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INTRODUCCIÓN

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Para la información biográfica sobre el autor, los aspectos principales del contenido de su Geografía , la tradición literaria y geográfica en la que se sitúa, la fecha de composición 1 y la transmisión a la posteridad, remitimos a la sucinta introducción de J. García Blanco en el primer volumen dedicado a esta obra en esta misma colección.

Nuestra intención es sistematizar el inmenso material, no sólo geográfico, que incluye Estrabón en sus libros del Asia Cistáurica, situando su descripción de Asia en la historia de la concepción geográfica de este continente, señalando las fuentes principales que utiliza, cómo organiza la descripción y la información histórica que contiene. Además trataremos brevemente ciertos temas de interés por su carácter recurrente en estos libros.

Unidad de los libros XI-XIV

La razón por la que los libros XI-XIV de la Geografía forman una unidad a pesar del territorio tan inmenso que abarcan —prácticamente el cuadrante nororiental del mundo conocido— queda clara en el primer capítulo del libro XI. Estrabón divide Asia en cistáurica y transtáurica e incluye en la primera todos los territorios que se encuentran al norte de y en plena cadena del Tauro. Asia cistáurica comprende por tanto la península anatolia, ocupada en su casi totalidad por el Tauro, la continuación de esta cadena montañosa hasta el extremo oriental del continente en una anchura similar a la de la península mencionada, y además todos los territorios al norte del Tauro desde el río Tanais (Don) y la costa oriental del lago Meotis y el Ponto Euxino. Cilicia, Panfilia y Licia, países transtáuricos por quedar al sur del Tauro, están, sin embargo, incorporados en la descripción del Asia cistáurica ya que pertenecen a la Península Anatolia, cistáurica en su casi totalidad. La parte del mundo que queda por describir es el Asia transtáurica con estas tres excepciones (cf. XV 1,l).

A su vez, el Asia cistáurica está dividida en cuatro partes que reciben un tratamiento completamente desigual, pero en relación clarísima con el grado de conocimiento que de cada una de ellas se tenía en la época de Estrabón, y sobre todo en la época de sus fuentes principales, en los siglos III-I a. C. La clasificación se establece en XI 1, 5 y 7, siguiendo criterios climáticos al estilo eratosténico, pero sólo se vuelve a aludir a ella en XI 2, 1, y 6, 1, por lo que en muchos casos es difícil reconocerla en el curso de la descripción. La primera parte comprende desde el río Tanais y la costa oriental del Euxino hasta el Mar de Hircania (XI 2-5). La segunda abarca desde el Mar de Hircania hasta los escitas del extremo oriental de Asia y la franja cistáurica al sur de este territorio (XI 6-11). La tercera incluye los territorios al sur del istmo que une el Ponto Euxino con el Mar de Hircania y al oeste de la parte anterior, es decir, todo el territorio propiamente táurico desde Media, excluyendo la península anatolia (XI 12- XII 3, 40). La cuarta (el resto hasta el final del libro XIV) corresponde a la península anatolia cuyo límite ha quedado establecido en el istmo que va de Ámiso al Golfo Ísico, es decir prácticamente al oeste del río Halis, por lo que Capadocia Magna y Póntica, descritas en el libro XII, pertenecen a la tercera parte. Es sobre todo en esta división entre la tercera y cuarta parte donde se refleja la incongruencia de la clasificación del autor, pues al hacer la descripción del Ponto utiliza criterios políticos, considerando como Ponto el país de época de Mitrídates que abarca un gran territorio a ambos lados del Halis, y parece olvidarse de la clasificación previa que había realizado utilizando este río como frontera. La mayor parte del libro XII (desde un punto de vista moderno, el libro XII entero) y los libros XIII y XIV están dedicados a la península anatólica.

La concepción geográfica de Asia en la tradición anterior

La noción geográfica de Asia empieza a tomar forma entre los griegos a partir de la creación del Imperio Persa y es en Heródoto (IV 36-40) donde por primera vez se encuentra una descripción del continente, organizada en torno a un eje central de sur a norte —persas, medos, sáspiros y colcos—, y otro de oeste a este desde Egipto, que queda incluido en Asia, hasta un desierto del que nadie puede decir ni siquiera qué características presenta y al que se llega atravesando la India. Los ríos Árax, Halis y Éufrates desempeñan un papel importante en la organización de Asia, no así la orografía, a pesar de que Hecateo ya había hablado de las altas montañas que bordean el mar Hircanio y las que se encuentran al este de los partos (FGrHist. 1, F 291, 292a). Al final de la época clásica y durante la helenística la orografía cada vez es más importante en la organización geográfica, sobre todo de las regiones limítrofes de la tierra, como se ve ya en los mapas que conocía Aristóteles, aunque los límites orientales siguen siendo una prolongación en el Ponto y el lago Meotis del Mar Mediterráneo. Las expediciones de Alejandro supusieron grandes cambios en la noción de la geografía de Asia, aunque para los historiadores de Alejandro el Caspio, el Cáucaso y el Tanais aparecen en los límites orientales. Estas representaciones se explican más tarde por la ambición de Alejandro y la adulación de sus historiadores, que querían hacerle llegar hasta los confines orientales (cf. Estr., XI 5, 5). La distancia desde las Columnas de Hércules hasta el golfo Iso, marcada por el Mar Mediterráneo, antiguo eje de la tierra, se muestra ahora mucho menor que la del Golfo Iso a los límites orientales, lo que hace que cambie el eje de la tierra, y se reconocen otros elementos orográficos e hidrográficos como fundamentales en la configuración de Asia. Una generación después de las conquistas de Alejandro, Dicearco esquematiza la orografía de Asia en una línea recta que prolonga hasta el extremo oriental el eje anterior de la tierra, el formado por el Mar Mediterráneo, y es Eratóstenes, a quien sigue Estrabón en la concepción geográfica general de Asia, el que organiza los territorios en torno a esa línea que traza el Tauro, representando todo el continente en una cuadrícula de meridianos y paralelos que, aunque con numerosos errores, proporcionaba un punto de partida imprescindible para la organización del continente. La exploración de Patrocles (286-281 a. C. probablemente) proporcionó más argumentos para creer que desde la desembocadura del Caspio se podía circunnavegar la vertiente nororiental de la Ecúmene hasta las costas septentrionales de la India, dominadas por unos montes que se identifican con el Cáucaso (FGrHist. 721 F 2 y 4; cf. Estr., II 1, 2; 1, 17). Todos estos cambios y, sobre todo, los adelantos de Eratóstenes se reflejan en la descripción de Estrabón, para quien el Tauro es la cadena montañosa que establece la división de Asia en dos partes principales, la cistáurica y la transtáurica. Por razones climáticas la cistáurica ocupa no sólo los territorios al norte, sino también la propia cadena, lo que hace que la Península Anatolia sea cistáurica. La delimitación occidental del Tauro, sin embargo, plantea problemas y el mismo Estrabón dice (XI 12, 2) que, según la mayoría, el Tauro anatólico empieza en el Promontorio Sacro, frente a las islas Quelidonias, pero que en realidad sus estribaciones llegan hasta la Perea rodia, de forma que Licia queda fuera de la cadena (XIV 2, 1, 3, 8; XI 1, 3); en su descripción de Asia en II 5, 32, en cambio, no la incluye entre los pueblos transtáuricos. La terminología «a este lado del Tauro» y «al otro lado del Tauro» marca el punto de vista de los griegos en la concepción de Asia (cf. II 5, 31), y muchos de los acontecimientos políticos de época de los seléucidas tienen que ver con esta organización, por ejemplo la división que hicieron los romanos en la Paz de Apamea, por la que Antíoco III debía abandonar los territorios «a este lado del Tauro» 2 .

Estrabón dedica el primer capítulo del libro segundo de su Geografia a hablar del mapa del orbe habitado tal y como lo representan los geógrafos anteriores, y dedica una atención especial a Patrocles y a Hiparco, además de a Eratóstenes, como hitos importantes en la historia de la geografía. En la descripción general del mundo habitado (II 5) dedica dos parágrafos a la descripción de Asia reflejando la importancia del Tauro como eje central y destacando el papel del Ponto Euxino, el lago Meotis y los golfos de Iso y Chipre (§ 31 s.). Descripciones generales de Asia se encuentran también, de manera dispersa, en los libros XI-XIV, generalmente como introducción o conclusión a una parte de la descripción, o a partir de la descripción, en el lugar que le corresponde, de un accidente geográfico: la forma y distancias de Asia (XI 11,7; XIV 2, 29), el istmo de la Península Anatolia (XIV 5, 11) y la organización de ésta (XII 1, 3, XIV 5, 22), el Tauro (XI 12, 2, 15, XIV 3, 8), el Cáucaso (XI 3, 5), el Mar Caspio (XI 6). Además, al describir cada zona, dedica especial atención a elementos orográficos e hidrográficos a los que, aunque no lo diga expresamente en dichas descripciones, da una importancia en la configuración del continente: el Cáucaso (XI 2, 15), el Mar Caspio (XI 6, 1; 7, 4), el Tigris y el Éufrates (XI 12, 3; 14, 8), el Tanais (XI 2, 2), el Oco y el Oxo, el Halis (XII 1, 3; 3, 9, 12; cf. II 5, 31), el lago Tata (XII 5, 4). Este tipo de información es más frecuente en el libro XI, que abarca un territorio mucho más amplio que los otros tres juntos y más complicado de organizar. El problema principal de los libros XII-XIV es delimitar el istmo que separa la península anatólica del resto y establecer los límites occidentales del Tauro.

Orden en la descripción

La descripción empieza en la parte más nórdica y avanza hacia el sur por el litoral oriental del lago Meotis, el Bósforo cimerio y el Ponto Euxino hasta la Cólquide siguiendo la forma clásica del Periplo. Continúa luego hacia el interior en dirección este hasta Bactria y Sogdiana. Después de un capítulo dedicado al Tauro, Estrabón regresa al Mar Caspio para reanudar la descripión al sur de éste, esta vez en dirección este-oeste: Media, Armenia y Capadocia. Ésta última, de la que destaca su carácter de istmo de la península anatólica justificando así su inclusión en la tercera parte, se describe ya en el libro XII. La descripción de Capadocia Magna, como todas las del interior, no sigue un orden riguroso; la de Capadocia Póntica empieza de oeste a este por el litoral y regresa en dirección contraria por el interior incluyendo todos los territorios dominados por Mitrídates, sin respetar la clasificación establecida, que situaba la frontera en el río Halis (cf. XI 1, 7) 3 . Después de describir Bitinia, el autor regresa al este, a Galatia primero y hacia el sur luego, a Licaonia, Isáurice y Pisidia, para regresar a las fronteras bitinias y describir las dos Misias y las dos Frigias. De Frigia Magna se centra en la Parorea (al sureste) y la cuenca del Meandro de este a oeste. Gran parte del libro XIII tiene una unidad clara en la zona de colonización eolia: la Tróade, Lesbos y Eolia continental. Continúa luego por el reino de Pérgamo y desde ahí sigue hacia el sur por una franja interior que recorre Lidia, Misia y Caria hasta la Cibirátide, haciendo una breve incursión en la ciudad pisidia de Termeso, bastante más al sureste. El libro XIV sigue en conjunto una línea clara de norte a sur y de oeste a este: la costa desde Jonia hasta Cilicia. La descripción interna de Jonia y Caria se organiza, sin embargo, en dirección sur- norte, quizá siguiendo a Artemidoro, que realizó su periplo desde el golfo de Iso hasta el Ponto Euxino. La única descripción claramente del interior en esta parte, a excepción de ciudades aisladas como Estratonicea o Alabanda, es la del camino de Éfeso a Antioquía por el interior de Jonia.

Fuentes

La naturaleza de la descripción de cada zona, que no siempre sigue una misma dirección geográfica ni un orden lógico, está a menudo determinada por la fuente que usa Estrabón. A su vez, la existencia de fuentes griegas para determinadas zonas y el contenido de las mismas está relacionado con los distintos acontecimientos históricos que relacionan el lugar con el mundo griego primero y romano después. El grado de exhaustividad en la descripción y el mayor contenido geográfico, etnográfico o histórico depende en gran parte de la fuente utilizada, sobre todo en el caso de regiones no conocidas por Estrabón y de acontecimientos anteriores a su época.

En I 2, 1 Estrabón afirma que hay que leer a los autores más importantes: Eratóstenes, Posidonio, Hiparco y Polibio entre otros. De éstos, Eratóstenes es sin duda la fuente principal en los libros de Asia Menor, y en menor grado Posidonio, ambos autores largamente tratados en los prolegomena de la Geografía. Con los «otros» se refiere, sobre todo, a Artemidoro de Éfeso, Teófanes de Mitilene, Apolodoro de Artémita y Demetrio de Escepsis, y a historiadores de la India como Megástenes, Onesícrito o Aristóbulo, citados indirectamente, en muchos casos a través de Eratóstenes 4 .

Eratóstenes de Cirene (ca. 285-194 a. C.), discípulo de Calímaco y sucesor de Apolonio de Rodas como director de la Biblioteca de Alejandría, además de escribir obras de carácter filológico, obras poéticas, tratados matemáticos, obras filosóficas y unas Cronografías que supusieron el primer intento científico de establecer una cronología de la historia y la literatura, fue el primer geógrafo sistemático, hasta el punto de que el título de su obra, Geografía, dio nombre a la disciplina. Su obra aúna la geografía científica con la descriptiva, pues hace una descripción del mundo habitado valiéndose de una serie de datos matemáticos, físicos, astronómicos y geométricos que le permiten distribuir los continentes y los territorios de cada uno en una retícula dividida en sphragides, figuras geométricas, que fue la base de la geografía posterior. A Eratóstenes debe Estrabón la introducción a Asia cistáurica, los criterios generales de clasificación y la mayor parte de las distancias generales del continente. Además lo utiliza para la descripción de la costa del Bósforo cimerio y de la Cólquide, de los pueblos que bordean el Caspio y los escitas y nómadas del este, para las zonas climáticas del Tauro (XI 12, aunque con discusión crítica), para las distancias de Chipre y posiblemente algunas descripciones de la costa, y como fuente secundaria para Partia.

Posidonio de Apamea en Siria (ca. 135-51 a. C.) fue un importante filósofo y director de una escuela estoica en Rodas, ciudad en la que se estableció y donde ejerció gran influencia en la vida cultural y política. Científico e historiador además, escribió numerosos tratados en los más diversos campos (astronomía, matemáticas, zoología, botánica, sismología, historia). Sus Historias continuaban las de Polibio, pero estaban dedicadas principalmente a los sucesos relacionados con Pompeyo. Su obra Sobre el Océano planteaba problemas de geografía física con búsqueda de las causas siguiendo métodos de la filosofía natural. Establecía zonas geográficas a partir de la organización astronómica y explicaba así diferencias climáticas y físicas, cuestiones de geografía humana y antropología. Viajó por España, Galia e Italia antes de asentarse en Rodas, siendo una fuente fundamental para la descripción que hace Estrabón de estos países. Estrabón lo utiliza en la introducción general a Asia, para la costa del Bósforo cimerio y de la Cólquide, en parte de los comentarios sobre los íberos, albanos y los pueblos del Cáucaso, en la descripción del Tauro en XI 12, para la descripción de Partia como fuente secundaria, para las zonas climáticas de Media y su influencia en las costumbres, para los orígenes y costumbres de los medos, y para la orografía, hidrografía y condiciones naturales del suelo de Armenia. Posidonio es su fuente principal para Capadocia y Ponto, tanto para la nueva organización de la descripción del Ponto basada en el país dominado por Mitrídates como para la organización pompeyana, y también para la mayor parte de las noticias históricas, detalles sobre accidentes geográficos, riqueza del suelo etc. Lo utiliza en la descripción de Salón y Nicea en Bitinia, y es fuente principal para los gálatas, Licaonia y Selge exceptuando las noticias históricas más recientes. Es la fuente para la descripción de la isla de Cícico con el asedio de Mitrídates, Frigia Parorea, Apamea, Licaonia, el Meandro y la exposición sobre los fenómenos sísmicos, y posiblemente para varios comentarios en las descripciones de la costa sur sobre riquezas naturales y condiciones climáticas.

El historiador helenístico Polibio, una de las fuentes principales de Estrabón en la descripción de Italia, posiblemente sea uno de los autores utilizados para el capítulo sobre Media, a cuya historia y descripción territorial dedica Polibio un apartado especial en su obra (X 27).

Demetrio de Escepsis en Tróade (s. II a. C.) fue un historiador local, que en sus treinta libros sobre el catálogo del contingente troyano de la Ilíada (II 816-77) realizó una descripción geográfico-histórica de su patria. Su obra, muy usada y citada en la antigüedad, fue el descubrimiento de ese subgénero que Apolodoro de Atenas, utilizándolo como modelo, introdujo en la ciencia alejandrina. Estrabón es a su vez la fuente principal para obtener datos biográficos de Demetrio. Lo utiliza como fuente primaria para la descripción de la Tróade, y además para muchos de los comentarios sobre el origen o localización de pueblos, por ejemplo de los cálibes en el Ponto, o sobre los problemas fronterizos de bitinios, misios, frigios y otros, así como para la localización de ciertos pueblos de la costa eolia.

Apolodoro de Atenas (ca. 180-post 120 a. C.) pasó parte de su vida en Alejandría colaborando con Aristarco y fue uno de los intelectuales de más renombre en esta ciudad. Escribió, entre otras obras, unas Crónicas basadas en la obra de Eratóstenes, que abarcaban desde la caída de Troya (1184 a. C.) hasta el 146-5 a. C., un tratado Sobre los dioses, donde racionalizaba aspectos de la religión griega, y además comentarios y posiblemente ediciones críticas de los cómicos Epicarmo y Sofrón. Debido a su autoridad se le atribuyeron obras ajenas como la Biblioteca, un estudio de la mitología heroica griega. Su comentario en doce libros del catálogo de las naves en la Ilíada , basado en Eratóstenes y Demetrio de Escepsis y con discusión de la geografía homérica, lo usó Estrabón en muchas digresiones sobre problemas de localización o del origen de ciertos pueblos (por ejemplo al hablar de los pueblos de Asia Menor según Éforo o en el excursus sobre los cálibes).

Artemidoro de Éfeso (activo entre el 104-101 a. C.) viajó por las costas del Mediterráneo hasta la Hispania exterior y escribió una obra geográfica en once libros de la que se conservan restos en Estrabón, un resumen por Marciano de Heraclea (s. IV-V d. C.) y un papiro recientemente descubierto. Su obra suponía una reacción a la geografía científica; establecía, por ejemplo, las distancias en medidas empíricas y no astronómicas. Su descripción se asimila a la de los antiguos periplos, pues se centra sobre todo en la descripción de lugares costeros, de los que menciona abundantes accidentes geográficos y ciudades. A Artemidoro sigue Estrabón en la descripción de la costa del Bósforo cimerio y de la Cólquide (cf. XI 2, 14), de la costa del Ponto de oeste a este, del litoral bitinio de la Propóntide, en la enumeración de las ciudades pisidias, en la división entre Misia y Frigia, en el parágrafo sobre migdones y doliones, en la descripción de Frigia Epicteto y Frigia Magna, excluida la Parorea. Posiblemente sea la fuente de la descripción de Lesbos a modo de periplo. De él toma las distancias de la costa eolia (fuente principal de esta costa es, sin embargo, Menécrates el elaíta), la descripción de la Milíade y, seguramente, de muchos de los territorios del interior descritos al final del libro XIII. También es la fuente para la constitución y organización de la liga licia, para las costas de Caria y Jonia —como revela la dirección de la descripción, la información frecuente sobre distancias y la cita expresa de este autor al hablar de Éfeso—y para las distancias globales de Caria y Jonja y de Éfeso hasta Samósata.

Teófanes de Mitilene (s. I a. C.) fue amigo e historiador de Pompeyo, a quien acompañó en su campaña por Asia durante la tercera guerra mitridática y sirvió en la guerra civil. Estrabón le debe muchas de sus descripciones de partes del Ponto, Cólquide, Albania e Iberia, por las que Pompeyo pasó en su persecución de Mitrídates.

Apolodoro de Artémita es un historiador del s. I a. C. a quien Estrabón menciona al decir que los escritores de Historias Párticas han hecho más precisos nuestros conocimientos sobre Hircania y Bactriana (II 5, 12). A él le debe parte de la descripción del Mar Caspio y los pueblos que lo bordean, y de los escitas y nómadas que se extienden al este de dicho mar. Es la fuente principal para Hircania, Partia, Aria, Bactriana y Sogdiana, y fuente secundaria para la forma y distancias de Asia en XI 11,7. También lo utiliza Estrabón en la descripción de las constumbres, cultos, extensión y origen de Armenia.

Fuente de primera mano es Estrabón, sin duda, para los lugares que visitó (Comana, Cataonia, Nisa, Trales, Acaraca, Hierápolis, Magnesia del Meandro, Mázaca, Éfeso, Tarso, Rodas y Cos), como revela él mismo en muchos casos.

El sistema de Estrabón es utilizar una fuente primaria, que varía según zonas, para describir los elementos geográficos principales, normalmente en relación con líneas litorales 5 . A partir de ahí, intercala fragmentos extraídos de otras fuentes para dar más información sobre determinados aspectos o para plantear problemas de interpretación cuando hay opiniones diversas en las fuentes antiguas. La mayor parte de las fuentes son de época helenística, y sobre todo posteriores a Eratóstenes, que marca un nuevo hito en la historia de la geografía antigua. Acude a fuentes más antiguas principalmente para hablar de sucesos ocurridos en época arcaica o anterior, como las colonizaciones griegas o los orígenes de algunos pueblos, cuestiones para las que la información histórica está normalmente oculta tras lo legendario y mitológico. Utiliza a Homero, a quien reconoce como una autoridad y considera el primer geógrafo, dedicándole una larga parte en el libro I y alabándolo en otros muchos pasajes 6 , extendiéndose a menudo en discusiones sobre las interpretaciones de pasajes homéricos en comentaristas helenísticos, especialmente Demetrio de Escepsis y Apolodoro (cf. el excursus sobre los cálibes en el libro XII o sobre los pueblos de la península anatólica en el XIV). A fuentes arcaicas y clásicas en general (líricos, historiadores, trágicos) recurre cuando transmite leyendas mitológicas que con frecuencia introduce para relacionar el mundo asiático con el griego, por ejemplo los mitos relacionados con las colonizaciones eolia y jonia, el de Télefo en Teutrania, el de los argonautas en Cólquide, Media, Armenia y algunos lugares de la Propóntide, o los de diversos héroes griegos que jugaron un papel en las colonizaciones de Caria, Licia, Panfilia, Cilicia y Chipre como Sarpedón, Calcante, Anfíloco, Mopso, Teucro y Ayax 7 . Ciertos mitos, sin embargo, son objeto de crítica, como el de la vida de las amazonas en el Cáucaso y su relación con Alejandro. El mito es para Estrabón algo distinto de la historia, aunque acepta su uso para transmitir de forma poética sucesos históricos, como hace Homero (cf. I 2, 8; XI 5, 3; 6, 3; XIII 1, 32). Su crítica a los historiadores de Alejandro (XI 5, 5; 6, 2-3; 7, 4) se debe precisamente a que utilizan el mito con propósitos ajenos al de contar la verdad y sobre todo para adular a Alejandro 8 . Igualmente critica a Heródoto, a quien sin embargo usa con relativa frecuencia como fuente, junto con Ctesias y Helánico (XI 3, 21; XII 3, 21, cf. I 2, 35) o con Eudoxo y Helánico (XI 6, 3), o con Calístenes (XI 14, 13), o a Helánico una vez más (XIII 1, 42: pretende adular a los ilieos), por contar cosas fantasiosas e increíbles 9 . Rechaza, también por su apego a lo mítico y por su simpleza, a los historiadores de persas, medos o sirios (XI 6, 2). Alaba, en cambio, a los historiadores de los romanos y los partos, gracias a los cuales se conoce la zona al sur y este del Cáucaso (XI 6, 4, cf. I 2, 1, y especialmente II 5, 12, donde dice, citando a Apolodoro de Artémita, que los escritores de historias partas han hecho más precisos los conocimientos de Hircania y Bactriana).

Por último, recurre sin duda a fuentes contemporáneas para añadir datos sobre la geografía política de su época en la descripción de determinados lugares, por ejemplo a Nicolás de Damascio, aunque en los libros de Asia Menor no lo cita ni una vez 10 .

Información histórica

Estos libros dedicados a Asia cistáurica tienen gran contenido histórico, en parte porque la historia ha desempeñado un papel fundamental en la reorganización del territorio y ha ocasionado cambios constantes en la geografía, en parte porque establece la conexión entre esta zona de la tierra y el mundo grecolatino, y también porque ahí estaba la patria del autor, que vivió muchos acontecimientos importantes 11 .

De los sucesos más antiguos Estrabón nos habla a través de la mitología, por ejemplo de la guerra de Troya, la colonización eolia y jonia o la colonización griega en toda la costa sur de Asia Menor. A veces menciona de manera vaga, sin establecerlos en ninguna época concreta, otros acontecimientos como la llegada de los frigios y los distintos pueblos tracios desde Europa o los movimientos de léleges, pelasgos y carios. Las referencias históricas concretas más antiguas corresponden a la época de las invasiones cimerias en el Bósforo cimerio, que se fechan en los ss. VIII-VII a. C., y las colonizaciones griegas en esta zona, aunque también aquí recurre a la mitología relacionando la colonización griega con la expedición de los argonautas, que la traslada a una época mucho más antigua. Entre las referencias más antiguas se encuentran también las fundaciones milesias de muchas de las ciudades de la costa sur del Ponto Euxino. A la hegemonía lidia en Anatolia durante los ss. VII y VI alude en un par de ocasiones al hablar de Sardes, la capital lidia, o del río Halis, en el que Creso estableció la frontera de su imperio. A mediados del s. VI a. C., Ciro el grande domina Media y crea el imperio persa, derrotando poco después al rey lidio Creso y ocupando Lidia y las ciudades jonias griegas. Estrabón habla de la campaña de Ciro contra los maságetas, de la etapa de dominio persa en Media y Armenia, de la toma de Capadocia y su subdivisión en dos satrapías, de la quema por Darío de las ciudades de la Propóntide, de la toma de Mileto y la traición de los bránquidas, de la entrega por Jerjes a Temístocles de Lámpsaco y otras ciudades. De la campaña de Alejandro en Asia también hay menciones dispersas en relación con los lugares que describe Estrabón y por los que pasó el rey: la batalla de Gránico, la estancia y promesas en Ilión, sus conquistas en la zona motañosa de Pisidia y la Milíade (Sagalaso, Termeso y los desfiladeros que conducen a Milíade), el paso de su caballería por la llanura de Asio en Cilicia, camino de Iso, su paso por el Cáucaso, por Aria y Margiana, por Bactria y Sogdiana durante su persecución a Beso (con mención de fundaciones de ciudades), la invasión en Media Magna y su lucha contra los coseos 12 . Tras la muerte de Alejandro en el 323 a. C. y las luchas de los diadocos, y especialmente como consecuencia de la victoria en Ipso sobre Antíoco en el 301 a. C., Lisímaco se hizo con la mayor parte de Asia Menor. Estrabón menciona su destrucción de Ástaco en el curso de la guerra previa a Ipso, su refundación de Nicea, sus fundaciones en la Tróade y sus construcciones en Troya, su papel en el surgimiento del reino de Pérgamo, su fundación de la nueva Éfeso y la nueva Esmirna. Tras la muerte de Lisímaco en el 281 a. C. Seleuco, que dominaba una parte de Asia Menor, domina ahora todo el territorio a excepción de los que estaban en manos de dinastas locales: Bitinia, Ponto, Capadocia (al este del río Halis), Armenia y zonas costeras del norte, oeste y sur. Al hablar de la descripción de cada uno de estos reinos Estrabón alude a sus soberanos: a los reyes de Capadocia anteriores a Arquelao desde Ariarates, al rey bitinio Prusias y sus luchas con Filipo de Macedonia contra Átalo I, su renuncia a Frigia Epicteto en favor de los atálidas o su acogida a Aníbal tras la derrota de Antíoco por los romanos, a algunos antecesores de Mitrídates Eupátor del Ponto y algunos sucesos de la guerra póntica (182-179 a. C.) mediante la cual aumenta el poderío y extensión del reino. En el 278-7 a. C. se produce la entrada en Anatolia de los gálatas, cuya historia desde entonces relata con bastante detalle, como ocurre con el reino de Pérgamo que se crea en el 241 a. C. Por la misma época se crean el reino partio y el bactrio, de cuyos orígenes y de los sucesos principales de su historia habla Estrabón al describir cada uno de estos pueblos. Las relaciones del reino de Pérgamo con Roma permiten a ésta introducirse en Asia Menor. En el 189 a. C. los romanos derrotan al seléucida Antíoco III relegándole a los territorios transtáuricos, en el 189-8 vencen a los gálatas, en el 188-3 a Prusias I de Bitinia y en el 183-79 a Farnaces I del Ponto. En el 133 a. C. Átalo III de Pérgamo lega su reino a Roma dando lugar a la revuelta de Aristónico, que los romanos consiguen sofocar en el 129 a. C., y a la creación de la provincia de Asia. A todos estos episodios alude Estrabón en lugares distintos de su descripción de la península anatólica. Pero las alusiones históricas más frecuentes en esta descripción corresponden a las guerras entre Roma y Mitrídates, a los intentos de Roma de pacificación del Tauro y a los problemas con los piratas. Son numerosas las alusiones a la extensión del reino del Ponto por Mitrídates VI Eupátor y sus luchas con Roma: su invasión en Bitinia, en Frigia, su alianza con Tigranes de Armenia y sus ambiciones sobre Capadocia, que llevan a la primera guerra mitridática en el 88 a. C., la victoria de Sila y la paz de Dárdano en el 85, las provocaciones de Murena que originan la segunda guerra mitridática aplacada por Sila, los enfrentamientos de Mitrídates con los reyes de Bitinia y el legado de Nicomedes IV a Roma en el 74 a. C., que crea la provincia de Bitinia, el apoyo de Mitrídates a un hijo de Nicomedes para recuperar el reino y el inicio de la tercera guerra mitridática (74-64 a. C.), la huida de Mitrídates ante Lúculo en el 72 a. C. y sus intentos de tomar Cícico, y sobre todo la huida ante Pompeyo por Armenia Parva y hasta el Bósforo, donde muere en el 64 a. C. Son abundantes las referencias a la reorganización de Pompeyo de Asia Menor tras la derrota de Mitrídates, tanto a su organización de la provincia Bitinia-Ponto con la distribución del territorio en politeíai, como la reorganización de los territorios limítrofes de la península en manos de dinastas locales, y, aunque en menor medida, también a los cambios efectuados por César y Antonio. Estrabón menciona a los principales dinastas que durante este tiempo de reorganización estuvieron al mando de Capadocia (Arquelao) 13 , Galatia (Deyótaro y luego Amintas), la parte oriental del Ponto (Polemón, Pitodoris), otros territorios en Frigia Parorea y Licaonia (Amintas) y Cilicia Traquea (Arquelao). También menciona a otros tiranos, no establecidos por los romanos, en las montañas de Pisidia y Cilicia Traquea, donde estaban los principales centros de bandidos (Cenicetes en parte de Cilicia Traquea, Antípatro en Derbes, antes de Amintas). Las expediciones de Pompeyo y Antonio contra los partos también son objeto de menciones en diversos lugares. Los reyes ptolomeos aparecen al hablar de Cilicia, donde Cleopatra poseyó importantes territorios, y de Chipre, donde gobernaron hasta la toma de la isla por los romanos. De Augusto menciona la liberación de la ciudad de Ámiso, el nombramiento de Diteuto como sacerdote de Comana, su amistad con Apolodoro de Pérgamo y Jenarco de Seleucia, la devolución de tres estatuas que Antonio se había llevado de Retio y Samos y, aunque sin nombrarlo, la conversión de Galatia en provincia, que tuvo lugar en el 25 a. C. por decisión de Augusto. Además menciona las ayudas benéficas de este emperador, y luego de Tiberio, a las ciudades damnificadas por los diversos terremotos que asolaron varias ciudades lidias y frigias, y habla del sistema político de Armenia en época de Augusto y «hoy día», es decir en época de Tiberio. A la época de Tiberio corresponde también la conversión de Capadocia en provincia romana, que tuvo lugar en el 17 d. C., siendo un dato de gran interés para la cuestión de la fecha de composición del libro XII de la Geografía 14 .

Aparte de noticias históricas dispersas, Estrabón dedica un apartado especial a la historia de los gálatas, el reino de Pérgamo, los partos, los medos, los armenios y los chipriotas.

Otros aspectos

Aparte de la descripción puramente geográfica y de la información histórica, en estos libros de Estrabón, como en el resto de su obra, encontramos otro tipo de comentarios de carácter etnológico, antropológico o filológico.

Especialmente en el libro XI, dedicado a una zona lejana y poco conocida, abundan las descripciones de carácter etnológico dedicadas a los pueblos bárbaros: comentarios sobre su carácter salvaje e indómito (XI 2, 16) o simple y honesto (XI 4, 4, de los albanos), sobre sus medios de subsistencia (por ejemplo la piratería entre los heníocos), su vestimenta (XI 11, 8, de los tápiros, XI 13, 9, de los medos, XI 8, 7, de los maságetas), sus costumbres funerarias (XI 4, 8, de los albanos, XI 11, 8, de los dérbices y caspios) o su estratigrafía social (XI 3, 6, de los íberos). Con frecuencia Estrabón destaca la fertilidad de las tierras de estos pueblos, pero señala la ausencia del grado de civilización necesario para sacarles partido, por ejemplo al hablar de la vida ciclópea de los albanos (XI 4, 3). La idea en general de que cuanto más montañoso es un pueblo más bárbaras son sus características se refleja en varias ocasiones, como por ejemplo en la descripción de Aria (XI 10, 1) o en la de los medos (XI 13, 11), pero donde el autor la expone claramente a modo de teoría es al hablar de los distintos asentamientos de los ilieos (XIII 1, 25) recurriendo a la teoría platónica de los tres tipos de comunidades, que responden a tres grados distintos de civilización en relación con su acercamiento al mar desde las montañas 15 . La capacidad de vivir socialmente y la existencia de instituciones políticas es un claro rasgo de civilización, como refleja por ejemplo en la descripción de Selge por oposición a los montañeses pisidios que la rodean (XII 7, 3), o cuando señala que los licios han seguido fieles a la Liga licia y no se han dedicado a la piratería como los panfilios y cilicios, a pesar de disponer de las mismas ventajas naturales para esa actividad, o cuando ensalza a la comunidad de los rodios, que superaron a otras ciudades en muchos aspectos y consiguieron, además de un gran auge, mantener su libertad gracias a su buena legislación y preocupación por la constitución (XII 2, 5, cf. XII 8, 11 sobre Cícico, XIII 4, 17 sobre Cibira) 16 .

En los libros XII-XIV, que en su mayor parte están dedicados a zonas civilizadas con numerosas ciudades griegas, hay muchos menos detalles sobre costumbres y formas de vida, y mucha más información en cambio sobre las ciudades, con algunos o todos los elementos siguientes: asentamiento, fundación y posteriores colonizaciones, urbanismo, descripción de algunas construcciones, obras de arte, nativos famosos, escuelas, existencia y características del puerto, sistema de gobierno, instituciones, leyes, llegando a ser algunas descripciones muy completas como las de Sinope, Amasia, y las ciudades principales de la costa jonia y caria. Aunque el aspecto económico no es una de las preocupaciones principales del autor, sí suele dar datos sobre la riqueza natural, especialmente cuando ésta consiste en lagos, minas, ríos, puertos o salinas, y, cuando el lugar destaca por algún producto importante, como Milasa por sus canteras, Hamaxita por la madera o Eleusa por el azafrán, lo hace saber 17 . También informa a veces sobre las condiciones salutíferas, ya sean malas como en Cauno, ya buenas como en torno al río Cidno en Cilicia. Especialmente destacable como particularidad de los libros XIII y XIV frente al resto de la Geografía es la constante mención de personalidades importantes de cada ciudad, casi siempre relacionadas con la cultura (literatos, filósofos, poetas, científicos), en muchos casos contemporáneos de Estrabón o pertenecientes a generaciones no muy anteriores y, a menudo, importantes en la vida política y como intermediarios con los romanos (XII 8, 16; XIII 1, 66; 2, 3; 4, 9; XIV 1, 7, 41; 2, 5, 13, 15, 24; 5, 14). En relación con este interés se encuentra seguramente la cantidad de citas de poetas arcaicos (Arquíloco, Mimnermo, Anacreonte, Calino, Hiponacte, Píndaro, etc.) que aparecen en estos libros, sobre todo en la descripción de Jonia y algunos excursus de tipo cultural como el dedicado a la historia de la bibliteca de Aristóteles (XIII 1, 54). Parece que Estrabón quiere poner de relieve el prestigio de la tradición cultural de Asia y a la vez destacar la importancia del grupo intelectual, al que él pertenece, en la historia contemporánea y en la postura de Roma respecto a estos territorios minorasiáticos 18 .

En general en todos lo libros se encuentran explicaciones etiológicas, en muchos casos de tipo lingüístico, de cultos y fiestas religiosas (las sacea en Zela) de nombres de dioses (Ártemis Tauropolo, Afrodita Apaturo, Ártemis, Apolo Ulio), de costumbres (de los medos), del nombre de algunos ríos (Tigris, Araxes, Halis) o pueblos (los saraparas tracios, los misios). Y en relación con este interés anticuario-filológico están sus digresiones sobre pueblos (v. infra, pág. 35 ss.), o sobre interpretaciones de pasajes homéricos, sobre todo en el capítulo dedicado a la Tróade.

Algunos temas concretos recurrentes en la obra

1. Los estados templarios. —Estrabón no dedica especial atención a costumbres religiosas, limitándose normalmente a señalar la existencia de un santuario o un culto en un lugar. Destaca el hecho de que los cultos que menciona son en la mayor parte de los casos de Zeus y sobre todo de Apolo con un epíteto indígena. Zeus y Apolo eran los dioses protectores de los seléucidas, y los dioses que se fueron extendiendo por Anatolia en el avance de la helenización. En las comunidades indígenas se mantenían los dioses indígenas con sus cultos y rituales, pero a menudo el teónimo pasaba a ser un epíteto de Zeus o Apolo. De la misma manera, la diosa más importante de Anatolia, la diosa madre o diosa de las fieras, Cibeles, cuya presencia menciona Estrabón en varios lugares, recibe el nombre de Ártemis con un epíteto local que revela la identidad indígena de la diosa. Hay sin embargo un tipo de institución religiosa en la península anatólica, el llamado, en términos modernos, estado templario, al que Estrabón dedica un comentario especial, siendo la fuente principal para este fenómeno del que se pueden rastrear huellas mediante la epigrafía en diversas zonas de Asia Menor, pero que no se conoce con detalle.

En varias ocasiones se nos describe una ciudad con un santuario a una divinidad indígena del que dependen grandes territorios, gran número de hieródouloi (hasta seis mil) y otros tipos de personal cultual que están a cargo de un sacerdote vitalicio que gobierna el territorio, dispone de los recursos del templo y al que obedecen los habitantes a veces por encima del rey, único cargo de rango más alto que el de sacerdote. Estos estados templarios se encuentran casi todos en la zona oriental de la península anatólica: en Capadocia Magna el de Ma en Comana (XII 2, 3) y el de Zeus en Venasa (XII 2, 5); en Capadocia Póntica, el de Men de Fárnaces en Cabira, tan venerado por lo reyes que invocaban al dios en el juramento real (XII 3, 31), el de Ma en Comana póntica (XII 3, 32, cf. 34 y 35 para la importancia política de los sacerdotes de esa ciudad-estado templario) y el de Anaítis en Zela del Ponto (XII 3, 37) 19 . El mismo tipo de estado templario era el santuario de Helio, Zeus y Selene en Albania (XI 4, 7) y posiblemente el de Anaitis en Armenia (XI 14, 16) 20 . Los comentarios de Estrabón reflejan, sin embargo, que los territorios y privilegios de estos estados templarios ya habían disminuido mucho en su época.

En XII 5, 1 Estrabón habla del santuario de Agdistis (Cibeles) en Pesinunte, y dice que los sacerdotes formaban una especie de dinastía que sacaba gran partido de su sacerdocio. Por el resto de la descripción da a entender que en época anterior había sido un importante centro sagrado, aunque no podemos asegurar que se tratara de uno similar a los de las dos Comanas o Venasa. Los diversos santuarios de Men que menciona Estrabón (el de Men de los antioqueos, el de Men Asceo también cerca de Antioquía, el de Men de Menos-kome etc.) son seguramente filiales de un importante santuario de Men del tipo de los estados templarios mencionados, como ocurre con muchos santuarios de esta divinidad en Frigia y Lidia a juzgar por la epigrafía. A santuarios filiales alude Estrabón también al hablar de Apolo Cataón, tan venerado en toda Capadocia que se han construido otros santuarios a partir de ese (XII 2, 5).

Las descripciones de Estrabón sobre estos estados templarios y la confrontación con testimonios epigráficos han dado lugar a muchos intentos de reconstrucción y de explicación de ciertos términos como el de hieródouloi, sin que se puedan ofrecer conclusiones seguras. Los hieródouloi están bien atestiguados en la literatura y la epigrafía de Anatolia oriental, pero parece que su condición varía según zonas. En general, son habitantes propiedad del estado templario al servicio de la divinidad, una especie de siervos de la divinidad, cuyo estado era hereditario 21 . La cuestión es saber cuál era realmente el status de las tierras del santuario, la influencia del sacerdote en la vida civil, su poder político o la influencia real del santuario en la vida de los habitantes de la ciudad, influencia que posiblemente, a juzgar por testimonios epigráficos de otros santuarios de Anatolia, incluso menos importantes, era inmensa 22 .

2. La piratería en la costa sur. —El auge que había cobrado la piratería en las costas meridionales de Anatolia en el primer siglo antes de Cristo, unido a los actos de los bandidos en las laderas norte y sur del Tauro en la zona de Cilicia, Pisidia y Licaonia, fue uno de los principales problemas con los que tuvieron que enfrentarse los romanos. Estrabón menciona este problema en varias partes de su descripción de la península anatólica, principalmente en los capítulos del libro XII dedicados a Licaonia y Pisidia, y en los capítulos del libro XIV dedicados a Licia, Panfilia y sobre todo Cilicia. Por una parte describe los lugares principales de esta ocupación: las aldeas en torno a las dos Isáuricas en Pisidia (XII 6, 2), Derbe, la fortaleza del tirano Antípatro (XII 6, 3), el territorio de los homonadeos (XII 6, 4-5), y en general el de la mayoría de los pisidos de la montaña, divididos en grupos al mando de tiranos y ejercitados para la piratería (XII 7, 3). Los licios tienen condiciones naturales parecidas a las de Panfilia y Cilicia Traquea pero no utilizan su país como base de operaciones para la piratería. Si lo hacen los otros dos pueblos, bien dedicándose ellos mismos a esta actividad, bien proporcionando a los piratas mercados para el botín y fondeaderos (XIV 3, 2). La ciudad panfilia de Side está compinchada con los piratas cilicios (XIV 3, 2) y en torno al monte Olimpo en Licia estaba la base de la piratería de Cenicetes (XIV 5, 7). En XIV 5, 6 describe las condiciones naturales tanto de las tribus del interior como de las costas, que fomentaron la organización de la piratería, y en XIV 5, 2 explica las razones por las que se organizó: cobardía de los reyes de Cilicia y Siria, sublevación de Trifón y otros, la necesidad de esclavos para los romanos, la existencia del puerto de Délos, donde podían venderse estos esclavos, la posibilidad de grandes ganancias y la negligencia de los romanos en los asuntos transtáuricos.

Tras la derrota de Antíoco III por los romanos en Magnesia y a raíz de la Paz de Apamea los territorios cilicios, transtáuricos, quedaron en manos de los seléucidas y fuera del territorio controlado por los romanos. Los seléucidas a su vez estaban en esta zona de Siria-Cilicia en continua disputa con los ptolomeos, a lo que se añadían enfrentamientos internos como los que revela Estrabón en su explicación del surgimiento de la piratería. Sólo cuando el problema se hubo agravado y empezó a constituir una amenaza para los romanos, tomaron éstos cartas en el asunto. La primera intervención estuvo a cargo de M. Antonio, abuelo del triunviro, que en el 102-101 a. C. realizó una expedición en las costas de Panfilia y Cilicia con el resultado de una ley pirática en el 100-99 a. C. que invitaba a la coordinación de esfuerzos de todas las potencias de la zona afectada. En el 92 a. C. Cilicia fue confiada a Sila, que vio la necesidad de seguir actuando en la costa y también en las laderas del Tauro, donde poco después Murena ocupó la Cibirátide. Pero la campaña más importante contra los bandidos del Tauro fue la que realizó en el 77-75 a. C. Publio Servilio, apodado el isáurico precisamente por su victoria y reducción de la región de Isáurice, poblada por tribus de bandidos (XII 6, 2). Atacó además a los homonadeos y otros pueblos del Tauro y puso fin a la actividad pirática de Cenicetes tomando sus territorios —Fasélide, el monte y la fortaleza de Olimpo y Córico— y motivando el suicidio del pirata (XIV 5, 7); tomó además el territorio de Atalea en Panfilia. Las campañas de Isáurico se vieron interrumpidas por el comienzo de la tercera guerra mitridática, en la que las dos amenazas principales de Roma en Oriente por entonces, Mitrídates y los piratas, hicieron un frente común. En su enfrentamiento con Mitrídates, Lúculo obtuvo varias victorias por mar que fueron preparando la subyugación de los piratas, pero la piratería se había extendido en aquel tiempo por todo el Mediterráneo hasta el punto de hacer que islas y ciudades costeras enteras quedaran desiertas, que unas cuatrocientas ciudades fueran saqueadas, que ciudades e individuos cayeran en manos de los piratas como rehenes y otros fueran vendidos como esclavos, y que el terror sembrara las costas, por lo que se precisaba un ataque mucho más serio y a gran escala. Este ataque fue el que llevó a cabo Pompeyo en el 67 a. C. por virtud de la Lex Gabinia. Pompeyo dividió el Mediterráneo y el Mar Negro en trece comandos con el fin de defender las costas, rodear a las fuerzas de la piratería y reducir sus fortalezas. Se produjeron a la vez ataques en todas las sedes de piratería del Mediterráneo, ocasionando una derrota total en Coracesio, una de las sedes principales, y rendiciones en casi todas las demás. Pompeyo estableció a los supervivientes en ciudades de lugares donde pudiesen empezar una vida nueva sin necesidad de volver a recurrir al mismo modo de vida (cf. XIV 5, 8) 23 .

3. Algunos pueblos de la península minorasiática —Estrabón parece demostrar un interés especial por el origen de los pueblos de Asia Menor, sobre todo por los pueblos con que los griegos entraron en contacto. Este interés va unido a su interés por los comentarios y problemas de interpretación de obras antiguas, especialmente de Homero. Para este tipo de excursus se basa en comentaristas helenísticos como Demetrio de Escepsis y Apolodoro de Atenas, pero también en obras arcaicas y clásicas (los poetas líricos, Esquilo y Sófocles y, entre los historiadores, especialmente Éforo pero también Heródoto y Tucídides).

Casi al comienzo de su descripción del Ponto hay una enumeración de los pueblos que se encuentran a la derecha de este mar (XII 3, 2). Según Estrabón, la opinión de la mayor parte de los autores es que Bitinia había estado ocupada por misios, y sus habitantes habían recibido su nuevo nombre por los bitinios y tinios, pueblos tracios que habían ocupado el país, como demuestra la existencia del nombre medobitinios de algunos habitantes de Tracia y del de Tiniade que recibe la costa de Apolonia y Salmideso (XII 3, 3). El parentesco entre los tinios de Europa y los bitinios de Asia, puesto de manifiesto por Helánico (FGrHist. 4 F 95) y por Heródoto (I 28), que habla de tracios tinios y bitinios asentados en Asia, remonta, como dice Lasserre, a las genealogías del s. VI a. C. 24 . Según este autor, la fuente de este pasaje es, sin embargo, Posidonio (FGrHist. 87 F 104 = 277a Edelstein-Kidd), a quien Estrabón cita en su largo excursus al respecto en VII 3, 2, donde establece un mismo origen tracio para bitinios, bébrices y misios, y también para los frigios (los brigios tracios) y, según su propia opinión, para los mariandinos. En otro pasaje, en cambio, las fuentes que cita para el asentamiento de misios en Bitinia antes de la llegada de los bitinios, y para el origen también tracio de los misios, son fuentes antiguas: Escílax de Carianda, Dionisio de Calcis, Euforión de Calcis, y, ya del s. III a. C., Alejandro el etolio (XII 4, 8).

El origen tracio de misios y bitinios parece demostrado hoy día. Al oeste de las tribus géticas en Tracia vivían los moesios, cuyo territorio se extendía por la ribera izquierda del Danubio. Según la tradición, como refleja Estrabón, parte de ellos habrían emigado antes de la guerra de Troya a Asia Menor 25 . La primera referencia de los moesios como misios aparece en Homero (I1. XIII 1-7) y se repite en un fragmento de Helánico (FGrHist. 2 F 74) 26 . Los tinios ocupaban la tierra al norte de Perinto y Selimbria y se extendían hasta el Mar Negro en Salmideso. Eran una gran tribu (cf. Jen., An. VII 2, 32-4), parte de la cual había emigrado a Asia Menor probablemente por la misma época que los misios y junto con los bitinios, con quienes seguramente estaban relacionados. Los bitinios se llamaban antes estrimonios (Heród., VII 75) porque su patria original estaba en el Estrimón, es decir, alejados de los tinios, que se asentaron entre la Propóntide y el Mar Negro 27 .

Los mariandinos, de los que no se sabe quiénes son ni de dónde vienen, son muy parecidos a los bitinios, por lo que se supone que son tracios (XII 3, 4) 28 .

En la descripción del Ponto Estrabón habla de otros pueblos basándose también en las fuentes antiguas: Calístenes e, indirectamente a través de Apolodoro, Meandrio y Hecateo para hablar de los énetos (XII 3, 8, 25); Heródoto y Píndaro cuando dice que a los capadocios se los llama sirios (XII 3, 9); Teopompo para una de las versiones del origen de los mariandinos (XII 3, 4); Homero y Éforo a través de Demetrio de Escepsis y Apolodoro para los cálibes (XII 3, 19-27).

De los pueblos de Tróade Estrabón enumera y localiza a los que ocupaban la zona durante la guerra de Troya siguiendo a Homero, sobre todo a través de Demetrio de Escepsis (XIII 1, 7): licios, léleges, troyanos, dardanios, cilicios y cetios. Sobre la cuestión de si los cilicios y los licios de la Tróade son los mismos que los pueblos de la costa sur minorasiática vuelve a hablar en diferentes ocasiones. En XIII 1, 60 sitúa a los cilicios, según Homero, a continuación de los léleges, en el territorio que luego ocupan los adramitenos, atarnitas y pitaneos hasta la desembocadura del Caico y, siguiendo una versión del s. IV a. C. (Teopompo), relaciona a Cilicia con Cilo, el conductor de Pélope que había gobernado esos lugares (XIII 1, 63). Al hablar de Cilicia, transmite la teoría de algunos autores, según la cual los cilicios de Troya debían ser colonizadores de los del sur, como demuestra la coincidencia de topónimos (XIV 5, 21), y al hablar de Panfilia transmite la teoría de Calístenes de que fue de la llanura de Tebas en Tróade de donde salieron desterrados a Panfilia parte de los cilicios troyanos, lo que explica los topónimos Tebas y Lirneso para dos localidades que se encuentran entre Fasélide y Atalea. En XIII 1, 63 dice que el santuario de Crisa fue trasladado a la actual Crisa junto a Hamaxito cuando parte de los cilicios fueron expulsados a Panfilia y parte a Hamaxito, y en XIII 4, 6 dice que según algunos (probablemente sus fuentes sean Píndaro y Calístenes, a quienes ha citado previamente) los cilicios emigrados de Troya se establecieron en Siria despojando a los sirios del territorio que actualmente se llama Cilicia. En XII 8, 4, sin embargo, expresa sus dudas sobre si los cilicios troyanos colonizaron la Cilicia del sur, pues los cilicios de su época ya existían antes de la guerra de Troya. Sí le parece una duda razonable, en cambio, la dirección de la migración licia, a pesar de que precisamente en Homero hay testimonios claros de la existencia de la Licia al sur de Anatolia antes de la guerra de Troya.

No hay argumentos que corroboren la existencia de esa emigración de Troya a Cilicia transmitida por Estrabón, por lo que durante mucho tiempo se ha negado esa relación y se ha interpretado la presencia de cilicios en Troya como un. contingente aliado venido desde el sur, o como una traslación épica que situaba en Troya los conflictos entre griegos e indígenas al sur de Asia Menor. Sin embargo, la arqueología demuestra contactos entre la Cilicia del sur y la Tróade en época prehelénica, llegando a plantear la posibilidad de una invasión por vía marítima. El desplazamiento de cilicios de Tróade hacia el sur tras la guerra de Troya podría ser una secuencia posterior de los desplazamientos preHelánicos. Por otra parte, las leyendas troyanas informan de la colonización de Cilicia y Panfilia después de la guerra de Troya, aunque por griegos, como demuestran los episodios que relata el mismo Estrabón sobre la llegada de Anfíloco y Mopso y sobre la colonización de Olba por Áyax, hijo de Teucro, el que luchó en Troya 29 .

La reconstrucción que hace de la colonización eolia (XIII 1, 3) responde a una antigua tradición atestiguada en Píndaro y Helánico, y parece estar basada en Éforo. También al hablar de la colonización jonia transmite una versión antigua que remonta a Ferécides por lo menos, a quien cita como fuente (XIV 1, 3), y señala que los jonios ocuparon un territorio dominado por los léleges y los carios, quienes se retiraron hacia el sur.

Esta es una de las muchas menciones de los léleges en la descripción de la península anatólica. En XII 8, 4, hablando de los cambios y confusiones a que dieron lugar las invasiones, sobre todo en la costa por la fertilidad del suelo, dice que antes de la guerra de Troya había una tribu de pelasgos, otra de léleges y otra de caucones, tribus que habían estado errando por muchos lugares de Europa, pero a las que Homero presenta en su catálogo como aliadas de los troyanos y no de la costa de enfrente. De hecho, en XIII 1, 56 sitúa a los léleges en la Tróade, en la zona de Aso, Andira, Pionias y la Gargáride. Por otra parte, afirma que los carios (antes insulares) y los léleges se hicieron continentales con la ayuda de los cretenses (XII 8, 5); que algunos autores consideran a los léleges carios pero que Homero los distingue, y que vivían entre los cilicios y los pueblos al mando de Eneas, pero que cuando Aquiles los saqueó, se trasladaron a Caria y ocuparon los territorios en torno a Halicarnaso (XIII 1, 56); que eran tan numerosos que ocuparon Caria hasta Mindo y Bargilia y se apropiaron de gran parte de Pisidia, y que fundaron ocho ciudades, pero que cuando luego se dedicaron a hacer expediciones con los carios se distribuyeron por toda Grecia y la tribu desapareció, pasando seis de las ocho ciudades léleges a formar parte de la Halicarnaso fundada por Mausolo (XIII 1, 59). Según Ferécides ocupaban el tramo de Éfeso a Focea, incluidas Samos y Quíos (XIV 1,3).

Los carios aparecen asentados, según Ferécides, en la costa desde Mileto a Éfeso, a continuación de los léleges, y ambos pueblos, expulsados por los jonios, se establecieron en la parte restante de Caria (XIV 1, 3). Mileto a su vez había estado antes ocupada por los léleges, pues según Éforo fueron colonos cretenses los que la colonizaron desde la Mileto de Creta, echando de allí a los léleges (loc. cit.). La versión que unifica y explica parte de estos datos dispersos es la siguiente: los carios eran antes llamados léleges, estaban al mando de Minos y habitaban las islas. Pasaron al continente y se apoderaron de gran parte de la costa y del interior quitándosela a los ocupantes anteriores, también léleges y pelasgos. Pero a su vez a los carios les quitaron parte de su tierra los jonios y dorios (XIV 2, 27). Ésta es la versión que encontramos en Heródoto (I 171) y Tucídides (I 4, I 8, 1), pero parece que hay otra versión, que transmite Estrabón (VII 7, 2, donde cita a Aristóteles e indirectamente a Homero, cf. XIII 1, 56), que considera a los carios distintos de los léleges, aunque vivían en el mismo país y eran compañeros de armas. A esta versión se ajusta la descripción de Ferécides (Estr., XIV 1, 3). Por otra parte, según la tradición local, que transmite Heródoto (loc. cit.), los carios eran autóctonos de Asia Menor, parientes de los lidios y misios (tracios éstos últimos y por tanto no emparentados con los carios). Los carios son ciertamente hablantes de una lengua luvita del grupo anatolio, pero hoy día no se puede aislar un grupo cario situado ya en Caria en época anterior a la guerra de Troya 30 . La versión griega del origen de los carios en las islas al mando de Creta se puede explicar mediante la talasocracia cretense y el hecho de que hubiera poblaciones carias en las islas. Los léleges son un pueblo no griego asentado en Grecia y Asia Menor en época prehelénica, atestiguados ya en Homero, Hesíodo y Alceo y posteriormente en la mitología y la historiografía de época clásica. Según Katicik, para los antiguos ya sólo eran un nombre, y no hay forma de saber su verdadero papel histórico y el área geográfica que ocupaban 31 . Según F. Gschnitzer, los léleges asentados en la Tróade, mencionados por Homero, parecen efectivamente históricos y también los asentados en el centro de Grecia occidental. Por otro lado, la tradición que atestiguan Ferécides, a través de Estrabón, y Filipo de Teangela, que considera a los léleges habitantes de Caria antes de la llegada de los carios, y la tradición histórica, al parecer fidedigna, según la cual ocupan zonas de Jonia, las islas egeas y Pisidia, hacen pensar que los léleges eran un pueblo balcánico que en época de las grandes migraciones entre el segundo y primer milenio cruzó a Troya y el sur de Asia Menor por un lado y a Grecia occidental por otro 32 .

Según Heródoto, los pelasgos fueron los habitantes de Grecia antes que los griegos (VIII 44) y por ellos se llamaba el país Pelasgia (II 56). Son inmumerables las referencias antiguas a este pueblo, que ha pasado a tener más entidad literaria que histórica. Hoy día parece comúnmente aceptado que también los pelasgos eran un pueblo no griego y, posiblemente, procedente de los Balcanes y a las mismas migraciones que los léleges. Están atestiguados históricamente en Creta, Tesalia y Epiro, y parece muy probable que también estuvieran asentados en el norte de Asia Menor, aunque no se puede localizar a los pelasgos que lucharon en Troya como aliados de los troyanos, con su sede en la Larisa fricónida (XIII 3, 2). Esta Larisa podría ser la de la Pelasgiotis en Tesalia. Ferécides (FGrHist. 3 F 25) y Éforo (FGrHist. 70 F 113) los sitúan en diversas partes de Grecia sin que todos los lugares puedan corroborarse, pero no parece que desaparecieran masivamente en época de las colonizaciones eolia y jonia como dice Estrabón (XII 3, 3). La grandeza de la tribu pelasga, que ocupaba toda la costa jonia desde Mícale y las islas vecinas, entre ellas Lesbos (cf. Estr., V 2, 4) y Quíos (colonizada por pelasgos de Tesalia, cf. en cambio XIV 1,3, donde figura como asentamiento de los léleges), la atestiguan fuentes lesbias y Menécrates el elaíta (Estr., XII 3, 3) 33 ,

El origen e identidad de los pueblos del interior no suele ser un motivo de discusión o digresión por parte de Estrabón, que no dedica a estos pueblos mucho espacio en general, dejando, como hemos dicho, una gran parte del interior de la península anatolia sin tratar. Pero hay tres pueblos que por su importancia en la historia de la península y su relación con los griegos sí son objeto de descripción, y, debido a los problemas de identidad en unos casos y de localización exacta en otros, sí dan lugar a ciertos comentarios de tipo histórico-filológico. Se trata de los frigios, misios, lidios y mayonios. El desarrollo de la descripción de estos pueblos trasluce realmente la confusión entre ellos y la dificultad de establecer fronteras a la que tanto alude el autor.

El problema de si los lidios y los mayones son el mismo pueblo o dos distintos lo plantea Estrabón por primera vez en su descripción de los territorios al interior de Eolia, Jonia y Caria (XII 8, 2), pero lo trata realmente al hablar de Sardes, la capital lidia, donde afirma que los lidios son llamados mayones por Homero y meyones por los autores posteriores, y que unos dicen que son los mismos, otros que distintos, pero que es mejor decir que son los mismos (XIII 4, 5, cf. XIII 3, 2). Heródoto (I 7) también afirma que meyones y lidios son el mismo pueblo, pero según autores más tardíos, como por ej. Diodoro, se trata de dos pueblos distintos. Esta cuestión, aún por resolver, ha dado lugar a diversas interpretaciones en la actualidad que, entre otros problemas, intentan explicar el hecho de que Homero no mencionara a los lidios pero sí a los mayonios. Una de las interpretaciones más plausibles es la de G. Radet, que explica las diferencias afirmando que lidios y mayonios son dos ramas de un mismo pueblo, cuya soberanía ejerció la rama mayonia primero y después, a partir de Giges, la lidia 34 . Según documentos más tardíos, especialmente de época romana, Mayonia era sin duda una parte de Lidia, la región noreste del país, donde se encuentra la Catacecaumene.

Por otra parte, Estrabón menciona en diversos lugares la confusión de los lidios y mayones con los misios, recurriendo de nuevo a fuentes prehelenísticas (Janto el lidio y Menécrates el elaíta) para transmitir una explicación etiológica lingüística que relaciona a los misios con los lidios (XII 8, 3) y afirmando tan pronto que la Catacecaumene (una región lidia) es considerada misia por unos autores y maionia por otros (XII 8, 12; XIII 4, 11), tan pronto que está ocupada por lidios y misios (XII 8, 18), o que alrededor del Tmolo habitan lidios, misios y macedonios (XIII 4, 5), y que detrás de los lidios están los misios y la ciudad de Filadelfia (XIII 4, 10). Según P. Debord, la confusión existente por parte de Ptolomeo, Plinio y otros respecto a los misios y mayonios se debe a que la población misia desempeñó un papel muy importante en la repoblación de la Catacecaumene en tiempos del reino de Pérgamo 35 .

También los frigios, de cuyo origen todo lo que dice es que cruzaron desde Asia después de la guerra de Troya (XIV 5, 29), eran objeto de confusión con los misios (XII 8, 2). Y también había confusiones con otros pueblos, como cuando los poetas, especialmente los trágicos, igual que llaman frigios a los troyanos, a los misios y a los lidios, también llaman carios a los licios (XIV 3, 4). En general, Estrabón explica las confusiones por dos motivos principales: en primer lugar por las invasiones de otros pueblos 36 , motivadas sobre todo por la fertilidad de las tierras al oeste del Halis y sobre todo en la costa (XII 8, 4), como ocurre con las invasiones de las amazonas en la costa eolia y jonia, o con las de distintos pueblos en Cos y Rodas (XII 8, 6, citando a Homero), que a su vez motivaban problemas de delimitación de fronteras, como en el caso de los frigios y misios (XII 4, 4), y en segundo lugar por la falta de claridad de los autores antiguos (XII 8, 7).

La mayor parte de los excursus, cambios en el orden lógico de la descripción, interrupciones etc. se deben a comentarios sobre los pueblos, y así ocurre con las digresiones más largas de estos cuatro libros de Asia cistáurica: la de los cálibes en la costa del Ponto Euxino (XII 3, 19-27), la general sobre las confusiones entre pueblos y los motivos por los que se producen (XII 8, 2-7), la del sentido de barbarophonoi aplicado a los carios (XIV 2, 28) y la de los pueblos de la península anatólica (XIV 5, 22-29), todas ellas partiendo de Homero y utilizando fuentes arcaicas y clásicas por un lado (Éforo, Tucídides) y comentaristas helenísticos de Homero por otro (Apolodoro, Demetrio).

Nuestra traducción

Nuestra traducción es la primera al español de los libros XI a XIV de la Geografía de Estrabón. Traducciones existentes en otras lenguas son la de F. Lasserre (Les Belles Lettres) al francés (sólo libros XI y XII), la de H. L. Jones (Loeb) al inglés y la de P. Theodoridis, ∑τρáβων, Гεωγραφικά , Atenas, 1994, con notas, al griego moderno.

Aunque hemos cotejado distintas ediciones, sobre todo en los pasajes problemáticos, la edición de partida para nuestra traducción de los libros XI y XII ha sido la de F. Lasserre (Les Belles Lettres), por ser la que contiene un aparato crítico más completo. Para los libros XIII y XIV, no aparecidos todavía en Les Belles Lettres, hemos tomado como punto de partida la de H. L. Jones (Loeb) que, aunque mucho menos exhaustiva en cuanto al aparato, tiene la ventaja de ser más conservadora.

Nuestra intención ha sido respetar el estilo de Estrabón, a veces un poco coloquial e incluso descuidado, y reflejar de la mejor manera posible en español los problemas que encierra la lengua estraboniana, sobre todo en cuanto a la terminología geográfica y urbanística se refiere. Existe una gran variedad de términos usados muchas veces como sinónimos, otras, sin embargo, con ligeras variantes de matiz, sin que se pueda saber siempre la acepción más o menos técnica de un uso concreto, por ejemplo de las variantes para un accidente orográfico o, sobre todo, de los muchos términos usados para los distintos núcleos urbanos. Aparte de los dos términos concretos y claramente diferentes, pólis y kṓmē, que equivalen respectivamente a ciudad y aldea, existen otros muchos, como pólisma, políchnion o kōmópolis, que en unos casos son difíciles de distinguir de uno de los dos anteriores dos, en otros reflejan un núcleo urbano intermedio, y que, en general, son difíciles de distinguir entre sí y traducir adecuadamente 37 . La terminología relativa es otro de los problemas del texto estraboniano, de importancia para la interpretación geográfica. Las expresiones «fuera del Tauro» y «dentro del Tauro», aunque en conjunto están bien definidas, pueden en ciertos casos tener el sentido contrario al normal, lo mismo que las preposiciones que indican «hacia arriba» y «hacia abajo», y otras muchas expresiones, típicas en parte del lenguaje de los periplos. En general el punto de partida para las referencias a los grandes accidentes geográficos que delimitan las distintas zonas de Asia es el de los griegos, y el de las referencias a lugares concretos suele ser la cercanía al mar o a la montaña 38 .

La expresión frecuente y bastante vaga kath’ hēmâs (XII 1, 2; 4, 51; 5, 1; 6, 3; 8, 20; 13, 1, 27, 39), que hemos traducido literalmente por «en nuestra época», es especialmente frecuente en la descripción de Asia Menor, y en muchos de los casos se utiliza para situar cronológicamente a otros intelectuales que vivieron en la época de Estrabón. Parece referirse a la época en que nació al autor, más o menos a la época de la reorganización de Asia por Pompeyo en el 65-63 a. C., como demuestra el contexto en muchos casos y el hecho de que aparezca con verbos en pasado y a veces se utilice en oposición a «ahora» con verbos en presente o a «hace mucho tiempo» referido a la época anterior a la muerte de Mitrídates 39 .

La identificación de los topónimos que aparecen en el texto de Estrabón se encuentra en los índices correspondientes. Cuando la identificación es problemática, o sólo es posible una localización aproximada, se encontrarán las aclaraciones pertinentes en las notas a pie de página. Para dicha identificación nos hemos basado principalmente en los detallados comentarios de Lasserre para los libros XI y XII y, en general para los cuatro libros, en el reciente Barrington Atlas of the Greek World, Princeton-Oxford, 2000, editado por R. J. A. Talbert.

Tampoco aparecen en las notas las correspondencias en kilómetros de los estadios. Estrabón usa un estadio que equivale a 1/8 de la milla romana (= 1500 m.), es decir, a 187,5 m. Como Eratóstenes es una de las fuentes principales, la principal para las medidas de las grandes distancias, muy a menudo Estrabón utiliza el estadio eratosténico, que equivale a 157,5 m. 40 . A veces es difícil saber qué tipo de estadio está utilizando el autor. A continuación ofrecemos una lista de correspondencias.




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1 Para una probable fecha de composición de los libros XI y XII entre el 17 y el 19 d. C. cf. LASSERRE, Strabo XI, págs. 4 s.; Strabo XII, págs. 6-10.

2 Esta división resultó problemática al no ponerse de acuerdo las partes afectadas en el carácter cistáurico o transtáurico de Panfilia (cf. POL., XXI 24, 7, 46, 11). Para la historia de la delineación de Asia en la geografía antigua v. PRONTERA, «Sobre la delineación…», en quien se basa esta breve exposición; Id., «Dall’ Halys al Tauro. Descrizione e rappresentazione nell’Asia Minore di Strabone», en BIRASCHI -SALMERI (eds.), Strabone…, págs. 93-112; J. S. ROMM, The Eadges of the Earth in Ancient Thought, Princeton, N. York, 1992.

3 Cf. al respecto T. GNOLI «Il Ponto e la Bitinia», en BIRASCHI -SALMALMERI (edd.), Strabone…, págs. 550-5.

4 Para las fuentes usadas por Estrabón en los libros XI y XII, cf. LASSERRE, Strabon XI…, págs. 7-30; Strabon XII…, págs. 12-36; para un repertorio de las citas nominales en el libro XI, v. R. NICOLAI, en TRAINA (ed.), Studi…, págs. 112-126; para las citas de los libros XI-XIV, ordenadas cronológicamene y por temas, D. AMBAGLIO, «Frammenti e tracce di storiografía», en BIRASCHI -SALMERI (eds.), Strabone…, págs. 75-85, que destaca una mayor presencia de citas nominales para aspectos geográficos que históricos, a pesar de que el componente histórico es mayor en estos libros. Para las fuentes en la descripción de Panfilia, v. R. ARENA, «La Panfilia», en op. cit., págs. 474-479.

5 En general parece que esta fuente primaria no suele ser indicada expresamente, reservándose las citas nominales para los casos en los que el autor quiere mantener una distancia o expresar su desacuerdo con dicha fuente. Cf. C. A. CIANCAGLINI, en TRAINA (ed.), Studi…, pág. 12.

6 Cf. W. R. KAHLES, Strabo and Homer. The homeric citations in the Geography of Strabo, Chicago, 1976; A. M. BIRASCHI, «Strabone e la difesa di Omero nei prolegomena», en PRONTERA (ed.), Strabone…, págs. 127-153; EAD ., «Omero nei libri straboniani sull’ Asia Minore», en BIRASCHI -SALMERI (eds.), Strabone…, págs. 45-72.

7 Cf. M. P. DE HOZ , «Los héroes en la Anatolia de Estrabón», Kernos Suppl. 10(2000), 397-408.

8 Cf. B. TISÉ , «Strabone, 1’ ecumene romana e la monarchia macedonia», en TRAINA (ed.), Studi…, págs. 134-6.

9 Precisamente en los libros XI-XIV se encuentran catorce de las treinta y tres menciones a Heródoto que hay en la Geografía (AMBAGLIO, op. cit. en n. 4, pág. 78). Para la utilización crítica de Heródoto por Estrabón, v. L. PRANDI («Critica di Strabone alla Geografia di Erodoto», en M. SORDI (ed.), Geografia e storiografia nel mondo classico, Milán, 1988, págs. 52-72), que llega a la conclusión de que Estrabón no conoce a Heródoto directamente, sino a través de una transmisión antiherodotea.

10 Cf. F. LASSERRE, «Strabon devant l’Empire romain», en ANRW II 30, 1, Berlín-Nueva York, 1982, pags. 880 ss.

11 Para esta última cuestión cf. la introducción de García Blanco al primer tomo de la Geografía en esta colección y G. W. BOWERSOCK , «La patria di Strabone», en BIRASCHI -SALMERI (eds.), Strabone…, págs. 12-24.

12 Sobre la presencia de Alejandro Magno en la Geografía de ESTRABÓN, cf. B. TISÉ, op. cit. en n. 8, págs. 127-140.

13 Para las menciones de Arquelao en Estrabón, v. S. PANICHI, «La Cappadocia», en BIRASCHI -SALMERI (eds.), Strabone…, págs. 530-533.

14 Cf. LASSERRE, loc. cit. en n. 1. Para el tratamiento de los aspectos históricos relacionados con la expansión del poder romano y del territorio del imperio v. id., op. cit. en n. 10, págs. 867-896.

15 Cf. F. TROTTA, «Strabone e l’Asia Minore: Politeiai e Gradi di civilizzazione», en BIRASCHI -SALMERI (eds.), Strabone…, págs. 191-193.

16 Sobre la oposición barbarie-civilización en la obra de Estrabón, v. E. CH. L. VAN DER VLIET, «L’ethnographie de Strabon; ideologie ou tradition?», en PRONTERA (ed.), Strabone…, págs. 27-86; P. THOLLARD, Barbarie et civilisation chez Strabon, París, 1987 (aunque dedicado a los libros III y IV, con un estudio general); TROTTA, op. cit. en n. 15, págs. 189-208.

17 Sobre el aspecto económico, v. D. FORABOSCHI, «Le categorie economiche di Strabone», en BIRASCHI -SALMERI (eds.), Strabone…, págs. 143-155.

18 Cf. P. DESIDERI, «Strabone e la cultura asiana», en BIRASCHI -SALMERI (eds.), Strabone…, págs. 25-42; N. LURAGHI, «La Jonia», en op. cit., págs. 361 s.

19 Sobre estos estados templarios, v. E. OLSHAUSEN, «Der König und die Priester», Stuttgarter Kollokium zur Historischen Geographie des Altertums, Bonn, 1987, págs. 187-204.

20 Muchos de estos cultos pertenecen al zoroastrianismo, religión que se extendió por gran parte de Asia con la dominación persa y cuyos dioses principales son Ahura Mazda, Mitra y Anaitis, a veces invocados respectivamente como Zeus, Ártemis (o Selene) y Helio en zonas helenizadas. Para la posible relación de Men con una divinidad persa, v. n. 172 en el libro XII. Sobre el zoroastrianismo en época helenística y romana en Asia Menor y en territorios asiáticos de ocupación irania v. M. BOYCE -F. GRENET, A History of Zoroastrianism III, Leiden, N. York, Copenhague, Colonia, 1991.

21 Cf. P. DEBORD, Aspects sociaux et économiques de la vie religieuse dans l’Anatolie gréco-romaine, Leiden, 1982, págs. 83-87.

22 Cf. A. ARCHI, «Cittá sacre d’Asie Minore: I1 problema dei laoi e l’antefato ittita», Par. Pass., 30 (1975), 329-44; DEBORD, op. cit., págs. 163-165; L. BOFFO, I re ellenistici…; S. ISAGER, «Kings and Gods in the Seleucid Empire. A question of landed property in Asia Minor», en P. BILDE et al. (eds.), Religion and religious practice in the seleucid kingdom, Aarhus, 1990, págs. 79-90.

23 Sobre la piratería en Cilicia, v. H. A. ORMEROD, Piracy in the Ancient World, Chicago, 1967, págs. 190-241; MUTAFIAN, La Cilicie, págs. 217-228.

24 Strabo XII , pág. 156, n. 2 a pág. 64.

25 Cf. HERÓD. VII 20, 75, para el paso contrario de Asia Menor a Europa.

26 G. MIHAILOV, Thrace before the Persian entry into Europe, en J. BOARDMAN (et al.), CAH III 2, Cambridge, 1991, pág. 598 s.; CL . BRIXHE -A. PANAYOTOU, «Le Thrace», en FR . BADER (ed.), Langues in-do-européetmes, París, 1994, págs. 181-183.

27 MIHAILOV, op. cit ., pág. 605.

28 Sobre los mariandinos, de origen tracio con seguridad, v. D. DETSCHEW, Die thrakischen Sprachreste, 1957; A. AVRAM, «Bemerkungen zu den Mareandynoi», Studii Clasice 22 (1984), 19-28.

29 Sobre esta cuestión, v. MUTAFIAN, La Cilicie, págs. 95-98.

30 Cf. F. CASSOLA, «I Cari nella tradizione greca», Par. Pass. 12 (1957), 192-209; PRANDI, op. cit., págs. 66-68. Sobre la lengua, cf. n. 116 en el libro XIV.

31 R. KATICIC, Ancient Languages of the Balkans, París, 1976, págs. 22-25.

32 Der Neue Pauly 7, Stuttgart, 1999, págs. 39 s.

33 El propio ESTRABÓN ofrece una historia de la tradición historiográ-fica griega sobre los pelasgos (V 2, 4). Cf., sobre este pueblo, KATICIC, op. cit ., págs. 19-22; M. SAKELLARIOU, Peuples préhelleniques d’origine indoeuropéenee, Atenas, 1977, págs. 81-230. Para las distintas fuentes y versiones antiguas sobre léleges, pelasgos y carios en esta zona v. ID, La migration…, págs. 361-5, 414-426,430-434.

34 La Lydie et le Monde grec au temps des Mermnades, París, 1893, págs. 50 ss. Cf. para otras interpretaciones, M. V. LI GOTTI MACRÌ , Κɑβηλέες δὲ oἱ Μηΐоυες», Helikon 15-16 (1975-76), 486-495.

35 «La Lydie du Nord-Est», Rev. Et. Anc. 87 (1985/7), 348-349. Para más detalles sobre dicha confusión por parte de los antiguos v. id. pág. 347. Para la relación cultural entre Maionia y Misia y la existencia de numerosas inscripciones al sur del Simav con mención de misios, v. CHR . NAOUR, «Inscriptions du Moyen Hermos», Zeit. Papyr. Epigr. 44 (1981), 11 ss.

36 Por ejemplo, las invasiones tras la guerra de Troya producen confusiones entre pueblos en la Tróade (XII 8, 7; XIII 1, 8) y las invasiones de léleges y carios cambios en Caria y Licia (XII 8, 5).

37 Cf. al respecto P. PÉDECH, «La géographie urbaine chez Strabon», Anc. Soc. 2 (1971), 234-253; L. BOFFO, «Il lessico dell’ insediamento nei libri straboniani sull’ Asia Minore», en BIRASCHI -SALMERI (eds.), Stra-bone, págs. 112-155.

38 Sobre estos problemas, v. P. JANNI, «Tradurre i testi geografici: l’esemplo di Strabone» en F. PRONTERA, Strabone…, págs. 87-97; R. NI-COLAI, «Un sistema di localizazione geografica relativa. Aorsi e siraci in Strab. XI 5, 7-8», en op. cit., págs. 99-125; H. STǙRENBURG, Relative Ortsbezeichnungen, Leipzig, 1932. J. THORNTON, «Al di la e al di qua del Tauro: una nozione geografica», Riv. Cult. Class. Mediov. (1995), 97-126.

39 Sobre esta cuestión v. S. POTHECARY, «The expression ‘our times’ in Strabo’s geography», Cl. Phil. 92 (1997), 235-46: CLARKE, Between geography…, págs. 242-244.

40 Para el estadio de Estrabón, cf. F. HULTSCH, Griechische und römische Metrologie, Graz, 1971 (= 1882), pág. 59 s., 65. Las conversiones de LASSERRE en sus notas a los libros XI y XII responden a una equivalencia de este estadio con 185 m. Sobre el estadio eratosténico, v. HULTSCH, op. cit., págs. 60-64; AUJAC, Strabon…, págs. 176-179.

Geografía. Libros XI-XIV

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