Читать книгу La pragma-dialéctica como teoría de la argumentación - Frans Hendrik van Eemeren - Страница 7

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1. Del modelo ideal de discusión crítica al discurso argumentativo situado. La evolución paso a paso de la teoría pragma-dialéctica de la argumentación

1. Introducción

Comencé a desarrollar la teoría pragma-dialéctica de la argumentación, junto con Rob Grotendorst, en la Universidad de Ámsterdam en la década de 1970. Nuestro interés primario era proporcionar herramientas adecuadas para incrementar la calidad del modo en que las personas justifican sus puntos de vista, así como analizar y revisar críticamente las justificaciones de los puntos de vista con que se enfrentan al comunicarse con los demás. Debido a la importancia de tales justificaciones respecto a lo que la gente cree, con quién se asocia y las cosas que hace, considerábamos que la argumentación tiene un gran significado intelectual, social y práctico. Por ello, una reflexión sistemática sobre las herramientas que permiten una producción, análisis y evaluación adecuados de la argumentación nos parecía crucial.

Pensábamos que desarrollar una teoría plena de la argumentación requería un enfoque multidisciplinario y, eventualmente (habiéndola establecido), interdisciplinario, basado en conocimientos tomados de la filosofía y la lógica, lo mismo que de la lingüística y el análisis del discurso, los estudios sobre comunicación y la psicología.1 Desde que preparamos nuestro primer manual, que daba un panorama de los diversos tipos de contribución teórica para el estudio de la argumentación,2 habíamos aprendido que en la construcción de semejante teoría global podíamos apoyarnos en los hombros de predecesores eminentes, tales como Aristóteles, Arne Naess, Rupert Crawshay-Williams y Charles Hamblin. Decidimos sacar provecho de una reflexión crítica cuidadosa sobre las propuestas teóricas hechas por ellos, desde el modelo de Toulmin y la nueva retórica hasta la dialéctica formal. Pronto descubrimos que se ganaría más al discutir con teóricos de la argumentación procedentes de las diversas comunidades de estudiosos en las que emergieron nuevas propuestas en la década de 1980, como la tradición estadounidense de ­estudios sobre comunicación y retórica y la comunidad de lógica informal predominantemente canadiense.

Nuestro plan maestro de desarrollar un acercamiento teórico a la argumentación implicaba avanzar paso a paso del diseño de un modelo abstracto de discurso argumentativo normativamente ideal, al estudio de los intrincados detalles de la amplia variedad de prácticas que constituyen la realidad argumentativa. Partiendo de lo más básico y luego haciendo nuestras propuestas más y más inclusivas de manera sistemática, planeamos elaborar la teoría pragma-dialéctica. Es característico del enfoque pragma-dialéctico que la argumentación se considere como dirigida a resolver una diferencia de opinión sobre la sola base de los méritos de los argumentos ofrecidos por medio de intercambios críticos de actos verbales (u otros actos comunicativos en el caso de la comunicación no verbal).3 Se estudia tanto desde una perspectiva comunicativa, inspirada por ideas pragmáticas provenientes de la teoría de actos verbales y el análisis del discurso, como desde una perspectiva crítica, inspirada por ideas dialécticas provenientes del racionalismo crítico y la lógica dialógica (Van Eemeren y Grootendorst, 1984, 2004).

En la teoría pragma-dialéctica, el tratamiento de la argumentación como proceso y como producto se unifican mediante un enfoque procedimental al discurso argumentativo.4 Simultáneamente, se conecta de manera sistemática el compromiso con una descripción empíricamente adecuada con una postura crítica hacia las prácticas argumentativas, es decir se lleva a cabo un programa de investigación que integra ideas descriptivas e ideas normativas.5 En ­consecuencia, el enfoque pragma-dialéctico sobre la argumentación difiere fundamentalmente no sólo de los enfoques lógicos, formales e informales, que se concentran primariamente en el ­tratamiento normativo de problemas de razonamiento, sino también de los enfoques, primariamente descriptivos y explicativos, del discurso argumentativo por el que optan los estudios sobre comunicación, la retórica y la lingüística. Aunque la mayoría de estos enfoques ofrecen resultados similares a los que hemos desarrollado en la pragma-dialéctica, también tienen importantes limitaciones que la pragma-dialéctica busca remediar.6

Este capítulo, que ha sido escrito especialmente a manera de introducción para el libro del que forma parte, se basa en reflexiones que hice como parte de preparar un estudio al que titulo The Making of Pragma-Dialectics [Cómo se hizo la pragma-dialéctica o bien La hechura o confección de la pragma-dialéctica]. Proporciona una visión de conjunto de algunas fases cruciales en el desarrollo de la teoría pragma-dialéctica de la argumentación y explica su ordenamiento. Como he dicho, el punto de partida es el nivel abstracto propio de un modelo ideal de cómo se conduce una discusión crítica, y desde allí la teorización se va aproximando poco a poco a las complejidades del discurso ­argumentativo situado que vemos en las prácticas argumentativas reales. En la sección 2 esbozo la teoría pragma-dialéctica estándar, con el modelo y las reglas de la discusión crítica, todo lo cual representa la teoría “estándar” sobre la que se basan desarrollos ulteriores. En la sección 3 describo investigaciones ulteriores cuyo fin es consolidar la teoría estándar e indico cuáles son las contribuciones que hicieron. En la sección 4 presento la teoría pragma-dialéctica “extendida” en la que se introduce la noción crucial de maniobrar estratégicamente y explico por qué esta extensión era vital para el desarrollo ulterior de la pragma-dialéctica. En la sección 5 discuto el trasfondo teórico de la investigación empírica de carácter experimental que se ha hecho sobre efectividad razonable, la cual conecta con la pragma-dialéctica extendida.7 En la sección 6 aclaro cómo es que el tratamiento teórico del maniobrar estratégico se completó al tomar en cuenta los contextos institucionalmente convencionalizados en los que tiene lugar el discurso argumentativo. En la sección 7 elucido la atención especial que la investigación en pragma-dialéctica ha prestado al discurso argumentativo que tiene lugar en tipos de actividad comunicativa que pertenecen a los dominios legal, político, médico y académico.

2. La teoría pragma-dialéctica estándar

A fin de tener mayor claridad sobre lo que implica ver el discurso argumentativo como dirigido a resolver una diferencia de opinión con base en los méritos de los argumentos presentados, Rob Grootendorst y yo desarrollamos un modelo ideal de discusión crítica (Van Eemeren y Grootendorst, 1984; Van Eemeren et al., 2014, p. 527-533). En una discusión crítica las partes intentan alcanzar acuerdo sobre lo aceptable de un punto de vista en disputa viendo si se sostiene frente a dudas críticas y otras objeciones y tomando en cuenta ciertos puntos de partida mutuamente aceptables.8 Resolver una diferencia de opinión con base en los méritos de los argumentos no solamente requiere que se ofrezca argumentación, sino también que se hagan otras jugadas argumentativas tales como presentar un punto de vista y puntos de partida. En el modelo especificamos las diversas etapas que han de distinguirse en el proceso resolutorio y los actos verbales que constituyen las jugadas argumentativas que son instrumentales en cada una de dichas etapas.

El modelo pragma-dialéctico de discusión crítica cumple funciones heurísticas y analíticas a la hora de manejar problemas de interpretación que pueden surgir cuando uno se ocupa del discurso argumentativo. Indica qué hay que buscar cuando se reconstruye el discurso argumentativo desde una perspectiva atenta a la resolución y cuál es la manera más apropiada de analizar tal discurso. El modelo también cumple una función crítica proporcionando, a través de las reglas de discusión crítica propuesta por Grootendorst y por mí, un conjunto coherente de normas para determinar en qué puntos una jugada argumentativa se desvía del curso que conduce a resolver una diferencia de opinión sobre la sola base de argumentos. Como resultado de sus funciones heurística, analítica y crítica, el modelo pragma-dialéctico de discusión crítica constituye una base adecuada para desarrollar lineamientos prácticos para un mejoramiento metódico de la calidad de las prácticas argumentativas.

Una discusión crítica abarca las cuatro etapas por las que debe atravesar un discurso argumentativo para resolver una diferencia de opinión. En primer lugar está la etapa de confrontación, en la que se expresa la diferencia de opinión. En segundo lugar está la etapa de apertura, en la que se establecen los puntos de vista formales y materiales de la discusión. En tercer lugar está la etapa de argumentación, en la que se presentan argumentos para responder a las (presuntas) críticas. En cuarto lugar está la etapa de conclusión, en la que se determina el resultado de la discusión.

En la teoría pragma-dialéctica los criterios de razonabilidad que autorizan la realización de actos verbales en cada una de las cuatro etapas los hemos descrito como reglas para una discusión crítica (Van Eemeren y Grootendorst, 2004, pp. 135-157). Juntas, tales reglas constituyen un procedimiento dialéctico para realizar actos verbales en discursos argumentativos. Para resolver una diferencia de opinión con base en los méritos de los argumentos presentados, los actos verbales realizados por el protagonista y el antagonista del punto de vista en disputa deben satisfacer en cada etapa todas las reglas. Cualquier violación de cualquiera de las reglas por cualquiera de las partes en cualquier etapa de la discusión frustra u obstaculiza el proceso de resolver una diferencia de opinión con base en los argumentos. Grootendorst y yo propusimos, por tanto, que toda jugada argumentativa en la que esto ocurre debe considerarse una “falacia” en este sentido.9 Para propósitos prácticos “tradujimos” las reglas de discusión crítica, motivadas por la teoría, y por tanto más bien técnicas, en un mayormente manejable “código de conducta” para discutidores razonables (Van Eemeren y Grootendorst, 2004, pp. 123-157).

En el desarrollo de la dimensión dialéctica del modelo de discusión crítica y el código de conducta para discutidores razonables nos inspiraron las ideas del racionalismo crítico propuestas por Karl Popper (1963, 1972) y más particularmente por Hans Albert (1975). La lógica dialógica de la Escuela de Erlangen y la dialéctica formal de Else Barth y Erik Krabbe nos estimularon para dar substancia a esta dimensión mediante un ­procedimiento ­dialéctico de reglas de discusión crítica. La dimensión pragmática que distingue nuestro enfoque claramente de otros enfoques dialécticos se conformó con base en (nuestras versiones corregidas de) ideas de la “filosofía del lenguaje ordinario” y el análisis del discurso, en particular las relacionadas con la teoría de actos verbales de John Searle (1969, 1979) y la lógica de la conversación de Paul Grice (1975, 1978, 1981; reimpresos ahora en Grice, 1989). Nuestro tratamiento de las falacias como violaciones de reglas propias de las diversas etapas de una discusión crítica constituye una respuesta constructiva al desafío planteado por las devastadoras críticas de Charles Hamblin (1970) al “tratamiento lógico estándar” de las falacias.10

3. Consolidación de la teoría estándar

Por considerarse evidentes por sí mismas, y a veces por razones menos honorables, hay ciertos elementos indispensables del proceso resolutorio que en el discurso argumentativo suelen dejarse sin expresar: la definición de la diferencia de opinión, los puntos de vista procedimentales y materiales, las relaciones entre los diferentes argumentos ofrecidos en defensa de un punto de vista (es decir, la estructura de la argumentación) y la manera en que se supone que cada uno de tales argumentos apoya el punto de vista en disputa (es decir, los esquemas argumentales). Más particularmente, en una argumentación que a primera vista es parte de un monólogo, algunos de estos elementos se suelen ocultar en el discurso y necesitan recobrarse mediante un análisis reconstructivo en que el modelo de discusión crítica sirve como herramienta heurística y analítica. En esta ­empresa el modelo constituye una “plantilla” que puede servir como punto de referencia y asegura que el discurso se reconstruya en términos de jugadas argumentativas relevantes para resolver una diferencia de opinión con base en los méritos de los argumentos presentados. Esta reconstrucción ha de desembocar en una “sinopsis analítica” que destaca aquellos, y sólo aquellos, elementos en el discurso que sean pertinentes para una evaluación crítica.

Como aclaré una vez que se completó la teoría estándar, una reconstrucción pragma-dialéctica del discurso argumentativo puede tener lugar llevando a cabo diversos tipos de transformaciones reconstructivas (Van Eemeren, 1986).11 La sinopsis analítica que se logra al llevar a cabo tales transformaciones necesita rastrear todas las etapas de discusión, recapitular la diferencia de opinión en disputa, identificar las posiciones de los participantes así como las premisas procedimentales y materiales que sirven como puntos de partida de la discusión, dar una visión de conjunto de los argumentos y críticas explícita o implícitamente presentados por las partes, indicar cuáles esquemas argumentales se usan y qué estructura de la argumentación se ha desplegado, y reportar cuál es, de acuerdo con los participantes, el resultado de la discusión. Para que un analista pueda obtener este resultado, necesitamos desarrollar las herramientas analíticas requeridas, tales como un método para hacer explícitas las premisas ­inexpresas, así como tipologías de las estructuras de argumentación y los esquemas argumentales. Esto fue lo que hicimos en nuestra monografía Argumentation, Communication, and Fallacies (Van Eemeren y Grootendorst, 1992).12

Entre las herramientas analíticas desarrolladas en pragma-dialéctica para reconstruir el discurso argumentativo en términos del modelo de una discusión crítica están las reglas de comunicación (Van Eemeren y Grootendorst, 1992, pp. 49-52). Estas reglas se basan en integrar, por un lado, una versión corregida de las condiciones de Searle para la feliz realización de actos verbales en la comunicación y, por otro lado, una versión corregida de las máximas de Grice para la conducción de interacciones verbales. En aquellos casos donde podemos asumir que los principios generales de comunicación e interacción no se han abandonado, el analista ha de empeñarse —al igual que hacen los escuchas o lectores ordinarios— por reconstruir los actos verbales implícitos en los que estas reglas parecen violarse, y ha de hacerlo de forma que se ponga remedio a tal violación y haya acuerdo entre el acto verbal reconstruido y todas las reglas de comunicación. Si seguimos ese procedimiento, entonces podemos reconstruir los actos verbales indirectos y las premisas inexpresas que parecieran violar las reglas de comunicación cuando se interpretan literalmente las enunciaciones que transmiten aquellos y estas (Van Eemeren y Grootendorst, 1992, pp. 52-59; 60-72).

Para rastrear la conexión de la pragma-dialéctica con la realidad argumentativa se requiere de investigación empírica. La investigación empírica cualitativa realizada hasta hoy se ha ­enfocado primariamente en la manera en que las jugadas argumentativas que son relevantes para una discusión crítica se manifiestan en la realidad argumentativa, así como en las claves que el modo de presentación revela para su reconstrucción (Van Eemeren et al., 1993). Para mejorar nuestra comprensión pragmática en torno a cómo cumplir el requerimiento de que la reconstrucción de jugadas argumentativas esté de acuerdo con los compromisos que pueden atribuirse a los argumentadores involucrados sobre la base de sus contribuciones al discurso, también llevamos a cabo investigación empírica cualitativa acerca de la manera en que se conduce el discurso argumentativo oral y escrito en prácticas argumentativas específicas. Fue por ejemplo revelada la existencia de un patrón estándar de confrontación; Rob Grootendorst, Sally Jackson, Scott Jacobs y yo mostramos que esta investigación nos permite hacer afirmaciones teóricamente pertinentes y empíricamente fundadas sobre el contenido, función y estructura de intercambios argumentativos (Van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs, 1993).

En el proyecto sobre indicadores, Peter Houtlosser, Francisca Snoeck Henkemans y yo nos propusimos examinar las claves para reconstruir sistemáticamente las jugadas argumentativas mediante investigación empírica cualitativa (Van Eemeren, Houtlosser y Snoeck Henkemans, 2007). Nuestras metas centrales fueron identificar palabras y expresiones que usan los argumentadores para indicar las funciones de las diversas jugadas que se hacen en un discurso argumentativo, clasificar esas jugadas de acuerdo con las funciones argumentativas que pueden tener en las diversas etapas del proceso resolutorio y determinar bajo qué condiciones cumplen esas funciones. Los indicadores de las funciones de las jugadas argumentativas que examinamos incluyen la manera en que se presentan las jugadas, la manera en que la otra parte reacciona a ellas y la manera en que la primera parte responde ante esas reacciones.

En el proyecto sobre indicadores hicimos uso de “perfiles dialécticos” que especifican los tipos de jugada que pueden ser instrumentos para la realización de tareas específicas de los discutidores en un punto particular de la discusión y las “rutas ­dialécticas” en que se incluyen tales jugadas.13 Las rutas dialécticas son especificaciones de las diversas series de jugadas analíticamente relevantes que pueden hacerse en tal o cual parte del intercambio argumentativo que exhibe el perfil dialéctico. Tomando los perfiles dialécticos relevantes como nuestro punto de partida, examinamos sistemáticamente las maneras en que las jugadas argumentativas se realizan en la realidad argumentativa.

Para establecer la conexión necesaria entre la teoría pragma-dialéctica y la realidad argumentativa, los pragma-dialécicos nos hemos dedicado desde mediados de la década de 1980 a la investigación empírica cuantitativa, con carácter experimental, concentrándonos inicialmente en hasta dónde en la realidad ­argumentativa hay factores propios de la presentación que facilitan o dificultan el reconocimiento de las jugadas argumentativas (por ejemplo, Van Eemeren, Grootendorst y Meuffels, 1984, 1989; Van Eemeren, Meuffels y Verburg, 2000). Nos enfocamos particularmente en rastrear reglas generales, rutinas y tendencias en la manera en que los argumentadores ordinarios identifican y evalúan las jugadas argumentativas. Después examinamos también las claves que el contexto proporciona para reconocer la argumentación indirecta. Juntos, los resultados de estos proyectos de investigación nos permitieron comprender a fondo el procesamiento real del discurso argumentativo, lo cual es necesario para dar una perspectiva realista al ideal crítico de la pragma-dialéctica y para desarrollar métodos adecuados con los cuales mejorar las prácticas argumentativas. Los resultados pueden también aplicarse, en el análisis del discurso argumentativo, para justificar las reconstrucciones analíticas que se hicieren.

A fin de determinar la validez intersubjetiva de los criterios pragma-dialécticos para una discusión crítica, se llevó a cabo un amplio proyecto de investigación bajo el nombre de “Concepciones de lo razonable”, en el que Bart Garssen, Bert Meuffels y yo concentramos nuestros esfuerzos por más de diez años en capturar la manera en que los argumentadores ordinarios evalúan las jugadas argumentativas. Esta investigación ha resultado en la exhaustiva monografía Fallacies and Judgments of Reasonableness (Falacias y juicios de razonabilidad, Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2009) [no traducida aún al español]. Este estudio reporta aproximadamente cincuenta experimentos en los que presentamos a los participantes diversos fragmentos de discusión, construidos especialmente para el experimento, y en los cuales había a veces jugadas falaces y a veces jugadas no falaces de acuerdo con la teoría, y les pedimos que juzgaran si la última jugada argumentativa en cada fragmento era o no era razonable. Se examinaron diferentes tipos de falacia en el sentido de violaciones de las reglas de discusión crítica hechas a todo lo largo de las cuatro etapas de tal discusión.14 El propósito general de los tests era verificar hasta dónde los argumentadores ordinarios juzgan lo razonable de jugadas argumentativas de acuerdo con normas que corresponden a las expresadas en las reglas de discusión crítica. Con base en los impresionantemente consistentes resultados puede concluirse que, una y otra vez, los argumentadores ordinarios juzgan que las falacias que incluimos en los tests son jugadas no razonables en una discusión; y también que las argumentaciones no falaces con las que aquellas estaban en contraste eran vistas como razonables o incluso muy razonables.

Para responder a la pregunta de en qué sentido los resultados de este proyecto empírico son indicio del grado de validez intersubjetiva de las reglas de discusión correspondientes a la etapa de confrontación, la etapa de apertura, la etapa de argumentación y la etapa de conclusión que eran nuestro objeto de investigación, hicimos uso de la noción cuantitativa de tamaño del efecto, que indica con cuánta fuerza los participantes en el experimento discriminan entre lo no razonable o lo razonable de una cierta falacia frente a su contraparte no falaz. A mayor sea el tamaño del efecto, más fuerte es la discriminación, y a menor el primero, más débil la segunda. Hablando relativamente: a mayor el tamaño del efecto, más se prueba la pretensión de validez intersubjetiva. Las conclusiones globales que pueden deducirse de los tamaños del efecto en este proyecto de investigación son que, hablando en términos generales, las reglas de discusión crítica son en alto grado intersubjetivamente válidas y que las diferencias en cuanto al grado de validez intersubjetiva entre una regla y otra no son para nada espectaculares (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2009, pp. 222-224). La conclusión general es, pues, que todos los datos obtenidos indican que las normas que usan los argumentadores ordinarios cuando juzgan lo razonable de las contribuciones a la discusión se corresponden bastante bien con los criterios pragma-dialécticos para una discusión crítica. Sobre la base de esta evidencia indirecta, podemos afirmar que dichas reglas son convencionalmente válidas, tanto cada una de manera individual como juntas en grupo.

4. La teoría pragma-dialéctica extendida

Una vez que la teoría estándar se hubo consolidado mediante el desarrollo de las herramientas analíticas requeridas y mediante el establecimiento de conexiones claras con la realidad argumentativa a través de la investigación empírica, tanto cualitativa como cuantitativa, la investigación pragma-dialéctica ha pasado de modelo ideal de una discusión crítica a las manifestaciones concretas de las multiformes prácticas del discurso argumentativo. A fines del siglo XX me propuse fortalecer la conexión con la realidad argumentativa de una manera nueva y fundamental al dar cuenta, dentro de la teoría, del “diseño estratégico” del discurso argumentativo (Van Eemeren, 2010). El propósito de incluir una faceta novedosa pero inexplorada del discurso ­argumentativo en la teorización pragma-dialéctica era extender las herramientas analíticas y evaluativas de forma tal que se pudieran ofrecer reconstrucciones más profundas y evaluaciones más realistas del discurso argumentativo, y al mismo tiempo dar cuenta más completa de unas y otras.15

Considerando que para explicar el diseño estratégico del discurso argumentativo, junto a la dimensión dialéctica de razonabilidad característica de la teoría estándar, había que incorporar a la teoría la dimensión retórica de efectividad, invité a mi ­exalumno Peter Houtlosser a unirse al proyecto sobre “maniobrar estratégico” (Van Eemeren y Houtlosser, 2002b). Como punto de partida tomamos el “predicamento argumentativo” en el que se encuentra cualquiera de nosotros en el discurso argumentativo de la vida real, a saber, que en cada jugada argumentativa el intento de ser efectivos necesita ir siempre de la mano de seguir siendo razonables. Al hacer una jugada argumentativa, un argumentador busca lograr el efecto de que la audiencia acepte lo que dice al tiempo que mantiene su compromiso de ser razonable, tal como lo definen las reglas de discusión crítica. Debido a la tensión inherente en la búsqueda simultánea de estos dos objetivos, pensamos que se requiere “maniobrar estratégicamente” para mantener el equilibrio. En caso de que, buscando ser efectivos, los argumentadores descuiden su compromiso de ser razonables y violen una o más reglas de discusión crítica, su maniobrar estratégico se “descarrilará” y resultará falaz (Van Eemeren, 2010, p. 198).

Adoptar la noción teórica de maniobrar estratégico significa añadir una dimensión retórica al marco teórico de la pragma-dialéctica. A fin de remediar la completa separación entre los enfoques dialéctico y retórico al discurso argumentativo que se efectuó en el siglo XVII, debe cerrarse la brecha conceptual y comunicativa que existe entre las dos diferentes comunidades de investigación involucradas (Van Eemeren y Houtlosser, 2002b, pp. 136-138; Van Eemeren, 2013). Peter Houtlosser y yo pensamos que las perspectivas retórica y dialéctica no son incompatibles e incluso pueden ser complementarias. Desde nuestro punto de vista, que en este aspecto se opone a ambas tradiciones, la dialéctica y la retórica, el ser efectivos retóricamente en el discurso argumentativo solamente vale la pena si la efectividad en cuestión se logra dentro de los límites de la razonabilidad dialéctica; y al contrario: proponer, en teoría de la argumentación, criterios dialécticos de lo que es razonable solamente tiene significado práctico si se combina con un examen de la aplicabilidad de las herramientas retóricas para lograr efectividad. Por ello es que pensamos que el futuro de la teoría de la argumentación residirá en una integración constructiva de las perspectivas dialéctica y retórica (Van Eemeren, 2010, pp. 87-92). En esta empresa la ­noción de maniobrar estratégico es la herramienta teórica primaria en pragma-dialéctica.16

5. Investigación empírica de la efectividad razonable

El introducir la noción teórica de maniobrar estratégico dentro de la teoría pragma-dialéctica extendida ha abierto nuevas áreas de investigación empírica. En un nuevo y abarcador proyecto de investigación sobre “falacias ocultas”, Bart Garssen, Bert Meuffels y yo hemos comenzado en 2010 con una serie de experimentos acerca de la relación que la búsqueda, por parte de los argumentadores, de efectividad retórica guarda con su cumplimiento de los criterios dialécticos de lo que es razonable. En nuestro artículo “Efectividad mediante razonabilidad” [o “Efectividad razonable”, véase nota 7] formulamos tres hipótesis teóricamente motivadas que son vitales a la hora de lanzar este tipo de investigación empírica (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2012a).17 Hemos también mostrado que las tres se ven apoyadas fuertemente por datos empíricos pertinentes.

(1) Puesto que saben cuáles contribuciones a la discusión deben considerarse razonables y cuáles no, los argumentadores ordinarios son en alguna medida conscientes de lo que implican sus obligaciones dialécticas. Si no fueran conscientes de ningún criterio de lo que es razonable, entonces no habría una relación racional entre tratar de ser efectivos y seguir siendo razonables en su maniobrar estratégico. Al emitir sus juicios sobre lo que es razonable, los argumentadores ordinarios prueban en los hechos que utilizan criterios en fuerte correspondencia con las normas incorporadas en las reglas de discusión crítica (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2009, p. 206). El hecho de que se comprometan a criterios de razonabilidad equivalentes a los criterios pragma-dialécticos hace posible dar un contenido más claro de lo que significa para ellos ser razonable.

(2) Los argumentadores ordinarios asumen que en principio la otra parte en una discusión se comprometerá al mismo tipo de obligaciones dialécticas que ellos. Si no partiesen de este supuesto, no tendría sentido para ellos apelar a los criterios de lo que es razonable ofreciendo argumentación que justifique sus puntos de vista. El hecho de que asuman que hay criterios compartidos de razonabilidad hace posible que conecten los criterios de ­razonabilidad propios con su búsqueda de efectividad de cara a la otra parte.

(3) Los argumentadores ordinarios prefieren —y asumen que sus interlocutores también prefieren— que las contribuciones a la discusión que no cumplen los criterios de razonabilidad supuestamente compartidos sean consideradas como no razonables y que quienes lesionan esos criterios sean llamados a cuentas por no ser razonables. Si no quisiesen que los criterios vigentes fueran respetados, sus afanes argumentativos no tendrían sentido. El que los argumentadores otorguen un significado prescriptivo al ser razonables cuando se participa en prácticas argumentativas, y el que esperen que sus interlocutores hagan otro tanto, permite que interpretemos el vínculo entre ser razonable y ser efectivo de forma que podamos esperar que el ser razonables en principio conduzca a ser efectivos, incluso si en una particular práctica comunicativa (o en ciertos tipos de prácticas comunicativas) ser razonable no puede ser el único factor (o ni siquiera el de mayor influencia) para lograr efectividad. Correlativamente, si no somos razonables o no lo suficiente, entonces hay que esperar que no seamos tampoco tan efectivos.

Con estas consideraciones como telón de fondo, concluimos que tiene sentido para nosotros, como teóricos de la argumentación, el ponernos a examinar empíricamente cuál es la relación entre ser razonable y ser efectivo, cubriendo todas las etapas del proceso resolutorio y tomando en cuenta todos los aspectos del maniobrar estratégico. En esta investigación empírica, definimos una jugada argumentativa como efectiva si y sólo si realiza el efecto (perlocutivo) “inherente” a la interacción que convencionalmente se busca cuando se lleva a cabo el acto verbal por el que hacemos tal jugada argumentativa (Van Eemeren y Grootendorst, 1984, pp. 24-29). Para servir sus propósitos óptimamente, la investigación pragma-dialéctica sobre efectividad se concentra en la búsqueda de efectos deseados y externalizables que el maniobrar estratégico tiene sobre el estado de los compromisos dialécticos del destinatario.18 Se enfoca ante todo en los efectos logrados por medios razonables que, comenzando con la comprensión adecuada de la razón de ser funcional de las jugadas argumentativas, dependen de consideraciones racionales por parte del destinatario.19 El que dirijamos la investigación por este camino va de la mano con nuestra idea de que ser razonables es condición necesaria de ser convincentes, lo cual es la versión racional de ser persuasivos (Van Eemeren y Grootendorst, 1984, p. 48).

A la luz de este hallazgo —a saber, que las jugadas argumentativas que son falaces desde la perspectiva de la teoría de la argumentación son también vistas como no razonables por los usuarios del lenguaje ordinario— podría llamar la atención que, cuando tales jugadas ocurren en el discurso argumentativo, las falacias en muchas ocasiones escapan a la atención de los participantes. Un ejemplo notable de falacia que fácilmente pasa desapercibida es la “variante abusiva” del argumentum ad hominem. Puestos a calificar si casos claros de esta falacia en una situación experimental son o no razonables, los argumentadores ordinarios juzgan, por abrumadora mayoría, que el uso de esta falacia es una jugada muy poco razonable en una discusión (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2009, p. 206). Sin embargo, en el discurso argumentativo de la vida real, esta falacia no es detectada en muchísimos casos. Es menester explicar una discrepancia tan llamativa.

En el artículo “The disguised abusive ad hominem empirically investigated”, Garssen, Meuffels y yo argüimos que en ciertos casos el ad hominem abusivo puede analizarse como un modo de maniobrar estratégico en que esta falacia adopta una apariencia razonable porque imita las reacciones críticas legítimas ante la argumentación de autoridad (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2012b). Cuando coargumentadores se presentan incorrectamente como expertos en un cierto campo, o pretenden ser dignos de crédito cuando de hecho no lo son, atacarlos personalmente en ese punto es una jugada perfectamente legítima y razonable. Como consecuencia, de ocurrir casos especiales como este, puede no ser inmediatamente claro si un ataque personal deba verse como una crítica razonable o más bien como una jugada ad hominem falaz. En dos experimentos hemos puesto sistemáticamente a prueba la hipótesis de que los ataques ad hominem abusivos son vistos como substancialmente no tan poco razonables cuando se los presenta como si fuesen reacciones críticas a una argumentación de autoridad en que la persona atacada se exhibe incorrectamente como experta. La hipótesis se confirmó en ambos experimentos.20

6. Tomar en cuenta el contexto institucional del discurso argumentativo

El maniobrar estratégico no forma parte de una discusión crítica idealizada, sino de prácticas comunicativas multiformes que se han desarrollado en la realidad argumentativa. Por ello es que en la pragma-dialéctica extendida es necesario dar cuenta cabal del macro-contexto constituido por el ambiente institucional de las prácticas comunicativas en que tiene lugar el discurso argumentativo de que se trate.21 Para ello pusimos nuestro tratamiento del maniobrar estratégico en el discurso argumentativo en relación inmediata con los “tipos de actividad comunicativa” que se han establecido en los diversos dominios comunicativos en respuesta a las exigencias institucionales de cada dominio. Estos tipos de actividad comunicativa han sido convencionalizados de acuerdo con las necesidades del macro-contexto institucional en cuestión (Van Eemeren, 2010, pp. 129-162).22

Es mediante el uso de “géneros” apropiados de actividad comunicativa,23 los cuales van desde la adjudicación y la deliberación hasta la disputa, que los tipos de actividad comunicativa son diseñados con el fin de realizar su razón de ser: el “propósito [point] institucional” que refleja aquella exigencia; para responder a la cual ha surgido el tipo de actividad, por ejemplo, en el caso del debate parlamentario, el que se logre un buen apoyo para una decisión acerca de una propuesta política. Para complicar las cosas, en ciertos tipos de actividad comunicativa, la realización de su propósito institucional puede requerir que se activen juntos varios géneros de actividad comunicativa convencionalizada. Así, en una entrevista política, por ejemplo, encontramos que la deliberación se combina prototípicamente con la diseminación de información, todo ello para poder realizar el propósito institucional de ilustrar al auditorio o a los lectores (Van Eemeren, 2015).

La manera en que los tipos de actividad comunicativa se convencionalizan a fin de realizar su propósito institucional puede ser explícita y estar altamente formalizada mediante reglas constitutivas y regulativas, como es habitual, por ejemplo, en la adjudicación dentro del dominio legal. Por otro lado, la convencionalización puede permanecer en parte implícita y ­formalizarse en menor grado mediante una suerte de reglas vagas, como suele ser el caso de la deliberación dentro del dominio político. Finalmente, la convencionalización puede llegar a ser del todo informal y reflejarse simplemente en ciertas prácticas establecidas, como es costumbre en el dominio interpersonal cuando dos seres humanos tratan de unirse compartiendo cosas personales.

El siguiente paso que tuvimos que dar fue el de explorar las consecuencias que participar en un tipo comunicativo particular tiene para la conducción del discurso argumentativo.24 El modelo ideal de una discusión crítica puede ser un instrumento para caracterizar las maneras particulares en que, dependiendo de los requerimientos institucionales específicos que deben cumplirse para realizar sus propósitos institucionales, se llena de contenido la dimensión argumentativa dentro de cada tipo de actividad comunicativa. Si tomamos las cuatro etapas de una discusión crítica como punto de partida, podemos identificar cuatro puntos focales que necesitan tomarse en cuenta al caracterizar argumentativamente un tipo de actividad comunicativa. Se trata de contrapartes empíricas para cada una de las cuatro etapas en el marco de un discurso argumentativo contextualizado: la situación inicial, que corresponde a la etapa de confrontación; los puntos de partida, que corresponde a la etapa de apertura; los medios argumentativos y las críticas, que corresponden a la etapa de argumentación; y el resultado, que corresponde a la etapa de conclusión.25 Partir de tal división nos ayuda a determinar de qué manera exacta las etapas constitutivas del proceso de resolver una diferencia de opinión con base en los méritos argumentales se ven representadas en un tipo de actividad comunicativa.

Según el tipo de actividad comunicativa, se imponen restricciones extrínsecas a las posibilidades que tengamos de maniobrar estratégicamente. Por ello, a la hora de analizar y evaluar el maniobrar estratégico necesitamos tomar en cuenta el propósito institucional y la convencionalización del tipo de actividad ­comunicativa en que tenga lugar el discurso argumentativo. El propósito institucional y la convencionalización determinan juntos las “precondiciones institucionales” del maniobrar estratégico dentro un tipo de actividad comunicativa particular.26 Dado que una caracterización argumentativa del tipo de actividad comunicativa, en términos de las contrapartes empíricas de una discusión crítica, aclara la manera en que el discurso argumentativo se ha convencionalizado en servicio del propósito institucional del tipo de actividad, esta caracterización proporciona un punto de partida apropiado para rastrear metódicamente las maneras en que las posibilidades que tengamos de maniobrar estratégicamente se ven afectadas por el tipo de actividad ­comunicativa.

Como lo indica su convencionalización, dentro de un tipo de actividad comunicativa particular hay ciertos modos de maniobrar estratégicamente que se considerarán apropiados —o no apropiados, según sea el caso— para realizar el propósito institucional del tipo de actividad. Para los diversos tipos de actividad comunicativa, el rango de posibilidades de maniobrar estratégicamente puede variar en cada una de las contrapartes empíricas de las etapas de una discusión crítica. En algunos tipos de actividad comunicativa, por ejemplo, a los participantes se les dejará más espacio libre que en otros para que definan la situación inicial de acuerdo con sus propias preferencias. Parecida diversidad podemos encontrar con respecto a hasta dónde podemos elegir los puntos de partida procedimentales y materiales, los medios argumentativos y tipos de crítica, o bien los resultados del intercambio argumentativo. En cada caso particular los tres aspectos del maniobrar estratégico pueden verse afectados por la necesidad de cumplir con las precondiciones institucionales propias del tipo de actividad comunicativa de que se trate (Van Eemeren, 2010: 93-127). Puede haber restricciones bien sobre la elección de tópicos aceptables, bien sobre la adaptación a la demanda del auditorio que se considera apropiada, bien sobre los dispositivos de presentación que se permitan. Aunque en principio estas restricciones limitan el maniobrar estratégico, habrá casos en que al mismo tiempo también se produzcan oportunidades especiales para maniobrar estratégicamente.

7. Precondiciones institucionales para el maniobrar estratégico y patrones argumentativos

Tras incluir el maniobrar estratégico en la pragma-dialéctica extendida incorporamos la dimensión contextual de los tipos de actividad comunicativa a la teoría, con el fin de fortalecer aun más el vínculo entre la teoría y el estudio de la realidad comunicativa. En nuestro examen de las prácticas comunicativas nos hemos concentrado por razones prácticas en cuatro dominios comunicativos: (1) el dominio jurídico, que suele verse como el terreno de prueba de toda teoría sobre la argumentación y que ha sido el punto focal de la investigación pragma-dialéctica desde la década de 1980; (2) el dominio político, que es vital para el uso de argumentación en la vida pública y central a la hora de despertar el interés de los legos por la teoría de la argumentación; (3) el dominio médico, que de la toma paternalista de decisiones por parte de los médicos ha transitado recientemente a la búsqueda del consentimiento informado basado en la argumentación; (4) el dominio académico, que está permeado por argumentación que a menudo, e incorrectamente, es considerada desde fuera como no problemática. Las metas generales de nuestra investigación son en todos los casos: (1) descubrir de qué maneras en tipos de actividad comunicativa específica las posibilidades de maniobrar estratégicamente se ven constreñidas por precondiciones institucionales; (2) detectar cuáles patrones argumentativos de puntos de vista, estructuras argumentativas y esquemas argumentales se ven estereotípicamente activados en la realización del propósito institucional de tipos de actividad comunicativa específica en concordancia con las precondiciones institucionales.

Es característico del dominio jurídico que sus prácticas comunicativas se hayan en gran medida convencionalizado. Los puntos de vista procedimentales y materiales que definen la contraparte legal de la etapa de apertura de una discusión crítica están en general determinadas en gran medida por las instituciones, en vez de que sea la deliberación mutua de las partes lo que las determine. Para identificar las restricciones específicas al maniobrar estratégico en esos tipos de actividad comunicativa, un pragma-dialéctico examina primero cómo caracterizarlos argumentativamente. Después intenta establecer cómo, en los diversos tipos de práctica legal, ocurre que las partes involucradas, incluyendo al juez, operan para conducir su discurso argumentativo y qué margen de libertad tienen para maniobrar estratégicamente (Feteris, 2009).

La investigación pragma-dialéctica acerca del dominio político inició con mi discusión del papel de la argumentación en la democracia (Van Eemeren, 2002). En 2009, comencé un proyecto amplio de investigación con Bert Garssen para examinar las precondiciones institucionales para maniobrar estratégicamente en intercambios argumentativos al interior del Parlamento Europeo. Hasta ahora nos hemos concentrado ante todo en el impacto de una precondición secundaria a la que llamamos “el predicamento europeo”: la convención, impuesta tácitamente a los miembros del parlamento, que supone que deben servir a la causa europea al mismo tiempo que satisfacen a sus electorados protegiendo los intereses nacionales de sus países de origen (Van Eemeren y Garssen, 2010, 2011).27

Un amplio proyecto de Houtlosser y mío acerca de la influencia de las precondiciones institucionales sobre maniobras estratégicas de confrontación en el dominio político ha sido llevado a cabo por un equipo de investigadores. El fin de Yvon Tonnard (2011) fue dar cuenta de las tácticas de presentación que los políticos pueden usar para que los temas prioritarios de sus partidos se discutan en el debate parlamentario holandés cuando resulta que tales temas no están en la agenda. Dima Mohammed (2009) examinó las respuestas que los miembros de la oposición hacen en la “hora de las preguntas al primer ministro” en la Cámara británica de los Comunes. Corina Andone (2013) se planteó dar una explicación argumentativa de la forma en que los políticos reaccionan en las entrevistas cuando el entrevistador los acusa de haber adoptado una postura inconsistente con puntos de vista ofrecidos anteriormente. En un proyecto relacionado, enfocado esta vez a la cuestión de cómo es que las condiciones contextuales de los foros de discusión política en internet afectan la manera en que los participantes reaccionan críticamente, Marcin Lewinski (2010) examinó la manera en que las tecnologías en línea crean nuevas posibilidades para el debate público.

En el dominio médico también ocurre que el maniobrar estratégico debe cumplir con las convenciones institucionales (Snoeck Henkemans, 2011). Los médicos tienen la obligación de aclararles a los pacientes que van a consultarlos que su juicio y sus consejos son sólidos; pero el hecho de que en general doctores y pacientes difieren considerablemente en conocimiento y experiencia médica es una precondición institucional que los doctores necesitan tomar en cuenta en su maniobrar estratégico, por ejemplo cuando aplican su autoridad (Labrie, 2012; Pilgram, 2015).28 La relación entre maniobrar estratégico y precondiciones institucionales se ha examinado también para el caso de los “prospectos y folletos de salubridad”, cuyo fin es lograr que el auditorio al que se dirigen coma menos, haga más ejercicio o realice otras cosas que promueven la buena salud (Van Poppel, 2013); otro tanto se ha hecho, concentrándose también en la argumentación de autoridad, con los anuncios que —sobre todo en Estados Unidos— promueven medicamentos (Wierda, 2015).

La investigación pragma-dialéctica dirigida a determinar las precondiciones institucionales que un contexto académico impone al maniobrar estratégico que tiene lugar en el discurso argumentativo está todavía en pañales. En un primer esfuerzo por adaptar los instrumentos teóricos para implementarlos en este tipo de investigación, Wagemans (2011) propone herramientas para reconstruir y evaluar la argumentación que parte de la opinión de expertos.

Los tipos de actividad comunicativa que han surgido en los diversos dominios comunicativos para cumplir con las exigencias del macro-contexto institucional giran en torno a diferentes tipos de diferencia de opinión, y los tipos de punto de vista en disputa varían desde puntos de vista evaluativos y prescriptivos hasta puntos de vista descriptivos e híbridos que combinan elementos evaluativos y descriptivos. En combinación con los puntos de partida específicos que caracterizan un tipo o un clúster de tipos de actividad comunicativa, las características específicas de la situación inicial llevarán tanto a clases específicas de intercambios argumentativos en la contraparte empírica de la etapa de argumentación de una discusión crítica, como a clases específicas de resultados.

Las diferencias entre las clases de intercambios argumentativos que se desarrollan o es probable se desarrollen en los diversos tipos de actividad comunicativa no son causadas solamente por las diferencias entre tal o cual clase de opinión a la que responden, a los tipos de puntos de vista que están en disputa y a los puntos de vista procedimentales y materiales que se usan. Son causadas también por los requerimientos específicos propios de tal o cual dominio comunicativo, requerimientos que atañen a la manera en que ha de tener lugar el intercambio entre argumentación y crítica, así como a las clases de resultados que han de alcanzarse. Dependiendo de las preguntas críticas propias de cada tipo de esquema argumental empleado en la argumentación principal en apoyo del punto de vista en disputa, es necesario anticipar y responder a clases específicas de reacciones críticas dentro de los intercambios argumentativos que tienen lugar en tal o cual tipo de actividad comunicativa.

Al conducir un intercambio argumentativo, se supone que los argumentadores tomarán en cuenta las precondiciones institucionales del tipo comunicativo y las reacciones críticas que son pertinentes cuando se usa tal o cual esquema argumental. Hacerlo resultará en la creación de lo que he llamado un patrón argumentativo específico en el discurso (Van Eemeren, 2015). Tal patrón argumentativo se caracteriza por una constelación de jugadas argumentativas en las que, a fin de hacerse cargo de una clase particular de diferencia de opinión, y para defender un tipo particular de punto de vista, se utiliza un esquema argumental particular o una combinación de tales esquemas, dentro de una argumentación que tiene una clase particular de estructura.

Aunque algunos patrones argumentativos que ocurren pueden ser accidentales, hay ciertos patrones argumentativos que pueden ser típicos de la manera en que el discurso argumentativo se conduce en general dentro de un tipo específico de actividad comunicativa o un clúster de tipos. Este es el caso, en principio, de cuando el patrón argumentativo de que se trata está inmediatamente vinculado con las precondiciones institucionales del maniobrar estratégico propias del tipo de actividad comunicativa que se esté examinando. Tales patrones argumentativos “estereotípicos”, cuya existencia puede explicarse por las condiciones vigentes en los tipos de actividad comunicativa en que ocurren (Van Eemeren y Garssen, 2014), tienen un interés especial para el investigador en pragma-dialéctica que se enfoque en determinar la dependencia respecto del contexto que tiene el discurso argumentativo.29 Los patrones argumentativos estereotípicos por los que se interesa un pragma-dialéctico resultan de usar modos de maniobrar estratégicamente que sirven para alcanzar el propósito institucional de acuerdo con las precondiciones institucionales de un cierto tipo de actividad comunicativa y para responder a las preguntas críticas específicas que son pertinentes a la luz de las convenciones institucionales del tipo de actividad comunicativa.

En la práctica, puede haber diversos patrones argumentativos que son estereotípicos de tal o cual tipo particular de actividad comunicativa. Algunos de estos patrones argumentativos pueden ocurrir con mayor frecuencia que otros y en casos específicos un patrón puede ser dominante. La investigación pragma-dialéctica sobre el maniobrar estratégico apunta actualmente a la detección de patrones argumentativos que emergen como consecuencia de aquellas precondiciones institucionales para el maniobrar estratégico que son estereotípicas de las diversas clases de prácticas argumentativas en los dominios jurídico, político, médico y académico. Al descubrir tales patrones argumentativos funcionales que ocurren en la realidad argumentativa mediante investigación empírica cualitativa, los investigadores pueden hacer uso de los diversos instrumentos teóricos desarrollados en la pragma-dialéctica, tales como tipologías de puntos de vista, diferencias de opinión, esquemas argumentales y estructuras de argumentación (Van Eemeren y Grootendorst, 1992). Los patrones argumentativos que se manifiestan en ­constelaciones específicas de jugadas argumentativas se describen en términos de las categorías que tales tipologías distinguen.

En la investigación empírica cualitativa sobre patrones argumentativos estereotípicos que hemos llevado a cabo Corina Andone, Eveline Feteris, Bart Garssen, Francisca Snoeck Henkemans, Jean Wagemans y yo, se identifican patrones argumentativos que son funcionales en tipos específicos de actividad comunicativa dentro de los dominios jurídico, político, médico y académico, y se hace claro cómo y por qué ocurren. Esta investigación cualitativa será seguida más tarde por investigación empírica cuantitativa de corpora representativos del discurso argumentativo en los que determinemos las frecuencias con que ocurren los diversos patrones argumentativos estereotípicos y hagamos comparaciones entre los varios tipos y dominios de actividad comunicativa. Documentar la diversificación institucional de las prácticas argumentativas de esta manera sistemática proporciona una comprensión basada empíricamente en la proliferación de prácticas argumentativas. Prepara también el camino para una explicación de la relación entre dependencia e independencia del contexto que tiene el discurso argumentativo que resulte más completa que la que han dado otros teóricos de la argumentación (por ejemplo, Toulmin, 2003).



1 Cuando elegimos la argumentación como nuestro tema de investigación, lo que de hecho nos motivaba era el deseo de dedicarnos a una empresa académica que superara los (en ese entonces) estrechos límites disciplinarios de la lingüística (Van Eemeren) y la comunicación verbal (Grootendorst), así como nuestro común interés en estimular la participación amplia y razonable en las diversas prácticas argumentativas que son importantes para una sociedad abierta y democrática.

2 Véase Van Eemeren, Grootendorst y Kruiger (1978, 1981, 1986a, así como sus equivalentes en inglés, 1984b, 1987).

3 Una diferencia de opinión existe cuando el punto de vista de alguien no es compartido con otro y se requiere de argumentación para resolver la diferencia de opinión de una manera razonable. Una diferencia de opinión no implica necesariamente dos puntos de vista opuestos; basta que un punto de vista se vea confrontado con una duda.

4 La doble dimensión de proceso [el argumentar] y producto [el argumento] constituye en nuestra opinión una característica fundamental de la argumentación (Van Eemeren et al., 2014, pp. 3-4). El enfoque procedimental que une las dimensiones de proceso y producto es formal en el sentido de que trata la argumentación como sujeta a regulación o regimentación (según Van Eemeren et al., 2014, p. 303).

5 En una conferencia inaugural que di en Estados Unidos en 1987 explicaba yo que el reconciliar las preocupaciones descriptivas y normativas es en mi opinión el principal desafío de la teoría de la argumentación (Van Eemeren, 1987). En el programa de investigación que necesita llevarse a cabo para lograr este fin, distinguía yo cinco componentes: el filosófico, el teórico, el analítico, el empírico y el práctico [véase cap. 3 de este libro]. Los investigadores en pragma-dialéctica regularmente se concentran en componentes específicos.

6 Los puntos de partida meta-teóricos de la pragma-dialéctica, que sirven como sus premisas metodológicas, pueden de hecho verse como respuestas constructivas frente a las principales desventajas de otros enfoques (Van Eemeren y Grootendorst, 1984, pp: 4-18; Van Eemeren et al., 2014, pp. 523-527).

7 Nota del traductor: En lo que sigue no traduzco la frase effectiveness through reasonableness literalmente como “efectividad mediante razonabilidad”, que resulta complicada y difícil de procesar, sino como “efectividad razonable”, cuya mayor llaneza parece conservar todas las connotaciones del original.

8 Una discusión crítica refleja el ideal dialéctico socrático de poner a prueba de forma racional cualquier convicción, no solamente aserciones sino también juicios de valor y puntos de vista prácticos sobre acciones.

9 El hecho de que las reglas de discusión crítica sean instrumentos para distinguir tales jugadas argumentativas contraproducentes demuestra su “validez respecto del problema” en cuanto código de conducta del discurso argumentativo (Van Eemeren y Grootendorst, 1988a). Para que en una práctica argumentativa estas reglas sirvan como herramientas para resolver diferencias de opinión mediante argumentos, es menester además que sean aceptadas intersubjetivamente, de forma que posean “validez convencional” (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2009). [Nota del traductor: En la teoría de la argumentación en general y en la pragma-dialéctica en particular se busca siempre que los modelos propuestos sean válidos tanto “objetivamente” (o “con respecto al problema”, problem-validity) como “subjetivamente” o mejor dicho “intersubjetivamente” (o “de forma convencional”, conventional validity). Vale decir que el modelo debe, por un lado, resolver efectivamente la tarea misma atribuida a la argumentación (en pragma-dialéctica, resolver una diferencia de opinión), y por otro lado ser tal que los propios argumentadores humanos aceptarían la caracterización que da el modelo de lo que hacen y buscan cuando ­argumentan.]

10 Aunque ambos habíamos leído más ampliamente, yo venía primariamente de la lingüística y la filosofía del lenguaje mientras que Rob venía de los estudios de comunicación verbal. En esa época yo enseñaba pragmática y sociolingüística mientras que Rob se especializaba en escritura académica y lectura crítica. Ambos habíamos también desarrollado un interés por la lógica.

11 Dependiendo del tipo de operación analítica implicado, podemos distinguir cuatro tipos de transformación: “omisión”, “adición”, “permutación” y “substitución” (Van Eemeren y Grootendorst, 1990; Van Eemeren et al., 1993, pp. 61-86; Van Eemeren y Grootendorst, 2004, pp. 100-110). [Nota del traductor: Se trata de las cuatro operaciones clásicas de la retórica antigua que Quintiliano agrupará luego como quadripartita ratio o método cuatripartita para la identificación de errores en el discurso (Institutiones oratoriae, libro I, cap. 5). Todo parece indicar que el método tiene su origen en una doctrina aristotélica o post-aristotélica sobre los modos de corrupción (cf. Filón de Alejandría, De aeternitate mundi, cap. 22).]

12 Esta monografía se basa, de hecho, en publicaciones previas en holandés (Van Eemeren, Grootendorst y Kruiger, 1983, 1984a, 1986b). Para términos y conceptos relevantes véase también Van Eemeren, Grootendorst y Snoeck Henkemans (2002).

13 Van Eemeren y Houtlosser (2007), quienes introdujeron el concepto normativo de perfil dialéctico, lo definieron como una visión de conjunto de los patrones secuenciales de jugadas (rutas dialécticas) que los discutidores están autorizados (u obligados) a hacer en una cierta etapa o sub-etapa de una discusión crítica a fin de resolver una diferencia de opinión con base en los méritos de los argumentos ofrecidos. En la investigación empírica cualitativa un perfil dialéctico puede ser un diseño heurístico para (1) capturar las jugadas argumentativas que sean analíticamente relevantes —es decir, potencialmente relevantes para resolver la diferencia de opinión— en un punto particular de una etapa particular de una discusión y luego (2) para identificar las expresiones indicativas de tales jugadas.

14 En algunos casos se llevaron a cabo réplicas del estudio, a veces para apoyar interpretaciones, a veces para excluir explicaciones alternativas y de esa manera garantizar la validez interna, a veces para optimizar la validez externa. [Nota del traductor: La validez interna de un experimento se comprueba variando los observables asociados a los conceptos de interés (en este caso, los ítems del test); la externa, utilizando muestras de poblaciones diferentes. En el caso de estos experimentos, era muy importante, para la validez externa, replicar los experimentos con poblaciones culturalmente diferentes a la original holandesa.

15 El dar cuenta del diseño estratégico como parte integrante de la teoría debe también ayudar a desarrollar métodos más sofisticados para mejorar la producción oral y escrita de discurso argumentativo.

16 El acercamiento entre enfoques dialécticos y retóricos a la argumentación se ve también estimulado, aunque no siempre de la misma manera, por estudiosos de la comunicación como Wenzel (1990) y por lógicos informales como Tindale (2004). Recibe también apoyo por parte de las políticas de la Sociedad Internacional para el Estudio de la Argumentación (ISSA) [con sede en los Países Bajos]), por parte de las revistas Argumentation, Informal Logic, Argumentation and Advocacy, y por parte de los organizadores de algunos congresos realizados de manera conjunta.

17 Las tres hipótesis están conectadas de cerca con la visión teórica que tenemos de las relaciones entre argumentación y efectividad —en el sentido de ser convincente— que expuse con Grootendorst en Speech Acts in Argumentative Discussions (Van Eemeren y Grootendorst, 1984) [tr. esp., 2013].

18 Este tipo de investigación sobre efectividad constituye un complemento pragma-dialéctico de inspiración crítica respecto a la investigación del uso sobre persuasión (que no es dialéctica). La preferencia pragma-dialéctica por la etiqueta “investigación sobre efectividad” en lugar de “investigación sobre persuasividad” está motivada ante todo por el hecho de que, el término efectividad, a diferencia del término persuasividad , no está exclusivamente conectado con la etapa de argumentación sino que pertenece también a las jugadas argumentativas hechas en otras etapas de la discusión, tales como proponer puntos de partida en la etapa de apertura y formular el resultado de la discusión en la etapa de conclusión.

19 Véase el análisis de efectos “de interacción” (perlocutionary) en Van Eemeren y Grootendorst (1984, pp. 63-74) y en Van Eemeren (2010, pp. 36-39).

20 Tanto en el experimento original como en la réplica que llevamos a cabo a fin de estar en mejor posición de generalizar los resultados, los ataques abusivos directos se rechazaban consistentemente como jugadas no razonables en la discusión, mientras que los ataques personales legítimos invariablemente fueron vistos como razonables. En cambio, los ataques abusivos “disfrazados” que se presentan como respuestas al uso incorrecto de la autoridad fueron juzgados como subbstancialmente más razonables que los ataques directos abiertamente falaces.

21 Utilizo el término institucional aquí en un sentido amplio, con lo cual no me refiero sólo a las organizaciones establecidas del derecho, la administración y las escuelas, y mucho menos sólo a las prisiones, las clínicas mentales y el ejército, sino que me refiero a todos los macro-contextos social y culturalmente establecidos en los que se han desarrollado, tanto de manera formal como informal, prácticas comunicativas convencionalizadas, e incluyo también las de la esfera interpersonal. Como Searle (1995), veo a las instituciones como sistemas para atender los derechos y deberes caracterizados por reglas socialmente construidas y sus correspondientes sanciones (Van Eemeren, 2010, p. 129).

22 En pragma-dialéctica, los tipos de actividad comunicativa se definen como prácticas comunicativas cuya convencionalización está al servicio de las necesidades comunicativas específicas instigadas por las exigencias institucionales de un cierto dominio (Van Eemeren, 2010, pp: 139-145). El enfoque pragma-dialéctico se vincula con el “institucionalismo de elección racional” tal como lo practica el llamado nuevo institucionalismo. De acuerdo con Hall y Taylor, el institucionalismo de elección racional en el dominio político atrae nuestra atención hacia “el papel que la interacción estratégica entre actores juega en la determinación de resultados políticos” (1996, p. 951).

23 Fairclough caracteriza un “género” de actividad comunicativa ampliamente como “una manera socialmente ratificada de usar el lenguaje en conexión con un tipo particular de actividad social” (1995, p. 14).

24 Solamente cuando un tipo de actividad comunicativa es inherente, esencial o predominantemente argumentativa, o en todo caso cuando la argumentación por accidente juega un papel importante en ella, vale la pena hacer una caracterización argumentativa de ese tipo de actividad comunicativa.

25 Usar el modelo de discusión crítica como punto de referencia analítico en todos los casos no solamente sirve para garantizar una evaluación consistente y coherente de la dimensión argumentativa de todos los tipos de actividad ­comunicatiuva, sino que también sirve para unificar la comparación de unos con otros. De esta manera la diversidad no es un punto de partida relativista, sino el resultado, basado en ver las cosas como son en realidad, de una comparación sistemática de las diversas manifestaciones de la realidad argumentativa.

26 La pragma-dialéctica distingue entre, por un lado, precondiciones institucionales “primarias”, las cuales tienen en general un carácter oficial, usualmente formal, y a menudo procedimental, y por otro lado precondiciones institucionales “secundarias”, las cuales no suelen ser oficiales ni formales y a menudo son substantivas (Van Eemeren y Garssen, 2010, 2011).

27 Otros proyectos de investigación pragma-dialéctica se enfocan, por ejemplo, en las peculiaridades del discurso argumentativo en el parlamento holandés (Plug, 2010, 2011), así como en el uso de argumentación pragmática en el contexto de debates legislativos en el parlamento británico (Ihnen Jory, 2010, 2012).

28 Van Eemeren y Garssen (2010, 2011) llaman a tales precondiciones institucionales que no son constitutivas, pero igual están indisolublemente vinculadas con un cierto tipo de actividad comunicativa, precondiciones de segundo ­orden.

29 Cuando hablo de patrones argumentativos estereotípicos me refiero a patrones que son característicos del tipo de actividad comunicativa en que ocurren. Son característicos porque sirven para realizar el propósito institucional del tipo de actividad comunicativa. Es razonable pensar que en la práctica estos patrones argumentativos instrumentales se encontrarán de hecho en especímenes de ese tipo de actividad comunicativa; pero el que sean estereotípicos no significa que ocurran necesariamente con frecuencia en ese tipo de actividad comunicativa, mucho menos que siempre estén presentes. Si el lector piensa que el término estereotípico está demasiado fuertemente asociado con la idea de frecuencia absoluta o relativa, le pido que lo substituya por el término característico o algún otro que no conlleve ese sentido cuantitativo.

La pragma-dialéctica como teoría de la argumentación

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