Читать книгу Tratado de las réplicas - Evagrio Póntico - Страница 7
ОглавлениеCARTA DE EVAGRIO A LUCIO
HE VISTO LA CARTA DE VUESTRA SANTIDAD, en la cual ampliamente demuestra su amor por nosotros y nos ordenaba enviaros alguno de nuestros trabajos que yo no habría enviado espontáneamente, habida cuenta de tu prudencia. Pero ahora, ya que se me ha ordenado, he obedecido enseguida y te he mandado el Tratado de las réplicas, para que puedas leerlo, corregirlo, y completar lo que falte, en caso de que hayamos descrito alguno de los pensamientos inmundos de forma imprecisa o no hayamos encontrado la réplica correcta que se le oponen. Confieso a vuestra reverencia que hasta ahora no he comprendido los pensamientos demoníacos como debiera porque frecuentemente he recibido ataques por parte de ellos y, tras vuestra partida, he soportado sufrimientos indecibles a causa de ellos. Pero ahora alabo al Señor por las cosas que he escuchado y aprendido sobre vos, tal como lo pedí.
Sed para mi, por tanto, un anunciador de la continencia, un oyente de la humildad y un destructor «de razonamientos y toda altanería que se levanta contra el conocimiento de Cristo» [2 Cor 10:4-5], para que en el momento de la oración el intelecto tenga la franqueza de expresión que pertenece a aquellos que transcienden estos pensamientos, y para que el intelecto no sea agobiado o doblegado, porque es aporreado por la ira o apartado por el deseo. Tales cosas suceden a las personas irascibles o glotonas que no practican la abstinencia durante el día y por ende no escapan a las ilusiones malvadas durante la noche.
Vos también sabéis a través de nuestro Señor Jesús que la lectura de las Sagradas Escrituras es muy útil para la purificación porque aparta al intelecto de las ansiedades visibles del mundo, de las cuales brotan las perversidades de los pensamientos impuros, los cuales, a través de las pasiones, ciegan el intelecto y lo atan a las cosas corporales. No dudéis, pues, en hablar con los hermanos, en leer las Escrituras a la hora designada, en no «amar el mundo o cualquier cosa del mundo» (1 Jn 2:15), y en vigilar los pensamientos, lo cual es un ejercicio que funciona como un veneno contra los lobos y al que los demonios odian mucho[1].
Cuando la batalla ocurre en el discernimiento, este se llena con muchos pensamientos, pero crea una gran pureza de pensamiento porque los demonios ya no pueden acusar o burlarse del alma. Porque, así como la sabiduría práctica está asignada a juzgar razonablemente los asuntos prácticos, así también al discernimiento le están encargadas las impresiones que ocurren en el pensamiento, discerniendo los pensamientos sanos de los profanos, y los limpios de los sucios. Y, según el decir profético, el discernimiento tiene la experiencia de los trucos de los demonios burladores, que imitan a la percepción y a la memoria en orden a engañar al alma racional que lucha por el conocimiento de Cristo.
5. Así pues, todo aquel que se haya alistado en este ejército debe pedir discernimiento al Señor sin descuidar las cosas que contribuyen a la recepción de este don, las cuales son, para resumir, el auto control, la mansedumbre, la vigilia, el retiro y las oraciones frecuentes, que son apoyadas por la lectura de las Sagradas Escrituras, porque nada es tan conducente a la oración pura como leer. La práctica ascética bloquea las pasiones destruyendo el deseo, la pena y la ira; pero la lectura que la acompaña suprime incluso el amor por las representaciones transfiriendo [el intelecto] al conocimiento informe, divino y simple, que el Señor nombró simbólicamente en los evangelios como «habitación» [Mt 6, 6], haciendo referencia al Padre escondido.
[1] Evagrio suele llaman “lobos” a los mismos demonios (cf. De diversis malignis cogitationibus XVII, PG 79, 1229), y también “ladrones de pensamientos” puesto que roban nuestros pensamientos a través de las pasiones.