Читать книгу Añoranzas otoñales - Francisco González Corporán - Страница 11

Amó la espera

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Sumergido en el amor, su esperanza crece

y las ansias de un suspiro son tantas como las de sus besos.

Y es flor de otoño en espera de un equinoccio,

llantos de un huracán frente al mar, su novia,

entre los quejidos petulantes y la pasión hecha nubes.

Así amó lo inexplicable, como la flor al rocío primaveral.

Las endosas sístoles lo hacían morder el cristal del desprecio,

mas las diástoles le devolvían la esperanza de ser amado,

de ser protagonista en la grotesca obra de villanos.

Perdido en su ser, perdió el ser de lo que quiso ser.

Cada suspiro la aleja de lo indecible,

de una voz amordazada de eco pusilánime.

Y las gotas de lluvia apuñalaban la esencia.

Y las flores perpetuaban la muerte del amor.

Y, junto al intento de huir, el temor de perderla,

las noches tan impredecibles como su amor por ella

y, en la espera, el martirio acaba en nada.

Y la espera fue como el fuego de la gloria,

como el infierno cuando se pierde la fe,

la fe soñolienta entre ella y sus pensamientos.

Y la espera es esperar lo esperado con esperanzas

y la pasión y los desmesurados deseos mudos…

Añoranzas otoñales

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