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ОглавлениеCapítulo 1
ORIGEN DE LA GEOLOGÍA Y LA EDAD DE LA TIERRA
Si quisiéramos averiguar la edad que tiene nuestro planeta lo primero que haríamos sería recurrir a Internet: la interminable fuente de verdades y mentiras. Pero, reflexionando un poco, ¿acaso tiene edad la Tierra? Parece como si fuera eterna y no hubiera tenido una fecha de nacimiento y tampoco fuera a tener otra de defunción. ¿Se puede saber cuántos años tiene de vieja? Seguramente son muchos años para algo tan grande y complejo como nuestro planeta.
El primero que se arriesgó en semejante dilema fue un arzobispo irlandés del siglo 17. Su nombre era Jacobus Usserius (1581 – 1656) pero lo conocemos como James Ussher. En 1650 publicó Anales del Antiguo Testamento deducidos del primer origen del mundo, su obra más conocida. El arzobispo Ussher dedujo, a partir de un análisis muy interesante de las generaciones del antiguo testamento de la Biblia, y una serie de correlaciones de fechas de la historia romana y de otras civilizaciones, que nuestro planeta había sido creado a las 8 de la noche del sábado 22 de octubre del año 4004, antes de Cristo. Si esto fuera cierto, habríamos celebrado el cumpleaños 6,000 de la Tierra en octubre del año 2004.
También el arzobispo Ussher se aventuró a decir que la humanidad había sido creada el viernes 28 de octubre (casi una semana después), y que Adán y Eva habían sido arrojados del paraíso el lunes 10 de noviembre, del mismo año.
Es obvio que la fecha era errónea; sin embargo, en esos años todavía se consideraba a la Biblia como una fuente de conocimientos verdaderos. Además, el arzobispo realizó un trabajo sistemático y metódico para determinar su cálculo, y el 4004 a. C. para la creación de la Tierra fue tan importante que durante muchos años se conservó en las Biblias anglicanas y en otros textos que usaban la cronología bíblica, desde la época de Ussher hasta buena parte del siglo pasado.
Qué sucedía en aquellos lejanos 4000 a.C. Hacía mucho tiempo que el paleolítico (la edad de piedra antigua) había cedido su lugar al neolítico (la nueva edad de piedra). Las técnicas agrícolas se mejoraban en Egipto, Palestina y México, al tiempo que en esa lejana época comenzó el empleo de los metales: la fundición de piedras de cobre en Mesopotamia.
¿Cómo sabemos tanto? ¿Por qué Ussher y sus contemporáneos ignoraban todo esto? La prehistoria como ciencia nació mucho después de la muerte del arzobispo; pero, lo que sí es seguro, es que la humanidad ya tenía bastante tiempo moviéndose en el planeta para el periodo en que calculó su origen.
En Dinamarca, un médico, naturalista y también religioso, conocido como Steno (Niels Stensen, 1638 – 1686), por las mismas fechas postulaba algunos principios fundamentales de lo que algunos años después serían dos nuevas ciencias: geología y paleontología. Steno se dedicó a estudiar fósiles y las diferentes capas de tierra que los contenían, llamadas estratos.
A partir de sus observaciones Steno dijo algo más o menos así: en una secuencia de estratos que se encuentran superpuestos son necesariamente más modernos los que se sitúan por encima. Es decir, si cavamos un pozo, las capas o estratos de tierra más profundas son las más antiguas.
A partir de este principio, Steno pudo determinar edades relativas de los estratos. No es un método muy preciso, pero por un lado permite deducir una sucesión de acontecimientos (sabemos qué fue primero y qué después), y sobre todo representa el primer método con base científica para medir escalas geológicas de tiempo.
El famoso naturalista francés, Georges Cuvier (1769 – 1832), estaba muy interesado en conocer por qué había fósiles de especies extintas, como los dinosaurios, en las capas más profundas de los estratos geológicos (y por lo tanto más antiguas): ¿qué había pasado con esos animales?, ¿cómo habían desaparecido?, ¿quién habría sido el responsable? Eran algunas de las cuestiones que intrigaban a los eruditos de su época.
El paleoantropólogo Richard Leakey (hijo de dos pilares en la historia de la evolución humana) menciona que la Teoría del Diluvio vino al rescate:
Proponía que las especies extintas halladas en las capas de roca habían sido víctimas del Diluvio Universal. Pero cuando se observó que con frecuencia las rocas no contenían una sino muchas capas de diferentes criaturas extintas, se hizo evidente que una sola inundación no podía ser la responsable de su extinción (Richard Leakey, El origen del hombre).
Si la Teoría del Diluvio no servía, Georges Cuvier postuló la Teoría de las Catástrofes, la cual consistía en que nuestro planeta había pasado por una serie de cataclismos naturales, que habían eliminado a casi todos los seres vivos. Cuando murió el barón Georges Cuvier en 1832 siendo miembro de la Academia de las Ciencias, ya se habían calculado nada menos que veintisiete de esas “terribles catástrofes”.
El mismo Cuvier y sus seguidores, también basados en la cronología del antiguo testamento de la Biblia (y en sus catástrofes), calcularon la edad de la Tierra en 70 mil años de antigüedad.
Entre Cuvier y Steno hubo más intentos, más o menos científicos, para calcular la edad del planeta. El científico y filósofo inglés, Robert Hooke (1635 – 1703), el primer científico en utilizar el término célula (celdilla) al observar corcho con un microscopio recién mejorado, calculó la edad de la Tierra usando una tasa de sedimentación, en varios cientos de millones de años.
El científico y escritor francés, Georges Louis Leclerc (1707 – 1788), a quien llamaban Conde de Buffón, utilizó una bola de tierra y metales que según él era similar a la composición media del planeta, la calentó lo más que pudo para fundirla y midió el tiempo que tardó en enfriarse. Con su experimento buscaba deducir la edad de la Tierra extrapolando sus resultados experimentales al tamaño y temperatura actual de nuestro planeta: estimó que tenía 3 millones de años, aunque después rectificó y bajó su cálculo apenas a 75 mil años (quizá por temor a la excomunión). Por lo menos tiene el honor de haber sido el primero en intentar el cálculo con métodos científicos, mediante un experimento de laboratorio.
Pero ¿por qué suponían que la Tierra había sido una masa de lava fundida al principio? Ya el célebre físico y matemático Pierre Simón Laplace (1749 – 1827) había explicado que en sus orígenes nuestro sistema solar se había formado por nubes incandescentes de gases que al comprimirse para crear al sol y los planetas habían elevado más su temperatura. Para esas fechas (siglo 19) no le daban al universo entero más de 6 ó 7 mil años de antigüedad.
William Thomson (1824 – 1907), mejor conocido como Lord Kelvin, en 1862 calculó que la Tierra tenía cerca de 100 millones de años, basado tanto en las leyes de la transmisión del calor como en la segunda ley de la termodinámica (descubierta por él mismo). Supuso que la Tierra se había enfriado a un ritmo constante. Su cálculo provocó groseros enfrentamientos con los biólogos evolucionistas de su época, quienes no creían que la evolución hubiera sido posible con apenas 100 millones de años
De cualquier forma y a pesar de tanto cálculo, no tardaron en comenzar las protestas: el paleontólogo inglés William Buckland (1784 – 1856) rechazaba que la Biblia pudiera considerarse como una referencia de los fenómenos geológicos históricos. Entonces, comenzó la búsqueda.
El geólogo escocés James Hutton (1727 – 1797) es considerado por muchos el padre de la geología moderna. En 1875 publicó su libro Teoría de la Tierra, donde explicaba el Principio de Uniformismo: cambios muy pequeños pueden provocar grandes cambios geográficos, si consideramos los monumentales espacios de tiempo transcurridos. En otras palabras, la superficie del planeta había sido esculpida en el pasado por las mismas fuerzas que le daban forma en el presente, ¿cuáles eran esas fuerzas?
Para entender e interpretar el pasado, dedujo este científico, tenemos que comprender el presente; por lo tanto Hutton se dedicó a observar y estudiar las rocas y los procesos geológicos, y concluyó que el viento, la erosión, la lluvia, el sol, la nieve y el deshielo eran las fuerzas que habían dado su forma característica a la superficie de la Tierra con la aparición de colinas y montañas. Rechazó la Teoría de las Catástrofes, aunque no descartaba que tanto las erupciones volcánicas como los terremotos y las inundaciones representaran también fuerzas considerables, pero no eran las únicas ni las más importantes.
Estos factores que modifican la Tierra actúan de manera extremadamente lenta: un cañón tarda en formarse muchos siglos por la paciente y constante erosión de un río, las rocas cambian de forma por la lluvia y el viento a través de milenios, las montañas y las colinas se forman con tanta lentitud, que parecen eternas. En la página de Internet Portal Ciencia nos explican:
La gente, que estaba acostumbrada a pensar en un mundo recientemente creado, en una breve historia de seis mil años a lo sumo, recibía un terrible golpe conceptual: descubrían que su tiempo, el tiempo de sus vidas, prácticamente no contaba en la inmensidad de los tiempos geológicos (Portal Ciencia).
Precisamente, para que pudiera suceder esto, el tiempo durante el que estas fuerzas habían estado actuando sobre nuestro planeta tenía que ser, necesariamente, descomunal.
En medio de tanta confusión, sucede además que el famoso libro de Hutton (Teoría de la Tierra) estaba escrito en un lenguaje muy técnico, y que no era nada sencillo de leer. Tuvo que llegar al rescate su colega Charles Lyell (1797 – 1875): en 1830 publicó una obra en tres volúmenes titulada Principios de geología. Basado en los escritos de Hutton, no sólo explica y defiende el principio de uniformismo, sino que lo hace tan popular, que muchos consideraban que Lyell debía ser el verdadero padre de la geología.
Sin importar a quién le asignemos la paternidad (la geología nunca estará huérfana), este par de extraordinarios científicos ingleses, además de dar formalidad al estudio de la Tierra, dejaron bien claro que tenía muchos millones de años de antigüedad. Con un tiempo tan dilatado, los biólogos evolucionistas pudieron trabajar sin presiones, ya que los seres vivos habían tenido tiempo de sobra para transformarse y evolucionar.
Fue Lyell quien motivara de manera decisiva a uno de los científicos más famosos e influyentes de todos los tiempos: Charles Darwin, para formular sin prisas su controvertida y osada teoría de la evolución.
Posteriormente, durante la segunda mitad del siglo 19 y durante todo el siglo 20, la geología experimenta un gran desarrollo con la aparición de nuevas observaciones y técnicas experimentales. La teoría de las placas tectónicas y la exploración de los suelos submarinos impulsaron de tal forma a esta ciencia que terminaron el siglo estudiando rocas lunares y la superficie del planeta Marte.
Pero ¿qué pasó con la edad de la Tierra?
Si bien ya se tenía claro que era de muchos millones de años, no fue sino hasta bien entrado el silgo 20 (cuando se perfeccionaron las técnicas de datación con elementos radiactivos) que se logró estimar la edad del planeta actualmente aceptada. En 1896 Antoine Henri Becquerel (1852 – 1908) descubre la radiactividad, fenómeno que fue satisfactoriamente explicado hasta 1902 por Ernest Rutherford (1871 – 1937).
Los elementos radiactivos, como el uranio o el plutonio, se descomponen espontáneamente y se transforman en otros más simples como el plomo. Ya han sido estudiados con mucho detalle en la actualidad, así que se conoce muy bien a qué ritmo se transforman. Por lo tanto, cumpliendo ciertos requisitos, pueden ser usados para conocer la edad de rocas antiguas, midiendo la cantidad que hay de dichos elementos, pues estos se formaron en las primeras etapas de vida de nuestro planeta.
El químico norteamericano Claire Patterson (1922 – 1995) fue uno de muchos científicos que han corroborado la edad de la Tierra usando elementos radiactivos. Rocas encontradas en Groenlandia fueron datadas en 3,800 millones de años. Pero ya desde 1953 Patterson llegó a la conclusión de que el planeta debía tener entre 4,500 y 4,800 millones de años de antigüedad.
Desde que James Ussher en el siglo 17 se basara en la Biblia para estimar su cálculo, hasta nuestros días usando sofisticados equipos me miden la radiactividad de diminutas rocas, la cifra sigue variando. Sin embargo, afortunadamente hoy podemos dormir tranquilos, pues la edad de la Tierra ha sido calculada con bastante precisión: 4,600 millones de años.