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INTRODUCCIÓN

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Quienes conocen a fondo el insomnio, tanto por estudiarlo como por sufrirlo, saben que es uno de los trastornos que más desequilibrios producen a cualquier edad. Es cierto que en etapas jóvenes de la vida el cuerpo es capaz de reponerse con cierta facilidad a una o dos noches «agitadas». Pero si esa situación se repite, las consecuencias empiezan a dar la cara. Y no tardarán mucho en hacerlo. Comenzarán en forma de irritabilidad y falta de concentración, aunque no cabe duda de que la conexión con el organismo en general y con el cerebro en particular va mucho más allá.

Cuando uno ha sobrepasado la barrera de los 40 o 45 años, recuperarse de una mala noche no resulta tan rápido como en décadas anteriores. Más bien ocurre lo contrario: para reponerse de una única noche de insomnio se necesitan varias jornadas «reparadoras». Pero conviene puntualizar esto y reafirmarnos en la idea de que el organismo es sabio y acaba encontrando su particular equilibrio. Aunque también es cierto que a veces no le dejamos manifestarse y lo acabamos acallando al primer conato de queja (algún síntoma esporádico) con el fármaco de turno.

Una muestra de que el cuerpo tiende a compensar fallos es lo que suele ocurrir tras varias noches durmiendo mal. Si el motivo no es una alteración física sino una circunstancia externa (demasiado trabajo, obligaciones familiares, etc.), la noche en que sí logramos descansar lo hacemos de manera especialmente profunda. Más allá de esa comprobación empírica personal, la ciencia también lo ha demostrado: se sabe que después de un periodo de privación del sueño se consiguen descansos muy reparadores y un sueño de fase REM más eficaz. Es como si el organismo supiera que ya es hora de poner remedio (antes de que se alteren más cosas) y de obtener todos aquellos beneficios que se dejaron de alcanzar por haber dormido mal.

Cosa muy distinta es el mal dormir crónico. Si el insomnio consigue hacerse hueco en nuestra vida y esas noches reparadoras no llegan nunca, se va generando una deuda importante de sueño. Y, con ella, aparece el miedo a no dormir. Uno teme no volver a descansar bien nunca más y la cama se contempla como algo parecido a un potro de torturas.

En muchísimas ocasiones, todo eso ocurre porque no se identifica correctamente el problema que ha alterado el sueño o porque se tarda demasiado en acudir a un especialista. En contra de lo que se cree, no solo la edad es la culpable. Existen otros muchos factores que influyen y alteran esa «pausa» nocturna.

En este libro vas a poder descubrir esa causa o causas últimas y también posibles soluciones (aplicables en los casos en que no haya una alteración física subyacente, que ya requiere un estudio cualificado más profundo). En todo caso, hay que tener en cuenta que no existe la pócima mágica capaz de facilitar el sueño en segundos, más aún cuando se arrastra una larga historia de malas noches. Por lo general, lograr de nuevo el equilibrio y el descanso adecuado pasa por modificar varias conductas y por poner en prácticas diferentes medidas. Y todo de manera simultánea. Quizá suene trabajoso y difícil, pero en realidad es bastante sencillo. Las medidas a adoptar son muy simples y en esto, como en la mayoría de las situaciones, lo que más importa es la perseverancia y la repetición.

Así de caprichosa es la mente, que, pudiendo por sí misma dar la orden necesaria para solucionarlo todo —desconectar y descansar—, nos hace buscarle ayudas. Lo positivo del asunto es que esas ayudas existen... ¡Y son eficaces!

Y no siempre han de ser farmacológicas. Es más, los especialistas saben que deben ser muy cautos a la hora de recomendarlas. En primer lugar, porque somníferos y tranquilizantes son de uso demasiado habitual en muchas casas; y, en segundo, porque no están exentos de efectos secundarios. Los últimos estudios hablan, incluso, de consecuencias graves si se utilizan durante un tiempo largo o de forma inadecuada. Vencer el insomnio es mucho más que tomar una pastilla; es seguir el ritual perfecto que facilite una desconexión completa de problemas, tensiones y preocupaciones, un descanso verdaderamente profundo y un despertar plácido y reconfortante.

Combatir el insomnio

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