Читать книгу Reflexiones sobre el sistema financiero chileno - Enrique Marshall Rivera - Страница 10

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Prólogo

Cuando Enrique me transmitió su decisión de compartir las principales experiencias de su vida profesional en un libro, y a continuación me pidió escribir el prólogo, me sorprendió. Pero luego me sentí contento y motivado.

Contento, porque su amplia trayectoria en algunas de las instituciones más importantes del sistema financiero y su presencia en momentos clave para la banca chilena en las últimas décadas nos aportan una mirada excepcional para valorar cuánto y cómo ha cambiado esta industria, posibilitando que miles de empresas y personas accedan a un mundo moderno.

Contento, porque este libro con temáticas desde el año 2000 a la fecha, es una relevante contribución frente a la escasa documentación de la historia de estos años y, a la vez, un recordatorio de lo valioso que es atreverse a escribir lo vivido, antes que la memoria nos abandone.

Esta decisión de Enrique nos provoca para que otros sigamos este camino.

Me sentí igualmente motivado, pues los textos que Enrique nos plantea abordan diversos ámbitos de una de las industrias -que a mi juicio- mayores cambios ha experimentado en los últimos 20 años. En efecto, pasar de algunos miles de clientes a millones generó una revolución en la forma de hacer banca y cambios radicales en los modelos comerciales y de operaciones; en la forma de concebir al cliente como eje de las decisiones; en la gestión de los riesgos, que con los años se han complejizado; la transformación de los gobiernos corporativos hacia las mejores prácticas internacionales; y en la incorporación de habilidades y competencias diferentes en las personas que trabajan en la industria, entre otros.

La tecnología y la digitalización han sido fundamentales para sustentar esta explosión de transacciones asociadas a nuevos productos y servicios, así como contar con una correcta regulación, junto con una sana y creciente competencia entre las instituciones. Todo ello en beneficio de las personas y las empresas.

En su responsabilidad como Superintendente de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF), Enrique aborda el periodo de las fusiones y sus complejidades, el ingreso al mercado de nuevos actores a través de la autorización de licencias bancarias y nos recuerda lo esencial de la competencia, en especial en las coyunturas de disminuciones en las tasas por parte del Banco Central.

Asimismo, durante su paso por la Superintendencia, releva un activo primordial de la banca como es la solvencia y pone énfasis en la protección y transparencia de la información a los clientes. Lo anterior se expresa en la inauguración de la primera oficina de atención a público de la SBIF; el debate para facilitar a las personas cambiarse de institución bancaria; e impulsar la responsabilidad de los gobiernos corporativos de los bancos en la definición de políticas hacia sus clientes.

También destaca por su interés en contar con una regulación moderna. Así podemos leer sobre los primeros cambios metodológicos hacia una supervisión basada en la gestión de los riesgos, y su intención por contar con una regulación consolidada de conglomerados financieros, situación aún pendiente 15 años después.

En el libro también podemos conocer los esfuerzos de Enrique, desde su rol como integrante del Consejo del Banco Central, por modernizar la gestión de una institución con mucha inercia y que enfrentó la crisis interna por el caso Inverlink; la mecánica del Consejo en la toma de decisiones de Tasa de Política Monetaria en momentos económicos difíciles; los razonamientos en el objetivo de estabilidad financiera; así como los análisis para propiciar una mayor inclusión y educación financiera.

Son interesantes los textos en los cuales hace mención sobre la necesidad de seguir fortaleciendo la autonomía y operación de un Consejo con cinco integrantes, en ese tiempo aún con poca historia. También da a conocer las acciones en orden a una mayor estabilidad financiera, ya sea mejorando el informe periódico (IEF) o integrando a la regulación a las tarjetas de crédito no bancarias y el instrumental de pagos de alto valor.

Este testimonio de Enrique deja en evidencia sus esfuerzos -como miembro del Comité Ejecutivo de BancoEstado - por una mayor bancarización de la población y del mundo del emprendimiento, con acciones concretas por mayor inclusión y educación financiera. La expansión de la Cuenta Rut como producto y del canal de Caja Vecina son ejemplos a destacar, así como el ahorro en los jóvenes y los productos para los inmigrantes.

También nos plantea diversos problemas, a la fecha aún no resueltos, como el impacto que ya en esos años se apreciaba producto de la incorporación de Basilea III en BancoEstado, hasta la dificultad para modificar comisiones con la debida conformidad de los clientes, que ejemplifica la gama de dificultades a superar para continuar haciendo viable al Banco como instrumento de inclusión financiera.

Finalmente, en esta etapa en BancoEstado, deja de manifiesto su convencimiento de la importancia de la cooperación pública privada con una frase fantástica: “Si no existiera BancoEstado habría que crearlo”.

En su rol como académico vemos una persona siempre disponible a aportar con pensamiento para una buena normativa o marco legal (Basilea, fraude, nuevos productos) o destacar buenas prácticas (mujer y crédito, mercado bursátil, autonomía del Banco Central).

Este texto que nos regala Enrique -con tanta generosidad y honestidad- permite hacer un balance de los profundos cambios de la industria financiera en las últimas décadas. En mi opinión contamos con un sistema bancario que es un orgullo para el país, y que es el esfuerzo de miles de profesionales que han construido una industria segura, solvente y con competencia en beneficio de sus clientes. Esta mirada, compartida a nivel internacional, ha puesto a la industria financiera local en primera posición a nivel latinoamericano y entre los 10 países en términos puros de solvencia.

Pero también nos muestra lo que aún nos falta: los desafíos en términos de bancarización, los segmentos en que aún la competencia debe acrecentarse y la urgencia por erradicar la informalidad financiera, que actúa al margen de las buenas prácticas modernas.

Enrique ha sido un actor relevante de nuestro sistema financiero, desarrollando e impulsando pensamiento y acciones tangibles para lograr los buenos frutos que hoy vemos.

Hace falta más gente como él para lograr los consensos que permitan suplir los vacíos actuales. La responsabilidad la tenemos los gobiernos corporativos de las instituciones bancarias, los directivos de los cuerpos regulatorios, y el mundo político ejecutivo y legislativo. A través de mayor competencia, incorporando buenas prácticas internacionales y mejores políticas públicas, debiésemos ser capaces de generar las condiciones para contar con productos y servicios financieros propios del siglo XXI, sin distinción de segmentos socioeconómicos, localidades o tipo de emprendimiento.

Hace casi 40 años, compartimos una pequeña oficina con Enrique en un Banco que ya no existe. Comenzábamos nuestras vidas profesionales en un sistema financiero, en esa época, elitista, poco eficiente y con grandes problemas.

Mi amistad y respeto por su persona nació en ese tiempo. Hoy con este libro le sumo admiración por su trayectoria y aporte efectivo a la modernización de nuestro sistema financiero, tanto desde el mundo público como privado, con responsabilidades complejas y, a veces, poco comprendidas.

José Manuel Mena Valenci

presidente de ABIF

Marzo de 2020

Reflexiones sobre el sistema financiero chileno

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