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Prólogo

El hombre solamente es importante si es verdad que un Dios ha muerto por él.

Nicolás Gómez Dávila (1992, p. 71)

En el relato autobiográfico de Sohrab Amhari, un iraní ateo y marxista con educación islámica, cuenta que se encontró un día leyendo por casualidad el evangelio de Mateo. El autor refiere que los primeros 25 capítulos no supusieron nada especial para él, que no lo impresionaron demasiado. Sin embargo, “todo cambió cuando llegué al capítulo 26, la narración de la Pasión. Recuerdo que me incorporé y leí con atención, cuando antes había estado hojeando lánguidamente. Contra todas mis inclinaciones y todos mis instintos, la narración del evangelista me fascinó” (2019, p. 62).

Las palabras que le generaron tanto interés fueron: “Cuando acabó Jesús todos estos discursos, dijo a sus discípulos: ‘Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado’” (Mt 26,1-2). Le impresionó que en dos versículos quedara cristalizada la doble tragedia de la pasión: de una parte, que se condenara y ejecutara a un inocente; y, por otro lado, que ese hombre se entregara voluntariamente a la humillación aunque era omnipotente. La conclusión de aquel futuro católico fue que, si bien el cristianismo “no dejaba de ser tan falso como cualquier religión, no era fácil desecharlo; algo había en el mito del sacrificio de Cristo que trascendía la historia y la lucha de clases” (Amhari, 2019, p. 63).

Comenzamos nuestro itinerario por el pasaje más crucial de la vida de Jesús con un testimonio contemporáneo, que nos ayuda a valorar la trascendencia de los eventos que consideraremos en estas páginas. Y es que el misterio de la pasión del Señor ha removido muchas conciencias a lo largo de la historia. La fuerza del sacrificio del cordero pascual sigue confrontando a las personas que, al considerar esas escenas, caen en la cuenta de que no son simples relatos del pasado sino que conservan su actualidad: que somos protagonistas de esos hechos, tanto porque formamos parte de la multitud culpable como porque somos beneficiarios de aquel holocausto.

Estas páginas aspiran a ser un retiro espiritual, un rato de conversación con Dios sobre los momentos definitivos de Jesucristo y de la humanidad entera y, por tanto, de nuestra vida personal. De esa manera, se espera hacer vida el anuncio que el papa Francisco hizo a los jóvenes:

Ese Cristo que nos salvó en la Cruz de nuestros pecados, sigue salvándonos y rescatándonos hoy con ese mismo poder de su entrega total. Mira su Cruz, aférrate a Él, déjate salvar, porque “quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento” (2013b, n. 1). Y si pecas y te alejas, Él vuelve a levantarte con el poder de su Cruz. Nunca olvides que “Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría” (2013b, n. 3). (2019, n. 119)

La Madre de Jesús es una de las pocas personas fieles al Señor en el Calvario. A ella le pedimos que la meditación de este libro nos ayude a una nueva conversión, a recomenzar cada día nuestra lucha para unirnos al sacrificio redentor de acuerdo con su enseñanza: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga” (Mc 8,34).

Bogotá, 6-10-2020

La pasión de Jesús

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