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PRÓLOGO
ОглавлениеEstimado señor Fernando,
Hace casi veinte años empecé a trabajar en su hogar y estoy convencida de que, desde ese día, mi vida cambió. Llegué cuando Fernandito tenía 19 años de edad y cursaba su primer año de universidad, Gabriel tenía 11 y Pilarcita también era una niña y desde que los conocí pude darme cuenta de que ustedes conformaban una familia muy unida, con mucho amor para dar.
Desde la relación profesional de respeto y gratitud que he mantenido siempre con su familia y, sobre todo, con usted, he observado las buenas cualidades que posee y hasta he aprendido algunas en el tiempo. Por ejemplo, están su orden y afán por la puntualidad y he entendido lo que es la dedicación de un hombre entregado a sus deberes -no conozco hombre más trabajador que usted- y que camina por el camino correcto, alguien preocupado por sus hijos y su esposa, aunque a veces no tenga tiempo para sí mismo.
Por todo ello es que en mi corazón solo existe admiración hacia usted y su hogar y me honra poder dedicarle algunas palabras en su cumpleaños número sesenta. Le deseo los mayores éxitos con este libro, señor Fernando, y que le siga yendo bien en sus proyectos porque realmente se lo merece. Estoy segura de que, al igual que yo, más personas sabrán aprovechar su bondad y aplicar sus enseñanzas.
Muchas gracias,
Aleja.
***
Querido Fer,
Aunque lamento llevar muchísimos años viviendo alejada de la familia, conservo en la memoria unos bellísimos recuerdos que mantienen encendida en mí la esencia de tu energía tan característica. Soy una mujer afortunada por haber tenido un hermano como tú, que cuando dejé a nuestros padres en Tacna para mudarme a Lima -una ciudad donde nunca había pasado más de diez días seguidos-, te preocupaste de que yo me sintiera acogida como en casa. Jamás olvidaré los detalles que tuviste -que fueron muchos porque eres un consentidor nato-, pero en esas noches en que nuestro hermano Freddy trabajaba hasta el amanecer y yo me sentía sola y lejos del hogar paterno, la complicidad entre nosotros alumbró mis grises noches.
Recuerdo cómo me encantaba que, cuando llegabas del trabajo, a eso de las siete u ocho de la noche, en vez de arrojarte cansado sobre la cama -como haría cualquier adulto que labora hasta tarde-, sacabas fuerzas para salir a jugar conmigo. Hurgábamos por moneditas por toda la casa, revolvíamos muebles y mirábamos debajo de las camas, guardábamos las que encontrábamos y nos íbamos a jugar a los salones de videojuegos que había en Miraflores. Esos momentos eran especiales para mí porque solo estábamos tú y yo. Y lo que más me gustaba de todo el asunto es que no eras la clase de persona que dedicaría su tiempo al Pacman o esos juegos de arcade: eras, más bien, el joven aplicado a sus estudios y los deportes y muy dedicado a su empleo que, por pasar tiempo conmigo y distraerme, jugabas a mi lado sin chistar, emocionado y radiante. A mí me encantaba verte divertirte tan relajado, esa fue mi gran satisfacción aquellos días.
Fuiste tú, Fer, quien me llevó a mi primer concierto en los Estados Unidos. Yo acababa de llegar a ese país en 1986 y me invitaste a ver en vivo una banda de rock que te encantaba: Emerson, Lake & Palmer. Yo nunca los había escuchado, no sabía nada de ellos, pero me pediste que te acompañara y me sentí tan halagada que no pude decir no. Fue la mejor decisión que tomé. El espectáculo fue fabuloso y mucho más lo fue estar contigo en un evento así. Me sentí especial cuando me llevaste, jamás lo olvidaré.
Eres uno de los hombres que más influencia ha tenido en mi vida, hermanito, por tu energía y forma de ver la vida, porque siempre ves el lado positivo al mundo y nunca te dejas vencer, porque eres incapaz de detenerte. Tú estás decidido a crecer como persona y eso para mí es una inspiración. Nunca dejas de buscar ser mejor y tu afán resulta contagioso, seguro ya lo sabes, y más si te lo dice tu hermana menor, que ha crecido admirándote y viendo cómo maduras con decisión y buen humor. Quizá por eso es que, cuando yo era más joven, estar contigo me hacía sentir protegida, como si nada me pudiera suceder aunque mis padres no estuvieran conmigo. Precisamente eso me trae a la mente Watching over you, la canción de Emerson, Lake & Palmer que dice «Sleep on, sleep on / For no matter how dark or how long / It may seem that your night is / I will still be here watching / watching over you». Hoy sé que, si no hubieras estado conmigo aquellas noches de un gris profundo como las que se viven en Lima, no las habría podido superar. Gracias, Nanu, has sido mi soporte por varios años y ahora más que nunca eres mi admiración. Te deseo éxitos en todo lo que se viene, que de seguro no será poco. Sigue conquistando el mundo con optimismo y con ese buen corazón que todos en la familia conocemos. Eres el mejor.
Judy.
11.10.2019
***
No son muchos los padres que pueden hablar con genuino orgullo de las proezas que han conseguido sus hijos, o de las muchas satisfacciones que les han regalado: tú me has dado ambas experiencias y me siento gratificado por ello. Jamás hubiera imaginado, al recogerte en la puerta del colegio religioso en el que estudiabas en Tacna, que la vida te llevaría por caminos tan impresionantes como los que has recorrido. Yo siempre me pregunto de dónde sacas el tiempo y la valentía para vivir experiencias tan diversas y únicas como las que nos comentas cada miércoles en los almuerzos familiares. Solo sé que esas vivencias son las que ahora entregas desinteresadamente a tus lectores en este libro, y saber que lo haces me llena de orgullo.
Desde niño fuiste un ejemplo para los demás. En el colegio te ganaste la confianza de tu promoción y por eso te nombraban brigadier del aula. Sacabas buenas notas y cumplías con tus deberes a cabalidad, y eras responsable y comprometido con lo que te interesaba. Jugaste básquet, hiciste teatro y al final destacaste en salto alto, al punto de que llegaste a sacar pecho por nuestra región en las clasificatorias de los Juegos Sudamericanos y, tras obtener el primer puesto, viajamos a Ecuador para que representaras al Perú. No pudiste ganar ese juego, hijo, y ahora sé que fue porque algo mucho mejor te esperaba más adelante.
Con el talento que tenías desde jovencito se hizo evidente que habrías de llegar muy lejos, aunque no sospechaba que necesitabas alejarte de casa para lograrlo. A tu madre y a mí nos dolió mucho cuando tuvimos que traerte a Lima para que pudieras tener una buena formación universitaria. Estoy seguro de que para ti tampoco fue fácil, pues tuviste varias carencias en la capital. En Tacna te habíamos acostumbrado a todas las comodidades que podíamos brindarte y a estar bien atendido. Pese a las adversidades, no dudaste en venir a estudiar hasta Lima y te alojaste en una pensión junto a tu hermano para buscar un futuro más brillante que puedan compartir con nosotros más adelante. Hoy tu hermano ya no está con nosotros, pero estoy seguro de que él siempre te acompaña.
He mencionado lo de tu viaje a la capital porque a tu mamá y a mí nos partió el alma dejarte ir lejos del hogar. Habíamos pasado los años acostumbrados a tus cariños, a salir de pesca en verano, a escucharte corretear por la casa a la hora de almuerzo, y de pronto debías emprender el vuelo. Gracias a tus estudios en la Universidad Católica obtuviste una beca en Cofide para estudiar una maestría: fuiste elegido entre novecientos postulantes porque los encargados vieron el mismo potencial y respeto que descubría cada persona con la que te relacionabas en cualquier lugar al que fueras. De ese modo es que también obtuviste tu MBA en la Universidad de Pensilvania, y después fuiste a más países de los yo podía imaginar cuando era niño. Aun así, nunca te olvidaste de nosotros porque, ante todo y lo reconozco, siempre has sido un hombre de familia.
Te doy las gracias por habernos vuelto a juntar. Tras cincuenta años de vivir en Tacna con tu madre, nos regalaste la oportunidad de venir a Lima para reunirnos otra vez y disfrutar del tiempo como se debe. Además, me diste la facilidad de obtener un empleo que realizo con gusto porque sé que estoy velando por ti y mis nietos. Me has devuelto todas las comodidades que alguna vez te ofrecí y sé que estás para cuidarme. En ti veo no solo un gran hijo, sino también un estupendo amigo y un maestro, aun cuando a veces pienso que soy yo quien debería seguirte enseñando, pero supongo que ya me has rebasado en cuanto a experiencias y me parece bien, ahora me queda el consuelo de ser más viejo y amarte con la fuerza única que tiene un padre. Te deseo los mayores éxitos con esta publicación y una vida plena y longeva para que mis nietos también te den muchas satisfacciones, tantas como las que has logrado darme desde que apareciste en mi vida. Te amo, Kolín, y te agradezco desde lo más profundo de mi alma.
El Tata.
23.10.2019
***
Una madre puede tener muchos hijos y amarlos a todos de manera infinita, cada relación es distinta y tiene sus particularidades. Los vínculos se forman a su propio ritmo y mucho dependen de la química entre la madre y el hijo, de las experiencias que ambos comparten. En tu caso, Fernando, supe que tendríamos una relación especial cuando tenías un mes de nacido, una noche en que no dejabas de llorar y gritabas con ansias terribles. Yo no era madre primeriza, tú eras mi segundo bebé, pero aun así probé con todo lo que se me ocurrió para que te calmaras: te di más leche, te cambié el pañal, te intenté arrullar para que durmieras en tu cuna. Nada funcionaba. En un instante dado empecé a desesperar, no sabía qué hacer. Solo atiné a reclinarte sobre mi cama y acostarme a tu lado. En ese momento se detuvo tu llanto. Eso fue todo. Te quedaste quieto y sentí cómo tu cuerpo se relajaba hasta que caíste dormido. Allí supe que habíamos formado un lazo irrompible, un vínculo tan fuerte como el que hasta hoy mantienes con el mar.
Cuando tenías trece años de edad, tu papá y yo compramos una casa de verano en Tomoyo Beach, una playa de Tacna. No había muchas casas más aparte de la nuestra, apenas conformábamos una hilera de diez construcciones, sin árboles ni césped, solo rocas, piedras y arena en una curva cerrada junto al mar. Pero había una pequeña isla cerca donde se podía pescar lenguado de forma artesanal y, cada vez que subía la marea, el islote desaparecía y los vecinos salíamos armados de cañas, hilo y anzuelos, siempre con nuestros sombreros de paja. Era una escena muy bonita que suele llevarme de vuelta a tu infancia. Supongo que fue en ese lugar donde comenzaste a formar esa personalidad tan determinada que tienes y que te ha llevado por el mundo para regresar convertido en un hombre exitoso y genial. Una vez salimos juntos a pescar. Tuve suerte porque un lenguado inmenso, de por lo menos cinco kilos, mordió mi anzuelo. De inmediato te pedí que vinieras. «¡Fernando, hijo, ven rápido! ¡Ayúdame!». Corriste a jalar la caña y, tras un rato de forcejeo, cuando ya creíamos que atraparíamos al pez, este, en un giro en el aire, se las ingenió para cortar el nylon. En ese rato me di cuenta de que no teníamos las herramientas adecuadas: otros pescadores solían utilizar lanzas para atrapar a los peces en el aire, pero nosotros no teníamos nada de eso. Exhausta, volteé a observarte pensando en que quizá estarías triste o desanimado pero, por el contrario, en tu mirada encontré que te lo habías tomado como un desafío pendiente. Los demás días seguimos yendo de pesca y solías escuchar con atención los consejos que daban nuestros vecinos. No pasó mucho tiempo para que te hicieras un experto. Años después ya atrapabas todo tipo de animales, hasta pulpos, y todo con ayuda de una simple caña y unos cuantos anzuelos. Así era nuestra vida familiar en la playa: sencilla, generosa, aguerrida. Todo eso se volvió parte de ti, y más. Con el ímpetu de un pescador innato, descubriste desde muy joven que una derrota no es razón suficiente para claudicar, aprendiste que el hombre que llega a casa con las manos llenas es aquel que espera y que no se rinde hasta lograrlo. Sé que desde entonces has recorrido un largo camino, Fernando, pero me acuerdo de tus primeros pasos aventurándote en la vida y me siento feliz de haber estado contigo para darlos.
En cuanto a mí, me has traído un sinnúmero de razones para sentirme orgullosa y feliz como madre. Cómo olvidar los días de colegio en que había que recoger las notas y yo me ruborizaba ante las otras mamás porque no te dejaban de llamar para hacerte menciones por haber obtenido el primer puesto. O lo orgullosos que estuvimos tu papá y yo cuando te coronaste campeón de salto alto y viajaste para representar al Perú. Además del intelecto mostrabas dotes de deportista, aunque al final tu destino se encontraba en otro lugar y no dudaste en buscarlo.
Te agradezco, Coloradito, por haberme dado a mis nietos, en quienes observo la misma tenacidad que tú tenías a su edad. Nunca olvidaremos cuando Fernandito cumplió la hazaña de atrapar un pulpo con solo ocho años de edad. ¡Si supieras la mirada de orgullo que tenías después de ver a tu hijo levantar aquel animal entre sus manos, con la naturalidad propia de un pescador al igual que hacías tú de niño! El mismo rostro habré puesto yo tantas veces en la playa de Tacna, tras pasarnos la tarde pescando y pescando hasta que estuvieses satisfecho. También te agradezco el devolverme cerca de mi familia, que es donde me encanta estar. Nos diste una casa a tu papá y a mí donde podemos juntarnos cada miércoles para disfrutar contentos de un almuerzo al calor de un hogar completo, disfrutando de la mejor compañía que alguien a nuestra edad puede desear: la de sus seres más queridos.
Hijo, no me alcanzarían las palabras para expresarte mi gratitud y para enumerar las cosas que admiro de ti y que reconocen muchas más personas. Estoy segura de que en este libro tú expresarás mejor que yo todo lo que has superado y cultivado en el transcurso de los años. Sé que tienes la vocación de enseñar y que transmitirás el conocimiento adquirido con generosidad y sin recelos, como bien aprendiste de los pescadores de Tomoyo en nuestras mañanas de pesca. Tu energía sabrá hacerse paso tal como hace el sol cuando uno está en el mar, y te llevará lejos, a más aventuras, a más retos, a otras playas por explorar y de vuelta a casa, con tu familia que siempre te amará.
La Fiu.
22.10.2019
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Papá,
Hoy es un día muy especial para toda la familia y me siento muy agradecido de poder decirte cosas que muchas veces no me tomo el tiempo de hacer y ya me urge, me resulta necesario y quiero decirlas, especialmente luego de que nuestra relación pasara por tantas etapas distintas y tú supieras acompañarme de manera tan ideal, tan fiel y a tu manera, en todas y cada una de ellas. En estos años que he vivido intentando seguir tus pasos me has demostrado que puedes ser feliz viendo cómo me acerco a mis sueños y también cómo caigo al buscarlos, y es porque sabes que los objetivos que realmente valen la pena se logran con mucho esfuerzo y eso, desde pequeño, me lo has enseñado.
Las cosas no se han dado fáciles entre nosotros desde que puedo recordar, los dos lo sabemos bien. Y con lo rebelde, extremista y loco que soy, es lógico que yo no las hiciera más sencillas por mucho que a veces lo intentara. Recuerdo cuando era niño y vivía con la mamá en España y me ibas a recoger a la salida del colegio y me daban pataletas y me plantaba empinchao en la puerta porque esperaba que llegue la mamá y tú, de puchito en puchito, me sacabas, y hasta con chuches, coño, jajaja. Creo que mi corazón infantil se resentía porque no podíamos estar juntos más tiempo y te respondía con rechazo. Pero tú, lejos de hacer como haría cualquier otro padre tratando de imponer su ley, sonreías y con cariño me conversabas para que yo solito cambiara de opinión. Siempre me has inculcado el respeto por las decisiones que toman los demás, pawps, y yo soy tu más claro ejemplo de ello.
Cuando te conté que me quería dedicar profesionalmente a la música, la geografía y el medio ambiente al mismo tiempo, me miraste a los ojos con ese gesto franco y afectuoso que tanto te caracteriza y, desde el fondo de tu corazón, me diste todo tu apoyo y de manera indirecta me hiciste saber que el arte era lo mío y que si quería me inclinara por ese lado y, tal cual, aquí, tan grande gracias a ti, sigo creciendo y descubriendo y queriendo y amando. Me diste valor para seguir con coraje el sueño de ser cantante en un país como el nuestro, que está colmado de riquezas y oportunidades, pero también lleno de heridas y obstáculos que dejan lecciones. ¿Sabes, pa? Cuando vi esa mirada frente a mí tuve la certeza de que encontraría esos mismos ojos a través del escenario cada vez que lo necesitara, y no me he equivocado. Esa mirada es una de las cosas que me animan a seguir esforzándome cuando siento que mi determinación flaquea y ya no puedo más. Aun sin saberlo estás en mi día a día sosteniéndome en mi camino para convertirme en el hombre que he decidido ser.
Para que yo pudiera llegar adonde me encuentro ahora me has ofrecido consuelo con una frase precisa cada vez que hemos hablado, me has abrazado cuando me ha dominado el miedo, y te has desvelado trabajando sin descanso para cubrir cualquier necesidad que yo pudiera tener, e incluso has convertido tu esfuerzo en una oportunidad para que yo también pueda hacer realidad mis sueños. ¿Te acuerdas qué rico fue nuestro viaje a Argentina? Te hiciste un tiempo entre tus obligaciones para que yo pudiera pasar unos días de relajo contigo, en el teatro, en las facturizas y en la canecita, y ni bien llegamos a Buenos Aires yo te empecé a jalar hacia todos lados mientras tú te dejabas guiar.
Ni siquiera sé si en verdad lo disfrutaste. Lo más probable es que me acompañaste a las obras porque sabías que a mí me encantaban, y tu ilusión era verme inspirado para que en un futuro yo también pudiera triunfar. Si me pongo pastrulo, tú eres una suerte de alquimista para mí. Eres capaz de ayudar a quienes tienes cerca para que se vuelvan mejores personas, trabajando en sus debilidades y celebrando sus fortalezas. Puedes transformar a un simple guarro naco piltrafa pulpín en algo tan preciado como un diamante, y lo haces con dedicación porque es innata en ti esa capacidad de orientar a quienes te rodean e inspirarlos a querer ser mejores, a perfeccionarse en cada aspecto que quieran cambiar de sí mismos. Lo sé porque hiciste lo mismo conmigo y por ello te estoy infinitamente agradecido.
Quiero confesar que madurar teniéndote junto a mí es más sencillo y el doble de gratificante porque veo cómo te hace feliz, papá. Y eso es algo que me encanta de ti. Tú disfrutas ver a los demás sintiéndose felices, plenos, y ese entusiasmo que demuestras por el bienestar del resto es contagioso. Me enorgullece saber que esa energía transformadora proviene del mismo hombre que, estando yo chico, soportaba mis caprichos a la salida del colegio. Doy fe de que has cultivado tus talentos con una virtud digna de admirarse. Porque sé que hay quienes conversan con ángeles y fantasmas en busca de consuelo cuando están mal, pero yo tengo la suerte de tener un ángel guardián en mi vida y ese siempre has sido tú, papá. ¡Te amo, papucho!, love you so much, Juancho! ¡T’estim molt molt molt! ❤!
Gabus!
17.10.2019
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Paps, si tuviera que resumir lo que significas en mi vida, pensaría en todas las facetas por las que yo he pasado porque en cada una de ellas tú estuviste conmigo. Tengo que reconocerlo: el camino que me tocó recorrer para mi crecimiento ha sido diverso -países, deportes, empleos-, pero cada ruta me dejó un aprendizaje, y soy consciente de que en gran parte es gracias a ti. Pasé de ser un niño al que le encantaba llamar la atención -como bien dices en el libro- a ser un deportista apasionado, capaz de darlo todo con tal de obtener lo que más desea. Tú me colocaste el bichito de vivir en excelencia, de dar lo mejor de mí en todo momento, o quizá eso lo aprendí al verlo en ti. Créeme que la enseñanza caló. Tal vez todo empezó con nuestros partidos de squash en Caldetes, yo tenía solo ocho años de edad y tú ya estarías casi en los cuarenta, pero igual nos la pasábamos horas de horas dándole a la pelota, yo buscando la victoria con vehemencia. Fuimos también compañeros de pesca. Salíamos en la barca de madrugada cuando aún era de noche y regresábamos apresurados para que yo fuese a tiempo al colegio. A veces en plena clase me distraía oliéndome en los dedos ese aroma de sonsus y la pesca del día pero, sobre todo, recordando los momentos hermosos de papá e hijo, algo que disfrutaba muchísimo. Como te gustaba el baloncesto de joven, yo quise seguir tus pasos y también empecé a practicarlo, hasta que me hice campeón nacional de clavadas y llegué a jugar en la Selección Nacional y viajar por el mundo, igual que tú, que en cierto momento representaste al Perú en la categoría de salto alto. La vida contigo es un crecimiento constante, una carrera de nunca acabar pero, ¿sabes, paps?, lo que más me gusta es que lo haces con humildad, te encanta aprender y te apasiona tu trabajo y esforzarte mucho por lo que quieres. Esa es una actitud ejemplar y me alegra haber crecido observándote como mi modelo a seguir.
Más que una relación de padre a hijo, con los años hemos forjado una relación de amigos, hermanos, colegas y confidentes. Así como yo lo aprendí todo de ti desde pequeñito, con el tiempo y la experiencia me has permitido enseñarte y demostrarte mi capacidad para unirnos más. Recuerdo cuando te invité a uno de mis primeros talleres de respiración holotrópica, por esa época yo casi no sabía nada y te ofrecí que me acompañaras y tú, encantado, aceptaste conocer ese nuevo mundo donde encontraría una nueva pasión. Primero respiré yo, me cuidaste como siempre y me dejé llevar por el ejercicio mientras por dentro sanaba. Después te tocó a ti y te pusiste a trabajar los ejercicios tal como había hecho yo. En ese instante me sorprendió ver cómo, a pesar de ser mi papá, de llevarme casi treinta años de diferencia y ser mi modelo de vida, conservabas esa vulnerabilidad que nos hace grandes y que nos motiva a esforzarnos. No importaba que fueras un mega coach reconocido a nivel internacional, aprovechaste ese espacio conmigo y seguiste combatiendo tus miedos y dolores, continuaste con esa transformación continua que te empuja a ser alguien mejor y que es capaz de inspirar a los demás. En esa clase me volviste a dar una lección. Me hiciste pensar que si tú, que ayudas a tantas personas y llevas tanto tiempo en el coaching, aún tienes situaciones para trabajar y sanar, los demás no podemos detenernos jamás. Nuestra evolución como individuos no está garantizada, y es algo por lo que debemos luchar todos los días como lo haces desde que puedo recordar.
Te agradezco, papá, por seguir haciéndome reflexionar y aprender cuando aparece mi ego y pienso que ya lo sé todo. Gracias por enseñarme a procesar emociones y dolores que necesitaba sanar, por ayudarme a tomar conciencia cuando estoy equivocado, y por celebrar mis triunfos cada vez que merezco ganar. Gracias por ser mi maestro de forma permanente. Muchos darían lo que fuera por solo uno de los momentos de conexión que hemos compartido y que nos han llenado de una energía especial. Compartimos con nuestra familia esa pasión ardiente que nos impulsa a mejorar a través del coaching, y nuestros almuerzos juntos se convierten en conversaciones que desearía fueran eternas: son como esas charlas entre amigos que podrían alargarse por años y que nunca llegan a cansar, charlas que, por el contrario, te dejan esperando a la siguiente ocasión para sentarte con unas cervezas o copas de vinos y hablar, si fuera posible, hasta que se asome el sol del amanecer del día siguiente. Por eso es que contento te llevo a mis reuniones con amigos y nos la pasamos genial. Por eso es que pudimos ir juntos al Lollapalooza y disfrutado hasta bailar y poguear. Es esa relación tan saludable que tenemos la que me permite verte no solo como mi papá, sino también como mi sensei, mi pata, mi hermano y la persona que yo quiero ser cuando sea grande. ¡Te amo, papá!
Creo que alguien, en algún momento de las generaciones familiares, hace un clic y da vuelta a las cosas para que su familia pueda despegar. Para mí, ese alguien fuiste tú y es algo que tengo presente porque me enorgullece inmensamente. Pudiste haberte quedado en Tacna y allá hacer tu vida, ser gerente de una agencia de banco y mantenerte en tu zona de confort, pero preferiste buscar algo más. De Tacna y de no tener dinero para comprar un simple abrigo o un par de zapatillas para hacer atletismo, pasaste a vivir en Lima, Estados Unidos y España, y conociste el mundo sin miedo a nada. Luego organizaste la escuela de negocios y posgrado de una de las universidades más importantes del Perú y fundaste Jamming, una empresa que ha ayudado a tantas personas en el mundo y lo sigue haciendo, nadie lo puede negar. Si alguien hizo algo distinto, fuiste tú, paps. Si alguien corrió más rápido que el resto, si alguien tuvo esa pasión por aprender y evolucionar como persona, fuiste tú, papá. Te debo todo lo que soy y me gustaría ser siquiera la mitad de brillante y ejemplo que eres tú. Te admiro cada día y confieso que para mí eres el mejor padre que la vida me pudo dar. Gracias por estar ahí siempre, para todo, y gracias por labrar un camino lleno de emoción y felicidad sobre el cual mis hermanos y yo pudimos caminar. Estás siempre en mi corazón. Love you!
Fer.
04.09.2019
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Al meu pare
Hace algunos años me enseñaron una técnica muy sencilla que nos permite regresar a una vibración de energía armónica en momentos difíciles. En castellano se denomina «el cofre de tesoros» pero en el idioma japonés hay una palabra que engloba el significado a la perfección, natsukashii, que significa «traer recuerdos y memorias felices del pasado hacia el presente». Este recurso mental y emocional nos permite elevar el nivel vibratorio para que nuestro campo electromagnético o escudo invisible de protección se mantenga fuerte y nos proteja de cualquier enfermedad, pensamiento o energía negativa. Dado que en este cofre de tesoros se guardan los mejores recuerdos de la vida, los momentos más agradables y preciados que se pueden evocar, cuando en algunas ocasiones me siento triste o atravieso por alguna dificultad mental o emocional, llevo mi mente hacia el cofre de tesoros y traigo al presente lo mejor de mi vida. Hacer eso me reconforta y me permite enfocar las experiencias buenas y positivas que me han sucedido. Allí está, por ejemplo, una vivencia muy tierna que guardo con un cariño especial. Cuando yo era pequeña, vivíamos en un pueblo minúsculo pero muy acogedor llamado Caldes D’Estrac, en España. Mi estación favorita era el verano porque podíamos disfrutar del aire libre, la naturaleza, la playa y la piscina. Cuando mi padre y yo chapoteábamos en el agua, él me cogía de la mano, me alzaba y me hacía girar sobre mí misma como una bailarina de ballet al tiempo que tarareaba una canción, tarararará ta ta, ta ta, tarararará ta ta, ta ta, El Danubio azul de Strauss. Al dar vueltas yo me sentía como una princesa cisne, hermosa, danzante y feliz. El color de la piscina, el cielo despejado, el radiante sol, los arbustos que rodeaban la piscina: todo era simplemente perfecto, como sacado de un cuento de hadas. Mientras tanto, mi superhéroe me sostenía con sus manos gigantes y al mismo tiempo delicadas. Yo me sentía protegida, segura y, sobre todo, muy amada. Simplemente ese hombre era mi rey, mi héroe, el hombre perfecto… Hoy, cada vez que escucho esa canción, me transporto a un episodio mágico de mi infancia, todas mis células se activan, se emocionan y vuelven a vivir ese preciado instante, y de mis ojos brotan lágrimas de emoción, felicidad y aprecio. Son recuerdos hermosos que se mantienen vivos dentro de mí con solo pensarlos y volverlos a sentir. Ese momento, sin duda, ocupa un lugar muy importante en mi corazón.
Sin embargo, la vida no es una película y estaba lejos de ser perfecta. Con los años, la realidad se va develando, una se vuelve más consciente y, por tanto, empieza a observar y percibir la vida sin filtros. Ese superhombre que en algún momento parecía perfecto se cansaba, frustraba, molestaba, lloraba, sentía y también se equivocaba. Así fue como empezó a rasgarse la superficie del supertraje y me asomé a su humanidad. Lo bajé del pedestal. En varias ocasiones lo juzgué y critiqué por haber quebrado esa imagen de hombre perfecto que yo misma había creado. Creo que eso es algo que a muchas niñas les ocurre al crecer.
Después sabría que todo era parte del proceso, de permitir conocernos tal y como somos, sin disfraces ni máscaras, de aceptarnos y amarnos con nuestras imperfecciones y defectos: sin ellos no seríamos quienes somos y no podríamos crecer, desarrollarnos y evolucionar juntos. Agradezco que todo haya sucedido así para conocer un aspecto diferente de su ser, pero real y humano por completo.
Papá, ante todo, quiero que sepas que significas un mundo para mí y que te amo con toda mi alma. Sé que estos últimos años hemos tenido roces, discusiones y diferencias. Sin embargo, no lo veo como un problema sino todo lo contrario, agradezco cada una de esas experiencias que han permitido pulirnos para ser mejores y, en especial, más completos y felices. Porque si hay algo que tú me has enseñado, es a nunca darme por vencida y conseguir cualquier cosa que me proponga.
Pap, tú eres una persona que cuando cree en algo, le consagra alma, corazón y vida. Te desvives por los que amas y te sacrificas por lo que crees que vale la pena, no importa cuánto tiempo o esfuerzo te tome. No recogerás ni rescatarás gatos y animales, pero sí que despiertas vidas cada vez que ofreces tu tiempo y tus oídos y extiendes tu mano sin esperar nada a cambio. Eres un padre del mundo con muchos hijos putativos que buscan tu consejo y guía, pero yo sí tengo la fortuna de poder llamarte papá y de haber vivido tantas cosas hermosas contigo. Gracias, papá, por enseñarme lo que es ser alguien apasionado de la vida, por enseñarme que siempre puedo encontrar una solución ganar-ganar con las personas, que se puede dar la vuelta a la tortilla en momentos difíciles, que somos co-creadores de nuestra propia existencia y que existe un mundo lleno de posibilidades por explorar.
Gracias también por fundar Jamming y el programa de coaching de vida, porque han sido una plataforma muy importante en nuestro aprendizaje y transformación, nos han proporcionado momentos muy especiales que han forjado nuestro carácter, nos han permitido adquirir práctica y sabiduría y, sobre todo, reconexión con nuestro sentido de propósito.
Hubo un momento particular del día de estiramientos del CV13 que no olvidaré jamás. Yo estaba de pie sobre las sillas del aula Santiago, hablaba por el micrófono para dirigir la actividad mientras todo el sistema se abrazaba frente a mí. Tú te acercaste, yo estaba un poco más alta que tú. Miraste hacia arriba y, si mal no recuerdo, me dijiste «I love you». Respiré profundamente, bajé de la silla y ahora tú tenías más altura que yo. Miré hacia arriba, busqué tus ojos y te susurré «Sorry, I love you too. Tú eres el padre y yo la hija, tú eres el grande y yo la pequeña». Fue hermoso, nos apachurramos rico. Sentí que había recuperado a mi superhéroe, mi protector, mi guardián, a mi papá. No se había perdido, allí había estado todo el tiempo solo que yo había decidido ignorarlo.
Para que un árbol crezca grande, fuerte y frondoso se requiere de un entorno propicio: tierra fértil y profundidad, agua, sol, aire, movimiento y constancia y perseverancia para darle tiempo a germinar y crecer. Cuando conscientemente pienso en ti y nuestra familia siento que ustedes me han dado el entorno perfecto y estoy agradecida de por vida: ustedes son mis raíces fuertes y sólidas que se extienden a lo largo de mi base y, pase lo que pase, me mantienen anclada y de pie impulsando a seguir elevándome y crecer gigante como una secuoya. Papá, tú eres y siempre serás unos de mis más grandes soportes, tú eres mi gran «pilar», y sin ti no sería quien soy ni habría logrado tantas cosas. Quiero que sepas que completas mi existencia y que no habrá distancia ni espacio ilusorio que pueda separarnos.
Juan, en este día tan especial, quiero felicitarte, agradecerte y aplaudirte por todos los logros que has obtenido. Te deseo muchos años más de vida, años de paz, armonía, salud y mucho aprendizaje, revelación y sabiduría. Sigue cultivando todas esas cualidades que hacen de ti un gran hombre y me anticipo a felicitarte por las muchas otras que irás adquiriendo en esta vida.
Ten la certeza de que yo estaré presente para ti, lista para aplaudirte y esperando a bailar El Danubio azul quizá ya no como una niña, pero sí como la mujer capaz que con tu ejemplo he llegado a ser.
Papacho, te amo mucho y te recuerdo que en mi cofre de tesoros tienes asegurado un lugar muy especial. No hay día en que no me sienta orgullosa de poder llamarte papá.
Te ama,
Tu princhipessa Clarissa (carita de Rosi).
04.11.2019
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19.10.19, una fecha curiosa
Hace varios años, a causa de que nuestra querida hija Pilar padecía de un insomnio terrible, fuimos donde un grupo de cristianos de la Comunidad de los Esenios para buscar ayuda. Yo nunca he sido demasiado devota de los credos, pero tú siempre me has animado a abrirme a experiencias nuevas y, como por nuestros hijos somos capaces de cualquier cosa, asistimos a ver qué ofrecían. Al llegar al lugar, notamos que eran seguidores de Cristo que conservaban rituales de alguna época: decían tener habilidades clarividentes, que entraban en contacto con ángeles y utilizaban rosarios con cinco o seis cuentas que, según de qué lado caían, podían tener interpretaciones distintas. No sabíamos qué pensar, pero necesitábamos explorar todas las opciones. En la primera sesión una vidente nos dijo que en vidas anteriores ya habíamos sido pareja. Ella nos sabía felices y a punto de celebrar nuestro matrimonio -muy esperado y aprobado por la comunidad donde vivíamos-, y para el futuro nos visualizaba como ancianos con una familia muy numerosa sentados alrededor de una larga mesa, celebrando jubilosos y agradecidos porque nuestra felicidad se había multiplicado. Si yo ahora tuviera que elegir una imagen para representarnos y describir el impacto que has tenido en mi vida desde que nos conocimos, me quedaría con lo que nos dijo esa mujer.
Siempre hemos sido muy diferentes, nos lo han dicho varias veces. Hay personas que incluso no entienden cómo es que seguimos juntos después de tantos años de estar casados, ni por qué nos enamoramos, en primer lugar. Me gusta pensar que la razón es que estábamos destinados a crecer unidos, a formar una familia próspera y desarrollarnos para trabajar en ser mejores individuos. Admito que, en ese sentido, llevé la mejor parte porque, a lo largo de nuestro camino como esposos, has sido siempre un maestro, un guía y un compañero. Por eso mismo estoy convencida de que con este emocionante proyecto que te has propuesto al publicar tu libro, serán muchas las personas que acogerán tus palabras de aliento e inspiración, las mismas que a mí tanto me han servido para superar cada dificultad que hemos tenido en nuestras vidas.
Como padre, como esposo, como hijo y también como profesional emprendedor, has superado cientos de obstáculos y no sin esfuerzo. A veces te he visto caer para luego levantarte más fuerte que antes y retomar la marcha. Te he visto reír y llorar sin tapujos, demostrándome que eres un hombre íntegro, valiente, sensible, capaz de aceptar sus sentimientos en sus victorias y derrotas. Me has acompañado en el nacimiento de nuestros tres maravillosos hijos y has velado porque crezcan sanos y contentos sin dejar de lado tus sueños ni nuestro bienestar. Te he visto ser un ejemplo para tantos jóvenes ambiciosos -esperanzados del futuro- en busca de una palabra que los anime a continuar con la lucha de superación que decidieron emprender. Incluso te he visto enfrentar tus demonios para convertirte en alguien mejor para ti mismo y los demás. En resumen, te he visto madurar con virtud, y en más de una oportunidad me has demostrado esa voluntad ferviente que tienes para mejorar todo cuanto te rodea, esa misma voluntad que me inspira a amarte cada día más.
Tampoco somos la pareja perfecta, tú no me permitirías mentir e idealizarnos. Sabes bien que hemos pasado por todo tipo de altibajos y que nuestra receta del éxito ha consistido en dialogar mucho, en tener ganas de entendernos y continuar hacia adelante, a pesar de las dificultades. Por eso me gusta pensar que, en nuestra relación, somos dos engranajes que, juntos, van girando. En ocasiones hemos debido limar un poco nuestros bordes para encajar, pero cuando lo hemos conseguido, hemos funcionado perfectamente. Y, por supuesto, luego nos hemos vuelto a estancar, pero otra vez hemos trabajado para volver a girar.
En este momento donde ambos enfrentamos nuevos retos, nuestro matrimonio está disfrutando de una nueva etapa que, de hecho, nos llevará a un nuevo y mejor lugar, a un punto donde ambos podamos sentirnos más libres y plenos. Siento que ambos seguimos tan enamorados como aquella vez cuando éramos jóvenes y, en la sala de la casa de mis padres en Jesús María, nos quedamos mirándonos a los ojos por casi cuatro horas sin decir nada. Aún recuerdo cómo te miraba, cómo me envolvía tu fragancia y tu presencia calmada, tus ojos penetrando mi alma y los míos dejándote ingresar. Recuerdo tu respiración cercana y nuestros ojos humedecidos, emocionados por ese largo momento de intimidad compartida en una conexión que ni siquiera requería del tacto. Era admiración mutua y lo que experimentamos ese día nunca podré olvidarlo. Dentro de mí, una voz me decía que esa franqueza, esa sensibilidad y ese nivel de confianza no lo conseguiría jamás con otra persona. Desde ese día supe que estabas destinado a mí y yo a ti.
Tú me has enseñado a ver las cosas buenas que ofrece la vida. También que la vida está llena de oportunidades, retos y cambios, y que lo mejor es adaptarnos y evolucionar. Creo que por eso me inclino a recordar lo que dijo la vidente, porque nos hablaba de un pasado que no era estático sino que llevaba la promesa de una prosperidad que, además de disfrutarla, podía ser compartida también en el presente, pues el futuro no es otra cosa que el aquí y el ahora extendido. Mi corazón sabe que este libro autobiográfico es tu modesta manera de compartir toda nuestra vida y de transmitir esos hallazgos que has ido recolectando en el tiempo, tras las duras batallas que lograste librar y superar. Después de todo, no conozco a nadie más que haya seguido con tanto ahínco las palabras que nos aconsejó Casimiro, nuestro amigo sacerdote, el día de nuestra boda: «Sean como una flor aun cuando todo lo demás sea un basural». Sé que así has vivido hasta ahora y sé que es lo que predicas al resto con tu manera de actuar. Te amo, marido, mi «muchacho joven y pelirrojo», y te deseo los mayores éxitos con esta publicación. Ya hemos bailado suficiente tiempo en la cima de las montañas y ha llegado el momento de que compartas también con otros el emocionante camino que has hallado para acercarte a la felicidad y vivir en la coherencia y plenitud.
Termino esta carta con la letra de una hermosa canción de Manzanero que tomo prestada para expresarte lo mucho que significas para mí:
Contigo aprendí que existen nuevas y mejores emociones
Contigo aprendí a conocer un mundo nuevo de ilusiones
Aprendí que la semana tiene más de siete días
A hacer mayores mis contadas alegrías
Y a ser dichosa, yo contigo lo aprendí
Contigo aprendí a ver la luz del otro lado de la luna
Contigo aprendí que tu presencia no la cambio por ninguna
Aprendí que puede un beso ser más dulce y más profundo
Que puedo irme mañana mismo de este mundo
Las cosas buenas ya contigo las viví
Y contigo aprendí
Que yo nací el día en que te conocí
LOVE YOU FOREVER!!
Tu love, Pilar
17.10.2019