Читать книгу Ontología analéptica - Fabián Ludueña Romandini - Страница 11

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En un tiempo en que la datación no puede aspirar a la exactitud cronológica pero que, no obstante, permite situar los hechos en el primer tercio del siglo xviii, un acontecimiento de extrema peculiaridad tiene lugar en un cantón de Hungría que ostenta en latín el nombre de Oppida Heidenum, en las cercanías de Transilvania, donde reside el pueblo Haiduco. Malhadado, un Haiduco llamado Arnold Paule, habitante de Medreiga, murió aplastado por un carro que transportaba heno. Treinta días después de su muerte “cuatro personas murieron súbitamente y de la manera en que mueren, siguiendo la tradición del país, aquellos que son afectados por los Vampiros” (De Boyer, 1754: 152).

Recordaron entonces los memoriosos del pueblo que Arnold Paule relató cuando gozaba aún de vida que, en las fronteras de la Serbia turca, había sido atormentado por un Vampiro. Las conclusiones se precipitaron sobre lo que parecía innegable: Paule había sido un Vampiro pasivo en vida que se volvió activo después de su muerte. De hecho, la víctima había retrasado su conversión estando en vida debido a que había seguido el inveterado ritual de comer de la tierra del sepulcro del Vampiro que lo había atacado.

Transcurridos cuarenta días luego de su deceso, se convocó a un experto en vampirismo para exhumar su tumba y se encontraron en su cadáver todas las marcas de un “archi-Vampiro”: cuerpo de color bermejo, sus cabellos, uñas y barbas se habían renovado y estaba “todo lleno de sangre fluida”. Los presentes, con autorización del magistrado, no dudaron en seguir el procedimiento recomendado por el experto y así atravesaron, de parte a parte, con una piedra el corazón del difunto Arnold Paule provocando en el cadáver un grito espeluznante “como si hubiese estado con vida”. Ni bien cumplido aquel acto, los presentes se aprontaron a decapitarlo y quemarle su cuerpo para arrojar finalmente sus cenizas al río. Con el mismo rigor se aplicó idéntico procedimiento a las restantes cuatro víctimas de vampirismo.

Toda esta escrupulosidad no pudo impedir, sin embargo, que cinco años más tarde el fenómeno reemergiera de modo aun más feroz con diecisiete nuevas víctimas, de sexo y edad variadas, muertas también a causa de vampirismo. Habiendo respondido los expertos a una nueva indicción, se pudo descubrir gracias a los sueños de una de las víctimas, que antes de su muerte Arnold Paule había succionado la sangre no solamente de cuatro personas sino también de algunos animales que habían servido luego de alimento para los nuevos vampiros. Se decretó entonces una cuarentena minuciosa para detectar, ejecutar, quemar y arrojar las cenizas al río de todas aquellas víctimas que presentasen signos de vampirismo. Cabe subrayar que “todas las informaciones y ejecuciones (…) han sido llevadas adelante jurídicamente siguiendo las formas y fueron objeto de testimonio por parte de varios Oficiales (…) y los Cirujanos Mayores [siendo] el proceso verbal enviado al Consejo de Guerra Imperial en Viena que estableció una comisión militar para examinar la verdad de todos estos hechos” (De Boyer, 1754: 154-155).

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