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INTRODUCCIÓN
ОглавлениеRonald Forero Álvarez, Gemma Bernadó Ferrer, Juan Felipe González Calderón, Laura Almandós Mora
Quien ha sobrevivido a la masacre, quien ha pasado por la hoguera negra, quien ha visto al amigo con los párpados llenos de hormigas y los pies mordidos por las ratas, es otra especie de hombre. Si yo realmente fuera un rey, un héroe, tendría que haber podido conjurar la tormenta, la siega de un linaje de antiguos semidioses, la guerra que duró toda mi vida: habría tenido que salvar a Troya, esa ciudad más bella que la fruta del dátil.
JOSÉ MANUEL CRESPO
LOS VERSOS CON LOS QUE INICIAMOS LA introducción de este libro son un ejemplo notorio de cómo los clásicos pueden servir de inspiración para abordar y reflexionar sobre temas actuales. Se trata de las palabras de uno de los tantos Ulises (re)creados en la literatura posterior a Homero, cuyos objetivos estéticos difieren de los originalmente planteados en la Ilíada y la Odisea. Es un Ulises moderno que en una noche solitaria en Ogigia, morada de la ninfa Calipso, reflexiona sobre su vida y las circunstancias en las que se encuentra. En medio de esta profunda reflexión, un tema recurrente es su actuación y la de los aqueos en la guerra de Troya, así como sus consecuencias. De manera que este Ulises se da cuenta de la profunda transformación interior que se produce en las personas que han vivido en carne propia un conflicto armado y han visto los cuerpos inertes de los suyos. Es un guerrero que siente la culpa y arrepentimiento de los actos que lo hicieron héroe, de no haber detenido el conflicto, de haber dejado que la guerra consumiera su vida. Estas reflexiones resultan especialmente significativas en el contexto colombiano por los varios conflictos armados que han azotado el país durante su vida republicana. Es así como el poema titulado Ulises, hombre solo del poeta colombiano José Manuel Crespo se convierte en un referente ineludible en la literatura universal por su profundo sentir no solo acerca de la guerra, sino también de la paz, en la medida en que este Ulises aborrece la guerra y no hubiera querido jamás participar en actos tan abominables.
De una manera similar este libro pretende buscar luces en los clásicos para iluminar nuestro presente, un presente inestable y conflictivo, un presente en el que la muerte y la desolación se propagan como una plaga, un presente en el que la paz es un anhelo para millones de personas inmersas en numerosos conflictos alrededor del mundo. Así pues, el presente volumen pretende ser una contribución a la reflexión en torno a ese anhelo de paz universal gracias a las generosas contribuciones de investigadores de la Antigüedad clásica, que atendieron a nuestra convocatoria, que generosamente enviaron sus investigaciones y que estuvieron dispuestos en todo momento a colaborar en su publicación. Sus indagaciones, pues, parten de su conocimiento de los textos antiguos para reflexionar sobre la paz, ayudarnos a entender los conceptos y buscar caminos alternativos hacia ella, no solo en Colombia, sino en el mundo entero.
Los artículos de investigación están distribuidos en dos partes. La primera, titulada “Consideraciones en torno a la paz”, reúne los artículos de investigación que presentan reflexiones sobre la paz en la Antigüedad. En el primero de ellos, titulado “¿Un mundo sin guerra? La paz sin pacifistas”, David Konstan explica, a partir del análisis de diversas fuentes antiguas, cómo la célebre Oda a la Paz (1.10) de Tibulo concordaba, en últimos términos, con el programa imperial de Augusto, pues el emperador afrontaba el desafío de solucionar la crisis romana instaurando la paz y dando por terminados los enfrentamientos intestinos. De esta manera, la elegía de Tibulo manifiesta una profecía optimista de una nueva era, que dependía de la capacidad de Roma para mantener el control de sus enemigos. Asimismo, el investigador estudia las concepciones griegas y las tradiciones anteriores a Roma que contribuyeron a la construcción del pensamiento romano de los inicios de la época imperial para comprender el contexto histórico en el que el poema fue compuesto. A su vez, el análisis del concepto de paz frente al de guerra revela que para los griegos y los romanos la posibilidad de un mundo en paz era una utopía, a pesar de encontrar en ella prosperidad y abundancia, ya que la guerra era constante en el mundo antiguo y estaba relacionada principalmente con el carácter, las virtudes y los valores del guerrero. Por otra parte, los conflictos bélicos no solo resultaban atractivos a los antiguos, sino que también rentables para los que tenían poco y podían en ellos encontrar un sustento. En este contexto, Tibulo, como poeta romano, no prevé un mundo totalmente tranquilo; ese es más bien un deseo particular, una ambición propia de llevar una vida apacible. Finalmente, se relaciona la aparición del poema de Tibulo y su importancia con las condiciones y las dificultades del reinado de Augusto, pues dicha elegía posiblemente formaba parte de la propaganda que comenzaba a insistir en el valor de la pax en lugar de la tradicional y agresiva política externa romana.
“El presente es del victimario; el pasado y el futuro, de las víctimas” de William Alcides Rodríguez García presenta un análisis lingüístico de algunas intervenciones en la Ilíada con el objetivo de demostrar una disposición temporal en relación con la manera de afrontar el desarrollo del conflicto bélico troyano. Por una parte, en los discursos de Aquiles y Atenea predomina la alusión al presente. Por otra, en las intervenciones de Héctor y Príamo se destacan las referencias tanto al futuro como al pasado. Dichas disposiciones se pueden relacionar con la propiedad que, según Aristóteles, presentan aquellos que se dejan gobernar por el pathos, por un lado, y los que atienden al logos, por el otro. De esta manera, el autor analiza cómo el Pelida y la diosa son llevados por las pasiones del instante y se convierten en victimarios a causa de sus acciones, mientras que el rey y el príncipe troyanos se resisten a las pasiones y prefieren su intelecto debido a la posibilidad de un futuro. La memoria y el recuerdo son recursos fundamentales en una víctima, pues le permiten rememorar los sucesos funestos y considerar los escenarios posibles. Como conclusión, el autor hace una reflexión en torno al papel de los victimarios y las víctimas a lo largo de los conflictos bélicos contemporáneos. Los primeros son cegados por su pasión y atienden solamente a una dimensión temporal: el presente, que no les permite considerar respuestas razonables. Su physis, su fuerza, dirige sus acciones a destruir todo vestigio del pasado que existe en la víctima, esto es, su memoria. Los otros, en el momento en que ruegan por sus hijos y familiares, están proyectando un futuro, aunque posiblemente sea una ucronía. En este punto, la víctima indaga por el pasado, la reconstrucción de una historia a partir de la búsqueda de un cadáver, un desaparecido, una verdad. El autor concluye con una petición a las generaciones de hombres racionales en Colombia, para que no olviden a los muertos que ha dejado la guerra durante cincuenta años, a las víctimas de crímenes de Estado, de los grupos paramilitares y de la guerrilla, para que de esta manera la historia no se repita en el futuro.
En el artículo, “¿Tiene Heráclito de Éfeso algo que decir sobre la paz?”, Liliana Carolina Sánchez Castro presenta un análisis del vocabulario relacionado con pólemos en los fragmentos de Heráclito de Éfeso, con el objetivo de indagar qué puede decirnos Heráclito hoy en día acerca de la paz. El filósofo es comúnmente relacionando con la guerra, debido al frecuente uso de los términos pólemos y eris en sus fragmentos. En efecto, hay un grupo de fragmentos que, interpretados a la luz del contexto aristocrático del efesio, parece que hacen una alusión a la violencia y una defensa de la guerra. En algunos de ellos, la guerra es presentada como principio que define los roles en la sociedad o como parte de la naturaleza política de los seres humanos, los cuales necesitan de la guerra para encontrar su rol y su esencia y reclamar su lugar y su derecho. No obstante, hay una única aparición del término eirene, su contraparte, en el fragmento B67: “Dios es día noche, invierno verano, guerra paz, saciedad hambre. Cambia, como el fuego, cuando mezclado con especias es llamado según la fragancia de cada una”. En esta referencia no se advierte una apología de la guerra, sino más bien una alegoría de la famosa doctrina de la unidad de opuestos, pues habitualmente la paz es el antónimo de la guerra. En dicho fragmento, los dos términos son usados en las mismas condiciones, es decir, no como deidad, sino solamente como uno de los dos contrarios que constituyen la danza dirigida por la divinidad. Así pues, la guerra es entendida como un principio y no como un término que coexiste con el de la violencia. A partir del fragmento B44, transmitido por Diógenes Laercio (D. L. 9.2), es posible establecer la conexión que hay entre las ideas políticas de Heráclito y su metafísica de la unión de opuestos. El mencionado doxógrafo ofrece una exhortación de Heráclito a sus conciudadanos, aunque no es claro el objetivo o el contenido. La investigadora hace un interesante y detallado análisis de este fragmento y considera que el efesio reprende a los seres humanos por únicamente parlotear y hace énfasis en lo diminutos que son en relación con el orden universal. Finalmente, se concluye que la doctrina de unidad de opuestos conlleva una alternancia dinámica y tomar la guerra, principio de tal doctrina, como alegoría del orden cósmico no implica tener una postura guerrerista, sino que representa un reconocimiento por parte del efesio del dinamismo que dirige el mundo.
Vicente Cristóbal analiza los testimonios poéticos virgilianos referentes a la guerra y la paz en su artículo “Guerra y paz en la poesía de Virgilio”. Inicialmente, se sitúan la obra y el contexto en el que vivió Virgilio, quien en su juventud presenció varias guerras civiles, lo cual podría explicar su deseo de paz y tranquilidad, al igual que su disgusto frente a la guerra. En efecto, la literatura durante el gobierno de Augusto estaba comprometida con el nuevo régimen que tenía como fin promover la Pax Augusta. A continuación, se relacionan los elementos de esta pax con las Églogas o Bucólicas, pues presentan las condiciones ideales de vida en estrecha relación con la naturaleza lejos de los problemas urbanos. Entre los temas tratados se destacan la esperanza de un nuevo mundo, la exaltación del ocio y de la paz y, mucho más explícitos, el rechazo a la ciudad, a la guerra y a los viajes. Por otro lado, se examinan las Geórgicas, las cuales convocan al mundo primordial, a una vida en contacto con la tierra y a una lucha amable con ella por medio del trabajo. Así, los labradores son ejemplo de bienaventuranza y de paz. Se asemeja a la vida de la Edad de Oro, ya que se vincula con el paraíso mítico simple y feliz de los primeros tiempos. Además, se introduce la idea de la búsqueda de un bien común que consiste en el orden y el trabajo en un ambiente de paz, aunque con la presencia de la guerra. Por último, se estudia la Eneida, cuyo argumento bélico era casi una exigencia del género, pero que en Virgilio se convierte en una defensa de la paz y un reproche al conflicto bélico. Incluso, transforma al admirable guerrero en un héroe que busca la paz. El autor señala que el poeta escribió un poema épico pacifista, lo que supondría componer sobre una temática contraria al género y una negación de los principios homéricos. El autor concluye con una sentencia del padre Espinosa Pólit en la que proclama que la gloria de las armas fue dejada de lado, pues durante los tres primeros siglos del Imperio romano se tuvo absoluta paz. Esto fue obra tanto de Augusto como de Virgilio, pues el primero la organizó y el segundo le infundió el espíritu, siendo un poeta de la paz aun cuando canta sobre batallas.
“La Elegía I, 10 (Elogio de la paz) de Tibulo: la actualidad colombiana de un tópico” es una indagación de Jorge Enrique Rojas Otálora sobre algunos estudiosos en Colombia que se han interesado en la célebre oda de Tibulo. Inicialmente, se revisa el análisis que hizo Juozas Zaranka en 1965, un siglo después de la traducción realizada por Miguel Antonio Caro entre 1863 y 1865. En este análisis, el estudioso lituano destacó la actitud pacifista de Tibulo que no estaba ligada al pensamiento imperial de Augusto sino a sus convicciones personales. Zaranka hizo un meticuloso y completo estudio, primordialmente desde un punto de vista filológico, debido a que indagó aspectos como la discutible fortuna de utilizar tercetos endecasílabos y todas las consecuencias que esta elección implicó para su versión. En este análisis, el profesor Rojas se refiere a la traducción que elaboró el sacerdote franciscano Gregorio Arcila en 1947 y menciona su decepción, ya que se prioriza la rima y la estrofa, tomando abundantes libertades, y se deja de lado el sentido del poema. Es posible que el sacerdote escogiera este texto por su temática y la situación de violencia política y social que la nación colombiana atravesaba en la década de los cuarenta. Por otra parte, se examinan los comentarios del sacerdote jesuita Manuel Briceño Jáuregui a la traducción de Caro en 1986. El jesuita no realiza un estudio filológico en profundidad y explica someramente los logros de Caro como traductor, aunque lo halaga con frecuencia. Además, Briceño no analizó la traducción, sino más bien enalteció el poema desde su impresión personal. De manera que el sacerdote hace evidente su interés en el contenido de la obra tibuliana, en especial en el tema amoroso. Para concluir, el autor advierte que esta elegía se había convertido en un tópico entre los humanistas, por lo que su traducción a la lengua española era considerada un ejercicio crítico a una nación que vivía una época de violencia. Las traducciones del poema de Miguel Antonio Caro se sitúan en los resultados de la guerra civil de 1860, la cual hace parte de las siete guerras civiles que el país afrontó entre 1843 y 1909. No obstante, se debe señalar que el esfuerzo de Caro no consigue emitir a cabalidad el sentido del poema de Tibulo, a pesar de la exaltación que hace Briceño de su traducción. Llama la atención que este sacerdote destacara la temática amorosa apartándola de la guerra, mientras que parece ser que el mayor interés del sacerdote Arcila por este poema fue por ser un elogio de la paz en un momento de conflicto.
Juan Felipe González Calderón presenta en “La vieja mentira: dulce et decorum est pro patria mori” una defensa de la reinterpretación del dictum horaciano citado en el título, por parte del poeta Wilfred Owen. Su objetivo es el de exponer el cambio fundamental en la valoración estética del poema que celebra el sacrificio por la patria y del acto mismo del sacrificio. En la primera parte del artículo se analiza la Oda 3.2 de Horacio tanto en su producción lírica como en el detalle de su composición. Esta oda se caracteriza por su extensión, por el tratamiento de temas políticos como la reforma moral promovida por Augusto, y por su composición en estanzas alcaicas. Desde la primera estrofa de la Oda es claro que sus principales destinatarios eran los jóvenes a quienes se les estaban inculcando los valores tradicionales heredados del mundo homérico para mantener la grandeza de Roma. Así pues, era preciso saber morir en el campo de batalla, en las manos del enemigo, defendiendo la patria y consiguiendo la más elevada y noble forma de perecer y el camino hacia la fama imperecedera. El autor hace un análisis de los adjetivos que usa Horacio y de la sonoridad del poema, que no se deja al azar. En la segunda parte se examina el poema Dulce et decorum est escrito en 1917 por Wilfred Owen, un soldado del ejército británico durante la Primera Guerra Mundial. El poeta inglés describe la marcha de un grupo de soldados que son atacados con gases y deben contemplar la muerte de un compañero que no logra ponerse la máscara de protección —una muerte carente de heroísmo—. Owen continúa con la descripción de visiones aterradoras que aparecen en sueños traumáticos y luego se dirige a otro que comparte estos sueños, pero que parece no asimilar la experiencia de la misma manera, porque sigue divulgando la idea de que la gloria y el honor se alcanzan en el campo de batalla. En conclusión, mientras que en Horacio el lema está provisto de poesía y heroísmo, y el sacrificio se considera un acto estéticamente bello, la reinterpretación de Owen presenta la muerte en el campo de batalla como desprovista de heroísmo, anónima, aleatoria y espantosa. Por otro lado, en el poeta romano y en la literatura antigua el sacrificio lleva a la promesa de la inmortalidad. En Owen ocurre lo contrario: la literatura no logra evocar la memoria de quienes han muerto en batalla, puesto que son experiencias incomunicables y únicamente se puede recuperar el estado psicológico de dicho momento.
La primera parte culmina con “The Peace of Augustine and Erasmus of Rotterdam” de Martin Dinter, quien indaga sobre la concepción de paz y los principios heredados de la Antigüedad en las obras de san Agustín y Erasmo de Rotterdam, principalmente en De Civitate Dei 19.13-19 y Querella Pacis. Para comenzar, se expone el concepto de paz según los griegos y los romanos. Por un lado, en la época homérica significaba acordar la interrupción del conflicto y en Hesíodo se transmite la primera personificación de la paz. También se muestra el cambio en el pensamiento antiguo, pues se comienza a relacionar la paz con la idea de abundancia, armonía y calma. Por otro lado, para los romanos, el concepto se relaciona con la expresión pacem dare, que quiere decir que el vencedor da la paz a su enemigo, noción que se transmitió a los pueblos pacificados por los romanos. A continuación, se estudia la legalización de la guerra, es decir, la doctrina del Bellum Iustum. Aristóteles, por su parte, clasifica los conflictos bélicos entre stasis y pólemos; además, manifiesta que el objetivo de la doctrina en cuestión es el de restablecer la paz. Igualmente, Platón advierte que hay reglas en la guerra humana. En cuanto a Roma, el Bellum Iustum se entiende desde una perspectiva religiosa y desde la necesidad de justificar el combate a partir de un punto ético. Posteriormente, el autor estudia el pensamiento de san Agustín y Erasmo de Rotterdam respecto a la paz y su relación con el cristianismo, el pensamiento clásico y la doctrina del Bellum Iustum. Para el primero, si se logra la perfección del alma, el estado de armonía de la razón y la voluntad, así como la proyección del deseo de paz hacia el cosmos, es posible trascender al estado de Dios, es decir, alcanzar la paz es posible. Por otra parte, Erasmo elabora su concepción a partir de la de san Agustín. Sin embargo, el humanista resalta que el hombre por naturaleza tiene la habilidad de conseguir y garantizar la paz. El uso de la inteligencia para reconocer sus injusticias permitiría la resolución de conflictos y así se ganaría la paz en la tierra. Finalmente, se destaca la importancia del antiguo concepto de paz para el pensamiento de san Agustín y de Erasmo. Asimismo, el investigador resalta la manera como ambos lograron conectar la Antigüedad y el cristianismo e influir en el concepto de paz en Occidente, a pesar de tener propósitos y motivos diferentes. En cuanto a la doctrina del Bellum Iustum, san Agustín la cristianiza, mientras que Erasmo la descompone y la rechaza. Ambos concuerdan en que la paz es el mayor de los bienes para el humano y que “la paz de Dios” va más allá del entendimiento humano.
En la segunda parte, denominada “Caminos hacia la Paz”, los artículos analizan diversas maneras para la resolución de conflictos. Inicia con el artículo “El poeta como mediador en la resolución de conflictos” de Ronald Forero Álvarez, quien explica cómo los poetas arcaicos lograban influir en la sociedad por medio de su arte musical, un medio alternativo para la resolución de conflictos y el mantenimiento de la paz. Inicialmente, se presenta la estrecha relación entre los poetas y las divinidades en diversos mitos, la importante participación que tenían en simposios aristocráticos, las heterías, las fiestas públicas y la vida política de las poleis, así como su prestigio como sophoí, pues se consideraban fuentes de conocimiento. En este contexto, no resulta extraño encontrar anécdotas de poetas arcaicos como mediadores en la resolución de sublevaciones civiles (stasis) y guerras (pólemos). La mayoría de ellas se encuentran recogidas en el tratado Sobre la música de Filodemo de Gádara (Phld. Mus. 4 Coll. 47-48; 132-134 Delattre) en el que se encuentran cuatro anécdotas referidas por Diógenes de Babilonia sobre Taletas (o Tales), Terpandro, Estesícoro y Píndaro, en un debate sobre los efectos éticos de la música. Una más se halla en el testimonio transmitido en la Historia de Sicilia de Timeo de Tauromenio (Timae. FGrH.566.F93b), en el cual Simónides interviene para evitar una guerra entre Hierón I de Siracusa y Terón, tirano de Acragante. Tras un detallado análisis de las fuentes, se concluye que las anécdotas analizadas muestran la influencia que ejercían los poetas arcaicos en las poleis de su época en situaciones críticas de conflictos y luchas de poder. Tal influencia se vincula a su labor poética y su prestigio en la sociedad, puesto que los poetas mediante sus ritmos, melodías, versos y coreografías, habrían podido acabar con disputas y enfrentamientos, y llevar así la tranquilidad a sus comunidades. Por último, el autor reflexiona sobre la posibilidad, por una parte, de implementar mecanismos alternativos como certámenes artísticos para la resolución de conflictos en la actualidad a partir de las concepciones antiguas estudiadas y, por otra, de divulgar y reflexionar hoy sobre la poesía antigua relacionada con la paz.
En el artículo “La compasión como vehículo para la reconciliación en Áyax de Sófocles”, Santiago Eslava Bejarano analiza la transformación de Odiseo cuando el héroe contempla a Áyax envuelto en la locura provocada por Atenea. El episodio se encuentra en la tragedia Áyax de Sófocles, en la que se narra la historia del suicidio del telamónida, provocado por el resultado del juicio para decidir el destino de las armas de Aquiles. Áyax interpreta el resultado como una humillación y una injusticia que intenta compensar con la muerte de sus compañeros empezando por Odiseo. En primer lugar, el autor indaga sobre el énfasis que hace Sófocles en la enemistad entre Áyax y Odiseo, la cual describe usando vocabulario relacionado con el cazador y su presa. A continuación, se examina cuando Áyax en su locura es contemplado por Odiseo. Se espera que la respuesta a esta situación sea la risa como muestra de superioridad, pero el laertíada no se jacta ni se ríe. Al contrario, siente compasión, transformación que permite advertir dos aspectos: la creencia en la propia vulnerabilidad de sufrir el infortunio que se observa y la valoración de tal infortunio como negativo. Después se analiza la actitud y el papel de la diosa Atenea, por el asombro que ha causado entre los eruditos debido a su comportamiento cruel, vengativo y caprichoso. No obstante, se han sugerido otras interpretaciones que consideran que no es posible aplicar los mismos estándares morales para evaluar la conducta de un mortal y de un inmortal. Entre los dioses hay una máxima referente a ayudar a los amigos y perjudicar a los enemigos, porque ellos pueden diferenciar quiénes son amigos o enemigos y quiénes no, lo que no ocurre en los humanos. En efecto, se ha valorado que probablemente el error de Áyax sea comportarse como un dios. Finalmente, se estudia la transformación de Odiseo y su reconciliación con el enemigo. El telamónida se suicida y su hermano, Teucro, discute e intenta persuadir a Menelao y Agamenón, debido a que estos no quieren permitir que el cadáver sea sepultado. En este caso, el laertíada, por su fragilidad, producto de la naturaleza humana que comparte con Áyax, imagina el sufrimiento de su enemigo y siente compasión hacia él. De esta manera, la rivalidad trasciende las categorías de amigo o enemigo logrando la comprensión de la vulnerabilidad propia de los humanos e intentando convencer a los atridas del entierro. Lo anterior da paso a reflexiones sobre la postura de los espectadores ante la tragedia y sobre cómo Sófocles pretendía educar a su público tanto emocionalmente como en la resolución de conflictos.
En “La paz de la guerra justa desde Tucídides: el conflicto interno de Corcira”, Felipe Castañeda cuestiona la importancia de identificar bandos siguiendo la doctrina de la guerra justa, a partir de la descripción del conflicto interno (stasis) que sucedió en Corcira (425-424 a. C.) por parte de Tucídides en su Historia de la guerra del Peloponeso. La doctrina de la guerra justa consiste en la terminación de un conflicto bélico orientada a la búsqueda de la paz que restablezca la situación previa por medio de la justicia. Inicialmente, se presenta el conflicto interno en Epidamno, que resultó en el enfrentamiento entre Corcira y Corinto. Para mantener el poder, Corcira firma una alianza con Atenas, situación que produce la polarización entre el partido popular y el aristocrático. A continuación, se expone cómo se pierde la credibilidad en la justicia, porque los juicios son sesgados por las influencias políticas y de poder. Esta situación provoca enfrentamientos violentos con criterios propios de justicia y el debilitamiento de las instituciones gobernantes. En consecuencia, la ausencia de control en Corcira, subordina la ciudad a un conflicto externo. Posteriormente, se confronta la concepción de paz y el testimonio de Tucídides sobre lo ocurrido en Corcira. Según la doctrina de guerra justa, se debe entender el conflicto bélico como respuesta a una injuria y como el medio para recuperar la situación de paz. Al aplicar esto al enfrentamiento de Corcira, la ciudad se divide entre el pueblo y el gobierno, lo que hace posible diferenciar a los injuriados de los injuriadores. Sin embargo, en esta stasis se disuelven dichas figuras y la acusación de injusticia no recae en ninguno, y nadie puede pretender renovar la justicia. El autor expone la resolución actual de estos conflictos, denominada intervención humanitaria, que consiste en la intervención de un tercero para pacificar y restituir la paz. Finalmente, el autor reflexiona sobre la idealización de la paz justiciera, porque considera que no tiene sentido su propósito de universalidad y necesidad. Por un lado, el estudioso propone que, en lugar de resolver conflictos desde la distinción de justos e injustos, se debería intentar transformar la concepción política sobre justicia y orientar el fin del conflicto a un paso de página y a una reconstrucción de la situación de paz. Por otro, el autor se refiere a la manera en que los corcirenses terminaron el conflicto sin conseguir la reparación de la situación previa, la denomina “la paz de Corcira”, en la que recurrieron a la violencia y se provocó el exterminio de una facción para lograr el bienestar general.
“Honour and the Negotiation of the Peace of Nicias” de Gabriel Cabral Bernardo aborda la conexión de las políticas interestatales en la Grecia antigua con los procesos de paz, sus efectos y motivaciones, con el objetivo de discutir la importancia de la competencia por el honor y el status en las negociaciones por la paz, específicamente, en la llamada Paz de Nicias (421 a. C.) durante la guerra del Peloponeso. Dicha paz es un ejemplo claro de que los participantes no siempre tienen las mejores intenciones y los objetivos de un grupo específico pueden comenzar o evitar guerras y así conseguir protección o adquirir recursos, ya sean económicos o políticos. Inicialmente, el autor define qué entiende por honor y por sistema de honor para luego pasar a analizar de qué manera este sistema junto con la ambición influyeron en las negociaciones entre Esparta y Atenas. Luego, se exponen las motivaciones de los principales participantes del conflicto bélico: Demóstenes, Cleón y Nicias, por parte de los atenienses, y Brasidas, por el lado de los espartanos. Se presentan los intereses para la culminación o continuación del conflicto, la importancia de evitar convertirse en un átimos (“sin honor”), el modo de conseguir prestigio y poder, así como las estrategias bélicas y políticas para la conservación y el incremento del honor y del status. Cabe resaltar las descripciones que hace Tucídides sobre Cleón, pues es evidente su mala reputación, actitud y acciones; incluso, presenta a Nicias como su opuesto. De hecho, el historiador permite conocer por medio de los militares el funcionamiento de la Grecia antigua. En conclusión, el sistema de honor de los atenienses y los espartanos tuvo gran influencia e importancia, lo que tuvo como principal consecuencia la ambición, lo cual pudo ser un impulso para las personas con influencia con el fin de tratar de tomar acciones colectivas. El investigador hace la observación de que lo expuesto en este artículo es elaborado a partir de las interpretaciones únicamente de Tucídides. Por lo tanto, el sistema de honor puede parecer admisible en la sociedad del historiador, aunque en la actualidad pueda parecer un sistema bastante atrasado. No obstante, todavía la gente va a la guerra para defender su honor y los problemas del honor siguen imposibilitando su terminación. Para finalizar, el autor refiere una crítica sobre la influencia que tiene la opinión pública en la posibilidad de paz o de guerra en las democracias modernas, como, por ejemplo, en las elecciones presidenciales de 2014 en Colombia. Además, invita a la reflexión sobre los procesos de paz de hoy y sobre la necesidad de preguntarse si se quiere ser un Cleón o un Nicias.
La segunda parte termina con el artículo “Pax Olympica? The Rhetoric and Ideology of the Olympic Truce” de Jacques Bromberg, quien examina la conexión de la “tregua olímpica” (ekecheiria) con la cultura atlética de la Grecia antigua, los Juegos Olímpicos actuales y la filosofía de la paz, específicamente de Pierre de Coubertin. Primero, se exponen las fuentes clásicas que han transmitido el término ekecheiria, lo que revela al parecer que ninguna guerra fue detenida en la Antigüedad durante los Juegos Olímpicos. No obstante, pasajes de Tucídices, Isócrates, Aristófanes, entre otros, hablan de una tregua que permitía el desplazamiento hacia Olimpia de los pueblos o personas que lo deseaban, aunque sin denotar un cese de la guerra. Además, la mayoría de las fuentes señala que la realización de las Olimpiadas, incluyendo la ekecheiria, es una restauración de tradiciones aún más antiguas. A continuación, se estudia la manera en que se han adaptado los testimonios antiguos en los Juegos Olímpicos actuales y se ha fortificado la tarea pacificadora de los deportes. De esta manera, se ha logrado que hoy el propósito de las Olimpiadas sea ayudar a construir la paz social. Las excavaciones realizadas en Olimpia entre 1875 y 1881 llamaron la atención acerca de la historia de los Juegos Olímpicos en la Antigüedad. Diversos estudiosos han caracterizado la tregua como un aplazamiento de la guerra, un cese al fuego o un requisito para cualquier reunión, acompañado de una introducción de sentimientos de paz y de humanidad. A su vez, Coubertin identifica dos elementos que confirman que el deporte puede cumplir una función pacificadora. Por una parte, están “la asistencia mutua y la competencia”; por otra, su propiedad democrática e internacional. A partir del planteamiento del estudioso en el Comité Olímpico Internacional, la ONU reconoció la incorporación de las tradiciones clásicas griegas relacionadas con la ekecheiria y el alcance del deporte para el mantenimiento y el fomento de la paz. Para finalizar, el autor concluye que es importante la combinación entre actividades deportivas y educativas, pues fomentan la capacidad social y cognitiva de jóvenes y adultos. Además, se resalta el impacto de los deportes para la construcción de la paz, la reintegración de personas de vuelta a la sociedad y el mejoramiento de la convivencia en comunidades en conflicto. En efecto, se logra impulsar y regular el contacto con los antiguos enemigos para la resolución de conflictos, reconstruir una sociedad y rehabilitar y sanar traumas tanto físicos como emocionales. Por otro lado, la visión de Coubertin respecto a la ekecheiria ha sido idealizada, pues este profesor desvaneció la división entre lo antiguo y lo moderno.
En este conjunto de contribuciones están plasmadas algunas de las reflexiones más relevantes que tanto los autores de la Antigüedad como sus intérpretes y estudiosos a lo largo de los siglos han hecho en torno a los conceptos de guerra y paz, así como en torno a otros conceptos relacionados. Adicionalmente, son enunciadas algunas de las condiciones básicas que deben ser garantizadas, para que la paz pueda ser instaurada en una sociedad y los caminos, instrumentos y medios, como lo son el arte o el deporte, por medio de los cuales puede ser alcanzada y garantizada. Esperamos que nuevas reflexiones se sumen a las que aquí son presentadas y que solidariamente construyamos, desde nuestros saberes académicos, una paz estable y duradera.