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Autoconsciencia
Por Diego Martos
ОглавлениеCamina con fuerza cuando tú mismo descubras qué te para.
Reconocimiento de las propias limitaciones
Conocerse a sí mismo es una tarea ardua, difícil y para valientes, eso sí, cuando uno comienza a intentarlo. Fruto de las propias experiencias, o con ayuda, uno se vuelve un poquito más sabio, más líder de uno mismo e influenciador para los demás. Tomar consciencia de la agresividad inconsciente, del miedo, de la necesidad neurótica de más, de la codicia y otras pulsiones nocivas es un primer paso a la aceptación y sanación de esos sentimientos en uno mismo.
Nos importa más lo que sentimos que lo que pensamos, y ese camino en sentido contrario a lo que nos ocurre a diario, bien en el trabajo, en la familia, la sociedad e incluso en la política, todavía sigue siendo raro, o se desprecia, cuando se habla de las emociones, de lo que sentimos. La sociedad, y más concretamente la mala educación, nos ha condicionado a tener ideas fijas o encasilladas que no nos han permitido educar en la búsqueda de ese gran yo, de ese gran otro, que en realidad, somos nosotros mismos.
De ahí, que una de las características más especiales de la consciencia humana es la de ser consciente de ella misma, es decir, pensar que pensamos. A eso lo llamamos autoconsciencia.
La palabra consciencia es definida en el diccionario de la RAE (Real Academia Española), como el conocimiento inmediato que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones, y como la capacidad de los seres humanos de verse y reconocerse a sí mismos y de juzgar sobre esa visión y reconocimiento.
Por otra parte, en el mismo diccionario, la palabra conciencia, se define como la propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta, y también como el conocimiento interior del bien y del mal que permite enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios.
En ambos casos encontramos una alusión al autoconocimiento, a algo que sucede al darnos cuenta de algo que ocurre en el interior de uno mismo, la idea de aquello que conocemos, en este caso en nosotros mismos.
Se dice lo que no se piensa.
Se piensa lo que no se dice.
Se dice lo que no siente.
Se siente lo que no se dice.
Esta variedad de pensamientos implica desgaste en la interacción, en el crecimiento, afectando a la posibilidad de ser, por fin, más maduros. La ilusión óptica manipulada en la que vivimos, hace que paguemos un precio enorme por la disonancia entre lo que ocurre y lo que hacemos con ello. Necesitamos provocar una actitud más autocrítica y desenfadada para encarar las maravillosas curvas que son la existencia.
La influencia en la educación
Daniel Goleman, autor del célebre libro Inteligencia emocional2, nos dice que la autoconciencia es el primer componente de la inteligencia emocional, algo que reconoce la más antigua sabiduría, pues ya el lema fundamental del oráculo de Delfos era Nosce te ipsum: conócete a ti mismo.
Los unos defienden una idea, los otros la contraria, y aunque no hacer nada es una forma de hacer minúscula, casi insoportable, seguimos dando tumbos en una tensión que otorga identidad al vínculo. Un vínculo envuelto en odio y rechazo por la autoridad y los responsables políticos.
No es lo que necesitamos para el futuro, ni de broma. Necesitamos profesores, padres y alumnos, con coraje para hacernos más conscientes, y expresión a raudales para cambiar el enfoque educativo y las acciones a realizar. No basta con aprender cosas, hay que aprender a vivir, aprender a hacer.
Competencias clave como resiliencia, curiosidad, autoestima, intuición, entre otras, están al otro lado de la polaridad que marca la diferencia entre seres más valientes y conscientes o personas que marcan fronteras.
El arte de la autoconciencia reside en cultivarlo, en ser un buscador curioso de aquello que todavía no conocemos. Difícilmente puedes entender a los demás si no tienes autoconsciencia afirmaba Jean-Pierre Changeux, neurobiólogo del Institut Pasteur, en una entrevista en el diario La Vanguardia3. Es necesario tiempo para uno mismo, para compartir con mentes abiertas y valientes.
Tenemos, pues, que creer primero, para crear después los indicadores emocionales de madurez que nos permitan ver la grandeza del ser humano, que comienza conociendo sus limitaciones y también sus mapas de éxito.
No nos quedemos con una visión simplista: ¿Qué más podemos hacer?
Detener, reflexionar y actuar juntos con una mejor y completa visión del mundo. Crear espacios sostenidos día a día, palabra a palabra y pensamiento a pensamiento, en el que sentirnos reconocidos desde una identidad más sana y sin enfrentamientos. Dejemos que los profesores, juntos, seamos los verdaderos influencers de nuestra consciencia y conocimiento.
Es tiempo de educar sin palos e insultos, tiempo de crear la figura de un líder del sentido común en cada uno de nosotros, y ni que decir en futuras generaciones. Nos la estamos jugando. Proponemos jugar, entrenar y usar el verbo liderar sin tener que hacer uso del rango o status de una persona concreta, sino de acciones con visión compartida. Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia, sostiene el aforismo enunciado por Derek Bok, presidente de la Universidad de Harvard.
Pros y contras de uno mismo
Para ser un buen líder hace falta ser consciente de los pros y los contras, y un conocimiento profundo de uno mismo. Para saber porqué y para qué estamos asumiendo el rol de líderes, necesitamos crear un espacio para ser y hacer, trabajando el propio comportamiento y por tanto, el de nuestro entorno.
Hay demasiadas personas que, sin tener ilusión por la vida, siguen dejándose existir por sí mismas por una cansina mezcla de inercia, comodidad y miedo. Y es que en el camino de ser diferentes, creativos y genuinos, a veces nos salen los miedos imaginarios para igualarnos a la masa y así no distinguirnos.
A favor: conocernos mejor, poder razonar en profundidad, nos permite resolver problemas y tomar decisiones debido a que podemos pensar en nuestro propio pensamiento, potenciando nuestras emociones y sentimientos, para así controlar nuestra conducta.
Nos hemos dejado arrebatar por mercantilistas de lo religioso, de lo ideológico, lo económico, lo político y vende-humos de la new age. La práctica de la consciencia, con o sin ayuda, la historia y la filosofía, nos permiten y permitirán recuperar nuestros atributos positivos para evitar la zozobra del miedo, la ignorancia, la corrupción y la codicia.
Así pues, necesitamos más escuelas dispuestas a trabajar de verdad seres conscientes, responsables y autónomos y menos coaches con mensajes macro que sólo aportan una versión epidérmica del ser humano. ¡Vaya panorama!
A favor, está el hecho de formar a nuevos líderes que conozcan y expresen cómo nos afectan, los sentimientos y emociones, al rendimiento laboral, al lado personal, no siendo demasiado críticos, ni excesivamente optimistas en nuestro diálogo interno, sino sinceros con nosotros mismos y con los demás.
El objetivo es dominar las voces interiores, los egos inflamados que tanto daño hacen a la autoestima. Necesitamos un viaje experiencial a la idea de la búsqueda interior, de lo que somos en conciencia y estamos hechos fisiológicamente.
En contra: ¿hemos dicho, o escuchado alguna vez, por la boca muere el pez? Hay una anécdota de la historia rusa, de más de 200 años, que retrata el aprendizaje de esta pregunta. Un Zar ruso condenó por rebelión a uno de sus líderes. Una vez abierta la compuerta de la horca, la soga falló y el líder revolucionario gritó dolorido ya ven, en Rusia ni las sogas se hacen bien. El mensajero que estaba allí llevó la frustrante noticia al palacio mientras el Zar estaba firmando decepcionado el indulto. Una vez llegó el mensaje, el Zar preguntó ¿Dijo algo el revolucionario? Sí, dijo en Rusia ni las sogas se hacen bien. Acto seguido el Zar rompe el indulto y al día siguiente es ejecutado.
Nuestras palabras, o nos liberan o condenan. Cuidado con los sarcasmos. Hay que ser cuidadosos con nuestras palabras. Cuidado con lo que decimos o expresamos. Esas palabras llevan una emoción contaminada, que lleva a que las palabras no se deshagan.
¿Qué palabras e imágenes permanecen en tu memoria? ¿Te ayudan a evolucionar o involucionar?
Nos quejamos de los demás, sin embargo no solemos tener en cuenta lo mucho que nos maltratamos a nosotros mismos, o lo que es lo mismo, lo poco que nos queremos o conocemos. Sería bueno que pudiéramos llegar a un acuerdo con nosotros mismos, con nuestras voces más negativas para acallar esas voces internas que no favorecen nuestra autoestima ni la autoconsciencia.
¿Qué genera miedo? El castigo. Si no, fijémonos en cualquier situación cotidiana con las fake news, donde la manipulación está a la orden del día. Es triste cuando la gente primero cree desde la inocencia e ignorancia y después se preocupa por situaciones falsas, y no por lo que pasa en su cabeza o entorno de forma real.
Darse cuenta de las propias limitaciones
Nos cuesta discernir. Definitivamente.
La experiencia y el poder de las malas prácticas dificultan la autoconsciencia. Contrariamente a la creencia popular, muchos estudios han demostrado que las personas no siempre aprendemos de la experiencia, que esta no ayuda a erradicar la información falsa, y que vernos a nosotros mismos como altamente experimentados puede impedirnos hacer nuestra tarea, buscar evidencias que rechacen nuestra teoría, e impedirnos cuestionar nuestras suposiciones. Y así como la experiencia puede llevar a una falsa sensación de confianza sobre nuestro desempeño, también puede hacernos confiar demasiado en nuestro nivel de autoconocimiento.
Y lo curioso es que verbalizamos con mucha facilidad que somos autoconscientes aunque la realidad, los indicadores, la productividad y una sociedad silenciosa, dicen lo contrario.
Demasiada fantasía mal entendida y autoengaño. Hemos creado en los últimos años, culturalmente y especialmente a través del cine, una etiqueta de líder o liderazgo, que solo debió quedarse en las pantallas o en la imaginación de la infancia.
Creemos que estamos sobreestimando habilidades y destrezas en nuestros gobernantes y políticos. Así nos pasa, al primero que pase con el rasgo de don de palabra ya le cedemos el rol. ¡No!, hagamos el esfuerzo por ser y hacerlo nosotros también.
Pero como decía el bueno de Bacon, que viene asomando de nuevo, enhebrando estos episodios del libro: No hay cosa que haga más daño a una nación, como el que la gente astuta pase por inteligente.
Es más, proponemos una pregunta: ¿acaso creen que los líderes de nivel superior sobrevaloran de manera más significativa sus habilidades? Sí, la respuesta es afirmativa en comparación con las percepciones de los demás. De hecho, este patrón se suele repetir en competencias como la autoconsciencia emocional, la autoevaluación precisa, la empatía, la confianza y el desempeño de liderazgo.
Hay dos explicaciones principales para este fenómeno:
En primer lugar, en virtud de su posición, los líderes de alto nivel simplemente tienen menos personas por encima de ellos que puedan proporcionar una retroalimentación sincera.
En segundo lugar, mientras más poder tenga un líder, la gente se sentirá menos cómoda para darles retroalimentación constructiva, por temor a que esto perjudique sus carreras.
Entonces, ¿sentimos que necesitamos la aprobación de los demás? Sentirnos parte de una familia, de un grupo de amigos o compañeros de trabajo, requiere no modificar nuestra forma de comportarnos, de pensar y sentir, para sentirnos integrados. Muy distinto, supone el darnos cuenta de las limitaciones en las habilidades y escuchar a los demás, a su punto de vista, por cierto, siempre interesante y útil para tener otro punto de referencia.
Si lo hacemos desde nuestra limitación, lo estamos haciendo por la percepción que tenemos de nosotros mismos, sesgados por la memoria, por nuestro enfoque. Aceptemos que las personas pueden pensar de forma distinta y aprendamos a que la información repetitiva y negativa y la opinión de los demás, no nos afecte a la autoestima.
Todos somos únicos e irrepetibles, solo necesitamos hacernos conscientes de ello.
Mientras más vulnerables seamos, más inocentes y menos ignorantes, más confianza sincera transmitimos, especialmente al hablar con honestidad y humildad. ¿Cómo se hace? Comencemos por compartir los errores positivos, lo que hemos sentido y con aprendizajes que están por llegar.
La introspección no siempre mejora la autoconsciencia
También está ampliamente asumido que la introspección -examinando las causas de nuestros propios pensamientos, sentimientos y conductas- mejora la autoconciencia. Después de todo, qué mejor manera de conocernos a nosotros mismos que reflexionando sobre ¿por qué somos como somos? ¿De qué forma hacemos lo que hacemos bien?
Recordemos que cualquier proceso, es casi siempre mejor hacerlo con ayuda, bien de un asesor, bien de un coach, mentor o terapeuta. Para ir más rápido, solo; para llegar más lejos, acompañado.
Sin embargo, uno de los hallazgos más sorprendentes en diferentes lecturas, es que las personas introspectivas son menos conscientes de sí mismas y reportan una peor satisfacción y bienestar. El problema con la introspección no es que sea categóricamente ineficaz, es que la mayoría de la gente está haciéndolo de forma incorrecta.
La mente humana raramente opera de manera racional, y nuestros juicios rara vez están libres de prejuicios. Tendemos a basarnos en cualquier información que encontramos sin cuestionar su validez o valor, ignoramos las pruebas contradictorias y forzamos nuestros pensamientos a ajustarse a nuestras explicaciones iniciales.
Y ahí es donde entran las personas introspectivas, por ser más propensas a quedarse atrapadas en laberintos mentales y patrones rumiantes. Por ejemplo, cuando damos un feedback o nos centramos en una evaluación, solemos centrar la conversación en el lado negativo, en sus miedos, defectos o inseguridades, en lugar de una evaluación racional de sus fortalezas y debilidades o mapa de éxito.
En un estudio4, los psicólogos J. Regory Hixon y William Swann dieron retroalimentación negativa a unos estudiantes universitarios sobre una prueba de sociabilidad, simpatía e interés. A algunos se les dio tiempo para pensar en qué tipo de personas eran. Cuando los investigadores les pidieron que evaluaran la precisión de la retroalimentación, los estudiantes qué gastaron su energía racionalizando y negando lo que habían aprendido, y los estudiantes porqué estaban más abiertos a esta nueva información y en cómo podrían aprender de ella. La conclusión fue que pensar porqué uno es como es, puede que no sea mejor que no pensar en uno mismo en absoluto.
Todo esto nos lleva a la conclusión: los líderes que se enfocan en la construcción de la autoconsciencia interna y externa, que buscan retroalimentación honesta, y que preguntan qué en vez de porqué, pueden aprender a verse a sí mismos más claramente, y cosechar las muchas recompensas que un mayor conocimiento de sí mismos les proporciona.
No importa cuánto progresemos, siempre hay más que aprender. Esa es una de las cosas que hacen que el viaje hacia la autoconciencia sea tan emocionante.
Reconocer errores o no saber
Nos cuesta reconocer los errores. Existe un grado muy alto de comparación entre el éxito y el fracaso, no existe un término medio. Las televisiones y las redes sociales son grandes impulsores, juntos con los políticos.
Sigamos trabajando en el autoconocimiento para reconocer los errores. Dediquemos tiempo a la búsqueda interior, al manejo de los detalles que pasan en el día a día. Aspiremos a ser capaces de tomar nuestras propias decisiones, cada día un poquito mejor, de forma tolerante, a hacer el bien, lo correcto y no por obediencia al sistema.
Las claves pasan primero por darse cuenta de cuáles son las respuestas automáticas, por dónde se escapa uno lingüísticamente, y en qué contextos. Nos falta cambiar la mirada acerca de los errores, porque en todo error hay un éxito y en todo fracaso hay un error.
Hay que ponerse a trabajar en un nuevo sentido común, porque sigue habiendo diferencias en la coherencia, como se afirmó anteriormente en esta obra, entre lo que se critica y lo que se hace. Volver a lo de antes es siempre un riesgo que tenemos que asumir, sabiendo que es imposible, porque ahora, cada uno de nosotros ya somos otro.
Los actos son los que cuentan, los números cantan y quejarse sirve de poco, si sólo mantenemos una postura crítica por mucho que lo defendamos intelectualmente. Por eso darse cuenta es tan revolucionario. Parar, mirar y experimentar, es lo que nos hace crecer y ser diferentes.
Dafo emocional
¿En qué medida nos conectamos uno con el otro en base a la comparación? Analizar y comprobar qué emociones, nuestras y de quienes nos rodean, puede constituir el DAFO emocional, con sus debilidades, fortalezas, oportunidades y amenazas. Cualquiera de nosotros puede evaluar con razonable fiabilidad un listado preciso de las emociones que nos están afectando últimamente.
Las emociones contribuyen a nuestra capacidad de influenciar en la toma de decisiones, como podemos ver en la siguiente tabla.
Por ejemplo, sentir ansiedad constituye una debilidad (que no vulnerabilidad), porque reduce la percepción que tenemos acerca de nuestra competencia para llevar a cabo una tarea. Necesitamos mucha más transparencia en el manejo del éxito y los errores. Otro ejemplo: el aprecio de nuestros compañeros puede constituir una oportunidad positiva, mientras que el desprecio de cualquiera de ellos supondría una amenaza.
Convertir fallos en aciertos
Fallos y aciertos conviven con la autoexigencia y la plenitud sin darnos cuenta, todos los días, hasta configurarnos de lo que estamos hechos. Seres distintos y creativos. Entonces, si nos equivocamos ¿Cómo convertir un fallo en un acierto?
Probablemente nos seguimos martirizando con fallos tontos, que siempre nos remarcaron desde pequeño, bien los profesores, la familia u otros. Aceptar el error del pasado, es aceptar las limitaciones propias y ajenas, siempre que sean con humor y afecto. Dicho queda, tocar fondo es el mejor síntoma para un nuevo desarrollo.
Algunos, desde sus filtros y prejuicios, creerán que están acertando todo el día con su familia y/o compañeros de trabajo. Otros en cambio, hacen grandes esfuerzos en cómo no fallar ante los demás, no vaya a ser que se les caiga el mito cuando se están fallando a sí mismos. ¿Qué detestamos y no queremos ver en nosotros?
La forma de convertir el fallo en un acierto, está en ser un curioso de narices por todo lo que ocurre a nuestro alrededor, aceptando que el error forma parte del juego de aprender. Saber errar, es ser un líder explorador apasionado, que emprende ligero con la mochila pasada y fluido en el caminar presente.
Errar y acertar, es entender y descubrir lo que tantas veces nos dice en nuestro diálogo interno (¡Así no!, pero ¡qué haces!). La voz interior negativa es un discurso aprendido que insiste en el fallo una y otra vez. No obstante, lo interesante radica en que, si se trata de un discurso aprendido, también significa que es posible aprender otro discurso positivo y por tanto convertirlo en un acierto (¡basta de luchar contra él!).
Es el momento de soltar cadenas, soltar clichés que no nos convienen y, si sirvieron en algún momento, darle las gracias al personaje (yoes secretos) y observar y actuar en el mundo desde un estilo más personal, más auténtico, más consciente. Practiquemos el presente, experimentando con apertura, así llegarán más aciertos a nuestras vidas.
Para terminar
Preocupémonos por aumentar nuestra consciencia, nuestra coherencia, más que por la reputación social y/o profesional. Porque la conciencia es lo que somos, la reputación lo que dicen que somos. El éxito se asocia a lo que nos impone o nos dejamos imponer por la sociedad.
La autoconsciencia supone tener un conocimiento en profundidad de nuestras emociones, los puntos fuertes, las debilidades, las necesidades y los impulsos de uno mismo.
Valoramos poco la posibilidad de probar desde el error para descubrir algo nuevo en nosotros. Estamos demasiado pendientes del fallo, por estar a la vista de otros que esperan, con sorna, la carnaza. Esto hace que la posición de los demás sea un elemento muy valioso para generar una actitud positiva ante el error. ¿Qué espacio dejamos al aprendizaje más consciente sin expectativas?
Hemos de tomar conciencia que con un coeficiente más alto a nivel emocional, llegaremos más lejos juntos que desde la opresión absurda de la queja diaria de cada uno.
Último deseo
Dejemos de perder tanto tiempo con el ego, mejor elijamos ser buenas personas.