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El cuerpo como manifestación del alma

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«Hemos perdido el conocimiento instintivo que nos pertenecía por derecho biológico en los milenios anteriores al desarrollo de la cultura patriarcal y la dominación masculina. No se trata de retornar al pasado, sino de que revivan los sentidos instintivos y la autoridad necesaria para actuar según la verdad que nos dicta nuestro cuerpo».

Vicky Noble

(erudita, escritora y maestra espiritual)

En nuestra cultura aprendimos a separar –como si esto fuera posible– el cuerpo de la mente y las emociones. Esta escisión interna se refleja externamente en la separación que creemos tener de la naturaleza.

No poder vincular un pensamiento con una emoción, y a esta con una sensación física, nos inhabilita a tomar responsabilidad sobre nuestro bienestar y nuestra salud. La falsa creencia de que el malestar y la enfermedad llegan “porque sí” nos obliga a entregar el poder y a poner la responsabilidad afuera.

En su libro El poder natural de la mujer, Vicky Noble sostiene que el modelo médico occidental ha ejercido una presión tan grande sobre nosotras, que nos resulta imposible imaginar curarnos sin recurrir a drogas, cirugías o a la intervención de un médico. Acostumbradas a combatir los síntomas como si el cuerpo fuese un campo de batalla, nos quedamos en ese lugar de comodidad, sin darnos cuenta de que eso nos impide ir en busca de la raíz del problema, allí donde está la verdadera sanación.


Ir a la raíz implica atravesar incomodidades y descubrir heridas que aún están abiertas. Abrir los ojos y tomar acción.


El cuerpo físico es la manifestación material de lo que pensamos y sentimos, la manifestación actual y única de nuestro linaje. Aprender a leer el cuerpo, sentirlo como una unidad con la mente, las emociones y el entorno, nos trae autonomía. Así vamos recuperando un saber ancestral y eso es parte de la recuperación de nuestro poder.

En este sentido, nuestro cuerpo tiene el mismo poder de autosanarse que la tierra. Al no poder hacerlo según sus propias leyes orgánicas, el proceso curativo se vuelve catastrófico. Si comparamos esto con el cuerpo humano, podemos ver cómo, ante la necesidad de deshacerse de toxinas, experimenta un proceso de purificación por medio de fiebre, vómitos, convulsiones o diarrea.

La práctica a través del cuerpo nos abre la puerta a otros estados de conciencia, algo que solo se comprende a través de la experiencia. Es como comprar un boleto hacia vos.


En el encuentro con el cuerpo, aprendés a verte, sentirte, reconocerte, aceptarte y, con más práctica, a transformarte.


Aprendemos a habitar el cuerpo y este de a poco deja de ser un obstáculo –algo que solo puede decodificar un otro que posee determinado saber– y pasa a convertirse en una herramienta, una brújula que nos guía hacia una vida más saludable.

Es este cuerpo el que nos permite experimentar todas las cosas de la vida. Cuando llegamos a sentirlo como un templo, nuestra propia casa sagrada habitada por espíritu o energía, nos alejamos de la violenciaen el sentido más amplio de la palabra.

En cada repetición hay un nuevo descubrimiento porque vamos tomando conciencia de un constante cambio, adentro y afuera. Es un camino que nos permite ir más profundo, hilar más fino, ser más específicas.

«Cada persona tiene el cuerpo perfecto para el aprendizaje que debe hacer en esta vida. El mío es fuerte y me trae la tarea de aprender cómo emplear esa fuerza y utilizarla sin lastimarme ni lastimar, y ponerme límites sanos. Hacer que los otros me escuchen, pedir y aceptar ayuda. Adquirir la flexibilidad que me permita aceptar las cosas como son y pasar a la acción de una forma consciente y no impulsiva. Darle lugar a los dolores, poder escucharlos y dejar que me guíen.

Aprendí también a aceptar la intermitencia en mi práctica y a buscar el equilibrio. No colocarme estructuras rígidas ni hacer a través del esfuerzo, pero sí llevarme a un ritmo y una forma saludables. Puedo observar como, al alejarme de la práctica por un tiempo, comienzo a moverme con patrones viejos. Pierdo mi centro, el foco pierde nitidez, la lente se nubla. Y ahí, otra vez, regreso a la práctica. Aprendí como, a través del cuerpo, simplifico la mente, simplifico mi vida, me libero, soy feliz».

Fuerza Matriz

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