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Prólogo

Cartas desde el abismo es una novela que refleja no solo la vida de María y sus sombras, sino la de muchos jóvenes que se aproximan al mundo de las drogas para experimentar nuevas sensaciones en búsqueda de una libertad mentirosa, que termina por destruir las emociones y cualquier sentido de vida.

Una vez que comencé a leer la historia de María no pude parar hasta el final, por la claridad del relato, los numerosos detalles, los paisajes que se me hacían muy familiares, y por la identificación en todos aquellos momentos de mi vida en que fui María, confundida, deslumbrada y más que nada desnorteada.

Quique logra narrar en la historia de la protagonista la necesidad de buscar nuevos horizontes como tabla de salvación, sin saber justamente que esa nueva tierra no le daría más, que aquello que ya conocía: exceso, destrucción, drogas, sexo y un sinsentido a cualquier chance de resignificar la vida, y crear un nuevo proyecto.

En este libro se describe mi hermoso país, de forma tan especial y real que hasta me asusta, que un murciano aventurero haya podido captar, en diez días de su estancia académica, la idiosincrasia de un pequeño país que es capaz de hechizar con su belleza a todas esas almas melancólicas, que se pierden en cualquier playa solitaria del este de Uruguay.

María no es la excepción, buscó en una playa hermosa y poco habitada, en donde el invierno es duro y a la vez encantador, José Ignacio el lugar para encontrar ese sentido de vida tan anhelado, pero lejos de eso, esta playa casi deshabitada fue el comienzo del fin.

Así es que María empieza a relacionarse con los lugareños y a experimentar todo aquello que la había hecho escapar de España. Esas amistades de la noche, donde la generosidad de los nuevos «amigos» es tan cara, que a la mañana siguiente no hay dinero que pueda pagar los agujeros en la autoestima.

Esa María empieza a adentrarnos en la necesidad de contar con esas personas que hacen de red y nos sostienen, cosa que María no encontró ni en España, ni en Uruguay, a excepción de Javier, su profesor, psicólogo, amigo y más…

Solo Javier era capaz de aliviar ese dolor que dejaban esas largas noches de locura y exceso, solo Javier era capaz de recibir con lujo de detalles esas largas cartas que dejaban ver como esa libertad desaparecía para dar lugar a la peor de las prisiones, la droga.

Pero esta novela no es una más de esas historias de personas adictas, personas recuperadas, o personas resilientes que transforman ese abismo en aprendizaje, ni tampoco hace alusión a estrategias para afrontar la adversidad de la droga, este libro lo que hace es reflejar el dolor de la droga, el olor al sexo, la desesperación de la soledad, el frío del desapego, el hambre de contención. Este libro te lleva a sentir, a conectar casi de forma vívida lo que fue el transcurrir de María en su búsqueda.

Tampoco Javier pretende dar una lección, acerca de acciones que un terapeuta tiene que hacer con su paciente, justamente es lo opuesto a lo que muchos manuales dicen. Javier fue hacia el encuentro con María, a la escucha, a la empatía, a ser ese amigo incondicional incapaz de juzgar, cualquiera de las situaciones transgresoras y límites que María compartía en cada carta. Javier decidió eso, salirse de cualquier rol para acompañar el desesperado pedido de ayuda de esta joven española en un país tan lejano como pequeño.

Y ahí también nuevamente me logro sentir identificada con Javier, con ese personaje que quiere acompañar y ayudar, escuchando relatos que a veces logran vulnerar todas las protecciones que los psicólogos nos «ponemos» para poder caminar y guiar a tanta gente.

Esta novela tiene eso, el lector se puede ir identificando con todos los personajes que van apareciendo, es tan dura como atrapante, es erótica como degradante, es transgresora como tradicional, es todo, es la vida. Por eso en mi vida frenética de madre, esposa, docente, psicóloga, amiga y persona, esta novela captó mi atención y mis sentidos que hizo que en tres días la devorara. Volvía de estar en la Copa Libertadores sub 20, con mi equipo Nacional y en el avión comenzó mi lectura, regresé después de 11 días sin ver a mis tres pequeños hijos, y en los pocos espacios que me quedaban libres, volvía a María y cada carta. Pero no fue solo el tiempo que me llevó leer la novela, sino todo lo que me dejó los días siguientes, ese torbellino de emociones, que iban desde la compasión hacia una joven adicta, hasta la envidia de atreverse a experimentar situaciones que mi control jamás hubiera permitido.

Luego de leer Cartas desde el abismo, parte de María quedó en mí, me hizo repensar que es lo que realmente anhelamos y si el costo de lograr eso que tanto buscamos realmente vale la pena.

Me hizo reflexionar en el amor y sus formas, de Javier, de Ros, de Mario. Y como a veces no alcanza con dar amor, sino con enseñar a amar y a veces eso implica alejarse de la persona amada. Nadie como Ros para dejar marcada esta enseñanza.

José Ignacio, no es el único lugar donde María transita su estancia en Uruguay, Montevideo, mi Montevideo toma un papel central, ciudad pequeña pero cosmopolita, que alberga más de un millón y medio de personas, en un país con poco más de tres millones. Una ciudad que tiene lugares escondidos, tan bellos como oscuros y justamente en ellos encontró su atractivo María, que nuevamente escapando, ahora de José Ignacio, cree encontrar en la capital un lugar para intentar centrarse y hallar un poco de paz. María se equivoca y Montevideo no es más que la puerta de entrada para la caída. Caída tan dura y cruel, que por más que Javier intenta hacerse sentir y Mario estar presente no es suficiente para que María encuentre el peor de los abismos.

Y justamente frente al final de muchos es el renacer o la liberación de otros, y eso es María, la que buscó la libertad, no sé si la encontró, lo dudo, pero su historia abre camino a otros.

Gracias Quique por hacerme este regalo de escribir tu prólogo que habla de esta dura e intensa historia en mi hermoso país.

Doctora Verónica Tutte

Profesora Titular

Directora del Departamento de Bienestar y Salud

Universidad Católica del Uruguay

“…tirada en cualquier sitio en donde dejo deambular

mi muerte, mientras espero papelinas que aborten

cualquier sentimiento de vida…”

Cartas desde el abismo

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