Читать книгу La pragma-dialéctica como teoría de la argumentación - Frans Hendrik van Eemeren - Страница 6

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Prefacio

El autor de este libro es el doctor Frans H. van Eemeren, profesor emérito de la Universidad de Ámsterdam y el teórico de la argumentación más destacado del mundo. Él es, junto con el fallecido doctor Rob Grootendorst, el iniciador del programa de investigación más largo, complejo y sólido en el campo de los estudios sobre argumentación, en el que, durante poco más de cuarenta años, han colaborado decenas de investigadores. No perderé tiempo en describir este programa de investigación, ya que Van Eemeren mismo lo hará en el primer capítulo de este libro. Los cuatro capítulos que lo componen han sido tomados de un libro mucho más extenso, Argumentación y pragma-dialéctica: estudios en honor a Frans van Eemeren, publicado por esta editorial en 2015. La idea que subyace a esta selección es poner a disposición del público de habla hispana una introducción general a la pragma-dialéctica, que sea breve pero completa en el sentido de que permita ver el programa de investigación en todas sus dimensiones. El primer capítulo cuenta la historia del programa de investigación mismo; el segundo describe a detalle los componentes de la teoría básica; el tercero desarrolla la versión extendida de los errores en la argumentación, que tradicionalmente se han llamado falacias pero que en la pragma-dialéctica reciben un tratamiento fino y original. Finalmente, el capítulo cuatro es una aplicación de la teoría al caso —tan interesante en nuestros tiempos— de la deliberación política.

Los cuatro capítulos del libro han sido traducidos del inglés, lengua en la que con mayor frecuencia se publica la teoría de la argumentación en general y la pragma-dialéctica en particular. El lector tendrá seguramente interés en conocer cómo se hizo la traducción. A esta cuestión se dedica el resto de este prefacio.

El inglés de Van Eemeren es excepcionalmente claro, sencillo y directo. Es evidente que no tiene ninguna pretensión literaria, lo cual es en más de un sentido digno de agradecimiento. El autor recurre con cierta frecuencia a repeticiones de algún aspecto, a menudo elemental, de su teoría de la argumentación. Esto ofenderá el gusto estilístico de algunos y pondrá a prueba la paciencia de otros. Por mi parte, considero que Van Eemeren tiene siempre dos razones para hacerlo, ambas muy respetables. Una, y probablemente la principal, es que prefiere repetir de más que correr el riesgo de perder a su lector. Por ello, a quien considere haber entendido el punto del que se trata y no necesita que se le reitere, lo invito a que sobrevuele el pasaje sin detenerse en detalles conocidos. La segunda razón, de particular importancia en artículos publicados en diversas revistas, es mantener la coherencia del texto. Cada artículo trata, naturalmente, de algún aspecto diferente de la teoría, pero al autor le importa que se vea con claridad su vínculo con otros más elementales y lógicamente anteriores.

Dada la complejidad de la teoría, Van Eemeren ocasionalmente utiliza oraciones largas y con una estructura sintáctica compleja, en la que el número de sintagmas y cláusulas incrustadas supera al habitual. Sin embargo, nunca lo hace cuando no es necesario y muy rara vez tales oraciones resultan obscuras. En los casos en que lo parecieron, se le propusieron interpretaciones alternativas al autor, a quien se le agradece su amabilidad y su paciencia sin límites. El texto en español contiene en ese sentido ciertas mejoras respecto al original, todas ellas aprobadas por Van Eemeren. En algunos casos, sobre todo pensando en los lectores principiantes, se optó por añadir notas aclaratorias a la traducción, pero nunca sin obtener el consentimiento del autor. Todas las notas del traductor están contenidas entre corchetes, y cuando son largas van acompañadas de la leyenda “Nota del traductor”, para que no quede duda.

Por otra parte, el vocabulario que Van Eemeren utiliza es reducido y se percibe siempre un esfuerzo por no alejarse demasiado del habla cotidiana. El uso de sinónimos es parco, como debe ser en toda obra con pretensión científica. Teniendo en cuenta lo intrincado de la teoría, puede decirse que los términos técnicos son relativamente pocos y siempre se aclaran, al menos para los propósitos expresos de la exposición. Sin duda, habrá casos en los que un filósofo habría querido que se abundase y discutiese más por lo menudo; pero si se considera que en materia de conceptos nunca un filósofo ha logrado contentar por mucho tiempo a sus pares y colegas, el hecho de que haya términos cuya definición o aclaración en pragma-dialéctica (por ejemplo, el término “proposición”) no satisface los requerimientos de este gremio no debería sorprendernos ni alarmarnos ni quitarnos el sueño.

Con todo, conviene hacer algunas aclaraciones sobre ciertos términos a cuya traducción se pudieran plantear objeciones. Es bien sabido que nadie está completamente de acuerdo con ninguna traducción, y las discusiones sobre este tema son interminables y con frecuencia conducen al mal humor. Sin embargo, quisiera justificar al menos los dos términos más básicos de una teoría de la argumentación.

Se entiende que cuando alguien argumenta lo hace a favor de algo. Aquello a favor de lo que se argumenta Van Eemeren lo llama con una palabra inglesa de todos los días, standpoint. Aunque se puede argüir que debería preferirse términos del español como “posición” o —su equivalente en griego— “tesis”, me he resistido a ello por tres razones.

Las dos primeras son puramente convencionales. Una es que Van Eemeren habría podido emplear sin problema palabras del inglés como position o thesis, disponibles tanto en esa lengua como en la nuestra. Si decidió no hacerlo toca al traductor respetar esa decisión. La otra es que, en última instancia, el término standpoint se traduce directa y naturalmente como “punto de vista”.

Mi tercera razón es más substantiva. La palabra griega “tesis” —al igual que la palabra “posición” que la latiniza— es demasiado cercana a la idea de aserto o afirmación, y Van Eemeren insiste en que a veces disputamos sobre juicios de valor o propuestas prácticas (como consejos o exhortaciones) que no son afirmaciones, o al menos se puede argumentar, y de hecho se ha ­argumentado, que no lo son. Si alguien dice: “Creo que deberíamos discutirlo antes de tomar una decisión”, esto dista mucho de ser un ejemplo prototípico de lo que ordinariamente llamamos una tesis en español. Además, y dependiendo del tipo de discusión, lo que está en disputa puede ser algo muy firme y claro (una tesis en sentido estricto) o algo mucho más vago e impreciso, lo cual es harto frecuente en muchas discusiones informales y no es tan raro en las formales, como sus participantes quisieran creer. Parte del problema al que se enfrenta la pragma-dialéctica, y en todo rigor cualquier intento de producir una teoría general de la argumentación, es que, con frecuencia, las personas que discuten no tienen del todo claro lo que quieren decir, cuál es el alcance de sus afirmaciones o cuál pregunta —si es que hay alguna— están tratando de responder. En ese sentido, pienso que la frase “punto de vista” (al igual que standpoint en inglés) tiene la vaguedad requerida por los hechos observables.

Esto se ve reforzado si consideramos que en pragma-dialéctica, la argumentación arranca no del hecho de que alguien, el proponente, declare un punto de vista, sino de que haya al menos otra persona que no lo comparta, sea por tener un punto de vista diferente e incompatible, sea por no tener ninguno. A este hecho Van Eemeren lo llama, utilizando otra vez una expresión de todos los días, difference of opinion (ocasionalmente disagreement). Esta frase sólo puede traducirse como “diferencia de opinión”, y he aquí que, siendo opinion y standpoint en gran medida intercambiables en el habla ordinaria, resulta aun más problemático traducir opinion por “posición”, ya no se diga por “tesis”. En cambio, “opinión” y “punto de vista” parecen usarse de manera muy similar.

Es sabido, por otro lado, que Van Eemeren clasifica las diferencias de opinión de acuerdo con dos criterios. Si la diferencia versa sobre una sola opinión, entonces dice que es single; si versa sobre más de una opinión, entonces la llama multiple. Esta distinción se ha traducido hasta ahora mediante los adjetivos “única” y “múltiple”, y en este libro también se traduce así. En cambio, si la diferencia es tal que tanto el proponente como el oponente sostienen opiniones encontradas, entonces Van Eemeren dice que es mixed; y la llama unmixed cuando el oponente no tiene una opinión propia sobre el asunto, sino que simplemente declara que no comparte la que el proponente ha expresado. Aquí se ha establecido en las traducciones al español la oposición entre “­mixta” y “no mixta” (o “no-mixta”), y por esa razón la sigo, si bien es probable que “bilateral” (o incluso “multilateral” para discusiones con más de dos interlocutores) en oposición a “unilateral” podrían ser términos que expresen mejor la idea que se tiene en mente.

Ahora bien: si standpoint indica aquello a favor de lo cual alguien argumenta, tenemos que para la argumentación misma hay una serie de palabras y frases que conviene comentar, así sea brevemente. En primer lugar tenemos las palabras argument y argumentation, las cuales deben traducirse, respectivamente, como “argumento” y “argumentación”. En general, hay una presunción de que la segunda designa el acto de argumentar, mientras que la primera el producto de ese acto. Creo que Van Eemeren es bastante consistente en su uso; pero si el lector pensase que en algún punto no lo fuera, no es el papel del traductor ocultar el hecho.

Más complicado es el problema de traducir frases formadas por un sustantivo modificado, sea por una de estas dos palabras, sea por el adjetivo argumentative. Parto de que este último es un derivado de argumentation, de forma que el adjetivo “argumentativo” está asociado al sustantivo “argumentación”. De esa manera, argumentation structure y argumentation stage son paralelas a argumentative move, y aunque traduzco las dos primeras como “estructura de la argumentación” y “etapa de la argumentación”, mientras que traduzco la tercera como “jugada argumentativa”, las tres pertenecen al mismo nivel: el del acto de argumentar. Una jugada argumentativa es, en efecto, una jugada hecha dentro de una argumentación.

En cambio, la frase argument scheme la traduzco por “esquema argumental”, utilizando un adjetivo aún no ­completamente asentado en el uso de nuestra lengua, pero que resulta fácil asociar al sustantivo “argumento”, de manera análoga a como el adjetivo “argumentativo” queda asociado al sustantivo “argumentación”. Y es que los esquemas argumentales son algo así como el pariente pobre de las formas lógicas. Son el intento propio a la teoría de la argumentación (o a la lógica informal o incluso al pensamiento crítico) de encontrar algún aspecto formal, esquemático o estructural que sea relevante para juzgar la validez o corrección de un argumento.

Hasta aquí, los términos elementales de la pragma-dialéctica. Se podrían comentar muchas otras decisiones que tomé a la hora de traducir, pero sería un ejercicio demasiado largo y tedioso. Sólo espero haber logrado un texto inteligible para el lector común y sobre todo para el estudiante que empieza a conocer esta teoría y a quien se le dificulta consultar los originales.

Fernando Leal Carretero

Ajijic, 6 de mayo de 2020

La pragma-dialéctica como teoría de la argumentación

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