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Prólogo

Una teología saludable

Geraldina Céspedes Ulloa nos presenta un precioso libro sobre el ecofeminismo, corriente de pensamiento y acción nacida en el siglo XX y que está cambiando la manera tradicional de comprender/actuar en nuestro mundo y de hacer teología desde otro paradigma. Su libro –didáctico, claro y directo– ayuda en ese proceso de lento cambio, presentándonos una epistemología fundada desde el ecofeminismo. Este nos invita a una comprensión interdependiente de nosotras mismas y de nuestro mundo, con consecuencias éticas para la vida de todo el planeta.

Hablar de cambio es hablar de un proceso continuo presente en todos los saberes y, particularmente, en la teología. Desde la teología nos hemos acostumbrado a lo que hemos aprendido de las interpretaciones patriarcales de la religión y pasamos a naturalizar los contenidos de nuestras creencias y teologías. Les hemos dado un carácter de inmutabilidad, sin prestar atención a que en ellas mismas hay límites e injusticias. En ellas incluimos nuestras devociones, liturgias, herencias familiares y otras necesidades de expresión de nuestra fe como realidades también inmutables. Muchas veces no pensamos el hecho de que las religiones, y por ende las teologías, también tienen que cambiar y acompañar los nuevos retos de nuestros mundos históricos y culturales. Aunque a veces sentimos la necesidad de cambio, tenemos el sentimiento de herir cosas sagradas que hemos heredado. Además, sabemos bien del importante rol del cambio en la educación de las conciencias, en vista a relaciones justas entre nosotros. No se pueden conservar actitudes e interpretaciones que ya no sirven para afrontar los nuevos problemas de nuestro planeta y de sus habitantes. Por eso el libro de Geraldina didácticamente nos ayuda a hacer este proceso en nosotras mismas.

Ubico el ecofeminismo desde una lógica o una racionalidad específica, o sea, desde una manera de pensar el mundo en medio de muchas otras. Una lógica es una forma de entender nuestro mundo no necesariamente siempre desde argumentos «científicos claros y distintos», sino también desde la observación cambiante de la vida de los seres humanos y otros seres, desde las cosas pequeñas de cada día, desde lo cotidiano de nuestras vidas, que nos muestra muchas veces la distancia enorme entre lo que hablamos como ideal y lo que vivimos en la práctica.

Geraldina nos invita en su libro a partir de la necesidad de una «teología saludable» en la lucha por un mundo sano, por el amor a la Tierra, amor al prójimo más cercano, amor que nos da vida, aire, agua y alimento e invita a restaurar relaciones de justicia y equidad entre nosotros. Tratamos de un mundo posible que ha de ser construido entre todos, sin certeza de que este será como lo imaginamos, pues, como seres humanos, somos siempre imprevisibles, cambiantes y preferimos el camino individualista al camino del bien común.

El libro nos ofrece referencias de autoras e indicaciones de caminos nuevos, especialmente pensados por mujeres y algunos hombres, un camino donde un breve recorrido de nuestras opresiones y apertura a posibilidades de cambio nos acompaña, como para que no nos olvidemos de la mezcla de sufrimiento y alegría que nos constituye. Poder pensar alternativas es ya un camino propositivo para vivirlas y ofrecerlas como regalo al pensamiento de otras personas.

En esta perspectiva, Geraldina recorre el pensamiento ecofeminista desde su ubicación en América Latina y el Caribe, especialmente desde Guatemala y México, y desde su compromiso con grupos de mujeres víctimas de la violencia de la pobreza y de otras miles de violencias cotidianas muchas veces escondidas. Esta ubicación le da autoridad para elaborar un pensamiento comprometido con rostros concretos, con situaciones reales de falta de derechos ante las cuales no se puede callar.

También de su ubicación latinoamericana nos abre a otros contextos y autoras de distintas partes del mundo que han contribuido a agudizar los análisis del ecofeminismo. Los análisis a partir de la justicia de género se hacen muy presentes, pero más que ellos se recupera una multiplicidad de intersecciones prácticas y teóricas que nos invitan a darnos cuenta de la complejidad del sufrimiento humano femenino, que extrapola todos los marcos teóricos en los cuales lo queremos limitar.

Además, la autora abre caminos para una radiografía renovada del desajuste androcéntrico patriarcal presente en la sociedad y, de manera especial, en las teologías e Iglesias cristianas. Desde esta perspectiva examina la cuestión crucial de Dios, que en el mundo androcéntrico patriarcal es justificadora de los poderes sobre las mujeres y la naturaleza. En el mundo simbólico religioso monoteísta, Dios sigue siendo una personificación androcéntrica, así como en las formulaciones dogmáticas que se reproducen en las teologías.

De la misma manera, desde una perspectiva de religiosidad popular, las más simples devociones siguen la misma legitimación metafísica del mundo del cual todo parece depender. Marginados, supervivientes de muchas miserias, abandonados a su propia suerte, la multitud de creyentes recurre a los habitantes de los cielos como alternativa de ayuda. Los responsabilizan de las soluciones a sus problemas y se alienan de sus cuerpos y realidades cotidianas. De esta manera se puede ver cómo las jerarquías patriarcales siguen afirmándose en los procesos salvíficos humanos. En ellos también la naturaleza, con su riqueza de biomas y con todo lo que se incluye en ella, es olvidada. No se habla de la salvación de la naturaleza, de los animales, de las florestas y los ríos. Se subraya la salvación solo del ser humano, una salvación más allá de esta tierra, una salvación garantizada para los humanos por el Dios patriarcal para realizarse en el cielo. En este proceso, las jerarquías masculinas son las que más representan la voluntad suprema de Dios, y nosotras, las mujeres, participamos de ella por una obediencia a aquellos que mejor representan este designio supremo. Por eso la obediencia es la virtud que más ha caracterizado el comportamiento de las mujeres, obediencia a un orden, a un destino que las hicieron creer que era voluntad de Dios.

Enfrentarse a la necesidad de una ciudadanía ecológica es enfrentarse a un cambio absolutamente necesario en nuestras formulaciones teológicas. Es enfrentarse a nuevos procesos educacionales de interpretación del cristianismo para hoy, para este momento de la historia del universo que es el nuestro. El pensamiento cristiano hegemónico ya no puede edificar relaciones interdependientes y amorosas entre nosotras y el planeta del cual somos cuerpo, cuerpo humano, cuerpo de la Tierra, cuerpo de Dios.

Finalmente, el bello libro de Geraldina Céspedes nos invita a rescatar el sello sapiencial de la teología. Esto significa que la sabiduría no es dogmática, sino que conversa con la vida, une conocimientos diversos, escucha, sale de las jerarquías, no se ufana de ninguna superioridad, porque su objetivo, muchas veces no consciente, es solo ayudar al desarrollo de la vida en nosotras y en todos los seres de este magnífico pequeño planeta. La sabiduría retoma las muchas parábolas de la vida, además de las parábolas de los evangelios, para enseñarnos que los avances reales, los cambios profundos se hacen en conversaciones entre nosotros, en las cuales aprendemos cada día cómo vivir el día que se llama «hoy». La sabiduría diferente de las teologías no nos impone un orden fijo que haya que seguir. Apenas nos invita a participar del discernimiento y la acogida de nuevos caminos cada día, a cada paso, para seguir caminando.

Muchas gracias, Geraldina, por este trabajo que nos brindas, trabajo tan rico y lleno de pequeñas y grandes luces para nuestra reflexión como mujeres. En estos tiempos tan sombríos y difíciles nos invitas a tener esperanza en los seres humanos, tan diversos como somos, en nuestra capacidad de acercarnos unos a otros y seguir dando «gracias a la vida, que nos ha dado tanto».


IVONE GEBARA

São Paulo (Brasil),

octubre de 2020

Ecofeminismo

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