Читать книгу La educación superior en perspectiva lasallista - Fabio Orlando Neira Sánchez - Страница 5
ОглавлениеLa idea de universidad lasallista
Hermano Fabio Humberto Coronado Padilla, fsc*
Innovar tiene que ver con el cambio, con el riesgo
y con el fracaso, con el éxito y con lo vital. La in-
novación carece de método, la innovación carece
de lógica, pues el camino hay que construirlo.
J. Nieto
A la pregunta ¿cómo se imagina la Universidad de La Salle dentro de 20 años? respondí: como una universidad que estará realizando, entre otras, tres cosas fundamentales; la primera, conversando con las fuentes, es decir, con los clásicos de cada área del conocimiento; la segunda, que continuará soñando sueños en torno a un renovado proyecto de nación y, la tercera, que contará con autores e innovadores propios. Universidad que dentro de dos décadas no cuente entre sus profesores con un grupo significativo de autores ya posicionados y consolidados, o que hayan logrado crear patentes, inventos, novedades, no sobrevivirá, puesto que esto es condición sine qua non para mantenerse en un mundo competido donde otras instituciones también generan conocimiento e innovan. Universidad que dentro de cuatro lustros no siga soñando sueños nuevos en torno a proyectos de nación de los cuales hoy ni siquiera podemos avizorar tímidamente sus posibles rasgos, no tendrá nada que decirle a las nuevas generaciones, ni mucho menos tales jóvenes, en ese allá y entonces, vendrán a educarse en sus aulas. Universidad que en el año 2034 no mantenga una permanente y vital conversación con el patrimonio de la humanidad conformado por los clásicos de cada disciplina, de pronto subsistirá, pero haciendo eco al esnobismo ligero y carente de profundidad, nada trascendente y mucho menos formador en lo superior y para lo superior.
En esta ocasión vamos a examinar de manera particular la cuestión de la conversación con las fuentes clásicas, campo de reflexión dentro del cual enmarcaremos la presente disertación. Como bien lo afirmara el helenista Murray (2013): “Los pocos libros verdaderamente grandes de la historia, los libros cuya belleza y vitalidad intelectual siguen conservando la capacidad de acelerarnos el pulso e inspirarnos al cabo de más de dos mil años tienen un valor especial para la humanidad y no debemos permitir que mueran. Sin embargo, morirán a menos que, generación tras generación, se los siga estudiando, amando y reinterpretando” (p. 9). Cada uno podría enumerar cuáles son esos libros y esos autores básicos, esenciales, indispensables de su ciencia que han marcado un hito en la conceptualización y el avance de esta, y que se constituyen en pilares, en bases, en fundamento de su ser y quehacer, de su identidad y naturaleza. Sin su lectura y estudio juiciosos, sin su apropiación crítica, sin ese diálogo íntimo y personal con ellos no hay dominio de un saber y mucho menos posibilidad de creación de nuevos derroteros.
Saludable debate el que se da en los posgrados de la universidad al plantearse la posibilidad o no de generar conocimiento propio liberándolo de la dependencia del citar autores, no importa su mayor o menor prosapia académica, tras el noble propósito de lograr un pensamiento propio que responda a las problemáticas que aquejan a nuestra sociedad. El fondo de la cuestión radica no tanto en si se tienen en cuenta o no, sino en el tipo de abordaje que se haga de ellos —crítico, libre, independiente—. A mayor autonomía intelectual menos se requiere un pensamiento prestado, se camina en la libertad del espíritu pensante. Lo cual no quiere decir que se reniegue de la familia de discursos o de las tradiciones epistémicas que han construido un saber, para que él sea lo que hoy es. Sería arrogante pensar que se puede partir de cero y hacer a un lado siglos de desarrollo intelectual. Volver a las fuentes clásicas de cada área del conocimiento es un paso obligado de quien se sumerge en el hábitat universitario.
El asunto en mención se puede enmarcar dentro de una problemática más amplia: la de nuestra identidad cultural. El filósofo colombiano Eudoro Rodríguez (2003) la plantea así: “¿Cuál es la identidad de América? ¿Qué es lo específico de nuestra cultura, de nuestra historia? ¿Cuál es nuestro aporte a la dinámica de la cultura universal? ¿Existe una especie de ‘ser latinoamericano’?” (p. 165). Se responde afirmando que no se trata de una especie de diferenciación esencial con otras culturas sino de una especie de identidad histórico-cultural que se fragua en la praxis, las tradiciones, la memoria histórica de nuestros pueblos y en el sentido de su historia. En consecuencia, al no tener todavía una sólida tradición cultural en todas las áreas del conocimiento, lo que contamos es con una serie de problemas y tareas no resueltos todavía. Esto nos debe llevar a buscar nuevas síntesis que aporten algo nuevo a partir de la simbiosis entre la tradición heredada y nuestras propias realidades. Concluye su argumentación advirtiendo sobre “la necesidad imperiosa de volver en busca de nuestras raíces en forma crítica, pues esa comprensión del pasado desde el presente y su proyección al futuro es la única lectura inteligente y fructífera de la historia” (p. 169).
Haciendo memoria del devenir histórico de la Universidad de La Salle, su conversación con las fuentes lasallistas la ha venido haciendo permanentemente desde los orígenes de su fundación hace ya cincuenta años. Al estudioso le es posible rastrear tal cometido científico acudiendo a los documentos escritos, a las actas de los cuerpos colegiados —consejos, comités—, a las prácticas institucionales, a los acontecimientos, a los protagonistas que en distintas etapas de la historia institucional han releído y reactualizado los idearios lasallistas que nos legaron quienes nos precedieron, intentando responder la pregunta ¿qué es el lasallismo?, ¿qué significa ser universidad lasallista? o ¿cuál es la perspectiva lasallista de la educación superior?1 Tal cometido ha logrado darle un norte a los distintos planes institucionales de desarrollo con los que ha contado. Mas no es nuestro propósito en este momento el reconstruir históricamente sus hitos fundamentales. Queremos centrarnos en esta ocasión en nuestro hoy con mirada hacia el futuro y volver a poner en el foro de la discusión la pregunta de siempre, pero formulada de otra manera: Universidad lasallista, ¿qué dices de ti misma?
LA IDEA DE UNIVERSIDAD
Construir colegiadamente una idea de universidad lasallista apropiada para nuestro momento histórico no es otra cosa que recrear la secular idea de universidad. Idea entendida como la representación mental, la abstracción de lo esencial que caracteriza a la institución universitaria. Borrero (2008) habla de estilos o modos clásicos de ser universidad, Santos (2011) de la idea perenne de universidad y Wasserman (2012) de modelos de universidad. Estas son expresiones distintas basadas en un sustrato común: el devenir histórico de la universidad, por tanto equiparable respetando los matices que cada autor les confiere. Presentamos a continuación en apretada síntesis sus nociones fundamentales.
La taxonomía de Borrero comprende cinco modos universitarios nacionales, es decir, filosofías universitarias, acordes, según los casos, con el interés particular de los Estados modernos, en cuanto la institución superior podría reportarles en beneficio del poder nacional ya fuera científico, político, administrativo, social, económico y militar. Tales cinco estilos o modos son:
El napoleónico, que mediante leyes sitúa la universidad, profesionalizada, al servicio funcional del Imperio; no hay investigación, pues esta tarea le es negada a la universidad y es puesta en manos de las academias; el alemán, fruto del pensar filosófico pendiente de la investigación científica innovadora para enaltecer y fortalecer el Imperio prusiano; el británico, tan selectivo para enaltecer en cultura al gentleman miembro y conductor de la sociedad; el norteamericano, hijo del cruce entre la tradición universitaria inglesa y germana, es el modo de ser democrático, concebido fundamentalmente por Thomas Jefferson, afecto a la utilidad de la ciencia para el progreso económico; y el ruso, pariente por descendencia del francés y el alemán, es la universidad de Catalina, la cual devendrá en el soviético, moldeado en la fragua mental de Lenin después de la Revolución de Octubre; universidad “función” utilitarista en manos del Estado (Borrero, 2008, p. 662).
Estos cinco modos clásicos de universidad se encuentran en la base del ser y del quehacer de todas las universidades del mundo, ciertamente con mezclas diversas y con acentos particulares, pero de los cuales no se puede prescindir. En su conjunto conforman el ethos profundo de la naturaleza universitaria. Cuando la universidad del presente se interroga sobre su futuro no puede dejar de acudir a estos sus ascendientes históricos y filosóficos. Sin embargo, Borrero (2008) sostiene en torno a su taxonomía que “todos los cinco estilos pueden haber olvidado a la persona, sujeto natural del derecho a educarse y de orientar los pasos de su vida social. La persona que no puede ser subyugada y destruida por el poder de la ciencia, creación de la inteligencia humana”; y más adelante concluye diciendo: “Hacia el hombre debe tender ante todo la filosofía universitaria del futuro, para que el hombre sea el señor de la ciencia —no su súbdito y víctima—, gestor de la cultura y del orden de la sociedad” (p. 663).
La clasificación de Wasserman distingue tres modelos que se diferencian en sus intenciones últimas, su visión y sus compromisos con diversos sectores de la sociedad. Estos modelos se desarrollaron en el pasado, pero coexisten en las sociedades modernas. Uno favorece la formación de las élites y mantiene sus privilegios; otro favorece al Estado y sus intereses; el tercero se centra en el desarrollo integral y libre del individuo. A continuación se exponen los tres modelos; seguimos la descripción que de estos nos presenta el propio Wasserman:
La universidad tradicional: […] surgió en Europa hace casi mil años. La primera que ostentó el título de ‘Universitas’ (en latín gremio) fue la de Bolonia. La llamaron Universitas Magistrorum et Scholarium, es decir el gremio de los maestros y los estudiantes.
Los hijos de abogados estudiaban derecho; los de los médicos, medicina. Su objetivo era la instrucción de los jóvenes y la transferencia generacional de privilegios dentro de un grupo. Por la época surgieron otras universidades, como las de París y Oxford, fundadas por la Iglesia, y la de Salamanca, por el rey. Se multiplicaron en el continente con diversos gobiernos, pero con el mismo objetivo. (Wasserman, 2012)
La universidad napoleónica: […] es una institución educativa para producir profesionales, con capacidad para atender a una población amplia. Es una universidad al servicio de la nación.
Napoleón quien desarrolló la más emblemática de ellas, la usaba tanto para sus objetivos de expansión imperial como para los proyectos internos de construcción social. Este modelo ha sido adoptado por la mayoría de las sociedades con regímenes autoritarios durante los siglos XX y XXI. En ellas, con frecuencia, el “interés de la nación” se define ideológicamente por un líder o grupo. (Wasserman, 2012)
La universidad humboldtiana (por uno de sus creadores Wilhelm von Humbolt): una universidad fuertemente financiada por el Estado, pero al servicio del individuo. Con un perfil de investigación y gran libertad para el estudiante y para el maestro, se afianzó en los países con gobiernos democráticos y sociedades abiertas. Tuvo un inmenso impulso con los sistemas universitarios europeos y estadounidenses. (Wasserman, 2012)
Si miramos la multiplicidad de universidades que cubren el planeta, a primera vista podríamos decir que cada una es específica y única en sí misma. Pero si las examinamos con la lente de los modelos propuestos por la clasificación de Wasserman, es posible alinearlas más cerca de uno u otro modelo, o en una combinación de los tres con diversas intensidades. No es para nada extraño; todas beben en las mismas fuentes históricas de los siglos que las precedieron a través de los cuales se fue estructurando la universidad tal y como hoy la conocemos, como institución de educación superior y para lo superior.
Finalmente, de la mirada crítica que de la historia universitaria hace Santos destacamos su esfuerzo por caracterizar la idea perenne de universidad, por precisar cuáles son sus fines; para ello se apoya en Karl Jaspers y en Ortega y Gasset. Del primero asume los tres grandes objetivos que este propone para la universidad, a saber: 1. La investigación, porque la verdad solo es accesible a quien la busca sistemáticamente. 2. El ser un centro de cultura, porque el campo de la verdad es mucho más amplio que el de la ciencia. 3. La enseñanza, porque la verdad debe ser transmitida; incluso la enseñanza de las aptitudes profesionales debe ser orientada hacia la formación integral. También retoma de Jaspers su definición de la misión de la universidad: “es el lugar en donde por concesión del Estado y de la sociedad una determinada época puede cultivar la más lúcida consciencia de sí misma. Sus miembros se congregan en ella con el único objetivo de buscar, incondicionalmente, la verdad y solo por amor a la verdad”. De Ortega y Gasset hace eco de su enumeración de las funciones de la universidad: transmisión de la cultura, enseñanza de las profesiones, investigación científica y educación de los nuevos hombres de ciencia (Santos, 2011, p. 226).
Santos observa que no obstante las transformaciones contextuales tanto nacionales como globales a las cuales se ha visto avocada la universidad, esta ha conservado como fines fundamentales la investigación, la enseñanza y la prestación de servicios, complementándolos con la dimensión cultural y con los aspectos propiamente utilitarios y productivos. Pero a consecuencia del inmenso desarrollo universitario de las últimas décadas —aumento de su población estudiantil y de su cuerpo docente, aumento del número de universidades y de la expansión de la enseñanza y la investigación universitaria sobre nuevas áreas del saber— se ha generado una multiplicación de sus funciones.
Para ejemplificar este último aserto reseña las diez funciones que en 1987 les atribuye el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre las universidades. Estas son: educación general postsecundaria, investigación, suministro de mano de obra calificada; educación y entrenamiento altamente especializados, fortalecimiento de la competitividad de la economía, mecanismos de selección para empleos de alto nivel, a través de la certificación, movilidad social para hijos e hijas de las familias proletarias, prestación de servicios a la región y a la comunidad local, paradigmas de aplicación de políticas nacionales (ejemplo: igualdad de oportunidades para mujeres y minorías raciales), preparación para los papeles de liderazgo social (Santos, 2011, p. 227).
Concluye Santos su análisis advirtiendo sobre la acumulación de tensiones y contradicciones que constata a diario la sociología universitaria como consecuencia de ese cada vez mayor aumento de funciones, objetivos y fines que se le atribuyen a la universidad de hoy. En consecuencia, la idea perenne de universidad se ve cuestionada por nuevos desafíos que llevan a buscar transformaciones radicales del ser y del quehacer del ecosistema universitario.
En tal sentido, las universidades se ven confrontadas por las cuestiones fundamentales que sacuden de un modo u otro al mundo de la educación, entre otras, los nuevos contextos culturales, los desarrollos científicos y tecnológicos, los diversos estilos de vida sociales, las búsquedas de los Estados de nuevas formas de gobernanza, y, en primerísimo lugar, el modo de ser de los estudiantes que llegan a sus aulas (la generación pantalla). Ante estos procesos de cambio todavía en marcha, es natural la reconsideración de los objetivos y de las funciones de las mismas universidades. Todos estos cambios hacen necesario redefinir la idea clásica de universidad.
NUEVA IDEA DE UNIVERSIDAD PARA COLOMBIA
Frente al planteamiento de la existencia de una idea de universidad cuya naturaleza e identidad esenciales comparten unas dimensiones básicas comunes, generales y universales con toda aquella institución que se precie de llevar tal nombre, tendríamos que afirmar que no existe una especie de idea de universidad específica colombiana sino una forma diferente de plantear, asumir y responder algunos interrogantes básicos que se ajustan más a nuestra especificidad geográfica, cultural, histórica, ideológica y política. Problemáticas y horizontes que asumen en nuestro contexto un nuevo replanteamiento de la idea universal de universidad, con posibilidades inéditas de profundización y tematización, otorgándole un sello característico particular.
Pensar una identidad propia para una institución educadora en lo superior y para lo superior como lo es la universidad, la cual llegó de Europa, se implantó en América, se enriqueció con los desarrollos norteamericanos y rusos, y que busca su derrotero futuro hacia el siglo XXI en un país como Colombia, no es otra cosa que aceptar el reto de dejarse cuestionar y desafiar por la sociedad a la cual sirve y por el Estado que garantiza su autonomía, con el fin de responder a las novedosas, crecientes y complejas demandas del mundo contemporáneo.
A lo anterior tenemos que agregar lo que Ospina (2013) escribe:
La mayor parte de los países saben en lo esencial quiénes son, saben a qué tradición pertenecen; en cambio, en los últimos tiempos, el destino de Colombia ha sido secretamente envidiar a los que tienen conciencia clara de su origen y en esa medida una idea clara de su destino. No es extraño por ello que el país se debata, a comienzos del siglo XXI, en una desesperada búsqueda de su rostro futuro. (p. 13)
Hasta ahora no ha sido fácil para los colombianos lograr proyectos de conjunto, porque lo particular siempre se ha impuesto a lo colectivo. Es la hora de contar con propósitos sociales comunes. En este sentido, el Gran Diálogo Nacional por la Educación Superior liderado por el Ministerio de Educación Nacional (MEN) y el Consejo Nacional de Educación Superior (CESU) durante los años 2012-2013, y el documento de enero de 2014 fruto de estos —Acuerdo por lo Superior 2034, Marco de acción prioritaria de Política Pública para la educación superior en Colombia. Construido por todos los sectores sociales y académicos del país (CESU, 2014a)—, se constituyen en un hito significativo tras la concertación de los grandes propósitos nacionales.
En dicho ejercicio de construcción participativa como nación, ha quedado muy bien identificado el camino que en materia de educación superior debemos recorrer en los próximos 20 años. El CESU se impuso la tarea de resumir el documento original de casi 300 páginas en un texto corto y pedagógico, con el fin de informar a la comunidad académica y científica nacional, y a la opinión pública en general, de ese imaginario nuevo que los colombianos sueñan para su universidad. El escrito fue titulado Declaración del CESU sobre el estado de la construcción de la Política Pública para la Educación Superior en Colombia y la necesidad de orientar sus cambios para los próximos 20 años (CESU, 2014b), y fue aprobado en la sesión ordinaria del miércoles 19 de marzo de 2014 en Bogotá.
Extractamos y presentamos a continuación in extenso los apartes más significativos de tal declaración (visión, principios y acuerdos), cuya lectura de conjunto permite identificar los rasgos más sobresalientes de la nueva idea de universidad para Colombia que se prospecta para los años 2014-2034.
Visión:
Para el año 2034, el sistema de educación superior será el pilar sobre el cual los colombianos habremos construido una sociedad en paz (justa, culta, democrática, solidaria, próspera, competitiva e incluyente), en la que convivan digna y pacíficamente ciudadanos libres, éticos, responsables y productivos. La formación integral de alta calidad, en sus distintos niveles articulados entre sí, es un derecho al que tienen acceso los colombianos para adquirir conocimientos, destrezas y valores que les permitan realizarse como personas, a la vez que aportan al desarrollo económico, social, científico, ambiental y cultural, tanto del país como de sus regiones. (CESU, 2014b)
Principios:
El Sistema de Educación Colombiano deberá estructurarse a partir de los siguientes principios: 1. La paz y la convivencia son posibles en una Nación educada. 2. Los estudiantes son el eje central de la educación superior, sin distingos de raza, credo, sexo, contexto cultural o filiación política y, por tanto, se les reconoce y respeta su dignidad, derechos y valores como centro y fin último del sistema. 3. Es un derecho de todos los colombianos. 4. Es un sistema cohesionado y articulado entre todos sus componentes y demás niveles formativos. 5. La calidad es un elemento inherente del Sistema de Educación Superior para generar confianza en toda la ciudadanía frente a sus metas y para convertirse en un símbolo regional. 6. Debe ser financiado y sostenible por el Estado y la sociedad para todos quienes cumplan los requisitos y deseen acceder a ella. 7. Debe edificar un proyecto de país con visión internacional, que tome en consideración las dinámicas particulares de cada región. 8. Garantizar una gestión eficiente del conocimiento (producción, uso, transferencia y circulación). (CESU, 2014b)
Acuerdos:
1) Educación inclusiva (acceso, permanencia y graduación): Para aportar a una Colombia inclusiva y en paz, el sistema educativo deberá ser incluyente y participativo en todos sus escenarios y públicos, regiones, ideologías, personas en situación de discapacidad, minorías étnicas, grupos vulnerables…, y deberá fomentar el acceso de sus bachilleres al sistema de educación superior y su permanencia y graduación, en las modalidades de formación técnica profesional, tecnológica y universitaria.
2) Calidad: La educación superior colombiana deberá ser reconocida por su alta calidad en los ámbitos nacional e internacional, como expresión de la autonomía de las IES, de la articulación entre la docencia, la investigación y la proyección social, de la consolidación de una comunidad docente y de la atención al estudiante como la razón de ser del sistema.
3) Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación: Las Instituciones de Educación Superior (IES) se deberán articular debidamente al Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCTI) con la participación de entidades tanto públicas y privadas para que permitan un aumento significativo de las capacidades investigativas en las diferentes áreas del conocimiento, de la consolidación de programas posgraduales, de la generación de nuevo conocimiento y su impacto en el desarrollo regional y nacional.
4) Regionalización y pertinencia: El país fomentará la presencia viva de las IES en todas las regiones, focalizándose especialmente en aquellas de menor avance, desplegando sus funciones sustantivas de docencia, investigación y extensión, integrándose con los actores relevantes para generar desarrollo local. Para ello se fortalecerán los mecanismos de participación y de planeación regional, con la inclusión de gobiernos locales, sector productivo y sociedad civil en los planes de desarrollo educativos regionales.
5) Articulación de la educación superior con la educación media y la educación para el trabajo y el desarrollo humano: Respetando las características propias de cada institución, su complejidad académica y sus distintos niveles de formación, el sistema favorecerá el reconocimiento de saberes, implementará el Marco Nacional de Cualificaciones y de generación de conocimiento, y reconocerá, a través de prácticas de flexibilidad, movilidad, dobles programas y afines, los procesos de aprendizaje de calidad y crecimiento profesional de los estudiantes.
6) Comunidad académica y bienestar: El sistema deberá garantizar las condiciones para el ingreso, la permanencia, el reconocimiento y la participación democrática de profesores y estudiantes en la vida académica y en los cuerpos colegiados de las instituciones. Las vinculaciones laborales de los docentes y de los empleados se darán en condiciones de dignidad y de estabilidad. Bajo el principio de corresponsabilidad, se debe garantizar un bienestar que asegure condiciones idóneas de estudio, investigación y extensión que favorezcan el desarrollo integral de la comunidad universitaria y promuevan la responsabilidad social de todos sus miembros, en el ejercicio de sus derechos y deberes.
7) Modalidades educativas apoyadas en TIC: El sistema deberá impulsar el uso y apropiación de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación TIC, y las IES deberán asumir la tecnología en sus procesos y diversas modalidades de oferta académica, dirigidas a apoyar la virtualidad como una opción en la formación, incluso en los programas de naturaleza presencial. El e-learnig y los objetos educativos virtuales serán mediaciones connaturales para completar, fortalecer y mejorar el proceso educativo y la interacción entre las comunidades académicas y sus pares en cualquier lugar del mundo.
8) Internacionalización: El sistema deberá construir y consolidar IES con estándares internacionales que les permitan desarrollar proyectos educativos competitivos en el escenario global. Se promoverá la doble titulación, la movilidad de profesores, de investigadores y de estudiantes, la homologación de saberes y de sistemas de aseguramiento de la calidad, la apertura de currículos al mundo globalizado y la producción intelectual en los ámbitos de la ciencia, la tecnología, las artes, la cultura y las humanidades en las esferas internacionales, así como el bilingüismo.
9) Estructura y gobernanza del sistema: Se deberá impulsar una nueva forma de relacionamiento entre todos los actores del sistema: estudiantes, profesores, egresados, IES, gobierno nacional, gobiernos regionales, cuerpos colegiados de las IES, sector productivo, así como una reorganización de la tipología de las IES que favorezca una estructura flexible, colaborativa, dinámica y contextualizada, además de la adopción de prácticas de rendición de cuentas y de buen gobierno, así como instancias que promuevan y velen por el cumplimiento de los más altos estándares de calidad, la suprema inspección y vigilancia y la normativa que rige el sector.
10) Sostenibilidad financiera del sistema: Esta deberá partir de la concurrencia y la corresponsabilidad del Estado, la sociedad y el sector productivo, teniendo en cuenta una asignación presupuestal basada en el desempeño y en criterios técnicos. El modelo deberá definir metas, costos, fuentes de financiación y asignación equitativa de recursos al sistema, acorde con la complejidad de todas las instituciones y sus apuestas de futuro. (CESU, 2014b)
Como el lector mismo habrá podido constatar, esta reseña panorámica de la visión, los principios y los acuerdos nos señala el deber ser del futuro de la universidad colombiana para los próximos 20 años. Utopía que en resumidas cuentas comprende el afianzamiento del sistema de educación superior como un todo, tras la búsqueda de mejorar las condiciones de acceso a la universidad, junto con la consolidación de la calidad, la autonomía, la sostenibilidad financiera, la regionalización, la internacionalización y el bienestar, para contribuir en la construcción de un país en paz, con equidad y justicia para todos.
De esta manera, la carta de navegación ha quedado dibujada en sus grandes horizontes; viene ahora la tarea de convertirla en planes estratégicos a corto, mediano y largo plazo, de transformar sus idearios en políticas públicas, y, bajo la autonomía responsable de cada universidad estatal o privada, inspirarse en sus derroteros para concretarlos en realizaciones promisorias y audaces. Si esto no se logra, seguirá siendo cierto aquello de que la universidad colombiana es una en el papel y otra en la realidad.
LA UNIVERSIDAD LASALLISTA
Tornemos de nuevo a casa. Uno de los idearios lasallistas heredados de la tradición educativa de La Salle lo es la conversación académica sobre la realidad y el entorno, consistente en el estar atentos a los signos de los tiempos y de los lugares para responder a ellos; con otras palabras, podríamos decir que se trata del análisis de coyuntura, del estudio de la sociedad y sus problemáticas para situar en ellas las instituciones educativas y sus intervenciones. Guardadas las debidas proporciones de tiempo y época, era lo que el Fundador (Juan Bautista de La Salle) y los primeros Hermanos expresaron con el hecho de estar “impresionados por la situación de abandono de los hijos de los artesanos y de los pobres” de la Francia del siglo XVII.
De lo anterior se infiere que la idea lasallista de universidad nace como un reto del pensar frente a las peculiaridades de nuestra historia y de nuestros problemas, previa inculturación dentro de la secular institución universitaria que tiene una identidad propia, con modos de realización diversos según las épocas y los lugares. Se trata, entonces, de una mirada desde los idearios lasallistas a esa herencia de siglos que recreamos en nuestro aquí y ahora colombiano, como construcción colectiva de una cierta identidad que nos aglutina y nos fraterniza no solo por los problemas comunes sino por las posibilidades culturales e históricas.2 Desde esa conceptualización propia la universidad lasallista procura adaptarse creativamente a las nuevas condiciones y escenarios.
Entonces: Universidad lasallista, ¿qué dices de ti misma? Para el caso de la Universidad de La Salle de Bogotá, próxima a la celebración de su cincuentenario, la respuesta a este interrogante nos lleva a hacer énfasis en los siguientes cinco aspectos.
La universidad como bien público y como servicio público
Recordemos que en Colombia el carácter de la educación como servicio público cultural quedó establecido en la Constitución Política de 1991, el cual puede ser prestado por parte del Estado y de los particulares. El binomio bien público y servicio público aplicado a la educación comprende dos categorías no antagónicas sino complementarias. La Asociación Colombiana de Universidades (Ascún) los tipifica de una manera clara y precisa.
La universidad entendida como bien público se constituye en
un patrimonio nacional que debe salvaguardar la identidad nacional, ya que produce bienes públicos como el conocimiento y bienes privados como la competencia profesional, y por esto debe ser defensora del bien común y del bien público […] como bien público genera beneficios comunes y los multiplica […] y por esto debe ser protegida por el Estado y por la misma sociedad civil. (Ascún, 2010, p. 35)
En consecuencia, al llegar al cincuentenario, podríamos reflexionar la universidad lasallista como parte del sistema universitario colombiano que es a su vez patrimonio nacional y bien público, en tanto inserto en una cultura y una sociedad que ha contribuido a forjar, transformar y mejorar. Universidad lasallista que se inscribe en una tradición educativa, con sus logros y avatares, y que aporta a la formación de la identidad nacional desde 1890, año en el cual llegaron los primeros lasallistas al país. Por tanto, existe un acumulado de saberes, de prácticas, de instituciones y realizaciones a estudiar, investigar y teorizar; también, un patrimonio arquitectónico y un patrimonio inmaterial con su historia y sus tradiciones culturales propias. Esa variada herencia es a su vez memoria y garantía, base sólida e inspiración permanente en el propósito de recrear la idea de universidad lasallista.
La universidad comprendida como servicio público
debe asumirse en su función de ‘servir’ a la sociedad a la cual se debe, trascendiendo la connotación meramente comercial como producto. Es esta educación la que crea la infraestructura y produce las externalidades sobre las cuales es posible construir la sociedad en todos sus aspectos, especialmente en lo relacionado con los factores económicos y productivos. Desde esta óptica, se insiste entonces en crear conciencia sobre la corresponsabilidad que tienen todos los actores sociales para el desarrollo, mantenimiento y perfeccionamiento de dicho servicio. (Ascún, 2010, p. 36)
Aquí la noción de servicio público connota el responder a cubrir una necesidad social (salud, movilidad, seguridad, agua, energía, etc.). Para el caso que nos ocupa, la educación. De lo anterior se desprende el compromiso de la universidad lasallista con la educación de una nueva generación de colombianos. Necesidad apremiante, máxime cuando en el día a día la universidad colombiana presencia absorta a buen número de sus egresados implicados en deshonrosas situaciones (corrupción, violencia, malversación de fondos, despilfarro, ineficiencia) que desdicen de la educación superior que recibieron. Al constatar que algo falló en sus procesos educativos, no se amilana, sino que, por el contrario, redobla sus esfuerzos para corregir el rumbo y seguir formando a las nuevas generaciones por renovados derroteros. En ellos, en virtud de su talante de lasallista, privilegia la educación del ethos espiritual y religioso de la nación, con convencimiento profundo por lo católico, pero abierto a las distintas religiones sin fanatismos ni fundamentalismos.
LA UNIVERSIDAD EN EL CONTINUUM EDUCATIVO LASALLISTA
Los lasallistas colombianos hacen presencia en los distintos niveles educativos formando a grupos de niños, jóvenes y adultos. La historia muestra que sus escuelas, colegios y universidades no son ajenas al aislamiento y la desarticulación característicos del sistema educativo colombiano. He ahí pues una oportunidad de cara al futuro inmediato. El asunto se podría traducir en preguntas de la siguiente manera: ¿Cómo articular nuestra labor con los niveles previos al universitario? ¿Qué protagonismo y liderazgo le corresponde a la universidad lasallista en esta tarea? ¿De qué manera se podría hacer realidad la función sistémica de la universidad siendo factor de integración de las diferentes instituciones comprometidas con la misión educativa lasallista? ¿Cómo tener un campus universitario abierto a la tercera edad, una universidad donde las nuevas generaciones se enriquezcan con la sabiduría acumulada por los adultos mayores? ¿Cómo tienen que ser la escuela, el colegio y la universidad lasallistas en red?
Es muy fácil visualizar en diagramas y flujogramas las posibilidades de interacción e interrelación entre las variadas instituciones lasallistas. Son numerosos los coloquios formales e informales llevados a cabo en torno al tema. Sin embargo, a la fecha, son escasísimas las realizaciones exitosas que se pueden mostrar de ejercicios colaborativos y de proyectos comunes entre los lasallistas colombianos. Al respecto, el camino del futuro está por crear, se trata entonces de tender puentes, aunar sinergias y manifestar con hechos que los enfoques interdisciplinares y transdisciplinares propios del nivel universitario son fuentes de posibilidades aún no suficientemente explotadas para trabajar en red mancomunadamente. Al sistema educativo lasallista le resta un largo camino por recorrer para posicionarse como un paradigma válido de mejor y mayor incidencia en la transformación de las problemáticas colombianas.
LA UNIVERSIDAD EN MISIÓN COMPARTIDA
Entre los lasallistas durante las últimas tres décadas se ha dado una evolución en la forma como los mismos lasallistas se ven y se sitúan, bien lo expresa la Circular 461: El cambio de vocabulario en el Instituto subraya una evolución: Familia Lasallista (Capítulo General de 1986), Misión Compartida (Capítulo General de 1993) y Asociación (Capítulo General de 2000). Esta evolución conduce, aunque con modalidades y ritmos diferentes según la Región y el Distrito, a estructuras organizativas de diálogo, de discernimiento y de toma de decisiones en las que todos los lasallistas, incluidos los Hermanos, participan al mismo nivel (Hermanos de las Escuelas Cristianas, 2010, p. 22).
Tal dinamismo se expresa en el agenciar la misión educativa lasallista de manera colaborativa, cooperativa, compartida. Esto lleva a los lasallistas protagonistas de la universidad a reflexionar sobre la pregunta ¿qué se comparte?
La experiencia ha ido mostrando que se da un itinerario de acción en al menos seis frentes que a medida que se cualifiquen y perfeccionen irán configurando un nuevo modo de ser lasallista. En este orden de ideas, se comparte el hacer (la misión educativa), el ser (el carisma, la espiritualidad), el saber (la pedagogía lasallista), el poder (gestión, cuerpos colegiados, trabajo en equipo, toma de decisiones), el tener (los recursos) y el estilo de vida (fraternidades, comunidades de vida). De esta manera, la universidad lasallista será más lasallista en tanto vaya perfilando las mejores prácticas para ser llevada juntos y por asociación.
LA UNIVERSIDAD Y SU TAREA EDUCADORA FRENTE A LA CULTURA
Si bien la cultura es connatural a la identidad de toda universidad, los lasallistas no deben dejar de pensarla en su empeño por tipificar el futuro de la idea lasallista de universidad, máxime cuando desde los orígenes de la fundación de la Universidad de La Salle sus creadores la concibieron como una institución de “cultura superior” cuyo fin primordial era “educar e instruir en la Ciencia y la Cultura a personas de ambos sexos”.3 Cincuenta años después de la firma del acta de fundación de la Universidad el 15 de noviembre de 1964, tenemos en el mundo una conciencia creciente de inmersión de todos en la cultura que es creación humana sociohistórica, y la posibilidad también creciente de intervenir en ella y redireccionarla.
Con este fin, la universidad lasallista no puede ser ajena a tales propósitos, y en la labor de retomar lo perenne de su identidad primigenia y actualizarla, queda siempre por descubrir su misión frente a la cultura. Se me ocurre pensar que algunas tareas podrían ser el conocerla, estudiarla e investigarla; preservarla (patrimonio material e inmaterial); confrontarla (¿qué preservar?, ¿qué suprimir?, ¿qué reorientar? y ¿qué crear?); reproducirla versus recrearla; formar (diálogo de culturas y multiculturalismo) versus transformarla; promocionarla y desarrollarla (hacerla avanzar). Ejercicios todos que se deben abordar en la doble perspectiva inherente al concepto de cultura: lo nacional y lo mundial, lo local y lo global.
LA UNIVERSIDAD Y LA COHERENCIA
Un hecho significativo en la historia del alma máter fue su cambio de nombre. De llamarse durante sus primeros 18 años “Universidad Social Católica de La Salle” pasó a denominarse “Universidad de La Salle” a partir de 1983. Tal cambio de nombre no significó el cambio de identidad sino su toma de conciencia del ser más coherente tanto en la formulación como en la concreción de su naturaleza de lasallista. A este paso contribuyeron las sabias palabras del Hermano José Pablo Basterrechea, Superior General, presente en la celebración de los quince años de la Universidad, ocasión en la cual recibió el título de doctor honoris causa. En su disertación llamaba la atención sobre el hecho de que toda universidad lasallista era de por sí social y católica, y comentaba: “Lo hago acuciado por ese mismo interés de ayudar a una ‘Coherencia’ entre el nombre y la vida de nuestro centro y también por la atención que en varias ocasiones he observado entre los Profesores de las Universidades de La Salle por ahondar en el análisis y mejor comprensión de lo que significa realmente el lasallismo” (Basterrechea, 1979, p. 36).4
Todo el discurso del Hermano José Pablo es una invitación a la búsqueda permanente de la coherencia entre la idea de universidad lasallista y la vida de la institución. Varios lustros después sus palabras cobran gran actualidad. A la universidad se le critica que los discursos teóricos, de por sí muy pertinentes y excelentemente bien elaborados, no logran llevarse suficientemente a la práctica. Problema de vieja data del cual no escapa ninguna universidad. Sin embargo, en el caso de la Universidad de La Salle, su talante de lasallista la lleva a privilegiar toda estrategia que favorezca cada vez más la conexión real entre pensamiento y acción, retóricas y compromisos, identidad y liderazgos. Los clásicos refranes “del dicho al hecho hay mucho trecho” y “obras son amores y no buenas razones” ejemplifican ese ideal de acercar en la idea de universidad lasallista sus idearios y sus ejecutorias. Tarea de hoy, empeño de siempre.
CERCA DE DIOS…, CERCA DE LOS POBRES
Nada mejor para concluir estas disquisiciones que hacer eco al aporte de los teólogos latinoamericanos a nuestra tradición de cristianos comprometidos con la transformación de nuestra sociedad. En su Congreso de Brasil5 expresaron la misión de los seguidores de Jesús y su Evangelio en nuestro presente y de cara al porvenir con la máxima: “cerca de Dios…, cerca de los pobres”. Si la examinamos desde los idearios lasallistas, nada más en congruencia con sus postulados. La idea de universidad lasallista será tanto más auténtica en Colombia y Latinoamérica en cuanto logre recrearse a sí misma como una universidad cada vez más cerca de Dios y cerca de los pobres.
REFERENCIAS
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