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Prometeo, gracias por el fuego: el dios que nos regaló la tecnología

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Hay varias versiones del mito de Prometeo, pero todas coinciden en que intentó engañar a los dioses del Olimpo para salvar a los hombres entregándoles el conocimiento técnico y el fuego, o variantes de estos dones, como el lenguaje47.

El relato se remonta a un tiempo en que ya existían los dioses pero aún no habían creado a los seres vivos. Para darle vida a las diferentes especies decidieron modelarlas con una mezcla de tierra y fuego. Para distribuir las cualidades entre los mortales eligieron a los hermanos Epimeteo y Prometeo. El primero le imploró a su hermano que le permitiera realizar esa tarea y le prometió que solo tendría que juzgar su trabajo al final. Prometeo accedió.

Epimeteo les dio velocidad a algunas criaturas y a otras les dio fuerza. Fue así como dotó a las diferentes especies con características propias que les ayudaran a sobrevivir. En la distribución balanceó el poder de unas contra otras de forma de evitar la mutua destrucción. Luego de las cualidades para defensa y ataque les otorgó protección contra las inclemencias del clima. A algunas les dio piel gruesa para escudarlas del calor y del frío, a otras pieles, a otras plumas, y así a todas las demás. Una vez que les había otorgado habilidades para defenderse de otros y del clima les hizo consumir distintos alimentos. Algunas se alimentarían con hierbas, otras con frutas, otras con raíces, otras con carne. Hizo que los depredadores fueran escasos en número y que sus víctimas se reprodujeran en abundancia para mantener su especie.

Pero Epimeteo, haciendo honor a su nombre (que significa cosas como “el que comprende después”, el que “actúa sin reflexionar” y el que “va siempre un paso atrás”), no era muy sabio y despilfarró los recursos antes de dar alguna cualidad a los hombres. Al final del reparto los humanos quedaron desnudos, con limitada fuerza y sin armas naturales. Quedaron a merced del clima y de las otras especies. Cuando se dio cuenta del error, era tarde para arreglarlo.

Prometeo (que en oposición a Epimeteo significa “el que comprende antes”, “el que reacciona rápido, sagaz, pícaro”) fue a controlar el trabajo hecho por su hermano. En seguida se dio cuenta de que estaba frente a una situación crítica sobre la que debía actuar rápidamente. Como no había más habilidades disponibles, decidió robar la capacidad técnica a Atenea. Pero nadie engaña a los dioses y sale indemne. Cuando se enteró Zeus, se vengó privando a los hombres de las habilidades políticas que permiten la convivencia. La maestría sobre la política es propiedad de Zeus y ni Prometeo podía quitársela.

Con las herramientas que les dio Prometeo, los hombres solo podían sobrevivir en pequeños grupos, ya que no tenían capacidad política para sostener asociaciones mayores. Para evitar que los hombres se exterminaran entre sí, Zeus encargó a Hermes que les entregara dos características adicionales: la vergüenza y el sentimiento de justicia.

Explica Balaban que Epimeteo, Prometeo y Zeus cumplen diferentes funciones en el mito.

En primer término, Epimeteo le ruega a Prometeo que le permita hacer el trabajo. Lo hace por la tarea misma, por pura diversión. Epimeteo no está orientado a resultados, sino que lo mueve el placer de realizar una distribución ingeniosa y creativa, pero “es incapaz de sacrificar placer en función de resultados futuros”48. Esta forma de actuar no se limita a evitar el dolor sino que busca el placer49. El placer de Epimeteo no es físico, se trata de un placer que podríamos llamar “intelectual”. Para él la repartición de dones no era un trabajo sino un auténtico gusto, por eso no realizaba la distribución pensando en metas o en las consecuencias de sus decisiones.

Epimeteo disfrutaba distribuyendo las cualidades y ayudando a las especies, pero no lo hacía por altruismo ni egoísmo, él estaba más allá de esas valoraciones. Lo hacía porque le gustaba emplear su tiempo en el trabajo. Es el principio del consumo, así como Prometeo es el principio de la producción y Zeus el de la moral. Un acto placentero es un acto de consumo. El placer no implica la inacción, por el contrario, Epimeteo se lanza a una actividad altamente creativa. Pero no es una actividad con fines productivos como la de Prometeo, sino una actividad por la actividad misma, ya que en ella reside el placer. Epimeteo fue el primer workaholic del que se tenga registro.

La falta de planeamiento de Epimeteo se ve en el hecho de que le da al león garras y dientes afilados, y solo luego de darse cuenta de ello provee al ciervo de piernas rápidas y fertilidad para que la especie no sea exterminada por los leones. Desde el punto de vista de Prometeo –interesado por la productividad y la eficiencia– su hermano es un auténtico desastre. Para Epimeteo el “éxito” o el “fracaso” no se miden por los resultados: “éxito” es pasarla bien. El placer del momento no se cambia por nada. Su naturaleza no responde a ningún “plan”, ni a la búsqueda de una “armonía preestablecida” entre las especies. Esa visión es externa y ad hoc. Sucede que al ver la obra terminada se crea la sensación de armonía.

Epimeteo es el dios del consumo mientras que Prometeo es el dios de la producción. El placer de consumir y la productividad son dos de los tres valores básicos que conforman la motivación humana. El tercero es la virtud política, comprendida en la figura de Zeus y que consiste en la habilidad de disciplinar los instintos prometeicos y epimeteicos.

A diferencia de su hermano, a Prometeo lo motiva la posibilidad de alcanzar una meta. Por ende, evalúa las tareas por sus resultados. Los objetivos están fijados antes de comenzar la acción, son los que sirven para evaluar el “éxito” o el “fracaso” de la actividad. “Los valores relevantes de Prometeo son eficiencia, beneficio y utilidad, valores que lo guían en su actividad”50. El trabajo es un peso y un compromiso. Como “peso” que es, debe ser realizado mediante el menor consumo de recursos posible, incluyendo el tiempo que demande. Por eso Prometeo acepta gustoso que otro realice la tarea de repartir habilidades, ya que solo le interesa el resultado final; por eso se reserva la autoridad para controlar lo hecho por su hermano.

Prometeo es el dios de la prospectiva, de la estrategia, del planeamiento, de la ingeniería industrial. El trabajo productivo es el ejemplo por excelencia de la actividad orientada a resultados. El conocimiento técnico y el fuego son las herramientas que dotaron de eficiencia a la actividad humana. Él representa la ética de la eficiencia, que está dispuesta a sacrificar el placer en el presente en función de los resultados futuros. Adora cualquier tecnología que sirva para conseguir sus fines. Prometeo es el más nerd de los dioses.

Prometeo es el arquetipo del pensamiento productivo, mientras que Epimeteo encarna el pensamiento creativo. Cada uno de ellos da diferente sentido a la expresión del “valor”. Por un lado, el “valor de uso” (Epimeteo) y por otro el “valor de cambio” (Prometeo)51, anclado en el paradigma de la racionalidad productiva, de la división del trabajo, de la especialización, de la eficiencia, de las metas, de la utilidad y de la cuantificación.

Una primera lectura de los valores prometeicos nos haría asimilar su ética a la protestante, propia del espíritu capitalista, tal como la describiera Max Weber52. Una ética del trabajo diferente a la de aquellos pueblos mediterráneos íntimamente ligados a los de la Magna Grecia. Por eso no es casual que su figura dorada adorne el Rockefeller Center, la meca del capitalismo53 en la década de 1920, ubicado en Nueva York. Tal vez deberían haber realizado otra estatua para Epimeteo, el dios del consumo, la otra pata del capitalismo.

Para la ética protestante el trabajo es un fin en sí mismo. El mero hecho de trabajar hace a la gente virtuosa y la acerca a Dios. Vimos que Prometeo no se muestra en absoluto adepto al trabajo: apenas su hermano le ofrece hacer la tarea de repartir las habilidades, acepta gustoso. Declina realizar el trabajo en persona justamente porque está orientado a metas: si el “tonto” de su hermano quiere trabajar, pues que lo haga, en la medida que se consigan los resultados esperados.

Otro detalle importante es que ningún monoteísta en su sano juicio se atrevería a desafiar al Creador, mientras que Prometeo no solo intenta engañar a Zeus sino que hasta les roba a los dioses del Olimpo con tal de cumplir sus metas.

A Prometeo le atrae la técnica porque es el camino de la eficiencia. La eficiencia es medible por medio de una ecuación sencilla: menos recursos usados para conseguir un fin, mayor eficiencia.

Luego de declarar a Prometeo como el primero de los conquistadores modernos, dice Albert Camus que toda revolución se realiza siempre contra los dioses54. La revolución es una reivindicación del hombre contra su destino. Mientras Dédalo reivindica a los dioses, enfocando su picardía contra los hombres, Prometeo emplea la suya para rescatar a los últimos. Pero, según hemos visto en esta interpretación del mito, Prometeo no se parece en nada a un revolucionario. Prometeo es un dios que “quiere pasarse de listo” con los dioses del Olimpo, vencedores en la guerra contra sus padres, solo para cumplir sus metas. Es un rebelde que se resiste a respetar el poder establecido, y Zeus no lo va a tolerar.

Como castigo a su impertinencia Zeus lo hizo encadenar a una roca y envió a un águila a comer su hígado. Como Prometeo era inmortal, el órgano volvía a crecer y de nuevo el águila lo devoraba. Su castigo debía durar por toda la eternidad, pero Heracles lo liberó con permiso de Zeus.

Al final del día Prometeo ganó. Su fin era que se cumpliera la tarea de repartir las habilidades a todas las especies de manera equitativa y, en ese sentido, la “picardía” de robar el fuego y la técnica lo condujo al éxito. En los mitos griegos, cuando los más débiles se enfrentan a los poderosos tienen carta blanca para emplear métodos “no convencionales”, y siempre se salen con la suya. Como dijo Bill Gates, cuídate de los nerds que algún día serán tus jefes...


La estatua de Prometeo en el Rockefeller Center de Nueva York es el homenaje al dios que le regaló el fuego a los hombres, ubicado en la meca del capitalismo. Google Street View.

El mercado de la salvación

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