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INTRODUCCIÓN

LA PSICOLOGÍA POPULAR

El desarrollo de la psicología en América Latina estuvo marcado por las condiciones históricas y sociales del sub continente, es decir, por un largo proceso de opresión colonial y por los miles de intentos revolucionarios que han buscado liberar la región de los diferentes yugos impuestos, así como de las burguesías que han actuado como clases dominantes al servicios de los poderes internacionales sin generar nunca un verdadero proyecto nacional.

Dentro de esta permanente conflictividad social, existirá una psicología colonial al servicio del poder y de la dominación, que cumplirá con su papel de regulación social, actuando como un aparato ideológico encargado de someter a todos aquellos que irrumpan en la “normalidad” con comportamientos no deseados, es decir, los locos, los niños, los delincuentes, las comunidades, los pueblos, los luchadores sociales, las mujeres, las minorías sexuales, los excluidos y empobrecidos. Armados de la ideología psicológica han generado prácticas de control, empotrados en las instituciones han buscado generar dispositivos disciplinarios para regular los comportamientos al servicio de la reproducción de plusvalía absoluta, aquella producción que fue condenada Latinoamérica por el desarrollo desigual del capitalismo y la dependencia.

Existirá otra psicología de la ciudad letrada, trasladando nociones del sujeto europeas a nuestra realidad, se presentará ante las élites como una nueva forma de distinción y acumulación de capital cultural, marcará la distancia entre los desposeídos y los “herederos”, que debatirán sus malestares pequeño burgueses en un espacio de alejamiento de la realidad que generará la tranquilidad del gusto y la distinción. Una psicología ajena a la realidad y a las demandas de los sectores empobrecidos y marginados, de tipo elitista a quien la realidad siempre le resultó pestilente y ante su arremetida optó por la huida fantasmal, quedando, con el paso de los años como un rezago de un pasado que hace mucho tiempo sucumbió ante el peso de la historia, y que aislado de la realidad vive en las fantasías imaginarias de una filosofía burguesa que dejó de corresponderse con el mundo que buscó explicar.

En medio de este panorama de una psicología colonial, nacerá la psicología propia de Latinoamérica, la psicología social, política o comunitaria, tendrá como antecedentes inmediatos el pensamiento socialista latinoamericano, la pedagogía del oprimido y la teología de la liberación. El pensamiento socialista latinoamericano tuvo su primer gran impulso a comienzos del siglo XX, con el aporte de José Carlos Mariátegui, quien desarrollará las nociones marxistas aplicadas al contexto de la región andina y que iniciará un camino de construcción de una visión del pensamiento revolucionario propio del sub- continente, la demanda de un “socialismo que no sea calco, ni copia, sino creación histórica” será el mandato que seguirán las propuestas revolucionarias americanas, tanto a nivel teórico como a nivel práctico, y que propondrán una visión socialista revolucionaria basada en un estudio de las particularidades del desarrollo económico, y la necesidad de generar estrategias de poder. La continuidad de este proceso de desarrollo tendrá que ver con la producción teórica que se desprende de la Revolución Cubana en 1959, y los procesos guerrilleros en el continente, donde los aportes del Che Guevara, Agustín Cueva, Camilo Torres, los teóricos de la dependencia, etc., marcarán una apuesta de lectura de la realidad que será imposible de no ser pensada si se busca desarrollar pensamientos y prácticas que respondan a las necesidades de los pueblos de la región.

En general se puede plantear que los fundamentos del pensamiento socialista latinoamericano son la existencia de una estructura económica semifeudal y semicolonial, condenada a la producción de materias primas y plusvalía absoluta, la necesidad de una revolución que contemple dos momentos, un primero en el cual las clases populares desarrollen la base económica retardataria y una segunda en la cual se avance hacia el socialismo con la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción, y el camino revolucionario hacia una sociedad dialécticamente superior a la capitalista.

La Pedagogía del Oprimido, será uno de los grandes aportes del pensamiento latinoamericano al pensamiento universal, su principal autor será Paulo Freire, quien desarrollará una crítica al modelo pedagógico del capitalismo que es develado como un modelo al servicio de los capitales y encargado de reproducir el orden de dominación, propondrá que la educación actual es de tipo bancario, puesto que se basa en la idea de que el profesor tiene que depositar conocimiento en las mentes, aparentemente vacías de los educandos, quienes se convierten en recipientes pasivos de ideología, que cuando terminan su proceso de deformación se convierten en eficientes fuentes de plusvalía, incapaces de crítica, pensamiento y revolución.

Es necesario por lo tanto desarrollar una pedagogía dialógica y democrática, donde el educando aporte a la construcción de un conocimiento crítico de la realidad que tenga como perspectiva la emancipación; la educación popular tiene que romper con las imposiciones ideológicas y dar paso a un modelo emancipador, tanto en su forma, como en su contenido, siendo además una educación clasista. Aníbal Ponce, en Educación y lucha de clases, describirá como la educación a lo largo de la historia ha estado marcada por un componente de clase, y que por lo tanto la educación dentro del capitalismo es una educación burguesa al servicio de la clase dominante. Así, se hace necesario desarrollar una educación proletaria al servicio de la liberación, la educación de los oprimidos es liberadora o es una educación que reproduce la opresión social.

La propuesta desarrollará una gigantesca metodología de intervención enmarcada dentro de la llamada “Educación Popular” basada en técnicas que permitan la participación de los educandos en su propio proceso educativo como agentes activos, que construyan conocimiento en diálogo con las propuestas teóricas sobre las problemáticas, y que partan de la realidad, generen alternativas de explicación teóricas propias, y vuelvan a la realidad como práctica transformadora que al mismo tiempo genera nuevas ideas sobre las nuevas problemáticas. Las técnicas además son problematizadoras, democráticas, horizontales, culturales, humanas, espirituales y comprometidas con la revolución.

La Teología de la Liberación, por su parte, será el planteamiento nacido en el seno de la Iglesia Católica de construcción de una iglesia de los pobres, que replantee las nociones oficiales de los organismo eclesiales y se comprometa con la construcción del “Reino de Dios” en la tierra, luchando para transformar las condiciones de opresión que afectan al “pueblo de Dios”. Las ideas de la Teología de la Liberación se desprenden del Concilio Vaticano II, y promoverán un cambio en la Iglesia latinoamericana tradicionalmente aliada de los grupos de poder económicos, y conformará toda una oleada de sacerdotes revolucionarios y progresistas que llevarán la opción por los pobres hasta sus últimas consecuencias.

Camilo Torres (sacerdote colombiano, guerrillero del Ejército de Liberación Nacional, muerto en combate en las selvas colombianas) planteará la concordancia entre el cristianismo verdadero y el marxismo, proponiendo que ambos luchan por los pobres y la libertad, haciendo realidad el mandato de construir el Reino de Dios en la Tierra, y que por lo tanto el deber de todo cristiano era hacer la Revolución. Así mismo propondrá que el amor al prójimo es un mandato primario, y que la única formar de amar efectivamente al prójimo es luchando para realizar en el reino de este mundo la justicia social y la paz, y que esto solo será posible en el Socialismo. Otros grandes exponentes de la Teología de la Liberación serán Ignacio Martín Baró, Ernesto Cardenal, Monseñor Leonidas Proaño, Monseñor Romero, Manuel Pérez, Domingo Laín, el Padre Pepe Manangón, entre otros.

La comunión dialéctica de estas tres escuelas de pensamiento y acción crearán la base adecuada para el desarrollo de una Psicología que responda a las necesidades de los pueblos de la región y que participe activamente de los procesos de liberación del continente. Una psicología con un compromiso social y una opción por los oprimidos, una psicología con una metodología y una epistemología nacida de la realidad y que busque trasformar esa realidad. Ignacio Martín Baró abrirá la puerta a pensar una psicología política que responda a las necesidades sociales y aspiraciones de los pueblos y comunidades, para lo cual la Psicología debe dejar de lado su aura de “imparcialidad” y necesita asumir como propias las demandas de los empobrecidos frente a los Estados burgueses, el Imperialismo y el Capital. La Psicología Social es un instrumento de crítica y desideologización, es un instrumento de construcción de tejido social para la Liberación.

En el sur del continente, el fundador de la psicología social será Enrique Pichón- Riviere, que propondrá a la psicología política como una crítica de la vida cotidiana atravesada por la ideología y los intereses del capital. La psicología se convierte así en una herramienta que denuncia los problemas sociales normalizados en las sociedades empobrecidas, y genera alternativa de respuesta a los mismos desde la acción de los marginados entre los marginados, por ejemplo, la población psiquiátrica. La obra de Pichón- Riviere será continuada por Ana Pampliega de Quiroga que desarrollará la crítica de la vida cotidiana y propondrá una práctica liberadora en la base de la acción del psicólogo social, que rescate el materialismo dialéctico e histórico y lo ponga en la base del debate teórico, convertido en un debate clasista.

Alfredo Moffatt tomando las ideas de Pichón- Riviere desarrollará la “Psicoterapia del Oprimido” donde basándose en la experiencia de la Peña Carlos Gardel desarrollará una noción terapéutica anti- manicomial, que propondrá que el paciente psiquiátrico está enloquecido por el encierro y la medicación, y que es necesario que reconstruya sus vínculos con el medio social, esto le permitirá dejar de lado la condición de chivo emisario de la locura social y participar activamente de los procesos de emancipación. Para Moffatt, el proceso de curación del encierro y la marginación es un proceso que se construye desde los vínculos sociales y culturales, y que encuentra su motivación central en el proceso de redignificación del paciente interno hasta convertirse en un sujeto político que participa del proceso de lucha general de los trabajadores reivindicando su ser-en-el-mundo y su dignidad como trabajador enloquecido. La psicología social propuesta por Moffatt es una apuesta revolucionaria y libertaria, se realiza contra y a espaldas del poder, desde la radicalidad e inclusive desde la clandestinidad, se hace en palabras del maestro argentino “Sin plata y sin permiso”.

Martiza Montero desarrollará la propuesta de la construcción de una psicología de los oprimidos, y la denominará como Psicología Comunitaria, la misma que se caracteriza por ser una “psicología con la comunidad”, superando la noción de una “psicología en la comunidad”, es decir, no basta que el psicólogo esté en la comunidad, sino que es necesario que la comunidad en su dinámica de lucha contra el Estado y el Capital se convierta en agente de su propia salud mental, el psicólogo no es quien resuelve los problemas de las comunidades, sino que actúa como un catalizador de las demandas y soluciones políticas que las comunidades dan a sus propias problemáticas, y que participa activamente en la lucha por resolverlas asumiendo una postura política, una postura revolucionaria.

Psicología Popular de la Intervención en Crisis

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