Читать книгу El grito del silencio - Fernando Bermúdez López - Страница 3

Introducción

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Desde joven sentí una atracción especial por el silencio. Buscaba espacios para estar solo, reflexionar, encontrarme conmigo mismo y con el Misterio que nos trasciende. A medida que han ido pasando los años, he encontrado en el silencio un espacio de luz para visualizar y analizar críticamente los acontecimientos de la vida, desde lo más próximo y cotidiano hasta lo que sucede a nivel mundial. El silencio me ha posibilitado saborear multitud de experiencias y diferenciar las luces y sombras que hay en este mundo. Crea un clima sereno para analizar y discernir los acontecimientos de la vida.

Hoy somos testigos de una de las mayores crisis de la historia. Vivimos, a nivel mundial, una situación compleja y conflictiva. Estamos sumergidos en una crisis global y sistémica, en una crisis de humanidad, crisis de civilización y climática que pone en riesgo la existencia humana sobre el planeta. La globalización neoliberal, la creciente desigualdad socioeconómica, el vertiginoso desarrollo de la tecnología, la explosión demográfica y el deterioro ecológico han llevado al mundo a un desequilibrio.

Existe el riesgo de vivir la vida superficialmente, atrapados y alienados por el materialismo neoliberal, preocupados tan solo por el afán de tener y la búsqueda del máximo confort, despreocupados del crecimiento humano y espiritual y del sufrimiento de multitud de hombres y mujeres.

Vivimos llenos de ruidos que ahogan los sonidos del espíritu, generando una crisis todavía más profunda: la pérdida del sentido de nuestra existencia. La política ha sido contaminada por dirigentes que secuestran la verdad, y con este secuestro la mentira se ha instalado en el poder y en los medios de comunicación. Las redes sociales, en gran medida, han sido también contaminadas. Lo cual desasosiega, crea confusión y hace correr el riesgo de generar una crisis de confianza, arrebatar la paz interior y golpear la esperanza.

La gran tragedia del hombre moderno, retomando el pensamiento del teólogo Paul Tillich, es haber perdido la dimensión de profundidad. Ya no se es capaz de estar solo, en silencio consigo mismo, ni de preguntarse quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Hemos perdido la capacidad de interrogarnos sobre lo que hacemos y debemos hacer de nosotros mismos en este breve lapso de tiempo entre el nacimiento y la muerte.

Estas preguntas no encuentran ya respuesta alguna en muchos hombres y mujeres. Más aún, ni siquiera son planteadas cuando se ha perdido la dimensión de profundidad. Parece que las generaciones actuales no tienen el coraje de plantearse estas cuestiones. Prefieren seguir caminando entre ruidos y tinieblas.

El ser humano siempre se ha interrogado sobre el sentido de su existencia. Pero hoy siento que muchos tratan de echar tierra sobre estos planteamientos. Por eso considero como un apremiante reto volver a preguntar por el sentido de la vida y de la historia y estar abiertos a una respuesta, aun cuando no la veamos de manera precisa.

Durante muchos años he servido como misionero en América Latina y después en España como activista de derechos humanos. Han sido años de lucha incansable por la justicia y la paz, siempre con la esperanza de ver un cambio y una sociedad alternativa donde todos los seres humanos seamos socialmente iguales, aunque diferentes, y totalmente libres, de manera que a nadie le sobre para que a nadie le falte y todos podamos vivir dignamente.

Habiendo superado los 75 años, visualizo que el mundo sigue igual o peor, con una escandalosa y creciente desigualdad social. Mientras una minoría acapara la mayor parte de la riqueza del planeta, multitudes de personas siguen sumidas en la extrema pobreza y el hambre. Continúa en los países del Norte global la fiebre por la carrera armamentista y la venta de armas a los países del Sur, generando guerras, destrucción, muerte y sufrimiento.

Me mueve a adentrarme en el silencio la necesidad de pensar, evaluar el pasado y analizar el presente histórico para situarme en él. Necesito retornar a las fuentes de la vida para generar un cambio de conciencia y una transformación interior que anime la esperanza en la utopía de un mundo nuevo. Yo no soy más que un insignificante granito de vida en una historia inmensamente más grande que mi existencia y la de mis coetáneos.

Este libro ha sido escrito a fuego lento. Es fruto de largos períodos de silencio aun en medio del compromiso por la defensa y promoción de los derechos humanos al servicio de las comunidades campesinas e indígenas de Centroamérica y Chiapas, y después en el trabajo con los refugiados de Oriente Medio y de África. Por eso he querido titularlo El grito del silencio, que es, en gran medida, el grito de aquellos que no pueden hablar. Este silencio es el grito más fuerte.

En el silencio se encuentra uno consigo mismo, con sus debilidades y fortalezas, con las tristezas y alegrías del pueblo y, sobre todo, con la luz para ver la realidad con ojos nuevos.

No entiendo el silencio como una evasión cobarde, pues callar ante la injusticia lo convertiría en un delito, sino como un grito profético de anuncio y denuncia que arranca de la experiencia interior sobre el sentido de la vida y de la historia y sobre la dolorosa realidad del sufrimiento humano.

Este libro es una invitación a la reflexión, a la interiorización y a la toma de conciencia de que nuestro paso por la vida tendrá sentido si pasamos por ella liberándonos de apegos, para amar, hacer el bien y contribuir a que este mundo sea un poquito más humano y feliz que el que nosotros encontramos.

A la luz del silencio trataré temas que en la oscuridad de los ruidos del sistema neoliberal no tendrían la misma comprensión. Abordaré las crisis tanto personales como históricas, la realidad socioeconómica, política, ecológica y religiosa, la espiritualidad más allá de las religiones, el sufrimiento humano, el grito de la Tierra, el final de la vida…

El silencio es el clima donde surgen estas reflexiones, que deseo compartir con aquellas personas inquietas que anhelan vivir su existencia con sentido y esperanza, que no aceptan el mundo como está y que sueñan nuevas alternativas para la humanidad al lado de los empobrecidos de la tierra, como señala el papa Francisco.

Las semillas de este libro fueron sembradas a lo largo de muchos años. Algunos de los capítulos son reflexiones y poemas que fui escribiendo años atrás, y hoy me nace, desde lo más profundo, compartirlos con vosotros.

El grito del silencio

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