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Capítulo I

Primer soporte documental

Es incuestionable que la Segunda, Tercera y Cuarta de las Cartas de Relación de Fernando Cortés, enviadas a sus reyes y señores don Carlos y su madre doña Juana, fueron los primeros documentos manuscritos, y luego impresos, que de manera clara y pormenorizada dieron cuenta de las sociedades que comenzaron a conquistar los españoles en lo que Cortés llamó La Nueva España.1

En tales Cartas de Relación se narra, según el entendimiento de Cortés y su hueste, entre otros muchos hechos y circunstancias, la existencia de grupos humanos que vivían y se organizaban en pueblos, ciudades, villas y provincias, que llevaban los nombres de Culua, Aculuacan, Yztacmastitan, Tascalteca, Churultecal, Gnasincango, Temixtitan, Cempoal, Nautecal, Sienchimalen, Teyrnacan, Caltanmi, etc.,2 y que estaban gobernados por los que suponía como señores de aquellas ciudades o provincias, y dentro de ellas se podían apreciar relaciones de poder, subordinación o exentos del orden que infirió o supuso como preponderante.3

Por lo anterior es indispensable historiar brevemente lo referente a estas Cartas y otros materiales impresos de aquellos primeros años, pues ellas fueron los que pusieron a circular entre otras “realidades” autóctonas, los sustantivos en uso para designar ciudades, pueblos y provincias y que necesariamente son los que se deben confrontar con los usados en la correspondencia oficial de todos los niveles o inclusive la particular.

La titulada Carta de Relación enviada a su majestad…,4 que corresponde a la que nosotros conocemos como Segunda Carta de Relación,5 fechada en Segura de la Frontera, el 30 de octubre de 1520, llegó a la corte a finales de 1521 y a partir del 8 de noviembre de 1522 sus contenidos eran del dominio público gracias a los folios impresos en caracteres góticos con los que los estampó el alemán Jacobo Cromberger, residente de la ciudad de Sevilla, y luego en posteriores impresiones como la del también alemán, George Coci, en Zaragoza, con fecha 5 de enero de 1523; la carta también se tradujo al latín e imprimió en 1524 y hubo otras ediciones en francés, flamenco e italiano.6


Trascripción: Carta de relación enviada a su sacra majestad del emper / ador nuestro señor por el capitan general de la nueva españa: llamado fernando cor / tes. En la qual hace relación de las tierras y provincias sin cuento que ha descubierto / nuevamente en el yucatan del año de XIX a esta parte: y ha sometido a la corona / real de sacra Majestad. En especial hace relacion de una grandisima provincia muy / rica, llamada Culua: en la que hay muy grandes ciudades y de maravillosos edi / ficios: y de grandes tratos y riquezas. Entre las cuales hay una mas maravillosa / y rica que todas llamada Timixtitan: que esta, por maravilloso arte edificada so / bre una grande laguna, de la cual ciudad y provincia es rey un grandisimo señor / llamado Muteeçuma: donde le acaecieron al capitán y a los españoles espanto / sas cosas de oír. Cuenta largamente del grandisimo señorio del dicho Mu /teeçuma, y de sus ritos y ceremonias y de como se sirven.

La Tercera Carta de Relación, fechada el 15 de mayo de 1522, en Coyoacan, en la Nueva España, debió llegar a finales de ese mismo año a las manos del Consejo de don Carlos y su madre doña Juana. Se terminó de imprimir en la ciudad de Zaragoza, por George Coci el 5 de enero de 1523. A los pocos meses, el 5 de marzo, apareció otra edición en Sevilla de Jacobo Cromberger, y luego hubo otras más que refieren puntualmente Henry Harrisse y Carlos Sanz.7


Transcripción: Carta Tercera de relación: enviada por Fernan / do cortes capitan y justicia mayor del yucatan llamado la nueva españa / del mar oceano: al muy alto y potentisimo cesar e invictisimo señor don / Carlos emperador semper augusto y rey de españa nuestro señor: de las / cosas sucedidas y muy dignas de admiracion en la conquista y recupe / racion de la muy grande y maravillosa ciudad de Temixtitan: y de las / otras provincias a ellas sujetas que se rebelaron. En la cual ciudad y di / chas provincias el dicho capitan y españoles consiguieron grandes y se / ñaladas victorias dignas de perpetua memoria. Asimismo hace rela / cion como han descubierto el mar del Sur: y otras muchas y grandes pro / vincias muy ricas de minas de oro: y perlas: y piedras preciosas: y aun / tiene noticia que hay especeria.

La Cuarta Carta de Relación, signada en Temixtitan de la Nueva España, el 15 de octubre de 1524, debió arribar a la corte a mediados del año siguiente y Gaspar de Ávila la imprimió en Toledo en 1525, Jorge Costilla hizo lo propio en Zaragoza con fecha 8 de julio de 1526, y luego siguieron otras impresiones.


Transcripción: La cuarta relacion que Fernando cortes gover / nador y capitan general por su majestad en la / nueva España de la mar oceano envio al muy / alto y muy potentisimo invictisimo señor/ don Carlos emperador Semper augusto y / rey de España nuestro señor: en la cual estan / otras cartas relaciones que los capitanes / Pedro de Alvarado y Diego Godoy envi /aron al dicho capitan Fernando cortes.

La Quinta Carta de Relación, firmada en Temixtitan a 3 de septiembre de 1526, se publicó hasta 1852, cuando Enrique de Vedia la dio a la luz pública.8

Con esas publicaciones podemos hacer ver que de manera muy rápida, a menos de dos años de haber sido escrita la que hoy conocemos como Segunda Carta, y en un poco menos de tiempo de sus datas, las dos restantes, llegaron a las manos de don Carlos y doña Juana su madre, reyes de Castilla y Aragón, a las de sus Consejos y a un público que iba más allá de los lectores y escuchas en lengua castellana, dadas las ediciones en otros idiomas, con lo cual pudieron enterarse de primera mano de lo visto, actuado, ocurrido, signado y designado desde el desembarco de Fernando Cortés en el puerto de Chalchimeca,9 el 22 de abril de 1519, hasta que se estaban levantando sobre los cimientos de la ciudad vencida de Temixtitan los nuevos edificios que daban cuenta del poderío español sobre todas esas tierras y “señoríos” conquistados, hasta el 15 de octubre de 1524 en que fechó su Cuarta Carta que se imprimió tan pronto como llegó a España, el 20 de octubre de 1525.

Las narrativas de aquellas Cartas dejarán para la posteridad y de manera pública, a más de las campañas de conquista y sometimiento, los nombres que Cortés supuso o entendió llevaban los pueblos, ciudades, tierras, territorios, así como los individuos que se decía señoreaban aquellos Pueblos que exhibían con mucho un orden y policía hasta entonces no visto en los territorios conquistados y sometidos de las Antillas o inclusive de Castilla del Oro.10 Sin que todo lo anterior inhibiera dejaba testimonio de las pugnas entre los intereses de Cortés y sus huestes, frente a las de Diego Velázquez y los suyos, de las que nos ocuparemos más adelante.

Corto futuro de aquel primer soporte impreso

Si bien es cierto que la publicación tan temprana de los contenidos de las Cartas de Relación de Fernando Cortés en todas sus dimensiones y todos sus detalles es algo digno de admirarse aún en nuestros días, también es cierto que la existencia de aquellas impresiones sólo dieron paso a una segunda edición en el siglo XVIII, pero a partir del siglo XIX fueron desplazadas como corpus de referencia para las siguientes ediciones, debido a unas copias manuscritas que se localizaron en la Biblioteca Imperial de Viena, al finalizar el siglo XVIII.11

Los hechos que llevaron a fijar esa decisión han construido una historia intrincada, y un tanto silenciada, en cuanto a la valía de los distintos soportes en los que se encuentran las Cartas cortesianas y de lo que en ellas se consignó, sobre todo en tratándose de los sustantivos con que se designaron o reconocieron ciudades, villas, pueblos, provincias y aún el nombre de los denominados señores.

Esa historia, un tanto sui generis, es hija, por una parte, de la ausencia de los manuscritos autógrafos de Fernando Cortés y, por otra, del hallazgo en el siglo que veía nacer la crítica documental y el aprecio por los documentos,12 de unas copias manuscritas que se resguardaron en la Biblioteca Imperial de Viena y de otras en bibliotecas españolas.

Extremos que se juntan necesariamente en el olvido en que quedaron sepultadas en el siglo XIX las impresas en caracteres góticos, y aun las reeditadas en el siglo XVIII que referiremos más adelante.

Así la ausencia de las Cartas autógrafas, el hallazgo de unas copias manuscritas y el olvido de las impresas, considero que fueron creadas soterradamente entre los académicos de la Historia –sobre todo a partir del siglo XIX y que aún llega a nuestros días– un básico acuerdo de “sano y equilibrado tratamiento” para las Cartas ya fuesen en los soportes impresos o manuscritos, consistente en dejar a salvo a las Cartas en cualquiera de sus formatos, de crítica interna y aun externa; toda vez que ni la autoría y contenidos fueron impugnados en los tiempos de su publicación por el remitente o el destinatario o, todavía más, porque las descalificaciones que recibieron las Cartas impresas en caracteres góticos, de quienes de una u otra manera convivieron o fueron enemigos del capitán general: Pánfilo de Narváez o Bernal Díaz de Castillo, no desestimaron la autoría sino la parcialidad en la presentación de los hechos de descubrimiento y conquista del capitán general y su desafortunado regateo y mezquindad con que trató los esfuerzos de otros conquistadores.

Así quedaron a salvo de las necesarias operaciones de crítica documental a lo que se sumó la exclusión de los materiales impresos en caracteres góticos, que fueron sustituidos por las copias manuscritas que se localizan en Viena sobre todo para el establecimiento de las postreras ediciones que alcanzan a las de nuestros días.

A lo antes expuesto no es fácil encontrarle una explicación, pues en los trabajos historiográficos del siglo XIX no se percibe una angustia y dedicación mayor por encontrar las Cartas autógrafas de Cortés ni por la recuperación de las reediciones del siglo XVIII, sino un ánimo muy febril por desenterrar materiales de los archivos autógrafos y en ese sentido nuevas ediciones sustentadas en las copias de Viena y de España, quizás por el puro hecho de presumir que lo manuscrito tiene más valor sobre lo tipografiado, dejando de lado cualquier otra circunstancia y análisis como veremos más adelante.

Devoción por lo manuscrito

El 1 de junio de 1527 Pánfilo de Narváez consiguió una Real Cédula para que se prohibieran y quemaran en plazas públicas de Sevilla, Toledo y Granada, las Cartas de Relación de Fernando Cortés que habían sido publicadas en aquellas mismas ciudades, porque aquellos impresos desvirtuaban y afectaban la honra suya y la de Diego Velázquez, quienes desde 1519 se habían opuesto a lo actuado por Cortés en las supuestas islas de Yucatan, Cozumel y Ulua, tanto por haber faltado a las órdenes que le dio Velázquez, como por incumplir lo convenido entre ambas partes.13

Ahora bien, si aquella orden se cumplió, no fue suficiente para borrarlas de la faz de la Tierra. La presencia actual de algunas de ellas en bibliotecas públicas y privadas, mostraría que aquel mandamiento no fue fulminante, además de que algunas de sus partes quedaron glosadas muy en extenso, aunque con algunos cambios en las grafías de los sustantivos, en lo que escribió Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Francisco López de Gómara, fray Bartolomé de las Casas, y Bernal Díaz de Castillo, quienes en buena medida se convirtieron en los referentes obligados de quienes en los siglos XVII y la primera mitad del XVIII, se querían enterar y difundir lo acontecido en aquellos primeros años de conquista y dominación a través del relato del conquistador.14

Ya entrado el siglo XVIII se desarrolla una corriente revisionista y crítica de la historia tanto de lo que se designaba como América por parte de ingleses, franceses, alemanes y portugueses, como de la propia España que la seguía denominando como Indias occidentales del mar Océano.15

Andrés González Barcia publicó, siguiendo las primeras ediciones de Cromberger, la Segunda, Tercera y Cuarta Cartas de Relación dentro del primer volumen de Historiadores primitivos de las Indias Occidentales,16 y donde si bien efectuó algunas novedades editoriales, no modificó las grafías con que quedaron consignados los sustantivos en la edición princeps.

La introducción de las propuestas de Barcia consistieron, primero en presentar de una manera totalmente distinta el formato de las Cartas hasta entonces publicadas, desatan abreviaturas, se modifican la puntuación y dan cabida a la nueva estructura de párrafos, lo que permitió la introducción de capítulos acompañados por pequeños títulos expresivos de lo que se seguiría leyendo en los renglones o páginas siguientes.17

Ya entrado en el terreno de la recreación del formato, Barcia asume un nuevo modelo frente a aquella Segunda Carta de Relación impresa en caracteres góticos, en 28 folios de 30.7 x 23 cm cada uno, que dan cabida a desplegar a lo más cuarenta y ocho renglones por folio, y cuya narrativa parece desbordarse en sus 2,592 renglones, donde apenas se notan algunos descansos obligados tras las catorce letras capitulares, que parecieran indicar grandes apartados, dentro de los cuales, en ocasiones, se ven otras pequeñas separaciones (veinte en total) anunciados por letras mayúsculas de un tamaño mayor que las que se usaron después de los puntos y seguidos y con algún adorno, pero sin llegar a ser capitales y que apenas hacen perceptible el comienzo de párrafo (treinta y cuatro en total), de tal suerte que cuesta mucho trabajo diferenciar unos párrafos de otros por lo apretado de la composición tipográfica, que en mucho caracteriza a las ediciones que se hicieron con aquella tipografía gótica.

La novedad implantada por Barcia, de introducir capítulos en la edición de las Cartas, le llevó a dividir la Segunda Carta en cincuenta y cinco capítulos; la Tercera en cuarenta y siete, y la Cuarta en veintitrés, con sus respectivos títulos indicativos, que en algunos casos llegan a coincidir con las capitales de la edición princeps, pero no en otras ocasiones, ya que los capítulos establecidos por Barcia implicaron el reconocimiento y análisis del texto no sólo para marcar las separaciones, sino para redactar esas pequeñas llamadas que resumen en unas cuantas líneas la narrativa que se despliega en los siguiente renglones, párrafos o páginas, y que ayudan tanto a la lectura como a las revisiones en las que se buscan datos y hechos específicos. Cuando actualiza nombres lo hace en los encabezados que son de su creación, pero no adentro de las narrativas que siguió a pie juntillas la edición impresa en caracteres góticos, y en la cual se estamparon los nombres de ciudades, provincias o señores, tal cual se supone los escribió Cortés, a menos que se pudiera presumir que el impresor uniformó criterios para la designación de los mismos, tomando como base, no sé bajo qué supuestos, para designar de una u otra manera tales o cuales nombres.

Por último, y sobre esta edición se debe decir que Barcia fue muy cuidadoso al señalar al final de la Segunda Carta de Relación, la edición de la que se valió para establecer la suya, pero no hizo lo mismo con las siguientes. Así que sólo nos queda creer lo sugerido por Navarrete, Vedia y Gayangos de que Barcia utilizó para su obra las ediciones de Cromberger.18

A esa edición española le siguió la del arzobispo Lorenzana, en la ciudad de México19 que, sin lugar a dudas, se valió de la edición de Barcia en cuanto a mantener el establecimiento de los títulos que aquél introdujo en su edición y que Lorenzana respetó, aunque como apostillas en los márgenes de las páginas, y además actualizó los sustantivos “mexicanos” a los que les añadió eruditas notas que bien muestran el nivel de apreciación que los “ilustrados” españoles residentes en la Nueva España o criollos y mestizos, tenían al finalizar el siglo XVIII, en relación con el pasado prehispánico y los primeros años de la conquista.20

Por otra parte, aquella edición de Barcia y la del mismo Lorenzana habían dejado de manifiesto la ausencia de la Primera Carta de Relación de la que daba cuenta Fernando Cortés en la Segunda, como enviada en 1519. Al no haberse publicado y desconocerse su paradero llevó a Barcia a realizar ingentes búsquedas en los repositorios españoles sin que hubiera alcanzado su objetivo. Por desgracia la edición de Lorenzana no deja ver que al arzobispo le hubiese preocupado la ausencia de aquella Primera Carta y en consecuencia hubiese realizado parecida búsqueda en los archivos de la Nueva España.

Una búsqueda infructuosa

Desde la segunda mitad del siglo XVIII el historiador escocés William Robertson21 después de terminar la historia de su tierra natal, el reino de Escocia, fijó su atención y empeños en la Historia… pues en la concepción de ese historiador, aquel imperio fue el parteaguas del progreso de la sociedad europea. Tema que estudió y describió en el libro correspondiente; sin que se hubiese detenido en las campañas de invasión y conquista de los territorios al occidente de la isla de Cuba o Fernandina, que emprendió Fernando Cortés y cuyas secuelas, tanto para los habitantes originarios como para los de Europa, marca nuevos momentos en la historia de la humanidad.

El mismo Robertson trató esta notoria ausencia en su historia de Carlos V, aclarando que ello se debía a la necesidad de una obra específica para detallar lo concerniente a lo que, ya para esos años se denominaba universalmente como América, tanto en sus antecedentes naturales y humanos como en sus consecuentes para los propios habitantes de la ya entonces América y de Europa. Aquel señalamiento y compromiso se hicieron realidad a los pocos años cuando se viera publicada su Historia de América (1777).

Para William Robertson era incuestionable que la figura de Fernando Cortés no podía quedar fuera de sus preocupaciones y reflexiones y, para que las mismas quedasen totalmente sustentadas, según los requisitos de la época, requería toda la documentación generada por el capitán general. Así que dentro de la documentación conocida hasta entonces, observó la falta de la Primera Carta de Relación que el mismo Cortés había referido en la Segunda, haber enviado.

La notoria ausencia de aquella Primera Carta de Relación llevó al historiador escocés a solicitarle al embajador inglés, Roberto Murray Reith, que atendía las relaciones con la corte de Viena, que buscara dentro de la biblioteca imperial para ver si localizaba en dicho repositorio aquel manuscrito, ya que señalaba Robertson, en algún tiempo Carlos V residió en aquella ciudad, por lo que se podía sospechar que allí pudiera localizarse, además de que las pesquisas de Barcia no habían alcanzado aquellos acervos.

La sugerencia dio resultados, y con la publicación de la Historia de América en dos volúmenes en el año 1777, se supo por breves notas en el prefacio del primer tomo y con un resumen al final del segundo tomo, que dicha biblioteca poseía un legajo con manuscritos donde se encontraban la que había enviado la Justicia y Regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz a la reina y a su hijo con fecha de 10 de julio de 1519,22 además de las copias también manuscritas de la Segunda, Tercer y Cuarta Cartas; la Quinta no se conocía porque no se imprimió en su tiempo.

Lo anterior quiere decir que no estaba la Primera Carta que refiere Fernando Cortés en su Segunda, que había enviado junto pero diferenciada de la de la Justicia y Regimiento, con sus procuradores en julio de 1519.23

La ausencia de la primera carta autógrafa de Cortés, se hizo notar entonces, pero dicha desaparición se compensó con el nuevo hallazgo de la Carta de la Justicia y Regimiento, que hasta entonces no se conocía, como ya se señaló en líneas anteriores.

El nuevo hallazgo terminó compensando a los estudiosos, bajo el razonamiento de que no debería de diferir mucho lo narrado por Cortés, porque a fin de cuentas el conquistador debió estar presente en su escritura y composición y cuyo objetivo era dar noticia de la situación que guardaba este grupo expedicionario, desde su salida de la isla de Cuba o Fernandina hasta su establecimiento en la Rica Villa de la Vera Cruz, pasando naturalmente por sus recorridos en las costas de Cozumel y Yucatán, el encuentro y subsecuente acompañamiento de Jerónimo de Aguilar y el funesto actuar de Diego Velázquez con aquel grupo expedicionario.

Ahora bien, este descubrimiento que a primera vista podría presumirse como de muy segundo orden pasó a ser la sustituta o equivalente de la Primera de Cortés.

Incluso se dice que cuando el ministro Floridablanca se enteró de este hallazgo mandó hacer una copia, no sólo de aquella carta sino también de las otras cuatro que se localizaban en el legajo en el año de 1778,24 y que debemos suponer se guardó en copia en la Biblioteca de la Academia de la Historia,25 de donde Martín Fernández de Navarrete, Miguel Salva, Pedro Sainz de Baranda, miembros de esta, las mandaron imprimir por primera vez en 1842 bajo el título de Carta de la Justicia y Regimiento de la Rica Villa de la Veracruz, Madrid, Imprenta de la viuda de Calderón.26

Es indiscutible que la primera edición de aquella “primera” carta hasta entonces desconocida, inscrita dentro de ese ámbito editorial casi frenético por publicar materiales, hasta entonces inéditos, de la historia de España y sus posesiones coloniales, propició la impresión de la Quinta Carta Relación que, junto con las cuatro anteriores y, por primera vez reunidas todas ellas, siguiendo las copias manuscritas de Viena, las mandó estampar para los lectores Enrique de Vedia en 1852.27

En 1866 Pascual de Gayangos, en otro esfuerzo editorial, juntó aquellas cinco Cartas, más las que se suponían reservadas y otras tantas que se encontraban en las ediciones de Navarrete, Vedia y aún inéditas que se localizaban en archivos españoles, y las puso al alcance de los estudiosos e interesados bajo el título de Cartas y Relaciones de Hernán Cortés al emperador Carlos V.28

Estas tres últimas ediciones tenían como común denominador el haberse valido de las copias manuscritas conservadas en Viena y de las que después se fueron localizando en distintos archivos de España, que como terminaría señalando muchos años después Woodrow Borah, fueron muy valoradas “por presumir que daban alguna garantía de ser más precisas y cercanas a las originales que las que se habían tipografiado en caracteres góticos.”29

A partir de entonces se puede seguir fácilmente la primacía que tomaron las copias manuscritas sobre las impresas, de tal suerte que, como afirmó Borah, se aprecian como más cercanas a lo escrito por Cortés que las impresas en caracteres góticos. Ello se puede ver con toda claridad en las ediciones documentales de Navarrete, Vedia y finalmente de Gayangos, que refirieron haber utilizado las copias de la Biblioteca de Viena, antes que de cualquier otra edición, lo cual no implicaba desconocer lo referente al material impreso, pero el conocimiento y utilización de los mismos pasó a ser más una cuestión de eruditos y de referencia anecdótica del mundo académico por su rareza y escasez, mientras que las copias y ológrafas de Cortés, gracias a sus trabajos y empeños se ponía a disposición de todos los interesados.


Así lo manuscrito ya fuese en copias u originales de Cortés alcanzó su consagración frente a lo impreso. Ello es constatable con la edición de las Relaciones de Hernán Cortés de doña Eulalia Guzmán,30 y de la de Manuel Alcalá en la editorial Porrúa, quien señala: “Los editores han cotejado con la versión paleográfica del códice de Viena [o Vindobonensis 1600] –paleografiado de micropelícula por la señorita Guadalupe Pérez San Vicente– las cinco Cartas”, que para bien o para mal son las mismas que siguió Mario Hernández Sánchez-Barba.31


Por lo hasta aquí expuesto se ve cómo la copia manuscrita de Viena y las otras copias localizadas, sobre todo la Quinta Carta de Relación, en España, han cobrado primacía sobre las impresas en caracteres góticos, lo que no sería nada reprochable si hubiera la total certeza de que se trata de un trasunto o copia fidedigna de las Cartas originales del propio Fernando Cortés, pero ni de ello hay certeza, cuando mucho algunas presunciones que ni siquiera llegan a buenas conjeturas, pues no hay datos constatables que unan el tramado argumental.32 Aunque también se podría aventurar que estas manuscritas le pertenecieron a algún impresor, o alguien las copió siguiendo las impresas, dudas y algunas coincidencias que trataré en otro trabajo.

Sacralización no justificada

Ahora bien, las copias localizadas en Viena33 muestran limitaciones porque no contienen referencias claras para despejar algunas dudas que surgen de su revisión, tales como: ¿De qué manuscrito se valieron para el traslado? ¿Quién ordenó esa copia? ¿En qué año se hizo? ¿Cuáles fueron las razones y las reglas para que se hicieran aquellas copias? ¿Quién, o quiénes, intervinieron en ese trabajo? O ¿En qué lugar se realizó, y a instancias de quién o quiénes y para servir a qué fines?

Al parecer ni Robertson mismo, ni los que han seguido estudiando el llamado Codex Vindobonensis S.N. 1600, han podido dar respuestas satisfactorias –totalmente coherentes y sustentadas históricamente– a las preguntas antes referidas, ya sea por la ausencia misma en las Cartas de las señas de identidad y circunstancia, como porque tampoco en los otros documentos que se localizan en el mismo expediente, se muestra ningún otro indicio.

Sin embargo, no pudiendo eludir algunas dudas y cuestionamientos sobre esa copia, diversos académicos han asentado varias hipótesis que más bien apuntan a salir del paso que a intentar un esclarecimiento profundo de las interrogantes que surgieron a partir de su hallazgo.34

Los historiadores que se han ocupado del manuscrito de Viena, tomando en cuenta el conjunto de documentos entre los que se encuentran las Cartas, y no teniendo más indicios de unos u otros, han llegado a colegir que la elaboración de esa copia debió ocurrir entre 1526 y 1529, pero de esto tampoco hay certeza absoluta.35

A continuación surgen nuevas interrogantes que tienen que ver con nimiedades como serían: si se mandó hacer dicha copia por parte de los secretarios Juan de Sámano o Martín de Salinas para el rey mismo, o para su hermano, Fernando de Austria; pero todo ello sólo queda en el plano hipotético, sin mayor relevancia para explicar la ausencia de los originales e incluso la relación de estas copias con las autógrafas de Cortés. Lo único que las enlaza es ser manuscritas sin probar su verdadera parentela con el original de Cortés.

Los niveles presumibles y las hipótesis que desde entonces provocaron aquellas copias manuscritas sobre su procedencia, calidad, datación, etc., fueron inmediatamente rebasados por su novedad narrativa y las nuevas circunstancias políticas que asientan, y que serían decisivas para la prosecución de las campañas de conquista y sujeción a la corona de Castilla de todo ese inmenso territorio que, aunque indefinido, comenzó a denominarse como Nueva España.36

José Luis Martínez en su biografía de Hernán Cortés ha sugerido que muy posiblemente Cortés no sólo enviara las Cartas Segunda, Tercera, Cuarta y Quinta al emperador, sino también una copia de cada una de ellas a un amigo que debía hacérselas llegar al impresor, o mejor sería decir impresores, pues como ya he referido hubo más de una edición; lo cual quiere decir que por lo menos habría cuatro copias mandadas a hacer por el propio Cortés, quien debió poseer la suya propia y otras copias que se enviaban a la península.37

Martínez da por un hecho la identidad, o igualdad, de aquellos tres o cuatro manuscritos, aunque ello no tendría necesariamente por qué ser así, pues en el caso más reducido, el manuscrito de Cortés –podrían ser varios– no tendría necesariamente por qué estar totalmente en limpio, esto es sin correcciones, enmendaduras, tachaduras, etc., mientras que el enviado a la reina y a su hijo, luego emperador, por ser quienes eran, debería estar escrito correctamente, con buena letra y contener fórmulas y otras declaraciones más personales como las que escribió el conquistador en las Cartas adjuntas (hoy conocidas como Reservadas) para la reina y su hijo, en las Tercera, Cuarta y Quinta, pero que en algo podrían variar de las versiones enviadas a los impresores, pues estas últimas podían contener algunos cambios o giros ya que se destinaban a lectores desconocidos e inciertos, que probablemente merecieran otro tipo de lenguaje.

Además, no sería improbable que los manuscritos que les llegaron a los impresores, en el momento de publicarse hubieran sufrido algunos cambios debido a la acción editorial y tipográfica, consistentes en propuestas de redacción o de adaptación de sustantivos a los moldes góticos para así ajustarse a lo que debería de ser un impreso del momento, tal y como se puede comenzar a ver que lo llevaron a cabo al asignarles títulos completos que están ausentes en las copias manuscritas, y que han prevalecido hasta nuestros días en las Segunda, Tercera y Cuarta Cartas.

Con lo anterior sólo pretendo plantear algunos cuestionamientos que parece se han pasado por alto cuando se escribe sobre este particular, dando por un hecho la igualdad absoluta de los manuscritos originales hasta hoy no localizados, las versiones impresas y aun las copias que se localizan en Viena o en las bibliotecas de España.38

La sola circunstancia que rodea a los manuscritos y a las versiones impresas nos harían presumir, de una manera razonable que, aun siendo parecidos no son idénticos los dos formatos; por lo cual, y sobre todo en el terreno de la filología, siempre quedarán dudas irresolubles de la manera no sólo en que escribió Cortés los sustantivos, sino también de su apego a lo escuchado.

Bajo esas limitaciones es entendible señalar que no es posible llevar a cabo estudios filológicos sobre los sustantivos trasmitidos por Cortés, pero esa indicación sólo cobraría su total afirmación cuando se hubiesen realizado algunos cotejos entre los materiales impresos en caracteres góticos y la copia manuscrita de Viena, que detectase similitudes y diferencias en relación con los nombres de las ciudades, pueblos, villas, provincias, etcétera.

Pero esa posibilidad se ha cerrado tras el cómodo supuesto de que los sustantivos plasmados en las Cartas de Relación no son aprovechables, pues lo consignado en las mismas son las primeras escuchas y en consecuencia las primeras designaciones arbitrarias al castellano, por lo que están mal escritas en cualquiera de los dos soportes: impresos en caracteres góticos o las copias manuscritas de Viena.39

Por ejemplo, doña Eulalia Guzmán,40 quien fuera una de las estudiosas más apasionadas de las Cartas de Relación, sólo teniendo a la vista las copias de Viena y la edición de Gayangos (que adolece de muchas arbitrariedades, como escribir Méjico cuando claramente está escrito Mexico), le endosó a Cortés el escribir mal los nombres de las ciudades, provincias, pueblos, etc., como resultado, por una parte, de la incomprensión de lo que estaba conquistando y dominando y, por otra, de la existencia de cierta malicia de Cortés para no revelar del todo los secretos de la tierra.41

Es una verdadera lástima que doña Eulalia haya sacado sus conclusiones de observar y trabajar compulsivamente la copia de Viena y la versión de Gayangos, sin haber considerado la versión impresa en caracteres góticos de la conocida como Segunda Carta o inclusive la edición de Barcia, que estaba referida y reproducida facsimilarmente en la edición de Henry Harrisse, y la que al parecer desconocía Guzmán.42

Los empeños de Eulalia Guzmán se dirigieron pues, a esclarecer, según su punto de vista y con una abundante documentación que tenía a la mano, los nombres y otras circunstancias del mundo prehispánico que “omitió” o “distorsionó” Fernando Cortés. Sin embargo no hizo una crítica documental del Códice de Viena y mucho menos su confrontación con otros soportes impresos, más fiables que el de Gayangos, que le permitieran establecer, entre otras tantas cosas más, las necesarias comparaciones entre las maneras de consignar los sustantivos, lo cual, sin lugar a dudas, le hubiese llevado a sacar algunas observaciones útiles para entender la posible relación y diferencias entre los manuscritos y los impresos, un trabajo cuya necesidad es impostergable.

¿Limitante insuperable?

Sin las cartas manuscritas de Fernando Cortés estamos impedidos, entre otras tantas cosas, a saber cómo es que escribió tales o cuales sustantivos, así como la estabilidad o inestabilidad escritural que el mismo capitán general plasmó, por lo menos, durante los cinco primeros años de su campaña de conquista. Sin embargo, y pese a ello, debemos realizar algunos ejercicios con los materiales existentes para aproximarnos, si no a las formas certeras en las que Cortés escribió tal o cual sustantivo, sí a las maneras en que quedaron registrados en los ámbitos públicos y administrativos de lo que sería la Nueva España y su metrópoli, por lo que así obtendremos algunos indicios de cómo es que los escribió el propio Cortés.

Bajo estos empeños, y siguiendo un orden cronológico partiendo del primer documento que nos podría sugerir cómo es que se escribieron por primera vez en castellano los sustantivos que consignó Fernando Cortés, los tendríamos que tomar, por prelación de tiempo, de la primera impresión de las Segunda, Tercera y Cuarta Cartas, para luego confrontarlos con los que aparecen en el Codex Vindobonensis, para notar similitudes y diferencias que después se contrasten con otra documentación.

La escritura del sustantivo Mexico en las Cartas de Relación de Cortés

Para no distraernos demasiado de nuestro tema de investigación y exposición, pongamos solamente nuestra atención en el sustantivo Meſico que al muy poco tiempo derivó en Mexico y finalmente en México. En la primera edición de la conocida como Segunda Carta de Relación, así como en el Códice Viena, dicho sustantivo sólo se consigna cuatro veces, de las cuales en la edición impresa se escribió meſico, y en el Códice Viena, la primera vez como Mesyco y los tres restantes como Mesico, como se puede apreciar en las siguientes láminas.


Transcripción: Antes q[ue] comience a relatar las cosas desta gran ciudad [Temixtitan] y las otras que en este otro capi /tulo dije: me parece para q[ue] mejor se puedan entender q[ue] devese dezir la manera de Meſico q[ue] / es dónde esta ciudad [Temixtitan] y algunas de las otras q[ue] he hecho relación estan fundadas y donde esta / el principal señorio de este Mutecçuma. La q[ual] dicha provincia es redonda y esta toda cer /cada de muy altas y asperas sierras: y lo llano de ella tenra en torno fasta LXX leguas. Y en / el dicho llano hay dos lagunas / que casi lo ocupan todo, porque tienen canoas en torno más / de cincuenta leguas.43

Y en la versión del Codex Vindobonensis, en el párrafo antes referido se escribió por primera vez Mesyco, mientras que en las siguientes ocasiones ya se refiere como Mesico, tal cual se observa en las siguientes láminas 7, 9, 11 y 13.


Paleografía: Antes que comience a relatar las cosas de esta gran cibdad / [Temixtitan] y las otras que en este otro capitulo dije me parece para que /mejor se puedan entender que devese dezir la manera de mesyco / que es donde esta cibdad [Temixtitan] y algunas de las otras que he fecho re /lación estan fundadas y donde esta / el señorio principal / de este mutecçuma. La qual dicha provincia es redonda y esta toda / cercada de muy altas y asperas sierras y lo llano de ella tenra / en torno fasta setenra leguas y en el dicho…

Así en ese primer momento y una primera compulsa podemos notar una diferencia de grafías, ya que en la edición impresa se utiliza la grafía “ſ” sin línea diagonal que podría leerse como “s”, pero también como “x”, esto es, como sílaba trabada por consonante; la “x” toma generalmente el valor fonético de “s” en España, aunque en el habla enfática culta se pronuncia “ks” o “ɣs”;44 mientras que en la manuscrita del Códice Viena en la primera vez que se refiere se ponen las grafías “sy” que, según las maneras escriturales de entonces, podría leerse como “ks” o “x”, y las otras tres veces que se consignó aquel sustantivo las grafía es “s”.

Esto último llama la atención, porque en su primera consignación pareciera que sugiere que debe escribirse y leerse como “ks” o “x”, aunque en las otras tres ocasiones en que consigna tal nombre lo hace con “s”, así que sería “mesico”. Ese tipo de grafía abre la posibilidad de que la copia manuscrita no tenga nada que ver con la impresa por el distanciamiento tan grande que hay en la manera de consignar el sustantivo, aunque la primera trascripción en el documento manuscrito sugiere la lectura con “x” tal y como se hizo en la versión impresa en moldes góticos al escribirlo con la tipografía ya señalada. Por lo cual sugiere, pero no establece, como sí lo hizo la impresa en las cuatro ocasiones en que estampó dicho sustantivo con “ſ ” equivalente a “x”, como podemos seguir viendo en las siguientes láminas.


Transcripción: Estando escriviendo esta relacion vinieron a mí ciertos mensajeros del señor de una ciudad que / esta cinco leguas de esta provincia que se llama Guacachula: y es a la entrada de un puerto que / se pasa para entrar a la provincia de Meſico por allí…


Paleografía: Estando escribiendo esta relación vinieron a mí ciertos / mensajeros del señor de una ciudad que está cinco / leguas de esta provincia, que se llama guacachula y es / a la entrada de un puerto que se pasa para entrar a la / provincia de Mesico por allí…


Transcripción: Guacahula. Por que uvo cierta diferencia sobre a quien pertenecía el señorío de aquella ciudad y / provincia de Yzçucan por ausencia del que se avia ido a Meſico, E puesto que ovo algunas /.


Paleografía: [confedera] dos con los de guacahula guacahula por que ovo cierta diferencia so / bre a quien pertenescia aquella cibdad y provincia de / yzçucan por ausencia del que se avia ido a Mesico, e pue / sto que ovo algunas contradiciones y parcialidades entre / un hijo bastardo del señor natural de la tierra.


Transcripción: E a ella vini/eron ansi mismo a se ofres/cer por vasallos de vuestra majestad el señor de una ciudad que se dize /Guagucingo y el señor de otra ciudad que/ está a diez leguas désta de Yzçucan: y son fronteros de la tierra de Meſico.


Paleografía: pacifica y a ella vini /eron ansi mesmo a se ofres / cer por vasallos de vuestra majestad el señor de una ciudad que se dize Guagucingo y el señor de otra ciudad que / esta a diez leguas désta de Yzçucan: y son fronteros de la tierra / de Mesico.

En cambio en la Tercera Carta, en las dos versiones, impresa y copia manuscrita, advertimos que ya se escribe Mexico, por lo que ya en ese momento queda perfectamente establecido la grafía “x” como la letra singular en la manera de escribir dicho sustantivo, y cuya otra característica es no tener tilde. Esta última sólo se le pondrá hasta la segunda mitad del siglo XVIII, tal y como lo podemos constatar en la edición que hiciera el arzobispo Francisco Antonio de Lorenzana de las Cartas de relación de Cortés, bajo el título de Historia de la Nueva España, escrita por su esclarecido conquistador Hernán Cortés.

En dicha edición, que yo sepa, es la primera vez que se puso tilde a México, con lo que se introduce esa novedad que, además de ser tal, lo separa de la edición de Barcia que lo mando imprimir sin tilde.45

Así Lorenzana se separó de Barcia, y aun de la edición de caracteres góticos, al acentuar el sustantivo México, sin poder saber hasta el momento el por qué hizo tal puntuación.46

Lo anterior nos deja ver que en una fecha tan temprana como 1522 o 1523 –depende de si se toma la fecha de data o de impresión–, ya quedó consignado en la versión impresa y en la copia manuscrita, la manera de escribir el sustantivo de la provincia que envuelve a la ciudad de Temixtitan es Mexico, y de ahí en adelante ya no variará por lo menos en la lengua castellana-mexicana, hasta que se le ponga la tilde en el siglo XVIII;47 aunque es de notar cómo en otras lenguas trataron de darle su propias grafías, tal y como se puede ver en la edición en latín, alemán e inclusive en inglés o en el propio castellano del reino de España actual.

Ejemplos de cómo se grafiaron los sustantivos en la edición latina, los encontramos en una copia que se localiza en la Biblioteca Nacional de España, en Lorenzana y Barcia.


Paleografía: otro capitulo dixe me parece para / que mejor se puedan entender que se / deve dezir la manera de la laguna de / mexico/ que es donde esta ciudad (Temixtitan) y algunas…


Paleografía: Estando escribiendo esta relación vinie / ron a mi ciertos / mensajeros del señor de una ciu / dad que está cinco leguas de esta provincia / que se llama guacachula y es a la entrada / de un puerto que se pasa para entrar a / la provincia de Mexico por allí…


Traducción: que sigue la versión impresa y manuscrita: Estando escriviendo esta relacion vinieron a mí ciertos mensajeros del señor de una ciudad que esta cinco leguas de esta provincia que se llama Guacachula, y es a la entrada de un puerto que se pasa para entrar a la provincia de Meſsico por allí…


Transcripción: de aver dado conclusión a su voluntad en este negocio que he dicho: y averles dado a enten/der como mi camino era para yr a entrar de guerra por las provincias de Mexico y Te/mixtitan…


Paleografía: en su lugar y llegados alli fuemos dellos muy bien / rescebidos y despues de aber dado conclusion a su voluntad / en este negocio que he dicho y aberles dado a entender / como mi camino era para yr a entrar de guerra por / las provincias de mexico y te / mixtitan, les rogue…


Transcripción: que fuese necesario para los dichos vergantines estuviese aparejado para que después // que plaziendo a dios yo estuviese en las provincias de Mexico y de Temixtitan pudiese // enviar por ellos...


Paleografía: [línea número 9] …fuese necesario para los dichos vergantines estuviesen / aparejado para que despues que placiese a / dios yo estuviese en las provincias de Mexico y de / Temixtitan.


Transcripción: En la otra relación muy catolico señor dire como avia sabido que los de las provincias de // Mexico y Temixtitan aparejaban muchas armas…


Paleografía: en la otra relación muy catolico señor dije cómo había sa / bido que en las provincias de Mexico y Temixtitan / aparejaban muchas armas


Transcripción: do: y porque avia falta de bastimentos el dicho alcalde mayor escribio al adelantado si manda /va alguna cosa porque el se bolvia a la ciudad de Mexico donde yo resido…


Paleografía: bas / timentos, el dicho alcalde mayor escribió al adelan / tado sy mandava alguna cosa porque el se / bolvía a la cibdad de Mexico donde yo resido…



Una primera recapitulación

Recapitulando lo relacionado con el tópico escritural del sustantivo Mexico, se puede decir que desde que lo presentó Fernando Cortés en su Segunda Carta de Relación, planteó la posibilidad de poderlo escribir con “x” aunque también con “s”, por esa razón muy probablemente cuando se imprimió por primera vez dicho sustantivo se hizo con la grafía ſ, sin línea diagonal que podría leerse como “s”, pero también como “x”, esto es, como sílaba trabada por consonante, que como ya referí en la sección anterior: la “x” toma generalmente el valor fonético de “s” en España, aunque en el habla enfática culta se pronuncia “ks” o “ɣs”. Presunción que refuerzo por el modo en que se presentó en la copia manuscrita cuando se refirió por primera vez dicho sustantivo con “sy”, que puede leerse “x” o“ks” o “ɣs”.

Pero esta acción dubitativa de los modos de escribir dicho sustantivo quedó resuelta definitivamente en la Tercer Carta de Relación, donde ya no tuvo duda de que debería de escribirse con “x”, por lo cual en los dos formatos en que se encuentra estampada, la manuscrita o la impresa, se grafió con “x”. Circunstancia que se repite en la Cuarta y Quinta cartas y en todo el resto de la documentación cortesiana, que sólo se verá modificada en la edición de Lorenzana, cuando este arzobispo editor le añadió el acento.

Cortés y su dicho de Mexico

Como ya quedó señalado en páginas anteriores, Fernando Cortés en su Segunda Carta de Relación, consignó por primera vez la existencia del sustantivo Meſico (Mesico o Mexico), en uno de los segmentos en que dividió su misiva.48 El párrafo de referencia, es el segundo de esa segunda parte, en la que yo considero está dividida la Carta en cuestión.

Esa segunda parte está antecedida por la narrativa del largo periplo del puerto de Chalchimeca,49 que se inició el 21 de abril 1519,50 hasta la propia entrada a la ciudad de Temixtitan, 8 de noviembre de 1519, para luego seguir narrando momentos de su estancia y algunas primeras aproximaciones de su comprensión del complejo entramado social, político y religioso existente en ese heterogéneo y dilatado territorio en el que al parecer señoreaban los poderes establecidos en la gran ciudad de Temixtitan.

La segunda parte de la Carta sigue con algunas advertencias sobre lo limitado que pudieran ser las descripciones de los grupos humanos que estaba conquistando y sometiendo para la corona de Castilla, sobre todo por la: “tanta admiración que no se podrá creer, porque los que acá con nuestros propios ojos las vemos, no las podemos con el entendimiento comprender.”51

Después continúa con la descripción de la gran ciudad de Temixtitan, su señorío y las acciones que estaba llevando a cabo para su conquista militar; toda vez que, según la exposición de Cortés, su pacífica ocupación, que narró en la primera parte de su carta, habría sido trastocada por la nefasta intromisión de Diego Velázquez en la persona de Pánfilo de Narváez, quien al desembarcar en las costas de Chalchimeca a principios de mayo de 1520, comenzó a romper el orden por él establecido; de tal suerte que no le quedó más remedio que salir a combatirlo, pues las acciones de aquél estaban echando por tierra la “ocupación pacífica” que había logrado de buena parte de aquellas tierras y señoríos.52

A su regreso a la ciudad de Temixtitan el 24 de junio de 1520, encontró a los habitantes de la ciudad y ciudades circunvecinas amotinados, no sólo contra los españoles sino también contra el mismo Moctezuma, por lo que Cortés tuvo que salir huyendo para rehacer su ejército y el de sus aliados, con el fin de conquistar la ciudad por las armas.53

Pero aún antes de entrar de lleno a esas narrativas, en el segundo párrafo de esta segunda parte de la Carta en comento, inicia con una composición escritural un tanto cuanto anómala, en relación a todo lo narrado hasta ese momento, pues escribió una oración compacta que por lo mismo resulta poco clara y que de una u otra manera levanta suspicacias, pues cómo ha de leerse: “Antes que comience a relatar las cosas de esta gran ciudad (Temixtitan) y las otras que en este capítulo dije, me parece, para que mejor se puedan entender, que débese decir de la manera de México...”.54

Quiérase que no, dicha declaración resulta, por decir lo menos, confusa. Leída una y otra vez abre más dudas de interpretación que certezas de sentido. Por lo que es necesario ensayar algún tipo de interpretación de lo que está expresando.

Inexplicablemente ese párrafo no ha llamado la atención de estudiosos y críticos de nuestro tiempo, inclusive se puede decir que han rehusado analizarlo.55 Más aún, por extraño que parezca, ni a los primeros editores y tipógrafos de la Carta les significó algo aquella primera mención del sustantivo Mexico, con todo y el respeto que mostraron por la posible duda escritural que hubiese transmitido Fernando Cortés. Así que lo dejaron pasar sin algún llamado editorial especial, como pudiera haber sido la introducción de una letra capital al inicio del párrafo o siquiera en el que le antecede, por ser la parte que considero da principio a una segunda parte de la narrativa.56

Dejando de lado ese desdén o falta de exploración de lo que significan ese conjunto de palabras, no estaría mal arriesgar alguna posible interpretación.

Considero que aquella composición retórica contiene una propuesta de designación para la provincia que circundaba la ciudad de Temixtitan, que en la primera referencia que hizo de ella, dentro de la narrativa de la Segunda Carta de Relación, no manifestó su designación, pues muy seguramente no quiso distraer la atención de la descripción que le llevó Alvarado cuando por primera vez la vio y describió, después de ir a “saber el secreto de aquel humo” que salía de la sierra, que hoy conocemos como el volcán Popocatépetl, y que refirió de la siguiente manera:


Transcripción: E yen / do a ver esta sierra toparon un camino y preguntaron a los naturales de la tierra que iban con ellos / que para donde iba; y dijeron que a Culua; y que aquél era buen camino; y que el otro por donde nos querían / llevar los de Culua no era bueno. Y los españoles fueron por él hasta encumbrar las sierras / por medio de las cuales entre la una y la otra va el camino; y descubrieron los llanos de Cul /ua y la gran ciudad de Temixtitan y las lagunas que hay en la dicha provincia de que adelante haré / relación a vuestra alteza; y vinieron muy alegres por haber descubierto tan buen camino, y Dios sa / be cuánto holgué yo de ello.57

Teniendo presente aquella descripción y el propio señalamiento de que más adelante hará relación de esa provincia, parece inequívoco que escogió esa segunda parte de la Carta, para referirse a ella, comenzando con aquella frase críptica de “me parece, para que mejor se puedan entender [las ciudades y señoríos que pueblan aquella provincia], que débese decir de la manera de Mexico.”58

La secuencia y unión de aquellos dos momentos escriturales me llevan a señalar que aquel acto de designación obedece a una planeación estricta del lugar donde debería de quedar su propuesta, pues no podía insertarse en aquella primera parte en la que estaba dando cuenta del encuentro inicial y descripción de todos los territorios que estaba recorriendo y conquistando, sino en la segunda parte donde se encuentra el texto que valora todo aquello que refirió y describió en la primera.

Así que el planteamiento de la mención del nombre de la provincia en esta segunda parte de la Carta es un acto totalmente deliberado, que muy seguramente buscaba dejar muy clara su intención de no confundir lo narrado con ese segundo momento donde hará otros tipo de valoraciones y de ese planteamiento insólito, pues dentro de su narrativa no hay antecedente previo de su evocación y por lo tanto no cuenta con referencia argumental, ya no sólo digamos el propio sustantivo Mexico, sino ni aun de la frase “me parece, para que mejor se puedan entender [las ciudades y señoríos que pueblan aquella provincia], que débese decir de la manera de Mexico”.

Antes de pasar a otra cosas no se puede dejar de mencionar lo paradójico que resulta ese esfuerzo de Cortés por marcar esa peculiaridad con el poco caso que se le ha puesto a más de que no se ha extrañado en sus narrativas la descripción más puntual de los componentes físico humanos existentes en aquella provincia, tal y como lo prometió en la primera referencia genérica que hizo sobre la misma, y que finalmente terminó eludiendo cuando refirió su concreción sustantiva bajo el nombre de Mexico. Operación retórica que permitió eliminar las individualidades y subsumir las diferencias que ya nadie extrañará por estar contenidas en la provincia de Mexico

Así pues, ¿de dónde salió este sustantivo que no había sido enunciado previamente? Dejo esa exposición para otro trabajo futuro y, solamente siguiendo lo expresado en las Cartas de Relación, es constatable que Fernando Cortés al aportar los sustantivos bajo los que se designaban ciudades o provincias, lo hacía siguiendo lo que le referían los naturales o cuando a él le parecía que debería de proponer una denominación expuso sus motivaciones para fundar su parecer.

Lo anterior lo llevó a cabo al solicitarle “a su Majestad”, que guardara la designación que él discurrió para las tierras y territorios que estaba conquistando bajo la denominación de la Nueva España, como se puede ver en las siguientes palabras:

Por lo que yo he visto y comprendido cerca de la similitud que toda esta tierra tiene a España, así en la fertilidad como en la grandeza y fríos que en ella hace y en otras muchas cosas que la equiparan a ella, me pareció que el más conveniente nombre para esta dicha tierra era llamarse la Nueva España del Mar Océano, y así en nombre de Vuestra Majestad se le puso aqueste nombre. Humildemente suplico a Vuestra Alteza lo tenga por bien y mande que se nombre así.59

Teniendo presente ese parecer para nombrar como Nueva España al todavía incierto territorio que estaba conquistando, y compararlo, con esa otra consideración para denominar a la provincia que rodeaba a la ciudad de Temixtitan como Mexico, notamos diferencias. Pues mientras que lo relacionado con la designación de la Nueva España son manifiestas sus razones, en el caso de Mexico se advierte un parecer constreñido por la economía de palabras, sin previo referente o fundamento, que dificultan una fácil comprensión de lo que está expresando la frase: “me pareció, para que mejor se puedan entender, que débese decir de la manera de Mexico...”.

La falta de motivo o fundamento para la propuesta de un sustantivo con el cual se identificará a la provincia que circunda a la ciudad de Temixtitan, sólo deja ver que en todo caso a partir de dicha enunciación ya no se referirá a las ciudades y señoríos asentados en la provincia que circundan la Ciudad de Temixtitan, como lo había señalado que lo haría la primera vez que refirió los llanos de Culua, sino que las pasará por alto en su concreción y sólo los designará bajo la mención genérica de Mexico.

Con el establecimiento de esa acción denominativa de la provincia que circunda a la ciudad de Temixtitan, considero que Fernando Cortés dio por satisfecho lo que hasta entonces había expuesto de manera dispersa, general y vaga sobre las ciudades y señoríos que se localizaban en dicha provincia.

Así, aquellas individualidades y características que podían anotarse de la provincia quedaron resumidas en la expresión “y las otras [ciudades] que en este capítulo dije,” para ya no volverlas a tratar en sus contextos, hoy diríamos geo-políticos, sino referidas y comprendidas bajo esa nueva designación.

Pero a más de esa propuesta preventiva de enunciación narrativa para lo que seguiría narrando, yo deduzco que en la misma frase está implícita otra propuesta dirigida a los reyes de Castilla, para que avalaran la designación de Mexico, para nombrar a la provincia que rodeaba a la ciudad de Temixtitan.60

Lo anterior lo infiero de considerar el “me pareció”, con el que Cortés abre la oración que estoy analizando, como una acción escritural muy personal e íntima para sus interlocutores primarios, que no hay que olvidar eran don Carlos y doña Juana su madre, reyes de Castilla y Aragón, que terminarían aprobando o desaprobando lo actuado y aún lo signado y designado por el remitente.

Luego de establecer esa acción retórica muy personal e íntima, por cierto no común en la narrativa de la Carta, a pesar de estar escrita en primera persona del singular, establece la palabra “entender”, que es clave en la composición de la oración. Dicho vocablo no tiene un sentido único como lo muestra el Diccionario de Autoridades.61 En él, por lo menos hay ocho entradas diversas con sus correspondientes sentidos y precisiones. Sería aburrido y tedioso mostrar aquí cada una de ellas, por lo cual sólo elijo la que considero tiene que ver con la búsqueda del esclarecimiento de la oración, y en tal sentido comprendería el significado de: “advertir, hacer saber, u explicar a uno alguna cosa, para que se sepa y advierta”. Visto así el sentido de “entender” como advertir, que es lo mismo que aconsejar, se podría llegar a comprender lo que sigue en la propuesta, esto es que está aconsejando “débese decir de la manera de Meſico…”.

De esta manera, el parecer íntimo de Cortés no está fundado en una realidad preexistente, sino en un consejo, que bien a bien no se ve de dónde salió, pues no hay antecedente, sino sólo el consecuente de que de ahí en adelante “débese” llamar Mexico a la provincia que circunda a la ciudad de Temixtitan, como un todo mayor que comprende y da cuenta de todas las partes sin mencionarlas en sus individualidades, y donde la propia ciudad de Temixtitan un día puede quedar subsumida, pues es parte del todo.

No sería una pérdida de tiempo explorar la posibilidad de que el sustantivo Meſico (Mexico), fuera una propuesta de Fernando Cortés para referir la provincia y luego a la misma ciudad de Temixtitan, si se acompaña de la documentación que da cuenta de esa propuesta y su desarrollo en el tiempo.

Notas del Capítulo I

1 Habrá quien pueda pensar, por la forma en que se han publicado los trabajos de Pedro Mártir de Anglería que en el Epítome o mejor conocido como Cuarta Década, que se publicó en 1520, ya se daba cuenta de lo actuado por Cortés en la Nueva España. Sin embargo, lo consignado por Anglería en cuanto a los nombres con que se identificaban las tierras al occidente de la isla Fernandina o de Cuba, eran sólo los de Ulua, Collua, Oloa, Hacoluacan, Coluacana y Coluacán, que debieron proporcionar los informantes de Diego Velázquez a los procuradores de Fernando Cortes, con los que seguramente se entrevistó a finales de 1519 o principios de 1520. A más de los ya referidos, no se consignan otros nombres ni siquiera el de la Nueva España. De todo ello nos ocuparemos en un apartado especial. Cfr., Pedro Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, traducción de Agustín Millares Carlo, estudio y apéndice de Edmundo O´Gorman, México, José Porrúa e Hijos, 1964, 2 vols.

2 Cfr., Hernán Cortés, Cartas de Relación, op. cit., sobre todo la Segunda. Para una confrontación de los sustantivos referidos por Cortés con los nombres que hoy llevan los pueblos es muy útil el trabajo de doña Eulalia Guzmán, en su edición de la Primera y Segunda Cartas de Relación, en Relaciones de Hernán Cortés a Carlos V sobre la invasión de Anáhuac, México, Libros Anáhuac, 1958. En dicha erudita edición, en notas de pie de página, la investigadora anotó tanto las identificaciones que hoy llevan los pueblos como el modo en que ella suponía debieron escribirse. Por ejemplo, cuando en la Carta de Relación se consignó el sustantivo Sienchimalen, en la nota al pie de página señaló: “Xicochimalco (hoy Xico, Veracruz) pp. 115-116; Teyrnacan , doña Eulalia transcribió Teixuacan, que hoy sería Ixhuacán, p. 118. Este nombre en la versión manuscrita conservada en Viena, foja 5, se puede leer tryenaca), etcétera.

3 Cortés se cuidó de no llamar reino o imperio a lo que estaba conquistando, sino que les asigna referentes de menor escala como es el de señoríos, Cfr., el primer párrafo con que se anuncia la Segunda Cartas de Relación: “Cuenta largamente del grandísimo señorío del dicho Mutezuma, y de sus ritos y ceremonias y de cómo se sirven”. Op. cit., p. 31.

4 En la primera edición de 1522 se pueden leer en su portada ya desatadas las abreviaturas, pero respetando puntuación: Carta de relación enviada a su Sacra majestad del emperador nuestro señor por el capitán general de la nueva españa: llamado fernando cortes. En la cual hace relación de las tierras y provincias sin cuento que han descubierto nuevamente en el yucatan del año de XIX a esta parte: y ha sometido a la corona real de su Sacra Majestad. En especial hace relación de una gradisima provincia muy rica llamada Culua: en la que cual hay muy grandes ciudades y de maravillosos edificios: y de grandes tratos y riquezas. Entre las cuales hay una más maravillosa y rica que todas llamada Timixtitan: que esta por maravillosa arte edificada sobre una grande laguna, de la cual ciudad y provincia es rey un grandísimo señor llamado Muteeçuma: donde le acaecieron al capitán y a los españoles espantosas cosas de oír. Cuenta largamente del grandísimo señorío del dicho Miteeçuma y de sus ritos y ceremonias, y de como se sirve. Cfr., Lámina número 1 de este trabajo.

5 Aunque tal designación no aparece en la portada, debe considerarse como tal dada la secuencia numérica que le dieron los impresores a las siguientes, esto es Tres y Cuatro como se verá más adelante. La primera se imprimió hasta 1842 por Martín Fernández de Navarrete, Miguel Salva y Pedro Sainz de Baranda, individuos de la Academia de Historia, Madrid, Imprenta de la viuda de Calderón.

6 Casi todas las ediciones de las Cartas de Relación tienen algún apartado dentro de su introducción donde se mencionan algunas de ellas. José Luís Martínez en su biografía de Hernán Cortés también le dedica un buen espacio como ya referí, pero sigue siendo muy útil La Bibliotheca Americana Vetustissima. A description of works relating to America published between the years 1492 and 1551, que elaboró Henry Harrisse. Existen distintas ediciones. Hoy en día su consulta es muy fácil ya que están a disposición en internet y por patrocinio de Google. Además, puede verse Carlos Sanz, Bibliotheca Americana vetustissima, últimas adiciones a la de Henry Harrise, Madrid, Victoriano Suarez, 1960. 2 vols., ils.; 26 cm; Carlos Sanz, Bibliotheca Americana vetustissima, comentario crítico e índice general cronológico de los seis volúmenes que componen la obra, Madrid, Victoriano Suárez, 1960; Carlos Sanz, Henry Harrisse, 1829-1910, príncipe de los americanistas, su vida, su obra. Bibliografía critica de sus publicaciones y reproducción en facsímil de la portada y las 54 primeras páginas de la Bibliotheca Americana Vetustissima, en las que se describen los libros impresos en el siglo XV, que tratan del descubrimiento de las Indias, Nuevo Mundo. También se reproduce la tabla cronológica de todas las obras enumeradas en la B.A.V. y en las Additions, publicadas en Paris, 1872. Madrid, Basagal, 1958, 123 p., ils.; 29 cm. Henry Harrise, Christophe Colomb, devant l’histoire. Paris: H. Welter, 1892. 124 p., ils., 26 cm.

7 Ibidem.

8 Evidentemente Cortés escribió muchas más cartas a los reyes, a los del Consejo de Indias y a otras instancias reales y particulares de las que por ahora no me ocuparé ya que ellas se trataran en otro momento de este trabajo. Esta Quinta Carta como las anteriores, no dejarán de proporcionar problemas a los estudiosos ya que algunos la datan en Tenuxtitan, hecho que ha motivado incluso algunos serios comentarios por el cambio de designación escritural dentro de las cartas impresas, como se puede ver en: Guzmán Betancourt en la nota 23 de su presentación, donde afirma que la Quinta Carta de Relación se signó en Tenuxtitan “como se puede ver en versiones impresas contemporáneas”, y a lo cual hay que decir que es totalmente contrario a lo que escribió Vedia en su presentación, que refiere con las siguientes palabras: “la quinta, que se halló en el códice CXX de la Biblioteca Imperial de Viena cuando se buscaba la que deseaba Robertson, no tiene fecha; pero en un códice del siglo XVI, existente en la Biblioteca Nacional, finaliza del modo siguiente: “De la cibdad de Temixtitan desta Nueva-España, á 3 del mes de setiembre, año del nacimiento de nuestro Señor é Salvador Jesucristo de 1526”. Ignoramos si el códice referido es la copia que cita Muñoz, hecha por Alonso Díaz, de la original de Hernán Cortés. “Yo me he valido de él para la publicación presente, en que sale por primera vez á la luz pública esta carta”, página XVI en Biblioteca de Autores Españoles desde la formación de la lengua hasta nuestros días. Historiadores primitivos de Indias, colección dirigida e ilustrada por don Enrique de Vedia, t. 1, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, Salón del Prado 8, 1852.

9 Es digno de notarse cómo Cortés, por lo menos hasta 1526, no utilizó en sus Cartas de Relación la designación de puerto de San Juan de Ulúa, sino la referencia de Chalchimeca que, según doña Eulalia Guzmán, tendría que ser Chalchiuhcueyecan o Chalchiucuecan que era la designación en náhuatl que se daba a las costas de Veracruz, frente al islote que nosotros conocemos como de San Juan, Guzmán, op. cit., p. 262. Es más, es de notarse como en las Actas del Cabildo de la Ciudad de Temixtitan, con fecha del 31 de mayo de 1526, ante Martín de Calahorra se da la noticia de la llegada al puerto de Chalchicueca de Fernando Cortés el 24 de mayo. Cfr., Hernán Cortés, Carta de Relación, op. cit., p. 57/2 y Acta del Cabildo, traducción paleográfica del Primero Libro de Actas del cabildo de la Ciudad de México, publicadas por acuerdo de fecha 27 de diciembre de 1870, México, Imprenta y Litografía del Colegio del Tecpan de Santiago, 1871, p. 73.

10 Puede fácilmente apreciarse que después de los viajes colombinos que despertaron una gran euforia se cayó en un ambiente un tanto monótono, tal y cual lo refirió Pedro Mártir de Anglería en la introducción de su Cuarta Década, donde se puede leer: “Leíanse a diario en nuestro Regio Consejo de las Indias cartas llenas de circunloquios enviadas por gente necia, de la cual no me es posible extraer ningún jugo. Este se jactaba de haber hallado un dedo de la mano antes descubierta y, aquél una de sus falanges; otros narraban sus grandes y nuevos hallazgos a grito herido y con mayor ampulosidad que los primeros descubridores de aquel mundo, imitando a la hormiga que se cree oprimida de grave peso cuando lleva a su madriguera un grano de trigo sustraído de los grandes montones de la era y sembrado por el ajeno esfuerzo”. Pedro Mártir, op. cit., p. 395.

11 Existe una edición fotográfica: Codex Vindobonensis S.N. 1600, Cartas de Relación de la Conquista de la Nueva España. Escritas por Hernán Cortés al emperador Carlos V y otros documentos relativos a la conquista, años de 1519 a 1527, prefacio por Josef Stummvoll, introducción y bibliografía de Charles Gibson, descripción de las características del códice por Franz Unterkircher, Akademische Drucku. Verlagsanstalt, Austria, Graz, 1960.

12 La bibliografía del tema es amplia y añeja, pero se puede tener presente para su fácil consulta por su reciente edición, el libro: De la historia bíblica a la historia crítica, de Jacques Lafaye, México, Fondo de Cultura Económica, 2013. Sobre todo, a partir del capítulo XI.

13 Véase, “Instrucción de Diego Velázquez a Fernando Cortés”, y los subsecuentes documentos del pleito entre ambos personajes en Documentos cortesianos, op. cit., vol. I, p. 45, y siguientes.

14 En la Bibliotheca Americana vetustissima se refieren en extenso los que utilizaron las Cartas de Relación desde el siglo XVI al XIX. Véase Henry Harrisse op. cit., pp. 204 a 237. Las actualizaciones de esos materiales pueden verse en Carlos Sanz, op. cit., y Carlos Sanz, Henry Harrisse, príncipe de los americanistas, op. cit., y Bibliografía crítica de sus publicaciones y reproducción en facsímil de la portada y las 54 primeras páginas de la Bibliotheca Americana Vetustissima, en las que se describen los libros impresos en el siglo XV, que tratan del descubrimiento de las Indias, Nuevo Mundo. También se reproduce la tabla cronológica de todas las obras enumeradas en la B.A.V. y en las Additions, publicadas en París, 1872. Madrid, Basagal, 1958, 123 p., ils.; 29 cm.

15 Consúltese Jean Serrailh, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, traducción de Antonio Alatorre, México, Madrid, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1957, pp. 395-398.

16 Historiadores primitivos de las Indias Occidentales que reunió, traduxo en parte, y sacó a la luz ilustrado, con eruditas notas y copiosos índices, el ilustríssimo señor D. Andrés González Barcia, del Consejo, y Cámara de S. M., dividido en tres tomos, cuyo contenido se verá en el Folio siguiente. Tomo I, Madrid, año de MDCCXLIX. Esta edición ya se encuentra en internet, gracias a la captura digital que realizó Google. books.google.com.mx/books?id=mm4_AAAAYAAJ&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false.

17 El establecimiento de ese criterio editorial quizá se inspiró en la versión de la Segunda y Tercera Cartas de Relación traducida y presentada en latín en 1524 por el doctor Pedro Savorgnani, quien la dio a luz en Nuremberg, dedicando su traducción al papa Clemente VII. Estas traducciones se reimprimieron dos veces, con las mismas características editoriales en el tratado intitulado De Insulis nvuper inventis, etc., Colonia, 1532; y la otra en Simón Grineo, Novus Orbis, Basilea, 1555. La primera versión se puede consultar en internet gracias a los esfuerzos de la Biblioteca Nacional de España que ya nos la proporciona en su portal dentro de las obras digitalizadas.

18 En la Segunda Carta, al final, señala “Jacobo Cromberger, que imprimió esta relación en Sevilla a ocho de noviembre de mil quinientos i veinte i dos…”, p. 63, y de las otras véanse pp. 128 y 156, en donde no se indica la base de la edición.

19 Francisco Antonio de Lorenzana publicó las Cartas de Relación de Fernando Cortés bajo el título de Historia de Nueva España, escrita por su esclarecido conquistador Hernán Cortés, México, Imprenta del Superior Gobierno, Joseph Antonio de Hogal, 1770, edición facsimilar, Miguel Ángel Porrúa, 1998. Al parecer nadie se ha tomado la molestia de ver cuál fue la edición de la que se valió el arzobispo. He realizado una compulsa y puedo asegurar que utilizó la de Barcia no sólo como modelo, sino que la siguió incluso en los pequeños títulos que introdujo Barcia, con la salvedad de que en la edición de Lorenzana se presentan como apostillas en los márgenes, y con la novedad de añadirle notas que intentan esclarecer y poner a los ojos del lector, lo que no necesariamente debería de saber. Con lo cual Lorenzana deja testimonio de la manera en que apreció distintos hechos consignados por el propio conquistador. La compulsa de ambos impresos es tediosa en lo referente a las grafías, pues si bien, como ya señalé, Barcia respeta dentro de la narrativa cortesiana la forma en que se consignaron en la edición princeps, Lorenzana no lo hizo siempre, ya que intentó modernizar algunos sustantivos, aunque no dejó de usar las grafías de tipo gótico que había empleado Barcia en algunos casos, por lo cual la edición de Lorenzana en este último punto es mucho más confuso y por lo tanto no se puede decir que haya seguido la edición gótica, por lo cual no resulta muy confiable en ese punto específico.

20 Así, añade parte del llamado Códice Mendocino que él identifica como Cordillera de los pueblos que antes de la conquista pagaban tributo al emperador Muctezuma en qué especie y cantidad, Cfr., op. cit., referido como Lám. 2, y que se localiza entre la Carta Segunda y Tercera, sin numeración propia.

21 Para mayor información sobre este historiador se recomienda la lectura del ensayo de Juan A. Ortega y Medina, “Sobre ‘The History of America’”, en Estudios de tema mexicano, México, Secretaría de Educación Pública, 1973, (SepSetentas, 84). No puedo dejar de advertir que la valiosa historia de Robertson, sobre Carlos V contó con una edición en castellano en 1839, que hoy se puede consultar en algunas bibliotecas españolas, pero también en Internet.

22 Cfr., Historia de la América, escrita por William Robertson, traducida al español por Bernardino de Amati; precedida de una breve noticia de la vida del autor, Burdeos, Imprenta de Dn. Pedro Beaume, 1827, 4 vols. En relación a la Carta de la Justicia y Regimiento, ver vol. I, pp. XIX-XX y el extracto que ofreció en el vol. IV, al final de tomo, sin páginas numeradas. También se puede encontrar la edición que se hiciera en castellano en 1827 de esta otra historia de Robertson en Internet gracias a la digitalización de Google.

23 El primer manuscrito de Fernando Cortés enviado a la los reyes de Castilla y Aragón, que tiene que ver con las exploraciones y conquista de las tierras al occidente de la isla de Cuba o Fernandina y en su porción costera, de lo que con el tiempo se denominó Nueva España (julio de 1519), se dice que se perdió, aunque no sucedió lo mismo con el documento que elaboró la Justicia y Regimiento (Ayuntamiento) de la recién fundada Rica Villa de la Vera Cruz, que supuestamente iba en el mismo embarque y con las mismas personas a las manos directísimas del rey o a las de su Consejo. Así que, por extraño que parezca, desapareció la del capitán general y sobrevivió la del ahora llamado “Cabildo o Ayuntamiento”, pero no en original sino en copia, al igual que las otras Cinco Cartas que envió Fernando Cortés a don Carlos emperador siempre augusto y doña Juana su madre…, reyes de Castilla de León de Aragón…, todas ellas y bajo la condición de copias se localizan en la Biblioteca Real de Viena, reconocible por la signatura Ser. Nov. 1600 (antes núm. CXX), “Relaciones de Hernán Cortés”. En la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, del Museo Nacional de Antropología, se encuentra una copia fotográfica de excelente factura. Otra copia manuscrita se encuentra en la Biblioteca Nacional de España bajo la signatura 2016. El análisis de la composición y estructura de este último manuscrito y la confrontación que he realizado del mismo con el Códice Viena y las ediciones impresas, me llevan a decir que el manuscrito de la Biblioteca Nacional de España tuvo presente la edición impresa, que en algunos casos difiere del manuscrito de Viena, y aunque aparenta ser muy coetáneo a las cartas autógrafas no lo es. Muy probablemente se trata de la copia que mandó hacer Floridablanca cuando era ministro en el año de 1778. Esa copia se encuentra en Internet, como otros muchos documentos que ya están digitalizados por la Biblioteca Nacional de España, por lo que es muy fácil su consulta.

24 Pascual de Gayangos, Cartas y Relaciones de Hernán Cortés al emperador Carlos V, colegidas e ilustradas por don…, de la Real Academia de la Historia de Madrid; correspondiente del Instituto de Francia, etc., etc. París, Imprenta Central de los Ferro-carriles, A CHAIX Y C, Calle Bergére 20, cerca del boulevard Montmartre, 1866, p. VII.

25 Ibidem.

26 Colección de documentos inéditos para la historia de España, por Martín Fernández, et. al., Madrid, imprenta de la viuda de Calderón, 1842, tomo I, pp. 421-461.

27 En, Historiadores primitivos de Indias, op. cit.

28 Don Pascual de Gayangos, op. cit., se dio a la tarea de poner en las planchas de las imprentas en el año de 1866, no sólo aquellas cinco Cartas de Relación sino otra serie de documentos cortesianos que se localizaban en archivos públicos y privados, y con lo cual se puede decir que las cartas manuscritas, ahora sí en original y en copia, se les terminó confiriendo en bloque una supuesta respetabilidad sobre lo impreso. Pero ya veremos cómo ese supuesto está bastante maltratado, sobre todo por ese chocante prurito no sólo de modernizar los nombres sino incluso de cambiarlos, tal y cual lo hizo al escribir Méjico en lugar de Mexico como se consignan en los propios manuscritos que él transcribió.

29 Woodrow Borah, “The Cortés Codex of Vienna and Emperor Ferdinand I”, The Americas, Julio de 1962, vol. XIX, núm. 1, p. 92, y lo antes señalado dentro de su hipótesis de que Martín de Salinas le envió a Fernando I copias escritas y no impresas de las Cartas de Cortés.

30 Cfr., Eulalia Guzmán, op. cit., pp. XI-XIII y CXXV.

31 Cartas de Relación, op. cit.

32 Woodrow Borah, op. cit., pp. 79-92, señala como una mera ocurrencia el que Cortés pudiera haber estado presente cuando se hicieron las copias, pero no hay dato duro que dé sustento a semejante idea, p. 90.

33 Cartas de Relación de la Conquista de la Nueva España. Escritas por Hernán Cortés al emperador Carlos V y otros documentos relativos a la conquista, años de 1519 a 1527: Codex Vindobonensis SN 1600, op. cit., que no he podido consultar en la Biblioteca Nacional de México, que es dónde está una ficha calcográfica, pues dicen que no se encuentra en su lugar; sin embargo, fotografías directas del mismo Códice se localizan en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia del Instituto Nacional de Antropología e Historia de donde me valí de las mismas para este trabajo. Ante la ausencia de la introducción de Gibson se puede consultar Woodrow Borah, op. cit., que tras la publicación de aquel Códice escribió ese artículo que, de una u otra manera, da cuenta de lo escrito por Gibson, y él mismo da sus apreciaciones que no van más allá de sugerir que esas copias muy posiblemente se debieron al empeño del embajador de Fernando I, hermano de Carlos V, residente en España, y llamado Martín de Salinas.

34 El primero que estableció públicamente algunas hipótesis sobre aquellos materiales fue Pascual Gayangos, quien finalmente fue retomado con buen espíritu por Woodrow Borah, en el artículo ya referido, pero sin que me pueda convencer.

35 Pascual Gayangos fue el primero que se dedicó a describir el Códice y asentar hipótesis como la de ser una copia realizada por Juan de Sámano, Gayangos, op. cit., p. IX.

36 Debe considerarse sobre todo la manera de actuar de los soldados y de su capitán general, quienes de una u otra manera se separaron de lo ordenado por el que tenía potestad para armar y dirigir esa expedición: Diego Velázquez. Los subterfugios que utilizaron para justificar aquella acción fueron el interés común por hacer un servicio a Dios, a los reyes de Castilla y Aragón, a ellos mismos y, no podía faltar, a los pueblos y comunidades que se estaban conquistando para darles la “paz” que “terminaría con sus sufrimientos producto de los falsos dioses que los tenían poseídos”.

37 Cfr., J. L. Martínez, op. cit., p. 858.

38 José Luis Martínez no dejó de mostrar su asombro por la ausencia de cualquiera de las tres versiones manuscritas, que tendrían que ser las más cercanas a Cortés, y el que sólo tengamos una cuarta versión a partir de la copia manuscrita localizada en Viena, op. cit., pp. 855-859.

39 Cfr., Eulalia Guzmán, op. cit., p. LIV.

40 En México, el estudio de la profesora Eulalia Guzmán es, con mucho, el esfuerzo más minucioso y detallado que se haya realizado en relación a los sustantivos que se consignan en el Códice Vindobonensis S.N. 1600. Sin embargo el soporte impreso que utilizó doña Eulalia para su confrontación fue la versión de Gayangos, que como ya señalé alteró sustantivos que le sirvieron a doña Eulalia para seguir culpando a Cortés de una defectuosa e inconsecuente manera de escuchar y escribir los sustantivos. Con todo, el trabajo de doña Eulalia es ingente y todas sus anotaciones se dirigieron al esclarecimiento de lo referido por Cortés en cuanto a los sustantivos que aportó y confrontados con otras fuentes coloniales presumiblemente indígenas y mestizas.

41 Eulalia Guzmán, op. cit., pp. XIII y 296.

42 Que no se interpreten las anteriores palabras como una recriminación o descalificación al trabajo de Eulalia Guzmán, sino de reconocimiento a las limitaciones que tuvieron en su tiempo los estudiosos del siglo pasado, y que hoy en día, muchas de ellas ya no existen, gracias a la digitalización de libros y documentos que ya se encuentran en Internet, gracias a los esfuerzos de Google y de las Universidades y Bibliotecas que han puesto al alcance de un público amplísimo materiales que antes de estos de nuestros tiempos, dudo que incluso los grandes eruditos del siglo XIX y XX hubiesen tenido a su alcance.

43 Para una lectura en las Cartas de Relación, op. cit., p. 62/1.

44 Tomado de Windipedia: “Historia De La X.”

45 Para mostrar estas diferencias véanse las láminas 21 y 22 de este apartado, que corresponden a las de la Historia de la Nueva España del Lorenzana, y 23 que está tomada de la edición de Barcia de las Cartas de Relación, op. cit.

46 Véanse páginas 101, 156, 165, etc., de la edición de Lorenzana, op. cit. Es digno de notarse que Barcia no lo haya acentuado. Al final de este apartado se ponen algunas láminas para ilustrarlo dicho.

47 No hay que olvidar que personajes como Lucas Alamán y otros, al igual que muchos españoles desde finales del siglo XVIII, intentaron e inclusive plasmaron el sustantivo en muchas ediciones y escritos de historia como Méjico, alegando la fonología y dejando atrás la historia.

48 Ya he señalado que las ausencias de las Cartas autógrafas de Cortés nos lleva a tratar lo relacionado con su escritura de una manera estrictamente hipotética, fijando nuestra atención en la primera edición de sus Cartas.

49 Hoy en las inmediaciones del puerto de Veracruz.

50 Véase nota 60.

51 Cartas de Relación, op. cit., p. 62/1.

52 Cfr., Ibidem, pp. 70/1/2; 71/1/2; 72/1/2.

53 Recuérdese que esta Segunda Carta, Cortés la terminó de escribir el último día de octubre de 1520 en lo que él llamo Segura de la Frontera, cuando se está planeando el ataque para conquistar militarmente la ciudad de Temixtitan.

54 Cartas de Relación, Ibidem, p. 62/1. En el apartado anterior quedó establecido con las láminas cómo fue que se escribió por primera vez el inicio de este párrafo.

55 Lo que estoy señalando no es ninguna exageración y para que se pueda entender lo que estoy refiriendo recuerdo lo ya señalado en notas anteriores de cómo, por ejemplo, mis estimadas y queridas colegas del INAH que encabezaba la maestra Bárbara Dahlgren, en la compilación ya referida denominada Corazón de Copil en la parte donde insertan este fragmento de la Carta de Cortés, justamente le quitan esos primeros renglones admonitorios, para comenzar el párrafo: “Débese decir la manera de México que es donde ésta ciudad (Temixtitan) y algunas de las otras que he hecho relación están fundadas, y dónde está el principal señorío de este Mutezuma.” p. 67, omisión deliberada que cambia totalmente lo expresado por Cortés, según llevamos tratado hasta aquí y que indica la incomprensión para con aquellos primeros renglones del párrafo en cuestión.

56 Véase lámina 6 de este trabajo.

57 Segunda Carta de Relación, op. cit., p. 47/2. El subrayado es mío.

58 Ibidem, p. 62/1.

59 Ibidem, p. 96/1. Las cursivas las he puesto para indicar el caso.

60 Las pocas menciones que se hacen de Mexico en esta Segunda Carta, poco pueden aportar al esclarecimiento de mi argumento, sin embargo, si se toma en cuenta lo escrito en la Tercera y Cuarta Carta de Relación quedarán claras las expresiones que usó Cortés para referir las provincias de Temixtitan y Mexico. En el Soporte documental, apartado doce de este trabajo se muestran referencias de esas designaciones.

61 Diccionario de Autoridades, Diccionario de la lengua castellana: en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, Compuesto por la Real Academia Española, Madrid, Impr. de F. del Hierro, 1726-39, edición facsimilar, Madrid, Gredos, 1984, 3 vols.

Una historia sepultada

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