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Resulta posible pensar que un libro fue, antes de serlo, una recopilación de instantes en la mente de una persona, es un cúmulo de ideas, es un conjunto de conocimientos que deberíamos entender como construcciones sociales, temporales y colectivas.

Una persona es, en la medida que interactúa con otros, y esa interacción con los otros es la que permite construir, destruir y reconstruir lo que entendemos por conocimiento.

En el presente trabajo se fusionan más de diez años de experiencia profesional en Logística desarrollados en empresas pequeñas, medianas y grandes y ocho años de una formación académica que podríamos calificar de heterodoxa y disruptiva.

Este trabajo no hubiera sido posible sin haber conocido a un conjunto de personas que compartieron conmigo creencias, sentimientos, ideas y conocimientos, que me enseñaron y me formaron, personas con las que compartí momentos difíciles y con las que muchas veces no estuve de acuerdo. Muchas de ellas se volvieron anónimas con el correr del tiempo, otras están siempre presentes.

Va un especial agradecimiento para Ana Jaramillo, Oscar Tangelson y Nerio Neirotti –maestros de maestros–; a los compañeros de mil batallas ganadas y perdidas, Abel Iturralde y Gustavo Tombesi; a compañeros de recorrido Emiliano Grillo, Rocío Villalba, Macarena Pérez, Pablo Grillo, Lihuén Arscone, Andrés Bilstein, Javier Caro Mascarell, Diego Martínez, Matías Castro, Mariano Baladron, Matías Galgano, Cristian Chavez, Adrián Meza y Alejandro Marizcurena; a los Abridores de puertas Andrés Ruscitti, Santiago Hernández y Roberto “Cacho” De Rose; a Adela Castronovo por su atenta y crítica lectura; a Alicia Zamudio y Jorge Petrosino por el tiempo y las lecturas sugeridas; a Marta Marucco por su tiempo y dedicación; A Juan Carlos Manes Rossi por su humor y buena predisposición; a Roberto Alonso, Luis Millán y Raúl Tombolini, guías en mi carrera Docente; a Pablo Ramírez con quien discutir de logística es un placer; a Gabriel Polese por el arte de tapa y su inagotable compromiso; a un hermano de la vida, Marcos Lopez, sin quien me resultaría sumamente difícil entender a los otros y pensar la Logística; a Sebastián Villone por la confianza y por escuchar; a Mario Solari por la inquietud que me puso a prueba; a los miembros honorarios de la Armada Branca Leone (Carlos Comberti, Fernando Suarez, Patricio Prieto y Cristian Perrotta) compañeros de un recorrido sinuoso; a las decenas de compañeros de trabajo y compañeros de estudio que me obligaron a pensar, repensar y repensarme en mi forma de ser y hacer.

A los eternos destructores de posibilidades del juego ajeno.

De la logística

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