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Daniel estaba en la oficina, no había venido nadie. En enero solo trabajan los giles. Empezó por revisar las cuentas de correo de su jefe, de la editora y de la diseñadora y nadie había hecho nada. No iba a ser el pelotudo que se pusiera a laburar por todos lo demás. En la ofi no había nadie. Pensó en robarse otra silla para su casa.

En Palermo las oficinas sin ventanas tienen un aire acondicionado en una punta y un ventilador en la otra y los del medio se cagan de calor. La peruana limpiaba los boxes sin ganas. El gil de contaduría estaba almorzando, Daniel estaba solo y cagado de calor. Un hilo de chivo le bajaba por la musculosa y los jeans negros le estaban cocinando las bolas. Se pasó a la computadora de Claudia, la diseñadora: porque era una iMac y porque estaba abajo del aire.

Empezó a chusmear la compu. Entró a los documentos y se encontró con unas fotos del verano. Claudia en un hostel. Claudia con dos amigas. Claudia en la playa. Claudia de noche. Claudia con mojitos y con amigas. Todas con fecha de hoy. Miró el wifi y miró el iPhoto y Daniel se dio cuenta de que era el carrete actualizado del iPhone de Claudia. Su iPhone y la iMac del laburo estaban vinculadas. Estaba viendo las fotos sincronizadas de todos los dispositivos de Claudia: foto que se sacaba, foto que se actualizaba en la compu que Daniel tenía en frente. La tenía casi en vivo.

Dio actualizar y dos fotos más aparecieron. Fecha de hoy, de hacía 30 minutos. Esperó un rato. Dio actualizar otra vez y aparecieron dos fotos más. En HD el iPhone 4C (verde) de Claudia había sacado unas fotitos nuevas.

Claudia tenía 26 años y la piel blanca como la leche, el pelo rojo como el cobre y los ojos verdes como el mar. Estaba muy buena y no le tiraba onda a Daniel porque tenía novio, pero ganas había. Se acordó de un asado del laburo que habían hecho en Olivos. Claudia le había hecho un bailecito sensual después de cinco birras y se había hecho la amiga sentándose en su regazo. Cuando la mina la sintió dura se asustó y arrugó. Se la tenía jurada.

Daniel agarró el celu y le mandó un WhatsApp: “estás aburrida?”. Carita de guiño, picarona. A las minitas les gustan los emoji. Al rato contestó que no y le preguntó cosas de la oficina. Le mandó “me gusta ese shorcito verde” y ella le mandó un signo de pregunta.

Abrió la última foto: Claudia se había hecho una autofoto en un probador de ropa con un shorcito verde. Era tan cortito que se le escapaban las nalguitas, por abajo, bien blancas. No había tomado tanto sol. Dos tiritas de la bikini amarilla sostenían sus modestas tetitas.

“Mandame foto de la playita que me aburro” le puso Daniel. Claudia le clavó el visto y no contestó. No quiere picar, pensó. Siguió chusmeando las carpetas. Claudia con su amiga gorda en la playa. Claudia con su amiga gorda y con su amiga flaca haciendo un meneadito. Claudia haciendo una selfie. Claudia de cuerpo entero: cintura de avispa, los labios en trompita y el ortito bien en primer plano.

Actualizó el iPhoto y estaba Claudia en un espejo agarrándose el pelo y mostrándole la pancita. Esa había salido medio borrosa. Después otra foto más, un poco más nítida pero oscura. Al rato otra con la luz prendida. Estaba probando poses para mandarle. Daniel las veía sin que ella se las mande. Al rato se actualizó otra. Ella sin bikini cubriéndose los pechos y bien de perfil mostrándole la curva de su espalda bien arqueada, con la cola bien salida para afuera. Qué lindo culito, se relamió. Se tanteó la pija. Estaba fría.

“Alguna puedo ver?” insistió Daniel por WhatsApp, haciéndose el que no sabía lo que ella estaba haciendo. Claudia le mandó la de la luz prendida: ella, frente al espejo en remerita. La sin bikini se la está guardando para dentro de un rato, pensó. Daniel abrió la foto en grande en su BlackBerry y con la otra mano se desabotonó el jean. “Me gusta así pero me gusta más sarpada también” tipeó. Pero no se animó a mandarlo.

“Me gusta” mandó, “más” mandó después. Daniel se mandó la mano a las bolas y se las empezó a sobar. Tenía las pelotas calientes y chivadas, la pija muy fría. Se bajó los pantalones hasta las rodillas y apuntó con su celu a sus bóxers. De erección, nada.

Claudia le mandó otra. Esta vez, atrevida y directa: era la foto sin bikini. Su antebrazo cubría y aplastaba sus tetitas, tenía cara de perra y la boca abierta en ‘o’, de frente en el espejo del cuarto. Lo acompañó con “jiji”, como para moderar el tono, para seguir atorranta pero medio no hacerse cargo.

Daniel se pasó la lengua por la boca con ganas de pasarle la lengua por la panza, subir hasta los pechos, lamerle la unión de las tetas y comérselas en dos tarascones. Estaba al palo pero la pija seguía fría.

“Me encanta porque me das lo que me gusta” le escribió como para entusiasmarla. Ella le mandó el emoji del besito. Daniel quería que se le pare pero la verga estaba helada. Probó sacarse una foto igual, de la entrepierna, aunque sea para mostrarle algo, pero sin erección no tenía sentido, no estaba pasando nada. Miró algún elemento del escritorio para meterse y que pareciera parada. Probó con un fibrón pero no parecía.

Claudia le mandó un “Y?”. Él no tenía nada para mandar. Buscó alguna foto vieja en sus mails, algunas se había sacado en una pileta hacía mucho. Había una en un balcón del verano pasado, pero no las encontraba. No estaban en ningún mail de trampa, las había borrado en su momento, cuando se puso de novio.

“No quiero problemas con Cata” le mandó a los pocos minutos Claudia. Daniel no tenía nada para mandarle.

Abrió una página porno. Tipeó “Jayden Jaymes”. Tipeó “Jenna Jameson”. Tipeó “california black guy blonde bitch”. Buscó, puso y adelantó hasta la parte caliente de un video que le encantaba: dos rubias platinadas echadas en la alfombra de una mansión con cuatro negros tipo patovicas. Ellas hacen petes profesionales y académicos. Petes perfectos, buenas mamadas de pijas bien hinchadas, gordas y negras, pero nada.

Claudia aparecía como desconectada ahora. Daniel se tironeaba la pija pero estaba helada, dormida y chiquita. Nada. “Te voy a comer toda” le mandó. Pero nada. Ni el visto le clavó.

Siguió mirando la porno y no se le paró. Antes se clavaba cuatro pajas al hilo en el laburo, con ese video de 32 minutos le alcanzaba para llenar una botella de leche, pero ahora nada. Un calorcito tipo molestia le bajó por el bajo vientre. Una fiebrecita por detrás de la verga hasta su culo empezó a subir temperatura.

La pija seguía helada pero Daniel estaba muy caliente. La culebrilla que llevaba adentro se retorcía de hambre y de ganas.

Gualicho

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