Читать книгу Llorando Sobre La Luz Derramada - George Saoulidis - Страница 10

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Capítulo 2i

Yanni iba y venía por la habitación vacía y estaba furioso.

¿Qué hacía Hermes con estos niños? ¿Los usaban para algún tipo de experimento de interacción humana? ¿Era seguro? Y si no lo era, ¿quién podría saberlo? ¿Qué valores les estaban enseñando a los niños? Si uno de ellos lastimara a otro, ¿qué haría al respecto su madre adoptiva?

Dejó de atender a razonamientos, todo lo que quería era gritarle a las cámaras por exponerles a esto, por exponer a esto a Alex; y llevar al niño a su casa, donde estaría a salvo, donde crecería en un hogar de verdad, con una madre de verdad.

La parte racional de su cerebro se impuso y le hizo pensar que ellos lo habían ingeniado. El juguete era exactamente igual que el de su hijo, el niño podría hacerse pasar por el hermano de Georgie si fuera necesario. Lo habían preparado todo para esta respuesta, esto era una prueba. Incluso si pudiera llevarse al niño y adoptarlo y darle una familia amorosa, ¿qué podría hacer por los demás? ¿Y quién sabía si no estaban mejor así? Lo más probable era que las mejores universidades los estuvieran esperando, siendo ellos verdaderos hijos corporativos y leales hasta los huesos. ¿Quién era él para cargarse eso?

No podía salvarlos. Especialmente ahora. Tal vez en el futuro, cuando terminase su prueba. Cuando tuviera la misma influencia en esta compañía que Nikos. Tal vez entonces podría hacer algo al respecto. Amenazar con denunciarlo en los medios de comunicación. Cualquier cosa.

Pero tenía que ganar esta batalla. Por él, por su familia, por la ciencia, por todos. Esta batalla sádica que parecía diseñada para atormentarlo.

Se calmó y se sentó. Esperaba no haber asustado a Alex; aunque si el chico estaba asustado, no lo mostró.

―Alex ―dijo con la voz más dulce que pudo―. Estoy aquí para enseñarte algo. ¿Te gustaría?

Alex sonrió y movió su linda cabeza de arriba abajo asintiendo.

―Bien. Aquí va. Sabes de computadoras, ¿verdad? Te deben dar tabletas y cosas así para jugar, ¿no? ―preguntó con la misma expectación que cuando le pidió matrimonio a su mujer.

Alex asintió.

―Genial. Esas computadoras tienen una máquina-cerebro dentro de ellas. A eso lo llamamos procesador. ¿Entiendes?

―Sí. Pro-pensador.

―Llamémoslo así, no importa. El pro-pensador necesita ser rápido para que los juegos sean rápidos. Odiamos cuando los juegos van lentos, ¿verdad? Genial. Así que hacemos pensadores cada vez más rápidos, pero las cosas que ponemos ahí no pueden ir tan rápido. Son perezosas y dicen: «¡No nos apresuren tanto!» y se quedan ahí sentadas, sin hacer el trabajo.

Alex se rió y asintió.

―Genial. Así que tenemos que poner cosas más rápidas, cosas que no sean perezosas. ¿Y sabes cuál es la cosa más rápida del mundo?

Alex agitó la cabeza, con ojos deseosos de saber la respuesta.

―Luz. La luz del sol es la cosa más rápida del mundo. No es para nada perezosa. Pero la luz solar es tan rápida que se necesita algo inteligente para mantenerla dentro ―dijo Yanni, y encapsuló aire entre sus manos. Las agitó, aún cerradas, como si tuviera una avispa dentro. Eso parecía entretener mucho a Alex.

―Cuando le digo al señor Luz-Solar que haga un trabajo, necesito ver si lo hizo o no, ¿verdad?

―Verdad.

―Así que echo un vistazo ―dijo, mirando entre sus manos ahuecadas. Alex se inclinó para ver también―, pero el señor Luz-Solar encuentra el agujero y se escapa.

Abrió las manos y dejó libre al imaginario señor Luz-Solar.

―¡Hala! Como. Como la harina.

―Igual que la harina.

―¡Entonces mami está enfadada por el lío que hicimos!

―¡Sí! Por eso tenemos que encontrar una forma de hacer que la luz del sol ruede en círculos. Así, cuando echemos un vistazo, la mayor parte de la luz solar se quedará dentro. Un hombre llamado Maxwell, que tiene una gran barba, pensó en engañar a la luz haciendo nudos. Como los cordones de mis zapatos, ¿ves? Hice un nudo, así que no irán a ninguna parte.

―Aún no puedo atarme los cordones de los zapatos y por eso tengo zapatillas de tiras.

―Lo sé, yo tampoco podía atarme los cordones de los zapatos cuando era pequeño. Pero aprendí el truco, y ahora puedo. Y estoy tratando de aprender a atar la luz del sol en nudos, para que se quede ahí y no se escape. Solo necesito encontrar el truco.

―Y luego puedes cambiar las zapatillas de tiras por zapatillas con cordones, que son más rápidas y entonces puedes ser más rápido.

--¿Y?

―Y luego puedes ser muy rápido para hacerle los trucos al señor Luz-Solar y se caiga en los nudos... En pequeños nudos, como los cordones de los zapatos y puedes echar un vistazo lo suficientemente rápido como para cerrar las manos de nuevo ―dijo Alex, mirando entre sus pequeñas manos.

Así que eso era un momento eureka.

―¿Y entonces?

―¡Y entonces el pro-pensador no será perezoso y hará el trabajo rápido y no tendré que esperar al juego lento!

Alguien aplaudió. Un aplauso lento y concluyente. Yanni se dio la vuelta y vio a la mujer elegantemente vestida de antes.

―Excelente Dr. Tsafantakis. Venga conmigo. No se preocupe, vendrán a recoger al niño en un momento .

Yanni se despidió de Alex. El niño levantó la vista y preguntó:

―¿Puedes traer a Georgie a jugar conmigo?

―Eso es lo primero que le voy a preguntar a esta señora. Adiós, Alex ―dijo.

―Adiós, señor ―dijo Alex, y volvió a jugar con su camión de juguete.

Yanni siguió a la mujer elegantemente vestida a la habitación contigua. A estas alturas, estaba preparado para todo.

Llorando Sobre La Luz Derramada

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