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PRÓLOGO

SE CUMPLEN AHORA CINCUENTA AÑOS de la novena que hizo san Josemaría en la Villa de Guadalupe. En más de una ocasión, repitió que decidió ir a México porque se había sentido llamado por la Santísima Virgen para rezar allí por el mundo, por la Iglesia y por el Opus Dei. Cuando le preguntaban por el motivo de su viaje, comentaba: «He venido a ver a la Virgen y, de paso, a tantas almas encantadoras como las vuestras. Ahora estoy aprendiendo a quererla más, porque no he venido a México a enseñar nada: he venido a mejorar en las virtudes, y he aprendido a amar más a la Virgen».

San Josemaría nunca tuvo reparo en emprender las aventuras que el Señor le fue pidiendo; desde muy joven, deseó dedicarse por entero a seguir la voluntad de Dios. Su viaje a México fue una manifestación más de su prontitud para responder al querer divino.

Este libro narra con detalle esa aventura mexicana. El autor ha recogido recuerdos que marcaron ese tiempo junto al fundador del Opus Dei. Como afirma en la Presentación, ha querido destacar especialmente los sucesos de la vida ordinaria, el aspecto humano de la personalidad de san Josemaría. En efecto, era admirable como tenía los pies en la tierra y la cabeza en el cielo: muy sobrenatural y muy humano, en unidad de vida. Los innumerables detalles que se cuentan en este libro son una buena muestra.

Al mismo tiempo, estas páginas reflejan también el amor filial de san Josemaría a Santa María. Se recogen algunos de los momentos de su oración delante de la Guadalupana, que ponen de relieve la confianza y el cariño con que acudía a la Virgen. Su modo de rezar era sencillo, sin ostentación, lleno de espontaneidad. A Ella se dirigía con el corazón encendido, pidiéndole que le hiciera ver qué más podía hacer para agradarla, para ser mejor hijo. «Yo no sé qué más puedo hacer —decía—. Si puedo algo más, ¡dilo, dilo!, y lo cumpliré con tu ayuda. Si un hijo pequeño le pidiera esto a su madre, es seguro que no habría madre que no se conmoviera». Este modo de hablar con la Virgen, con la sencillez e insistencia propia de los niños, era también objeto de sus enseñanzas a lo largo de su vida y, concretamente, en su estancia en tierras mexicanas. «Si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño —había escrito en el Prólogo a Santo Rosario—. Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños».

Durante los casi cuarenta días que estuvo en México, san Josemaría se reunió con más de veinte mil personas: estudiantes, gente del campo, empresarios, familias… Los que estuvieron presentes recuerdan que sus palabras invitaban a amar apasionadamente al Señor. Insistía en que los defectos o las debilidades no son obstáculo para ese amor, si nos llevan a acudir con confianza a Jesús y a su Madre.

Este viaje a México dejó una profunda huella en el alma de san Josemaría. Y aunque no volvería a pisar esa tierra, procuraba ir y volver con la imaginación. «Muchas veces —afirmó— me escapo con el deseo a la Villa de Guadalupe, me pongo delante de aquella Virgen morena, a decirle que la quiero tanto, tanto como sus mexicanos. Yo fui a México a aprender y me enseñasteis a amar más a Jesús en la Sagrada Eucaristía, a la Virgen, y hasta a hacer la caridad». Precisamente, Mons. Francisco Ugarte, con este libro, nos lleva a peregrinar con el deseo ante la Guadalupana y a revivir esos días junto al fundador del Opus Dei.

San Josemaría tuvo la seguridad de que sus oraciones delante de la Virgen de Guadalupe habían sido acogidas. Él mismo repetiría años después que «no fue una novena estéril. La oración es siempre fecunda, pero el Señor desea que amemos mucho a su Madre y que tengamos un poquito de paciencia. Las dos cosas las va logrando hasta ahora, porque Él nos da los medios: su gracia, su luz, su fortaleza». Esta seguridad, de que nuestra Madre siempre nos escucha, nos ayuda hoy a recordar el poder de su intercesión. Compartamos con María y con Jesús las cosas que ocupan nuestro corazón, esos deseos grandes a los que queremos aspirar. Si nos acercamos al Señor y a su Madre con fe y confianza, podemos estar persuadidos de que esta oración ya estará dando fruto.

Roma, 23 de junio de 2020

MONS. FERNANDO OCÁRIZ

Prelado del Opus Dei

Mexicano de corazón

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