Читать книгу Hacia la periferia - Fernando Calonge Reillo - Страница 5
ОглавлениеIntroducción
Existe un fenómeno en las principales ciudades mexicanas cuya eclosión se extiende desde las últimas dos décadas y que impone cierta consternación sobre las formas para explicar la vida en las ciudades. Desde la década de 1990, se ha revelado una forma de producir y habitar la metrópoli que rompe con los moldes tradicionales de vida urbana e incluso suburbana. Fruto de ciertas políticas neoliberales de gestión del territorio, tendentes a privatizar tierras rurales que antes eran comunales, y a dejar en manos del mercado la ordenación territorial, las periferias urbanas se han consolidado como una realidad más. Con anterioridad, los espacios periurbanos se iban anexionando a las ciudades, en un proceso lento pero seguro que incorporaba los espacios rurales a los urbanos. Sin embargo, desde la década de 1990, no se hace evidente esta transformación; antes al contrario, parece ser que la periferia se desase de esta historicidad y se instala en la persistencia de un tiempo estancado. La periferia ya no es más un espacio en tránsito que camine de forma irreversible hacia algún tipo de consolidación; la periferia en las principales ciudades de México se ha convertido en una realidad por derecho propio e impone una aproximación que se aleje de ese modelo explicativo del proceso.
Este libro tiene por objeto esta nueva realidad de estudio, tal y como se ha constituido como entidad urbana propia junto con otras modalidades de espacio y vida urbanas. La periferia debe ser aclarada por fuera del modelo explicativo al uso basado en los procesos, y en su sustitución se utilizará una semántica propia de las transferencias. Éstas indican un intercambio, una posición de intermediación que hacen posible los traslados, el tránsito desde el mundo rural al urbano. Sin embargo, lo que se desplaza a través de la periferia no permanece idéntico a su paso por esta nueva realidad. La semántica de la transferencia implica también una transubstanciación. Lo que es transferido, lo que es desplazado a través de la periferia, no llega inalterado respecto a su estado originario.
Los elementos que obran la periferia en las ciudades mexicanas, que son agentes y pacientes de esta pluralidad de transferencias, son las clases populares; esos grupos de población que se ubican en los intersticios, en las hendiduras de los sistemas económicos, de las formas urbanas, de los marcos de ciudadanía. Las clases populares en países como México son esos elementos que algunos quieren ubicar en los márgenes, incluso en las afueras del orden contemporáneo que, sin embargo, son su más sólido bastimento. Las clases populares son las que en países como México constituyen esa periferia, las situadas en ese particular punto de fuga urbano, pero que consiguen articular la realidad de los órdenes neoliberales.
En este libro me centraré en cómo estos grupos de población son transferidos a través de las periferias urbanas. Así, analizaré las movilidades que expresan estos grupos humanos, sus desplazamientos por esos intersticios, sus novedosas maneras de constituir otra forma de ciudad, o de alojarse en ese estilo de precariedad que define a los tiempos presentes. Hacia la periferia indica una forma de movimiento que puede considerarse representativa de las formas de vida en que nos instauramos, un desplazamiento desde los centros asegurados hacia unas exterioridades provisionales, problemáticas, siempre en definición. Es el camino que diariamente recorren estas clases populares, que recrean de manera cotidiana, intentando, al paso, instaurar ciertos proyectos de vida reconocibles.
El libro no se encarga de narrar acciones extraordinarias ni grandes gestas. Por el contrario, sigue el paso a desplazamientos anodinos, a viajes y permutaciones ordinarias. En la literatura abundan las descripciones sobre las amplias movilidades, sobre las formas de vida de las élites globales, sobre su capacidad para construir sus identidades extendidas a través de países y continentes. En razón de esa acumulación de relatos sobre sus particulares movilidades, se tiende a difundir una imagen, acaso distorsionada, o poco incompleta, de las formas de desplazamientos que constituyen al mundo presente. Desde las experiencias de vida de estas élites globales, se han intentado imponer modelos de lectura de las sociedades presentes que, sin embargo, resultan harto incompletos. Hacia la periferia, por el contrario, intenta poner el foco de atención en otros viajes, en lo que podemos llamar las micromovilidades, en los incesantes desplazamientos de las otras poblaciones que, por un cambio sustancial en la forma de constituirse los sistemas políticos y económicos del presente, encarnan una ciudadanía excéntrica.
Este libro no habla así de grandes gestas, pero sí de movilidades modestas y cotidianas; refiere las pequeñas proezas con las que se consiguen hacer vivibles, de forma inestable, esos lugares cada vez más vastos que se sitúan a las orillas de las ciudades. A partir de una mirada lanzada desde el centro, desde esas amplias movilidades, o desde unas élites que constituyen el poder, las poblaciones periféricas por fuerza se ven alienadas, ajenas a las formas predominantes de apropiarse de recursos políticos, económicos o territoriales. Así, la periferia ha sido considerada como vacío, como un espacio tan deteriorado o abstracto difícilmente apropiable. Sin embargo, la mirada tiene que salir y residir en la misma periferia. Es preferible abandonar esos cánones explicativos sobre las amplias movilidades, sobre las formas de apropiación y consumo de aquellas élites globales, para rescatar otro tipo de aproximación que sea capaz de mostrar cómo hay vida en esos intersticios, cómo se tejen proyectos al seno de las movilidades periféricas.
De la periferia acaso no haya que hablar tampoco como territorio; quizá sí como terreno. La periferia no detenta un término sobre el que se imponga una jurisdicción, no implica tampoco un orden marcado o una estructuración. La periferia es más bien un terreno en que se producen eventos, un plano inestable donde tienen lugar temporales acuerdos y desacuerdos entre poblaciones y espacios. Hablar de periferia por esencia implica conversar de movimientos; en la periferia no es viable permanecer quieto, porque ésta nunca es suficiente. Las periferias son terrenos que, por su propia insuficiencia o escasez, fuerzan siempre a desplazarse a otro lugar, a la búsqueda de lo imprescindible o lo necesario. Presenciar una periferia, por eso, es asistir a una multiplicación de los desplazamientos, a un ir y venir constante aunque discreto, a la proliferación de lo que hemos llamado las micromovilidades.
En ese sentido, la periferia exige también una forma de repensar la relación entre las identidades y el espacio. Lejos estamos de los cuadros bucólicos que se presentan desde toda la semántica del lugar. La periferia no es un lugar, porque en ella son difíciles los arraigos, los compromisos íntimos y estables entre las formas de vida y las cualidades de un espacio. Sin embargo, tampoco es un “no lugar”, un plano inasible e inapropiable donde el sujeto esté condenado a vagar sin rumbo y fuera de todo sentido vital. Las periferias imponen otra forma de pensar los procesos de apropiación de los espacios, formas que se desarrollan no en la verticalidad del echar raíces, sino en la horizontalidad de todos aquellos pequeños desplazamientos que componían las micromovilidades. Las identidades y los proyectos de vida que se consiguen construir sobre la periferia, se articulan desde ese constante ir y venir, desde una búsqueda tan animosa como trágica de otros retazos socioespaciales que ayuden a componer el sí mismo.
Este libro lo he redactado también desde una sospecha, acaso desde una hipótesis que nos resistimos a aceptar. Si le he dado la importancia a este tipo de escenario, y he ubicado en él a las clases populares, la inquietud consiste en saber si no vamos todos camino de esa periferia, y si no somos o seremos todos nosotros, conservando las diferencias, clases populares. La hipótesis es si este orden económico que vivimos no será un mecanismo para producirnos como periferia, y todos, de alguna forma, no estemos ya instalados en esos ires y venires entre los intersticios. Quizá nos resistamos a la hipótesis, porque, de lo contrario, tendríamos que pensar ya sin las certidumbres pasadas; pensar sin un centro, sin planes de desarrollo, sin ciudadanías, sin derechos sociales.
La investigación que ha sido soporte de este libro se desarrolló gracias a la financiación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), de México, a través de dos de sus programas: la Convocatoria de Consolidación Institucional de Grupos de Investigación en el año 2013, y la Convocatoria de Ciencia Básica en el año 2014. Esta investigación se ha realizado en el municipio de El Salto, que en las dos últimas décadas se ha conurbado con el Área Metropolitana de Guadalajara. El trabajo de campo lo realicé entre los meses de octubre de 2013 y mayo de 2015, y ha consistido en una gran diversidad de técnicas de investigación: explotación de bases estadísticas de datos, entrevistas en profundidad con población local, observación participante en las principales localidades de El Salto, y realización de una encuesta de movilidad en los municipios del sur del Área Metropolitana de Guadalajara.
Este libro se ha construido de manera progresiva, desde los orígenes lejanos de mi interés por las identidades y el espacio, pero también desde mi agrado presente por las movilidades urbanas. Como todas las cosas buenas de la vida, es fruto de un buen golpe de suerte que ayudó a alinear múltiples circunstancias preexistentes: mi entrada al Centro Universitario de Tonalá, de la Universidad de Guadalajara, que me dio la estabilidad necesaria para proponerme un programa de investigación de largo plazo; mi participación como coordinador de la Maestría en Movilidad Urbana, que me ayudó a repensar la relación de las identidades fuera de la lógica de los arraigos y los lugares; la consecución de varias convocatorias de Conacyt, en especial del programa de Ciencia Básica, que me proveyeron de los recursos y la financiación precisa; y la consolidación de un equipo de investigación, con colegas como el doctor Rodolfo Aceves y la maestra Carmen Martín, que se convirtió en un ambiente propicio y enriquecedor. A todos estos eventos y personas les doy mi agradecimiento.