Читать книгу Sugestión - Fabián Capdevila - Страница 4
ОглавлениеPrólogo
21 de abril.
Mes en donde las hojas opacan su color y decoran las veredas con sus relieves amarillentos. Donde el lozano de la naturaleza desaparece, quitando el color con la suficiente voracidad de no consultar sus decisiones.
Y yo aquí. Asimilando cada pensamiento que rebota en mí pecho. Mientras el frio interior de esta casa permite abrir un paréntesis en el tiempo para desmembrar mi reminiscencia.
¿Preguntándome? si yo no seré igual que una hoja, porque mi vida cambio desde su raíz, en donde el suelo frio y seco sería mi último refugio.
Recuerdo mi niñez hasta llegar a la madurez con nostalgia, muchas decisiones tomadas sin consultar que fueron dando lugar a mi incertidumbre actual.
Hoy por primera vez abrí mis ojos, por primera vez pude sentir el calor del sol, el frio de la noche, el dolor que encierra la oscuridad cuando greña el alma.
Confieso que Dios, para mí, solo fue una deidad imaginaria, un monumento en el centro de una plaza donde las palomas y turistas la usaban de escusado y deseos egoístas.
Confieso que entristecí a mi señora antes de que ella dejara este magro mundo, toque su corazón al mismo tiempo que robe su inocencia.
Confieso que antes de esta noche solo creí en mi existencia. Estaba equivocado...
El ruido al caer gotas gruesas y saladas sobre el papel, marcaba el arrepentimiento de Leo Bethona.
... cierro los ojos y recuerdo todo.
La aspereza de su voz engendrando la semilla de la muerte. Puedo olerlo, de la misma forma que un perro husmea el peligro. No solo me siento una hoja marchitándose, también un animal que no solo olfatea la amenaza, asimismo por lo que percibe acechando oculto en la oscuridad.
En este momento mi aliento es solo una expresión de que aun mi cuerpo no se pudrirá, pero no significa que esté vivo, mi alma se encuentra moribunda, pudriéndose en algún rincón, quejándose, por no alimentarla. Esperanza, es la forma de esperar lo mejor, aun sabiendo que el torbellino pueda matarte.
Nunca pensé que llegaría el día en donde mis ojos miraran al cielo y dijera su nombre con arrepentimiento en mis labios. Ohhh¡¡ Dios!!! Te pido perdón por mis pecados...
“Escribe... no pienses” es la frase por la cual volví a mi manuscrito. Y tal cual expresa la frase, me niego a pensar mientras la tinta resbala por la hoja en blanco.
Dejo que mi mano guie la pluma, que ella suprima mi historia con letras y acentos.
Antes de abrir mis ojos, lo empírico era lo que realmente existía para mí, no había Dios, ni demonio que cambiara mi forma de pensar.
Pero eso cambio. A partir de estas páginas, todo cambio para mí...