectos: la evolución de la romanidad hacia la Europa de los reinos bárbaros, personificados en el reino ostrogodo, la restitución de la unidad en el seno de la Iglesia occidental tras el cisma lorenzano y el intento de pacificar el oriente y el occidente cristianos, divididos por la secesión de Acacio 20 . En ninguno de ellos desempeñó el papel de protagonista, pero indudablemente aportó sus múltiples dotes personales, poniéndolas al servicio, no tanto del rey Teodorico y los papas Lorenzo y Hormisdas, como de la civilización cristiana.

Con su trabajo al frente de la diócesis de Pavía, en los últimos años de su vida, entró a formar parte de la amplia serie de obispos que, en el centro de Europa, garantizaron tanto la unidad de la fe como la salvación de la tradición clásica, los dos elementos básicos de la cultura medieval.

II. OBRA LITERARIA

Una biografía tan movida y tan intensa no le impidió a Ennodio dedicarse a la literatura, terreno en el que cultivó géneros muy diversos ya desde su juventud. A grandes rasgos se pueden distinguir cuatro: epístolas, opúsculos varios, declamaciones y poemas.

Las epístolas

El nervio de su obra se basa en las cartas, por medio de las cuales mantuvo trato con diversas e importantes personalidades, tanto del estamento civil como del eclesiástico, y con miembros de su familia 21 . El corpus de Ennodio consta de 297 piezas, casi la mitad de sus escritos, que J. Sirmond distribuyó en 9 libros, de acuerdo con la tradición de este género literario 22 . Según todos los indicios, todas fueron redactadas en el período milanés y no van más allá del 513. No están dirigidas sólo a hombres sino también a mujeres. La mayor parte de ellas son sus parientes, como su hermana Euprepia, aunque también se acuerda de personas distinguidas como Firmina y Bárbara. Entre los destinatarios masculinos se encuentran personalidades de gran prestigio, como Fausto, con su hijo Avieno, Olibrio, los papas Símaco y Hormisdas, Boecio, Liberio y otros. Su modelo es el orador Símaco, quien, después de Virgilio, es el autor a quien más cita.

Otras obras en prosa

Además, escribió diez composiciones en prosa, que representan una gran variedad de géneros y temas. Su simple enumeración muestra ya esa diversidad: un panegírico; una apología, en la que toma partido a propósito de un conflicto eclesiástico; dos biografías, una a caballo entre panegírico y hagiografía y otra que entra de lleno en la especie hagiográfica; una confesión autobiográfica; un escrito didáctico; dos textos de carácter jurídico y, finalmente, otros dos litúrgicos.

Algo análogo ocurre con las veintiocho declamaciones, ejercicios retóricos de corte académico, en las que, como veremos, se pueden distinguir diversos grupos.

Las poesías

Aparte de que en las cartas se encuentran poesías —como había sido ya el caso de Sidonio Apolinar— y de que otras obras suyas en prosa, por ejemplo la Paraenesis didascalica (M 6), incluyen poemas, conocemos ciento setenta y dos composiciones, de metros y longitud muy diversas, que los editores han distribuido en dos libros.

En toda esta producción tan variada demuestra conocer a fondo la tradición latina de siete siglos, sobre todo la obra de Terencio, Cicerón, Salustio y Virgilio. Pero también se pueden detectar, aunque sea en menor grado, influencias de Ovidio, Marcial, Juvenal, Estacio y Luciano, aparte de los poetas tardíos Claudiano, Sedulio y Sidonio Apolinar y los prosistas de la misma época, Quinto Aurelio Símaco, Avito y el propio Sidonio. Mas indudablemente la fuente más clara y repetida para su inspiración es la Sagrada Escritura sin que falten ecos de los escritos de las grandes figuras de la Iglesia, Tertuliano, Cipriano, Ambrosio, Jerónimo y Agustín.

III. LENGUA Y ESTILO

En la lengua y en la métrica, Ennodio se atiene a los modelos clásicos, pero no puede evitar el influjo de su tiempo. Por eso su latín, correcto y hasta elegante, presenta rasgos tardíos, como cambios de paradigmas nominales por otros afines 23 , por lo que respecta a la morfología. En la sintaxis se observan indecisiones en la construcción de algunas frases, como las relativas, que a veces aparecen con indicativo y otras con subjuntivo 24 , pero, sobre todo, llama la atención el uso preposicional de muy diversos ablativos 25 . Mención aparte merece el uso que Ennodio hace de la conjunción dum , a la que dota de muchos valores temporales y aspectuales. El resultado es que esta palabra, con mucha frecuencia utilizada, aparece a veces incluso con matices causales 26 , creando muchos problemas de interpretación y hasta textuales 27 . En cuanto al léxico, la conclusión más difundida es que Ennodio utiliza pocos neologismos 28 .

Para referirme brevemente a procedimientos de estilo que saltan a la vista como excesos, diría en primer lugar que abusa de las redundancias 29 , no sólo en la multiplicación de palabras y hasta de períodos que abundan en la misma idea, sino en la construcción de perífrasis, a base de dos sustantivos: el primero de valor genérico, (cosecha, siega, juicio, carga), banalizado, que se precisa, con una connotación moral, por medio de un segundo sustantivo en genitivo 30 . Por contraste, encontramos nombres que adquieren tal cantidad de significados que es difícil dar con el sentido exacto en que son empleados 31 . Todo esto hace unas veces reiterativo y recargado su discurso, otras difícil de comprender.

En lo que respecta al significado, la característica que más llama la atención es la búsqueda ante todo de la paradoja, hasta el punto de que este rasgo es la columna central de su pensamiento 32 . Esto se ha dicho con razón a propósito de buena parte de las declamaciones, pero seguramente puede aplicarse al resto de su obra.

En este aspecto se sienten, como expondremos más adelante, las fuertes antítesis a las que estaba sometida la cultura de la época, pues a los altos ideales morales a los que aspiraba como hombre de Iglesia, y que se reflejan en tantas sentencias diseminadas a lo largo de su obra 33 , se oponen expresiones soeces en algunos de sus epigramas o en los pasajes polémicos de las obras en las que arremete contra quienes ponen en peligro la unidad de la iglesia, negando su obediencia al Papa 34 .

Hay que señalar también el frecuente uso que hace Ennodio de la prosopopeya. En su escrito en defensa del Sínodo introduce largos discursos de Pedro, Pablo y Roma. En la Parenesis incluye poemas que pone en boca de diferentes artes y virtudes y finalmente en la declamación decimotercera hace pronunciar un discurso (nn. 7-8) a la estirpe de Paterio y Severo.

Es frecuente asimismo encontrarse con otros recursos estilísticos, como elipsis y excursos, sin que falten anacolutos o fallos de construcción, que podrían tomarse, no como incorrecciones involuntarias, sino como un efecto querido y hasta buscado 35 .

Un punto especialmente delicado para la comprensión de sus obras es el arranque de muchas de ellas, momento que de modo habitual aprovecha para exponemos sus preferencias literarias, acompañadas de reflexiones de tipo más general, que a veces se salen del contexto. Son pasajes que han sido discutidos repetidas veces y cuya explicación no acaba de satisfacer, porque admiten diferentes interpretaciones tanto desde el punto de vista paleográfico, como gramatical y sobre todo ideológico 36 .

IV. CARACTERÍSTICAS

Ennodio era galo de nacimiento, pero su vida transcurrió en el N. de Italia, de manera que podía calificar a la Liguria como su patria. Desde allí, sin embargo, tuvo una relación muy estrecha con los acontecimientos más importantes de su tiempo. De una parte, con los sucesos que se gestaban en Roma, que ya no era la capital del imperio de Occidente, sino la sede del sucesor de Pedro y por tanto el centro de la Cristiandad. De otra, con la corte de Rávena, última residencia de los emperadores y sucesivamente de quienes fueron ocupando el poder, sobre todo del rey ostrogodo Teodorico.

Pero Ennodio es ante todo un clérigo, colaborador estrecho y eficaz de grandes personalidades eclesiásticas del momento como el obispo Lorenzo o los papas Símaco y Hormisdas.

Cuando comenzó a trabajar con el primero y a lo largo de su vida, en la que desempeñó tareas delicadas, hasta llegar a ocupar la sede episcopal de Pavía, contamos con datos suficientes para concluir que era un cristiano convencido, por más que su formación hubiera sido la clásica de su tiempo. Con otras palabras, parece exagerado afirmar que el cristianismo no había penetrado su personalidad 37 .

Esto es compatible con el hecho de que siga utilizando su formación pagana con la intención, tan presente en la clase dirigente cristiana de la época, de fundir ambas culturas 38 . Es verdad que estaba muy familiarizado con el mundo del Olimpo y sobre todo con el de la escuela de retórica, pero el objetivo de su vida era formar cristianos y mantener la unidad de la fe.

En su actividad literaria se preocupa ante todo por la forma, la elocuencia es para él el bien supremo, pero por encima de ese nivel están las virtudes y esta realidad resplandece en todas y cada una de las disertaciones que dedica a la formación de los jóvenes que le rodean, por razonas de amistad o parentesco.

Es cierto que en el terreno de la formación retórica le faltan ideas propias, pero en su Paraenesis didascalica hay un valor añadido que eleva el nivel de las aspiraciones juveniles al esfuerzo por la conducta virtuosa y desde luego muchas de sus composiciones, como quedará suficientemente probado a lo largo de este libro, revelan un profundo conocimiento de la Sagrada Escritura 39 .

El deseo de impresionar al lector con la belleza formal de su obra, que con frecuencia cae en el retorcimiento y la pomposidad, tiene que ver directamente con su propósito de formar mentalidades cristianas que, sin renunciar a la herencia tradicional, la informen con el espíritu nuevo que proporciona la fe. Por eso, no sólo en sus escritos más políticos, como el Panegírico de Teodorico 40 , sino también en los de ambiente eclesiástico 41 y hasta en las declamaciones 42 , es frecuente encontrar alusiones a la enseñanza de Cristo como la guía y garantía suprema, tanto de la vida de cada hombre como del Estado.

En mi opinión, esta manera de enfrentarse a su obra es más cercana a la realidad y desde luego más justa que la de quienes la descalifican reprochando en ella, por lo que se refiere a la expresión, la artificiosidad, afectación, dureza de construcción, vacuidad y exceso de retórica 43 . Más injusto aún es, como tendremos ocasión de comprobar a través de los escritos que aparecen en este volumen, achacarle en el terreno de las ideas nostalgia del pasado e incomprensión de la realidad que rodeó su vida 44 .

Es verdad, que su obra es un reflejo de las dicotomías de su época —el mantenimiento a toda costa de los géneros literarios tradicionales frente a la degeneración de la lengua latina; las tensiones entre aristocracia romana y la nueva población bárbara; el enfrentamiento entre la tradicional elite de los hombres letrados frente a la cristiandad masificada; la oposición entre plebs y clerus —, que la convierten demasiadas veces en un verdadero suplicio para el lector actual, que no acaba de penetrar en el sentido, o más bien los sentidos, en los que Ennodio codifica lo que quiere expresar.

Sin embargo, un examen detallado y sereno de su producción literaria llega a la conclusión de que estamos ante un escritor fecundo, que escribe sobre temas que conoce, en buena parte autobiográficos, y que algunas de sus composiciones sirven aún hoy como fuentes historiográficas e incluso son recomendables desde un punto de vista estético, como la biografía del santo obispo Epifanio.

V. PERVIVENCIA DE SU OBRA

Los primeros autores que parecen haber escrito bajo la influencia de Ennodio son, al otro lado de los Alpes, Venancio Fortunato (s. VI ) y, ya en el s. VIII , Paulo Diácono. Del segundo se sabe que llegó a Francia exilado, después de la caída del N. de Italia en manos de los francos. Se había educado en Pavía y allí redescubrió la obra de Ennodio y la trasladó a la corte de Carlomagno. Los canonistas carolingios se convirtieron en asiduos lectores de nuestro autor; entre ellos, destacan el o los redactores anónimos de las Decretales Pseudoisidorianas , que le hicieron famoso, al incluir en su colección el librito apologético a favor del sínodo romano, útil en la defensa de la autoridad papal.

Por esa vía, a partir de mediados del s. IX , la obra ennodiana parece haber encontrado el camino de regreso a Italia, gracias a Nicolás I, el primer papa medieval que demuestra conocerla, y a Juan VIII 45 .

A lo largo del siglo x las obras de Ennodio fueron leídas y estudiadas con toda diligencia, como lo demuestra el análisis de los catálogos y manuscritos de las bibliotecas europeas más antiguas. De ese examen se desprende que fue honrado e imitado y que algún Papa, como Gregorio VII, fomentó la copia de nuevos códices de sus obras. Fue elegido como modelo por escritores de cartas, poetas y hombres de gobierno dentro de la Iglesia.

No faltaron tampoco detractores, como el obispo Amulfo de Lisieux, quien en una carta (1160) dirigida al legado pontificio Enrique de Pisa hace una crítica demoledora a la lengua y el estilo de Ennodio 46 , pero puede decirse que durante toda la Edad Media fue estudiado en monasterios y curias diocesanas de toda Europa, desde la curia vaticana hasta la escuela episcopal de León.

Incluso en la época renacentista fue citado de modo positivo por muchos hombres doctos, como Pietro da Moglio, Colluccio Salutati, Niccolò Niccoli, Poggio Bracciolini, Francesco Pizzolpasso. Hacia la mitad del s. XVI se despertó el interés por Ennodio al norte de los Alpes, donde sus obras se imprimieron repetidas veces. Éstas cayeron en el olvido durante el barroco, como veremos al hablar de la ediciones.

VI. TRANSMISIÓN DEL TEXTO

Esta voluminosa obra está recogida en un buen número de manuscritos, diseminados en bibliotecas de toda Europa occidental, desde la nacional de Berlín hasta la de la Catedral de León 47 . Ninguno es anterior al s. IX . Los mejores y más antiguos, son los siguientes:

Ante todo el códice de la Biblioteca real de Bruselas (B) —206 hojas, en cuatro cuadernillos: de ahí, la numeración 9845-9848—, de finales del s. IX , copiado por diferentes amanuenses con diversas lagunas, por pérdidas, y con sucesivas correcciones. Sin embargo, es el más completo y él solo forma una rama que deriva directamente del arquetipo. Es el que goza de más autoridad y sirve de pauta a las diferentes ediciones.

Otra rama, de segunda clase, que acoge todos los demás manuscritos conocidos, estaría presidida por un x, desconocido, que habría sido utilizado por el Pseudo-Isidoro 48 . De él procederían:

el códice de la Biblioteca apostólica Vaticana 3803 (V), datado entre los siglos IX-X , directamente emparentado con el siguiente, al que supera por su integridad. En efecto, contiene toda la obra, a excepción de Poemas I 10-21; Poemas II 134-136; Epístolas E VII 23-29, es decir doce himnos, tres epigramas y siete epístolas.

el códice de la Librería del Palacio de Lambeth, en Londres 325 (L), del último cuarto del s. IX-X , gravemente dañado por el paso del tiempo. Además de presentar las mismas lagunas que el anterior, faltan Epístolas III 26-27 49 .

Directamente emparentados con el X, según G. Hartel (CSEL), o a través de V, según F. Vogel (MGH), tenemos los tres, o más exactamente el códice con tres fascículos (658, 461, 469) de la Biblioteca municipal de Troyes (T), que fueron copiados al mismo tiempo y por tres manos diferentes en el monasterio de Claraval, entre los siglos XII y XIII . Entre los tres contienen, junto con otras, toda la obra ennodiana, pero los dos últimos cuadernillos presentan muchas lagunas de Poemas , de los que se prescindió a propósito, dado su contenido.

En el mismo monasterio y por la misma época fue escrito el códice que actualmente se encuentra en el monasterio del Escorial, d. III. 22 (E). Quizás algo antes, entre los siglos XI-XII fue copiado el Reginense 129 (R), de la biblioteca que perteneció a la reina Cristina de Suecia (por eso, se le llama también C), y se encuentra asimismo en la Biblioteca Vaticana.

Existen copias posteriores, la mayor parte ya del s. XV , entre las cuales destacan el Parisino 2177 (P), del s. XV , que se encuentra en la Biblioteca nacional de París, el Monacensis 110 (D), de la Biblioteca del estado de Baviera, en Munich y que data del s. XVI , el Magliabechianus I 6, 29 (M), del s. XIV , que ha tomado su nombre del famoso erudito de ese nombre (s. XVII ) y se puede consultar en la Biblioteca nacional central de Florencia; finalmente el Vindobonense 745 (V), del s. XV , depositado en la Biblioteca Nacional austríaca, en Viena.

Pero si bien esta tradición manuscrita no presenta grandes problemas en cuanto al tenor del texto, la cuestión, discutida aún hoy, es la manera en que el autor mismo dio a conocer su obra y la difundió. Y, en consecuencia, el modo en que la trasmiten los códices y ha pasado a las ediciones hasta nuestros días.

VII. PUBLICACIÓN Y EDICIONES

Parece lógico concluir que algunas de estas obras las divulgó el mismo autor 50 , dando a conocer enseguida aquellas composiciones que eran actuales por su naturaleza; de lo contrario, habrían perdido su efecto, como en el caso del epitalamio o del escrito polémico en tomo al Sínodo romano. Prueba de que algunas circulaban en público es que Ennodio tuvo que defenderse de algún crítico mordaz 51 . En este caso pudieron aparecer, bien por separado, bien agrupadas en un pequeño volumen y en varios ejemplares.

De las demás, la mayor parte las dejó preparadas para que fueran publicadas. Él mismo pensaba en una colección de sus propias obras literarias, porque entre los epigramas se encuentra una presentación para la edición de sus poemas 52 ; además, algunas observaciones a piezas sueltas muestran que las había sometido a una revisión, con vistas a darlas a conocer a un círculo amplio de lectores 53 .

Desde que fue nombrado obispo le faltaron el tiempo y la voluntad para seguir dedicándose a escribir. En su Confesión (M 5) llega a avergonzarse de la fascinación que había sentido por esa actividad 54 .

Sin embargo, hay claros indicios de que la compilación llegada hasta nosotros no procede de él mismo. Así, por ejemplo, algunos poemas, como los himnos, citan como autor al domnus Ennodius , o hablan de él en tercera persona; otras piezas, habrían sido suprimidas por Ennodio mismo; incluso nos encontramos con una carta, que el autor quiere expresamente que no se publique; también probablemente habría prescindido de algunos epigramas inconvenientes, él que ya era obispo. En un verso falecio había cometido un error de prosodia; estaba enfadado por eso y seguramente habría corregido la falta si, al preparar la publicación, él mismo hubiera tenido oportunidad de hacerlo. Es evidente, por tanto, que los escritos de Ennodio fueron recopilados y dados a conocer por una mano ajena al autor.

Hay que concluir por tanto que la colección de sus obras fue compuesta tras su muerte por un amigo o discípulo y comprende textos escritos antes de 513, sin que esté clara la razón de este corte.

Este proceso explica que en el cuerpo de obras que ha llegado hasta nosotros aparezcan alusiones a algunas —sobre todo, cartas, pero también panegíricos 55 — que el recopilador, sea quien fuere, ha dejado de lado.

El procedimiento de este personaje fue curioso porque, prescindiendo de la variedad de géneros, sometió el conjunto de la colección a un orden cronológico. Esta técnica de publicación se supone porque al parecer se basa en los borradores preparados para el copista, y se delata porque éste a veces se limita a escribir tal cual las anotaciones del autor, cuando, por ejemplo, indica simplemente «como más arriba», en vez de repetir el título de la persona a quien va dirigida la carta 56 , que es el sentido en el que Ennodio utiliza esa expresión.

Esta técnica de trabajo, que, como hemos dicho más arriba, se refleja en los manuscritos, es el origen de las dificultades que presenta la historia de las ediciones de Ennodio.

La primera salió impresa en Basilea, en 1569 —en un volumen dedicado a los llamados Monumento S. Patrum Orthodoxographa —, entre las Epistolae Orthodoxographorum Theologorum Latinorum . Esta editio princeps , obra del calvinista Juan Jacobo Grynaeus, no sólo es parcial 57 , sino que presenta muchas deficiencias, en el sentido de que, de una parte, enmienda palabras y, de otra, admite corruptelas respecto a los manuscritos B y P, que evidentemente le sirvieron de base 58 .

Apenas medio siglo más tarde, en 1611, dos jesuitas editan la obra ennodiana: Andreas Schott, en Toumai, con el título: Beat i Ennodii Ticinensis episcopi opera quae reperiri potuerunt omnia , dedicada a san Carlos Borromeo, arzobispo de Milán, y Jacobus Sirmond, en París, con la denominación: Magni Felicis Ennodii episcopi Ticinensis opera . Ambos intentan superar los errores de la edición de Basilea, aportando otros códices, sobre todo el segundo. De otra parte, para hacer el material más asequible al lector, fuerzan el orden dado por los manuscritos, que se supone es cronológico, y lo ordenan por géneros literarios. A. Schott distingue entre Epístolas (12 libros), Discursos (15), Declamaciones (15), Apologético (del IV Sínodo romano, es decir M 2), Declamación sobre la toma de una ciudad (es la actual 22, que llegó a sus manos con posterioridad), Poemas (distribuidos en Himnos, Panegíricos, Epigramas, Epitafios ). J. Sirmond distribuye la obra en Epístolas (9 libros), Obras variadas. Discursos, Poemas (2 libros). Esta última es la clasificación que ha adoptado la edición de CSEL.

Durante el resto del siglo XVII , todo el XVIII y hasta finales del XIX no se emprendió ninguna nueva edición de Ennodio. Simplemente, se reprodujo repetidas veces la de J. Sirmond, completada con algunas lecturas de A. Schott. Así la publicaron A. Galland en Venecia (1781), como undécimo tomo de su Biblioteca veterum patrum y J.-P. Migne en París (1847/1860) en el volumen LXIII, dentro de la serie latina de su Patrología.

Sólo doscientos cincuenta años después de la edición de J. Sirmond emprendió Wilhelm von Hartel esa tarea, que coronó en 1882 con la publicación del VI tomo en la colección del Corpus scriptorum ecclesiasticorum latinorum (CSEL), en Viena. Asume la misma distribución de la obra, incluye muchas conjeturas que mejoran la comprensión del texto original y añade dos valiosos índices: uno de nombres y realia y otro de palabras y giros lingüísticos.

Casi al mismo tiempo, en 1885, publicó Friedrich Vogel, por encargo de los Monumento Germaniae Histórica , la obra completa de Ennodio, en el séptimo tomo de la serie Autores antiquissimi . Mantuvo, como la editio princeps , el orden de los manuscritos y estableció con mucha sensibilidad, tanto paleográfica como lingüística, el texto que hoy es punto de referencia indiscutible para cualquier trabajo sobre Ennodio. Supone un gran avance el hecho de que dividiera el texto en parágrafos 59 . Además, amplia sustancialmente la información aportando índices de textos de la Sagrada Escritura y autores clásicos citados o imitados, así como de posteriores compiladores de Ennodio. Agrega una larga lista de barbarismos que se encuentran en los manuscritos, así como índices de nombres, realia y muchas palabras, especialmente significativas.

Como se ve, cada edición ha seguido perspectivas diversas y entre las dos han mantenido abierta una dificultad que será difícil de superar en lo sucesivo para ediciones completas de la obra ennodiana, como la que emprende ahora la B. C. G. 60 .

Ambas líneas de trabajo presentan problemas: la primera somete al lector a una tortura por los continuos cambios de carácter de composiciones vecinas. Por ejemplo, los diez primeros números de una edición como la de MGH, hecha con este criterio, son: 1) la primera declamación; 2) el poema I 6; 3) la séptima declamación; 4-7) las epístolas I 1, 2, 3, 4; 8) el opúsculo 7; 9-10) las epístolas I 5 y 6. El primer poema (I 7) es la pieza 16 de la edición. Tiene a su favor que, por seguir en general un orden cronológico 61 , permite relacionar fácilmente tanto maneras de expresarse el autor, como situaciones y personas a las que alude.

La segunda a su vez fuerza el carácter de algunas piezas, que bien podrían ser contadas en otro género 62 , pero presenta la ventaja de dividir la totalidad de la obra en unidades en cierto modo homogéneas. Desde luego, es la alternativa válida para quienes, como veremos más adelante, emprenden una edición completa dividida en unidades manejables, desde el punto de vista editorial.

Durante decenios puede decirse que los estudios sobre Ennodio han estado abandonados. Sobre este autor pesaba mucho la carga retórica que domina su producción literaria y que nublaba sus aspectos positivos, ante todo las valiosas informaciones que indudablemente aporta a la historia, tanto eclesiástica como civil, de su tiempo 63 . Sólo en los últimos años han visto la luz ediciones críticas, con traducción y comentario de algunas de sus obras, sobre todo aquellas que aportan datos de primera mano sobre el reino ostrogodo o sobre aspectos interesantes de la cultura de la época, como el ideal de la educación. El primer aspecto se revela a través del Panegírico de Teodorico y la Vida de Epifanio (M 3); el segundo, por medio de la Parenesis didascalica y la Declamación XXI 64 .

El carácter parcial de estos recientes estudios y su técnica de trabajo ponen de manifiesto la situación, un tanto caótica, a la que se ha llegado. De una parte falta aún una monografía que ofrezca una valoración en conjunto del autor y su obra 65 . De otra, mientras unos citan el CSEL, dando el número de la página y la línea que ocupa el texto en esa edición, otros —la mayor parte— utilizan como punto de referencia la de los MGH. Pero aun en este caso hay trabajos que remiten al número de la pieza y el correspondiente parágrafo y otros prefieren utilizar la misma técnica de los que se remiten al CSEL, es decir, página y línea 66 .

VIII. LA PRESENTE TRADUCCIÓN

En esta traducción, aún teniendo en cuenta —como ya hemos dicho— que es difícil en algunos casos decidir a qué grupo pertenecen algunas composiciones 67 , seguiremos la distribución de CSEL, que facilita la división en volúmenes. Esta opción hará posible distribuir todo el material en tres tomos.

Comenzamos con los llamados opúsculos —diez composiciones de corte muy diverso, por lo que se las conoce también con el nombre de Miscelánea (M)— y las Declamaciones (D), dejando las Epístolas (E) y los Poemas (P) para sendos volúmenes posteriores.

Esta opción se basa en el hecho de que, sobre todo, la primera parte del material publicado en este volumen, contiene las obras de mayor interés, por cuanto son testimonio de acontecimientos que revistieron especial importancia en aquella época. Me refiero sobre todo al Panegírico del rey Teodorico 68 y a la Vida del obispo Epifanio , que tocan los temas de más interés, por más apreciados como fuentes para la historia de aquel tiempo.

Sin embargo, para el texto, nos atendremos al de MGH, que, por ser posterior, ha recogido en su aparato crítico las conjeturas valiosas de CSEL. Para orientar al lector, hemos añadido entre paréntesis al título de cada pieza —que ocupa el lugar que le adjudica CSEL— el número correspondiente de MGH.

También sigue a esta edición la distribución de los parágrafos en cada composición. Como las partes compuestas en verso de M 6 no tienen ninguna numeración, tanto en la traducción como en el índice de nombres hemos señalado algunas marcas. En el segundo, hemos añadido, al número precedente, el del verso.

La divergencia más habitual entre ambas ediciones procede de inseguridades en la grafía de los manuscritos. Las variantes que provoca esta falta son habitualmente menores y no merece la pena llamar la atención sobre ellas. Otras veces, difieren simplemente en la puntuación. En uno u otro caso, siempre que esta disensión provoca un cambio importante en el sentido, llamamos la atención en notas a pie de página.

Más dificultades plantea la traducción en sí, provocadas ante todo por el estilo manierista de Ennodio 69 : la complicada construcción gramatical, las expresiones nominales, las metáforas son con frecuencia apenas traducibles, de modo que el castellano resulta fácil de entender. Se impone pues la interpretación, a riesgo de caer en el error. Para evitarlo en lo posible he procurado plegarme al texto latino, consciente de que con esta opción sufre el ritmo del castellano y sobre todo la paciencia del lector. A éste se le exige una gran concentración en la estructura de cada párrafo y a veces hasta de cada frase. Aún así, no excluyo que en algunos pasajes se me haya escapado el sentido de lo que realmente quería expresar el autor, quien con frecuencia juega conscientemente con la ambigüedad. Este peligro se presenta sobre todo en los comienzos de cada pieza, en los que el autor expone reflexiones de carácter genérico con alusiones o meras insinuaciones a personas o sucesos del momento que le afectan a él o a las personas a quienes dirige el escrito, y cuyo alcance y sentido resulta hoy imposible de desentrañar 70 .

Pensando en el lector y en parte también para paliar los inconvenientes de la disposición del texto en las ediciones que me sirven de base —que han quedado anticuadas desde el punto de vista gráfico y dependen excesivamente de los usos de puntuación en la lengua alemana— he procurado introducir puntos y aparte siempre que me ha parecido razonable hacerlo, cada vez que cambia el tema del discurso, o el interlocutor en las declamaciones. También he optado a menudo por un punto y seguido, donde antes había simplemente dos puntos.

Con este arduo trabajo damos a conocer a los lectores españoles un autor que, como afirma F. VOGEL al comienzo de su edición, pocos han leído y menos aún comprendido. Mucho queda aún por mejorar, pero, parafraseando al mismo Ennodio, dejo para los que se sigan ocupando de esta tarea el mérito de limarla. A mí me corresponde, y no es poco, el de haber roto un silencio que ha durado casi mil quinientos años.


1 Se encuentran algunas variantes del nombre, como Aenodio, Evhodio y, sobre todo, Innodio en algunos manuscritos y en el Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL): VIII 1358; XII 338. Sin embargo, el encabezamiento de sus epístolas y otros pasajes de la obra, así como diversos testimonios de autores contemporáneos, como sus parientes Mesala y Avito y el papa Hormisdas, coinciden en Ennodio.

2 Véase en la bibliografía, S. A. H. KENNELL ... A Gentleman of the Church . Merece este título, no por ser una lumbrera de su tiempo, como Boecio y Casiodoro, sino por haber sido una persona que supo siempre estar en su sitio en un ambiente (ciuilitas) de personas cultas y rendir valiosos servicios tanto al Estado como, sobre todo, a la Iglesia.

3 La edición de los Monumento Germaniae Historica (MGH) comprende en total cuatrocientos setenta números.

4 No sólo de la suya sino de la de muchos contemporáneos, tanto personalidades públicas, como Teodorico o el obispo Epifanio, como familiares. Valga un ejemplo: de Cinegia, una pariente próxima, sabemos que era esposa de Fausto, madre de Avieno (E VII 17, 1), que enfermó, murió y fue enterrada en Roma (E VII 28, 2. 29, 2) y que el mismo Ennodio compuso su epitafio (E V 7, 2).

5 Las otras ciudades que se disputan su cuna son Milán y sobre todo Pavía. Su estirpe es la de los Anicios, famosa en los anales religiosos y políticos del imperio. A ella perteneció el primer senador cristiano de Roma, así como mártires y padres de la Iglesia, como san Ambrosio. Entre los antecesores de Ennodio, y con el mismo nombre, hay un proconsul Africae y un comes rerum priuatarum así como, en épocas sucesivas, siempre en la Galia, otros personajes de relieve. A través de sus obras, conocemos el nombre de algunos de sus parientes en Italia: Cinegia, Boecio, Fermina, Elisea y su hijo Avito, Juliano, Máximo, Senario.

6 «El buen humor es compañero del hombre cuando éste vuelve a su suelo natal», escribe a su vuelta de una de las sesiones del sínodo de Roma: P I 6, 1.

7 P I 5, 22.

8 E V 24.

9 A ella alude Ennodio en M 5, 20-21.

10 La lectura correcta del códice de Bruselas, la fuente más importante de la tradición manuscrita ennodiana, permite llegar a esta conclusión, que hasta la edición de MGH no era aceptada. Véase la discusión en MGH, pág. VI. En su reciente monografía sobre Ennodio, S. A. H. KENNEL , siguiendo la opinión que ya había expresado F. MAGANI , mantiene la tesis de que el matrimonio llegó a realizarse. Su argumentación, a base de contraponer las directrices de la iglesia romana con la practica del celibato en la Galia y el N. de Italia, no es convincente. De otra parte, en ningún sitio se habla de descendencia de ese matrimonio.

11 Aunque los motivos de la ruptura no son claros —pudo ser la pobreza en que incurrió la familia de la desposada—, lo cierto es que se produjo, como se desprende de M 5, 23-25.

12 En E I 14, 4, el mismo Ennodio habla de este parentesco.

13 Véase P I 1.

14 Véase E VI 38.

15 Personaje al parecer indigno, como deja entrever el mismo Ennodio en D 5, 5, y sobre todo en E VII 9.

16 Véase E VIII 13.

17 Véase P I 5.

18 El texto sobre el que se apoya este dato resulta oscuro: E IX 11, 6-7.

19 CIL V 2 N. 6464.

20 Ver a este respecto L. NAVARRA , «Contributo storico di Ennodio», Augustinianum 14 (1974), 315-342.

21 Entre sus corresponsales aparecen grandes personalidades de la época, como Boecio, cónsules y cuestores, dos Papas y diversos obispos.

22 En nueve libros está distribuido, por ejemplo, el epistolario de PLINIO EL JOVEN , SÍMACO (ambos con un décimo libro que contiene su correspondencia oficial), SIDONIO APOLINAR .

23 Por ejemplo muniis , con mucha frecuencia seguido del especificativo litterarum , como ablativo de munus , -eris, Exitium, impugnantum. caelicolum , como genitivo plural, en vez de exitiorum . etc.

24 Véase, por ejemplo en M 1, 16, donde en un mismo período emplea las dos posibilidades. Lo mismo ocurre en M 3, 54, en M 6, 23, etc.

25 beneficio, indicio, ministerio, obsequio, officio, pretio, solacio, studio, testimonio, clave, consideratione, duce, merito, teste, etc .

26 Véase, por ejemplo, D 4, 7.

27 En D 12, 6, 21, 25 se encuentran ejemplos claros de este problema.

28 A. DUBOIS , La latinité ... págs. 533 ss. llega a la conclusión de que en la sintaxis, Ennodio tiende al análisis (perífrasis, multiplicación de giros preposicionales) y en el léxico, a la abstracción (sustantivos en -tío, -tas, -tura ). Más recientemente, M. CESSA , Ennodio ..., pág. 170 afirma que apenas se encuentran neologismos en la obra ennodiana. Cuando aparecen, se trata de términos compuestos con prefijos como ex -, per -, como effulguro (M 3, 98), perinmensus (ibid . 97), excerptim , con el significado de carptim, obiter . Finalmente, como señala C. ROHR, Der Theoderich-Panegyricus ... pág. 31, apenas aparecen barbarismos. Los helenismos se reducen al ámbito litúrgico y se encuentran exclusivamente en las obras de contenido específicamente cristiano.

29 Superstitiosi ... figmentí: «ficción superpuesta»: M 7, 5.

30 Se repiten expresiones como messis —cosecha— (doctrinae, ingeniorum, peritiae, diligentiae, gaudiorum, gratiae, perfectionis, humani generis), fascis —carga— (inuidiae, imperitiae, annorum, oneris), lanx —bandeja, platillo de la balanza— (iudicii, examinis, veritatis), lima —lima— (peritiae, studiorum, artis). macies —penuria, escasez— (ingenii, studii, meritorum, eloquii, votorum, linguae), nexus —ligadura— (concordiae, condicionis, exemplorum, pactionis), palma —palma, premio— (orationis, declamationum, linguae, iudicii, eloquentiae, sermonis), serenitas —serenidad— (sermonum, conscientiae, mentis, actuum, rerum), stemma —guirnalda, cuna— (familiae, virtutum) .

31 Valga sólo un ejemplo: la palabra genius tiene en la obra ennodiana un amplio campo semántico que comprende, desde el sentido original de genio o espíritu protector de cosas, personas o lugares —M 1, 56; 5, 42—, hasta un gran abanico de cualidades humanas, como autoridad —D 21, 34—, ornato —M 2, 132—, talante, carácter, gracia, valor, dignidad, esplendor, etc. Véase, ThLL, VI 2, sobre todo 1839-41.

32 Véase B.-J. SCHRÖDER , «Charakteristika...», pág. 274.

33 Por poner sólo un ejemplo, la última parte de M 4 está salpicada de frases de ese tipo: nn. 87, 105, 147, 186.

34 Valgan como muestra los exabruptos contra los partidarios de Lorenzo en su escrito M 2, 9, etc., o verbos como uomere, ruciare , en D 12, 11, en medio de una alabanza a los estudios literarios.

35 Elipsis de un sustantivo se da ya en el título de la primera declamación, donde suprime die , o en D 13, 8, donde hace lo mismo con tutela , pero también se encuentran elipsis de verbos (D 21, 28) o de ambos, como en quid pluribus (verbis utar)? (M 3, 82). Los excursos son a veces amplios, como el de Catón en el n. 30 de M 1. A propósito de anacolutos, véanse, por ejemplo, las construcciones que se comentan en D 9, 19 y 12, 8; M 8, 2. Mas problemática es la explicación del comienzo de M 2. donde parece que Ennodio simplemente se complica.

36 Este es el caso de M 3, 3, cuyo texto ha sido discutido en todas las ediciones y al que P. KRAFFT ha dedicado un largo comentario en la revista Latomus (1969), que por cierto no convence a editores posteriores, como M. CESA .

37 Véase HAW , VIII 4, 2, 147.

38 Véase, a este respecto, G. VANDONE , «Status eclesiástico e attività letteraria in Ennodio tra tensione e conciliazione», en Atti della ... págs. 89-99.

39 Es raro encontrar citas directas de las palabras de Cristo que nos trasmiten los Evangelios —como Lucas 10, 16 (M 2, 8); Lucas 12, 5 (M 2, 114)—, pero de modo implícito aparecen muchas más como las de Mateo 16, 18-19, que Ennodio trascribe en M 2, 95, o los deseos de paz a los Apóstoles tras la resurrección, en M 3, 87. Sin embargo, su doctrina está presente por doquier, por ejemplo en M 2, sobre todo la trasmisión del primado a Pedro, pero también otras ideas: por ejemplo, en M 2, 10.

40 W. PORTMANN afirma con razón que esta obra es la primera del género en la que el cristianismo se tematiza. Ennodio adopta una postura crítica o al menos distante respecto a la historia de Roma. Teodorico la rejuvenece gracias a su fe —M 1, 80—, pasando por alto que era arriano.

41 En M 3 se puede apreciar cómo toda su actividad en pro de la paz se remite al Evangelio: cf. nn. 71, 86, 87, 88, 145, 154, 155, 163.

42 Véanse, por ejemplo, D 1, 17, a propósito de la actividad de Lorenzo, el obispo de Milán, o en M 6 el ideal educativo que despliega ante los jóvenes Ambrosio y Beato. Pero también, cada una de las controversias y las suasorias. Sobre este tema, véase L. NAVARRA , «Le componenti letterarie e concettuali delle «Dictiones» di Ennodio», Augustinianum 12 (1972), 465-478.

43 Tales son los calificativos que se encuentran, casi sin excepción, en los manuales de Historia de la literatura latina más prestigiosos.

44 Sus obras, no sólo las de contenido histórico, sino sobre todo las epístolas, nos lo muestran interesado en los asuntos que le afectan a él o a sus familiares. Por poner un solo ejemplo, valga la intervención ante las instancias oficiales a favor de sus familiares y amigos que tenían dificultades de expropiación de sus terrenos por parte de la nobleza ostrogoda: E II 22, 23, 33; III 20; VI 5; VIII 13; IX 23. Sobre este tema, véase T. BURNS , A History ... págs. 82-84.

45 En una carta al abad Berrario, afirma este sumo pontífice, recogiendo el juicio del primero: «Lejos de mentes piadosas un pensamiento negativo sobre la primacía del obispo de Roma, puesto que el santo confesor Ennodio de la ciudad de Pavía nos enseña que Dios omnipotente, o eleva hasta ese cargo a personas preclaras o ilumina a quienes elige». Véase J.-P. MIGNE , PL, CXXVI 944.

46 En efecto, no ahorra calificativos: «difícil, oscuro, tenebroso» hasta concluir: «su primer objetivo es expresarlo todo de forma diferente a los demás y por tanto todo lo que dice lo complica de un modo intrincado, por lo que más que Ennodio, debería llamarse Innodio»: Ep . 26. Véase J. A. GILES , Arnulfi Lexoviensis episcopi epistolae , Oxford, 1844, págs. 132-133.

47 C. FINI , Il censimento ... habla de 97 manuscritos, de los que se conservan 95; los dos restantes se han perdido. El resultado de ese censo es el siguiente: 12, datados entre los siglos IX-XVII , contienen la obra completa; 31, de los siglos IX-XVI , una parte importante, más o menos amplia; 17, entre los siglos XII-XV , una parte trasmitida en el Florilegium Angelicum y finalmente 37, datados entre el IX-XVI , con cuatro de las obras misceláneas recogidas por las Decretales Pseudoisidorianae .

48 Recibe este nombre una colección de Decretales que se inicia con las palabras Incipit praefatio S. Isidori , que, en realidad, fue escrita entre 847-852 por uno o varios autores anónimos reunidos en una corte franca, recopilando los cincuenta Canones apostolorum , cartas y decretales pontificias —desde san Clemente hasta Gregorio II (731)— y cánones de concilios, desde Nicea (325) hasta el XIII de Toledo (683). Como su intención era reforzar la autoridad del Papa y fomentar la unidad de la Iglesia, partes de esta colección fueron incluidas en las oficiales y gozaron de una gran autoridad. Sin embargo, desde el s. XV fueron tenidas por apócrifas, a pesar de que contenían muchos documentos auténticos.

49 C. ROHR , antepone a su reciente edición del Panegírico de Teodorico, un exhaustivo estudio de la tradición manuscrita e intercala, a continuación del anterior, tanto el códice Phillipps 1715 de la Biblioteca Nacional alemana de Berlín (P), según él, copia directa de mitad del s. XII del Lambetano —si bien con algunos huecos que sería largo recoger aquí—, como el (L), 33 de la Biblioteca de la Catedral de León, que data imprecisamente de finales de la Edad Media. No obstante, aventura que podría haber sido copiado entre los siglos XII-XIII en el N. de Francia, donde las obras de Ennodio eran muy leídas, y llevado al NO. de España donde se encuentran muchos códices de esa época y proveniencia ya en el s. XV .

50 En el manuscrito de Bruselas, al final de D 21, aparece una anotación del mismo Ennodio en la que confiesa que ha revisado el texto.

51 Véase P II 68. F. VOGEL , en el prefacio a su edición en los MGH, supone que la obra criticada fue M 2. Véase MGH, AA VII, XXIX.

52 P II 66.

53 Por ejemplo, D 21.

54 Véase M 5, 5-6.

55 Por ejemplo, los que promete a Pomerio (E II 6, 2), a Máximo (D 3, 9), a Agnello (E IX 19, 3).

56 Esto se repite en once pasajes, como en E I 12, 6.

57 Se puede consultar en la Universitätsbibliothek de Basilea. Es un tomo de gran formato, con dos partes fundamentales: la primera —398 páginas—, dedicada a autores griegos con versión latina paralela, y la segunda —2.064 páginas— encabezada con el apelativo: «Epístolas de los teólogos ortodoxos latinos». En ella las obras de Ennodio, que son llamadas «Libro de las Sentencias de Ennodio», ocupan las págs. 269-480. Por lo que respecta a este volumen, no he encontrado en él M 10 ni D 9, 12, 24.

58 Respecto a éste último, G. HARTEL , en su edición de 1882 para el CSEL, anota hasta seiscientos errores.

59 No es cuestión de proponer cambios en esa numeración, pero es evidente que facilitaría la comprensión del texto, puesto que la actual, unas veces interrumpe períodos especialmente largos —sólo en M 2, en cuatro ocasiones: 2. 35. 106. 130— y otras no tiene en cuenta los cambios de argumentación o de tema que se introducen en el discurso. En este último sentido, por ejemplo, M. WINTERBOTTOM encuentra, en su traducción de la D 21, hasta trece pasajes en los que se produce esta situación, fuera del comienzo de un nuevo número. Para paliar esta dificultad, he procurado introducir en la traducción puntos y aparte que señalen el comienzo de un nuevo argumento.

60 La cuestión se agrava si se tiene en cuenta que J. Sirmond, al entresacar de la princeps las obras de cada género, no siguió ningún orden, por lo que la sucesión en la que aparecen las Opera miscella es 263, 49, 80, 240, 438, 452, 8, 123, 14, 81. Algo análogo ocurre con las Declamaciones .

61 F. VOGEL , en la introducción a su edición para MGH demuestra que es verdad que se observan algunas irregularidades —por ejemplo el n. I es de 504, mientras el XLIII es de 495— e intenta justificarlas diciendo que el editor: a) trabajó con los diferentes libritos o recopilaciones de los que Ennodio mismo habla en E VII 21, 3; b) añadió a cada uno hojas o páginas sueltas; c) dentro de cada unidad de a) mantuvo el orden; d) entre los diferentes libritos lo perturbó. Se entiende que llegue a la conclusión de que al orden cronológico no se le pueden oponer argumentos válidos y por eso opte por mantenerlo. Además argumenta que así se puede estudiar mejor la lengua de Ennodio, porque entre piezas próximas se detentan ciertas afinidades de expresión que no vuelven a aparecer a lo largo del corpus . Salta a la vista, sin embargo, que esta opción tiene sus fallos y que la otra, que adoptamos en esta traducción, presenta también ventajas.

62 Por ejemplo, Ennodio mismo califica M 6 de epistula admonitionis (E VIII 28, 2). Asimismo tres piezas que Ennodio mismo titula Dictiones , aparecen entre los poemas (I 2. 6. 9). Se puede ver con detalle esta discusión en la introducción a MGH págs. LIII-LIV.

63 No han faltado descripciones generales de su tarea literaria, sobre todo artículos en Léxicos, Enciclopedias o manuales de literatura. Véase una descripción completa, en C. ROHR , Der Theoderich-Panegyricus ..., págs. 1-2.

64 A excepción de la vida de Epifanio de G. M. COOK , que es de 1942, hay que llegar a los últimos años del pasado y a los primeros de este siglo para encontrar las obras de C. ROHR , S. ROTA , M. CESA , R. A. RALLO y M. WINTERBOTTOM . Son dignas de mención también las Jornadas ennodianas , que tienen lugar en Pavía. La primera se celebró en Pavía los días 29-30 de marzo de 2000. Sus Actas, publicadas en 2001, me parece que no aportan nada sustancial al contenido de este volumen.

65 La única existente es la de F. MAGANI , que data de 1886, una obra de más de mil páginas, meritoria, grandilocuente, de la que aún hoy se puede sacar valiosas informaciones en medio de mucha hojarasca. Difícil de encontrar, me ha sido posible consultarla gracias a la gentileza de la Biblioteca del Seminario patriarcal de Venecia.

66 Estos últimos son la inmensa mayoría.

67 F. VOGEL analiza ejemplos concretos en la pág. LIII de su Introducción.

68 Valga como síntoma el dato de que sólo esta obra fue editada cinco veces en París a lo largo del s. XVI , antes de las dos de 1611, y dos veces en el s. XIX , antes de 1880. También a lo largo del s. XX ha conocido varias ediciones críticas, de las que damos cuenta en la Bibliografía.

69 Puede verse a propósito de este concepto lo que se dice en B. C. G. n. 337, págs. 62 y ss.

70 Éste es el caso de M 1 y 2 y de buena parte de D.

Obra miscelánea declamaciones

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