Читать книгу Argentina: Las canciones de su folklore - Felipe Pinto - Страница 7
Оглавление001. A Don Ata
Juan trabaja en el «Banco de la Provincia de Córdoba» de Villa del Totoral, tiene por costumbre llevar su guitarra. Un atardecer, yo había ido con él para hacerle compañía. Durante algunos días del mes de enero, me llevaron a conocer parte del norte cordobés, y cada pueblo y piedra del camino me recordaban el paso de don Atahualpa Yupanqui, especialmente los del Cerro Colorado.
Estaba obsesionado... maravillado de tanto paisaje. En ese atardecer estábamos en una amenizada charla, y yo a veces interrumpía con un monótono acorde en la guitarra. Llegó el «Nene» Reyna, uno de sus compañeros de trabajo y mientras continuábamos la charla, yo inconscientemente, comencé a aislarme del tema; el duende de la creación había venido a buscarme; de pronto me dí cuenta que estaba sentado en mi hombro derecho, estiró una mano, me acarició la nuca, me estremecí. Como un rayo de luz al segundo estuvo sentado en el hombro izquierdo y desde allí comenzó a talonearme el corazón, luego se descolgó por los botones de mi camisa, se metió en el socavón de la guitarra y comenzó a dictarme una melodía y al mismo tiempo una copla. El «Nene» y Juan estaban asistiendo a este nacimiento musical dedicado a uno de los más grandes poetas, filósofos y cantautores que parió esta patria: Don Atahualpa Yupanqui.
A los tres días fuimos invitados a comer un asado en Villa de María del Río Seco; se inauguraba un quincho en la casa de «Lito» Montenegro, entre asado y vino, dije algunas palabras de agradecimiento, hablé del estreno de «A Don Ata» y con Isabel la cantamos a dúo, siendo padrinos del bautismo los amigos Hugo Cabanillas, Sánchez, Caticho, Guevara y otros. Esa noche supe, que en esa casa don Atahualpa solía pasar días inmemorables. A la madrugada cuando nos despedimos, desde una foto abrazado a una guitarra; el duende de don Ata me guiñaba el ojo.
Mario Alvarez Quiroga, autor
A DON ATA
Chacarera
Letra: Mario Alvarez Quiroga
Música: Mario Alvarez Quiroga
Grabado por: Mario Alvarez Quiroga,
Horacio Guarany y Soledad, Soledad Pastorutti, Los Cantores de Quilla Huasi, Los Nocheros, Yamila Cafrune y Los Cantores de Quilla Huasi, Huella Pampa, Los de Salta…
Por el camino del indio el ánima de Don Ata.
En su alazán montado lo vio pasar la vidala.
El aire del cerro, las flores del valle.
Se le enriedan en el aire alla a Don Ata.
Una Luna Tucumana alumbra piedra y camino
y junto a la Pobrecita lo lloran montes y ríos
por Tafí del Valle, campos de Acheral
también por la Bomba e’ Lules, igual por Amaicha.
La criollita santiagueña para aliviarlo del frío
le teje un poncho pampa al Payador Perseguido.
Haya por Barranca, y por Salavina
La Humilde con la vidala le buscan guarida.
Ahí anda Don Atahualpa por los caminos del mundo.
Con una copla por lanza marcando los cuatro rumbos.
Que Dios lo bendiga, lo tenga en la gloria
por tanto recuerdos lindos y por su memoria.
Un arriero solitario pasó por Altamirano
con un silbo nostalgioso en busca de sus Hermanos
arriando su pena por no encontrarlo
se fue yendo despacito del pago entrerriano.
Se viene clariando el día por el Cerro Colorado
y en las espinas del churqui se estrella un rayo cortado.
Despierta La Añera, o la Guanchaqueña
San Francisco del Chañar, también Santa Elena.
Un aire de Buenos Aires le dio su canto del viento
Y se durmió en una huella en un estilo sin tiempo
Allá en Pergamino, tal vez Santa Rosa
lo llora toda la Pampa en una bordona.
Ahí anda Don Atahualpa por los caminos del mundo
con una copla por lanza marcando los cuatro rumbos.
Que Dios lo bendiga, lo tenga en la gloria
por tantos recuerdos lindos y por su memoria.
002. A Doña María Ríos
Esta zamba nace de la creación de dos grandes figuras salteñas: el poeta José Ríos (1923-2004) y el músico Marcos Tames (1917-1992), quienes registraron esta zamba en 1972, otra de las zambas que parecen que fueran hechas para ser cantada por «LOS CHALCHALEROS».
María Ríos nació en El Tala, el 8 de Octubre de 1907, se hizo conocida por en la zona por su destreza en los quehaceres del campo, actividades que desde niña aprendió de su padre y con las que supo salir adelante cuando éste falleció. Ruda mujer de campo, se mantuvo activa en sus labores y trabajos de campo hasta poco meses antes de morir en Junio de 1996. Esas habilidades y destrezas fueron la inspiración para que Marcos Thames y José Ríos, compusieran la zamba que posteriormente popularizara el referido conjunto salteño Fue nombrada madrina de distintos festivales folklóricos de la zona y entrevistada por los periodistas Mónica y César Mazzetti.
Sobre José Ríos, autor de la letra de esta zamba, decir que se trata de un poeta salteño de larga trayectoria. Escribió abundantes canciones, especialmente zambas, milongas y serenatas que le dieron justo renombre. Trabajó con grandes de la música salteña, de la talla de Eduardo Falú, el «Cuchi» Leguizamón, y los mismos Chalchaleros. Además de A DOÑA MARIA RIOS, sus composiciones más recordadas son probablemente «Zamba del carpintero» , «La Felipe Varela», «La buena moza» y «La Guitarra Perdida».
A DOÑA MARÍA RÍOS
Zamba
Letra: José Ríos
Música: Marcos Tames
Grabado por: Los Chalchaleros, Alma Salteña…
Paisana de verdad
curtida por el sol
mujeres de esa laya
no pienso que haya otra mejor.
Por estos pagos va
con ganas de bailar
en su caballo manso
hasta el remanso del carnaval.
Para usted
tengo en mi bandoneón
Doña María Ríos
el canto mío de corazón.
Ella sabe enlazar
en cualquier ocasión
y rejuntar la hacienda
poniendo rienda a su cimarrón.
Su sangre gaucha está
en cada amanecer
y por Ruiz de los LLanos
los tucumanos la suelen ver.
003. A jardín florido
Jardín Florido fue un piropeador respetuoso, excéntrico y —sin dudas— el más famoso que pisara alguna vez la ciudad argentina de Córdoba.
Fue dueño de frases bellas e inocentes —pero a la vez ingeniosas—, que engalanaron las calles de aquella tranquila Córdoba. Su nombre verdadero era Fernando Albiero Bertapelle y había nacido según algunos en Santa Fé, y según otros en Bassano de Grappa, Italia. Tampoco parecería no haber certeza sobre el año de su nacimiento que suele ubicarse en 1875.
Cuando Bertapelle se radica en la ciudad de Córdoba, rápidamente comienza a trabajar en diversos rubros llegando a ser mozo de las confiterías más elegantes del centro de la ciudad, en donde se destacaba siempre por sus «abarrocados» modales. Era un entusiasta hincha de Instituto. Hacia mediados de los años ’30 conoce al abogado y político conservador Aguirre Cámara, con quien traba amistad y consigue un puesto de camarero en uno de los puntos de reunión más exclusivos a los que acudía la aristocracia local: el Jockey Club.
Pero había un detalle que empezó a llamar la atención, era que cuando Bertapelle terminaba su trabajo y emprendía el regreso por la céntrica calle 9 de julio, lo hacía vistiendo frac, guantes, galera, un bastón rematado con una bola de billar de marfil a modo de empuñadura y un llamativo ramillete de flores que prendía de sus solapas. También se lo vio lucir trajes de impecable blanco, con flor y zapatos al tono o sombreros de safari o botas de explorador. Sus recorridos por las arterias del centro cordobés son los que le comenzaron a dar fama ya que cada vez que se cruzaba con una mujer, Bertapelle, mientras se quitaba su galera, no perdía ocasión de propinarle elegantes, exuberantes e ingeniosos piropos. Esta costumbre, el caballero, la repetía inexorablemente cualquiera fuese la edad o aspecto de la dama en cuestión.
«Nada mejor puede suceder en esta esquina: la lluvia y usted»
Le susurraba a la niña en 9 de Julio y Rivera Indarte. También podía escucharse en la esquina de San Martín y 25 de Mayo:
«En el mar de las veredas con ojos como los suyos, ¿quién podría salvarme?»
o
«Adiós rueda de auxilio para un corazón en llanta».
También dicen que con motivo de la llegada del voto femenino, en 1952, no se perdió de decir a una mujer que pasaba por allí ocasionalmente:
«Adiós, hermosa legisladora del mañana…».
La respuesta en todos los casos era una sonrisa de la dama galanteada. Luego de algún tiempo, y después de varios cambios de actividades, Jardín Florido comenzó a trabajar en la inmobiliaria Villalón, sita en la calle 25 de Mayo al 200, y próxima al Hotel Victoria. Allí hace muy buenos negocios, cuyos beneficios le permiten cumplir su sueño de adquirir un automóvil Packard similar al que usara el cantor Carlos Gardel. A éste coche es que le agrega sendos floreros en los costados, a los que nunca dejaba de mantener en forma.
Lamentablemente, hacia mediados de los ‘50 protagoniza un accidente producto de su particular afición, ya que mientras pasaba con su Packard por la esquina de Urquiza y Jerónimo Luis de Cabrera, quiso saludar quitándose la galera y arrojándole una flor a una mujer que acertó a pasar por allí, motivo por el cual quitó las manos del volante, ocasionando que el vehículo perdiera el control y lastimara a tres jóvenes. De esta forma perdió el automóvil y su pequeña fortuna para poder cubrir las indemnizaciones correspondientes.
Luego de esto siempre se movilizó en tranvía, a los que solía ascender en plena carrera, costumbre que conservó hasta sus últimos años. Aseguran que no mucho antes de morir deslizó:
«Pasarán los días y no me encontrarán, nada más…».
Finalmente, abandonó para siempre su querida Córdoba una fría mañana de julio de 1963 cuando tendría 88 años.
Posteriormente, el famoso conjunto folclórico cordobés «LOS DEL SUQUIA» inmortalizarían el vals criollo «A JARDIN FLORIDO», obra de Raúl Montachinique, y que lo pinta en su más galante expresión.
Actualmente tres sitios recuerdan al entrañable personaje en la ciudad de Córdoba: Una placa de cerámica en la calle San Martín, otra en Antonio del Viso 738 (donde vivió junto con su compañera, Eduvije Guevara), y una mayólica en «su» esquina de 9 de Julio y Rivera Indarte, obra de Nélida Varaldi con versos de Noemí Pedernera.
A JARDÍN FLORIDO (CABALLERO DE LEY)
Vals
Letra y música: Raúl F. Montachini
Grabado por: Pablo Lozano, Los del Suquía, Los Sauzales…
Calle 9 de julio esquina Rivera Indarte,
corazón elegante de mi docta ciudad,
donde late la vida al compás de los gritos
de un lustrín y los versos de un cieguito cantor.
Con su paso altanero se acerca un viejecito
que guarda veinte abriles dentro del corazón.
¿Quién no lo conoce? Ahí va Jardín Florido,
en el ojal prendido su infaltable clavel.
El piropo elegante que el caballero brinda
a la cordobesita que acaba de pasar,
la niña se da vuelta y esboza una sonrisa
que es como una caricia para el galán de ley.
Pasaron muchos años y el centro de la docta
lo vió todos los días sus calles caminar
y se fue marchitando el clavel en su pecho,
a la Dama de Negro no pudo galantear.
Galantería fina, piropos respetuosos,
quedaron en el aire del centro cordobés
y un clavelito blanco se fue rumbo al olvido,
murió Jardín Florido, caballero de ley.
004. A los Chalchas
En 1948 tres guitarristas llamados Juan Carlos Saravia, su primo Aldo Saravia, Carlos Franco Sosa y el bombisto Víctor Zambrano formaron el que sería el grupo más famoso de la música sudamericana de todos los tiempos:«LOS CHALCHALEROS». Por él pasaron también el «Chango» Saravia Toledo, Ricardo Federico Dávalos, el malogrado Ernesto Cabeza, el bombisto Polo Román, Pancho Figueroa y Facundo Saravia. El primero y los tres últimos fueron los últimos componentes del grupo conocido popularmente como Los Chalchas. Los dos Saravias, el fundador del grupo, Juan Carlos, y su último componente, su hijo Facundo, se encargaron de dedicar este bello tema a todos y cada uno de los diez chalchaleros que integraron alguna vez este grupo, que ha sentado cátedra en la historia del folklore argentino.
A LOS CHALCHAS
Zamba
Letra: Juan Carlos Saravia
Música: Facundo Saravia
Grabado por: Los Chalchaleros
Canto que nace en mi Salta
con changos amigos en el Nacional.
Cocho y Pelusa en un dúo,
Aldo conmigo en la Vieja Rural.
Fuimos formando, fuimos creando
un canto del corazón.
Los Chalchaleros nacimos,
con un tarareo, murmullo y silbar.
Aldo Saravia nos deja
y el Chango que trae musicalidad.
Se fue Pelusa, ingresa Dicky
para empezar a volar.
Silencio tan musical
creado con timidez.
Fue su guitarra, que encendió el alma
y su nochera nos dio.
Y en ella te buscará,
Ernesto Cabeza, algún diapasón.
Pasan los años cantando,
nos deja Zambrano cansado de andar
y viene un cafayateño golpeando su bombo:
es Polo Román.
Para los Chalchas, que desde lejos
vibran con este cantar.
Como la tierra chaqueña,
arisca y gredosa, también musical,
sube a la rama del ceibo:
es Pancho que llega desde el Litoral.
Trae los acordes donde se esconde
un grito de sapucai.
Su sangre nos viene a dar:
canción y juventud.
De aquella rama que dio este tronco
nació este gajo cantor.
Por ser el hijo mayor,
Facundo Saravia, cantamos con vos.
005. A mi me dicen el chino
Quizás como premonición de lo que luego sería una de sus más fuertes pasiones: el campo, el Chino Martínez nació en Lobería el 8 de septiembre de 1945, en uno de esos viajes circunstanciales que hacían sus padres, radicados en realidad en el muy porteño barrio de Belgrano.
A los 16 años Chino Martínez desertó de la ciudad llevado por un irrefrenable amor a la pampa y comenzó a trabajar en una estancia aprendiendo todos los rudimentos del campo incluso la doma.
Allí también aprendió a pulsar la guitarra y a entonar las viejas y dulces tonadas sureñas. Sus maestros fueron los pobladores del lugar, los curtidos criollos.
Por ese entonces el Chino Martínez, no sospechaba que aquellas canciones que al atardecer entonaba en rueda de peones, llegarían un día a formar su personalidad profesional.
Sin embargo las milongas y los estilos sufrieron una breve interrupción. Por asuntos familiares el Chino Martínez debió abandonar las queridas llanuras pampeanas y volver a la ciudad, circunstancia esta que, en definitiva, lo llevó al camino artístico.
En efecto, como amigo primero y en seguida como intérprete comenzó a frecuentar la Peña de Hernán Figueroa Reyes. Más tarde fue contratado para intervenir en el Festival de Cosquín 1967 y comenzaron sus actuaciones en TV, radio y peñas. Esta actividad la alterno con sus escapadas al campo, sus partidas de polo como jugador profesional y de rugby, deporte en el cual ha sido también una figura popular.
Su actividad artística, comienza en la famosa peña de Hernán Figueroa Reyes, alternado con su actividad en el campo, por su habilidad de jinete, es seleccionado para el Festival de doma y folclore de Jesús María, Córdoba (Argentina).
Alternado en los fogones con sus canciones, lo llevan a cantar en el escenario mayor del festival, siendo una de sus revelaciones y contratado a participar en el festival de Cosquín, en 1967, donde ovacionado por el público, repite varias veces sus interpretaciones, consagrándose el año entrante.
De allí en más, su carrera fue intensa, giras por todo el territorio argentino, graba para la R.C.A Víctor, más tarde para C.B.S Columbia, llegando a participar en el II certamen de la canción en Montevideo ( Uruguay ) ganando el primero y segundo premio, con los temas La vuelta de Obligado y Nunca te dije nada ( como tema inédito ). De vuelta en su país, presenta en el festival de la canción Argentina su tema «Te quise prisionera», siendo uno de los finalistas, y consagrándose como cantautor. De allí en más, no solo la canción, si no también el cine y la televisión lo cuenta entre sus filas, junto al clan Stivel para televisión «Martín Fierro» con Federico Luppi,, En cine, la vida de «Juan Manuel de Rosas» dirigida por Manuel Antín y junto a Rodolfo Beban, obtiene las mejores críticas por su papel de «Juan Pueblo» al año siguiente, filma con Leo Fleider, «Embrujo de amor» junto a Sandro y la estrella española, Carmen Sevilla.
Vuelve a recorrer todo el territorio argentino, más de doscientos festivales junto a las principales figuras del folclore argentino.
En marzo de 1973, viaja a España, con gran elenco, Miguel Saravia, Robustiano Figueroa Reyes, Horacio Quiroga Mora y Los Chalchaleros, debutando en el teatro Español de Madrid, para después recorrer toda la península ibérica.
Es convocado como cantante actor y músico, en un film para R.T.V.Española, de la premiada mejor serie «libros iberoamericanos» junto a Carlos Estrada y dirigida por Julio Diamante, creando la música, escenas a caballo y cantando.
De vuelta en su tierra, alterna el canto y la composición, con su otra actividad, organizando un haras de caballos deportivos, domándolos y seleccionándolos para sus distintas disciplinas hípicas, su profundo conocimiento del caballo, lo lleva a realizar en T.V. «Mi amigo el caballo» y en radio Nacional L.R.1, «El caballo» varias veces premiado por distintos medios, en T.V. Cablevisión, el exitoso «Patria Gaucha».
Retomando su carrera artística cantora, vuelve uno de los más personales intérpretes de la llanura pampeana, a quien el «Vasco» Víctor Abel Giménez le pasara hace ya muchos años, en sus comienzos como cantor, unos versos para así tener si propia canción identificativa. El Chino Martínez, sin dudarlo, compuso la música en aire de milonga que se uniría a los versos del gran poeta de Arbolito y así nació ésta: «A mi me dicen el Chino».
A MI ME DICEN EL CHINO
Milonga
Letra: Víctor Abel Giménez
Música: Miguel Angel Martínez
Grabado por: Chino Martínez
A mi me dicen el «Chino», porque soy pampa señores,
porque en rueda de cantores fuí quinchando mi destino.
Yo soy del sur argentino, hecho a campo y sin más guía
que la herencia de otros días que me legaron mis tatas
sencillo como alpargatas y del pago e´Lobería.
Si observan bien mi figura, mirando todo el detalle,
va a ser difícil que le haye, en mi, ninguna mistura.
Soy hombre de la llanura, donde el indio anduvo suelto,
libre lo mismo que el viento y amigo de la verdad
y poniéndome a cantar, largo en mi voz lo que siento.
Pues tuve suerte señores de haber nacido argentino
y pa mejor mi destino, me entreveró entre cantores.
Oficios,habrá mejores, pero entrando a comparar
naides me puede negar, que entre el cuervo y el jilguero,
está de luto el primero porque no aprendió a cantar.
Porque ando medio empilchao a la manera pueblera
han de pensar los de afuera que del campo me e´olvidaó.
Siempre recuerdo el pasao, porque el pasao no se borra
cuando de pañuelo y boina, bataraza y siempre así,
yo vivía más feliz que el loro entre las cotorras.
Y ahora si, ya me voy andando, no me gusta importunar,
tal vez en otro lugar, alguna me esté esperando.
Si otra vez me hayan cantando ó prendido entre las clinas,
seguiremos la partida siempre en el mismo camino,
ya saben, yo soy El Chino, del pago de Lobería…
006. A Monteros
Monteros es una pequeña ciudad al sur de San Miguel de Tucumán. Tal como lo conocemos hoy, con sus calles y manzanas y su trazado regular, nació el 28 de Agosto de 1754, cuando el Gobernador de las Armas, Don Felipe Antonio de Alurralde, como apoderado de los monterizos, tomó posesión de los terrenos de la actual ciudad, «en un día claro y sereno como a las cuatro de la tarde».
Ese día nació como una comunidad organizada, pero mucho antes había comenzado a formarse como un caserío o poblado pequeño. Su nombre le viene del hecho que los apellidos Montero eran mayoría en la zona. Sin embargo su origen y el origen de su nombre dieron lugar a numerosas versiones de una imaginativa leyenda. Ella supone que Monteros fue el fruto de una rebeldía de los pobladores del antiguo San Miguel, quienes en 1685 se habrían negado a trasladarse al nuevo sitio de La Toma.
Una variante de esa leyenda agrega que el nombre de la villa se debe a que los primitivos habitantes debieron refugiarse en los montes vecinos. De tal hecho habrían cosechado el apelativo de «monteros», es decir aquello que vive o se cría en el monte.
Otra versión es la del Concejo Deliberante de Monteros, el cual en 1935 declaró que habitantes de la primitiva ciudad de San Miguel de Tucumán fundaron Monteros el día 4 de Octubre de 1685 con la denominación de ciudad del «Santísimo Rosario de los Monteros». Esta peregrina afirmación quedó registrada en el libro de Actas del cuerpo, Año 1936, paginas 5 hasta 8, y de esa tesis quedó hasta hoy una calle 4 de Octubre, en el barrio Monteros Viejo.
Se presume que la leyenda se gestó en el siglo actual, y es de origen culto. Quizás no sea más que el fruto de la curiosidad histórica de algunos que apelaron a la imaginación en lugar de hacerlo a los archivos. Monteros nació a la conquista española el día que Rojas, bajando de los valles por la Quebrada del Portugués, hizo su entrada al actual departamento. Bajó por la orilla del río Pueblo Viejo sin detenerse mayormente en la zona. De su paso por la zona de Monteros no quedaron fundaciones, pero sí quedó establecida una ruta que luego habrían de seguir otras expediciones en las cuales vinieron muchos de los que formaron parte de ésta primera entrada.
Se puede afirmar por ello que en el Departamento de Monteros es donde llegó por vez primera la conquista española, dentro de lo que hoy es la provincia. Y en esa misma zona habrían de tener lugar las primeras fundaciones posteriormente llevadas a cabo.
Y así a Monteros y a su historia compusieron esta bellísima zamba Pedro Favini (quien fuera integrante del colosal grupo Trío San Javier) y el Chango Nieto.
A MONTEROS
Zamba
Letra y Música: Pedro Favini y Chango Nieto
Grabado por: Mercedes Sosa, Luis salinas, Trío San Javier, Chango Nieto, Los Tucu Tucu, Las Voces del Norte, Sebastián Soria, Grupo Amanecer, Aguablanca…
A ella que le gusta que todos la nombren
con una guitarra y un bombo legüero.
A ella que le gusta que le enciendan coplas
por eso te nombra mi canto Monteros.
A ella que me viera de chango mirando
al ingenio tibio corazón de hierro.
A ella que las cañas la visten de verde
por eso te nombra mi canto Monteros.
Y más dulce que tu guarapo
son las niñas que hay en tu pueblo
sé que por tus venas de azúcar despiertas
toda la alegría mi linda Monteros.
A ella que el poeta la vio tempranera
tarareando duendes de vinos pateros
y dejó tu cielo la rosa galana
por eso te nombra mi canto Monteros.
A ella que en noviembre le pide a los grillos
otra vez el canto del hombre zafrero.
A ella que le gusta que le enciendan coplas
por eso te nombra mi canto Monteros.
007. A qué volver
Se trata de una zamba muy popular, cuya música compuso el virtuoso de la guitarra, Eduardo Falú, nacido en la localidad salteña de El Galpón y cuya letra escribió la cantautora tucumana Marta Mendicute, evocando sus estancias veraniegas en el Norte.
El pueblo jujeño de Tilcara está abrazado por dos ríos: el Grande, que recorre la Quebrada de Humahuaca de norte a sur, y el Huasamayo, que vierte sus aguas en el Grande de este a oeste. Ambos cursos están casi completamente secos la mayor parte del año. Los Chalchaleros, que ya habían cambiado en la canción anterior el velo de Angélica por el pelo —cosa poéticamente aceptable— en este caso, cambiaron el final del estribillo primero involuntaria y luego deliberadamente. Decían «para que muera tu ausencia» y así lo hemos cantado muchos. Esto cambiaba el sentido de la canción, porque la ausencia muere con la presencia del ser querido.
Y lo que la Mendicute quería decir era otra cosa: «Para que duela tu ausencia... ¿a qué volver?». Que conste que todo esto lo ha reconocido el propio fundador del grupo Juan Carlos Saravia, al final de su carrera.
A QUÉ VOLVER
Zamba
Letra: Marta Mendicute
Música: Eduardo Falú
Grabado por: Eduardo Falú, Los Chalchaleros, Mercedes Sosa, Julia Elena Dávalos, Los Granjeños, Trío Siboney, Tomás «Tutu» Campos, Alma Salteña…
La casa ya es otra casa,
el árbol ya no es aquel.
Han volteao hasta el recuerdo,
entonces, ¿a qué volver?
Mi perro allá arriba inmóvil
viendo la tarde crecer.
Y este vacío de ahora,
entonces, ¿a qué volver?
Volver, ¿para qué?
¿Para sentir otra vez,
que se desboca tu ausencia,
dormida en mis venas,
borrada en mi piel?
Para que duela tu ausencia,
entonces, ¿a qué volver?
Mi puente, mi viejo puente.
¿qué río verás correr?
Si lo han llevado de Tilcara,
entonces, ¿a qué volver?
La magia ya se ha perdido,
¿quién la pudiera encender?
Ni la tierra ya es de tierra,
entonces, ¿a qué volver?
Volver, ¿para qué?
¿Para sentir otra vez,
que se desboca tu ausencia,
dormida en mis venas,
borrada en mi piel?
Para que duela tu ausencia,
entonces, ¿a qué volver?
008. A Villa Guillermina
La frase tan conocida del viejo «chamamé», trae remembranzas de un tiempo que parece ir perdiéndose lentamente. El pueblito más conocido del Norte santafesino que resplandeciera con La Forestal, aquella compañía inglesa que luego explotara hasta su muerte, los quebrachales y la esperanza de mucha gente, languidece allí a la espera de otro despertar, para seguir existiendo.
—¿Sabe porqué le pusieron su nombre don Miño?
¿Sabés porqué?. Nací mellizo y mi hermano estaba bien, pero yo era el que había salido mal. Ante eso los dichos del médico fueron: «hay que salvar a uno de los dos», y me dejaron a mí esperando lo peor. Por esto estuve en estado de coma durante tres días. Mi padre, ante una reacción que experimenté en la salud, dijo: «vamos a ponerle por nombre Manuel del Jesús, y aquí estoy —comenzó su relato Don Miño…
—Eramos nueve hermanos entre los que peleamos a la vida para ganarnos el par de “alpargatas” en la calle, para ayudar a nuestro hogar, por lo que hicimos de todo. Villa Guillermina, donde nací, era un pueblo pintoresco, muy lindo en donde todos estábamos unidos y podríamos decir que no nos faltaba nada. La gente era buena y trabajadora. En la fábrica de La Forestal mi padre fue “jornalero” y allí me dieron trabajo también de chico para ayudar el sostén de casa. Hice de ayudante de laboratorio químico, ya que había ido a la Escuela de Artes y Oficios en donde aprendí de química la parte práctica».
—La infancia de Don Manuel nutrida del encanto de un pueblo con reminiscencias de una postal de la campiña de Inglaterra, estuvo inmersa en las alegrías y los sinsabores de una época que marcó profundamente a la amplia comunidad norteña, incluso con huellas de sangre.
—«Yo estuve en la llamada revolución de Lamazón, cuando lo mataron al famoso “caudillo” Radical, vivía a tres cuadras de su casa y nos criamos juntos con sus hijos. Era un pibe de apenas quince años y como todos los chicos del poblado, iba a los comité cuando había asados, ya que sabían obsequiarlo. Un señor me había dado “una orden” para que vaya a retirarlo. En ese momento cuando estaba llegando se armó el tiroteo en la calle. Se aproximaba el último tren proveniente de Puerto “Piracuacito” de Corrientes, desde donde La Forestal trasladaba el “tanino” (producto del quebracho) a Buenos Aires. Este momento fue el de la emboscada que le prepararon al “caudillo” y donde en un tiroteo infernal, le dieron muerte. Lo mataron por su política —sigue contando Don Manuel— el defendía al pueblo y a los pobres. Yo tenía quince años, como te dije, y presencié este asesinato, el de Rogelio Lamazón. El era opositor de un candidato que “grandes intereses” ponían como “favorito”, y quería que los trabajadores tuvieran todos los derechos y no solo la alimentación, porque trabajo era lo que sobraba por entonces».
—Cuenta la historia que los pueblos levantados por La Forestal gozaban de ciertas comodidades, que a ciudades como la nuestra, para tomar un ejemplo, todavía le están llegando. Pero la cosa no era tan pareja y el reparto de los bienes para nada equitativo, ya que acentuaban profundamente las diferencias entre la gente. «Guillermina tenía servicio de cloacas, agua corriente de red y teléfonos, es cierto, pero los que gozaban de toda esa modernidad, en tiempos impensados en el Norte, eran nada más que los empleados de una clase media alta. La población estaba dividida, ya que ellos vivían en casas con todas las comodidades previstas. En tanto los trabajadores comunes se alojaban en el llamado “pueblo nuevo”, separados físicamente y además por los créditos de las libretas. Las distinguidas eran de color negro y las de menor poder adquisitivo, amarillas. La división de los pobres con la clase más beneficiada se notaba notoriamente. Los menos favorecidos gozaban únicamente del agua potable, y aunque la compañía no les dejaba faltar nada, lo que les otorgaba por un lado, se lo sacaban por otro. Ellos tenían tienda, almacén, farmacia, correo, todo —continúan los recuerdos de Miño— de allí como dije primero, se desencadena la muerte del “caudillo” Lamazón, ya que su apoyo a la mayoría de los trabajadores, no le convenía a La Forestal, por eso había que eliminarlo. Ellos violaban las leyes y negaban lo que correspondía por sentido común, a la población entera».
—Así fue el comienzo de una historia contada tantas veces pero de la que siempre es posible despuntar imágenes desconocidas. Más de setenta años en la búsqueda del «oro colorado», al decir de Don Manuel, que recordó que también venía por el ferrocarril a Esperanza, para la vieja curtiembre que aprovechaba los métodos naturales para el curtido de sus cueros. Guillermina, en el «Chaco santafesino», como Villa Ana, Las Mercedes y otros sitios, obrajes despertados a una ambición extranjera desmesurada y luego librados a su suerte. Desde aquella vez, estos perduran por la buena voluntad de los que empujan el carro de la realidad queriendo ser un nuevo amanecer, y no solamente letra de un argumento que hable de olvido y soledad.
A VILLA GUILLERMINA
Chamamé
Letra: Gregorio Molina
Música: Ricardo Visconti Vallejo
Grabado por: Tránsito Cocomarola, Trío Taragüi, Atilio Puchot, Luis Angel Monzón, Conjunto Ivotí, Los Guanaqueros, Dúo Coplanacu, Los Granjeños y Patricio Quirno Costa, Los Trovadores del Norte, Los Tucu Tucu, El Chango Nieto, Julia Elena Dávalos,
Ramona Galarza, Teresa Parodi, Los Visconti, Hermanas Leiva, Antonio Tarragó Ros, Los Indianos, Chango Nieto, Los Indios Tacunau, Las Voces de Orán, Paloma Valdez, Los Reyes del Chamamé, Raúl Barboza…
¿Cómo olvidarte, oh, Villa Guillermina,
si entre tus calles soñé por vez primera,
en tus veredas, aroma de azahares,
que perfumaron mi loca juventud?
Entre el follaje de tu selva bravía
forjé ilusiones y trace mil caminos
tuve la dicha de amores y destinos.
¿Cómo olvidarte, Villa Guillermina?
Yo soy uno de tus hijos,
que en la distancia siempre recuerda
y aún escucho en mis oídos
voces y cantos tan queridos.
Despertaban las mañanas
el trinar de pajaritos;
el arroyo Los Amores
fue testigo de mi adiós.
Bailando junto con esa china amada,
sentí en mi pecho latir una esperanza:
esos amigos, recuerdos de la infancia
y esa maestra que bien me aconsejó.
¿Cómo olvidarte, oh Villa Guillermina,
si ese tu cielo es tan azul divino
y las estrellas aún más fulgurantes
es manto eterno que cubre mi orfandad?
Yo soy uno de tus hijos,
que en la distancia siempre recuerda
y aún escucho en mis oídos
voces y cantos tan queridos.
Despertaban las mañanas
el trinar de pajaritos;
el arroyo Los Amores
fue testigo de mi adiós.
009. Achalay, mi mama
La mami, la mamá o la madre forman una parte muy importante en el folklore argentino. Son muchos los poetas que han escrito bien a sus madres o bien a la madre en general. El Chango Rodríguez, Peteco Carabajal, Ernesto Villavicencio, Remberto Narváez, Juan D’Arienzo, José Pedroni, Roberto Ternán, Teresa Parodi, Juan Carlos Dávalos, César Perdiguero, Armando Tejada Gómez y Polo Giménez son algunos que han compuesto diferentes pero a su vez bellísimas letras dedicadas a la mamá y que han enriquecido en gran parte el cancionero tradicional argentino.
En esta ocasión tanto la música como la letra de esta zamba pertenece a Ángel Linares y fue registrada el 10 de agosto de 1961. Lleva por título «Achalay mi mama», donde «achalay», viene a significar «que lindo», es una expresión de afecto, admiración y agrado por quien es en realidad la gran protagonista de la composición, la madre y donde el prodigio de la vuelta al hogar y el recibimiento maternal llegan al corazón del autor, que parece luchar entre la alegría del reencuentro con su ser querido y la tristeza del tiempo que pasó sin poder disfrutar de ella.
ACHALAY...MI MAMA
Zamba
Letra y Música: Ángel Linares
Grabado por: Carlos Infante, Los Indios Tacunau, Los Litoreños, Los Visconti, Tomás «Tutu» Campos, Los Troperos de Atuel, Los Cantores de Quilla Huasi, Trio Sanchez, Monges y Ayala, Antonio Tormo, Los 3 Amigos…
Después de muchos caminos
rodando la tierra con mi soledad,
vuelvo y la encuentro a mi madre,
vestirse de fiesta al verme llegar.
Siempre las mismas caricias,
prendidas las manos junto al delantal
como apretando a la vida
que ya con los años se quiere escapar.
Querencia...mi dulce querencia...
llevense los vientos con toda mi voz,
allí no anidan ausencias...
¡Achalay...mi mama! Qué puro es su amor.
Hay un rayito de luna
que en su cabellera se vino a dormir,
así me siento a su lado
benditas sus canas, qué bello es vivir.
Cantos y versos le traigo
en forma de zambas; quisiera llorar...
De nuevo me hallo en el pago
ya sale mi madre, me viene a esperar.
Querencia...mi dulce querencia...
llevense los vientos con toda mi voz,
allí no anidan ausencias...
¡Achalay...mi mama! Qué puro es su amor.
010. Achalay Tafí del Valle
Entrar a Tucumán, es entrar un poco en la historia. La voz de Mercedes Sosa acompaña, y cuando uno pregunta de dónde sale la hermosura, la respuesta solo tiene tres palabras: Tafí del Valle. Exponente principal de un lugar reconocido nacionalmente y que resulta una carta de presentación de ésta Provincia frente al mundo.
Cabecera del partido que lleva su mismo nombre, se ubica en el oeste tucumano, a unos 1976 metros de altura sobre el nivel del mar. Hoy en día cuenta con un poco más de 3000 habitantes, muy lejos de los primeros lugareños, que llegaron gracias a una estancia jesuítica en el siglo XVIII.
Sus calles de adoquines, que datan del inicio de todo, son una imagen pintoresca junto a las casas de antaño, con un hermoso valle de fondo. Sus amaneceres y atardeceres justificarán ineludiblemente la visita a este bello lugar.
Valle que emerge entre las Sierras del Aconquija, se encuentra a 106,5 km. de San Miguel de Tucumán por un camino sinuoso que se recomienda transitar con tranquilidad. Total, ¿para qué apurarse? a la vera del camino encontrarás mucho para ver…
Los Diaguitas fueron los primeros pobladores en disfrutar de estas tierras, dejando su legado marcado que se observa específicamente, en la Reserva La Bolsa.
Suelo bondadoso y rico, posee una vegetación con pastizales y bosques de coníferas. Si se visita en verano, disfrutará de un clima templado y húmedo. Si el paseo es en invierno podrá ser testigo de alguna nevada —más en las altas cumbres—; aunque el calor de los lugareños lo hará sentir como en casa.
Tafí del Valle en Tucumán, ofrece una gama inmejorable de posibilidades durante todo el año. Para no perder las raíces y conocer más de ellas, es necesario guiarse por la Ruta del Artesano. Texturas, formas y colores para conocer más del lugar, como el «poncho tucumano». Manos laboriosas que cuentan historias y las regalan en cada prenda, hechas con técnicas ancestrales.
Encantos por doquier, como los artesanos de la gastronomía que se destacan por sus postres dulces y chocolates.
Y ya que estamos hablando de lo ancestral, saliendo por Ruta Provincial 307, hacia el norte a unos 82 kilómetros están las Ruinas de los Quilmes. En el Cerro Alto El Rey se erige uno de los centros arqueológico más importantes del norte de Argentina. Casi dos mil metros de altura y muchísima historia, que ha sido rescatada no hace mucho tiempo por el cantante popular Abel Pintos. Un teatro natural realmente, para apreciar y dejarse llevar.
El Embalse La Angostura, la Avenida Presidente Perón donde los negocios y restaurantes del lugar se dan cita, la Plaza Ángel Miguel Estévez, el verde, el azul, el marrón. Todo se conjuga para hacer de Tafí del Valle, algo digno de visitar.
En esta canción, «Achalay Tafí del Valle», Horacio Guarany cuenta que llegando al lugar, el alma se vuelve zamba. Y no está, para nada, equivocado.
ACHALAY TAFÍ DEL VALLE
Zamba
Letra y Música: Horacio Guarany
Grabado por: Horacio Guarany, Soledad Pastorutti, Los Tres del Río…
Achalay cuando llega la tarde
achalay el jilguero de mi alma
y llegando pa’ Tafí del Valle
toda el alma se me vuelve zamba!
Achalay el aroma a tomillo
ese agüita que corre cantando
y una linda morocha esperando
con la humita caliente en el rancho.
Y qué más?
pa’ que más?
achalay con la miel y el quesillo
y un vinito patero de aquellos
que hasta el alba se queda cantando
achalay cha que lindo es mi pago
pa’ que diablos me vua dir!
Achalay con esa majadita
va a peliar el invierno al verano
y si acaso me afloja la suerte
no hay faltar alguien que de la mano.
Achalay con la vida del criollo
cuando el hombre se aviene a su suerte
y aunque venga a buscarlo la muerte
no ‘ay ser tan peliagudo irse al hoyo!
Y qué más?
pa’ que más?
achalay con la miel y el quesillo
y un vinito patero de aquellos
que hasta el alba se queda cantando
achalay cha que lindo es mi pago
pa’ que diablos me vua dir!
011. Adagio en mi país
Cuenta el escritor y poeta uruguayo Enrique Estrázulas: «Vuelve a mi memoria un invierno de 1972 en que tuve que cruzar Montevideo de punta a punta bajo una lluvia torrencial, en un destartalado taxímetro, para acudir a un llamado urgente de Zitarrosa. Supuse al principio que se había enfermado, que estaría dolorido por algo o, en el mejor de los casos, habría cometido alguno de sus excesos. Cuando llegué todo estaba en calma. Y el amigo trovador en cuestión de lo más bien, sentado junto al grabador, secándose unos lagrimones que, yo sabía, venían de la emoción creadora:
—Solamente quería que escucharas un “Adagio” que se me acaba de ocurrir. Entonces dejé que regresara la calma, colgué el impermeable empapado y me dispuse a oír los acordes de lo que más tarde se transformaría en el famoso ‘Adagio en mi país’, una de las más conmovedoras canciones que se han escrito en Uruguay, acaso premonitoria, inspirada en la guerra y señalando un camino de paz».
Este impresionante poema lírico «Adagio en mi país» fue escrito en mil novecientos setenta y tres, «año infeliz en la memoria de los uruguayos», afirma la profesora Mónica Salinas, en su obra «Poesía y mito. ALFREDO ZITARROSA». En ese año se instauró el régimen de Juan María Bordaberry Arocena y también en ese mismo año fue exiliado Zitarrosa.
El poema consta de seis estrofas. Las cuatro primeras presentan la misma estructura externa; los dos primeros versos se reproducen de manera anafórica al final de la estrofa, confiriéndole a la misma una estructura «circular». Las últimas estrofas, por otra parte, no presentan la estructura «circular» de las otras estrofas.
El yo lírico describe la experiencia psicológica que experimenta el yo de autor. La voz poética describe una transformación interna en la que las emociones se van elaborando, evolucionando de impulsos (tristeza y rencor) a sentimientos, valores, ideales y virtudes (esperanza y paz). El poeta utiliza distintos símbolos, como por ejemplo la luz del sol, para describir la conversión interna que experimenta al ascender desde las regiones más bajas de la psiquis a las esferas más altas de la conciencia.
El padre desempeña la función de un guía y protector. Es curioso destacar que éste no se remite a una etapa más gratificante de su pasado, sino que se proyecta al futuro, su función es alentar la esperanza de su hijo y también la de los lectores.
En mí país, qué tristeza
La pobreza y el rencor
Dice mi padre que ya llegará
Desde el fondo del tiempo otro tiempo
Y me dice que el sol brillará,
Sobre un pueblo que él sueña
Labrando su verde solar.
En mi país qué tristeza
La pobreza y el rencor.
La voz poética evalúa y analiza la situación del país a través de distintos puntos de vista: del padre, del poeta y del pueblo. Mónica Salinas sostiene que la postura del padre oscila entre «la profecía de un renacimiento de las gestas heroicas, y la amarga constatación del potencial destructivo del infame».
Tú no pediste la guerra/ Madre tierra, yo lo sé,
Dice mi padre que un solo traidor /puede con mil valientes;
él siente que el pueblo, en su inmenso dolor/ hoy se niega a beber
de la fuente clara del honor/
Tú no pediste la guerra/ Madre tierra, yo lo sé.
Como se observa, la obra artística de Alfredo Zitarrosa es una obra comprometida con una causa social, porque a través de ella él reconfortó a su pueblo en un momento de sufrimiento. Él es un ejemplo de que es posible que un sujeto puede trascender un contexto impregnado de sufrimiento.
ADAGIO EN MI PAÍS
Zamba
Letra y Música: Alfredo Zitarrosa
Grabado por: Alfredo Zitarrosa, Vos América, César Isella, Huerque Mapu, Sanampay, Quinteto Tiempo
En mi país, qué tristeza,
la pobreza y el rencor.
Dice mi padre que ya llegará
desde el fondo del tiempo otro tiempo
y me dice que el sol brillará
sobre un pueblo que él sueña
labrando su verde solar.
En mi país, qué tristeza,
la pobreza y el rencor.
Tú no pediste la guerra,
madre tierra, yo lo sé.
Dice mi padre que un solo traidor
puede con mil valientes;
él siente que el pueblo en su inmenso dolor
hoy se niega a beber en la fuente
clara del honor.
Tú no pediste la guerra,
madre tierra, yo lo sé.
En mi país somos duros,
el futuro lo dirá.
Canta mi pueblo una canción de paz.
Detrás de cada puerta
está alerta mi pueblo,
y ya nadie podrá
silenciar su canción
y mañana también cantará.
En mi país somos duros,
el futuro lo dirá.
En mi país, qué tibieza
cuando empieza a amanecer.
Dice mi pueblo que puede leer
en su mano de obrero el destino
y que no hay adivino ni rey
que le pueda marcar el camino
que va a recorrer.
En mi país, qué tibieza
cuando empieza a amanecer.
En mi país somos miles y miles
de lágrimas y de fusiles,
un puño y un canto vibrante,
una llama encendida, un gigante
que grita: ¡Adelante... adelante...!
En mi país brillará,
yo lo sé,
el sol del pueblo arderá
nuevamente, alumbrando mi tierra.
012. Adios Catamarca, adios
Cuenta el folklorista catamarqueño Coco Melo Cabrera cómo fue testigo del momento en que Don Manuel Acosta compuso esta zamba, en 1951, en el Bar Munich de las calles Sarmiento y San Martín de Catamarca, momentos antes de partir a una gira por todo el norte del país. En ese día, integraban el conjunto Manuel Acosta Villafañe, Pebete Gerván Leguizamón, Pila Quinteros, Juan Ramón Ponce, Ramiro Espoz Saavedra, Noia y Ponce. Casi veinte años después el grupo Los Chalchaleros, formado por Juan Carlos Saravia, Ernesto Cabeza, Polo Román y Pancho Figueroa, grabó la que sin duda es la mejor versión realizada nunca de esta zamba, llena de sentimiento y amor por todos y cada uno de los bellos lugares de la provincia en la que nació el autor y cuya capital es San Fernando del Valle de Catamarca.
(Cucho Márquez)
ADIOS, CATAMARCA, ADIOS
Zamba
Letra y música: Manuel Acosta Villafañe
Grabado por: Los Chalchaleros, Margarita Palacios, Los Altamirano, Los Cantores del Alba, Ambrosio Nicoli, Los Arribeños…
¡Adiós, Catamarca, adiós!
¿Quién sabe hasta cuando será?
¡Adiós, mi cerro el Ambato;
adiós Valle Viejo, adiós Capayán!
Camino del valle me iré:
camino del bello Pomán.
Me iré cruzando los campos.
¡Adiós, mi Joyango; adiós, mi Siján!
¡Cuántos recuerdos queridos,
por largos caminos me han de acompañar!
Y aunque me encuentre distante,
de mi Catamarca no me he’i de olvidar.
¡Adiós, Catamarca, adiós!
¿Quién sabe hasta cuando será?
Al irme dejo esta zamba
pa’ que mis paisanos la puedan bailar.
¡Adiós, ya me voy, ya me voy;
cantando algún día he’i volver!
¡Adiós, mi cerro, mis viñas;
adiós, Tinogasta; adiós, mi Belén!
¡Cuántos recuerdos queridos,
por largos caminos me han de acompañar!
Y aunque me encuentre distante,
de mi Catamarca no me he’i de olvidar.
013. Adios Tucumán
Héctor Roberto Chavero, conocido artísticamente como Atahualpa Yupanqui, nació en Campo de la Cruz (Pergamino) en 1908, muriendo en 1992 en la ciudad francesa de Nimes. Como él mismo decía:
«No conviene ponerse a decir muchas cosas con la zamba porque se traicionaría el espíritu del tres por cuatro, del juego del pañuelo; se pueden insinuar, nomás. Como el único lenguaje que tiene la zamba es el pañuelo uno le puede adjudicar a la mirada, al gesto, o al silencio del hombre cosas que el pañuelo no puede decir. Pero no le adjudique demasiado porque entonces cae en la filosofía y eso guárdelo para otro asunto.»
Contaba don Ata:
«En su origen, este tema tiene una tristeza política. Unos amigos míos eran terratenientes de Raco, primos hermanos entre sí. Y yo, un Juan de afuera. Conocían ellos mi devoción por el paisaje, por el paso, el caballo, la copla, los hombres, los guardamontes y las bagualas. Pero la política los alejó de mí y de la amistad profunda que nos juntaba. Yo soy amigo de la gente sin preguntarle cómo piensa, ni para qué lado. Me basta con que sea criolla y suficiente. Bueno, esta gente empezó a no mostrarme la cara. En las cumbres de Raco yo tenía un ranchito tortiao, hecho con mis manos. Me fue para mí. Me largué del ómnibus y había un caballo que me estaba esperando en la parada, junto al boliche del turco Antin. Monté y me fui hasta una tranquera del “campo la Zanja” para poder subir» —desde allí me quedaban cuarenta minutos de viaje para arriba— y la encontré con llave. Entonces me acerco a la finca de los señores y digo: “está con llave”. No sé, me contestó uno de los peones, la habrá cerrado el niño tal o cual». Ningún niño, ninguno de los gauchos amigos míos estaba allí. Entonces me di cuenta que la intención era no facilitarme la llegada a mi pobre rancho de las cumbres de Raco. Era un descuidar la amistad, fastidio, repudio a mi condición de criollos. Ellos se sentían muy argentinos, muy partidarios de Facundo Quiroga y de Juan Manuel de Rosas. En cambio yo estaba con el pueblo, con el más golpeado, con el que tenía alpargatas. Y yo las tenía. Era lo único, mi guitarra vieja, las alpargatas y muchos sueños. Al otro día agarré mi caballo y a unos siete kilómetros monte arriba le di un guascazo en las ancas y se perdió galopando en las cumbres. «Nunca más te voy a ensillar», le dije. Me vine. Lo único que me tomé fue mi máquina de escribir y unas espuelas, de a pie vine bajando y salté la tranquera. Ya nunca más volví a Raco. De allí nació esta zamba: «Adios Tucumán».
ADIOS TUCUMAN
Zamba
Letra y música: Atahualpa Yupanqui
Grabado por: Atahualpa Yupanqui, Jorge Cafrune, Los Chalchaleros, Los Visconti, Dúo Coplanacu, Dúo Benítez – Pacheco, Dúo Socavón, Mono Villafañe, Quiroga Larreta, André y su Conjunto, Las Voces del Norte…
¡Qué mala será mi pena,
que sólo sabe penar!
¡Cómo me duele esta pena,
de irme tan lejos de mi Tucumán!
No me asustan los caminos,
ni arenas ni pedregal.
Por muchos que haya en el mundo,
no son los caminos de mi Tucumán.
¡Adiós, mi pago querido,
mi rancho de Raco,
mi lindo sauzal!.
Cuando te cante en mi zamba,
¿quién sabe, tu gaucho,
por dónde andará?
Mi sillonero pasuco,
ya nunca lo ensillaré.
Lo han de cuidar las estrellas:
¡adiós, mi caballo, ya no volveré!
Senditas las de mi tierra,
caminitos de Tafí.
Tal vez, una tucumana, bailando la zamba
se acuerde de mí.
¡Adiós, mi pago querido,
mi rancho de Raco,
mi lindo sauzal!.
Cuando te cante en mi zamba,
¿quién sabe, tu gaucho,
por dónde andará?
014. Agitando pañuelos
La zamba es una danza tradicional que representa la galantería cortés, expresada por los bailarines a través del movimiento, los gestos y las miradas. Pero el elemento más característico y fundamental para la expresión de los sentimientos y del juego amoroso en la zamba es el pañuelo. Como dice Ricardo Rojas: «La nota de color danla aquí los pañuelos, ondeando siempre en lo alto, movidos por las manos de los amantes, y como mecidos, ellos también, por el aire voluptuoso que domina toda esta composición coreográfica.» El pañuelo le da a esta danza su máxima poesía y significado, por eso es importante soltarse y enarbolarlo no sólo con las manos sino con el corazón.
Generalmente se lo toma con la mano derecha y a un par de centímetros de la punta para aprovechar todo el largo y para poder formar la figura del triángulo, tomándolo con ambas manos de puntas opuestas. El revoleo es una de las figuras más comunes que se realizan con el pañuelo, y consiste en levantarlo más o menos a la altura de la cabeza y agitarlo con movimientos vivos. Puede revolearse girando la muñeca para describir la forma de un ocho en el aire.
Las figuras que los bailarines marcan con sus pañuelos son libres pero siempre pretenden establecer un diálogo y transmitir sentimientos y emociones. En la Primera parte de la danza, por ejemplo, la mujer responde tímidamente al asedio del varón por conquistarla, y para expresar esta timidez o indecisión mueve el pañuelo con mucha sutileza, suavemente, lo usa para cubrirse la cara o lo toma con ambas manos y lo coloca extendido sobre la pollera. En la Segunda, en cambio, la mujer finalmente responde a la propuesta amorosa del varón y ambos agitan los pañuelos apasionadamente, con movimientos más enérgicos que expresan el sentido de estar enamorados. Una de las figuras que pueden realizar consiste en tomar el pañuelo con ambas manos por las puntas, formando un triángulo y enroscarlo hacia afuera o hacia adentro. A esta figura se le da comúnmente el significado de ofrecer un beso (enroscando el pañuelo hacia afuera) y recibir un beso (enroscándolo hacia adentro). Al terminar la Segunda parte, para la coronación, el varón puede colocar el pañuelo sobre el hombro de la mujer o tomarlo extendido por las puntas y pasarlo por detrás de la cabeza de la mujer.
Esta danza tradicional que representa la galantería cortés, expresada por los bailarines a través del movimiento, los gestos y las miradas. Pero el elemento más característico y fundamental para la expresión de los sentimientos y del juego amoroso en la zamba es el pañuelo. Este da a esta danza su máxima poesía y significado, por eso es importante soltarse y enarbolarlo no sólo con las manos sino con el corazón.
AGITANDO PAÑUELOS
Zamba
Letra y Música: Hermanos Abalos
Grabado por: Hermanos Abalos, Carlos Vega Pereda, Dúo Amistad, Los Cantores de Quilla Huasi, Los Chalchaleros, Dúo Coplanacu, Los Peregrinos, Adolfo Abalos, Claudia Pirán, Juanón Lucero, Chango Nieto, Mercedes Sosa, Mónica Ferreyra, Los Hermanos Jiménez, Los Guanaqueros, Pancho Figueroa, Nazareno Soria, Los Indios Tacunau, Huella Pampa, Nanzi Tortone, Nancy Abalos, Los Chilicotes…
Te ví, no olvidaré...
un carnaval,guitarra,bombo y violín
agitando pañuelos te vi
cadencia al bailar, airoso el perfil.
Me fui diciendo adiós...
en ese adiós quedó enredado un querer.
Agitando pañuelos me fui
¡Qué lindo añorar tu zamba de ayer!...
Yo me iré tu vendrás...
Yo te llevaré, mi rancho se alegrará.
Agitando pañuelos me iré
y en mí vivirá aquel carnaval.
Agitando pañuelos me iré
cantando esta zamba repiqueteadita.
Volví y te encontré...
toda mi voz le dio a la copla un cantar.
Agitando pañuelos volví,
sintiendo también mi pecho agitar.
Bailé hasta el final...
engualichao, bailé hasta el amanecer.
Agitando pañuelos bailé.
¡Que lindo bailar tu zamba de ayer!
015. Agua y sol del Paraná
El río Paraná es uno de los más importantes de Argentina. Atraviesa varias provincias y forma junto al río Uruguay la denominada Mesopotamia Argentina. El chamamé es la música característica de esta región y en «Agua y Sol del Paraná» se describe con gran maestría la vida de la gente litoraleña.
Si tuviésemos que elegir una canción que represente al Litoral y su gente, seguramente nos inclinaríamos por «Agua y Sol del Paraná», agregaríamos que el compositor, Ariel Ramírez, la puso en el pentagrama allá por comienzo del 50. Pocos saben que el autor de su letra, Miguel Brascó, es un personaje que vimos habitualmente, hasta su fallecimiento en 2014, en programas relacionados con la historia y elección de vinos, sibarita de tiradores, abdomen abundante y derroche de bonhomía.
El maestro Ariel Ramírez, se hizo popular en todo el mundo con su Misa Criolla de la que se han vendido ya varios millones de discos. Nacido en Santa Fe, capital de la provincia argentina del mismo nombre, no es raro que haya dedicado varias composiciones a ese imponente fenoméno de la naturaleza que es el río Paraná. En la antología de la zamba necesariamente tiene que estar incluída su obra «El Paraná en una zamba», a la que puso letra el salteño Jaime Dávalos. Aquí, en «Agua y sol del Paraná» es Miguel Brascó quien narra muy poéticamente la tarea de remontar este grandioso río contra corriente, en una calurosa tarde oriental. Son excelentes las versiones de esta canción, tanto la del propio autor, con Eduardo Falú y Los Fronterizos que fue grabada en 1962, en el disco «Coronación del Folklore», como también lo es la perteneciente a Los Chalchaleros.
AGUA Y SOL DEL PARANÁ
Canción del litoral
Letra: Miguel A. Brascó
Música: Ariel Ramírez
Grabado por: Ariel Ramírez, Los Fronterizos, Los Chalchaleros, Eduardo Falu, Los Arribeños, Dúo Socavón, Lolita Torres, Los Arroyeños, Zamba Quipildor, Nostalgiosos, Amalia de la Vega, Tomás «Tutu» Campos…
Por el río Paraná,
aguas arriba navego
El sol quema como fuego
en la siesta litoral.
Bordeando el camalotal:
pacu, surubí dorado
van navegando a mi lado
por el río Paraná.
La canoa lenta va
hiriendo el pecho del río,
sauce triste, ceibo mío,
en sus orillas está.
Azul el jacarandá,
aromó sus ramas de oro,
derramando su tesoro,
sobre el río que se va.
El agua me ha de llevar;
nadie sabe hasta qué puerto;
hay solo un destino cierto:
la pampa amarga del mar.
Tristeza me da el ceibal,
sangrando sobre el verano:
si parecemos hermanos,
en el modo de llorar.
Ya mi canción se me va,
aguas abajo del río,
mientras sigo mi destino
remontando el Paraná.
Rio arriba, rio va
contra la oscura corriente
agua y sol sobre mi frente
agua y sol del Paraná.
Viejo río Paraná:
aguas marrones y bravas
y en lo alto crestonadas
no terminan de silbar.
016. Ah! Mi Corrientes porá
En el año 1942, el poeta rosarino Lito Bayardo (1905-1986) se hallaba en la ciudad de Resistencia, provincia de Chaco, visitando la peña, museo y pulpería «El Fogón de los Arrieros», creada el año anterior por Aldo Boglietti. Se encontraba acompañando por su amigo el poeta santafesino Juan de Dios Mena, quien una tarde lo invitó a ir a la ciudad de Corrientes tomando para ello la balsa que salía del puerto de Barranqueras. En Corrientes fueron tratados con mucha amabilidad y cuando ya se volvían para Resistencia, una dama muy bella le preguntó a Lito Bayardo si le había gustado Corrientes a lo que contestó que se llevaba un grato recuerdo. Entonces ella le pidió que les hiciera a los correntinos una canción como su zamba «Mama vieja». Ese pedido impresionó a Lito Bayardo y quedó registrado en su memoria.
Pocos días después, ya en Buenos Aires, se encontró ocasionalmente con Samuel Aguayo, quien le comentó que en una semana tenía que realizar algunas grabaciones, y que el músico y cantor Eladio Martínez (1912-1990), que era amigo suyo, le había entregado una melodía que tenía versos en guaraní, y quería que Lito Bayardo le hiciera los versos en castellano, en tiempo de chamamé, para llevarla al disco. Lito Bayardo le comentó a Samuel Aguayo que nunca había hecho letras sobre ritmo de chamamé, y entonces se fueron juntos a tomar un café y allí Samuel Aguayo le entonó la melodía de Eladio Martínez y le propuso que incluyera algunas palabras en guaraní para darle más color al tema. Entonces le tradujo algunas palabras, y mientras Samuel Aguayo entonaba la melodía, Lito Bayardo comenzó a recordar a aquella dama que en Corrientes le había pedido un tema para los correntinos. Le preguntó entonces cómo se decía «hermosa» en guaraní, y Samuel Aguayo le dijo que «hermosa en guaraní se dice porã». Entonces Lito Bayardo comenzó a escribir la letra del chamamé y le dijo que podía llamarse utilizando las primeras palabras de los versos «Ah! mi Corrientes porã». Y así, con la melodía que le entonaba Samuel Aguayo, Lito Bayardo prosiguió con la letra del chamamé al que tituló justamente «Ah! mi Corrientes porã».
Una semana después de finalizada la obra con letra en castellano, «Ah! mi Corrientes porá» fue llevada al disco por Samuel Aguayo como galopa, el 5 de agosto de 1942. Tiempo después la grabó como polca correntina, Osvaldo Sosa Cordero y sus «Correntinos» cantando el dúo integrado por Eduardo Rayo y Pedro de Ciervi, el 3 de abril de 1945 y poco tiempo después, el 10 de julio de 1945, como polca canción por el «Cuarteto Santa Ana» dirigido por Isaco Abitbol y Ernesto Montiel, cantando los versos el mismo Eladio Martínez, convirtiéndose en el primer tema cantado que grabó el «Cuarteto Santa Ana», a muy poco tiempo de su formación. Posteriormente, el 4 de mayo de 1950 el tema «Ah! mi Corrientes porã», en tiempo de polca, fue grabado por Damasio Esquivel y su «Sexteto Guaraní» cantando los versos Ramón Ayala, siendo también en este caso, el primer tema cantado, y el primer disco, conque dio comienzo la historia discográfica de Damasio Esquivel al frente de su propio conjunto. Posteriormente volvió a grabarlo Samuel Aguayo con su conjunto, como polca, el 24 de mayo de 1956.
Los versos en guaraní de «Ah! mi Corrientes porã», que en tiempo de polca paraguaya, con música de Eladio Martínez y letra de Gumersindo Ayala Aquino tenían por título «Resaí», o sea «Lágrimas» en castellano, fueron dedicados por sus autores en el año 1940, a la bailarina paraguaya Nilda Arce, y con ese nombre «Resaí» la obra fue grabada por Félix Pérez Cardozo y su conjunto paraguayo cantando el propio Eladio Martínez a dúo con Félix Pérez Cardozo.
Recién tiempo después de escribir los versos en castellano de «Ah! mi Corrientes porã», Lito Bayardo conoció a Eladio Martínez, ya que hasta ese momento no lo conocía personalmente. En ese entonces, Eladio Martínez estaba al frente de su conjunto denominado «Eladio Martínez y su Trío Guaraní de Arpa y Guitarras» con el que había comenzado en el año 1940, después de integrar el dúo Martínez-Cardozo, junto a Mauricio Cardozo Ocampo, desde el año 1933. Y justamente en el año 1945 Eladio Martínez regresó a Paraguay, para residir nuevamente allí, después de haber estado radicado en Argentina durante 15 años.
Lito Bayardo, cuyo nombre real era Manuel Juan García Ferrari, nació en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina, el 3 de marzo de 1905 y falleció quitándose la vida el 7 de marzo de 1986 en la ciudad de Buenos Aires. Fue cantor, recitador, poeta y autor de la letra de tangos famosos como «Duelo criollo», «Pájaro ciego» y «9 de Julio», y de las famosas zambas «Mama vieja» y «Rosario de Santa Fe» entre muchos temas más.
Eladio Martínez, nació en la ciudad de Paraguarí, Paraguay, el 19 de mayo de 1912 y falleció en Asunción el 7 de mayo de 1990, siendo cantor, guitarrista y autor de importantes obras musicales del repertorio paraguayo.
(Roberto Gutiérrez Miglio)
AH! MI CORRIENTES PORÁ