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Prefacio
ОглавлениеEn su introducción al presente trabajo, el autor se interroga sobre los alcances de un análisis que, en virtud de su contenido tanto como de su título, delataría lo que podría ser considerado como un anacronismo. Desde la perspectiva de lo que hoy día entendemos por economía, este supuesto anacronismo podría constituir un argumento que nos conduciría a dudar de la pertinencia y de la utilidad de un trabajo consagrado a Platón y la economía. Pero una vez sumergido en el universo recreado por este libro, el lector comprenderá que el término economía no tuvo siempre el sentido que hoy le atribuimos; que además de designar «los bienes y la institución del mercado como proceso de creación de precios según la relación entre la oferta y la demanda», la economía abarca una realidad mucho más amplia y compleja. La aprehensión de esta realidad en toda su complejidad pasa por el reconocimiento de lo que ningún pensador de la historia occidental ha logrado analizar con la lucidez y el rigor conceptual con que lo hizo Platón. En contra de la tendencia de los pensadores de su época a cantonar la economía al marco restringido del oikos y a subestimar la dimensión moral, política y social de las prácticas que aseguran la estabilidad y la supervivencia de la esfera doméstica, Platón es el primero en vislumbrar la naturaleza de «los vínculos de los fenómenos económicos con los planos antropológico, metafísico, ético y político, y sus repercusiones» sobre los mismos. Uno de los aportes más significativos del trabajo de Étienne Helmer a la exigua bibliografía sobre Platón y la economía reside justamente en el hecho de que, sin ignorar las tensiones entre algunos de los planteamientos propuestos en los numerosos diálogos que componen el corpus platónico y las transformaciones que se producen en el pensamiento del filósofo, este trabajo da cuenta no solo de la coherencia de la obra de Platón, sino también de la interdependencia entre sus reflexiones sobre la economía, la ética, la metafísica y la política.
El mérito de este ejercicio es tanto mayor porque, sin minimizar el grado de complejidad de la materia ni deformar su naturaleza, el autor logra restituir su coherencia y su unidad a una teoría de la economía cuya ausencia de sistematicidad y su dispersión a lo largo de la obra de Platón representan una dificultad importante para su análisis.
Además de lograr reconocer una teoría de la economía, cuyos fragmentos aparecen dispersos en los Diálogos, este ejercicio de pensamiento tiene el mérito de reconocer la actualidad de los fundamentos, las propuestas y los múltiples interrogantes que animan la reflexión del que Étienne Helmer designa, a justo título, como el inventor de una teoría filosófica de la economía. Al atribuirle a Platón la creación de una teoría filosófica de la economía, el autor propone una tesis cuya pertinencia se revela a medida que avanzamos en la lectura de los tres capítulos que componen este libro. Sin incurrir en anacronismos y guardando una postura crítica frente a esta doctrina, el autor de La parte de bronce revela la variedad y la riqueza de las herramientas de reflexión que nos ofrece Platón para analizar y cuestionar la naturaleza de nuestras prácticas y de nuestras instituciones económicas, de los apetitos, de los intereses y de los valores que las sostienen, de sus vínculos con la política y del papel que esta debería asignarle a la economía.
Sin ofrecer una respuesta definitiva sobre la posición de Platón frente a la economía, Étienne Helmer desarrolla una tesis novedosa según la cual, lejos de estigmatizar a la economía en sí misma, la crítica de Platón va dirigida contra las malas políticas y contra su incapacidad de regular la economía, de asignarle la función que le corresponde y de explotar su potencial en beneficio de la comunidad. Se trata, en otras palabras, de la necesidad de relativizar la idea de que Platón consideraría a la economía como un obstáculo mayor contra la planificación racional de la ciudad y contra la consolidación de los lazos de amistad de los que depende su unidad.
Surgida como respuesta a la voluntad de satisfacer las necesidades naturales que conducen a los hombres a asociarse, cuando la economía es abandonada a sí misma se transforma es una potencia destructiva que termina irremediablemente por despedazar el tejido social. Pero, lejos de considerar que la salvación de la ciudad residiría en la supresión de la economía, Étienne Helmer nos enseña que Platón es perfectamente consciente de la dependencia de la ciudad frente a la misma y de la fuerza cohesiva de una economía bien dirigida. Sumida a las reglas de una política auténtica, la economía representa una fuerza que no solo garantiza la supervivencia de las ciudades empíricas, sino que permite el acceso de sus miembros a una forma de humanidad más elevada y, valga la redundancia, más humana.
La elaboración de esta tesis pasa por un recorrido minucioso a través de los diversos ámbitos disciplinarios y de los diversos periodos de una doctrina filosófica cuyos alcances solo aparecen en el momento en que reconocemos la interdependencia entre las diversas esferas del pensamiento platónico. De este complejo ejercicio sorprende particularmente la claridad y la pertinencia de las consideraciones de Étienne Helmer sobre los vínculos entre dos ámbitos, en apariencia tan alejados, como la economía y la antropología. Concebida como respuesta a la satisfacción de las necesidades básicas, la economía revela toda su potencia destructiva en ausencia de una política capaz de contener la tendencia natural del ser humano a la desmesura y al acaparamiento ilimitado. De acuerdo con este planteamiento, las causas de esta tendencia nefasta residen en nuestra propia alma, en «esa parte maldita que nos habita». Si la parte divina o racional del alma humana eleva al hombre por encima de los placeres sensibles, la parte mortal1 es constantemente jalonada por poderosos deseos que una vez satisfechos la empujan hacia un nuevo objeto como nos lo enseña el Filebo2. Sometido a sus movimientos3, y marcado por el sello de la falta y de la imperfección, en su afán de apaciguar la insaciabilidad del alma mortal y su impulsión hacia la inabarcable totalidad, el cuerpo se abandona a todo tipo de excesos. La convicción ilusoria de que la riqueza material le permitirá satisfacer a voluntad su sed de totalidad se traduce en esa modalidad de la pleonexia que consiste en una propensión al acaparamiento y a la acumulación.
Pero si la antropología nos determina en cierta medida, la República y las Leyes dan cuenta de la poderosa influencia de la educación y de la política sobre la naturaleza de nuestras tendencias, atenuando, en cierto grado, la sombra antropológica que se desprende de los razonamientos del Timéo y del Filebo. Como lo expresa con lucidez Étienne Helmer, la carencia y la debilidad no representan una fatalidad: sin provocar una transformación radical, la educación tiene la potencia de frenar la propensión de los apetitos a proliferar y de modificar su orientación natural al idion en beneficio del koinon. Pero para alcanzar su finalidad, la educación debe ser reforzada por una concepción de la política radicalmente distinta a la que predomina en las ciudades empíricas. En lugar de plegarse a las reglas que le dicta la economía, la política, en tanto ciencia prescriptiva, debe asegurar una gestión estricta de la economía, imponerle sus límites y asignarle la función que le corresponde: asegurar el bienestar material de todos y cada uno de los miembros de la comunidad, de suerte que logren desarrollar su verdadera humanidad, y que, pese a los factores antropológicos que los condicionan, pongan la parte de bronce que los habita al servicio de una existencia orientada hacia finalidades más elevadas que la abundancia material.
Tras esta breve presentación dejo al lector en compañía de este universo vasto y complejo que Étienne Helmer nos permite vislumbrar a través de su lúcida y profunda comprensión de la economía en Platón; una interpretación que sin obliterar la complejidad de la materia, y sin ofrecernos respuestas, abre una serie de interrogantes y nos ofrece una serie de herramientas conceptuales para cuestionar la supuesta legitimidad de las instituciones y las prácticas que gobiernan la economía de las ciudades empíricas, y vislumbrar la remota, pero no por ello quimérica posibilidad de orientar dichas instituciones y dichas prácticas hacia finalidades más nobles y elevadas que las que aquellas les asignan.
En cuanto a los detalles formales de esta traducción, el lector observará ciertos cambios con respecto al texto original: una versión más concisa de la introducción, elaborada por Étienne Helmer tras la revisión de la primera versión del texto en español, la supresión de algunas notas al pie de página y la integración de otras tantas. Los pasajes citados de los Diálogos han sido traducidos por el autor de este libro.
Para terminar, quiero expresar mis sinceros agradecimientos al profesor Étienne Helmer por haberme confiado la traducción de su obra al castellano y al Fondo Institucional Para la Investigación (FIPI) de la Universidad de Puerto Rico por haberla financiado.
María del Pilar Montoya
1 R. IV, 439d; VIII, 580e; Lg. VI, 782d-783b.
2 Phlb. 31e-32a.
3 Ti. 42e-43a.