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Conozcamos mejor la diabetes

¿QUÉ ES LA GLUCEMIA?

La glucemia es la concentración de glucosa que se encuentra en la sangre. Se trata de una constante fisiológica tan importante que todo el metabolismo gira en torno a su mantenimiento.

Esta circunstancia se debe a que la glucosa es un combustible apto para todas las células de nuestro organismo, e incluso, para algunos tejidos; la única sustancia a partir de la cual pueden obtener la energía que necesitan. El cerebro, que no «quema» grasas, es un gran consumidor de glucosa: entre 100 y 120 g al día.

La glucemia es el resultado del equilibrio entre la cantidad de glucosa que entra en la sangre (que puede proceder de los glúcidos de los alimentos o de la producción de glucosa por parte del propio organismo) y la que se consume debido a las necesidades de las células y los tejidos.

Sus niveles no son fijos, oscilan en función de las distintas situaciones en las que se encuentra el organismo, pero los valores considerados normales en ayunas son inferiores a 110 mg/dl.

La hiperglucemia, o concentraciones excesivamente elevadas de glucosa en sangre (como ocurre en los casos de diabetes), constituye un problema, así como también la hipoglucemia, o concentraciones excesivamente bajas de glucosa.

La insulina puede definirse como la hormona del almacenamiento

Habitualmente esta última se define como una concentración de glucosa inferior a 40 mg/dl. Entre sus síntomas figuran la sudoración, temblores, palpitaciones, hambre, debilidad, ansiedad y confusión mental. La duración de estos síntomas puede ser variable y a menudo desaparecen rápidamente tras la ingestión de azúcares.

La hipoglucemia puede deberse al aumento en la utilización de glucosa y/o a la escasa producción u obtención de la misma. Es decir, se produce cuando el equilibrio entre el suministro y la demanda se altera a la baja, de modo que la glucosa abandona la circulación sanguínea a mayor velocidad de la que se produce su reemplazamiento.

¿PARA QUÉ SIRVE LA INSULINA?

La insulina es una hormona sintetizada por unas células especializadas del páncreas, llamadas células beta, que se encuentran en los llamados islotes de Langerhans. La insulina, u «hormona de los islotes», fue bautizada antes de que su estructura fuera conocida.

En 1921 fue aislada del páncreas por Frederick Banting y Charles Best y se empezó a utilizar para tratar humanos a comienzos de 1922. Antes de disponer de la insulina, el tratamiento de la diabetes se llevaba a cabo solo mediante la dieta. Inmediatamente después de su descubrimiento, se empezaron a tratar casos graves de diabetes que hasta entonces resultaban mortales en algunos meses.

¿Qué funciones desempeña la insulina? Antes de entrar en detalle, debe señalarse que, en general, la insulina puede definirse como la gran hormona del almacenamiento.

Contrariamente a lo que suele pensarse, la insulina no solo interviene en el metabolismo de los glúcidos, sino que ejerce también importantísimos efectos sobre el devenir de las proteínas y las grasas.

La insulina y los glúcidos

La insulina facilita la utilización de glucosa por parte de ciertos tejidos, entre los que destacan el músculo y el tejido adiposo (en el que se almacenan las grasas de reserva). Se aumenta así el transporte de glucosa al interior de las células.

La insulina estimula también la producción de glucógeno (forma en la que los animales almacenan la glucosa) en hígado y músculos y, a su vez, disminuye la producción de glucosa por parte del hígado.

Por otra parte, ciertos tejidos como el cerebro y el riñón son muy poco o nada sensibles a la acción directa de la insulina sobre el metabolismo de los glúcidos.

La insulina y las grasas

La insulina inhibe de forma poderosa la salida de grasas del tejido adiposo, estimulando además su síntesis en el mismo tejido adiposo y en el hígado.

La insulina y las proteínas

La insulina incrementa la velocidad de transporte de los aminoácidos (los eslabones de las proteínas) en los músculos, en el tejido adiposo y en las células hepáticas, aumentando la velocidad de síntesis de proteínas en los mismos. Por el contrario, disminuye la velocidad de degradación de proteínas en los músculos.

En definitiva, sus funciones, extremadamente importantes, explican que la deficiencia severa de esta hormona conduzca a la muerte por la incapacidad de control del metabolismo.

Son varios los factores que estimulan la secreción de insulina. Así, por ejemplo, el paso de alimentos dulces por la boca provoca la secreción de insulina por vía nerviosa; es la llamada fase cefálica de la secreción de insulina. Por otra parte, la presencia de glucosa en la pared del duodeno (primer segmento del intestino delgado) induce la liberación de péptidos (cadenas cortas de aminoácidos) como el GIP, que estimula también la secreción de insulina. Estos dos mecanismos explican el hecho de que la secreción de insulina empiece a producirse aun antes de que la glucosa llegue a la sangre y estimule directamente a las células beta del páncreas.

En personas sanas, la concentración máxima de insulina en sangre se alcanza tras los 30-60 minutos de la ingesta, coincidiendo con el período de absorción de la glucosa.

El objetivo de la insulina liberada es reducir la velocidad de movilización de las reservas de nutrientes del cuerpo y asegurar que el exceso temporal de los mismos (procedentes de los alimentos ingeridos) se convierta en compuestos de almacenamiento.

¿QUÉ ES LA DIABETES MELLITUS? ¿CUÁNDO SE ES DIABÉTICO?

La primera mención histórica de esta enfermedad se encuentra en el papiro de Ebers, en el año 1550 a. de C. Sin embargo, la creación del término «diabetes» fue muy posterior y se atribuye a Demetrio de Apamaia, en el siglo II a. de C. Hay acuerdo en que la palabra proviene del griego (diabainein) pero no en su significado; así, para algunos denota algo similar a «pasar a través de», mientras que otros señalan que su traducción es «con las piernas abiertas» o también «sifón», haciendo referencia a la eliminación abundante de orina. Por su parte, el término «mellitus» quiere decir «como la miel».

El término mellitus significa «como la miel»

Según apunta Newsholme, una de las primeras descripciones detalladas de la diabetes fue obra de Areteo de Capadocia, que vivió durante el siglo I a. de C. En ella, entre otras cosas, se indica que «la diabetes es una enfermedad extraña y, afortunadamente, poco frecuente. Consiste en que la carne y los huesos pasan juntos a la orina […] El paciente orina cada vez más y la orina fluye como un riachuelo. La enfermedad progresa muy lentamente y termina con la muerte. La demacración aumenta muy rápidamente, por lo que la existencia de los pacientes se vuelve triste y dolorosa. Se sienten torturados por una sed insaciable y nunca cesan de beber y orinar, excediendo la cantidad de orina a la del líquido ingerido […]».

Médicos como Galeno, Avicena y Paracelso le dedicaron atención, pero hubo que esperar hasta 1674 para que Thomas Willis describiera la orina de los diabéticos «como si estuviera impregnada de miel o de azúcar», algo que en aquellos tiempos solo pudo descubrir probándola. La comprobación química de que la orina contenía azúcar llegó un siglo después, en 1776, gracias a Dobson. Por su parte, la glucosa en sangre fue determinada por primera vez en 1859, por el gran fisiólogo francés Claude Bernard.

No obstante, el origen y desarrollo de esta enfermedad solo empezó a vislumbrarse hace algo más de un siglo cuando, en 1889, Von Mehring y Minkowsky demostraron que la extracción del páncreas en el perro provocaba diabetes.

La diabetes se define por la existencia de una glucemia permanentemente elevada. Actualmente, el concepto de diabetes mellitus incluye un grupo de enfermedades metabólicas caracterizadas por la hiperglucemia resultante de defectos en la secreción de insulina, en la acción de esta hormona o en ambos procesos.

La Organización Mundial de la Salud la define como «una enfermedad crónica que aparece cuando el páncreas no produce insulina suficiente o cuando el organismo no utiliza eficazmente la insulina que produce. La insulina es una hormona que regula el azúcar en la sangre. El efecto de la diabetes no controlada es la hiperglucemia (aumento del azúcar en la sangre), que con el tiempo daña gravemente muchos órganos y sistemas, especialmente los nervios y los vasos sanguíneos».

Según informa la Sociedad Española de Diabetes (SED), el número declarado de casos de diabetes en España se estima entre un 5 y un 10 % de la población (la encuesta de salud del Ministerio de Sanidad y Consumo de 2001 estableció la cifra media en un 5,6 %). Según estudios recientes, el número total de casos (diabetes conocida e ignorada) se establece alrededor del 6 %.

El diagnóstico de la diabetes se establece a partir de los niveles elevados de glucosa en sangre. Pero los criterios de diagnóstico han ido cambiando a lo largo de los años. Durante estas dos últimas décadas se han utilizado los establecidos por el National Diabetes Data Group de la Asociación Americana de Diabetes (ADA), publicados en 1979. En 1995, la propia ADA promovió la creación de un comité internacional de expertos, de características similares al creado en 1979, cuyo objetivo era valorar la necesidad de introducir modificaciones en el sistema de diagnóstico y clasificación de la diabetes mellitus.

Los criterios de diagnóstico han ido cambiando con el tiempo

El informe de dicho comité fue publicado a mediados de 1997 y su última actualización apareció en el 2010. Entre otras cosas, el documento recomienda utilizar la glucemia en ayunas como método de diagnóstico habitual, y modifica a la baja el valor de glucemia necesario para establecer el diagnóstico de diabetes de 140 a 126 mg/dl (véase la tabla de la página siguiente).

Según el doctor Michael Berger, presidente de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD), el índice de diabéticos no diagnosticados es, en casi todos los países desarrollados, superior al 30 %.

Así, uno de los aspectos en los que es muy conveniente obtener progresos es en la disminución del número de diagnósticos ignorados de diabetes tipo 2 (véase el apartado «¿Cuántos tipos de diabetes existen?», página 17).

Por todo ello, y a fin de detectar mejor los casos de este tipo de diabetes, el ADA (2010) ha propuesto diferentes criterios de cribado (véase la página 14).

De todas formas, como señala Goday, la OMS, la autoridad mundial competente en este ámbito, aún no se ha pronunciado oficialmente al respecto de los nuevos criterios de diagnóstico y cribado, y aunque lo más probable es que se asuman estas recomendaciones, deben tomarse con cierta cautela.

Criterios de diagnóstico de la diabetes mellitus

•Criterios (ADA, 2010)

• Síntomas de diabetes (poliuria, polidipsia, pérdida de peso sin otra causa) + glucemia plasmática al azar igual o superior a 200 mg/dl (11,1 mmol/l).

O bien

• Glucemia plasmática en ayunas igual o superior a 126 mg/dl (7,0 mmol/l) (confirmado en dos ocasiones).

O bien

• Glucemia plasmática a las dos horas del test de tolerancia oral a la glucosa igual o superior a 200 mg/dl (11,1 mmol/l).

•Criterios (OMS, 1999)

• Síntomas de diabetes (poliuria, polidipsia, pérdida de peso sin otra causa) + glucemia plasmática al azar igual o superior a 200 mg/dl (11,1 mmol/l).

O bien

• Glucemia plasmática en ayunas igual o superior a 126 mg/dl en dos ocasiones (7,0 mmol/l).

O bien

• Glucemia plasmática a las dos horas del test de tolerancia oral a la glucosa igual o superior a 200 mg/dl (11,1 mmol/l).

Criterios de cribado de la diabetes (ADA, 2010)

Se trata de las recomendaciones para la detección de la diabetes en individuos asintomáticos.

•Han de realizar el cribado todas las personas mayores de 45 años de edad. Si los resultados son normales, el examen debe repetirse cada tres años.

•Cribado antes de los 45 años o más frecuentemente en personas con:

• Obesidad: índice de masa corporal igual o superior a 25.

• Historia familiar de primer grado de diabetes.

• Grupos étnicos de alto riesgo.

• Diabetes gestacional previa o hijos con peso al nacer superior a los 4 kg.

• Hipertensión arterial (valores superiores a 140/90 mmHg).

• Colesterol HDL igual o inferior a 35 mg/dl; triglicéridos igual o superior a 250 mg/dl.

• Haberse observado anteriormente tolerancia disminuida a la glucosa (glucemia en ayunas inferior a 126 mg/dl que, dos horas tras la sobrecarga oral de glucosa, pasa a valores de 140-200 mg/dl) o elevada glucemia basal (nivel de glucosa en sangre en el período del ayuno nocturno, requiriéndose para su valoración correcta un ayuno de 8-12 horas).

SEÑALES DE ALARMA

Las formas de descubrir que una persona tiene diabetes pueden ser muy distintas.

Cuando la hiperglucemia es importante se produce la aparición del llamado síndrome hiperglucémico, caracterizado fundamentalmente por poliuria, polidipsia y pérdida de peso.

• Orina muy abundante (poliuria). La poliuria se define como la secreción y emisión de cantidades anormalmente elevadas de orina. ¿Por qué se produce esta circunstancia en la diabetes? Cuando los niveles de glucosa en sangre superan aproximadamente los 180 mg/dl, la cantidad filtrada por el riñón supera su capacidad de recuperación, eliminándose entonces a través de la orina. En estas circunstancias, la presencia de glucosa reduce la velocidad de la absorción de agua, dando lugar a la abundante eliminación de orina (dicho en términos más técnicos, la glucosuria es en parte responsable, por efecto osmótico, de la poliuria).

• Polidipsia (sed insaciable). Es la resultante del aumento de la eliminación de agua con la orina.

• Pérdida de peso. La pérdida de peso y la demacración aparecen como consecuencia de la degradación de las proteínas corporales y de la movilización de las grasas del tejido adiposo, procesos ambos que se inhiben normalmente por efecto de la insulina.

Aunque no siempre se produce, el hambre se considera también, junto con las anteriores, una manifestación clásica del síndrome diabético.

Al margen de lo citado pueden presentarse también prurito (comezón) casi siempre genital, retraso en la cicatrización de heridas, infecciones cutáneas, y somnolencia y letargia después de comer.

La polidipsia es la sed insaciable consecuencia de la poliuria

Pero debe tenerse en cuenta que mucha gente puede ser diabética durante un cierto período sin síntomas obvios. Como señala el profesor Lozano Tonkin, de la Universidad Complutense de Madrid, las formas de comienzo de la diabetes pueden ser extremadamente variables, pudiéndose descubrir, por ejemplo, tras su búsqueda, en aquellas personas con antecedentes familiares, o en el marco de la aparición de alguna complicación neurológica, dermatológica, ocular, o vascular.

¿CUÁNTOS TIPOS DE DIABETES EXISTEN?

Tradicionalmente pueden distinguirse dos tipos de diabetes mellitus:

• Diabetes mellitus tipo 1, conocida también como insulinodependiente (DMID).

• Diabetes mellitus tipo 2, conocida también como diabetes no insulinodependiente (DMNID).

Más allá de estos tipos de diabetes, de los que a continuación se detallan algunos aspectos importantes, y según la clasificación de la ADA de 2010, existe un tercer tipo recogido bajo el nombre de «otros tipos de diabetes» cuyas causas pueden ser muy distintas (como, por ejemplo, defectos genéticos de la célula beta, defectos genéticos de la acción de la insulina, infecciones, etcétera); y un cuarto tipo conocido como «diabetes gestacional». Se define esta última como «toda hiperglucemia que surge durante el embarazo, habitualmente durante el segundo trimestre, y que suele desaparecer una vez finalizada la gestación».

Diabetes mellitus tipo 1

La diabetes tipo 1 se caracteriza por un daño específico en las células productoras de insulina (las células beta de los islotes de Langerhans del páncreas). La predisposición a desarrollar este tipo de reacciones adversas tiene una base genética, aunque también es posible que otros factores, de tipo vírico o tóxico, puedan intervenir en el ataque de las células beta.

En estas circunstancias, la única forma de regular el metabolismo es administrando insulina, puesto que en este tipo de diabetes no hay secreción propia de esta hormona.

La diabetes insulinodependiente representa un porcentaje pequeño del número total de casos de diabetes, entre un 10 y un 15 % según la Sociedad Española de Diabetes.

A menudo aparece en sujetos jóvenes (habitualmente antes de los 30 años) y de forma relativamente brusca, aunque ello no quiere decir que no pueda aparecer en edades más avanzadas.

Diabetes mellitus tipo 2

Este tipo de diabetes es mucho más frecuente y suele aparecer en la edad adulta. En efecto, se considera que entre un 85 y un 90 % de los casos de diabetes son del tipo 2, siendo el número de casos proporcional a la edad.

En la actualidad, existe un amplio consenso sobre el hecho de que el problema principal de este tipo de diabetes es la llamada «resistencia a la insulina».

En estas circunstancias los tejidos no tienen una sensibilidad normal a la insulina; así, por ejemplo, puede darse que la insulina no estimule de forma suficiente la utilización de glucosa en los músculos y en el tejido adiposo.

La resistencia a la insulina causa un aumento compensatorio de la secreción de esta hormona por parte del páncreas (que produce mayor cantidad para hacer frente a la menor eficacia), pero con el tiempo este órgano se agota, de modo que finalmente llega la diabetes.

Así pues, en la diabetes tipo 2 se producen modificaciones en los tejidos periféricos que hacen que se necesiten concentraciones muy altas de insulina.

Aunque este tipo de diabetes se conoce como no insulinodependiente, es importante resaltar aquí que hay diabéticos del tipo 2 acabarán por necesitar insulina para poder regular normalmente sus niveles de glucosa.

Por otro lado, aunque la aparición de este tipo de diabetes suele darse en personas mayores de 40 años, también se observan casos en personas relativamente jóvenes.

La diabetes es un trastorno que requiere un seguimiento estrecho e individualizado. Los consejos dietéticos básicos proporcionados en este manual no pretenden, en ningún caso, suplir esta realidad que debe asumir el equipo sanitario correspondiente, sino dar un enfoque general sobre las directrices que en la actualidad recomiendan los expertos.

La diabetes tipo 2 se conoce como no insulinodependiente

Los datos proporcionados se refieren, cuando no se cita lo contrario, a aquellos casos en los que no es necesaria la administración de insulina. Y es que tal situación requiere unas atenciones, detalles y puntualizaciones que escapan a las posibilidades de esta obra divulgativa.

¿QUÉ REPERCUSIONES TIENE LA DIABETES?

Al margen de las alteraciones derivadas del descontrol de los niveles de glucosa, como el coma cetónico o la hipoglucemia, hay que considerar que, como consecuencia de la hiperglucemia crónica, se producen disfunciones y lesiones en diversos órganos, especialmente en los ojos, el riñón, los nervios, el corazón y los vasos sanguíneos. Estas complicaciones producen una importante alteración del estado de bienestar y una disminución de la esperanza de vida.

La diabetes es una enfermedad muy frecuentemente asociada a manifestaciones de aterosclerosis (una forma de arteriosclerosis caracterizada por el depósito de lípidos en la pared de las arterias). De hecho, según la SED, la aterosclerosis representa el principal problema, en especial en la diabetes mellitus tipo 2.

Así, la enfermedad coronaria es la principal causa de muerte en este tipo de diabetes, considerándose que las complicaciones ateroscleróticas son de dos a cuatro veces más frecuentes en este colectivo que en la población general.

El riñón puede sufrir las consecuencias de la diabetes

Por otro lado, los ojos de la persona con diabetes pueden resultar afectados por diferentes procesos patológicos, el más importante de los cuales es la retinopatía diabética, en la que se producen alteraciones en los vasos sanguíneos de la retina. Como resultado de la misma se producen alteraciones de la visión que pueden llegar incluso, en algunos casos, a la ceguera. De hecho, la diabetes es la principal causa de pérdida de visión en varios países.

El riñón es otro órgano que suele sufrir especialmente las consecuencias de la diabetes. La diabetes mellitus es la tercera causa de insuficiencia renal terminal, una situación en la que se debe recurrir a la hemodiálisis o al trasplante renal.

Asimismo, pueden originarse daños en los nervios, con pérdida de las funciones sensitivas y motoras. Este problema, que afecta de forma particular a los nervios periféricos, se denomina neuropatía diabética y da lugar a sensaciones anormales de quemazón, hormigueo o entumecimiento, dolor y pérdida de sensibilidad.

También el sistema nervioso simpático puede verse afectado, originando diarrea, alteración en la función normal de la vejiga urinaria y, en el hombre, impotencia.

Las manifestaciones que acompañan a la diabetes pueden ser precoces o retrasarse, ser intensas o leves, ir a un ritmo acelerado o a uno más lento. Dado que de ello depende en gran medida la calidad de vida de la persona con diabetes, es fundamental tomar cuanto antes las medidas preventivas oportunas. Entre ellas, la dieta ocupa, evidentemente, un lugar importante.

¿UN TRASTORNO EN AUMENTO?

En términos generales, puede decirse que el número de casos de diabetes no deja de aumentar. Así, por ejemplo, se ha constatado que en Estados Unidos el número de diabéticos mayores de 65 años se ha duplicado en las últimas dos décadas. En un estudio aparecido recientemente en la revista Diabetes Care, se indica que la cifra de diabéticos en el mundo entero puede aumentar hasta los 300 millones en el año 2025, lo cual duplicaría el número de afectados por esta enfermedad en 1995.

Para Hilary King, especialista de la OMS y directora del equipo de investigación de dicho estudio, los países del Tercer Mundo serán los más afectados, puesto que el número de adultos diabéticos aumentará en un 170 %, pasando de los 84 millones de 1995 a los 228 millones en 2025. En comparación, en los países ricos este incremento será del 48 %, pasando de los 51 a los 72 millones en el mismo plazo de tiempo.

Es una enfermedad en claro aumento en el mundo desarrollado

Es evidente que existen diferentes factores que pueden unirse para que el número de diabéticos conocido en la actualidad sea aún mayor. Según M. Foz, catedrático de medicina de la Universitat Autònoma de Barcelona, la diabetes del tipo 2 es una enfermedad en claro aumento en el mundo desarrollado, lo cual está condicionado en buena medida por el aumento de la longevidad y, también, por el llamativo avance de casos de obesidad en los países occidentales.

Como factores ligados al incremento del número de casos, también se han citado el diagnóstico precoz, los cambios en los criterios de diagnóstico y el sedentarismo.

No cabe duda de que, ante la magnitud de estas cifras, la prevención y el tratamiento de la diabetes se han convertido en una de las prioridades más urgentes de la salud pública.

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