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Capítulo i^3

―Lo hecho, hecho está ―respondió ella por décima vez, mientras doblaba las cortinas de la oficina-laboratorio. Había sacado todo lo que no había sido tocado por el fuego para que no absorbiera el olor. Entonces su cara mostró preocupación real y preguntó en voz baja:

―¿Reemplazará Demokritos el láser?

Yanni se sentó y suspiró profundamente un par de veces, como si la respuesta se encontrase en las moléculas que le rodeaban.

―Sí, tiene que hacerlo. Pero tomará una eternidad hacer el papeleo y obtener el permiso. No podrá hacerlo a tiempo para la revisión de la financiación.

Thalia remetió las esquinas de las cortinas tan perfectamente como pudo. Eso era algo que podía controlar y se calmó haciendo el trabajo sin problemas.

―Sé que el láser es caro, ¿no podemos conseguir ese dinero de algún sitio mientras tanto? ¿De Nikos, por ejemplo?

Yanni buscó rencor en su voz pero no lo encontró. La sugerencia era fría y lógica, no recriminatoria. Y tenía razón.

―Podemos, sí. Pero el problema no es el precio, sino la disponibilidad. Las piezas son caras y además no están disponibles para particulares. Tener el dinero no es suficiente, aparte hay que ser un centro de investigación para conseguir algo así. O el departamento de investigación y desarrollo de una gran corporación, o algo por el estilo.

―¿Y no puedes explicar el contratiempo al comité de revisión?

Yanni pensó en la llamada de antes, un socio le advirtió sobre el nuevo administrador, que estaba decidido a cortarle los fondos. Decidió no contarle eso a su esposa, para dejar un ápice de esperanza. Estaba tranquila, pero podría no necesitar más que esta nueva información para desmoronarse.

―Sí, claro. No son inaccesibles, los llamaré mañana a primera hora.

Forzó una sonrisa, la besó y subió a su oficina-laboratorio. Se sentó en su silla como siempre y revisó los daños. No eran muchos, podría haber sido mucho peor. El láser tenía una gran quemadura en la parte superior de la caja, obviamente por el sobrecalentamiento. El cableado estaba quemado y olía mal, el plástico siempre lo hace. El borde del escritorio estaba chamuscado, también una esquina de su silla y la alfombra. El señor Andreas realmente trató de evitar rociar el láser, se las arregló para formar un círculo alrededor y ahogó el oxígeno de la llama. Hombre práctico, su pensamiento podría haber ahorrado decenas de miles de euros en reparaciones. La alfombra estaba destruida. Estaba bien. Yanni incluso pensó en llevar la contraria a su esposa y dejar la habitación tal cual.

Las cicatrices del fracaso.

Pensó en volver a encender el láser. Tal vez ese era su accidente fausto. Tal vez este sería su momento eureka, cuando un percance en el laboratorio conduce a un descubrimiento que cambia el mundo. Era tonto de su parte, pero la tentación pudo con él.

Pensó que el láser ya estaba dañado, así que tampoco iba a empeorar las cosas. Trajo una manta vieja por si acaso, diciendo a Thalia que como mantenía la ventana abierta, hacía frío. Ya había oscurecido, así que no estaba tan lejos de la verdad.

Sostuvo la manta en la mano por si se producía otro incendio y encendió el láser, esperando el momento eureka de sus sueños que le cambiaría la vida.

Llorando Sobre La Luz Derramada

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