Читать книгу 21 gramos del alma - Enrique Garcés de los Fayos - Страница 6
ОглавлениеPRÓLOGO SEGUNDO
Escribir algo para alguien especial es una tarea complicada. No por no saber qué escribir, sino por dejar en claro lo que le quieres decir. Me encomendaron un prólogo y yo le escribiré una carta.
Siempre recuerdo que nadie muere hasta que no se olvida, y normalmente esto se le atribuye a personas famosas. No sé si Enrique será famoso o no. Ni tampoco sé si está tratando de dejar una huella en el mundo. Pero, amigo, te diré algo: dejas un poco de ti en todas aquellas vidas que tuvieron el placer de entrelazarse con la tuya, incluso solo por un efímero momento.
No me ceñiré a escribir lo típico que todos escribís, o escribiríais, si se os pidiera hacer un prólogo. Os dan la oportunidad para decirle y hacerle saber todo lo que pensáis o sentís acerca de él. Perdonad, pero yo no desecharé este momento.
Me enseñaron a jugar la partida tal cual venía. Después, aprendí a destrozar el juego, bien por quemarlo, bien porque no me parecía justo. Aun así, se juega. La muerte y el dolor es algo que nunca podrás cambiar, y esto bien lo sabe Enrique.
¿Quién soy? No lo sé. Ayúdame. Sigue escribiendo y ayúdame. Déjame entrar en ese mundo mágico, de amor y dolor donde quiero desfallecer y no sentir. O sentir de más. Déjame, déjame llorar a tu lado. O simplemente junto a tus letras, tus escritos. ¿Podrás hacerlo?
¿Sabéis? Esto que ha empezado ahora ya había comenzado hace ya algún tiempo. ¿Eso de publicar? Eso, sí, pero, ¿lo de sentir como un condenado y de vez en cuando expresarlo en escritos? Puf... Demasiado tiempo hace ya.
Nunca podré expresarlo. Expresar el inmenso agradecimiento a sus jodidas letras, sus poemas, sus novelas, obras de teatro... Sus jodidas y malditas palabras. Disculpad por excederme, pero hay palabras que cortan más profundo que cualquier cuchillo.
Fui educado, como dice la película, para sacarle el meollo a la vida: heredé el don y la agonía de llorar en folios y sonreírle a un lápiz. Pero no lo cambio. No quiero cambiar quienes me educaron. Ojalá, algún día, lea alguno de mis más profundos escritos. Ojalá, algún día la gente valore tus obras como yo lo hago con 21 gramos, o la que sea.
No sabrá nunca lo mucho que lo he necesitado, ni lo mucho que los echo de menos.
Hasta luego,
Javi.
Pd: yo nunca digo adiós. Te quiero, Enrique, te amo.