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De la castidad

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Y o amo el bosque. En las ciudades se vive mal; hay en ellas demasiados lascivos.

¿No es mejor caer en las manos de un asesino que en los sueños de una mujer lasciva?

Y contempladme esos hombres: sus ojos lo dicen - no conocen nada mejor en la tierra que yacer con una mujer. Fango hay en el fondo de su alma; ¡y ay si su fango tiene además espíritu!

¡Si al menos fueran perfectos en cuanto animales! Mas del animal forma parte la inocencia.

¿Os aconsejo yo matar vuestros sentidos? Yo os aconsejo la inocencia de los sentidos.

¿Os aconsejo yo la castidad? La castidad es en algunos una virtud, pero en muchos es casi un vicio.

Éstos son sin duda continentes: mas la perra Sensualidad mira con envidia desde todo lo que hacen.

Incluso hasta las alturas de su virtud y hasta la frialdad del espíritu los sigue ese, bicho con su insatisfacción.

¡Y con qué buenos modales sabe mendigar la perra Sensualidad un pedazo de espíritu cuando se le deniega un pedazo de carne!

¿Vosotros amáis las tragedias y todo lo que destroza el corazón? Mas yo desconfío de vuestra perra.

Para mí tenéis ojos demasiado crueles, y miráis lascivamente a los que sufren. ¿Es que vuestra voluptuosidad no ha hecho más que enmascararse, y se llama compasión?

Y también os propongo esta parábola: no pocos que quisieron expulsar a su demonio fueron a parar ellos mismos dentro de los cerdos88.

A quien la castidad le resulte dificil se le debe desaconsejar: para que no se convierta ella en el camino hacia el infierno - es decir, hacia el fango y la lascivia del alma89.

¿Hablo yo de cosas sucias? Para mí no es esto lo peor.

Al hombre del conocimiento le disgusta bajar al agua de la verdad no cuando está sucia, sino cuando no es profunda.

En verdad, hay personas castas de raíz: son dulces de corazón, ríen con más gusto y más frecuencia que vosotros.

Se ríen incluso de la castidad y preguntan: «¡Qué es castidad!

¿No es castidad una tontería? Pero esa tontería ha venido a nosotros, y no nosotros a ella.

Hemos ofrecido albergue y corazón a ese huésped: ahora habita en nosotros, - ¡que se quede todo el tiempo que quiera!»


Así habló Zaratustra.

Así habló Zaratustra

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